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martes, 31 de mayo de 2016
Todo lo que no te conté. Celeste Ng
"Lydia está muerta. Pero eso aún no lo saben. 1977, 3 de mayo, seis y media de la mañana. Nadie sabe nada excepto este dato inocuo: Lydia llega tarde a desayunar."
Me enamoré de este libro la primera vez que leí el título, lo cual tiene todo el sentido del mundo ya que, aunque prefiero títulos cortos, siempre me acabo por enamorar de algún título largo. Eso sí, no muchas veces, nunca más de una al año o cada dos. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Todo lo que no te conté.
Estamos en Ohio en los años setenta cuando conocemos a la familia de Lydia Lee. Una familia mixta con tres hijos una madre rubísima y un padre asiático. Son diferentes, así que destacan y no de una manera positiva; las cosas son mucho más difíciles para ellos. Y ahora, además, desparece Lydia, la única hija que se parece a su madre, la niña en la madre deposita sus frustraciones para que consiga lo que ella no pudo. Entramos así en el territorio familiar.
Celeste comienza la novela con una frase de tres palabras que se clavan como dardos en el lector: "Lydia está muerta" dice. Y no tenemos que preguntarnos de qué irá la novela, aunque si nos preguntaran, seguramente nos equivocaríamos en nuestra hipótesis. Porque Todo lo que no te conté es una novela familiar que trata de frustraciones y errores, de padres e hijos, de situaciones superadas o enquistadas y de pequeños gestos delante de un tazón de cereales que se remueven hasta convertirlos en puré. Todo lo que no te conté trata de las familias, y lo hace desde ese espacio cálido y privado que es la cocina, lo que nos obliga a mirar la biografía de su autora y preguntarnos si no habrá algo de verdad en el fondo de esa familia (que no en las formas marcadas por la muerte), si James Lee, ese hombre asiático que destaca por su inteligencia y acaba de profesor buscando para ello especializaciones americanas, no tiene algo del padre de Celeste, aunque este se decantara por la física, pasión de la madre de la protagonista de su novela. Y es que, lejos de dejarnos un drama por la pérdida de una hija, lo que tenemos entre manos es una historia familiar completa, con lo bueno y lo malo, de una familia que tuvo las cosas más difíciles que el resto sólo por no ser de la misma etnia. James sufrió un rechazo que se manifestaba de forma sutil, no encajaba o tal vez no dejaban que lo hiciera, y por eso cuando su inteligentísimo hijo Nath fracasa en actividades de socialización y popularidad, no puede evitar decirle las mismas palabras que en otro tiempo le dañaron a él. Marilyn es esa mujer de cabeza privilegiada que quiso estudiar cuando las mujeres aún lo tenían difícil, renegando de la perfecta ama de casa que era su madre, para caer luego en el tópico de dejarlo todo por amor y sentir un vacío con olor a meta no cumplida que proyecta ahora en su hija Lydia. Y Hannah, esa tercera hermana que el lector acaba viendo como si fuera un "todo ojos" que procura aprender para no cometer errores. Y esta es la familia que nos presenta la novela que se va alejando poco a poco de la intriga para adentrarse en los personajes. Que nos los presenta mucho antes de la tragedia y nos deja ver cómo les llega a afectar procurando no caer en el dramatismo ni las culpas privadas que las personas tendemos a sentir cuando un hecho así sacude nuestras vidas.
Me ha parecido una novela redonda, a ratos marcada por un dolor latente en los sentimientos de sus personajes, que se manifestaba por sorpresa provocando un efecto demoledor a uno y otro lado del libro. Una novela privada, llena de emociones contenidas y palabras nunca dichas en voz alta, como sucede en la mayor parte de las familias, en las que no hay nadie que lo cuente absolutamente todo. Y quizás por eso se antoja real, y vivimos las dificultades que tuvieron para seguir adelante los padres de estos tres niños, mientras buscamos lo sucedido con Lydia observando como sangra el tejido familiar en esa zona privada que sabemos nunca cicatrizará como es debido. O tal vez sí y sea yo quien piensa que hay lugares que jamás olvidan que recibieron un golpe. En todo caso Celeste no juzga eso como tampoco juzga a ninguno de sus personajes, los deja a criterio del lector y para ello los desnuda poco a poco con una prosa cristalina en la que sentimos que no hay embustes.
Me ha gustado. Ültimamente lo que leo de esta colección no falla nunca. Echadle un vistazo al libro de la chica del apellido mínimo, id a la librería y buscad Todo lo que no te conté.
Es curioso como hay libros que enamoran y personajes que enamoran. Hace no mucho hablamos de títulos, hagámoslo ahora de personajes. ¿Recordáis el último personaje que consiguió enamoraros?
Gracias.
lunes, 30 de mayo de 2016
El libro de los Baltimore. Joël Dicker
"Mañana ingresa en la cárcel mi primo Woody. Va a pasar allí los próximos cinco años de su vida.
Por la carretera que lleva del aeropuerto de Baltimore a Oak Park, el barrio de su infancia, adonde voy para acompañarlo en su último día de libertad, me lo imagino ya presentándose ante las verjas del impresionante penal de Cheshire, en Connecticut."
Creo que hace ahora tres años que conocimos a Joël Dicker y su Harry Quebert. Llegó con poco ruido aparente y tomó las librerías, los estantes y a una gran parte de lectores que quedaron satisfechos con una historia en la que la metaliteratura jugaba un importante papel. Ahora el autor ha decidido resucitar a quien ya narrara su primer título, Marcus Goldman, así que era difícil resistirse a la curiosidad. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El libro de los Baltimore.
Recuperamos a Marcus Goldman. Es nuestro protagonista y narrador y lo encontramos en una casa a la que acude para escribir, descansar y, tal vez, reconciliarse con su pasado. No espera encontrarse allí con la que fuera su gran amor, Alexandra, de la que se separó tras lo que denomina "El drama". Junto a Marcus iremos recuperando la historia de los Goldman, una familia que tenía todo para ser feliz, incluido el dinero al menos en una parte de ellos, pero que parece haber caído a un foso sin red a partir de un suceso.
Una vez más, Dicker utiliza el mundo literario para introducirnos en su historia, aunque esta vez no nos encontraremos consejos para poder escribir. Lo que tenemos ante nuestros ojos es un drama familiar, vestido de misterio en torno a ese drama del que conocemos antes sus consecuencias que sus antecedentes. Así que a través de los recuerdos de su protagonista, nos moveremos en el tiempo con la soltura suficiente como para ir conociendo con pelos y señales a cada personaje. De este modo entraremos en una suerte de "Bienvenidos a la vida de los Goldman" con un hijo inteligentísimo al que le cuesta adaptarse, un joven acogido como si fuera uno más, un primo que se siente inferior y una vecina hermosa de la que los tres jóvenes se enamoran, como eje central. A partir de aquí la historia se despliega en las banalidades, o no tan banalidades, diarias de padres, compañeros de estudios y decisiones de la vida para descubrirnos que basta un paso en falso, para que todo se tambalee. 480 páginas de historia que busca la intriga por lo sucedido para convertir a esa gran familia en lo que es hoy. Y planeando a lo largo de toda la historia, como sucede realmente en las familias y en los grupos de amigos, los celos, las envidias, la competitividad. A fin de cuentas, ¿quién no ha asistido a una cena en la que una parte de la mesa se comparaba con la otra? Nada tiene que extrañar entonces que eso les suceda a los protagonistas de la novela, de hecho, ni siquiera tiene por qué ser malo. Humaniza, que no viene mal cuando la historia trata de una sociedad acomodada.
La historia es entretenida y el ritmo se mantiene apresurándose al final como corresponde a este tipo de novelas que acaban por protagonizar todas las tumbonas de las piscinas de verano. No es una historia magnífica, ni siquiera demasiado original y, posiblemente, le sobren unas cuantas páginas, pero es fácil dejarse caer en su lectura y no levantar la vista hasta haberlo finalizado. Parece que el autor ha encontrado la fórmula, así que yo apostaría a que volveremos a ver a Marcus Goldman con relativos problemas de creatividad. Y tal vez, ahora que conocemos su infancia, se decida a contarnos otro episodio de su vida.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
sábado, 28 de mayo de 2016
Instavoyeur
"El verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos."
Marcel Proust
Ahora que se dice y se trae y se critican las redes, ahora que parece que todo lo que se haga va a ser juzgado en función del número de seguidores o del número de personas que han hecho reloquecorresponda, los mirones lo tenemos fácil. Diferenciando crítica, opinión y simple entretenimiento, hay sitio para todos. Ya he comentado alguna vez para quien ha querido oírme, que vivimos en un momento socialmente agotador. Antes, si un escritor tenía un título por el cual le admirábamos, nos íbamos a una firma (si había opción) y seguíamos sus pasos por la literatura. Ahora en cambio vemos lo que hace, dónde va y si le gusta o no el helado de vainilla. Cada línea, cada opinión vertida en Facebook o twitter va a ser mirada con lupa y criticada sin que yo tenga demasiado claro hasta qué punto eso repercute realmente en las ventas.
Quizás por eso me gusta Instagram, porque es una simple ventana. Uno llega y sigue a quien le interesa y no necesita comentar, ni ser su amigo, lo único que hay que hacer es sentarse y mirar. Y luego, si uno quiere, no tiene más que unirse y comenzar a subir fotos con el móvil, de hecho yo llevo tiempo subiendo fotos aquí. Aunque hoy no se trata de lo que podemos hacer. Hoy vamos a sentarnos y mirar al vecino que descorre las cortinas compartiendo momentos.
Una de las cuentas que más me gustan de instagram es la de Claudio, Director Editorial que comparte las imágenes de reuniones con nombres que los lectores sólo alcanzamos a ver a través de sus letras, ayudando tanto al voyeur ocasional como al mirón descarado, a poner rostros en ambientes divertidos y llenos de normalidad. Bret Easton Ellis también se ha sumado a Instagram, dando que hablar tanto como ya lo hacía en twitter para deleite de sus numerosos seguidores. Y Espido Freire, con su cuenta que transmite serenidad en cada imagen mientras con o sin sus gatos nos muestra sus viajes. Me declaro fan también del algodón de azúcar que se ve en una feria del perfil de Félix G. Modroño y de los amaneceres que enseña José C. Vales. Y de sus atardeceres. Y viajes.
Me gusta el sentido del humor de Chuck Palahniuk imagen a imagen, y viajar ventana a ventana con Joël Dicker, mientras le pongo cara a Beta Coqueta. Me gusta la normalidad de Elvira Lindo, y que cada día lleguen nuevos escritores y me sigan enseñando lo que hacen, dónde van. Y descubrir a Toni Hill o a Dolores Redondo y seguir la pista de sus libros, en esa suerte de diario fotográfico que es esta red. Ver a Neil Gaiman y los tatuajes de Benjamin Lacombe mientras esquivo las páginas creadas por fans por considerarlas más impersonales, con frases recortadas de algún libro y colocadas para ser entendidas tal vez como nunca las interpretó su autor.
Hay cuentas, por supuesto, de editoriales. Allí están destino y me gusta leer con sus divertidas composiciones. Nos encontramos a Pálido Fuego y Navona, llevada por Pere con el mismo sello personal que ya conocemos de otras cuentas suyas, y hay librerías fantásticas y lectores que hacen fotos increíbles de libros y a los que visitamos sólo por el simple placer de ver algo hermoso. Y, por supuesto, la crítica. De quien luce o no luce, de quien enseña o no, de quien muestra... pero sobre todo de quien mira.
Los ojos están hecho para ver, decía mi abuela. Así que yo no tengo ningún inconveniente en declararlo públicamente. Me gusta mirar.
Por cierto, ¿conocéis cuentas de Instagram de más escritores que queráis compartir? O la vuestra, también me vale. Mirémonos.
Gracias
jueves, 26 de mayo de 2016
Todo lo posible. Carmen Pacheco
"El cuaderno de las tapas doradas me lo dejé allí, en una bolsa roja de plástico, sobre la lápida de mármol de una tumba. Se me apareció ante los ojos horas después, de repente, como si la memoria lanzara una llamarada roja en medio de la masa verde, vertiginosa, que se deslizaba al otro lado de la ventanilla del tren.
Qué funeral tan prematuro el del cuaderno recién comprado, con sus páginas color crema, inmaculadas. Y yo qué estúpida por haberlo olvidado allí."
Últimamente estoy bastante superficial, pero cuando vi este libro no pude apartar la mirada de la cantidad de cosas que salían en la ilustración de su cubierta. Luego la autora comentó que todos eran objetos de su vida, y me pregunté qué pintaban entonces en la historia. Hoy traigo a mi estantería virtual, Todo lo posible.
Conocemos a Blanca Cruz, una escritora de éxito con una saga protagonizada por una detective vampira. No se siente orgullosa, de hecho ni siquiera le gusta que la reconozcan, y menos ahora que debería de estar escribiendo la siguiente entrega. Es más, Blanca está atravesando una crisis con todas sus letras: tanto en su relación con Carlos, como en la parte creativa; no sabe qué hacer con su relación y sus sospechas y tampoco con sus protagonistas de la ficción. Quizás por eso se volcará en la historia de una escritora desconocida de novelas de misterio desaparecida sin dejar rastro muchos años atrás. A veces, uno se agarra a cualquier cosa, incluso a la vida de Patricia King, a la que llegó por pura casualidad.
Por comenzar desvelando un misterio os diré que todos los objetos dibujados en la cubierta del libro, aparecen en la novela. De hecho, la mayor parte se encuentran en el despacho de la protagonista, aunque no todos. Y explicado esto, comencemos con una novela que me ha sorprendido bastante.
Carmen Pacheco nos lleva por la historia de blanca, y la salpica de alusiones constantes al amor por las palabras, el acto de crear y las dudas y miedos del escritor que se encuentra ante una página en blanco. Es lo que más me llamó la atención en las primeras páginas, junto a esa prosa amable y agradable de leer que nos acompaña durante toda la historia. Aparecerán anécdotas de críticos que se convierten en editores, escritores de mediana edad que tienen al público femenino a sus pies, tanto por su físico como por su prosa o escritoras feministas y modernas de bellezas deslumbrantes. Un mundo que retrata Pacheco con soltura y un toque de humor imposible de no percibir. Nos introduce también en las inseguridades del creador y en el mundo editorial, sentando a negociar al autor y sus editores en un tira y afloja más empresarial que creativo, desvelando un mundo desconocido para el lector que asiste con curiosidad a lo relatado por la autora mientras la historia comienza a desplegarse.
Aparece el misterio de Patricia King y su desaparición en alta mar, y la novela se divide para dejarnos leer las cartas que esta mujer escribiera a su hermana. Nos convertimos en los ojos de Blanca, o en los de Roca, su improvisado compañero en este misterio, para acabar padeciendo la misma necesidad de saber que los protagonistas, deseosos de conocer qué sucedió con esta misteriosa mujer durante ese crucero y por qué nadie parece conocerla ni a ella, ni su escueta obra. Y tirando del hilo, entre viajes en avión, coche o cementerios, y sin dejar en ningún momento ese sentido del humor que antes os nombraba, llegamos al final de una novela amable y divertida que se lee en dos ratos y deja un buen sabor de boca.
Una lectura ligera para el verano, en la que, si bien me hubiera gustado conocer un poquito más a sus protagonistas, me ha sorprendido el buen hacer de su autora. Echadle un ojo, os divertiréis.
Ahora que llega el verano me gusta compaginar una lectura ligera con algo más sesudo o una relectura de esas que uno sabe le llevarán tiempo mientras disfruta del camino. Y vosotros, ¿leéis más de un libro al mismo tiempo?
Gracias.
PD. Tiene la protagonista un despacho con un mueble al que no llamaremos cómoda al que sólo falta un huevo de faberge. Hay un muñeco en la novela y también unos guantes, unas cartas de las que os he hablado y un cuaderno con el que comienza la historia. En realidad, todo está ahí.
miércoles, 25 de mayo de 2016
La maniobra de la tortuga. Benito Olmo
"Todo empezó con la muerte de una chica."
A veces uno se tropieza con un título de forma recurrente hasta que tiene claro que lo va a acabar leyendo, u odiando quién sabe. En este caso ha sido la primera opción, así que antes de que nadie me terminara por relatar la historia, hoy traigo a mi estantería virtual, La maniobra de la tortuga.
Conocemos a Manuel Bianquietti, un inspector de policía trasladado a la comisaría de Cádiz tras un incidente que traspasó de lo personal a o laboral. Manuel lleva un tiempo a su aire en la comisaría, sin interferir en nada y también sin que nadie le diga nada a él, sin embargo, la muerte de una joven de forma violenta, parece que lo hace reaccionar y meter la nariz en el caso para encontrar al culpable. Quién sabe, quizás le ayude a reaccionar también en la faceta personal.
Benito Olmo juega a seguir la estela de la novela negra clásica. No escatima para ellos en adjetivos para su protagonista, ya sea rudo, fumador o marcado por su pasado en el que él tuvo parte activa, está claro desde las primeras páginas que Bianquetti nos resulta familiar: no ha buscado ser original. Sin embargo, tal vez eso no sea una falta sino un mérito en este caso, ya que tampoco ha cargado las tintas con él, ni ha necesitado llevarlo a ver prostitutas o consumir drogas escondidas en un cajón de la comisaría. Su Bianquetti es mucho más de "andar por casa" y prefiere acodarse cerveza en mano y no torturarse más allá de lo necesario para conseguir las simpatías del lector. No lo necesita.
Lo conocemos desterrado en un Cádiz que nada tiene que ver con las fotos turísticas que aparecen en los folletos de esta época del año. es una ciudad más, pequeña comparada con otras, en la que hay ricos y pobres, callejones oscuros y polígonos industriales. Y sí, también hay contenedores en los que aparecen jóvenes asesinadas. Y partir de aquí Benito Olmo abre una historia en dos hilos que se unen en un encuentro fortuito, en los que vemos, como viene siendo habitual en las novelas negras, un poso de crítica social a las influencias, los privilegios, el maltrato o el trato por parte de unos sectores a los inmigrantes.
Estos son los ingredientes, que incluirán una mujer que se acerca a la vida de Bianquetti, también marcada por su pasado, y unos compañeros en la comisaría entre los que no tardamos en descubrir filias y fobias, que usará el autor para su novela. Una historia marcada por la brevedad de frases y capítulos que aceleran la lectura de una trama que no busca ser trepidante, por mucho que el adjetivo parezca estar de moda, sino interesante para el lector o más aún, entretenida. El lector avanza a medida que lo hace su protagonista, sufriendo los mismos resbalones que él ) aunque afortunadamente no los mismos reveses,) mientras se fortalece la simpatía que profesamos por el rudo inspector que, aunque aparentemente no haya nada que lo indique, bien podría haber desembarcado para quedarse a juzgar por el tono de la historia. Un final, por cierto, impecable, por si pensáis que lo he dicho porque el autor decide dejar abierto el caso: no es así.
La maniobra de la tortuga ha resultado una novela entretenida que me ha durado apenas un rato en las manos, de esas que empujan a seguir leyendo un rato más hasta que, sin apenas notarlo, hemos llegado al final de la historia. Estaré pendiente de los títulos de Benito Olmo.
De un tiempo a esta parte es innegable el protagonismo de la novela negra en nuestro país y vamos descubriendo títulos y autores en las mesas de las librerías que antes nos eran desconocidos y que se enfrentan al entusiasmo de unos y el escepticismo de quienes consideran que el género está, simplemente, de moda. Y vosotros, ¿creéis que está de moda la novela negra?
Gracias.
lunes, 23 de mayo de 2016
El ojo castaño de nuestro amor. Mircea Cărtărescu
"Como si, al escribir, cada línea que trazo en la página con el bolígrafo se cubriera de moho y cada página que dejo atrás, cubierta con mi escritura, se abarquillara, amarilleara y se retorciera como una hoja seca. Pero yo seguiría escribiendo igualmente cada vez más rápido, para que no me alcancen el desastre y la desgracia.
Como si, al releerme, cada fotón que choca contra mi página, rebota y atraviesa mi retina envejeciera sobre la marcha, se arrugara como un grano de pimienta y, en lugar de luz, brotara de él un polvo sofocante, como el polvillo de las alas de las mariposas muertas, clavadas con un alfiler oxidado en el insectario."
Hace ya muchos años que descubrí a este escritor cuyo apellido me sigue obligando a buscar en el teclado y caí rendida ante la belleza de sus palabras. Por eso cada año espero impaciente hasta saber si habrá título, hasta leer ese nuevo título. Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El ojo castaño de nuestro amor.
Este libro, concebido como la sucesión de una veintena de relatos, nos da una muestra a retazos de la vida y memoria del autor. Pero más allá de eso, que sería lo básico a decir, más allá de hechos peculiares como el descubrimiento de la literatura, el fallecimiento de su hermano, el servicio militar y el nescafé o incluso unos jeans, encontramos el germen de su obra para deleite de quienes ya han leído los títulos nombrados, y guía para aquellos que no. Y junto a todo esto nos deja alguna reflexión sobre literatura o poesía y también un poco de fantasía en un volumen muy completo que tiene bonito hasta el título.
Podría escribir la entrada de hoy a base únicamente de fragmentos del libro que traigo y sabría con toda seguridad, que ibais a salir de su lectura enamorados y buscando una librería. En eso consiste el placer de leer a Cărtărescu. Más allá de lo que nos cuenta, hay un extraño placer en leer cómo lo hace y dejarnos llevar por su magnífico cuidado de las palabras.
Es un placer dejarse llevar por las letras de una de las voces más importantes de la literatura contemporánea. Descubrir en ellas el origen de algunos de sus personajes, o en El cuarto corazón, acompañar a quien quiso romper un corazón de plomo. Cărtărescu nos invita a ver niñas en el agua con ojos de príncipe, a conocer a la chica del borde y nos habla también de D, mientras recuerda el momento en que no quiso escribir un simple poema, es más, aquella querencia se convertiría en El Levante. Nos habla de la juventud y la creación, de escritos y escritores y también de la mediocridad y la invención y en un cortísimo momento, nos habla de Jesús, ese hombre que se refleja escribiendo una y otra vez y cuya vida nos es contada por terceros. Ha conseguido que me enamore de una ciudad que no he visitado y que un lunar, deje de ser un simple lunar. Y es que leer El ojo castaño de nuestro amor, como se titula uno de los relatos (tal vez mejor retazos de vida o de alma) supone exponer la piel a las palabras del autor sabedores de que poco a poco desarrollaremos una sensibilidad similar a la que tenemos ese primer día de sol y que, esas misma palabras que provocaron la sensibilidad, serán como un bálsamo capaz de erizarnos la piel.
Comenzaba explicando que hay retazos de alma en este libro, de vida, y hay mucha literatura en sus letras. Sin embargo me cuesta decir que son relatos porque durante su lectura no los percibí como tales, por eso he sustituído la palabra por retazos o fragmentos. En todo caso, podéis darles el nombre que mejor os convenga, pero estamos ante una gran opción para descubrir las letras del autor y dejarnos enamorar por ellas.
No os quepa duda de una cosa: hay que leer a Cărtărescu. Aunque sólo sea como bálsamo. Y una vez leído, venid y decidme si no ha sido una experiencia única y habéis querido alargar los días para seguir leyendo y luego alargar las páginas para no terminarlo.
Y es que los libros, no todos pero si algunos... los libros son:
"Los libros son como las mariposas. Habitualmente tienen las alas plegadas, como cuando las mariposas descansan sobre una hoja y desenrollan su trompa filiforme para sorber el agua de una gota de rocío. Cuando abres un libro, este se echa a volar."
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
sábado, 21 de mayo de 2016
El lector superficial
"No juzgues a un libro por su cubierta"
Refrán popular.
Los lectores, como cualquier otra persona, tenemos nuestros gustos y nuestros placeres. Y también tenemos nuestra gotita de hipocresía, seamos sinceros. Se nos llena la boca diciendo eso de no juzgar un libro por su portada y luego asistimos con un morboso espanto a los diseños que nos dejan encima de algunas mesas. Y movemos la cabeza de un lado a otro horrorizados mientras nos decimos eso de "en qué estarían pensando para poner esto". Aunque luego podamos cambiar de... bueno, mejor pongamos un ejemplo, será mucho más fácil de entender.
Recuerdo perfectamente la primera vez que vi esta portada. Ahora nos parece incluso normal y representativa la imagen de una trilogía que ya es tetralogía y no nos espantamos tanto de esa suerte de señorita deforme a la que no sabes si tirar pan antes o después de salir corriendo. Y luego nos escandalizamos con las chicas delgadas de los anuncios, me río yo. Pero nos acostumbramos a verlo, lo vimos tanto que ahora no nos llama particularmente la atención. Incluso hemos olvidado que lleva un título que parece una protesta por los 140 caracteres que admite twitter si queremos contarlo. Y eso que no dije nada del Drácula que abre la entrada, porque es casi tan ofensivo para el clásico como la existencia de vampiros con el cuerpo lleno de purpurina que dan abrazos y no mordiscos a la yugular.
Luego están las reediciones. Esas en las que uno se pregunta si tocar lo que ya existe es siempre una buena idea. Si Nabokov levantara la cabeza y viera que han convertido la Lolita que tanta guerra le dio en una suerte de anuncio de picaduras de mosquito, y eso siendo generosa por no hacer otro tipo de elucubraciones... ¡no quiero ni saber la opinión de su esposa!
Pero ahí está, y nos hemos ido acostumbrando a casi todo. Y si digo casi es porque hay cosas por las que no paso, por ejemplo jamás me compraré un libro que tenga en su cubierta más abdominales que letras. Y eso no es negociable bajo ningún concepto. Y tampoco me gustan... veamos... ¡Bah! En realidad más allá de la crítica y la superficialidad poco importa la portada de un libro para llevárnoslo a casa. Porque lo abrimos y leemos el interior, y Lolita es una obra maestra y la saga antes nombrada un best seller y Drácula... Drácula es Drácula y seguirá poblando las noches hasta el fin de los tiempos.
En realidad... debería de haber empezado diciendo eso de: Me enamoré mirándole a los ojos formados por letras sin haberme fijado en el resto de su cara y, quizás por ese motivo, jamás pude decir que fuera feo. O si lo dije fue con cariño de quien ya se ha enamorado y me apresuré a añadir todas las virtudes que escondía en su interior. Pasó de feo a llamativo, característico, ¡original! Bonita palabra esa de original que nos permite describir casi cualquier cosa sin perder la compostura. Incluso desarrollamos una suerte de hábito que nos lleva a mirar dos veces las portadas feas en las mesas de las librerías. No todas, sólo algunas, pero las miramos con curiosidad pensando que tal vez no necesitan llevar más, como aquellos libros de antaño en los que dominaba el blanco en su cubierta, porque el interior habla por sí mismo. Así descubrí yo precisamente mi libro de ayer, y lo comentaba en la reseña.
Y aunque no entendamos qué pinta esa especie de señora disfrazada de señor mayor con una expresión digna de Eva Hache en un libro de Vila-Matas (nada menos), o estemos hartos de ver ositos, patitos y dibujitos de chicas con pinta de nerd cool en los últimos tiempos en las librerías haciéndonos dudar sobre sin libros o agendas de adolescente, les damos una oportunidad. Y descubrimos grandes historias. Y lo seguiremos haciendo porque juzgamos, sí, pero acudimos. Regresamos y damos una oportunidad tras otra a las historias sabiendo que una vez que lo abrimos, poco importa el diseño elegido por un señor que se quedó con las ganas de saber "a qué huelen las nubes" y decidió que ya era hora de que una señora se agarrase a una para meter la nariz.
Las cubiertas son cuestión de gustos y posiblemente a alguien le haya entusiasmado alguna de las que ilustran esta entrada, de eso no me cabe duda. Y sí, son una forma más de llegar hasta el lector y conseguir que nos llevemos un libro (nunca me he encontrado una que me haya desanimado de comprar un titulo que ya hubiera decidido leer de antemano). Pero además, seamos sinceros, es la mar de divertido ponerse a despotricar sobre las cubiertas de determinados libros. Y reconozcamos una cosa... algunos parece que los hicieron a posta.
Y vosotros, ¿recordáis algún libro que os pareciera feo y os diera una grata sorpresa?
Gracias
PD. También hay libros que provocan la sonrisa... del adulto. Que aquí no se salva nadie.
viernes, 20 de mayo de 2016
Phobia. Wulf Dorn
"El angosto piso, de dos habitaciones, estaba oscuro y mohoso. La luz grisácea de la primera tarde de diciembre apenas lograba abrirse paso por la única ventana de la cocina. Al otro lado, una sucia fachada obstruía las vistas. Daba la impresión de que pocos metros más allá del muro, tiznado de hollín, sólo podía hallarse el fin del mundo."
Y si ayer hablaba de portadas feas, hoy de impactantes. Este tipo de portadas que suelen atraer una primera mirada de alguien que, tal vez, se convierta en futuro lector, prometiendo en una sola imagen una lectura de esas que dicen adictivas. Hoy traigo a mi estantería virtual, Phobia.
Sarah vive recluída en sus propios miedos, aunque lo hace en una casa en un barrio residencial y con su marido y su hijo, un matrimonio aparentemente perfecto. Una noche que su marido está de viaje, Sarah oye su coche llegar. Decide bajar a preguntarle el motivo de su regreso y en la cocina se encuentra a un hombre con la ropa de su marido, siguiendo las rutinas de su marido y que la traa como si fuera su marido... pero que no es Stephen. Se trata de un hombre con el rostro desfigurado al que no había visto jamás. Sarah, entonces huye protegiendo a su hijo para llamar a la policía que se muestra escéptica con la historia. Pero hay una cosa más: el marido de Sarah, ¿dónde está? Sarah entonces recurre a un amigo de la infancia, algo está sucediendo.
Una fobia es un miedo irracional capaz de incapacitar total o parcialmente a una persona. Y ese es el juego del autor: las fobias, los miedos. El miedo de Sarah, el de su amigo Mark, incluso el miedo del misterioso hombre de la cocina. Todo el mundo teme a algo y, en la mayor parte de los casos, ese miedo es a perder. Ya sea la relación que tenemos, el trabajo o la vida, el miedo es un sentimiento que debemos de mantener bajo control para que no condicione nuestras decisiones.
Partiendo de esa idea y con Mark como un especialista en fobias que ha dejado de lado su labor profesional al perder a la mujer que ama, Dorn monta una historia que arranca fuerte desde las primeras páginas. No nos coloca un muerto, se limita a insinuar una usurpación de personalidad y comenzar un juego que será la constante de la novela: un juego que establece con un lector inquieto que no puede dejar de preguntarse qué narices está sucediendo y por qué. No necesita colocar a sus personajes al borde de la muerte para que queramos seguir leyendo, porque ya lo ha conseguido al presentarnos la acción. De este modo, las páginas del libro vuelan mientras vamos profundizando en los protagonistas; incluso el misterioso hombre del rostro desfigurado será expuesto ante nosotros para ser juzgado. El autor deja eso en nuestras manos desdibujando a ratos la línea de la maldad a través de las motivaciones, como también desdibuja la de la bondad ahondando en el minado terreno de los secretos. Y Mark como constante del personaje que repite y que volverá, si hacemos caso al final de la historia. Un hombre que me ha parecido relativamente gris, y quizás precisamente por eso, real.
Phobia es en conjunto una historia para pasar el rato, entretenida, para no pensar ni buscarle las vueltas y que cogemos con la seguridad de que no durará más allá de un par de tardes. Uno de esos productos de consumo que mezclan la intriga y los giros para procurarnos un buen rato a la sombra en verano... o al calor de una manta en invierno. Sin más. Y, a veces, no hace falta más.
En este caso estamos ante una novela a varias voces, lo que nos hace conocer al malo en lugar de tener que buscarlo como suele ser la opción general, llevando al lector a elucubrar casi tanto como su protagonista. Así que decidme, ¿sois de los que buscan al culpable cuando leen novela negra?
Gracias.
jueves, 19 de mayo de 2016
Manual para mujeres de la limpieza. Lucía Berlín
"Un indio viejo y algo con unos Levi's descoloridos y un bonito cinturón zuni. Su pelo blanco y largo, anudado en la nuca con un cordón morado. Lo raro fue que durante un año más o menos siempre estábamos en la Lavandería Ángel a la misma hora. Aunque no a las mismas horas. Quiero decir que algunos días yo iba a las siete un lunes, o a las seis y media un viernes por la tarde, y me lo encontraba allí."
Ya he comentado alguna vez que hay muchos motivos para acercarse a un libro y que uno de los más comunes es la atracción que se siente por el diseño de su cubierta. En este caso fue justo lo contrario: la fealdad del diseño me hizo pararme a mirar y finalmente llevármelo a casa. Hoy traigo a mi estantería virtual, Manual para mujeres de la limpieza.
Lucía Berlín fue una mujer de vida azarosa. Pasó de niña de clase media con madre aficionada a la botella, a vivir en chile entre la alta sociedad. Heredó en suerte esa afición por la bebida contra la que lucharía, vivió en un edificio de oficinas y durmió con sus hijos vestida con las ropas más gruesas que tenía para no pasar frío por carecer de medios; busco trabajo mil veces, de cualquier cosa, también de mujer de la limpieza... pero le sobraba preparación. Con apenas treinta años ya acumulaba tres matrimonios y cuatro hijos y, aunque alguno de sus relatos habían visto la luz con escasa o nula repercusión, su éxito como escritora llegó hace un año y casi once después de su muerte.
Lo sé, ahí debería de haber ido la sinopsis del libro. Un libro que reune 43 relatos abruptos que, aunque no lo parezca, podrían ir con el resumen de la vida de su autora. En ellos, con claros contenidos biográficos, Lucía Berlín nos habla de su vida, de la vida de muchos que no lo han tenido fácil y que muchas veces, como es el caso de una enfermera o de la propia mujer de la limpieza, conviven con la suciedad. De hecho, si seguimos el orden, al terminar el libro tendremos algo así como una biografía hacia la madurez de la propia Berlín. Y lo hace desde puntos aparentemente inconexos en los que se repiten situaciones, con un tono frontal, de "tu a tu" que aporta la credibilidad justa para convertir la experiencia de esta lectura en algo redondo. La honestidad del narrador que aboga por una compasión que luego desvela no sentir, la de la adolescente que busca una solución vital o el dolor como algo real aunque no se vea, son algunos de los temas que aparecen en estos relatos que abren de forma descarnada el alma de quien lo cuenta.
Unos relatos en los que el narrador es tanto o más importante que lo narrado. Una primera persona tangible que a veces parece convertirse en una tercera persona igualmente real. Y un lenguaje directo que no duda en exponer claramente lo que desea, en ir al grano, en comenzar y finalizar a su antojo cada uno de esos fragmentos de vida que componen en realidad este manual. Frases cortas, a veces como mordiscos, y preguntas lanzadas al aire que el lector recoge sabiendo que eran para la propia autora, autoreflexiones que nos llevamos como un ladrón mientras cerramos el libro preguntándonos qué cosas nos hemos perdido por no observar, y miramos los pájaros buscando hábitos en ellos...
Comenzaba diciendo que en este libro se reunen 43 relatos, ahora añado que no son extensos, imposible si el libro tiene poco más de 400 páginas. Pero además se completa con un prólogo magnífico y una introducción que forman una muy buena puesta en situación para el lector, así como una pequeña biografía y apuntes al final del libro. Y explico esto porque son imprescindibles para completar la experiencia de una gran lectura.
A veces, cuando un libro viene de la mano de críticas extraordinarias y de posicionamientos en listas de "lo mejor de..." corre el riesgo de estrellarse en nuestras manos ya que nos esperamos algo imposible de alcanzar. Otras veces en cambio descubrimos grandes voces en obras que sin tanta repercusión, nos hubieran pasado desapercibidas. Ese es justo el caso de Manual para mujeres de la limpieza: un gran libro de relatos que se van conectando a medida que avanzamos. Os lo recomiendo. Anotad: Lucía Berlín.
Los relatos son ese género apreciado por unos y que causa una gran pereza en otros, considerado incluso por algunos como un género menor. En todo caso no cabe duda de que poco a poco van entrando en las librerías y estantes de los lectores. Por eso mi duda, ¿sois aficionados a los relatos?
Gracias.
martes, 17 de mayo de 2016
Mendelssohn en el tejado. Jiří Weil
"Antonin Becvár y Josef Stankovský se encontraban en el tejado, caminando entre las estatuas. La tarea no era peligrosa, puesto que dichas estatuas se alzaban sobre una balaustrada y, además, la terraza no tenía inclinación alguna; era casi totalmente plana."
Hace ya bastantes meses que me topé con este título por primera vez. Se nombraba en HHhH, un libro que tuvo un recorrido bastante largo tras su publicación. En ese mismo momento decidí leerlo, ya que el nombrado me había gustado bastante, pero me encontré que no había sido traducido, así que tuve que adaptarme a los idiomas en que estaba disponible. Finalmente lo he visto en la librería entre las novedades. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Mendelson en el tejado.
El libro comienza cuando dos obreros reciben el encargo de retirar la estatua del compositor Mendelssohn del tejado de la sala de conciertos de Praga. Sin embargo, desconocen su aspecto tanto ellos como el oficial que dicta la orden quien, recordando sus conocimientos sobre ciencia racial, da la orden de retirar aquella estatua cuya nariz sea más grande: como resultado Wagner está a punto de ser retirado. Buscan a un supuesto experto que resulta no saber nada de música y con este punto de partida, Weil deja una novela que es el retrato de una ciudad invadida en la que la crueldad y la supervivencia un tanto desesperanzadas son la tónica común.
Weil nace en 1900 en el seno de una familia judía en un pueblo cercano a Praga. En su juventud se unió al Partido Comunista, viajó a Moscú hasta que las purgas le obligaron a exiliarse y volver a Praga. Una vez de regreso trabajó, siendo ya escritor, en el Museo Judío y, cuando llegó la orden de su traslado a Tezerin en 1942 optó por fingir su propia muerte y vivir de forma clandestina.
Comento esto porque por divertida que pueda parecer la anécdota que da título al libro, está escrito por alguien que vivió en esa ciudad y en ese momento, y se nota a medida que uno avanza en un libro lleno de estatuas y desesperanza.
Mendelssohn en el tejado es una cadena de historias que representan en su conjunto la vida en la ciudad de Praga en un momento en que el miedo imperaba en las calles. Nadie tenía garantizado llegar al día siguiente y había que adaptarse para intentar sobrevivir. Las estatuas, testigos impasibles de lo que estaba allí sucediendo y el arte como resistencia, visto ya en más obras que quizás lo centraban de forma más directa como es el caso de Salvar a Mozart. Por eso toman fuerza estas estatuas impasibles, como han de vivir esos ciudadanos amenazados, que intentan no llamar la atención, mantenerse como esa primera estatua que pasaba desapercibida para los obreros, aunque en realidad estaba tan cerca de ser derribada. Y junto a ello nos encontramos esa balanza entre desesperarse y seguir en cada uno de los personajes que Weil nos presenta: personajes que lejos de ser juzgados por sus actos, son representados por la tragedia histórica que les ha tocado en suerte en la ciudad de Praga. De este modo la novela se va oscureciendo hasta llegar a capítulos casi desgarradores, porque el calado para el lector es progresivo. No estamos ante una novela de dramatismo extremo pero sí ante un coro de voces que se alzan para reflejar una situación cotidiana en una gran ciudad. Un murmullo que se convierte en ensordecedor para el lector. Heydrich como personaje real, primero en marcar la importancia del arte y de esas estatuas perennes en el tiempo, personas que se transforman en piedra. Simbolismo: impasibilidad, frialdad pero también preocupación por sus sobrinas, dualidad una vez más.
Weil deja un libro en el que podemos leer una historia acaso ya conocida aunque con otros nombres, fueron muchos los que la padecieron, o una novela para leer entre líneas. Cuanto mayor sea la profundidad de la lectura, más desgarradora se vuelve la historia, del mismo modo que cuanto más de cerca nos toca una desdicha, más fácil es que no la olvidemos. Nos dirige además hacia un final que intuimos en un primer momento y que no dudamos a medida que se acerca de forma inexorable, convirtiendo este libro en una de esas historias cuya percepción mejora con el tiempo, ya que la visión global, el conjunto, van asentándose una vez se ha cerrado el libro.
A veces, un libro te lleva a otro que es igual o incluso mejor que el primero, estableciéndose una suerte de cadenas imaginarias de títulos. Y vosotros, ¿alguna vez habéis llegado a un título por haber visto que se nombra en otro libro?
Gracias.
lunes, 16 de mayo de 2016
Los bosques imantados. Juan Vico
"Una lámpara de queroseno. La calavera de un elefante. Dos manzanas medio mordidas. La esfera golpeada de un reloj.
Alguien, alguna vez, le desveló la naturaleza de esas enigmáticas y cambiantes masas.
Minúsculas gotas de agua suspendidas en la atmósfera. Nada más."
Sucede cuando lees, que vas descubriendo nombres de escritores que te apetecen, letras que quieres probar. Uno de esos nombres surgidos en los últimos tiempos era el de Juan Vico, por eso fue una sorpresa ver un título suyo entre las novedades y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Los bosques imantados.
Todos conocemos a Houdini y lo que representó en su momento. Muchos han intentado seguir su estela, algunos a través de sus memorias incluso publicadas por él. Como siempre, hay un rumor: dicen que un periodista francés le ayudó a escribirlas. Ahí es donde recoge Juan Vico el testigo y nos presenta a Víctor Blum, protagonista de su último libro.
Conocemos a Víctor Blum mientras viaja a los bosques de Samiel. Estamos en 1870 y el ocultismo y el sensacionalismo están viviendo un auge, un momento en el que pseudociencias como el mesmerismo que habla de imanes y corrientes magnéticas internas que sanan, parecen enfrentarse a las ciencias convencionales. El bosque de Samiel es una zona de encuentro por sus poderes curativos y este año, en el que además hay un eclipse, un abanderado de estas pseudociencias llamado Locusto, acudirá al bosque. Por eso va Víctor Blum, para desenmascarar a Locusto, ya que al periodista no el mueve la fe, es un hombre escéptico.
El libro nos presenta a su protagonista con dos libros sobre el regazo, uno de Verne y otro sobre el mesmerismo. Gran presentación y casi resumen de uno de los ejes de la novela. Además, lo une con Houdini, a quien convierte en una suerte de mentor de Blum que bebe de muchas de sus frases e ideas que usará para sus razonamientos. Tenemos de este modo la realidad, la farsa y la puesta en escena. Ahora diferenciemos entre la farsa convenida por las dos partes, el que representa y el que la consume ya sea en forma de truco o libro, y aquella en la que una parte sabe que es farsa y la otra no. Hablemos de la sustitución de la fe por el ocultismo y de las ciencias por las pseudociencias, aunque alguna como el mesmerismo terminase derivando en lo que hoy conocemos como hipnosis. Sumemos a todo esto un bosque con supuestos poderes de sanación, un personaje que sabe como aprovechar toda esta superstición o esperanza en su propio beneficio y un misterio. Y con todo ello ya tendremos la novela de Juan Vico. Porque es evidente que hay un misterio, de hecho ese misterio es el que le permite estructurar el libro como si se tratase de una novela negra, aunque eso no es más que otro truco o tal vez otra pequeña dosis de la ironía que tiñe toda su historia, para llevarnos por un camino mucho más interesante.
Como una gran puesta en escena, Juan Vico maneja el ritmo y el tono convirtiéndo ambos en los dos rasgos sobresalientes de una historia ya de por si interesante tanto por la época como por el tema. Junto a Víctor Blum conoceremos a personajes dispares tales como su casero, periodistas que buscan el sensacionalismo frente a la verdad para conseguir público, lugareños, creyentes y detractores del supuesto fenómeno curativo del bosque que irán dejando sus impresiones a lo largo de la novela creando un espacio para la opinión del lector (la de su protagonista la vamos a tener clara desde un primer momento). Libreta en mano y sorprendiéndonos con alguna referencia literaria, acompañaremos a Blum en su camino para resolver los misterios que esconde una novela que juega permanentemente en ese espacio que hay entre lo real y lo inventado cuyo autor maneja de forma férrea para que no se le escape ni siquiera cuando aparece un cuerpo.
Me ha gustado Los bosques imantados, incluso me he sonreído algún rato ya que hay paralelismos que se ven de lejos con situaciones que no nos son ajenas en absoluto pese a que la novela se ambiente hace más de un siglo. Me ha parecido una novela con una gran puesta en escena y un argumento diferente a los habituales. Pero, sobre todo, me ha parecido que Juan Vico es una voz muy interesante a la que seguir.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
viernes, 13 de mayo de 2016
Sin palabras. Edward St. Aubyn
"Cuando aquella reliquia de la Guerra Fría llamada sir David Hampshire le había propuesto presidir el comité del Premio Elysian, Malcolm Craig pidió veinticuatro horas para meditarlo. Le desagradaba visceralmente Hampshire, epítome del mandarín del colegio privado, que todavía era secretario permanente del Ministerio de Asuntos Exteriores cuando Malcolm acababa de entrar en el Parlamento."
Los libros sobre libros nos gustan, y las sátiras sobre ellos también, los que entran en las salas y cuentan esas pequeñas maldades. Yo llegué a este gracias a la recomendación de Bernie y hoy traigo a mi estantería virtual, Sin palabras.
Conocemos a Malcolm Craig cuando es invitado a presidir el comité del premio Elysian. Pese a su nulo interés literario acepta y le tocará junto al resto de los jueves elegir el título premiado ese año. Gracias a ello conoceremos sus estrategias para que su criterio quede sobre los demás, y también a un grupito muy peculiar de postulantes para dicho premio.
Supongo que hay muchas maneras de encarar la reseña de una novela como esta, y además todos conocemos los premios literarios, su mala fama y prestigio decadente y todo lo que creemos que hay detrás, ya sea verdad o leyenda urbana. Sin embargo, y puesto que estamos ante una sátira, situémonos un poco con Sin palabras, para así poder captar el significado de cada una de sus frases no dichas.
Edward St. Aubyn se quedó con las ganas del Man Booker en 2006 (y parece ser que no ha sido la única vez), si bien no dijo nada al respecto. A partir de este pequeño dato, y pese a que St. Aubyn siempre ha rozado la comedia, podemos jugar a los paralelismos entre el Booker y el Elysian y barajar hipótesis sobre la empresa que lo financia, los postulantes y, sobre todo, el jurado. No lo negaré, es francamente divertido hacerlo, pero para ello hay que conocer a cada uno y, no nos engañemos, nos llegan los premiados, pero el premio y su dinámica y jurado nos son bastante ajenos si no vivimos en su país. Por eso, y advertido este punto como un extra jugoso para quien siga de cerca el Man Booker, lo mejor es valorar la novela sin pararnos a buscar nombres para las caricaturas.
Tenemos un jurado capitaneado por un político que tuvo que retirarse tras unas declaraciones poco afortunadas, una académica, una personalidad de los medios, más política e incluso un actor. La relevancia mediática está asegurada. Así que habrá que elegir el título premiado entre aquellos escritos en inglés. Aunque queda clara una cosa, eso no significa leer a todos los supuestos nominados. Evidentemente la competencia es feroz, tanto por el premio en sí, como por la relevancia y el aumento de ventas que produce en el título premiado. Así que toca elegir, y desfilarán escritores que acumulan libros rechazados, otras cuyo agente parece olvidarse de ellas ... y las relaciones posibles o cruzadas entre algunos de ellos, ex novias incluídas.
El libro es divertido, no se puede negar. Es una comedia inglesa, si bien no de enredos, sí literaria, en la que destaca el buen hacer el autor que satiriza hasta caricaturizar a algunos personajes mientras deja una parte real que contrasta con ese extremo. A medida que el lector avanza se olvida de si está aludiendo a tal o cual premio para pasar a divertirse, sintiéndose casi entre bambalinas y descubriendo incluso favoritismos por alguno de los personajes. Por supuesto, lo que no os voy a contar es como termina.
Siempre he pensado que es más fácil escribir un drama que una comedia, y que es más fácil hacer llorar que reír, al menos en la literatura. Así que decidme, ¿cuál fue el último libro que os hizo reír?
Gracias.
jueves, 12 de mayo de 2016
Camille. Pierre Lemaitre
"Un acontecimiento se considera decisivo cuando desbarata nuestras vidas por completo. Camille Verhoeven había leído esta afirmación unos meses antes, en un artículo sobre La aceleración de la historia. Ese acontecimiento decisivo, sobrecogedor, inesperado, capaz de provocar un cortocircuito en el sistema nervioso, lo podrán distinguir inmediatamente del resto de accidentes vitales porque transmite una energía y una intensidad particulares. En cuanto ocurra, serán conscientes de que sus consecuencias van a ser de proporciones gigantescas, de que lo que ha pasado es irreversible.
Por ejemplo, tres disparos de una escopeta de repetición sobre la mujer que uno ama."
Tras Irene y Alex, y sí Rosy & John aunque fue una tercera entrega que se coló sin avisar, era inevitable leer el cierre de la serie sobre Camille Verhoeven de Lemaitre. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Camille.
Cuando comienza la historia Camille tiene una relación con una mujer llamada Anne. Y es algo que no olvidaremos a lo largo de la historia ya que Anne es brutalmente atacada y abandonada casi sin vida durante el atraco a una joyería. Cuando Camille se entera, hará todo lo posible por quedarse con el caso, ocultando su vínculo personal con la víctima para así poder dar caza a quien hizo eso a la mujer que ama. Lo que no saben ninguno de los dos es que el agresor parece dispuesto a no correr riesgos; la mujer no debió sobrevivir.
Lemaitre avisó de que sería una saga corta la de Camille, de hecho inicialmente iba a ser una trilogía. Con el volumen que lleva como título el nombre de su protagonista, el círculo se cierra en más de un sentido, y pone punto y final a la historia de este carismático personaje marcado tanto por su carácter, como por su altura. Un comienzo agresivo en el que Lemaitre aprovecha uno de sus puntos fuertes, la tremenda capacidad para proyectar imágenes en el lector, presentando la brutal agresión sufrida por Anne, la pareja de Camille. Casi mastica las palabras ralentizando el tiempo para disfrutar del horror que puede provocar así en el lector y hacerle comprender el que sufre el propio Camille al ser testigo de la agresión gracias a las imágenes de una cámara de vigilancia. Y, aprovechando esa sensación, sentimos como si la tierra volviera a girar a la velocidad normal y nos adentramos en esta historia que dura tres días y que cuenta con el punto de vista de tres personajes: Camille, Anne y el propio ladrón que hablará además de forma directa. Y esa es la gran novedad de la última entrega de esta serie que, por lo demás, me ha resultado más previsible que las anteriores, sobre todo en su parte final. Es cierto que el haber recibido los libros de forma tan seguida, dificulta que el lector no se acostumbre a los giros y formas y le coja el punto a los trucos del escritor, pero uno no puede evitar querer ser sorprendido siempre y eso empaña un poco la lectura.
Con todo, el personaje de Camille sigue siendo sobresaliente, esta vez con un equipo más reducido que nunca (confieso que me he quedado con ganas de más Louis), vemos como pisa peligrosamente las líneas de lo correcto en su trabajo para dar caza a quien hizo eso a Anne. La desesperación y su necesidad casi vital son palpables desde el primer momento, y el autor en la parte central del libro se encarga de desarrollar ese punto uniendo además este libro con tramas anteriores que no desvelaré. Pero sí os digo que esta vez convendría leer los anteriores para llegar a este. La violencia sigue presente de forma frontal y el autor no escatima en detalles, huellas de sangre o golpes precisos para horror de un lector incapaz de apartar la mirada de lo que nos relata. Y no sólo eso, sino que consigue que no resulte ofensivo, que se antoje necesario en sus novelas esa suerte de exhibicionismo (eso sí, en cantidad muy moderada) como si fuera una marca de la casa. Exactamente igual que lo es que nos recuerde que la estatura de su protagonista es inversamente proporcional a sus logros policiales. No sería Lemaitre si no lo hiciera así.
Una novela que, sin llegar a Alex, sigue manteniendo el ritmo y la intriga adecuados para conseguir que el lector no levante la vista del libro. Muy entretenido para esas tardes piscineras que se aproximan.
Y vosotros, ¿qué tipo de libros buscáis para esas tardes de sol, sombra y pereza?
Gracias
miércoles, 11 de mayo de 2016
Cero K. Don DeLillo
Me lo dijo mi padre, de pie junto a las ventanas francesas de su despacho de Nueva York; gestión privada de la sanidad, fondos fiduciarios dinásticos, mercados emergentes. Estábamos compartiendo un punto temporal curioso, contemplativo, y ese momento estaba rematado por sus gafas de sol vintage, que traían la noche al despacho."
Muchos somos los que hemos vivido como un acontecimiento la publicación de este libro. Hay escritores que así lo merecen. Hoy traigo a mi estantería virtual, Cero K.
Conocemos a Jeff Lockhart durante su traslado a lo que parecen unas instalaciones secretas. Se dirige a lo que descubriremos como la Convergencia, un lugar en el que su padre Ross le espera junto a su segunda esposa Artis. Artis está enferma y se va a someter a un estado de suspensión hasta que el mundo esté preparado para porporcionarle una cura, y lo hará mediante la criopreservación. Jeff ha acudido para despedirse, para acompañar a un padre que lo abandonó a él y que estaba en la portada de una revista mientras su primera esposa, madre de Jeff moría. Jeff es el hijo. Ross le comunica su decisión: parece querer someterse al mismo proceso que su esposa.
No es una novedad que DeLillo hable de la muerte. Sin embargo hace de la muerte un elemento central en esta novela cuyo protagonista real es el tiempo y la vida. Jeff ha vivido con un padre de nombre ficticio hasta conocer al suyo y Ross ha vivido para convertirse en un magnate, en un hombre importante. La vida cambia a las personas y Jeff acaba por saber quién es su padre, y Ross parece haber decidido renunciar a todo para irse con su esposa Artis. La conclusión es indudable: otro abandono para su hijo, ese que ahora parece ser el hijo, el único el heredero. DeLillo no se complica y se agarra a la criogenia, esa vieja conocida, para dar una prórroga supuesta a la muerte, para otorgar a sus protagonistas el destello de una no mortalidad. Y aborda la individualidad y la identidad de las personas para acercarse a la vida. Utiliza unas instalaciones anodinas, frías, con lugares indiferenciados en el que las proyecciones no tienen sonido y las figuras humanas son muñecos sin vida. Tal vez por eso el padre de Jeff decide dar el paso; tal vez si olvidamos aunque sea por permanecer en un entorno así, quienes somos, nos importe menos perder. Y por eso Ross parece perder la memoria, olvidar lo sucedido en otro tiempo, como si ya perteneciera a otra vida.
El tiempo: la madre de Jeff adivinando la hora, sin reloj, un reloj nuevo de regalo, su ausencia en las habitaciones... el paso del tiempo como protagonista en una vida de gestos.
DeLillo trabaja mucho con sus personajes. Nos cuesta mucho que el padre de Jeff nos caiga simpático. Incluso cuando decide cambiar de idea nos cuesta. Jeff, narrador de su historia excepto un fantástico momento en el que Artis toma la palabra y del que no os daré más pistas, es diferente. Sentimos su abandono y sus miedos, sabemos en lo que no se quiere convertir, vemos su relación con Emma, su fragilidad, su necesidad constante. La relación padre e hijo monopolizarán una parte de la historia dejando tan desnudo al hijo como inaccesible en algún modo a un padre que vemos siempre con un destello idealizado. Y sobre todo, sus personajes son humanos, cambiantes, se equivocan... son extraordinariamente humanos lo que contribuye a que sigamos con ellos hasta el final.
Cero K es una novela de temas complejos: la vida, la muerte, las relaciones, las creencias.. que el autor lleva con mano maestra. El placer de leer a DeLillo reside en el simple hecho de leer a DeLillo pero, más allá de eso, está el dejarse llevar por una trama que explora los recovecos del alma. Me ha parecido una gran novela para uno de los grandes escritores contemporáneos. No puedo dejar de recomendaros su lectura.
Como comentaba al principio, este es uno de los títulos que esperaba este año 2016. Y vosotros, ¿podéis compartir algún título de los que tenéis apuntados para este año, se haya publicado ya o no?
Gracias.
Fuente de la imagen: Instagram Mientrasleo
martes, 10 de mayo de 2016
Vernon Subutex 1. Virginie Despentes
"Hasta que te haces viejo no entiendes que la expresión "joder, cómo pasa el tiempo" es la que mejor resume de qué va todo esto."
Y es más que seguro que no habrá mejor sinopsis que esa frase de todo lo que representa el título que hoy traigo a mi estantería virtual. Traigo, Vernon Subutex 1.
Conocemos a Vernon cuando ya ha cerrado su tienda de discos. La crisis le golpea duramente, y él tampoco hizo nada por evitarlo especialmente. Ahora tiene las grabaciones testamentarias de un amigo fallecido, el amigo se ha convertido en una famosa estrella de la canción y Vernon las conserva con unas pocas cosas más al ser desauciado de su casa por no pagar. Recorrerá París de casa en casa, de vida en vida presentando historias de personas conocidas hace veinte o treinta años, cuando todo era mejor.
Un comienzo rápido nos sitúa: la llegada del cd, la crisis, la accesibilidad en la red... todo ello puso un poco de su parte para que los ingresos de la tienda de discos Subutex, fueran bajando. La crisis hizo el resto. Su propietario, Vernon, ha ido perdiendo sus ingresos, vendiendo sus tesoros en ebay y pensando que todo era un mal sueño. Ahora se ve en la calle, y en su búsqueda de alojamiento casi diaria, recorreremos las historias de quienes fueron sus amigos en la veintenta y han visto pasar los años hasta llegar a la cincuentena. Así conoceremos a un escritor de derechas, una actriz porno retirada que busca la forma de seguir teniendo ingresos, un transexual, una chica hija de una actriz porno muerta, un productor, una periodista que quiere escribir el libro de su vida y Sylvie, ex novia de un amigo de Vernon con un toque casi bipolar. Vernon irá de casa en casa y de vida en vida mientras recuerda otros tiempos y piensa en su amigo Alex muerto y en las cintas que tiene y el supuesto valor que pueden tener. Vernon camina, pasea, reniega de su situación y también de la de aquellos que mejoraron y salieron de una vida que fue cobrándose víctimas a golpe de excesos. Y seguimos su ruta mientras conocemos la existencia de una investigación, descubrimos mundos, versiones... y también a la hiena, el personaje moderno y funcional que se adapta a la era digital para sobrevivir y sacarle partido; y busca las cintas, a Vernon.
Despentes comienza así una trilogía en la que sitúa a un protagonista que representa la decadencia; no sólo de una persona, también de un estilo de vida que ha sido arrollado por las nuevas tecnologías y por la crisis. Atropellado sin piedad y enviado a la cuneta y, desde esa cuneta a la que los parisinos no miran, aprovecha para hacer un repaso de la sociedad del nuevo siglo en la ciudad de la luz. Una ciudad que se aleja mucho del concepto glamouroso al que siempre asociamos París. De este modo coloca los problemas de la sociedad actual sobre una fría mesa de autopsias y los enfoca sin piedad alguna para mostrar que el descontento, la pobreza que no se quiere reconocer como tal, la desesperanza, la infidelidad, las drogas y la desigualdad parecen ser las marcas del mundo moderno. Centra su mirada en esa otra ciudad que muchas veces parece no quererse ver y lo hace con un estilo directo y desprovisto de adornos superficiales convirtiendo su prosa en un arma efectiva ante los ojos de un lector que pelea por no sucumbir al desencanto mientras sigue la pista de las cintas del artista muerto.
Vernon es un gran personaje, no busca ser antihéroe de nada, y parece no querer agarrarse en una caída que se va acelerando. Un personaje del que es difícil apartar la mirada, con una fuerza en sus palabras que provoca que parezca renegar de la compasión que el lector pudiera tenerle. Creo que a todos nos hubiera gustado conocer Subutex. O tal vez todos tuvimos una en nuestro barrio.
VernonSubutex 1 es lo primero que leo de Virginie Despentes. Sé contar. Ya estoy esperando a que salga el 2. Merecen la pena.
Ayer no os pregunté, ahora que caigo, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias
lunes, 9 de mayo de 2016
Poeta en Nueva York. Federico García Lorca
Norma y paraíso de los negros.
Odian la sombra del pájaro
sobre el pleamar de la blanca mejilla
y el conflicto de luz y viento
en el salón de la nieve fría.
Odian la flecha sin cuerpo,
el pañuelo exacto de la despedida,
la aguja que mantiene presión y rosa
en el gramíneo rubor de la sonrisa.
Aman el azul desierto,
las vacilantes expresiones bovinas.
la mentirosa luna de los polos,
la danza curva del agua en la orilla.
La víspera de un 13 de julio en 1936, Federico García Lorca fue al despacho de su editor, José Bergamín, y no lo encontró. Dejó allí una nota que decía: He estado a verte y creo que volveré mañana. Lorca no volvió, pero sobre aquella mesa depositó el manuscrito del libro que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de Poeta en Nueva York.
Con este comienzo, no es de extrañar si digo que la historia de la publicación de este libro daba por sí sola para otro. Pero, anécdotas comprobadas o asumidas, es necesario comenzar diciendo que Poeta en nueva York es uno de esos libros imprescindibles, para aficionados o no a la poesía, que además en este caso suma la vistosidad de una cuidada edición que recoge sus poemas divididos en sus diez epígrafes corresponientes y que se ve cerrada por una pequeña nota que nos pone en situación así como una biografía del autor del poemario.
Es muy difícil hablar de poesía, explicar lo que se siente al leer un poema. es difícil no sentir que uno no está a la altura de esa lectura o de cualquier análisis. Sólo nos queda interpretar las palabras, los silencios. De hecho, siempre he pensado que los versos son cortos para que el lector rellene los renglones con los sentido en esas palabras. Y en Poeta en Nueva York he tenido sentimientos encontrados. Frente a la belleza de las palabras, la geométrica belleza de una ciudad poblada por gentes infelices, protestas, un lugar casi sin corazón. Reyes oprimidos en Harlem, los negros, el Hudson. Todo está ahí. Una ciudad que duele en sus letras, tal vez porque la conocía en el 29, momento de la gran crisis, tal vez por el contraste con el lugar del que llegaba y el impacto que casi seguro le provocó, pero está claro que Poeta en Nueva York es un libro que esconde muchos símbolos y significados en sus poemas. Dibuja una ciudad que duele, desnaturalizada, fría, y cómo pide por la libertad y la belleza, por la armonía y la naturaleza en cada una de sus letras.
No todos los poemas son de amor, gracias a Dios, ni falta que hace. Al menos no de amor romántico para que su autor desnude sus sentimientos verso a verso y que el lector sea capaz de recogerlos. Lorca se desnuda y nosotros, lectores, vemos la gran ciudad a través de sus ojos, los ojos de un genio, en un libro imprescindible. No olvidemos la poesía.
Es cierto que a veces la poesía intimida, nos acercamos recelosos, con miedo incluso. ¿O vosotros sois de los que leéis poesía?
Gracias.
sábado, 7 de mayo de 2016
Entrevista a David Mitchell
Imagen tomada del tw del escritor |
- Hay quienes vieron en Mil Otoños un aburguesamiento de su escritura dejando de lado la fantasía.
- Mil otoños tenía que ser una novela histórica por fuerza, no había otra manera de escribirla, por tanto no podía tener fantasía. En Relojes de hueso quería analizar la inmottalidad desde el punto de vista de los mortales, la inmortalidad no existe así que era imposible no acudir a la fantasía. Mi trabajo consiste en hacer realidad cada libro tal y como cada libro quiere ser, lo mejor que pueda. No considero que forme parte de mi trabajo preocuparme por el género literario. Si que es mi trabajo elegir el género y preocuparme por evitar las trampas comerciales y aportar originalidad, pero no lo es preocuparme de si una novela histórica es respetable o una fantástica es menos respetable por eso. El primer principio de mi literatura es la lealtad hacia el libro que todavía no ha nacido.
- Toda novela tiene un número.
- Sí. Esta es la sexta novela, seis partes, seis géneros, seis décadas desde los 80 hasta 2040, seis etapas de la vida. El número seis es de color amarillo intenso para mi.
- Hace varios años, cuando todavía la estaba escribiendo, dijo que Relojes de hueso "tiene algo de fantasía en su corazón y política en la cabeza".
-Sí, curiosamente sigue siendo así. Es raro que con un plan tan a largo plazo para esta novela no lo haya cambiado. Es una descripción muy válida. Tenía que tener cuidado porque cuando hablo de Irak, alguien podría cuestionar la seriedad de mi trabajo. Al fin y al cabo en la parte quinta todo es fantasía, ¿por qué no iba a ser irreal también la crítica a la intervención en Irak?
La alternativa era escribir un libro seguro, que nadie cuestionara parte alguna de él, que nadie pensara más allá de lo que lee, pero creo que ya hay demasiados libros así.
- Pero curiosamente, New Yorker la calificaba como novela teológica.
- Sobre la teología tiene una cierta lógica. Pero creo que no tenía la teología como leit motiv al escribirla, aunque creo que sí puede verse de esa manera. Quizás esa sea la razón por la que en la última parte se tenga la sensación de que no hay Dios en los cielos y que no hay ayuda para la humanidad. Que no hay una fuerza divina que pueda ayudarnos, aunque en las últimas cinco páginas aparece un barco que es una esperanza.
- Iremos siendo testigos de una evolución narrada con sutileza: la Holly impulsiva del comienzo va perdiendo pasión con el paso del tiempo, pero va ganando inteligencia y templanza; lo más importante de la obra no es el envoltorio (plagado de aventuras, luchas, giros inesperados y sorpresas), sino esa constante transformación de la joven. Casi una bildungsroman.
- Vemos como Holly pasa por diferentes etapas de su vida y en cada una de esas fases representa un arquetipo literario distinto. En la primera fase es una adolescente, una época fascinante, medio niña medio adulta. No me extraña que haya tantos libros fantásticos en los que el personaje se halle en esta fase de su vida. En la segunda fase es la amante, en la tercera es madre, en la cuarta es viuda, en la quinta es una guerrera y en la sexta es una vieja sabia, una especie de druida y también es abuela.
- ¿Fue Holly Sykes la columna vertebral de la novela o eran las diferentes partes las que fueron llamando a la protagonista?
- Solo es la protagonista principal en las partes 1 y 6, en las otras partes es secundaria de lujo. Conque en parte tuve que pensar en ella mucho en sus partes principales y más en la estructura y la trama en las otras.
Con frecuencia me gusta hacer que en mis novelas encajen cosas incompatibles. Cómo puedo hacer que estas experiencias, escenas, pasajes, personajes, y lugares encajen en la novela sin que esta estalle en mil pedazos.
- ¿Por qué parece tan importante para ti escribir en primera persona? ¿Qué tiene la primera persona que no te aporte la tercera, mucho más habitual, a la hora de escribir?
- Porque responde a muchas preguntas. Si empiezo con un personaje y pienso mucho en él... sobre lo que opina acerca del sexo, trabajo, espiritualidad, dinero, las relaciones humanas, experiencias en la niñez, el poder o el lenguaje. Si sé qué piensa sobre esos puntos, sé qué va a hacer y así el argumento se mueve alrededor de él y sé cómo va a responder ante los estímulos externos. Conoceré la relación que tiene ese personaje con sus pensamientos y sus impulsos, de esa manera le conozco interiormente y es esa intimidad la que conforma mis novelas.
Pero también porque constituye un filtro de la realidad. Si escribo en tercera persona nunca sé qué dejar fuera. Me es más fácil describir algo como lo veo yo que como un narrador omnisciente. Si tuviera que hacerlo nos abría por dónde empezar, o qué importancia dar a cada cosa, a su localización, su historia, su formato. Sin embargo en primera persona, cada uno de los personajes a los que conozco íntimamente sí me dicen qué es lo importante para ellos y qué es lo que tengo que contar.
- ¿Cuánta importancia le concedes al lenguaje a la hora de escribir tus novelas?
- Siempre estoy valorando cuál es la mejor palabra, la mejor frase, la mejor forma de hacerlo.
Es difícil pero también es un gozo. Soy un fanático de las palabras, soy un empollón de sus formas, sus sonidos y el color de cada una. De su propia personalidad Incluso de palabras que significan lo mismo, según quiénes las usan, y en qué profesiones son utilizadas.
No me interesa hacer algo más ligero. No tengo disciplina, así que si el trabajo no es un gozo acabo viendo vídeos antiguos de Star Trek. Si intentase escribir algo que no amase, fracasaría estrepitosamente.
Tengo que dar las gracias a El placer de la lectura, sin quien hubiera sido imposible la entrevista y además no puedo dejar de recomendaros que os paséis por su estupenda web. Aquí está su enlace a la entrevista, completísima y con fotos.
Además mi agradecimiento a David Mitchell y a todos los que pasáis por aquí.
Gracias
Bibliografía:
-Relojes de hueso
- Mil otoños
- El bosque del cisne negro
- El atlas de las nubes
- Escritos fantasma
jueves, 5 de mayo de 2016
El tenis como experiencia religiosa. David Foster Wallace
"La belleza humana de la que hablamos aquí es de un tipo muy concreto; se puede llamar belleza cinética. Su poder y su atractivo son universales. No tiene nada que ver ni con el sexo ni con las normas culturales. Con lo que tiene que ver en realidad es con la reconciliación de los seres humanos con el hecho de tener ese cuerpo."
Tenía muchas ganas de que llegase a las librerías este título. Con un afán casi coleccionista, lo reconozco, voy cogiendo títulos que me lleven a tener todo lo publicado por el autor. Hoy traigo a mi estantería virtual, El tenis como experiencia religiosa.
David Foster Wallace se quitó la vida el 12 de septiembre de 2008. Desde entonces, su leyenda como escritor ha ido creciendo en la misma media que lo hicieron durante los días siguientes a su muerte las muestras de pesar de los internautas. Es algo inevitable cuando se trata de una figura como la de David Foster Wallace, como también lo es que vayan apareciendo recopilaciones de relatos y ensayos, entrevistas y opiniones a lo largo del tiempo. Ese es justo el caso de hoy, un librito de apenas cien páginas presentado por Literatura Random House que iría inicialmente dirigido a los incondicionales del escritor. En él, y separados por diez años, se recogen dos relatos escritos por Wallace sobre el deporte.
Wallace fue tenista. Su pasión por el deporte ya se había visto reflejada anteriormente en sus letras (no hay más que mirar en La broma infinita para tener una conciencia clara de lo que el escritor pensaba y sentía por el tenis), así que no nos pilla de nuevas. De hecho lo practicó con bastante éxito hasta que, la cercanía de lo profesional, la importancia de su juego, provocaron que perdiera ese interés al convertirlo en algo demasiado importante. Sin embargo no hay más que leer este libro para palpar la pasión que seguía sintiendo por él. Wallace, ese cuya imagen todos conocemos con su camiseta y pañuelo y pinta entre genio y nerd, lo más alejado posible a la concepción clásica del atleta norteamericano; entra en el mundo del tenis para demostrarnos en un primer título que, si bien los animales hermosos están en la pista, el verdadero zoológico, el merchantising y las luces de oropel se encuentran en las gradas. Es capaz de dibujar con la misma naturalidad la belleza del juego, que el contraste ruidoso mezclado con las marcas deportivas que se exhibe entre el público, esa suerte de extravagancia que se pavonea en muchos de estos eventos incluso a día de hoy. La vigencia en la mayor parte de los casos está más que asegurada. Incluso los nombres de tenistas no se nos antojan lejanos y conocemos a todos los nombrados recordando algunos de sus momentos estelares.
El segundo título es un duelo. Un enfrentamiento que revestido de toda la admiración de quien no quiere perderse nada. Descubrimos aquí a un Wallace apasionado, presa de ese enamoramiento no romántico que sólo se tiene ante quien se admira profundamente, que bebe con los ojos cada movimiento, cada gesto, cada detalle... Ese torrente de emoción contagiosa que se desata ante los movimientos de quien no duda en describir como el mejor tenista, increíble, imposible, único. Federer. Federer como punto de mira, como centro de atención; Agassi a cámara lenta, Nadal dando saltos cual boxeador entrando en calor, tiempo parado, emoción lenta... y Federer sobresaliente. Eso es lo que nos regala Wallace en su segundo título, el retrato de una pasión declarada sin necesidad de poner la rodilla en el suelo y sacar un anillo.
Y entre uno y otro, del US Open a Federer, el lector se contagia dejándose llevar por un deporte que tal vez hasta ese momento le había pasado inadvertido. O tal vez no, tal vez, simplemente disfruta de la posibilidad de ver este deporte a través de otros ojos, de otra vida. ¿En mi caso? En mi caso es fácil, partía con la ventaja de saber que iba a leer a Wallace.
Poco a poco me voy haciendo con todos los libros firmados por David Foster Wallace, a sabiendas incluso de que algún relato puede repetirse. Hay algo de coleccionista que atesora en el lector, y se deja llevar por las letras de un género o persona. Uno de los míos es David Foster Wallace. Y vosotros, ¿sois incondicionales de algún escritor?
Gracias