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lunes, 31 de octubre de 2016

La vida sexual de las gemelas siamesas. Irvine Welsh


     "2-4-6-8 who do we appreciate?
     Las cifras son al gran obsesión norteamericana. ¿Cómo dar la talla? Nuestra economía ruinosa: los porcentajer de crecimiento, el gasto de los consumidores, la producción industrial, el PIB, el PNB, el Dow Jones. Como sociedad: los homicidios, las violaciones, los embarazos adolescentes, la pobreza infantil, la inmigración ilegal, los drogadictos (oficialmente reconocidos y no). Como individuos: la altura, el peso, las caderas, la cintura, el pecho, el IMC...
     Pero la que causa la mayor parte de los problemas es la cifra que tengo ahora mismo en la cabeza: 2."

     Me regalaron este libro hace un tiempo, pero con semejante título not enía del todo claro lo que me iba a encontrar, sobre todo porque del autor de Trainspotting me espero cualquier cosa. al final, todos acaban pasando por mis manos y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual: La vida sexual de las gemelas siamesas.

     Vivimos en un mundo en el que la operación de dos gemelas unidas por el tronco, por lo que solo quedará una viva, se convierte con facilidad en un fenómeno mediático. Así somos. Y es en este mundo en el que una entrenadora personal llamada Lucy se convierte en una celebridad al desarmar a un hombre que iba a matar a dos personas con su pistola. Estamos en Miami, y su proeza es grabada por una mujer llamada Lena Sorensen que se obsesiona con ella y la contrata para adelgazar.

     Con estas premisas, más un cadáver, sexo, depresión, obsesión, estética, comida y adicciones, Irvine Welsh teje una suerte de comedia negra satírica sobre la sociedad actual en la que no deja títere con cabeza. Y es que su novela tiene puntos muy interesantes, desde el circo mediático hasta la obsesión por la talla que se usa, el apetito desmedido que se siente todo el día o el esclavo del gimnasio. Puedes llevar una vida terrible sujeto literalmente en este caso, o aferrado por deseos, pero si se vive con un aspecto fantástico, hay que decirlo. Y eso todos lo entendemos, sabemos de lo que habla Welsh aunque éste ha optado por llevarlo al extremo en su novela.
     Narrada a varias voces, y comenzando por Lucy, somos incapaces de sentir la más mínima simpatía hacia ella. Pero tampoco rechazo como tal, y es que, el autor carga tanto las tintas en su odio y desprecio hacia todo, que consigue ser el rechazado por encima de su propio personaje. Cuando la voz cambia a la obsesiva y deprimida Leda, tampoco cambian mucho las cosas y nos sentimos atrapados en una novela en la que la exageración se le ha ido de las manos al autor en una maraña de palabras malsonantes que supongo pretenden pasar por lenguaje de la calle.

     No sé si he asistido a la novela en la que Welsh quiso ser Bukowsi aderezado con Palahniuk, pero se le va la mano hasta adentrarse en el camino de la vulgaridad, y lo hace sin excusa ni miramientos: hasta el cuello. Y con ello lo único que consigue es desdibujar una idea que me ha resultado atractiva, incluso buena, para ser desarrollada con calma y siguiendo una trama que en manos de otro escritor hubiera dado lugar a un gran libro. Incluso, si el autor fuera Ellis, a una novela de terror.

     La vida sexual de las gemelas siamesas es una novela cuyo eje argumental me ha parecido fantástico, incluso brillante, pero que queda totalmente eclipsado por una narración poco afortunada, ordinaria, que termina echando a perder lo que hubiera podido ser un buen libro. No era necesario tanto, señor Welsh, de verdad, eso no es provocar.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

jueves, 27 de octubre de 2016

Sombras de agua. Félix G. Modroño


     "Nada puede vencer a una maldición amparada en creencias divinas. Y la desaparición de una reliquia sagrada solo podía significar un futuro lleno de desgracias. Fernando de Zúñiga lo sabía bien, aunque su escepticismo le impedía compartir la zozobra que a buen seguro se apoderaría de los valencianos en cuanto se corriera la noticia por los mentideros de la ciudad,"

     Hace ya unos cuantos años que descubrí las letras de Félix G. Modroño, y es cierto que desde entonces he sido puntual a las citas en la librería con cada una de sus novelas. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Sombras de agua.

    Estamos en invierno del año 1684 y el doctor Zúñiga parte desde la ciudad de Valencia hacia Venecia con una misión importante acompañado por su fiel Pelayo. Sin embargo, al llegar allí el dux le hace llamar poniéndole al corriente de un misterioso mensaje que amenaza a una ciudad inmersa en esos momentos en una importante reunión, contando para esta misión con la ayuda de una carismática mujer llamada Elena Corner. Poco sabe Zúñiga en ese momento que el propio dux será el primero de una serie de muertes que tendrá que investigar.

     Sombras de agua es la tercera entrega de las novelas protagonizadas por Don Fernando de Zúñiga y, aunque no es necesario haber leído las anteriores para llegar a esta, ya que todas comienzan y concluyen la historia en los títulos, si que es un placer ver como un personaje crece a medida que el autor avanza con él. En esta ocasión, el autor nos lleva de viaje desde Valencia hasta Venecia en una época perfecta para desplegar esa narración basada en ambientes, gestos, vocabulario y sensaciones a las que nos tiene acostumbrados, tanto en la presente serie como en sus novelas independientes.

     Zúñiga viaja acompañado de su inseparable Pelayo para cumplir una misión y se encuentra con problemas desde su llegada a Valencia, lugar en el que se produce un robo amén de un altercado en la plaza que, pronto descubriremos, tendrá una íntima relación con la historia. A partir de aquí, el autor hace gala de las virtudes a las que tiene acostumbrados a sus lectores habituales, consiguiendo que la ambientación, y particularmente la ciudad en la que la historia se desarrolla, se convierta en uno más de los personajes. Y es que para Modroño, la fusión entre lo histórico y la trama de misterio, el thriller, viene siendo un sello habitual, y será en este caso la ciudad de Venecia en la que vayamos descubriendo el rastro de muerte que deberá ser atajado por el doctor Zúñiga. Nos muestra una ciudad que parece debatirse entre reuniones científicas y tradiciones vestidas de carnaval , convertida en una suerte de mágico lugar lleno de música que se esconde a ratos en sus famosas nieblas. Una ciudad reconocible para quienes la hayan visitado y deseable para cualquier lector, en la que, además, nos presenta a Elena Corner, un personaje realmente fascinante que nos permitirá conocer un poco mejor a Don Fernando de Zúñiga. Y es que esta es una novela de personajes que arrastran al lector por una interesante época que el autor sabe plasmar basándose más en pequeños detalles, que en grandilocuentes descripciones, ya que su prosa se caracteriza precisamente por eso, por esa aparente sencillez que facilita la lectura y que puede hacer pasar desapercibido al lector todo el trabajo y documentación necesarios para lograrlo.

     Tras La sangre de los crucificados y Muerte dulce y con unos protagonistas si cabe más humanos aún, el autor nos ofrece en esta tercera novela autoconclusiva al igual que los anteriores, la opción de un viaje en el tiempo con una trama solvente y sin fisuras que he disfrutado desde las primeras páginas. Una trama lineal con una buena resolución y una novela para sumergirnos en esos universos que parece convertir en únicos la pluma del autor y que tanto suelen gustarnos a los lectores, por eso de sentirlos nuestros, unas cuantas tardes. Y, si pensáis acercaros al personaje, recordad que también se puede empezar por aquí.

     Hoy recordaba, o presentaba seguramente para muchos, a un personaje que protagoniza varios títulos, por eso os pregunto, ¿recordáis con un cariño o entusiasmo particular al protagonista de alguna serie, saga o similar que queráis compartir?

     Gracias.

     PD: El booktrailer


miércoles, 26 de octubre de 2016

Falcó. Arturo Pérez-Reverte


     "La mujer que iba a morir hablaba desde hacía diez minutos en el vagón de primera clase. Era la suya una conversación banal, intrasdendente: la temporada de Biarritz, la última película de Clark Gable y Joan Crawford. La guerra de España apenas la había mencionado de pasada en un par de ocasiones. Lorenzo Falcó la escuchaba con un cigarrillo a medio consumir entre los dedos, una pierna cruzada sobre la otra, procurando no aplastar demasiado la raya del pantalón de franela."

     Cada libro de Pérez-Reverte desata una pequeña ola de impacto entre seguidores y detractores del autor, tan mediático como polémico, en las redes y mesas de bares a media conversación. Y cada vez acudo a la librería con curiosidad incapaz de resistirme. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Falcó.

     Conocemos a Lorenzo Falcó mientras ejecuta una misión, nunca mejor dicho, y recibe el siguiente encargo. En noviembre de 1936, con la Guerra Civil española resonando en las calles, hay encargos que pueden ser muy peligrosos y cambiar el rumbo de un país, encargos que llevan asociados nombres que todos conocemos. Y ese es el tipo de encargo que recibe Falcó.

     La nueva novela de Pérez-Reverte sirve de cata de presentación para el que empieza a ser llamado sustituto de Alatriste en la trayectoria literaria del autor. Era inevitable, supongo, que desde que el propio autor confirmara que estamos ante el comienzo de otra saga, salieran a la calle similitudes y diferencias entre ambos protagonistas perdiéndose, quizás, lo importante a la hora de hablar de una novela que es el argumento en sí. Y es que Falcó es una novela de género que Reverte ha hecho "nuestra". Y eso supone que ha castellanizado tópicos para adaptarlos a la que, por formato y definición, se puede denominar como bestseller desde las primera páginas.

     Utilizando un narrador omnisciente, y sin buscar grandes excusas para contarnos abiertamente lo que piensa tal o cual personaje, Reverte opta por ambientar su novela en la, inicialmente, farrangosa época de la Guerra Civil española. Y digo farrangosa porque es una época tan interesante como peligrosa ya que muchos lectores tomarían partido por uno u otro bando y, para más inri, Falcó milita en el lado contrario al habitual. Sin embargo pronto nos queda claro que su bando no es ideológico como tampoco lo es la novela, ya que el autor reparte a uno y otro lado sin importarle el lugar que militan y, sobre todo, sin buscar buenos en una novela en la que, lo único que están o no (que no hablamos ahora de si son) buenas, son las mujeres.
     Falcó es un tipo duro de ojos grises y gabardina, con pitillera de Carey y sin problema para moverse en los mejores lugares o con la peor calaña. Es un tipo rudo, mujeriego, afilado y seco que oscila entre lo que una mujer podría denominar chulo y su propio espejo "canalla", pagado de sí mismo y con un código ético y moral propio que no necesitamos aprobar para seguir leyendo en una historia que terminamos sin apenas darnos cuenta. Y cuidado, puede que incluso al final del libro, el lector desprevenido descubra que este nuevo antihéroe de Reverte, le cae bien.

     La novela está medida, las descripciones son justas, incluso escuetas y los personajes que acompañan al protagonista distan mucho de la complejidad en una historia que entretiene y divierte a partes iguales; algo que parece cada vez más difícil de conseguir, además de ser criticado por un sector literario que parece pensar que todos los libros están para darnos clases magistrales a los lectores. Y eso que imagino a Reverte a media sonrisa, pensando en la cara del lector cuando descubra el nombre de Primo de Rivera. Porque si que hay una pequeña lección escondida sobre temas literarios en la novela, y un par de preguntas que me quedo con las ganas de realizarle al autor sobre la parte más divertida del libro. Esa que no puedo contaros porque hay que descubrirla entre sus páginas.
     De momento, os diré que la novela funciona, que le auguro larga vida a su protagonista y que me lo he pasado francamente bien.

     Y ahora viene la pregunta que no se hace, pero sí. reverte es un escritor del que se habla y se opina día sí, día también, ¿creéis que influye la opinión que se tiene de un escritor a la hora de ir a la librería y decantarnos o no por sus títulos?

     Gracias.

lunes, 24 de octubre de 2016

Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Pablo Neruda


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azueles, los astros a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y aveces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo".

     A mucha gente le cuesta leer poesía. Es un género que suele antojarse aburrido a los ojos del lector habitual de novela y que, al mismo tiempo, apasiona al aficionado al género. No parece admitir medias tintas, salvo algunas excepciones. Poemas que se convierten en una suerte de mantras que todos llevamos dentro, como un lunar en la piel del que no puedes desprenderte por mucho que frotes y que se acaba convirtiendo en algo tuyo, preciado. Eso sucede con algunos poemas y algunas voces. Pocas. Hoy traigo a mi estantería virtual, Veinte poemas de amor y una canción desesperada.

     El resumen de este pequeño pero enorme poemario nos lo da el título. Veinte poemas, ni uno menos, sin título, sin marca, a veces numerados y en este caso separados por una página hermosa con su comienzo, forma en que muchas veces se da a conocer cada uno. Una canción desesperada, la última, la única que lleva título, el broche de oro tantas veces escuchado para un libro sentido, suspirado y dolido. Y en esta ocasión un prólogo firmado por Ospina, como ya hiciera con los Sonetos incluidos en esta misma colección, en el que se nos habla de Neruda y sus sentimientos desde la versión más literaria, convirtiendo ese prólogo que a veces se antoja tedioso sin ser leído y uno tiene ganas de saltarse prometíendose leerlo al final y sabiendo que será una promesa fallida, en un placer inesperado que realizamos incluso acompañados de Verlaine.

      Pero hablemos de los poemas, que parecen llenos de empalagoso romanticismo  hasta que empezamos a leerlos. Y entonces descubrimos que hay sentimientos universales, como la alegría o el duelo, y que entre ellos está el amor. Neruda habla del amor desde la pasión de la juventud, ese momento en que cada amor es el primero y cada beso el único. Y se ayuda de la naturaleza para dar fuerza a unas palabras sentidas por todos en algún momento. Por eso no es recomendable la lectura continuada de este libro, es preferible ir despacio y leer, por ejemplo, cada día un poema un par de veces. Porque lo contrario sería banalizar el contenido, no llegar a ver el enardecimiento, la alabanza y la profunda melancolía que destilan las palabras del entonces joven poeta. Y finalizar entonces con esa canción.

     La poesía, si uno no está acostumbrado, puede parecer tediosa o compleja, quizás por eso muchas veces es adecuado acercarse a ella a través de versos conocidos y profundizar un poco. Tomarse un café en una tarde lluviosa, disfrutar del silencio, y leer despacio hasta enamorarnos de las palabras. Y posiblemente es a eso a lo que invita Neruda, el poeta que enamoró mil veces con sus palabras mil veces dedicadas a otras tantas mujeres. Quizás por eso no me voy a poner a hablar de versos alejandrinos o de aquellos otros en los que rompe la rima o la métrica; tal vez por eso no me extenderé para explicar sus metáforas potentes impulsadas por su lenguaje sencillo y tampoco hablaré de la naturaleza o del mar. Porque dicen que el poeta aspira a trasladar sentimientos, a provocar el contagio mano (suya) a ojo (del lector), y ponernos técnicos podría ser una suerte de vacuna que no quiero responsabilizarme de daros. Para leer a Neruda, que por otro lado es mucho más que este poemario, hay que hacerlo con la mente en blanco. Y entonces, disfrutar.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.



viernes, 21 de octubre de 2016

Una buena chica. Mary Kubica


     "Estoy sentada en el rincón del desayuno, tomando una taza de cacao, cuando suena el teléfono. Miro absorta por la ventana de atrás la pradera de césped, que, acosada por un otoño prematuro, está cubierta de hojas. Están casi todas muertas pero algunas aún se aferran sin vida a los árboles. Es por la tarde."

     Lecturas para alternan, un libro divertido a modo de page turner que nos sirva para compensar de algún modo una lectura más sesuda que no nos apetece sacar de casa porque así la leemos sin distracciones. Por eso llegué a este libro, y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Una buena chica.

     Conocemos a Mía Dennett. Una joven que ha sido secuestrada y rescatada por la policía pero que regresa a casa con amnesia, sin poder ayudar ni hacer nada por superar la situación que le ha llevado a padecer esa amnesia. Ella solo sabe que su nombre es Chloe. Para recorrer los sucedido buscaremos las voces de quienes mejor conocen el caso.

     En un primer momento el argumento no es demasiado original, un secuestro, pero la autora decide dar una pequeña vuelta de tuerca. Aquí ya conocemos el resultado desde la primera página, Mía ha vuelto a casa, y haremos el recorrido completo hasta llegar a ese punto para incluso, avanzar un poco. Para ellos estructura la novela en tres voces y dos tiempos: la madre, Eve, el policía, Gabe, y el propio secuestrador, Colin, nos irán relatando lo sucedido y los actuales avances en el estado de Mía mientras nos avisan de si hablan de lo sucedido "antes" o "ahora". Y todo esto que parece complicado dicho así, la autora consigue que resulte sumamente sencillo durante la lectura, de tal modo que no nos deja en ningún momento de la mano para que veamos el desarrollo de los acontecimientos, tanto entre el secuestrador y su víctima, como en la casa de la secuestrada. De hecho, fuera de toda voz se alza un personaje, el padre de Mía, que pronto cobra un gran protagonistmo por su actitud y desdén.
Veremos la infelicidad de la joven y también las reacciones encontradas a su regreso. Descubriremos la visión de un policía que parece se involucró quizás demasiado en el caso de una chica que pudo haber huido en lugar de ser secuestrada y también veremos desde el primer momento la relación entre secuestrador y Mía en una curiosa evolución que la autora pretende cerrar con una sorpresa final.

     El resultado es un libro entretenido al que no se le puede pedir demasiado más allá de eso. Es verdad que da carpetazo a algunas líneas argumentales con un par de frases y que no busca credibilidad ni profundidad en sus personajes. De algún modo uno tiene la sensación de estar ante una novela cuyo hilo despega y tiene que empezar a tapar agujeros por el camino. Y es que me hubiera gustado un poco más saber sobre los sentimientos de cada personaje, pero no los que se expresan fácilmente, sino los de verdad que en algún momento insinúa pero jamás termina de presentarnos la autora del libro.  Pertenece a ese tipo de libros que cuando pasen unos meses se te han desdibujado y no tienes claro si te suena o lo has leído realmente, porque no llegan a impactar al lector, así que esta vez lo dejo a vuestra elección. Hay muchos libros parecidos y que cada cual elija con los que se tropieza.

     Esta vez mi pregunta va a ser sencilla. Se ha criticado la literatura de evasión como si fuera literatura de segunda. Y yo os pregunto, como lectores, ¿qué opináis de ese concepto?

     Gracias.

jueves, 20 de octubre de 2016

Nosotros en la noche. Kent Haruf


     "Y entonces llegó el día en que Addie Moore pasó a visitar a Louis Waters. Fue un atardecer de mayo justo antes de que oscureciera.
Vivían a una manzana de distancia en la calle Cedar, en la parte más antigua de la ciudad, con olmos y almezos y un arce que crecían a lo largo del bordillo y jardines verdes que se extendían desde la acera hasta las casas de dos plantas. Durante el día había hecho calor, pero al anochecer había referescado. Addie recorrió la acera bajo los árboles y giró ante la casa de Louis."

     Poco a poco uno aprende de quién fiarse en las recomendaciones, así que cuando Ferran me recomendó este libro, lo anoté junto con la fecha de salida a la venta. Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Nosotros en la noche.

     Conocemos a Louis y Addie el día en que Addie realiza la propuesta más insólita que uno pueda imaginar a su vecino Louis: dormir juntos. Le propone que ellos, que ya tienen una edad y son viudos y vecinos, pasen juntos esas larguísimas noches solitarias que se antojan eternas cuando uno no está durmiendo. No sexo, le propone cariño y compañía, no preocuparse de si alguien les ve o si critican; le propone consuelo y confianza, intimidad... Y al día siguiente, Louis acepta.

     Kent Haruf comenzó esta novela sabiendo que iba a morir, desconociendo si sería capaz de terminarla a tiempo. Pero lo hizo, no llegó a verla publicada, pero sí finalizada y sabiendo que se iba a publicar. Y su esposa ya viuda comentaba en su día que Haruf le había dicho que iba a escribir una novela sobre "nosotros". Y oosiblemente así sea, porque todos reconocemos las charlas de cama, sin luces, de piel y sentimientos que son las que realmente le otorgan la dimensión adecuada a la palabra intimidad y no el simple sexo. Es un libro sobre lo cotidiano, protagonizado por personas normales a las que, salvo esa excentricidad que uno comprende rápidamente, no les diferenciaríamos de mil más que fueran como ellos. Y su excentricidad, el dormir juntos, es casi necesaria una vez nos la explican.
Con esta premisa como punto de partida, Haruf despliega sus magníficas dotes dejando una novela hermosa en la que dos personas se desnudan recorriendo sus vidas al amparo de la noche. Dos personas que se van sintiendo cercanas y que deciden ignorar al sus vecinos cuando murmuran fortaleciendo la relación que tienen entre ellos.
     Cerramos el libro emocionados echando ya de menos a Louis y Addie, sus conversaciones, sus sentimientos que el autor nos ha ido demostrando a través de la visión de uno y otro. Sus historias, sus tragedias, un hijo, un nieto... todo se vuelve hermoso cuando las palabras salen de dentro, y quizás por eso en su título original se dice Our souls at night, porque hablan las almas. Y, ahora que ya os habéis olvidado de que hace una pequeña eternidad hablé de sexo... os lo recuerdo, porque Haruf también lo hace, porque es parte de la vida. Pero no os contaré más del libro, del que hay mucho que hablar y poco que contar para no estropear lo que el lector llega a sentir.

    Siempre he pensado que escribir una historia normal, sobre personas normales, es lo más complicado. Es fácil conseguir interés cuando hay un atraco y tres muertos, eso lo hace cualquiera. Pero tornar lo normal en extraordinario está al alcance de muy pocos, y el placer de encontrarlo es una sensación irrepetible. Justo como sucede con este título.

     No había leído nada de Haruf, y llego ya con el pesar de quien descubre unas letras que le hacen emocionar y reír, y las descubre cuando su autor ya ha fallecido, y uno empieza directamente ante una cuenta atrás. O tal vez solo haga eso yo, decidme, ¿sois fieles a algún escritor vivo o muerto?

     Gracias.


martes, 18 de octubre de 2016

Me llamo Lucy Barton. Elizabeth Strout


     "Esta es mi historia. Ésta. Me llamo Lucy Barton."

     Y finalmente sucumbí. Me pudo la curiosidad ante las buenas opiniones y decidí leer  este libro, posiblemente empujada también por lo mucho que me gustó el anterior título de la autora. Hoy traigo a mi estantería virtual, Me llamo Lucy Barton.

     Conocemos a Lucy Barton con una vez en primera persona que habla desde el futuro. Tras una operación menor está ingresada en un hospital mientras buscan un diagnóstico para lo que le sucede. Está sola y pasa muchas horas sola, hasta que llega su madre. Y cinco días y cinco noches juntas se llenaran de palabras y de silencios que intentan cubrir los años de separación mientras somos testigos de lo que sucede en esa habitación.

     Dicho así puede parecer un argumento sencillo, simplista, quizás haya que explicar un poco más. Como que el lector duda sobre si la enfermedad es real o psicosomática (no por ello menos real, si acaso menos perceptible), si echa de menos tanto a sus hijas pero Lucy es una mujer que se siente sola y culpable: culpable de abandono de una vida que parecía marcada, sola como para buscar una compañía inesperada en el hospital...  Y que es una novela de tiempos: tiempo en el que somos hijos y tiempo en el que dejamos de serlo, y también de silencios. Somos testigos entre cuatro pareces del transcurrir de los días cuyo reloj son las luces del edificio que se ve desde la ventana. Testigos de cómo una hija se reencuentra con una madre que parece incapaz de expresarse en el presente salvo cuando sus palabras se quedan en apenas una sombra, y de cómo una madre habla de un pasado duro y rígido en una zona rural que parece opuesto a la vida en la ciudad, lejano, casi irreal... pero no lo es. Cuando uno profundiza en todos estos temas a lo largo de una novela en la que la autora no ha desperdiciado páginas en sentimentalismos vacíos, y quizás por eso tiene la medida justa.... descubre que la historia sigue siendo la misma.
     A veces, como ha sido el caso, un lector se acerca a una novela buscando los sentimientos ajenos en ella y no los encuentra. Me ha parecido banal, e impersonal en el tono y no ha logrado conmoverme esta historia; quizás por sabida, quizás por ver venir desde lejos lo que la autora pretendía. Pero me he sentido fuera de lugar. No durante la lectura, pero si en los tiempos de reposo. Esos que uno emplea entre páginas y recapacita sobre lo leído. Esos en los que el libro se asienta y sentimos las palabras y que, en esta ocasión sólo me decían: "¿y esto es todo?". Porque el libro está bien escrito, podemos hablar de la prosa y de las frases, de los adjetivos dichos y los sentimientos no manifestados, pero en realidad poco más a destacar he encontrado. La historia que debió conmoverme se convirtió en la ventana hacia la vida de una mujer insatisfecha, tal vez por esa sensación de deber no cumplido o haber crecido demasiado deprisa. O quizás fue eso y todo que no logramos empatizar, ni sentí interés por lo que le sucedía. Me hubiera gustado más conocer a la madre, y que fuera ella quien me hablase con el corazón en la mano. Pero no me hagáis caso porque posiblemente sea yo, siempre me han interesado más quienes no llaman tanto la atención porque siempre he creído que ahí, justo ahí, se encuentran los tesoros.

     Mi nombre es Lucy Barton es una novela sencilla y bien escrita que se convierte en una lectura solvente pero que, en mi caso, se ha quedado cortísima, casi vacía. Es lo que tiene muchas veces abrir un libro mirando opiniones ajenas.

     Y vosotros, ¿no teméis ese momento en que las expectativas se convierten en la losa de un libro?

     Gracias.

     "La vida no deja de asombrarme."

lunes, 17 de octubre de 2016

El enigma Turing. David Lagercrantz


     "¿Cuándo tomó la decisión?
     Ni él mismo lo sabía. Pero, una vez que las dudas se disiparon para sólo percibirse como lejanas voces, el peso sordo que abrumaba su cuerpo se convirtió en una palpitante ansiedad, a la que, ahora se daba cuenta, había echado de menos."

     Me gustan las historias de espías, no lo puedo evitar. Y, de un tiempo a esta parte, escasean, y las pocas que he visto eran historias fallidas. Pero yo lo sigo intentando y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El enigma Turing.

     Conocemos a Alan Turing, el famoso matemático capaz de descifrar los códigos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial acortando su duración. Y lo hacemos justo cuando fallece: suicidio dicen. Al que conoceremos realmente es a Leonard Correll, policía encargado del caso que va desgranando los secretos de la vida de Turing, a la vez que se topa con el grueso muro del secretismo debido a sus aportaciones en la Guerra. Correll irá desgranando la historia de Turing a la vez que nos abre la suya propia.

     Hubo una película hace unos años, Descifrando el enigma, protagonizada por Benedict Cumberbatch y Keira Knightley que no podía sacarme de la cabeza durante los primeros capítulos de la novela. Al final recurrí a San Google que todo lo sabe y me di cuenta del motivo; la película relata la vida de Turing y por lo tanto este libro podría ser la perfecta continuación desde su final (y aquí añadiré para aquellos que ya estén pensando en afilar su lengua diciendo que este hombre con una amplia trayectoria literaria a sus espaldas, se dedica a continuar historias, que la novela es anterior a la película). Porque lo primero que conocemos de Turing en él es que parece haber ideado una curiosa forma de suicidarse: usar una manzana envenenada. Una forma que se nos antojará extraña en un primer momento pero que pronto aceptamos como propia del carácter de un hombre especial. Y no solo por su inteligencia, ya que Turing parecía estar obsesionada con números y mátemáticas, sino también en lo personal: no le quedó más remedio que reconocer su homosexualidad en un momento en el que era ilegal en Gran Bretaña y acatar la castración química para evitar entrar en prisión. Todos estos datos los iremos conociendo a través de la mirada de Correll, un policía que irá además abriendo su historia personal a medida que avanza, convirtiendo de este modo la novela en un libro que bebe de dos fuentes (y aquí tengo que decir que la historia de Turing me pareció muchísimo más interesante).

     La novela tiene un ritmo lento, para aquellos que están acostumbrados a la etiqueta "trepidante" tendrá un ritmo desesperadamente lento incluso, pero porque es una novela para paladear. Con muchos detalles a la hora de mezclar la realidad de Turing y la ficción del policía, el autor nos adentra en esta historia detectivesca ambientada en la década de los cuarenta. Un momento en el que los miedos a confabulaciones estaban en la calle y en el que no se confiaba en las personas por algo tan banal como su orientación sexual. De hecho, desde las primeras páginas nos damos cuenta de que ese retrato a la sociedad del rechazo va a ser tratado con mucha dureza por el autor mostrando como, ante determinadas acusaciones, una sociedad intolerante parecerá sufrir amnesia ante todo aquello que le has proporcionado. Y todo esto lo iremos descubriendo a través de la obsesión del policía por saber qué sucedió, y quién era realmente Alan Turing. De hecho hay un momento en el que el lector se plantea si es posible culpar a una sociedad en lugar de hacerlo con una persona ante una muerte violenta. Los personajes son solventes, y la mezcla de realidad y ficción magnífica. El autor además sabe profundizar en la familia de Correll sin que nos parezca que usa excusas para ello.

     El enigma Turing es un libro bien escrito que conseguirá que los aficionados al tema disfruten de una historia bien armada. Me ha gustado.

     Y vosotros, ¡Con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 14 de octubre de 2016

Un monstruo viene a verme. Patrick Ness


     "El monstruo apareció pasadas las doce de la noche. Como hacen todos los monstruos.
     Conor estaba despierto cuando el monstruo llegó.
     Acababa de tener una pesadilla. Bueno, una pesadilla no. La pesadilla. La que tenía tantas veces últimamente. La de la oscuridad y el viento y los gritos. La pesadilla en la que unas manos se escapaban de las suyas por muy fuerte que las sujetara. La que siempre acababa con..."

     Va a ser complicado hablar del libro sin estropear la película, o tal vez no. Sin embargo, por poner alguna base para quien desconozca de qué trata la historia, hoy traigo a mi estantería virtual, Un monstruo viene a verme.

     Conocemos a Conor, un niño de trece años, cuando recibe la visita de un monstruo en mitad de la noche. Conor está pasando por un terrible momento en s vida, y las historias y consejos del monstruo le acompañarán mientras afronta ese momento.

     Siobhan O'Dowd y Patrick Ness compartían editor pero no se conocían. Siobhan murió en el año 2007 de cáncer, dejando una idea sin plasmar en forma de libro, un libro sin concluir, y se le puso delante a Patrick Ness quien, viendo la fuerza de la idea, asumió el reto de escribir la historia de Siobhan. Tiene que ser muy difícil escribir una historia historia así y convertirla en propia, pero tal y como ha expresado el autor muchas veces, él sintió que establecía una deuda y un diálogo con Dowd, y así creció el título que tanto lleva dando que hablar entre los lectores, y ahora también en las pantallas de los cines. Así nace Un monstruo viene a verme, esa historia que va conmoviendo a quien se acerca a ella.

     Dicho esto, hablemos de ese monstruo conocido por muchos como el árbol gigante del tráiler de la película. Un tejo enorme que acompaña a Conor hablándole y relatando historias. Porque este libro tiene historias hasta llegar a su final, y pronto comprendemos que el autor juega con un ambiente que mezcla realidad y fantasía en el que la fantasía nos importa cada vez menos porque sólo somos capaces de mirar lo real. No busca sorprendernos, en las primeras páginas ya sabemos lo que va a suceder, no nos deja patidifusos ese final del que todo el mundo habla... y sin embargo, conmueve. Porque el tema real del libro no es el niño ni el monstruo, no es la ira ni el acoso escolar, ni tampoco su situación en casa, no. El libro de lo que trata en realidad es del camino que se recorre hasta aceptar determinadas cosas que la vida nos pone delante cuando decide convertirse en una dura prueba. Y aquí uno acaricia la palabra autoayuda, bien camuflada, sin consejos bienintencionados de quien no lo vivió, ojo, que yo soy muy crítica con esa palabra. Pero el lector, que ha ido aceptando poco a poco a ese protagonista que pierde madurez a cada línea, ya está entregado a la historia acompañando al protagonista, ya conoce a la abuela, reconoce la voz y espera... en el fondo ya sabe lo que espera sin que eso le proteja. Y quizás porque la vida es justo así, el libro se antoja realista por mucho que beba de la fantasía.

     Un monstruo viene a verme es un libro muy eficaz que se adentra en un tema cada vez más común en la literatura young adult; las situaciones difíciles. Y lo hace mezclando la realidad con la fantasía de tal forma que consigue un equilibrio apto para quienes gustan del género y también quienes no. Porque si algo tiene el libro de Patrick Ness es la cantidad medida de todo para ser apto para casi todos. Los más jóvenes, niños creo que lo dudaría mucho, serán capaces de vivir la historia y conmoverse con lágrimas en los ojos. Y los adultos, ¡ay!... la mayor parte de los adultos ya hemos vivido una situación similar, conocemos la sensación que tan pulcramente expresa el autor, y precisamente por eso, conseguirá que el lector adulto se ponga de parte de las letras de su libro.

      En mi caso he descubierto una lectura que se aleja de mis gustos habituales. Un libro corto que es fácil de disfrutar y que me ha dejado esa sensación de envidia que uno siente cuando todo el mundo disfruta más que tú de una misma cosa, como si le estuviera vetado llegar a ese nivel y se hubiera quedado en la superficie. Aún así, le reconozco todas y cada una de sus virtudes y no dudo que os encantará.

     Y vosotros, ¿os habéis dejado ya engatusar por la voz del tejo?

     Gracias.

jueves, 13 de octubre de 2016

Rey de picas. Joyce Carol Oates


     "En el aire había aparecido el hacha. Por alguna razón se alzaba y caía en un vaivén desenfrenado, en dirección a mi cabeza, mientras yo intentaba alzarme de mi posición en cuclillas y perdía el equilibrio, por la desesperación de querer escapar, al tiempo que me fallaban las piernas y se oía una voz ronca que supoklicaba "¡No! ¡Por favor, no!" (¿era la mía, irreconocible?), por cuanto, a pocos cenímetros de mi cabeza, la cuchilla se estrellaba y se hundía en el escritorio, del que saltaban astillas; para entonces ya había caído yo pesadamente al suelo, un suelo duro y rígido debajo de la deshilachada alfombra oriental."

      Ya he hablado más de una vez del placer de descubrir a la prolífica Oates en cada uno de sus libros y ver como consigue mimetizarse con sus protagonistas. Por eso estaba impaciente por tener en mis manos su nueva novela, y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Rey de picas.

     Conocemos a Andrew J. Rush, escritor de éxito más que moderado que tiene casi una treintena de libros, muchos traducidos a una treintena de idiomas. Un matrimonio asentado, una gran casa e hijos completan el cuadro de lo que debería de ser una vida idílica. Sin embargo Rush esconde un secreto: él está detrás del seudónimo "Rey de picas", un escritor sanguinario y visceral de novelas negras que comienza a ser cada vez más conocido. Él es quien se levanta a media noche y escribe oculto a la vista de todos para enviar los manuscritos a otro editor, en otro lugar.. Y esos dos mundos que se doblan y desdoblan cada noche, viven sin problemas juntos en su cabeza, hasta que un día, su hija descubre la existencia de Rey de picas en la casa paterna y decide leer una de sus novelas.

     Si estáis buscando una novela negra típica con un policía entrado en años y en kilos, esta no es la vuestra. Porque Oates nunca escribe algo convencional. En esta ocasión da voz a Rush, que nos va desgranando su historia hasta llegar, y superar, el punto de partida en el que ese hacha nos recuerda a El pozo y el péndulo, de Edgar Allan Poe, autor que reaparecerá a lo largo de las 250 páginas que ocupa esta novela. Oates deja que sea el propio protagonista quien descubra, y se descubra a sí mismo, su historia. Le acompañaremos mientras nos confiesa ese secreto a voces del que parece avergonzarse, y descubriremos su complejo y admiración a la sombra de Stephen King. Observaremos como su idílica vida se deshace poco a poco a partir del descubrimiento de su hija, y también de una demanda a todas luces ridícula de una vecina que decide acusarle de plagio. Entonces su otro yo, Rey de picas, parece que empieza a usar algo más que la mano de Rush, y la novela se torna oscura, inquietante. Oates comienza el oscuro descenso hacia la locura, y también al abandono o la lucha frente a ella. Y lo sigue haciendo desde esa primera persona que obliga al lector a preguntarse si un loco sabe que está loco o en qué momento deja de estar cuerdo, dónde se encuentra la línea que separa ambos mundos. Avanza y da un paso más para presentarnos la diferencia entre lo bueno y lo malo, la luz y la oscuridad, en un feroz enfrentamiento interior del que sabemos solo puede haber un vencedor. Y aquí, el resto de los personajes son mero público, igual que nosotros. Y avanzamos buscando el desenlace esperando lo peor y temiéndonos lo mejor, o justo al contrario. Pero tranquilos, Oates no decepciona en sus finales.

     La novela, estructurada en capítulos cortos con título propio, marca un ritmo ágil a la lectura y puede ser devorada, en caso de interés y tiempo libre, en apenas una tarde. De hecho, superadas las primeras cincuenta páginas es difícil soltar la historia. Queda además salpicada por algún referente al mundo literario que puede resultar interesante a cualquier lector aficionado a estos mundos metaliterarios que pueblan las librerías últimamente. Es más, ¿qué hay más metaliterario que la lucha entre un autor y su propio seudónimo? Aunque ese seudónimo esconda algo, y ese autor también. Porque en las novelas de Oates, parece que todos escondan algo. Incluso la propia Oates para conseguir mantener una calidad título a título que aumenta su legión de seguidores.

     Rey de picas me ha parecido una novela francamente entretenida y muy recomendable, con un punto diferente, como no podía ser de otra manera. Animáos.

     Parece que Oates es uno de los nombres que resuenan en algunas listas para el Nobel de hoy, y yo me pregunto, ¿leemos realmente al premiado una vez que se nos da el nombre?
 
     Gracias.

martes, 11 de octubre de 2016

Tres días y una vida. Pierre Lemaitre

     "A finales de diciembre de 1999, una sorprendente serie de sucesos gtrágicos sacudió Beauval, el más importante de todos, la desaparición del niño Rémi Desmedt. En esa región cubierta de bosques y habituada a un ritmo lento, la súbita desaparición del pequeño causó estupor e incluso fue considerada por muchos de los habitantes como un presagio de futuras catástrofes.
     Para Antoine, que estuvo en el centro del drama, todo empezó con la muerte del perro. Ulises."

     Cuando un escritor gana un premio relevante, leída esta obra, uno se pregunta cómo será la siguiente y si se la considerará a la misma altura. Por eso, y porque parecía que Lemaitre se alejaba definitivamente de ese negro sangre que había utilizado en sus novelas protagonizadas por Camille o en Vestido de novia de una manera casi definitiva, me llamó la atención este título. Hoy traigo a mi estantería virtual, Tres días y una vida.

      Conocemos a Antoine cuando tiene 12 años, y le conoceremos durante tres días, en las navidades de 1999. En esos tres días, un coche atropella a un perro que fallece a manos de su dueño, Antoine lo presencia horrorizado, se enfada con el mundo y, preso de esta ira, mata de un golpe a su vecino de 6 años y lo esconde, y... y cambia su vida. Desde ese momento el peso de la culpa dirigirá todos y cada uno de sus pasos que oscilarán entre confesar y la incapacidad para hacerlo. Lemaitre nos llevará entonces a 2011 y, finalmente a 2015 para que seamos testigos de cómo ese suceso

     La historia de Lemaitre es esta vez más introspectiva, le interesa Antoine, desnudar sus sentimientos desde que es un niño solitario que busca encajar a cualquier precio, hasta el adulto en el que se convierte. En la primera parte, la más extensa, conocemos minuciosamente cada uno de sus pensamientos y estados de ánimo. Juega entonces el autor a que sintamos empatía por Antonie, a que disculpemos su terrible acto y, cuando nos tiene casi convencidos, nos sacude con la familia del pequeño desaparecido, provocando un tira y afloja sentimental que hace que el lector se debata entre la lástima y la impotencia sin tener claro qué resultado nos iba a dejar más satisfechos. A lo largo de este camino se nos permite disfrutar del Lemaitre más cuidado, con algunos momentos incluso sobresalientes. La descripción del pueblo, de las angustias y certezas de un niño, las dudas, los vecinos, la madre... todo ello emana un realismo difícil de no recoger.  De hecho creo que no me hubiera importado demasiado si el libro hubiese tenido un final a lo Carrére y hubiera dado por concluida la historia. Nos lleva de suceso en suceso, de excusa en excusa para que Antoine no pueda confesar, para que el lector no pueda pensar tampoco en lo correcto. Avanzamos con ganas, sin darnos cuenta de ello sumergidos en la historia.
     Las dos siguientes partes en cambio son mucho más cortas, casi apresuradas en algunos momentos y, aunque nos siguen mostrando a Antoine, es el lector quien rellena dudas con lo que ya sabía de él. Lemaitre se dedica a darnos datos, guías, a mostrar el camino que ha seguido ese niño que ya ha crecido y ese pueblo que parece haberse detenido en el tiempo. Y como el pasado no sólo siempre regresa, sino que a veces nunca se consigue dejar atrás. Pronto presentimos que la historia tiene un final y que ese niño, Rémi, no caerá en el olvido, y así es. Lemaitre proporciona un final al misterio que, si bien no me sorprendió, si me ha parecido correcto para una historia entretenida que me ha durado apenas un par de tardes.
     Repetiré con Lemaitre, me gusta este rumbo que ha tomado.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

sábado, 8 de octubre de 2016

Réquiem por un lector



     Tengo una amiga que va al gimnasio, se ha apuntado a un curso de paddle, que es eso de la raqueta tapada, una vez por semana: 45 euros. Yo, en cambio, voy a la librería; casi siempre a la misma, que me pilla bastante lejos de mi casa. Y como voy y vengo andando y normalmente cargada, pues podemos decir que cada una hace ejercicio a su manera.
Todo en esta vida es cuestión de decidir y yo mis 45 euros me los gasto en un par de libros al mes que, además, procuro comprar días distintos. Bueno, si soy sincera me compro más de dos libros al mes, pero ahora hay 45 euros que no me producen cargo de conciencia porque son para ponerme en forma. Pero por no hacer números y asustarme, pongamos que me gasto esos 45 euros al mes en libros, que por cierto dan cada vez para menos.

     Mi amiga del gimnasio, tiene ahora una tarifa plana, y la taquilla es gratis y todas esas cosas que a uno le ponen para que se sienta cómodo y cuidado y siga siendo cliente. Y yo tengo.. . tengo libros.
Y siendo sincera también quiero que me cuiden. Porque si me paro a pensar en la subida de precios de los libros, que ya sé que si me remonto a pesetas hace un montón de años, valen justo el doble. Es más, no entiendo que hablaran de burbuja inmobiliaria pero no de la del papel.
Y llega la crisis y los pisos bajan, que no los libros porque, tal y como nos recuerdan, su iva ya es reducido, y la ley, y el 5%, y el % que va para cada lado, que ojo, soy consciente de que aquí millonarios ninguno y el que menos el autor, y tampoco pretendo incitar a la piratería, espero que nadie me malinterprete tampoco. Pero yo, como lector, quiero que me cuiden. Y ahora veo papel de menos gramaje, pegamento, cuadernos que se sueltan y libros que muchas veces, soportan una lectura con poca dignidad. O libros que no son lo que prometen, con márgenes amplios y un espacio entre letras por el que podría perderse un Pulgarcito cualquiera. Porque ahora ya no hablo de gustos, ni de si tal o cual línea es mejor o peor, hablo de cuidar al lector. Al que va a la librería por el simple placer de disfrutar entre las mesas buscando una nueva lectura y llega a casa caminando despacio disfrutando de ese placer anticipado a la lectura del título que atesora en la bolsa. Ese lector, que soy yo y supongo que muchos de nosotros, colecciona marcapáginas, y busca ediciones bonitas para poder hacer del libro un objeto que expone en estantes o, ahora con las redes sociales, en fotografías con café y dónuts en Instagram. Y a ese lector, es al que no se puede fallar. Porque somos románticos y olemos historias donde otros sólo perciben papel y cola, pero también abrimos los ojos y nos damos cuenta de que, de un tiempo a esta parte, hay decepciones. Somos esa especie extraña más que rara que, si un libro tiene una página al revés, no lo devolvemos, lo conservamos con la ilusión de quien ha encontrado algo extraordinario como un trébol de cuatro hojas o una margarita de color azul. No nos gusta doblar una página, no marcamos las esquinas porque no queremos ver deteriorado nuestro libro, y luego otros se nos caen de las manos. Y a mi, aunque esto sea casi más una pataleta tras una última decepción, me da mucha pena que esto suceda. Porque me gustan los libros, me gusta tocarlos, olerlos, me gusta que pesen y se me caigan encima cuando leo en la cama (bueno, eso no tanto), me gusta comprar un bolso en función de su capacidad sabiendo que llevaré dentro un libro en cada paseo, y me gusta ir a la librería y hablar enseñar lo que traigo y reír y llorar con las historias que en ellos se cuentan. Me gusta, en definitiva, leer.

     Y hoy... hoy quiero que me cuiden. Solo un poquito.

     Hoy no pregunto, el tema es peliagudo y la opinión libre. Comentad.

     Gracias.

viernes, 7 de octubre de 2016

El amor del revés. Luisgé Martín



     "Evitar el pecado de obra o de palabra era todavía fácil a esa edad, pero bastaba un pensamiento impuro para condenarse, y como era tanta la angustia que yo tenía de caer en los tormentos del fuego eterno, rezaba para que no me gustaran las chicas. Era así: me arrodillaba y le pedía a Dios que no me gustaran las chicas." 
     "Yo en cambio me arrodillaba y le pedía a Dios que me gustaran. Le pedía que en mis pensamientos impuros sólo hubiera chicas."

     Me gusta como escribe Luisgé Martín, por eso cada publicación suya es una fecha que marco en el calendario dispuesta a leer un título más. Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El amor del revés.

     En El amor del revés conocemos a Luisgé Martín, el escritor, el hombre. Narrando su experiencia en primera persona, parte de 1977 cuando, con el despertar al amor y el sexo propio de los quince años, el protagonista se da cuenta de que se siente atraído por personas de su mismo sexo. Un descubrimiento aterrador que le hace prometerse que nadie, jamás, lo descubrirá. Recorreremos la vida de este adolescente hasta llegar al año 2006, momento en que un Luisgé ya hombre se casa, rodeado de familia y amigos da ese paso que es unirse públicamente a quien se quiere, libre de hacerlo.

     Dios aprieta pero no ahoga, dice el refrán, y quizás lo más parecido a ahogarnos que hace sea el no aceptarnos nosotros mismos y obligarnos a vivir en un estado de permanente asfixia. Y de eso traba, entre otras cosas El amor del revés, el nuevo libro de Luisgé Martín, una autobiografía sobre el interior del autor. Y no hay nada más interior que los sentimientos y, por ende, el amor. Luisgé recorre su vida a lo largo de tres décadas en las que, queremos pensar, que el país ha cambiado mucho y hemos evolucionado, pero también lo hace de una manera en la que el lector se plantea si realmente hemos cambiado tanto. Nos habla de una educación restrictiva en la que la homosexualidad era algo impensable, y mucho menos soportable si uno descubría que lo era. Y lo hace sin perder pie del momento en el que nos encontrábamos, partiendo de una conversación en la que el sexo se ve casi demonizado, y rápidamente nos sitúa en un: imagina entonces la homosexualidad. Y con este punto de partida Luisgé habla del amor al prójimo pero, sobre todo, del amor hacia uno mismo que se encierra y se explora para reconstruirse, o acaso para construirse ya que nunca se fue. Evita con más o menos éxito la novela reivindicativa, activista, proporcionando para ello al lector justo lo que acabo de nombrar, una novela, con una prosa bien construida, ritmo y muchos sentimientos, que resulta fácil de leer y a grandes ratos complicada de digerir. Quizás por eso comienza a haber, como suele ser común, detractores de ambas partes: la ligereza y lo complicado, pero en mi caso tengo que decir que es un punto de equilibrio muy acertado y necesario para que este tipo de historias lleguen al público.

     No es un tema ajeno a la obra del autor el amor, como no lo es en la obra de casi ningún escritor, y tampoco la propia identidad, oculta muchas veces entre el descubrimiento de secretos. Y por eso con este libro, el lector habitual de Luisgé, puede vislumbrar el origen de algunas de las obsesiones literarias que marcan su obra, ya que estamos ante un testimonio que es un desnudo que, personalmente, se me antoja más sincero por el tiempo transcurrido entre la fecha de esa boda y la de su publicación, ya que, la sinceridad muchas veces requiere de perspectiva. Viene ahora cuando toca hablar de la valentía, otro de los ejes del libro; valentía por reconocerse, valentía por decidir dejar de esconderse y también por relatarlo casi a tumba abierta en esta novela. Y tal vez una última valentía, la que parece pedir al lector que acaso se reconozca en la obra: aquel que se siente diferente ya sea por un motivo u otro y se ve apartado, aislado y finalmente autoaislado para intentar ser lo mismo que el resto y encajar. Ese al que empuja a dejar de ser cucaracha o insecto para ser persona, refiriéndose a La metamorfosis. Porque, pese a que la sociedad ha cambiado y Luisgé es consciente de que un homosexual hace treinta años no vivía su sexualidad como lo hace hoy, seguimos en una sociedad que señala con el dedo con demasiada ligereza. Pero tranquilos, parece decirnos el protagonista, fijáos, miradme, estoy aquí, me he recompuesto, y soy feliz.

     Me ha gustado El amor del revés, un título sobre el que algún día preguntaré al autor. Tal vez venga porque ama es una palabra que se lee igual en ambos sentidos, del derecho, y del revés...

     Y vosotros, ¿alguna vez os acercáis a biografías o autobiografías?

     Gracias.
   

miércoles, 5 de octubre de 2016

La mansa. Fiódor Dostoievski


   "Mientras ella esté aquí, todo va bien: a cada instante me acercoa mirarla, pero ¿qué será de mi cuando se la lleven mañana y me quede solo? Ahora está en la sala, sobre la mesa, o mejor, sobre las dos mesas de juego que han puesto juntas: el ataúd lo traerán mañana, un ataúd blanco, guarnecido de gros de Naples... pero no es de eso de lo que quería hablar... No hago más que ir de un lado a otro, tratando de encontrar alguna explicación. Hace ya seis horas que lo intento y aún no he conseguido concentrar mis pensamientos en un solo punto."

     El libro que hoy traigo, que oscilaría entre librito y relato, tiene como primera curiosidad el haber sido editado bajo tres títulos diferentes. Así pues, hoy traigo a mi estantería virtual, La mansa. Aunque bien pudo ser La dulce, o La tímida.

     Un prestamista ante el cuerpo de su fallecida esposa, reflexiona sobre la relación que tuvo con ella desde el primer momento en que la conoció, apenas una joven de dieciséis años huérfana y pobre, hasta su muerte: su joven esposa acaba de suicidarse saltando por la ventana.

     Este cuento, incluido por el propio autor en Diario de un escritor, en 1877, ya se convertiría en su momento en uno de los más importantes y destacados dentro de las obras cortas de Dostoievski.
     El autor decide dar voz a un hombre maduro con la viudedad recién estrenada para, a través de sus palabras y reflexiones más íntimas, antes de poder asimilar lo ocurrido y dejar paso al dolor, cuando aún se encuentra sumido en la estupefacción, dejarnos un testimonio sincero de la intimidad de la relación que tuvo con su ahora fallecida esposa. De este modo conoceremos sus pequeñas o no tan pequeñas miserias y mezquindades, realizando el retrato de dos personas que jamás se entendieron llevadas por orgullo y, eso está claro, por decisiones erróneas a un matrimonio con el final más trágico posible.
     Y sin embargo uno reflexiona sobre cuántos matrimonios hubo así en la época, uno creyéndose el salvador y otra cambiando de jaula. Uno dando todo por sabido, regio, mirando desde lo alto, y otra bajo la dura mirada del lugar que le estaba encomendado por ser mujer. Y es que, para Dostoievski la madurez no es una consecuencia de la edad, ni tampoco lo es la sabiduría, ya que sus proragonistas, aunque solo dispongamos de la voz de uno de ellos, son inexpertos y volubles, temerosos y temperamentales a partes iguales. Y nos deja juzgar a ambos con la ligereza de quien dispone de toda la información posible. Situado en el extremo contrario de sus narraciones más largas, siguen siendo reconocibles los rasgos comunes a la obra del autor, encontramos algunos restos de quien escribiera Memorias del subsuelo, exactamente igual que se nos antoja en cierto modo familiar, la visión que tiene del prestamista, simplemente por su profesión.

     No cabe duda de que la literatura rusa es de vital importancia para la historia de la literatura universal, con grandes nombres hoy conocidos por todos a los que muchos aún parecen temer acercarse, posiblemente por la fama de voluminosos o densos que parecen arrastrar muchas de estas obras. Por eso está bien tener esta segunda opción que nos permite acercarnos a estas letras y a alguno de los nombres más relevantes de la literatura.
     La mansa es una muy buena opción si uno no sabe por dónde empezar. O si lo sabe, pero busca no embarcarse en un viaje tan largo.

    Y  vosotros, ¿ya os habéis animado con estos clásicos?

     Gracias.

martes, 4 de octubre de 2016

Oona y Salinger. Frédéric Beigbeder


    "En la primavera de 1980, los habitantes del Paley Park de Nueva York presenciaron una escena bastante insólita. Una larga limusina negra aparcó frente al jardín público; serían alrededor de las tres de la tarde. El chófer abrió la puerta a una pasajera de unos sesenta años con traje blanco y gafas de sol, que bajó lentamente del vehículo. La dama permaneció inmóvil un instante, se manoseó el collar de perlas con gesto nervioso, como si rezara con un rosario, y se dirigió a la esquina izquierda del parque. Tras acercarse a paso lento al muro de agua, bajo los arbustos, la rica señora extrajo del bolso unos fragmentos de porcelana rota. Luego su comportamiento se volvió muy extraño. Se arrodilló y empezó a escarbar frenéticamente la tierra con sus uñas de manicura. Un hombre que comía un perrito caliente se preguntó por qué aquella mendiga hurgaba en el parterre en lugar de buscar provisiones en la papelera, situada en la otra punta del parque."

      Hay libros en cuyas páginas sabes que vas a terminar simplemente por sus protagonistas. Eso es lo que me sucedió cone ste, y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Oona y Salinger.

     Finalizan los años 30 y comienzan los 40 y estamos en Nueva York. En ese Nueva York deslumbrante que se mueve en limusina y a golpe de combinados, una ciudad por la que se mueve Oona O'Neill formando con sus amigas un trío de herederas y llevando consigo la etiqueta de "hija de" el famoso dramaturgo Eugene O'Neill. Y esta jovencísima Oona conoce a Salinger, un joven que cae a sus pies rendido, enamorado y con el que vive un pequeño romance hasta que él se va alista tras el bombardeo de Pearl Harbour. Llegado este punto sus vidas se separan quedando unas cartas que muestran a él en un infierno, enamorado de una joven que sigue viviendo ajena a ese horror, y que, además, se casa con otro, Charlie Chaplin.

     Comienza este libro con una explicación sobre el punto supuestamente exacto entre realidad y ficción en el que se encuentra esta historia. Esto es: los personajes existieron y la relación entre Oona y Salinger, ese que se hiciera famoso en El guardián entre el centeno, también. Incluso existieron las cartas, pero el autor del libro no tuvo acceso a ellas y es ahí donde comienza la ficción en la que personas y lugares estuvieron. Lo que muchos telefilmes dan en llamar reconstrucción basada en hechos reales. Dicho esto, situemos la historia en esos años 40 en los que Capote, Hemingway, por supuesto Chaplin, y un sin fin de personas cuyos nombres son más que conocidos, se pasean por las páginas de este libro cuya ambientación y coro es un auténtico placer leer. Tal vez porque ya los conozcamos o porque caigamos presa de un embrujo similar al que Woody Allen recrea en su película Midnight in Paris, es fácil meterse en la historia que muestra su lado menos amable en la crudeza de la guerra. Una guerra que se antoja aún más cruda al comparar un lado y otro del mismo universo, que ni siquiera está protagonizado por personas lejanas que jamás se conocieron, sino por las dos partes de esta frustrada pareja que deja un corazón roto.

     Sus protagonistas son francamente interesantes, y eso sin necesidad de ficcionarse, Salinger es un joven que se enamora, pasa por la Segunda Guerra Mundial, un intento de suicidio y se convierte en el autor de una de las novelas que han pasado a la historia de la literatura. Ella por su parte, cuentan que fue la inspiración de Capote para su Desayuno en Tiffany's, una mujer que no superó jamás el rechazo de su padre y que, posiblemente por eso, buscó refugio en brazos de un hombre mayor. Y quizás sea aquí donde he tropezado con esta novela. Uno espera que una historia con esos protagonistas y un coro de secundarios como el ya comentado, brille a cada instante, y no llega a ese punto. Es una novela interesante, asistimos a los sentimientos, las cartas, la historia... pero le ha faltado a la ficción, la fuerza que tuvieron sus protagonistas en la realidad. O tal vez sea como esas películas cuyo cartel se llena de nombres tan famosos que unos acaban haciendo sombra sobre otros sin dejar a ninguno destacar por sí mismo. No lo sé, pero Beigbeder, que ha demostrado con anteriores títulos que es un escritor que llega a brillar, no termina de hacerlo en una novela que, por lo demás recomiendo por mucho que alguno de vosotros está pensando en prensa del corazón y comparando contenidos. A fin de cuentas, ¿quién no quiere asomarse a esos maravillosos años cuarenta en un ambiente tan especial como el que se nos presenta en esta novela?

     Y vosotros, ¿os acercáis alguna vez a este tipo de novelas que hablan de sucesos reales ficcionados?

     Gracias.

lunes, 3 de octubre de 2016

El búho. Samuel Bjørk


     "Un viernes durante la primavera de 1972, justo cuando el pastor de la iglesia de Sandefjod iba a cerrar las puertas para irse a casa, recibió una visita muy especial que le hizo tomar la decisión de mantener el despacho abierto un rato más."

     Recuerdo haber leído Viajo sola hace más de un año y salir con la sensación de no estar ante un novelón pero sí una novela francamente entretenida con un ritmo creciente y de comienzo impactante. Quizás por eso me atrajo esta segunda parte de lo que ya por aquel entonces tuve claro que sería una saga. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El búho.

     Una adolescente aparece asesinada en un parque. el escenario indica de forma bastante clara que puede haber sido en un ritual, ya que la escenificación es realmente espectacular. Holger Munch será el encargado del caso y recurrirá no solo a su equipo, sino también a su ex compañera la inspectora Mía Krüger, que está luchando por salir de una espiral autodestructiva que la mantiene apartada de la policía.Ambos junto a su equipo irán descubriendo paso a paso que el caso que tienen entre mano es incluso más escalofríante de lo que ya les pareciera en un principio.

     Esta es la segunda entrega de la saga Much & Krüger, afirmación que suele ir seguida de la preguna sobre lo necesario o no de haber leído la primera entrega. En mi caso diré que no es necesario en absoluto, ya que, si bien en aquel momento me pareció un libro muy entretenido y de fácil lectura, he descubierto que pasado un año es de escaso poso y apenas recordaba lo sucedido en él. Así que me enfrenté a este Búho prácticamente en blanco respecto a la historia, y así lo voy a contar para no estropear a nadie la primera entrega si aún no se acercó.
Munch, protagonista junto a Mía, es un policía que sobrepasa la mediana edad, un tanto seco, divorciado, fumador empedernido y cargado con algún tópico más en este tipo de personajes. Conocemos además a su familia, porque uno de los hilos argumentales irá basándose en su relación con ella, la recuperación de la relación con su hija, y los sentimientos que tiene hacia su exmujer. Mía por su parte, es un personaje más oscuro, torturado por su pasado, inteligente y que recuerda de algún modo a aquella Salander que hiciera las delicias de tantos lectores, pese a que Bjørk deje bien claras algunas diferencias como que, sin ir más lejos, ella no sabe nada de informática.

     La trama parte del impacto en la frente, apenas empezar la lectura, como ya hiciera en Viajo sola. De este modo y mediante la intriga y el golpe visual que produce la descripción más fría que minuciosa que nos encontramos, el lector ve como su interés despierta, mientras que la historia se va mezclando con una última voz que nos transporta a un momento y lugares indeterminados del pasado que van a darnos la pista que nos permitirá, si somos avispados, ir un paso por delante de la pareja protagonista. El autor rodea a los personajes principales de secundarios tales como el equipo de investigación o la hija de Munch, que tendrán su importancia, algunos decisiva, pero que no quedan del todo dibujados dejando parte de ese trabajo a un lector que, llega un momento en el que se ve falto de datos.

     Al igual que en la primera entrega, la novela lleva un ritmo más o menos lento pero estable hasta aproximadamente la mitad, que empieza a acelerar introduciendo datos nuevos que aportan una sensación de dinamismo y la necesidad justa de seguir leyendo. No he encontrado esa suerte de denuncia social que últimamente parece acompañar a la novela negra y es que, no siempre tiene que existir y Bjørk, lo tengo cada vez más claro, escribe sin otra pretensión que entretener, cosa que consigue. Desconozco si esta saga continuará, aunque todo parece apuntar a una respuesta afirmativa, y en caso de ser así me gustaría ver una evolución en lo personal de los protagonistas, al menos en Mía, que es lo que más eché en falta durante la lectura de la novela. Por lo demás no daré pistas sobre el final como tampoco las he dado del caso que resuelve ya que creo que es un escritor para el que es importante el impacto al lector y, precisamente por eso, es preferible llegar en blanco a su lectura.

     y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.