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viernes, 5 de octubre de 2018
El diccionario de Lemprière. Lawrence Norfolk
"Dentro del carruaje, los dos pasajeros sintieron la proximidad de la urbe al alcanzarles sus tentáculos: París, la ciudad de las blancas paredes enlucidas, de las casas abuhardilladas y del Palais Royal, por donde pasearían más tarde los dos admirando las celosías de sus rejas y sus castaños de Indias, tratando de descubrir humildes construcciones que mostrarían ser extraordinarias, cada una a su modo, una escuela de trompeta, una fábrica de papel de decoración, o una entrada a las catacumbas que acribillan las tripas de la ciudad con pasadizos y galerías, porque el subsuelo es muy calcáreo, hasta el punto de que se sabe de edificios que han desaparecido durante la noche, o incluso en pleno día..., no en vano es una ciudad de repentinos colapsos y de rumores de colapsos que a la postre resultan verdaderos. París. Ciudad de amantes que el carruaje aborda por la Rue de Sèvres a trote de paseo, obligado a refrenarlo por los boyeros y los carreteros. Juliette inclinó su cabeza contra el cristal para observar la ciudad que venía en tropel a su encuentro, atraída primero su atención por algunas agujas y tejados aislados hasta que ya no hubo a su alrededor más que edificios. El cochero estaba pasando por la barrera del fielato y ahora se adentraban por calles llenas de floristas, amanuenses, mujeres pregonando sus dulces y hombres que vendían arenques en adobo de vinagre y cebolla. El olor le trajo toda clase de recuerdos. El carruaje se detuvo finalmente en la Rue Notre Dame des Victoires y ella saltó al suelo, que se hizo duro y real bajo sus pies, cristalizando en aquel París que era, de pronto, la ciudad del retorno".
Leí El rinoceronte de papá y, contra todo pronóstico con ese título, me encantó. Por eso me decidí a buscar más libros del autor. Hoy traigo a mi estantería virtual, El diccionario de Lemprière.
Estamos en 1788, momento en que conocemos al joven John Lemprière. Se traslada a Londres para reclamar su herencia paterna vive obsesionado con los mitos clásicos y la importancia que tienen en su vida, además, y como supuesto remedio a dicha obsesión, está investigando y escribiendo un libro. Pero no será esa investigación la única que realice, ya que se da cuenta de que todos los miembros varones de su familia han muerto asesinados.
Lo primero que me sorprendió fue descubrir que comparaban a Norfolk con el Eco de El nombre de la rosa por esta novela. Sin embargo, no necesité muchas páginas para comprender el motivo. Si bien el protagonista en este caso es casi un friki, un empollón erudito a ratos incluso demasiado resabiado, es cierto que la pátina de alta cultura que recubre a la novela puede darnos la engañosa sensación de un parecido con aquella otra protagonizada por Guillermo de Baskerville.
Norfolk escribió esta novela con menos de treinta años y, cuando uno la termina de leer, es lo primero que le viene a la cabeza, ¡menos de treinta años!
No tardamos en descubrir el misterio de la novela, el joven John es testigo de la muerte de su padre a manos de unos perros que son a su vez propiedad del padre de la chica de la que está enamorado. Pero si esta muerte podría ser accidental, John descubre un contrato de lo más intrigante entre los papeles de su padre y, a partir de ahí la trama se complica. Una trama con hugones, piratas, mafia, sangre y muchas referencias a mitología. Los giros, las descripciones y los disparates revestidos con esa erudita pátina que antes comentaba, no cesan a los largo de las setecientas páginas que componen esta impresionante novela. El autor, consciente del monstruo que estaba creando, sacrifica en algunos momentos la credibilidad de la trama principal de una forma piadosa y lo hace no por grandilocuente, sino por buenista, convirtiendo de este modo su novela en un homenaje a otras gestas imposibles. ¿Eso qué significa? Pues algo tan sencillo como que el autor, como recompensa al esfuerzo que puede suponer para algunos la lectura de este libro, decide otorgar tras un último golpe de gracia realmente brillante, un final feliz que permita al protagonista y al lector cerrar el libro con la satisfacción del deber cumplido.
El diccionario de Lemprière ha resultado uno de los libros más originales que he leído en los últimos tiempos. Una trama brillante y una capacidad literaria del autor muy por encima de la media lo han convertido a candidato a relectura desde el mismo instante en que pasé su última página.
Y vosotros, ¿os gusta releer?
Gracias.
No lo conocía, pero me has ganado con lo que es una novela original con una trama brillante. Apuntado.
ResponderEliminarBesos
¿Este es el que comentabas que te habían regalado?
ResponderEliminarNo sé.... no me desagrada lo que cuentas, le suma un extra lo de la originalidad, pero prefiero que tú me digas si lo ves para mí o no.
Besos.
Pues no sé si será una lectura para mí, pero hay que reconocer que el párrafo inicial está fantásticamente escrito.
ResponderEliminarYo no soy de releer, pero por falta de tiempo. Prefiero ir descubriendo historias nuevas.
Besitos
Interesante reseña, cómo ya te he dicho en otras ocasiones si que me gusta releer.Besicos
ResponderEliminarUys, que no me sonaba de nada. Me lo apunto, me lo apunto!
ResponderEliminarBesotes!!!
Cuando un libro me gusta mucho, lo leo más de una vez.
ResponderEliminarGracias por tu reseña.
Un beso.
Uy me has convencido lo leeré . Te mando un beso
ResponderEliminarMe has picado la curiosidad, esa mezcla de historias me parece muy original, le echaré un vistazo
ResponderEliminarBesos
Este lo tenía apuntado ya, pinta muy bien, creo que me gustará =)
ResponderEliminarBesotes
No ho sé, me pica la curiosidad que digas que es original, pero por otro lado lo que cuentas no me convence...
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