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miércoles, 20 de septiembre de 2023

El último telesilla. John Irving

 


     Para mi John Irving es uno de esos escritores que llevan toda una vida acompañándome y que se mueve en un terreno para otros pantanoso que es el del interior de las personas y sus pulsiones. Este año descubrí con placer la llegada a las librerías de su nueva novela y me lancé, impaciente como soy, a por la VO. Hoy traigo a mi estantería virtual, El último telesilla.

     Conocemos a Adam Brewster, hijo de Rachel, monitora de esquí, y padre desconocido. Y después de esta presentación, solo queda decir que a la familia Brewster le pasan cosas a lo largo de 8 décadas que son recorridas en 1000 páginas. Quien sea lector habitual de Irving me entiende perfectamente y aquellos que aún no lo sean pero vayan a animarse con la historia no tardarán en descubrir lo que quiero decir. Por ejemplo: en el último telesilla la madre del protagonista le da un beso nada normal cuando aún no es adulto pero está en el firme camino para llegar a serlo. Por supuesto tras esta situación a Adam le acompañarán fantasmas durante el resto de su vida. Su madre, que tiene una larga relación con Molly desde hace años, decide casarse dando a Adam un padrastro que viene a ser lo más normal de una familia en la que iremos conociendo a las distintas parejas del niño ya crecido que se convierte en hombre forma su propia familia y la pierde. Porque en la novela hay por supuesto muertes y es que la muerte llega por sorpresa en forma de rayo o incluso como lección de vida si uno se sienta entre dos cuerpos congelados. Hay un mudo que parece que habla, un maestro porque Irving es aficionado a ellos, hay familiares, tías, abuelos que criaron a su nieto a temporadas  que se aparecen más tarde en pañales porque quién sabe si los fantasmas cagan. Hay sexo. En todas las novelas de Irving lo hay ya que es un experto en tratar como convencional cualquier tipo de sexo lo sea o no, y no me refiero precisamente a la orientación sexual de los personas que sobre este punto Irving ha pasado siempre mostrando absolutamente todo incluso cuando nadie más lo hacía. Y por último hay literatura. Es frecuente en las novelas del autor que el lector avispado encuentre toneladas de referencias a otras obras más o menos conocidas de la literatura universal y que, aquel lector que no tenga una enciclopedia por cabeza se descubra también con otras obras. Este segundo suele ser más afortunado ya que es divertido pensar si un viaje que realiza Brewster con su familia es un guiño o no a una famosa obra de King cuyo título no dejaré aquí escrito porque estas cosas es más divertido planteárselas cada uno por su cuenta.

     Con todo esto y un montón de ingredientes más el autor proporciona al lector un buen puñado de personajes de esos que permanecen con nosotros y que centra en Adam para reflejar en él muchos puntos de la sociedad contemporánea (vale y también algo de otros temas en los que quizás uno no esté particularmente interesado como es el caso de la lucha). Un ejemplo de esto son los personajes que por un motivo u otro no hablan, como es Em, y el resultado de la interpretación de sus representaciones para comunicarse realizado por Nora y que no siempre se ajusta a lo que realmente está diciendo. Hay mucho en este personaje de lo que nos rodea. 

      En El último telesilla hay mucho de Irving. Esto puede parecer algo extraño dicho así ya que lógicamente si es el autor tiene que haber cosas suyas: ¡todo tiene que ser suyo en realidad! Pero no me refiero a eso. Lo que quiero decir es que los temas recurrentes del autor, están. Y también muchos de sus personajes que fueron originales cuando comenzó pero que empiezan a convertirse en arquetípicos. Esto unido a que es una novela en la que suceden cosas pero no una con un hilo argumental capaz de tirar del lector hacen que la recomiende más a quienes ya sean lectores habituales que a aquellos que aún no hayan tomado contacto con el autor. A estos últimos les recomiendo Las normas de la casa de la sidra.

     Y ahora, como tengo el sentido del humor estropeado, me despido deseándoles un feliz miércoles, Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra.

     Gracias.

lunes, 11 de septiembre de 2023

La conejera. Tess Gunty

 


     Este es uno de los libros que tenía ganas. A veces septiembre no es tan malo. Hoy traigo a mi estantería virtual, La conejera.

     La Conejera es un bloque de apartamentos situado en Vacca Vale. Se trata de un complejo de viviendas económicas situadas en una ciudad deslucida, en una zona venida a menos. Allí vive un conjunto de personas separados por finos tabiques que constituirán el grueso del argumento de la primera novela de Gunty. Y allí vive Blandine, la chica que vive con otros adolescentes y que espera vivir una vida mejor o, como la conocerá el lector, la chica que salió de su cuerpo. Podría decir que los adolescentes vienen de hogares de acogida, que en el edificio también hay una mujer que vive entre necrológicas, otra embarazada con una curiosa visión de su estado o una pareja de ancianos que muestran mucho de lo que hay en la sociedad hacia la que nos movemos: soledad. El lugar en el que sucede tiene ecos de ciudad en quiebra, aunque es ficticia en este caso bien podría ser una como Detroit, que en 2013 declaró ese estado tras haber sido uno de los lugares más prósperos del país.

     Pero no se trata ya solo del argumento o del eco de las voces de los inquilinos de la Conejera lo que me ha llamado tanto la atención de esta novela. Lo que más he disfrutado son las formas y el estilo de Gunty, en su capacidad para dotar a sus personajes de un carácter propio y a la Conejera de espíritu hasta convertirlo en un personaje más que se niega a ser cambiado de forma artificial porque ya siente y respira y tiene su propia "forma de ser". Con tanto personaje puede parecer fácil perderse, pero será el apartamento de Blandine y sus tres compañeros el que ocupe un foco especial, sobre todo porque desde las primeras líneas nos ha tenido con la intriga sobre lo que le ha sucedido a Blandine. 

     Hay historias de todo tipo, de amor, de desarraigo, de identidad, de familia... nada escapa al desorden de Gunty y, sin ser una novela redonda y pese a que en algunos momentos no he tenido claro hacia donde me quería llevar, he disfrutado bastante de un camino entretenido y una experiencia de lectura diferente a lo que se puede encontrar uno en cualquier librería. Muestra la decadencia post industrial de muchas ciudades que han vivido al amparo del empleo de una empresa y que, al igual que sucediera con las zonas rurales cuando la industria arrastró a la población a centros urbanos, han visto sus calles vaciarse tras el cierre de dicha industria (el caso General Motors es uno de los más sonados de este fenómeno). Este punto me parece el más notable y quizás me hubiera gustado que la novela, como sucede con muchos títulos británicos y el conflicto minero, se centrara más en ello. Con todo me ha parecido una lectura interesante y diferente con la que he disfrutado.

     La conejera es una lectura diferente que arrastra al lector con facilidad.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 4 de septiembre de 2023

Los fantasmas de una vida. Hilary Mantel

 


       A la vuelta de vacaciones siempre me divido entre enseñaros las novedades que leo o bien mostrar los libros que aproveché para leer en vacaciones. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los fantasmas de una vida.

     Decir que Hilary Mantel ha sido una de las grandes escritoras de nuestro siglo, no es algo nuevo. Su trayectoria literaria la avala y su muerte prematura ha dejado un vacío en los estantes de libros que estaban por ser escritos. En Los fantasmas de una vida la propia autora nos lleva a realizar un recorrido por su vida en el que el lector puede apreciar muchas de sus obsesiones y el nacimiento de algunas de sus pasiones además del tormento que le acompañó durante gran parte de su existencia.

     El recorrido por su vida da comienzo en el año 2000 con la venta de Owl House, un lugar que fue concebido como una residencia segura del que en ese momento se iba a desprender. Estando allí tiene la ilusión de ver a su padre fallecido, dudando si tal vez se trata de una migraña, y es que esta mujer fue diagnosticada de endometriosis siendo joven y vio como su vida cambiaba. Ahora Mantel tendría libros en lugar de hijos. Jack era en realidad su padrastro; un hombre silencioso que apareció en su vida cuando ella ya tenía edad para recordar que no era su verdadero padre y que tuvo una existencia de silencios sobreentendidos que solo desaparecieron a raíz de su operación cardiovascular. Comienza entonces el recuerdo del temor a perder a su madre, el temor de ir al médico, las normas escolares, los ratos libres, la casa de los abuelos. Habla de sus primeros textos, escritos en un juguete creo que extinto en el que uno podía dibujar lo que quisiera y luego agitando, o en los siguientes modelos, pasando una barra, podía borrar aquello que había escrito asegurando así su privacidad. En esta´época Hilary ya no era normal, desafiaba al mundo que no entendía, se metía en peleas... y visitó a su primer médico: todo bien, le dijeron a su madre. Empiezan los dolores de cabeza, su cuerpo cambia y ve por primera vez, o quizás diría siente, una presencia que la aterrorizó el resto de sus días. Cambia de vida, de apellido, deja la religión, Mantel crece y estudia derecho: sigue mostrando sus diferencias. Se casa, viaja con su marido, sigue adelante y comienzan los ingresos hospitalarios que seguirían después del diagnóstico. Y esto es solo un fragmento.

     La vida de Mantel escrita por ella misma es como leer una novela, como leímos a Ana Bolena, solo que más real. El convento que aparece en una obra, el relato que cristalizó en novela, otro título que le costó colocar. Todo eso aparece en esta biografía que se concibe como una historia completa en cuyo final sabemos que muere la heroína y que nos lleva de la mano por un mundo transitado por los fantasmas que poblaron sus deseos tanto como sus historias. Las biografías son un terreno complicado. Pueden novelarlas y hacer que parezcan irreales, entrar en ese terreno confuso de la autoficción en la que  el lector no tiene claro donde comienza el imaginario del autor para maquillar escenas porque ella misma escribió sobre sus problemas, sus miedos, sus inseguridades. Quien la ha leído en lo personal, los conoce y sabe que no busca dar pena como tampoco busca la sonrisa cuando cuenta como levantó la vista y se encontró con la de la Reina cuando nadie debía mirar. Quien ha leído su ficción conoce la dureza de su pluma. Los que no han leído nada, encontrarán una historia potente en la que es fácil olvidar que nos hablan de una vida llena de letras.

     Los fantasmas de una vida. Magnífico.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.