“Nací en Salamanca recién estrenado el reinado de Carlos VII, en el periodo de transición consensuada entre la IV y la V República”.
Estuve posando y cogiendo esta novela, o cogiendo y posando en realidad, durante varios meses hasta que me decidí finalmente. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los años extraordinarios.
Conocemos a Jaime Fanjul, salmantino hijo de los dueños de una mercería. Y lo seguimos a lo largo de su vida, que es de lo que realmente trata este libro. Pero la gran sinopsis es: conocemos a Jaime Fanjul, salmantino de una Salamanca que no es la que nosotros conocemos, porque la Salamanca inventada de Cortés, llega a tener playa (aunque no cuando nace nuestro protagonista).
Es fácil hablar de esta novela y quedarse en la superficie, en la llegada del mar a Salamanca, en la política que representa para España el autor, en los coches que utilizan pensamientos para moverse... explicar que habla de mentideros, que ambienta la novela a principios del siglo pasado cuando su personaje nace y que, pese a que es una gran ficción, la ambientación es magnífica. Esa parte es fácil, es lo primero que percibimos, lo que sobresale. Un poco como decir que La Torre de Pisa, está inclinada. Para esta lectora en cambio, uno de los puntos más importantes de la novela, es el tono utilizado por Cortés en boca del narrador. Un humor desbordante basado en una cierta imperturbabilidad, en la curiosidad que se muestra como obvia, en, por ejemplo, ese niño que recibe un bofetón histórico y levanta la mano para que su padre no haga ruido y así poder escuchar y experimentar con el pitido que oye (y esto es lo que le parece a él extraordinario) dentro de su cabeza. Ese momento que se cita apenas uno comienza la novela, es significativo para saber ante qué tipo de narrador estamos. Y es ese carácter aparentemente imperturbable que cuenta todo de forma socarrona, el que choca de forma brutal con lo absurdo de sus propias palabras. Con el mundo representado, empañado el autor en que lo conozcamos perfectamente para luego deformarlo y provocar la risa. Nos cuenta el narrador que él será la cuarta generación de regentes de una tienda de lencería, pero que no lo será porque la odia y su padre no lo entiende. Nos habla de la muerte de su madre y de su espíritu, solo que nos habla de él mientras estaba viva y salía de su cierto. También de su hermano y hermanas, una de las cuales es la sustituta de otra que falleció hasta el punto de llevar el mismo nombre. Como decía, un caso. Y, como corresponde a la época, el protagonista aprueba la reválida y se traslada a Madrid que no a Espuria, comienza su vida laboral, se enamora, viaja... pero todo a la manera de Cortés. Una manera ingeniosa, criticona y audaz en muchos momentos pero que funciona perfectamente tanto para llamar la atención del lector, que no termina de acostumbrarse a sus prodigios, como para captar toda su atención sobre Jaime.
Comentaré que en esta ocasión además de leer la novela he escuchado el audiolibro leído por el propio autor y, si la novela es divertida durante la lectura, tengo que reconocer que al escucharla se me han escapado más de una carcajada. Posiblemente será cosa mía, pero el tono que le imprime a la historia es pícaro, exagerado hasta el punto de parecer una radionovela y muy muy adictivo.
Sostener una novela como Los años extraordinarios es difícil, y Cortés lo logra sobradamente, quizás porque lejos de caer en el absurdo, lo utiliza para dar un par de sopapos a la realidad en la que nos movemos, dejando caer clichés aprendidos, socializaciones impuestas y demás perlas así, a modo de descuido entre broma y flema.
La novela me ha parecido fresca y, sobre todo, divertida. Dos méritos tan importantes como escasos en la novela actual y, puesto que parece que uno no puede dejar una opinión sin citar a tres o cuatro escritores y creo que yo no lo hice con ninguno, diré que no me reía tanto con un libro desde que leí El lamento de Portnoy (otro monólogo esta vez de un judío, pero esa es otra historia que ya os conté u os contaré).
Lean o, en su defecto, escuchen Los años extraordinarios.
Y vosotros, ¿consumís audiolibros?
Gracias.
Pues no pinta mal, pero ahora mismo no sé si lograré colarlo entre tanto pendiente. Y con los audiolibros no me animo, que no me concentro.
ResponderEliminarBesotes!!!
Mira que la cogimos, la dejamos, la cogimos, la dejamos... y al final, me la regalaron con la Librújula y lo tengo en casa.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado más de lo que pensabas.
Beso.
Al menos, parece original, algo que últimamente no me encuentro muy a menudo. Así que tomo nota. Gracias
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