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lunes, 29 de noviembre de 2021

Las edades de Lulú. Almudena Grandes

    


     "Aquella era la primera vez en mi vida que veía un espectáculo semejante".

     En la literatura erótica, como en el sexo, recordamos las primeras veces. Y si tengo que pensar en el libro erótico más antiguo que he leído, diría que fue Fanny Hill. Si me vengo a un entorno más cercano y me circunscribo a la producción patria, creo que la novela sería Las edades de Lulú ( y sí, ya sé que los antiguos y Zeus... pero buscaba una concepción más moderna de novela cuando estaba dando estos títulos). Y por todo esto hoy traigo a mi estantería virtual, Las edades de Lulú.

     Conocemos a Lulú durante su crecimiento, de ahí que el título hable de sus edades, y la descubrimos enamorada de Pablo, el mejor amigo de su hermano. Ella es más joven e invisible y la novela parte de esta situación, más o menos común, para generar en la protagonista una obsesión a la espera de que Pablo finalmente repare en su existencia y, además, caiga en la tentación de tener algo con ella. Pablo se convierte en una suerte de tutor de primeras veces sexuales (también de segundas y terceras), que llevan a la relación por un camino muy diferente al que Lulú hubiera pensado. Ella desarrolla una curiosidad por el sexo que la lleva a romper con todos los tabús y que obligará a Pablo a intentar sacarla de esa suerte de caída sin fin en la que se mete la protagonista.
 
     Es importante señalar que se trata de una novela entrada en años, fruto de una época en la que la mayor parte de los actos con los que se experimenta pertenecen a una zona roja en la que pocos se metían y, por supuesto, nadie escribía y detallaba. Esto significa que, como sucede en tantas ocasiones, juzgar al libro bajo el contexto se convierte en algo vital en este caso. Lulú, independientemente de la parte más explícita, es una exploradora incansable de los límites para, una vez encontrado uno, derribarlo sin tener en cuenta las consecuencias o el motivo por el que ese límite estaba ahí. Y quizás por eso sea ella misma quien nos cuente su historia, para poder elegir qué parte nos cuenta, la que le importa, la que tiene que ver con Pablo. De este modo va saltando de escena en escena para dejar que el lector caiga en la trampa de creer en la veracidad de unos hechos que son a todas luces subjetivos y cuya subjetividad se hace patente ya en la primera descripción del objeto de su amor. Estos saltos temporales que aparecen sin aviso se convierten en la marca de la novela y dejan algún momento curioso en el que observamos a Lulú recordando a Lulú recordando... que me dejaron en su día perpleja y durante la relectura admirada. Desconocemos además que sucede en el futuro más inmediato y seguimos la trama pensando en sí se destruye o no y en si cae sola o arrastra a alguien en el camino mientras nos damos cuenta de que cualquiera de las opciones nos va a dejar un sabor de boca amargo. Porque de algún modo, quizás influenciados por esos recuerdos de jovencita, Grandes nos dejó creer en finales felices cuya esperanza va destruyendo página tras página.
      En cuanto a la relación que desarrolla, es complicada en muchos sentidos. Lulú que comienza siendo menor, parece aferrarse al sentimiento de que ser una Lolita le da algún tipo de poder en sus relaciones y parece negarse a dejar de comportarse como si fuera una niña. Su relación con los hombres se ve viciada por ese comportamiento tanto como por su empuje a transgredir y, si bien Pablo es su foco principal, no se salva ni siquiera su hermano mientras la autora busca la forma de evitar a toda costa que el lector perciba a Lulú como una víctima. La prefiere juzgada a que sintamos lástima por ella. Donde otros hubieran trazado un drama de familia desestructurada en la que la joven busca desesperadamente una figura paternalista, de ahí el juego con la "p", Grandes lo descarna y no duda en situar el eje de cualquier relación en un punto sexual como ejercicio de control para Lulú que, curiosamente, es lo que provoca su descontrol absoluto resultando todo su ejercicio de fuerza un simple trampantojo para caer en la sumisión a los deseos propios, a los ajenos y a la misma vida.

     Las edades de Lulú es una novela complicada en la que hay mucho más que sexo. Uno de esos textos que merecen ser reconocidos más allá del Sonrisa Vertical y que creo deja una muestra del talento de su autora, además de su valentía.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     PD. Los escritores solo mueren cuando dejan de ser leídos. Lean a Almudena Grandes.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

La miniatura incandescente. Emily Dickinson


 

     Muchas veces he comentado que, cuando un escritor te gusta, no hay nada más terrible que descubrir que no te quedan nuevos títulos que encontrar por sorpresa. Entonces uno recurre a nuevas traducciones, versiones originales, relecturas... yo, incluso, terminé un libro y lo releí a continuación, negándome a despedirme del escritor y sus personajes. Es en esos momentos en los que uno se lleva grandes sorpresas cuando aparece, como si fuera magia, un poquito más. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La miniatura incandescente.

     La miniatura incandescente son cuartetos, hasta un total del 185 y ordenados por fechas en edición bilingüe, para quienes disfrutan de la poesía de la autora. Y llegan, y este libro es una novedad y esto no es un post patrocinado, de la mano de una de esas editoriales que hace tiempo comprendieron que los lectores valoramos los libros tanto por dentro como por fuera, que juzgamos un libro por su portada y que nos gusta, porque somos un poco superficiales, pensar que tenemos joyas en nuestras estanterías.

Me oculto dentro de mi flor

Para que, al marchitarse en tu vaso,

Tú, sin querer, sientas por mi

Casi un desamparo.

     Lucila Biscione completa el trabajo editorial con unas magníficas ilustraciones que convierten esta curiosidad pensada para lectores de Dickinson en un regalo de cara a estas navidades. 

     Poco más me queda decir, salvo que es un libro para paladear en el que apreciamos momentos buenos y de rabia, lugares comunes a la obra de Dickinson en ese bello trabajo de introspección que tiene su poesía, exhibiendo una delicadeza irascible, si es que eso existe, y mostrando unos sentimientos que su biografía nos dice ella no encontró otro modo de expresar.

     La miniatura incandescente es un libro delicioso. Para muestra, esta imagen:


     Y vosotros, ¿sois lectores de poesía?

     Gracias.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Encrucijadas. Jonathan Franzen

 


     "El cielo de New Prospect, atravesado por robles y olmos desnudos, estaba lleno de promesas húmedas un par de sistemas frontales sóbriamente confabulados para traer una Navidad blanca- mientras Russ Hildebrandt hacía la ronda matinal en su Plymouth Fury familiar por los hogares de los feligreses seniles o postrados en una cama".

     Jonathan Franzen es uno de los pocos pesos pesados literarios que quedan en Estados Unidos. En una constante búsqueda de la Gran Novela Americana y con una tendencia reconocida a sentar cátedra con sus opiniones sobre la literatura, se trata también de uno de esos nombres que no faltan cuando se habla de literatura contemporánea. Hoy traigo a mi estantería virtual, Encrucijadas.

     Bienvenidos a New Prospect, una ciudad media no demasiado grande del oeste americano. ¿Población? no demasiada, pero a nosotros nos interesan los Hildebrandt. Está a punto de llegar la Navidad de 1971, una época de sexo, drogas y Vietnam. El padre de familia es Russ, un pastor que parece cada vez más desencantado con su Dios y con su matrimonio que ve como los jóvenes se están acercando a Rick Ambrose. Él fue un pastor carismático en su día, también movía gente, y era, sobre todo, mucho más "verdadero" que Rick. Aún así, le da la impresión de que su tiempo está empezando a quedar atrás. Si preguntáramos a Marion, su esposa, posiblemente también nos diría que su marido está a punto de quedar atrás. Y esta pareja protagonista tiene una pequeña prole bastante típica formada por Clem, Becky, Perry y Judson, uno de los cuales afirma no solo que su hogar sea terrible, si no que necesita más una demolición que una reforma. Crossroads es el nombre del grupo formado por el odiado Rick que genera un resentimiento en Russ solo mitigado por la viuda de su congregación. Asistimos entonces a una casa en ruinas con personajes que viven encerrados en sus propios mundos que se distancian unos de otros.

     Con esta novela Franzen no solo vuelve al terreno conocido, además lo hace al que le dio la fama. El retrato doméstico de una familia media en una ciudad más o menos marginal. Porque elegir una familia de triunfadores de una gran ciudad está muy visto o tal vez porque, aunque sea lo habitual en la ficción, no lo es en la vida, pero el caso es que Franzen se mueve mejor en este tipo de ambientes casi agobiantes en el que un gran porcentaje de la población se encuentra inmerso.

     A key to all mythologies (sí, Franzen, ahora todos decimos que es un guiño a Middlemarch, estate tranquilo) es el título que llevará la trilogía completa de la que Encrucijadas es la primera parte, y una primera parte que supera las 600 páginas es mucho decir. En este caso, y al igual que sucediera en Las correcciones, tenemos una familia central en la que Franzen pone la vista y que parece a punto de romperse porque su cabeza familiar se tambalea. Todos sus integrantes parecen unos pequeños egoístas llenos de preocupaciones mundanas que no saben mirar más allá de su sombra. Incluso el hijo pequeño, el bueno y maravilloso, acaba cubierto de una pátina de mediocridad ante el lector. Y es que lo que mejor se le da a Franzen es mostrar las pequeñas miserias, a menudo triviales, para luego abrir el objetivo de su retrato generacional y con él dejarnos una muestra de la sociedad contemporánea. 

     Dentro de este retrato realizado, mi favorita es la decadencia de Russ con una suerte de sadomasoquismo religioso que lo lleva a sentirse agradecido por desear a alguien fuera del matrimonio ya que eso lo convierte en pecador y, evidentemente, si hay pecador hay Dios y esta reflexión le coloca más cerca de su "trabajo" de lo que ha estado en los últimos tiempos. Esta pequeña lógica retorcida, me ha resultado fascinante a lo largo de una lectura en ocasiones demasiado lenta pero repleta de aquel Franzen que muchos creímos perdido al leer Pureza. Marion, por otro lado, será uno de los grandes descubrimientos para los lectores habituales del autor. Como personaje resulta casi extravagante (vamos a ver, ¿quién en su "sano juicio" (ja) acaba en un psiquiátrico por amor? Evidentemente un personaje que ya parte de un problema y que tarde o temprano va a explotar, así que el lector va viendo como se carga y se sienta pacientemente a ver como a Russ le explota en la cara. Y podría seguir así y dar una pista de cada personaje: la ironía de Perry, por supuesto superdotado que siempre hay uno en este tipo de novelas exactamente igual que siempre hay un adicto (si has leído la novela comprendes por qué lo digo así y si no lo has hecho, ya lo entenderás), el pacifista en la época de Vietnam, la hija... todos están en la novela y todos ellos viven en mitad de encrucijadas que es lo que da título a este libro y no el grupo moderno de culto formado por el aspirante a estrella mesiánica. Y eso, estas encrucijadas en momentos vitales grandes y pequeños, es lo que le da interés a una novela que se vive y se lee, al igual que se ambienta, como aquellas que Franzen escribiera al comienzo de su andadura.

     Encrucijadas es una buena novela que disfrutarán más los lectores habituales de Franzen, aquellos que, visto el cartel de New Prostect, tengan la sensación de que les están diciendo, "Bienvenido a casa".

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Primera persona del singular. Haruki Murakami

 


     "Pese a ser la protagonista de la historia que me dispongo a narrar a continuación, no hay mucho que pueda contarles de aquella mujer de quien incluso he olvidado su rostro y su nombre, y de la que, no obstante, confío en que haya hecho lo propio conmigo".

     Siempre me ha gustado más el Murakami cuentista que el que escribe novelas. Por eso apenas esperé para traerme a casa su último título. Hoy traigo a mi estantería virtual, Primera persona del singular.

     Una cosa que me ha llamado la atención simplemente al abrirlo es ver Charlie Parker plays bossa nova. Y es que los lectores somos así, sencillos en nuestras gracietas y asociaciones. Y Murakami tiene cierta tendencia además a citar libros y música a lo largo de su obra. Total, que lo empecé...

     El libro consta de ocho relatos en los que un narrador en primera persona, que incluso una vez se llama Murakami, recorre varios de los temas habituales del autor acudiendo también a su sempiterno tono nostálgico para ganar, o contentar, a su multitud de fans. Como ya nos tiene acostumbrados, sus relatos son mucho más sencillos que sus novelas y, quizás por eso, suelen estar mejor rematados. En esta ocasión hay confusiones de nombres y almohadas de piedras, mujeres feas (pero muy feas) y grandes amistades bajo la música de Schumann, hay metaficción (un tanto impostada) y también monos que hablan en relatos de corte infantil. Relatos que en esta ocasión no me han emocionado porque tanta nostalgia parece estar recubierta de una suerte de tranquilidad del escritor que se cree bueno y no se esfuerza y deja al lector esperando la sorpresa que solo comienza a llegar en el séptimo cuento y vemos en el octavo lo que podría haber sido. 

     Murakami habla en su último título de recuerdos y también de los sentimientos asociados a ellos, pero se repite. Y ya sabemos que es un rasgo del autor, pero en este caso le falta la chispa que convierte esa repetición en marca de la casa y por ello el lector se arrastra de forma casi perezosa de relato en relato. A fin de cuentas, ¿no os sucede que cuando alguien deja de esforzarse perdéis también el interés? Pues más o menos eso es lo que me ha sucedido a medida que iba leyendo este título que queda tan lejos de aquella "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" como para que me haya resultado un poco triste estar ante un recuerdo (sic) más que ante una nueva obra.

     Primera persona del singular es un libro de relatos más apropiado como toma de contacto con el autor que como novela para quienes ya somos sus lectores. En este último caso puede resultar una lectura decepcionante.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Hildegarda. Anne Lise Marstrand-Jørgensen

 


     "Es una niña, pero es muy pequeña. Tiene los ojos cerrados. Está tan débil que parece que no respire. Dale la vuelta y un cachete en el trasero para que suelte el llanto; así".

     ¿Sabéis esa sensación cuando os hablan de alguien cuyos logros son innumerables pero no os sonaba el nombre de nada? Bien, pues por eso, hoy traigo a mi estantería virtual,. Hildegarda.

     Había visto el libro, claro. Realmente es muy difícil no verlo con esa cubierta tan peculiar y ese título, pero no me sonaba ni siquiera el nombre. Así que miré su sinopsis para encontrarme con que el libro novelaba la existencia de una mujer que fue nada menos que santa, escritora, naturalista, filósofa, compositora, científica, médica, profetisa y así durante una enorme lista en la que incluso se le atribuye ser artífice de la cerveza tal y como hoy en día se fabrica y consume (salvando la distancia). Y me dispuse a leer la vida de esta mujer.

     Hay que decir, antes de nada, que ya la propia autora advierte que hay muy pocos datos sobre Hildegarda con los que reconstruir su vida de forma fiable, así que, ante la ausencia de fuentes, ha ido cubriendo los huecos y generando en conjunto una novela más que una biografía. Se esfuerza además en intentar poner palabras a las sensaciones de la protagonista, describiendo o transformando lo indescriptible en letras hermanando así la necesidad de expresión de Hildegarda de su tumultuosa vida interior. Esta titánica tarea que la autora se autoimpone, unido a la forma en que se expresa, otorga un tono peculiar a la novela, casi poético o fabulado, como un intimismo que tiene más de representación teatral que de norma a la que se sujeta el texto. Se adentra de este modo en una ficción biográfica fragmentada en la que la forma en que se cuenta es casi tan importante como lo que se relata y todo ello queda envuelto en una suerte de misticismo que forma parte de la propia historia tanto como de su puesta en escena. En ella nos relata los primeros años de la vida de la protagonista, y he podido ver que hay una segunda parte, así que la seguimos desde su azaroso nacimiento en el que ya vaticinaron que no sobreviviría ni siquiera a la primera noche, hasta el momento en el que el Papa reconoce que sus visiones son obra de Dios, liberando así a la mujer de la sospecha de brujería que la había perseguido y permitiendo que compartiera sus revelaciones.

     Hildegarda se presenta como una figura fuerte y potente que obtuvo en su día una gran relevancia pero que no sirvió para que se rodeara de gente, ya que la sumió en una tremenda soledad. Anne Lise en su novela no solo refleja esto, su mérito, más allá de lo que el lector opine sobre la vida de esta mujer, es el escribir una obra de ficción que puebla de personajes reales difuminando la línea entre la novela y la biografía, pulverizándola, ya que en todo momento su libro se acoge a ambos términos. Como lectora tengo que decir que en algunos momentos olvidaba la ficción para sumergirme en la vida de la protagonista como si fuera todo real, para un instante después reírme de mi propia ingenuidad ante una frase imposible de verificar dada por ese narrador omnisciente que domina la novela. Es un libro en el que hay que dejar de lado las ideologías e incluso la época en la que vivimos, o no podremos evitar pensar que a esta mujer hoy en día la tratarían como a una enferma psiquiátrica e incluso nos preguntemos si no hubiera sido eso lo mejor. Solo así se puede disfrutar de una lectura que a mi personalmente no me ha convencido más allá del experimento que he comentado. Si excluyo el hecho formal de estar ante una suerte de producto literario híbrido y lo considero como lo que me lo han planteado, una novela, se queda corta, flojea y tardo mucho en sentir un interés verdadero por la protagonista. Solo el saber que había existido me empujaba a seguir leyendo muchas veces y eso, si hablamos de ficción, es trampa.

     Hildegarda es un interesante producto que se me ha quedado corto como novela de ficción. Es el hecho de su existencia lo que ha captado mi atención más allá de lo que se me estaba contando.

     Y vosotros, ¿sois lectores de biografías?

     Gracias.

lunes, 8 de noviembre de 2021

Billy Summers. Stephen King


     "Billy Summers, sentado en el vestíbulo del hotel, espera el coche que viene a recogerlo. Es viernes al mediodía. Aunque está leyendo un cómic en formato digest titulado Archie..."

     Un poco por la nostalgia de las horas pasadas juntos, otro por la de los años que tenía cuando disfrutaba de sus novelas, está claro que King es un fijo en mis estantes desde hace ya unos cuantos años. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Billy Summers.

     Conocemos a Billy, un exfrancotirador del ejército que se ha reciclado en asesino a sueldo. Billy acepta encargos siempre que le digan que la persona a la que tiene que abatir es una mala persona que ahora quiere retirarse, pero le llega un encargo cuyo montante puede dejarle la vida solucionada. Algo parece escamarle, es mucho dinero, inicialmente no suena demasiado complicado... pero acepta. Ahora Billy se hará pasar por un escritor pero ya se hacía pasar por un informático y es que Billy, David y Dalton son la misma persona y Dalton será quien oiga arrojar el cuerpo de una niña.

     Stephen King se despega poco a poco del terror en alguno de sus títulos y, pese a ello, el lector espera que algo suceda y sea inexplicable. Cuando uno leía Mr Mercedes y el coche se echaba encima de los peatones, el lector recordaba a Christine y ponía de su parte una ambientación que el autor no había colocado. Bien, pues en su última novela, King no incluye elementos sobrenaturales, monstruos o maldiciones. Aquí solo está Billy, un personaje al que King coloca una suerte de conciencia a lo Dexter unido a un carácter cercano, casi parece que habla al lector, para buscar su simpatía. Pese a que estamos, no vayamos a olvidarlo, ante un asesino a sueldo. Durante una buena parte del libro nos dedicamos a conocer a Billy y su vida y King realiza un ejercicio de ambientación que me ha recordado a aquel 22/11/63 (aunque como si lo hubiera escrito Richard Backman y tomara la voz el asesino, los lectores de King ya me entendéis). King realiza un relato de una época que se antoja casi un cuento empolvado de nostalgia incluso más antiguo de lo que nos está representando, y quizás por ello una gran parte de la cultura popular americana toma la pluma del maestro del terror para terminar de pintar su fresco del día a día de cualquier norteamericano medio. Y esto, seamos sinceros, siempre se le ha dado bien a King. El libro empieza lento, Billy llega, se presenta, recuerda, toma una cerveza en el porche junto a su vecino de color (escenas que una vez más parecen más de los años sesenta y por eso mi recuerdo de 22/11/63), piensa en qué va a dejar ver a su nueva y tranquila comunidad... y el lector discurre tranquilo por páginas en las que apenas se insinúa la molestia, la sospecha. Hemos superado la mitad de la novela y todo parece transcurrir plácidamente. Y entonces King introduce la anomalía, la variación, y la novela cambia y se adentra en el género negro. El ritmo se acelera y los personajes se afilan para llevarnos hacia el final.

     Comentaba antes que en la novela hay un juego de identidades y, como es de King de quien hablamos, hay que tener en cuenta que Billy, ahora David el escritor, comienza a escribir una novela, una suerte de biografía en la que Benji es el protagonista y de algún modo consigue enredar al lector también en su historia ya que autor y protagonista tienen una relación más que sólida. Y es en esta parte en la que King rinde un pequeño homenaje a su profesión, algo que viene siendo común en muchos de sus títulos. Porque de algún modo Billy siente que tiene más poder al crear su historia que al tener un arma entre sus manos y con ella el poder para decidir si una persona vive o muere.

     King nos ha regalado una historia llena de capas, de la que no os voy a rebelar el final. Ha sido excesivo en algunos puntos y se ha ceñido a clichés justo donde le beneficiaba y, que no se me olvide, Trump también aparece citado en la novela. Pero no una vez ni dos... ni tres. De hecho hago referencia a este punto porque temo que el autor se enfade si alguien no lo nombra, me ha quedado claro que para él es importante dejar su opinión sobre este hombre bien clarita.

     Billy Summers es una novela entretenida que se lee con facilidad, como viene siendo costumbre en el caso de King. Lejos de la novela de terror King sigue demostrando su alta capacidad como narrador en este juego de identidades en el que al final todo es lo que parece.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 3 de noviembre de 2021

El instituto Topeka. Ben Lerner

 


     Me encanta Ben Lerner y, desde que leí su primer título, he esperado ansiosa cada uno de los siguientes. No han sido muchos, esta es su tercera novela, pero así ha sido cada vez. Hoy traigo a mi estantería virtual, El instituto Topeka.

     Conocemos a Adam en su último año de instituto. Es hijo de un matrimonio de sicólogos más o menos brillantes llamados Jane y Jonathan que se dedican a las relaciones y a quienes Ellis llamó no hace tanto "hombres blancos privilegiados" respectivamente. Adam es brillante, ha sido criado en un ambiente culto y relajado, comunicativo, pero es adolescente y por lo tanto tiene momentos volubles y su comportamiento va volviéndose más violento. Y su arma, es oral.

     Hay novelas que solo con las primeras líneas ya sabes que tienen mucho que ofrecer. En este caso lo primero que nos regala el autor es recuperar una voz ya conocida, Adam Gordon protagonizó Saliendo de la estación de Atocha, y lo coloca en un bote. Está allí con su novia perorando, por algo está en el equipo de debate y es el mejor, cuando se fija en que su novia ha abandonado el barco nadando y lo ha dejado solo. El tiempo que Adam lleva solo escuchándose a sí mismo, nos lo podemos suponer. Lo que nos ha regalado con este comienzo, más allá de la gracia, es el saber que vamos a estar ante una novela de Lerner (diría de Ben, pero otro personaje, esta vez de su segunda novela, se llama así) con un protagonista masculino que habla y se explica y se adentra. Lo que os digo, una novela de Lerner. Así que en apenas unas líneas ya nos ha dejado claro que estamos ante una novela que va a despuntar por su ironía, esos toques casi despectivos y, sobre todo, un caracter peculiar en su protagonista. Lo que no sabemos aún, es la enorme importancia que va a tener esa escena. Y es que en la novela, la palabra, la verborrea, es vital. sus personajes caen en torrentes abrumadores de palabras. Adam arremete contra sus padres argumentando una y otra vez sin importar si es ridículo o no lo que dice, sus palabras suenan fervorosas, enardecidas. Y si él es bueno, Peter, que lo entrena para el concurso de debate, es absolutamente abrumador. Y eso nos lo dice el propio Adam, recordando esos años y (agarráos) hablando del libro. Bienvenidos a leer a Ben Lerner. Esto os lo hubiera podido resumir y hablar de la ruptura de las formas y de la experimentación, pero si uno no lo lee, no lo vive, parece un galimatías, aunque al leerlo se convierta en algo ordenado en nuestra cabeza.

     La novela se adentra en el mundo de la ira, la masculina, y en su manera de expresarse de forma oral. Adam no se dio cuenta siquiera de que su novia se había marchado y esta se iba ya hace tiempo cuando su padrastro tomaba ese camino encontrándose con su madre en la cocina. Los libros que escribe la madre de Adam enfadan a algunos hombres que llaman por teléfono y los adolescentes que trata su marido bullen de ira que expresan con palabras. Hay incluso pandillas que rapean para expresarse (aunque Lerner otorga su mirada principalmente a este grupo de blancos con privilegios). El autor nos ha metido de lleno en una crítica brutal a la sociedad actual y ni siquiera nos hemos dado cuenta. Cuando Adam va a buscar a su novia, se confunde de casa. Entra en una casa ajena que es exactamente igual y solo los artículos del baño por el que se cuela le dan la pista de su error. ¿Le asusta? Por supuesto. Pero Lerner avanza un paso más... es una casa igual, será una familia igual o al menos con ideas, status... similares. Y hay una cierta tranquilidad en esa uniformidad (recordé que hace años se dijo que los colegios con uniformes escolares mejoraban la eficiencia y conducta de sus alumnos), en estar en un entorno conocido que no nos es hostil porque gozamos de ciertos privilegios. Lerner utiliza la perspectiva de Adam, pero también la de sus padres, para dejarnos una novela más trabajada, más madura, donde hay mucho de individual y parte de lo que podríamos llamar la biografía escondida del autor, pero también lo integra más que nunca en la sociedad como colectivo. Y entonces aparece Darren, muy resumido es algo así como el alumno que adoptan como mascota Adam y sus amigos, y asistimos a la toxicidad en estado puro y también logra que nos anticipemos a lo que va a pasar convirtiéndole en un motor que estallará tarde o temprano. Y esta vez el lector está ahí, porque de algún modo si Adam es la cara, Darren es la cruz de una misma moneda en la que la ira se expresa por medios opuestos.

     Lerner nos ha dejado una novela brillante en la que el lenguaje y sus usos mueven una historia cargada de ira y crítica. Su prosa es brillante, algo a lo que uno no se acostumbra ni siquiera durante la lectura ya que se acumulan las frases que apuntamos, las que masticamos y maduramos para discutirlas. Hay afirmaciones, razonamientos y casi todo lo que un lector lento puede desear para paladear durante varios días. Y es que El instituto Topeka no solo iguala a sus predecesoras, las supera. Hay que leer a Ben Lerner, aunque solo sea porque nadie escribe como él.

     Y vosotros, ¿con qué novela habéis estado este puente?

     Gracias.