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lunes, 27 de enero de 2020

No entres dócilmente en esa noche quieta. Ricardo Menéndez Salmón


     "Mi padre falleció en la Unidad de Paliativos del Hospital de la Cruz Roja de Gijón durante la tarde del 12 de junio de 2015. Había cumplido setenta y dos años un día antes. Yo no estaba con él. Me había marchado de su lado poco después del mediodía, cuando mi madre llegó a darme el relevo en el cuidado de su agonía. 
     La última imagen que conservo de mi padre vivo es la de un hombre que hace un gesto repetido aunque ambiguo, tocarse el pecho con ambas manos, como si estuviera reconociendo una culpa o buscándose los latidos del corazón. Su mirada está fija en la única ventana que hay en la habitación. Y lo que esa mirada contempla es intrascendente, un paisaje alejado de cualquier epifanía en la hora del adiós. La muerte es aquí un asunto prosaico".

     Tendría que pararme a pensar en el número de libros que he leído de Menéndez Salmón y, sin embargo, no necesito pensar para afirmar sin equivocarme que los he leído todos. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, No entres dócimente en esa noche quieta.

     No entres dócilmente en esa noche quieta. 
La vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día; 
Rabia, rabia, contra la agonía de la luz. 

     Quiere Menéndez Salmón en su nueva obra, esta que titula con un verso de Dylan Thomas, hacer una suerte de ejercicio de búsqueda del padre muerto que termina por convertirse en una búsqueda de un hijo que se siente extraviado antes del suceso. Y quizás eso sea lo más honrado porque todo ejercicio de introspección, por mucho que lo hagamos en una dirección de partida, termina por ser propio. Y si queremos ser honestos, como dice el autor cuando habla de cómo va a relatar su historia, estamos dejando patente la debilidad que creemos que podemos tener.

 Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa, 
porque sus palabras no ensartaron relámpagos 
no entran dócilmente en esa noche quieta. 

     Uno entra en este libro buscando recuerdos infantiles, caricias, paseos por el campo y compañía durante la edad madura. Entra buscando eso que tanto se dice pero que pocas veces se cumple y que se ampara bajo la frase "lo normal". Y en cambio encontramos el testimonio de un hombre adulto que ha vivido marcado por la enfermedad de su padre, por la operación de su padre, por el alcoholismo de su padre... como si, de algún modo, el autor tratara de dirigir esta obra por un camino que se empeña en escurrírsele de las manos. Y se excusa diciendo, hace diez meses que escribí el párrafo anterior... este libro es como un parto...

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo 
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde rabian, 
rabian contra la agonía de la luz
   
     He borrado de mi memoria, dice cuando no se adentra en el terreno y yo me pregunto si eso es cierto o simplemente lo omite pero no puede evitar nombrarlo. Hasta que de repente ya no importa porque me doy cuenta de que este libro no trata de un padre fallecido. Este libro trata de un hijo que ha convivido con la idea de tener un padre muerto y ni así, por muchos años que hayan sido, estaba preparado para esa vida. Y tampoco para esa muerte. Ni para lo que significa. Porque esos años de convivencia le han hecho pensar sobre el tema, pero no como un filósofo, sino como un hijo que ya no es hijo, que ahora es solo padre. Con todo lo que ello implica.

 Los locos que atraparon y cantaron al sol en su carrera 
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino 
no entran dócilmente en esa noche quieta. 

     Habla Menéndez Salmón en este su último libro de todos sus fantasmas. De sus miedos, sus temores, sus esqueletos (al menos de los que ha querido airear) y va perdiendo línea a línea en estas apenas doscientas páginas el pudor al hacerlo. Y si el pudor vuelve, recurre a su padre para volver a desnudarse un puñado de palabras más tarde.

 Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante 
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros rabian, 
rabian contra la agonía de la luz. 

     Una de las cosas que me gustan de este autor es la plasticidad con la que se expresa. Es raro hoy en día alguien tan joven con un vocabulario tan cuidado y medido palabra por palabra. Ese toque que vuelve un texto reconocible y que ahora parece perderse en medio del término "fácil de leer" que yo no tengo muy claro lo que significa. Pero sí se que es un placer leer a Menéndez Salmón. Lo lleva siendo años. Ver esa literatura que cruza esta novela, sus escritores, Bernhard, Thomas o Goethe. Pero por muchos escritores a los que cite, la vida de un hijo está marcada por la de sus padres y tal vez por eso hablar del padre sea la mejor forma de descubrir al hijo. Incluso cuando lo hace uno mismo.
   
 Y tú mi padre, allí, en tu triste apogeo 
maldice, bendice, que yo ahora imploro con la vehemencia de tus lágrimas. 
No entres dócilmente en esa noche quieta. 
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.

     No entres dócilmente en esa noche quieta es un libro más que privado, personal, que leí con prisa y luego disfruté con calma. Puede que no sea para todos los públicos ya que carece de hecho de una trama definida, pero hay libros ante los cuales, ¿quién la necesita?
    Me acabo de dar cuenta del número de veces que he escrito la palabra búsqueda en esta entrada. Así de profundo bucea su autor. 
     No sé si lo he dicho, pero leed a Menéndez Salmón.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     "No entres dócilmente en esa noche quieta"
     Dylan Thomas

6 comentarios:

  1. Me anoto al autor como tu recomendación, pero no empezaré con este libro.
    Yo estoy leyendo un libro de relatos de Matheson :-)
    Besos.

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  2. Con sólo leer el principio ya lo he rechazado porque me han venido tristes recuerdos del fallecimiento de mi padre.Esata semana me he dedicado a escribir y he dejado aparcado mi libro.Besicos

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  3. Yo entro en la semana con "Romanticismo" de Manuel Longares. Pero este de Menéndez Salmón ha llamado mi atención y quiero leerlo, no sé si en esta o en la próxima pero me has herido con tu reseña y no voy a tener más remedio que buscarlo.
    Gracias por darme a conocer a un autor para mí desconocido hasta hoy
    Abrazos

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  4. YA te he comentado que estoy leyendo "Niños en el tiempo" siguiendo tu recomendación, y de momento esoty tan metida en la lectura que me cuesta mirar hacia otro libro ahora mismo.

    Lo anoto, claro, porque me está gustando tanto su estilo....

    Besos.

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  5. Pues me anoto al autor, porque no he leído nada suyo y tiene muy buena pinta.

    Besotes

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  6. ¡Hola!
    Es la primera entrada que leo sobre este libro, pero, vamos, no necesito más. Me lo apunto. Además, no me resultará difícil empatizar con el autor.
    Ahora mismo estoy terminando Un hombre del norte, de Arnold Bennett.
    ¡Un saludo!

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