"Digamos que existe lo que llamaré una ‘literatura industrial’ que se contenta con reproducir hasta la saciedad los mismos tipos de relatos, despacha estereotipos a granel, comercia con buenos sentimientos y sensaciones fuertes, se lanza sobre todos los pretextos ofrecidos por la actualidad para parir una ficción de circunstancias, se entrega a ‘estudios de mercado’ para vender, según la ‘coyuntura’, tal o cual tipo de ‘producto’ que se supone excita a tal o cual categoría de lectores.
Sin lugar a dudas malas novelas. ¿Por qué? Porque no dependen de la creación sino de la reproducción de ‘formas’ preestablecidas, porque son una empresa de simplificación (es decir, de mentira), cuando la novela es arte de la verdad y (es decir, de complejidad), porque al apelar a nuestro automatismo adormecen nuestra curiosidad, y finalmente, y sobre todo, porque el autor no se encuentra en ellas, así como tampoco la realidad que pretende describirnos. En suma, una literatura del “prêt a disfrutar”, hecha en moldes y que querría meternos en un molde. No creamos que estas idioteces son un fenómeno reciente, vinculado a la industrialización del libro. En absoluto. La explotación de lo sensacional, de la obrita ingeniosa, del estremecimiento fácil en una frase sin autor no es cosa de ayer. Por citar únicamente dos ejemplos, tanto la novela de caballerías como, mucho tiempo después, el romanticismo se empantanaron ahí. Y como no hay mal que por bien no venga, la reacción a esta literatura desviada nos dio dos de las más hermosas novelas del mundo: “Don Quijote” y “Madame Bovary”. Así pues, hay ‘buenas’ y ‘malas’ novelas.
Las más de las veces comenzamos a tropezarnos en nuestro camino con las segundas. "
De todos los libros que se han escrito sobre libros, uno de los más famosos es este de Pennac. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Como una novela.
Como una novela más que un ensayo es una petición. Pennac, maestro y padre, pide que a los niños se les enseñe el amor por los libros, por la literatura, que se elijan buenas historias y se libere al niño de los buenos libros elegidos bajo férreas directrices que no tienen en consideración a quién va dirigido salvo por lo que tenga que aprender. Que dejen que la literatura se estudie, pero que los libros se disfruten. Defiende al profesor que lee en voz alta en clase captando lectores para su novela, y muestra algo que me ha llamado la atención y es que es muchas veces más fácil para un jovencísimo lector, salirse de la literatura patria cuando se quiere disfrutar. Y digo que me ha sorprendido por no decir que me ha convencido. Habla Pennac, en una de sus partes más conocidas, de los derechos del lector: uno de ellos no leer. Y afirma sin despeinarse que está bien abandonar libros, ojearlos (u hojearlos) pasando páginas porque el lector no los disfruta y defiende a aquellos que leen en el baño (y no se refiere a esas damas de revista con bandeja y pétalos de flores que se llevan a la bañera un libro y una copa de vino: benditas equilibristas).
Y ahora, una vez contado lo que es este libro precioso escrito de forma sencilla y con ejemplos que destila amor por la literatura, vayamos hacia la pared, apuntemos con la cabeza y despertemos. Y volvamos a empezar...
Como una novela es la utopía de un profesor que ama la literatura, un libro en el que deja volar su imaginación hacia un mundo en el que explica cómo deberían de ser las cosas, pero que sabe que nunca va a llegar. Tiene puntos que son sueños románticos de amores literarios y otros que directamente son pura fantasía, como eso de enseñar la literatura por la propia literatura. Nos habla de formas de elección de libros para la escuela que se acercan más a un debate entre antiguos alumnos que a listas estudiadas por distintos profesores y yo lo leo y pienso que sería bonito, pero que... ¡Ay! Mi pobre y romántico Pennac. No digo que esté mal, a todos nos gusta soñar y levantamos la vista y miramos ese avión que va a saber dónde pero que ahora que lo vemos va a Cancún y nos lleva dentro... pero luego volvemos a mirar al frente y supongo que Pennac lo hace y nos deja los derechos del lector que es, no vamos a engañarnos, la única parte realista.
Como una novela es un libro bonito con el que es fácil empatizar ya que cuenta al lector, ese que disfruta leyendo habitualmente, lo que quiere oír en forma de argumentos inocentes y cargados de amor por la literatura. ¿Y qué pasa entonces con aquel que no es lector empedernido? Bien, pues a ese le dice que uno de sus derechos es el de no leer.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
Leí este libro hace ya muchos años. Me gustó y me reafirmó en la idea de que la lectura ha de ser fundamentalmente satisfactoria. Como profesor de Lengua y Literatura mi principal meta con los alumnos siempre fue fomentar en ellos el gusto por la lectura y Pennac me ofreció un buen número de argumentos válidos. Ahora bien no soy inocente (tampoco lo es el profesor francés) y sé que el deseo no siempre se logra pero también sé que hay que aspirar a la utopía si es que se quiere llegar a algo.
ResponderEliminarSobre qué estoy leyendo yo esta semana, ahora estoy con "El estado del malestar" de Nina Lykke y cuando lo acabe me pondré con "El pagaré" de Scott Fitzgerald.
Te deseo una buena semana
Un abrazo
Qué buena reseña. Entonces es gracias a este libro que se ha hecho viral entre los bootubers el jashtac "Los derechos del lector".
ResponderEliminarSaludos
De mis eternos pendientes este libro. A ver cuándo me animo. Bonito sueño.
ResponderEliminarBesotes!!!
Me pasa como a Margari :-D
ResponderEliminarYo sigo con "Nuestra parte de noche", que es gordito :-)
Un beso y feliz semana.
Me ha bastado la citación inicial para apuntarlo a mi lista de pendientes. Me apetece mucho leer algún ensayo de este estilo y esta obra parece perfecta. Gracias por darnos a conocer libros como este :D
ResponderEliminar