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lunes, 31 de octubre de 2022

El polaco. J. M. Coetzee

 


     De Coetzee a estas alturas me gusta casi todo lo que he leído. También es cierto que cuando uno escribe Esperando a los bárbaros ya deja buena muestra de su nivel. Y hoy traigo a mi estantería virtual, El polaco.

     El polaco cuenta la historia de un pianista polaco ya de cierta edad (ronda los 70) e intérprete de Chopín llamado Witolz W. que se enamora de una mujer catalana llamada Beatriz que, si bien es amante de la música, no puede decirse que Chopín figure entre sus favoritos. Podría añadir como curiosidad que la novela se ambienta en Barcelona.

     Coetzee tiene un placer manifiesto en su obra a referenciar otras de algún modo en sus creaciones, así nos encontramos a Robinson Crusoe en Foe o a Buzatti en la ya citada Esperando a los bárbaros, por lo que no debería extrañarnos el enfoque romántico que realiza en esta obra. Y es que Beatriz, la parte moderna, la que deja que sea su yo racional el que mire el amor, sería la Beatrice de Dante mientras que el pianista viajero será más la relación entre George Sand y Chopin. Ciertamente Coetzee no nos lo pone muy difícil a la hora de encontrar sus referencias en su obra dejando de este modo un disfrute extra al alcance de todos los lectores. Resulta además curioso en esta novela el hecho de que su traducción al español haya visto la luz antes que el original al inglés, algo que, según el propio autor, es importante para él por su simbolismo (y lo dice aquí). De este modo la traducción es importante tanto dentro como fuera de la novela a la hora de llegar por primera vez al público y eso es, opino, metaliteratura al alcance de unos pocos.

     Coetzee nos presenta en su novela al amante, el pianista, y al amado, Beatriz. Y nos muestra en su novela y sin necesidad de llamarse experimental las anotaciones que Beatriz hace sobre lo que está sucediendo de forma numerada, la practicidad, ¿recordáis? Además, por si alguien se preguntaba cómo era posible la relación planteada, ni el pianista habla castellano ni la mujer habla polaco así que ambos se comunican como pueden en un tercer idioma que actúa de intermediario: el inglés. Idioma que además crea otra desigualdad y es que si bien ella es capaz de dominarlo, el pianista se va a encontrar siempre cojo ante él. Esto hace que la barrera presentada a la hora de entender el enamoramiento sea además tangible en las traducciones a veces erráticas que de algún modo llevan a Beatriz a una posición que no se verá movida hasta su parte final dejando de este modo el autor claro que la comunicación es importante, pero la sensibilidad es vital. De hecho tengo que decir que el final me ha sorprendido mucho ya que, por el desarrollo y también por la brevedad de la obra, esperaba algo bastante más drástico y aséptico, algo más propio de... Coetzee en realidad, y es que en su concepción formal lo podemos encontrar en cada párrafo y cada explicación de la novela.

     El polaco es una novela sobre la importancia de comunicarse, las distintas formas en las que las personas entienden la pasión y el deseo y, sobre todo, lo difícil que es que la otra persona nos conozca y nos vea realmente entendiendo cómo somos, sin intentar traducirnos a su propia versión. Invita de algún modo a derribar barreras y lo hace de una forma excepcional.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     PD: No puedo resistirme, ya que de idiomas y traducciones se trata, a comentar el título, El Polaco, que habréis pensado eso de, pues claro, polaco es el pianista y polaco el libro. Pero se da el caso de que en el idioma original el libro se titula The Pole y yo, que soy una loca de los idiomas, he encontrado también dentro de la novela una explicación para este título. En el segundo capítulo. Y no digo más.

lunes, 10 de octubre de 2022

Los renglones torcidos de Dios. Torcuato Luca de Tena.

 


     "-El hombre es el único animal que se crea necesidades que nada tienen que ver con la subsistencia del individuo y con la reproducción de la especie. No le basta comer alimentarse, sino que condimenta los alimentos, de modo que añaden placer a la satisfacción de su necesidad. No le basta vestirse para abrigarse, sino que añade, a esta función tan elemental, la exigencia de confeccionar su ropa con determinadas formas y colores. No se contenta con cobijarse, sino que construye edificios con líneas armoniosas y caprichosas que exceden de su necesidad: lo cual no ocurre con la guarida del zorro, la madriguera del conejo o el nido de la cigüeña. ¿Hay algo más inútil que la corbata que lleva usted puesta? ¿De qué le sirve al estómago una salsa cumberland o un chateaubriand a la Périgord? ¿Qué añade al cobijo del hombre el friso de una escayola o las orlas en forma de signos de interrogación de los hierros que sostienen el pasamano de una escalera? Pues bien: todo eso que está inútilmente añadido a la pura necesidad... ¡ya es arte!".

     Si hay un libro que ha leído varias generaciones y ha comentado por activa y por pasiva por jóvenes lectores, antes de que ese término tuviera siglas propia, es este. Todos llegábamos, al menos los de mi quinta, más o menos sobre los 15 años a él y todos nos sorprendíamos con el libro de este señor con nombre de fraile. Muchos además discutimos sobre el estado mental de la protagonista, de hecho en mi colegio nos lo pasábamos unos a otros para leerlo. Fue un "libro de moda" que he recordado hace poco, gracias a su estreno en la gran pantalla (juraría que es en la gran pantalla, pero ahora con las plataformas ya no estoy segura). Os hablo de Los renglones torcidos de Dios. 

      Conocemos a Alice Gould, ingresada en un sanatorio mental, según una carta por atentar contra su marido. Según ella ha sido encerrada injustamente debido a los datos descubiertos en su trabajo como investigadora. 

      Este libro nos pasea hasta la puerta de la locura a través de su fantástica protagonista, Alice. Pocas veces un protagonista se gana a un lector como ella, llevándolo por un mar de incertidumbres en las que todo es lo que vemos hasta que descubrimos que nada es lo que parece. Ella se nos presenta y nos acompaña a lo largo de trescientas páginas en las que dudamos tanto de su cordura como del motivo de su encierro. Es una mujer sólida, con una gran credibilidad, que irá logrando ganarse al personal del sanatorio y a la mayoría, sino a todos, de los lectores de su historia. Tal vez el director sea el hueso duro, empeñado en su postura al tocarle ser el contrapeso en este juego de verdades y mentiras que hará que dudemos también de nuestra propia opinión. 
 Que Luca de Tena consiga hacer bailar al lector entre una teoría y otra y regresara la primera para volverse a posicionar es el mayor mérito que le recuerdo a este libro. Pero eso no significa que sea el único. Sus personajes secundarios son tan variopintos como para tener que fijarse en ellos, no hay una sola excentricidad que escape a la pluma del autor, y todos ellos conforman un pintoresco conjunto digno de ser admirado, casi como un cuadro visto a través de una lente o tal vez algo modernista. Es, sin lugar a dudas, un libro que merece la pena leerse, ameno, entretenido y ágil que nos deja un muy buen sabor de boca. No sólo eso, sino que lo paladeamos después de terminado. 

     Termino con una curiosidad, ya me conocéis, llevo rato pensando en no ponerla pero soy incapaz de irme sin hacerlo. Luca de Tena, para comprender mejor este mundo de locos que nos iba a presentar, fingió una psicosis, nada de entrar recomendado o a observar simplemente, optó por el camino difícil. Lo hizo bien, ya que ingresó en una clínica psiquiátrica durante 18 días, y a su salida comenzó este libro que os traje hoy a mi estantería virtual. 

     Los renglones torcidos de Dios es una novela francamente entretenida que creo se disfruta más en las edades tempranas que cuando uno ya llega como lector maleado. Y es que hay libros que, cuanto menos sepa uno sobre ellos al abrirlos, más se disfrutan. Como este.
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias

miércoles, 5 de octubre de 2022

Cómo ordenar una biblioteca. Roberto Calasso



     "¿Cómo ordenar la propia biblioteca? Es un tema altamente metafísico. Me sorprende que Kant no le haya dedicado un breve tratado. De hecho, ofrece una buena ocasión para indagar en la cuestión capital: ¿qué es el orden? El orden perfecto es imposible, sencillamente porque existe la entropía. Pero sin orden no se puede vivir. Con los libros, como con todo lo demás, es necesario encontrar un término medio entre esas dos afirmaciones".

     A veces me acerco a estos minilibros que se publican tan coloridos porque los títulos son tan atractivos que me hacen olvidar que son eso, minis. Hoy traigo a mi estantería virtual, Cómo ordenar una biblioteca.

     Durante la pandemia decidí ampliar mi biblioteca con varios metros de estantes nuevos. Se me planteó entonces la duda del orden, y muchos me entenderéis, de los libros. No sabía si colocarlos por orden alfabético, lo que supone desniveles de alturas por los formatos, por autores a mi aire, géneros, colores, editoriales, tamaños... hasta que al final combiné el orden por editoriales con uno que creo compartimos todos: el orden histórico (ese que, una vez tenemos los estantes llenos, dice que los libros en horizontal, que suelen estar sobre los verticales, son más recientes que los ordenados meticulosamente en los estantes de forma vertical). El caso es que, terminado el nuevo orden, llené estantes y seguí comprando libros de determinadas editoriales más allá del hueco que tenía... en fin, supongo que muchos sabéis de lo que hablo. Por eso cuando vi que Roberto Calasso tenía este título en la librería, pensé dos cosas: la primera es que Anagrama ya se había extendido por encima de sus dominios, colonizando un par de estantes extra y la segunda; ¡he encontrado la solución! (sería más adecuado decir que he encontrado dónde otro escribió la solución que encontró, pero bueno). Y así fue que llegó a mi casa este librito.

     Hay que decir en un primer momento que si alguien espera que estemos ante algún tipo de ensayo que aporte la solución mágica a problemas como el mío, ya se puede ir olvidando. Cómo ordenar una biblioteca es una breve colección de relatos en las que Calasso habla de libros, sí, y que funciona incluso en su conjunto como una suerte de correlación de anécdotas y citas, además de recomendar una librería en concreto, sobre el tema literario. Respecto al orden, nos dice  "el orden de una biblioteca no encontrará nunca -no debería encontrar nunca- una solución" ya que tal y como el lo plantea, una biblioteca es un lugar vivo al que vamos añadiendo libros y del que, cuando buscamos un libro, tal vez nos llevemos el que está a su lado. De este modo Calasso ventila el asunto del orden y puede dedicarse íntegramente a hablar de los libros, cuando y como se compran, como se conservan... y lo salpica de anécdotas como esa que dice alguien (no diré nombres) tapó los títulos de los libros para que sus visitas no tuvieran una exposición demasiado privada a su alcance. De tal modo que comparte con Castán la percepción de la biblioteca como una suerte de diario íntimo y personal del lector que la va construyendo a lo largo de su vida. Muy poético... y certero, ya que a veces uno emprende la relectura de un libro que le fascinó hace años para descubrir que no sabe qué vio en él. Y decimos entonces eso de que el libro o ha soportado bien el paso del tiempo (quizás porque es mejor hablar de los años que cumplen otros).

     Calasso utiliza en su biblioteca, aprenderemos, la regla del buen vecino; cogida esta a  un tal Aby Warburg al que yo no conocía pero al que está claro que el escritor admira. Por supuesto Warburg no es el único "visitante" ilustre de este libro, pero quizás sí que es el que más me ha sorprendido ya que gracias a Calasso he conocido su historia. Hay, por supuesto, un espacio privado que se abre al lector en el que el autor habla de experiencias personales, curiosidades y anécdotas dejando de este modo una mezcla entre anecdotario, ensayo o libro divulgativo con dosis medias de humor que sirve como disfrute un par de días antes de ir a formar parte de ese retrato de nuestra psique.

     Cómo ordenar una biblioteca es un libro para amantes de los libros que se disfruta por su brevedad, algo más extenso hubiera perdido frescura, como por la capacidad del autor para convencernos de todo lo que dice. 

     Por ejemplo: "En la biblioteca perfecta, cuando se busca un determinado libro, se termina por tomar el que está al lado". Que lo leí y destilaba ese punto romántico de las fotografías que todos hemos visto alguna vez hasta tal punto, que casi me convenció de lo que estaba diciendo. Luego recordé que las bibliotecas públicas llevan un orden y que las privadas, al menos en mi caso, también, y que en ambas ocasiones me acerco a ellas con un deseo definido. Pero fue bonito soñar con Calasso.

     Y vosotros, ¿cómo ordenáis vuestros libros?

     Gracias.

lunes, 3 de octubre de 2022

La promesa. Damon Galgut

 


     "En cuanto la caja metálica pronuncia su nombre, Amor sabe que ha ocurrido. Lleva todo el día tensa y migrañosa, casi como si hubiese recibido en sueños una advertencia que ahora no recuerda. Una señal o una imagen apenas debajo de la superficie. Los problemas, en el fondo. Fuego subterráneo. 
     Cuando pronuncian las palabras en voz alta no se las cree. Cierra los ojos y niega con la cabeza. No, no. No puede ser verdad lo que su tía acaba de contarle. Nadie ha muerto. Es una palabra, nada más. Observa la palabra depositada sobre el escritorio como un insecto patas arriba, sin explicación".

     Sé perfectamente que no se debe de comprar un libro por su cubierta pero, a fin de cuentas, nadie dijo que no se debiera de comprar. Y, ¿habéis visto la mirada de ese niño? Pues por eso hoy traigo a mi estantería virtual, La promesa.

     Y ahora, vamos a conocer a los Swart, una familia blanca Sudafricana durante el apartheid. Que así, como comienzo sobre lo que trata la novela, ya es interesante. Pero avancemos: la novela comienza con la muerte por cáncer de Rachel, una mujer que vive con sus tres hijos a las afueras de Pretoria. Antes de morir Rachel le hace prometer a su marido, Manie, que le dará a la criada Salomé las escrituras del anexo a la casa en el que vive. Y esta promesa es oída por Amor, su hija pequeña. Y ahora Rachel a muerto, a Manie parece importarle poco la promesa que hizo y Amor se convierte en un sonido molesto para toda la familia cada vez que recuerda la promesa que se hizo a su madre. Y creedme que lo hará.

     A partir de a promesa se desarrolla esta novela dividida en cuatro partes con un título revelador cuyo significado el lector no tarda en descubrir, más o menos en la segunda parte uno ya lo tiene claro. Desarrolla así la vida de los miembros de esta familia que puede considerarse todo menos afortunada. Desde una hermana infeliz y ambiciosa hasta otro que vive a la sombra de un delito y se cuenta todo al lector de una forma casi fragmentada, variable y utilizando un narrador que parece interpelar al lector para que no proteste por las formas o directamente porque mantiene una actitud que es necesario señalar. Y, evidentemente, el lector no puede defenderse de las puyas, solo puede sonreír cuando nota que los protagonistas tampoco están a salvo del narrador. Aún así, la novela trata de mucho más que de los Swart, la novela trata de Sudáfrica y el cambio radical que vive el país en poco tiempo, así que cada parte de la novela no solo mira hacia un personaje, también refleja una época distinta e importante del país, dejando de este modo un completo y complejo retrato que queda marcado por Mandela o Zuma y que tiene personajes secundarios de lo más pintoresco pero que ya no os voy a citar para que os resten sorpresas si es que os decidís a leerlo.
     Galgut concibe la novela como una suerte de representación teatral en la que nada es azar y la forma de contar las cosas choca con la dureza de muchos momentos, dando como resultado un contraste sobrecogedor que, a mi, me ha pillado por sorpresa en más de una ocasión. Tened en cuenta que de algún modo hasta este momento había hablado de la historia con una cierta ligereza pero ahora os voy a preguntar si realmente cree alguien que Sudráfrica ha vivido una historia reciente tranquila y bonita. No, ¿verdad? Pues el autor ha encontrado la forma de relatarlo para que no se parezca a otros libros, para dar una voz única que se ha alzado merecidamente (a mi entender) con el último Booker Prize. Tampoco os voy a desvelar si finalmente Amor cumple la promesa que se hiciera a su madre, entre otras cosas porque, como diría el narrador, no os importa demasiado y es que, en esta novela, lo importante es todo lo demás. Nadie está libre de alguna culpa.

     La promesa es un libro que merece la pena por lo que cuenta, por cómo lo cuenta, por la voz, la prosa y por tantos otros motivos que el lector va descubriendo a medida que avanza en su lectura.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.