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domingo, 22 de diciembre de 2019

Año lector


     Imagina un muro. Ahora imagina que ves como asoman por la parte superior de ese muro dos orejas de burro y ahora oyes un rebuzno. ¿Te atreverías a afirmar que detrás del muro hay un burro? Pues lo mismo pasa con los libros malos. Si un libro parece malo, su sinopsis parece mala y lo empiezas y te parece malo... lo más probable es que sea un libro más malo que un trabuco.
Lección lectora nº327.

     Este año creo que he publicado menos reseñas que nunca desde que abrí el blog. No me ha pasado nada, simplemente me cansaba de poner que un libro no era bueno y el siguiente era igual o peor. Y es que, definitivamente, este no ha sido un gran año para la literatura. Resulta irónico hacer una afirmación así en el año en que se han otorgado no uno, sino dos Premios Nobel, pero, por más que he rebuscado entre mis estantes, no he encontrado motivos suficientes como para desdecirme de esta afirmación.

     En 2019 hemos descubierto que un premio entregado en marzo se comienza a leer en noviembre o, al menos, la gente no se había quedado perpleja hasta ese momento. Vimos como Netflix recordó a una escritora las ganísimas que tenía de reflotar una novela en una segunda parte que no estuvo a la altura, pero en este caso nadie lo esperaba y no pasó nada. También ha sido el año en el que hemos reivindicado la literatura feminista y, si bien es algo que hace falta, eso también ha dado espacio a muchos títulos que no estaban a la altura que deberían para hacerse hueco, lo cual no beneficia en absoluto a la reivindicación original. Hemos criticado sin piedad un premio porque nos han dicho que pertenece a un contrato, y lo hacíamos sabiendo que este es de los premios que se hubieran criticado de igual modo. Y de paso olvidamos a aquella tuitpoeta que tras ser premiada recibió la ira en las mismas redes que la habían encumbrado. Este año hemos seguido empeñados en convertir la novela negra en una suerte de capítulos de CSI que discurren con más o menos éxito dejando al lector contento por vislumbrar al malo sin pedirle demasiado esfuerzo. Con lo que a mi me gustaba la novela negra... Y ha sido, por supuesto, un año de Auschwitz (incluso lo sabemos escribir) y Dachau demostrando que, si a la Primer Guerra Mundial se la conoce como la Gran Guerra, la Segunda podría llamarse La Literaria. Lo que sí he echado en falta es al fenómeno literario de turno que aparece de forma periódica. Ya sé que Gómez Jurado ha sacado libro y Dolores Redondo también, y Reverte... pero no me refiero a eso, hablo de los títulos que arrasan y que todos leemos y criticamos, de las 50 sombras de turno o de Perdida. Vaya, parece que ni para eso hemos dado.
La conclusión ha sido clara, este año he releído mucho y he acudido a muchos clásicos, ese refugio inagotable de quienes buscamos buena literatura. Y tampoco pasa nada, no todos los años van a ser brillantes, que los grandes nombres de la literatura universal son contados y no podemos poner allí a todos (aunque a juzgar por algunas listas que estoy viendo estas semanas parece que sí).

     Esa es otra, las listas. Mira que nos gusta hacer listas, el top tres, el top diez, el cincuenta, ¡los cien mejores libros del siglo que ya estamos en 2019! Que no digo yo que esté mal hacer listas, pero eso de colocar tantos títulos como corresponda a tener números redondos suena más a cuadrante que a disfrute. A nivel personal, y así a botepronto, diré que las mejores lecturas en este blog a lo largo de este año han sido "Goethe en Dachau", "Una Odisea", "Leopardo Negro, Lobo Rojo", "El espía que vino del frío" y "Tiempos recios", que ha gustado especialmente tras varios títulos del autor que me parecieron flojos, y es que siempre es un placer reconciliarse.

      Me paso el año desmontando listas, muchos lo sabéis, en twitter y ahora he dejado un pequeño puñado de títulos esperando que hagáis lo mismo. A fin de cuentas, las listas son para los lectores y, si algo hacemos los que pasamos por aquí, es leer.

     ¡Feliz Navidad!

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Gente normal. Sally Rooney


     "Marianne abre la puerta cuando Connell llama al timbre. Va todavía con el uniforme del instituto, pero se ha quitado el suéter, así que lleva solo la blusa y la falda, sin zapatos, solo las medias. 
      Ah, hola, dice él. 
      Pasa".

     Y si el lunes hablábamos de escritores con un éxito tremendo en su primera obra, hoy seguimos con el tema. Por eso traigo a mi estantería virtual, Gente Normal.

     Conocemos a Marianne y a Connell cuando están en el instituto. Ella viene de una familia de dinero, pero es tímida y apenas se relaciona con sus compañeros. Connell en cambio viene de una familia modesta pero goza de gran popularidad. La madre de Connell limpia en casa de Marianne, y por eso empiezan a verse fuera del instituto. Ahí empieza una relación que queda oculta a los demás y que se prolongará de forma intermitente en el tiempo, incluso cuando se dan la vuelta las tornas.

     Conversaciones entre amigos fue un éxito como novela que, además, era una primera novela. Y Rooney lejos de amedrentarse por su propio éxito ha conseguido poner a disposición de sus entusiasmados lectores este segundo título pasados apenas unos meses.

     Gente normal sigue la historia de Connell y Marianne a lo largo de cuatro años y lo hace con pequeños saltos temporales hacia delante en los que ambos irán llegando a la vida adulta. Quizás por eso, y porque comienza cuando están en el instituto, en las primeras páginas uno tiene la sensación de estar leyendo una historia dirigida al público adulto, pero con muchos ecos de la literatura juvenil de éxito. Y es que, cuando la novela empieza, Marianne es una joven de familia acomodada que no se integra en el instituto que acaba por mantener una relación con el chico popular que teme ser descubierto por sus amigos. A esto se le suma que Marianne viene de una familia con una madre que parece normalizar un determinado tipo de comportamientos abusivos que marcarán el carácter y las relaciones de su hija.  Es fácil visto así caer en la tentación de pensar que estamos ante una novela casi juvenil, con dos protagonistas quizás demasiado inteligentes que parecen condenados a romperse el corazón mientras que no dejan de encontrarse en una narración en la que la autora se cuida mucho de no asegurarnos si será o no su último encuentro. En el transcurso de la novela veremos a Marianne establecer un tipo de relaciones que ni ella misma termina de entender y que parecen querer justificarse en sus progenitores más que en las propias apetencias de la joven, acompañaremos a los protagonistas al Trinity y asistiremos al momento en el que se dan la vuelta los papeles y la popular es ella y Connell se queda en un satélite. Y todo ello lo hace con lo que es, para mi, lo mejor de la novela: un narrador en tercera persona que alterna su foco entre Marianne y Connell dando visiones que marcan las diferencias entre ellos tanto como sus inseguridades. Pero no hace solo eso, también deja muestra de que hay inseguridades que no se confiesan que serían ratificadas en caso de hacerlo, otorgando así a un tema "de instituto" una categoría superior.
     Gente normal no es para todos, y si uno no consigue hacerse con ella en las primeras sesenta páginas es fácil que termine por aborrecerla pensando que solo parece importarles el entorno o el estatus social, pero frente a ellos otros lectores verán una realidad en cada palabra vertida. Descubrirán que frente al poder, o tal vez para hacerle frente demostrando el propio, aparece el sado, que la superioridad intelectual no garantiza una madurez cuando aún se está definiendo qué tipo de persona es en la que te vas a convertir. Estamos, pues, ante un tipo de novela fresca y de concepción moderna que no deja espacio a la indiferencia y que yo, ahora sí lo admito, he terminado con la sensación de no haber sabido disfrutar de ese arrollador éxito que parece arropar a Rooney.

     Gente normal es una novela que se lee con facilidad, con unos protagonistas que a ratos me han irritado y que, en su conjunto, creo que se olvida con la misma velocidad con la que se ha leído.

     Y vosotros, ¿os dejáis llevar por las modas literarias?

     Gracias.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Amigo imaginario. Stephen Chbosky


     "No dejes la calle. eLLos no pueden atraparte si no dejas la calle. 
     El pequeño David Olson sabía que estaba en problemas. En cuanto su madre volviera con papá, le iba a ir mal. Su única esperanza eran las almohadas bajo su cobija, que daban la impresión de que seguía acostado. Era algo que hacían en los programas de televisión. Pero en ese momento no importaba. Había salido a hurtadillas de su habitación y se había lastimado el pie al resbalarse mientras bajaba por la enredadera. Pero no fue tan grave. No como lo que se hizo su hermano mayor jugando fútbol. No era tan grave".

     Vi la cubierta y la faja del libro hizo el resto: tapó el apellido. Asumí que era Stephen King, lo confieso, y por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Amigo imaginario.

     Christoper es un niño de 7 años con dislexia que vive con su madre. Ambos huyen de una relación, y deudas, y acaban en una pequeña ciudad llamada Mill Grove. Allí Christoper desaparece en un bosque y, cuando regresa, lo hace sin problemas de aprendizaje y con sus capacidades mejoradas en todos los sentidos, pese a alguna hemorragia y fuertes dolores de cabeza. Allí también Christoper hace amigos, formando una pandilla de niños no demasiado populares que construyen una casa del árbol que les permite ver ese otro mundo que se oculta bajo Mill Grove. Mill Grove no es en absoluto el lugar tranquilo y apartado que buscaba Kate.

     Como todo tiene dos caras yo supongo que si tu primer libro tiene un éxito arrollador has de sentir casi pánico escénico ante el segundo. Imaginad, Las ventajas de ser un marginado, ¿qué puedes escribir tras algo así? Yo me pongo en la piel de Chbosky y comprendo perfectamente lo que ha sucedido con este libro. Y es que nos ha dejado 700 páginas de una supuesta novela de terror que mezcla tantas cosas que han tenido éxito, que uno se queda frío y levemente confundido durante su lectura.
      Está claro que hay un homenaje al King de los ochenta en esa pandilla de chicos no demasiado adaptados en un pueblo pequeño y con una maldad oculta. Homenaje que ya hiciera Stranger Things en su primera temporada y que Chbosky repite aquí con escenas en las que el lector pone la cara de los jóvenes actores a sus personajes. También hay un bosque y un niño desaparecido, uno ahora y otro hace cincuenta años, y hay una parte sobrenatural un poco a lo Narnia pero en versión siniestra. Y todo empieza con una cara en una nube: una cara amable que ve el protagonista. Y todo ese terror y la mujer sibilante y los ciervos y las voces, se mezclan con la parte más mundana en la que hay quien intenta sobrevivir o se embaraza de forma milagrosa, una parte donde todo se convierte en un batiburrillo en el que la pequeña ciudad no es en absoluto lo que parece. Batiburrillo, esa es la clave de esta novela en la que aparecen elementos religioso y se habla de maldad una y otra vez como si fuera lo único posible mientras el autor nos deja párrafos de una frase buscando dar una inyección de emoción a una novela que agota en sus partes innecesarias. Christopher y su madre son los buenos y los son en todo momento, intachables, magníficos, y el niño, una vez más, agotador. Entiendo la forma en que se expresa un niño, pero llevarlo a la narración termina por resultar insufrible, sobre todo en la última parte en la que las voces ordenan mayúsculas y minúsculas como mejor les viene en gana (una maldad: menos mal que al niño le curan la dislexia).

      El resultado es una novela que se excede en páginas y necesita buena buena poda o uno llega a la parte final con tantas ganas de terminar que poco le importa la frenética carrera final que tiene lugar con madre e hijo como protagonistas y de importancia más que vital. He tenido la sensación de que el autor ha recogido pellizcos de éxito y ha jugado a armar un argumento que se sostenga con todos ellos para intentar crear un libro del agrado de todos los lectores y, para mi, lo que ha olvidado es añadir la parte correspondiente al autor de su primera obra ya que no he reconocido ni prosa ni argumento en esta segunda novela. No he hablado del hombre amable de la nube ni de lo que le pide al niño, tampoco de lo que pasa con Christopher y sus amigos que también se ven afectados, no os he contado de ciervos ni de árboles o parejas ni he dado en realidad mayores explicaciones sobre ninguno de los puntos del argumento de la obra. Supongo que así es como se manifiesta la pérdida de interés de un lector. Como decía antes, creo que hay un miedo escénico a una segunda obra cuando tu primera novela es un éxito rotundo, pero también creo que ese éxito da un acceso fácil a esa segunda novela. Tal vez demasiado.

     Amigo imaginario es una novela de la que podrían sacarse un par de buenos libros o tres, pero que no termina de funcionar en sí mismo.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


   

lunes, 2 de diciembre de 2019

Memorias de un amigo imaginario. Matthew Dicks


     "Os voy a contar lo que sé: 
      Me llamo Budo. 
      Hace cinco años que estoy en el mundo. 
      Cinco años es mucho tiempo para alguien como yo. 
      Fue Max quien me puso ese nombre. 
      Max es el único ser humano que puede verme.
      Los padres de Max dicen que soy un «amigo imaginario». 
      Me gusta mucho la maestra de Max, la señorita Gosk. 
      No me gusta la otra maestra de Max, la señorita Patterson. 
      No soy imaginario".

     Me encanta que me regalen libro, pero no por lo obvio. Me gusta porque el libro que me regalan indica también lo que me conocen y lo que comparten conmigo. Si me regalan, por ejemplo, un libro que ha gustado mucho a quien me lo da, ese gesto ya importa mucho más que el propio libro en sí. Y lo mismo sucede si aparecen con un libro de uno de mis escritores favoritos. La realidad me dice en cambio que leer libros regalados es la mejor forma de salir de mi zona de confort, y que tampoco es entrar en la de quien me lo regaló. Valga todo esto como explicación a mi entrada de hoy, y es que, hoy traigo a mi estantería virtual, Memorias de un amigo imaginario.

     Conocemos a Max y a Budo. Mas tiene problemas de adaptación y parece empujado a cambiar por quienes buscan ayudarle. Solo Budo le comprende y le ayuda en realidad. Lo que sucede es que Budo es su amigo imaginario.

     Memorias de un amigo imaginario es uno de esos libros que se escriben con aire juvenil con la esperanza de llegar también al público adulto. El autor no duda en poner su dosis de sentimentalismo buscando que definamos su cuento como algo entrañable pese a que en algunos momentos nos hace temer lo peor de la señorita Patterson a la que, más o menos justifica a modo de redención de su terrible idea. Max tiene 8 años y es autista, eso lo tenemos claro. Y Budo es su único amigo y también la puerta de entrada de este libro a un mundo habitado por esos amigos invisibles que siempre oí que los niños tenían (pero jamás conocía nadie que me haya reconocido haber tenido uno) y que se despedían de ellos a medida que iban creciendo. Mucho antes de ser adultos. En realidad, desaparecen a medida que se aprende a tomar decisiones. Quizás por eso Budo lleva tanto tiempo con Max. Lo que si tenemos claro desde las primeras páginas, es que Budo no existirá para siempre.
Y así nos va llevando el autor de la mano por una historia tierna que busca conmover a los lectores en la que los errores se pasan por alto porque ni siquiera nos parecen importantes.

     Supongo que cuando uno entra a este tipo de libros ya sabe lo que espera de ellos. Uno va con el talante amable y el corazoncito por delante a sabiendas de que va a dar más uso a este músculo que al cerebro y con ello disfruta de la lectura en el tono y las formas adecuadas. El problema que he tenido es que incluso así, el final me ha parecido excesivo. Y es que hay un límite para todo y, aunque no de detalles porque sería una faena, hay un punto innecesario en ese final. O tal vez sea yo, que no me ha llegado a conmover.

     Memorias de un amigo imaginario es un libro con un argumento original que apela a la empatía y sentimentalismos del lector para ser disfrutados. Sabido eso, vosotros decidís.

     Y ahora decidme, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     PD: Iba a decir eso de que para mi los experimentos se hacen con gaseosa, pero luego he recordado que, a veces, este tipo de regalos se han convertido en improvisadas y muy disfrutadas lecturas.

viernes, 29 de noviembre de 2019

Fruitlands, Louisa May Alcott


     "Este Edén del futuro consistía, de momento, en una vieja casa de labranza de color roja, un establo desvencijado, muchos acres de pradera y un bosquecillo. Por ahora, diez manzanos antiquísimos constituían la única fuente de “castas vituallas” que el paraje podía proveer".

     Quien me conoce sabe que reniego de aquellos escritores ya asentados en la enciclopedia de la literatura universal que solo son conocidos por una novela. Tiendo a pensar que hay más detrás, y por eso, cuando encuentro cualquier cosa que hayan firmado, no puedo ni quiero evitar leerlo. Hoy traigo a mi estantería virtual, Fruitlands.

     Cuando la autora de Mujercitas contaba con diez años, sus padres decidieron embarcarse en la búsqueda de la perfecta forma de vida.  Así nació Fruitlands, un lugar en el que los alimentos los proveía la tierra y las tareas las realizaban las personas bajo el único criterio de idoneidad para ellas. Un año después la experiencia había terminado y treinta más pasaron antes de que May Alcott plasmase esta experiencia por escrito.

     Fruitland es un librito que no constituye por extensión una novela y tampoco en realidad por contenido. Por precio en cambio, sí. Con unas notas del diario de la autora, que parece tuvo a bien conservar, y dos textos escritos a modo de prefacio y posfacio junto a una edición muy bonita uno puede caer en la tentación de leer esta experiencia vital que terminó, como algunas guerras, con la llegada del invierno. Aunque esta vez no hubo de ser un invierno crudo en Rusia, no hacía falta tanto.
La autora, con un tono dado por los años y la distancia, nos deja una muestra de cómo sucedió esta aventura pacifico-vegana en la que la embarcaron sus padres en una búsqueda de vivir en comunión con la naturaleza. Y la forma en que fracasaron, por supuesto.
     Reconozco aquí que me divertí por la forma en que May Alcott se expresa y que las ampollas en manos de trabajadores ahora de la tierra pero poco curtidos en estos temas me parecieron, hasta cierto punto, más propias de acomodados aburridos que de verdaderos creyentes en aquello que se embarcaban. Una aventura, a mi modo de ver, promovida por unos teóricos que terminan estrellándose contra la dura realidad y en la que, como hoy mismo sucede, los que impartían más clases sobre qué hacer y "lo adecuado" eran quienes, lejos de las cuestiones prácticas, se dedicaban a pensar.

     Fruitlands es una curiosidad, una anécdota más que un libro, sobre una persona conocida por todos gracias a la inmortal Mujercitas que, como todos sabemos hoy en día, no provocó en su momento que la autora nadase en la abundancia. Recomendar algo así es arriesgado y es que, siendo sincera y tras haber realizado la lectura, me parece más algo para ser contado que leído, si es que entendéis lo que quiero decir. Me ha parecido que, literariamente, estamos ante, como mucho, una idea.

     Y vosotros, ¿buscáis libros desconocidos de quienes firmaron una obra que les encumbrara?

     Gracias.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Seis formas de morir en Texas. Marina Perezagua


     "Algunas de las historias más singulares que suceden entre los muros de una prisión no pueden ser contadas. algunas de las historias más extraordinarias que suceden entre las lindes de un continente, tampoco. Pero de todas las crónicas, ninguna entraña tanta dificultad a quien intenta comunicarla como la que sucede dentro de los límites del ser humano".

     Supongo que me acerqué a esta novela porque tiene una trama poco convencional. Hoy traigo a mi estantería virtual, Seis formas de morir en Texas.

     Conocemos a XinZang, heredero de una importante misión familiar. Su abuelo fue condenado a muerte y, siguiendo una práctica terrible en más de un sentido, su corazón se extrajo y fue acabar a otro cuerpo convirtiéndolo en donante obligatorio. Su hijo pasa la mayor parte de su vida intentando localizarlo, para poder llevarlo de vuelta a China y dar así descanso a su padre (el modo en que planea hacerlo, lo podéis imaginar) y ahorrando para ello. XinZang es el nieto. Ha crecido escuchando la importancia vital de la misión de su padre y ahora la ha heredado junto con el conocimiento de a dónde tiene que ir y los medios.

     Ya con esto sería una historia terrible en más de un sentido. La práctica que desvela la autora para garantizar la viabilidad del órgano extraído es tan brutal como cierta, según alguna investigación a la que llegué al leer la novela, y la misión del joven XinZang es abrumadora. Y sin embargo hay más:

     Conocemos a Robyn, una mujer ciega que reside en una penitenciaría de Texas a la espera de su ejecución por haber asesinado a su madre. Desde la prisión Robyn se cartea con su padre y con un chico chino que la escribe, al primero porque lo localiza y a ambos porque aprende a leer allí.

     Es evidente que este segundo hilo también daría por sí mismo para una novela.

     Perezagua parte de estas dos historias que parecen extremas para relatar la suya, en la que se unen. Explicar más de un libro tan corto, del que quizás ya he contado demasiado, sería una lástima para el lector. Decir que la novela tiene detrás un tremendo trabajo de investigación que se muestra cuando uno menos lo espera por señalar una escena de esas que parece inverosímil. La denuncia está clara, el tráfico de órganos y particularmente la forma de obtener esos órganos en China, pero también avanza más allá y habla de la situación penitenciaria, de una relación paternofilial, de tradiciones y, sobre todo, de la crudeza de la vida. Y es que la novela de Perezagua es cruda por lo que aunque sus narradores a veces parezcan capaces de describir escenas fingidamente hermosas, serán letales para el lector.
     
     Reparar a los vivos me pareció una gran novela que hablaba del trasplante de órganos y los sentimientos y Perezagua parece haberse asomado a la otra cara de la moneda para darnos otra visión de esas que uno no quiere ver. El libro es diferente, lo cual se agradece, y está bien escrito. Sin embargo, debajo de toda la novedad representada y del riesgo asumido le falta a mi entender un último empujón para ser una novela redonda. Lo que sí nos da, es una promesa de lo que vendrá. Y ya os digo ahora que yo estaré pendiente de lo que venga, porque he disfrutado de la lectura más de lo que esperaba.

     Seis formas de morir en Texas es una novela diferente que merece la pena ser descubierta.

     Ya sé que voy tarde, culpemos a las actualizaciones. Decidme, ¿con qué libro estáis esta semana?

     Gracias.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Elevacion. Stephen King


     "Scott Carey tocó a la puerta de los Ellis, y el doctor Bob (que era como los residentes de Highland Acres seguían llamando a Bob Ellis a pesar de que llevaba cinco años retirado) le invitó a entrar.
     - Bueno, Scott, pues aquí estás. A las diez en punto. Dime, ¿en qué puedo ayudarte?
     Scott era un hombre corpulento, de metro noventa y tres descalzo, que había empezado a echar barriga.
     - No estoy seguro. A lo mejor no es nada, pero... Tengo un problema. Espero que no sea grave, pero pudiera ser."

     Empecé hace años con aquellos formato en bolsillo rojo, luego seguí completando mi colección con aquellos horrendos de lomos dorados y ahora voy comprando las novedades. soy fan, es lo que hay. Hoy traigo a mi estantería virtual, Elevación.

     Conocemos a Scott, un hombre de mediana edad, divorciado y que pasa de los cien kilos. Al menos eso pesaba justo cuando le íbamos a conocer, porque una vez que va a visitar a su amigo médico, ya ha bajado los primeros kilos. En realidad ese es el motivo de su visita, Scott está perdiendo peso. Y lo hace de una forma poco común, ya que no adelgaza "por fuera". Ni siquiera le afecta el peso de aquellas cosas que tiene en sus manos si se sube a la báscula con ellas. Visto ese camino... lo más probable es que termine por desaparecer. Aunque tal vez logre congraciarse con sus vecinos antes de hacerlo.

     Todo es posible en Castle Rock. Eso es lo que nos ha enseñado Stephen King a los largo de los años y también que no es del todo raro que un personaje lea un libro de Paul Sheldon o que, como sucede en este caso, alguien recuerde que ya no existe la escalera del suicidio. Y dentro de estas rarezas, Castle Rock parece un lugar proclive a que la gente tenga problemas con su peso: ya sea por maleficios o caramelos, el peso parece algo importante para los habitantes del lugar. aunque ahora hay una diferencia: uno no se ve más delgado y no teme desaparecer a base de hacer agujeros al cinturón. Lo que le sucede a Scott es algo así como estar en marte. Su cuerpo diferencia entre peso y masa y, si bien mantiene su masa, solo el peso se verá afectado como si la tierra hubiera decidido rebajar la gravedad con la que le atrae.
     Así las cosas Scott no encuentra modo de ponerle freno a tan inusitado síntoma o enfermedad, a saber, y curiosamente, el dejar de preocuparse por él mismo le hace consciente de su entorno. Así es como comienza a fijarse en DeeDee y Missy más allá de sus perros. Este matrimonio que llegó al pueblo hace unos meses con la idea de abrir un restaurante, se ha chocado de bruces con unas mentalidades que van más allá del conservadurismo ya que, amparándose en el rechazo a su matrimonio entre mujeres, no dudan en ser groseros y evitar cualquier tipo de trato con ellas que no sea un comentario o broma de tintes crueles. Tengo que decir que en este caso, lo terrorífico no es el protagonista cuarentón que se encuentra de repente en una situación que lo convierte en pobre hombre (algo habitual en los libros del maestro del terror) sino en la indiferencia de quienes consideran que, por el simple hecho de no sentirse molestos por la homosexualidad, ya están siendo abiertos de mente. Y esa es la vía que toma Scott, la de dejar esa indiferencia que le proporcionaba oídos sordos, para encontrarse con una hostilidad autoprotectora frente a la que decide luchar. Y yo lo leo y supongo que, sobre todo en los entornos más pequeños, que pueden ser desde un pueblo hasta un bloque de vecinos, no es algo tan lejano lo que King nos plantea. Lo que hace es, como siempre, avanzar por este terreno de una forma rápida, para seguir con la historia del increíble hombre liviano, que busca donde agarrarse de forma literal y figurada hasta que llega un momento en el que ya sabe lo que tiene que hacer.
     Y ese es el final que me reservo. A fin de cuentas estamos ante un relato casi largo protagonizado por cinco personas, dos perros y un gato, que guarda un final que me ha hecho sonreír con mirada infantil.

     Me hubiera gustado un King sorprendente, aunque ya empiezo a no hacerme ilusiones al respecto y disfruto con lo que hay. King es King.

     Elevación es un cuento que trata sobre la tolerancia y la amistad. Aquí el terror se produce cuando no existen esas cosas.

     Y vosotros, ¿habéis leído al maestro del terror?

     Gracias.   

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Harriet. Elizabeth Jenkins


     Hace ya tiempo que me declaré abiertamente fan de la colección Rara Avis de Alba, una selección muy cuidada de títulos con los que voy con cierta garantía incluso sin mirar la sinopsis. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Harriet.

     Conocemos a Harriet, una joven que ya ha pisado la treintena, con una vida acomodada y que todo el mundo sabe que no es muy lista. Así las cosas, es presa fácil para un cazafortunas y, por malo que pueda parecer algo así, siempre puede ser peor. El el caso de Harriet, esta acaba en casa de unos parientes, que la acogen solo por el dinero que pueden recibir, y ya allí se ciernen sobre su fortuna sin escrúpulos.

     Harriet está basada en un hecho real: en 1877 Harriet Stauton fue asesinada en una casa de alojamiento del barrio de Penge, apenas unos días después de que su hijo muriera por desnutrición. Ese mismo año, el marido de Harriet, su amante, su hermano y la pareja de éste, fueron condenados por asesinato.

     El hecho de que la novela esté basada en un hecho real le otorga un dramatismo que supera lo imaginable. Sobre todo porque entramos en una historia en la que ya conocemos el desenlace y eso nos convierte en espectadores sin voz ni voto de lo inevitable. Pero más allá de eso, lo estremecedor de la historia es la capacidad que tiene su autora para dar voz a los protagonistas. Harriet, a priori la gran protagonista de la novela, queda poco a poco anulada y su personaje se va borrando de las páginas del libro a medida que sus captores la anulan. Porque si algo es este libro, es un libro de monstruos. Lewis, el marido, el enamorado veloz que consigue hacerse con la presa mientras que nosotros conocemos su relación con la fría Alice, da muestras de su trastorno no solo en su comportamiento con la chica, sino en su relación con su hermano, cuyas escenas me han parecido absolutamente escalofriantes.
     La novela está, además, marcada por los detalles. Las costumbres, los pequeños perfiles, las insinuaciones casi de un infierno que por no estar totalmente expuesto casi parece más real de lo que hubiera sido en caso de explicarnos punto por punto lo sucedido. Los personajes están detallados de forma magnífica y la autora muestra una tremenda capacidad para manipular al lector, no hay más que ver como empezamos pensando en una madre que echa a su hija a que la acojan a cambio de dinero y, cuando la tenemos ya juzgada, descubrimos que quiere parar la boda y cambiamos nuestra idea sobre ella. Esto se hace más patente en la parte final en la que la atmósfera es casi asfixiante tras haber pasado por uno de esos libros de acción contenida en los que la tormenta se huele y estamos esperando a oír el primer trueno.

     Esta es Harriet, la de verdad, la que cayó en manos de unas personas sin escrúpulos que terminaron con su vida tras hacerle pasar un infierno que la autora consigue transmitir a la perfección. Y es que, comenzaba hablando de monstruos y esta es una novela que trata justo de eso: hay quien da miedo por lo que hace y luego están los monstruos de verdad, aquellos que muestran su interior al hacerlo y uno descubre lo que llevan dentro...

     Harriet es una novela psicológica magnífica en la que es imposible no sentirse angustiado ante lo inevitable.

     Y vosotros, ¿hay colecciones de libros por las que tengáis alguna preferencia?
 
     Gracias.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Amo y criado. Lev Tolstói


     "Bueno, no sabía lo que de verdad era importante. No lo sabía, pero ya lo sé ahora. Ahora no me equivoco".

     Cuando hace frío, leo libros de frío. No me preguntéis el motivo, pero así es y no puedo explicarlo ya tampoco puedo resistirme. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual Amo y criado.

     Conocemos a Vasili Andreich Brejunov, un comerciante rico, el amo, y a Nikita, su criado. Junto a un caballo parten tras San Nicolas para que el amo pueda realizar una transacción comercial. Se avisa una tormenta en breve que por supuesto aparece y pone en peligro el cumplimiento del objetivo del amo y en riesgo a los tres.

     Dijo Alas Clarín hace más de un siglo que este cuento le recordaba a El Quijote en el que amo y criado eran Sancho y Quijote respectivamente, y yo discrepo colocándome del lado de quienes afirman que un libro leído pertenece al lector quien es libre de interpretarlo como buenamente lo haya entendido.

     En este cuento, a ratos angustioso, en el que la tormenta pone en peligro a dos hombres de relación estrecha y vida opuesta, Tolstói nos deja una lección sobre la importancia adecuada de las cosas y el valor de las personas en un tiempo en el que ser criado en Rusia equivalía a un sometimiento, casi esclavitud hacia el amo que te tocara en suerte. Descripciones minuciosas y angustia casi vital junto a un narrador omnisciente que desnuda pensamientos y actitudes, son usados para que el lector se asfixie cada vez que una señal muestre que regresan al mismo lugar. Tolstói está así en un tema habitual en su obra, el existencialismo, la necesidad de tener un "algo más" en la vida que le de sentido, y por eso elige dos personajes tan distintos y también por eso permite la redención que alza la moraleja para el lector. Sus personajes dan vueltas, perdidos, en un camino que apunta a un trágico final, buscando el camino adecuado dejando a su caballo en el camino y encontrándola conciencia necesaria para finalizar el relato de un condenado y un reo aunque ninguno de ellos lo sea en realidad.

     Amo y criado es magnifico, un cuentito de lectura profunda en el que el final, leído un par de veces, deja un poso en el que pensar sobre cambios, miedos y durabilidad.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

      Gracias.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Feliz Día de las Librerías


     Y gracias por todo un año de buenas recomendaciones cuando vamos a comprar.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

La batalla de occidente. Éric Vuillard


     "En el principio hubo un gusto común. Una élite refinada y orgullosa. Los nietos de la reina Victoria ocupaban los tronos de Inglaterra y Alemania, un mismo trasero había plantado sus nalgas en dos sillas. Todas las coronas de Europa poseían ancestros que habían dormido en las mismas sábanas. La consanguinidad reinaba sobre una rígida moral a lo largo y ancho de un continente. El káiser era coronel de dragones del ejército británico, y su primo Jorge V lo era de la guardia prusiana. Todo iba a las mil maravillas. Costaba distinguir a los primeros ministros, a los reyes, a los presidentes. La autoridad llevaba más o menos en todas partes el mismo aspecto barbudo, todos los hombres lucían en el cuello una bonita carúncula de pavo".    

     Desde que leí La orden del día llevo esperando más de Vuillard. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La batalla de occidente.

     Este libro trata de la Primera Guerra Mundial.

     Y ahora es cuando os explico por qué hay que leer a Vuillard. Pero empecemos por lo que no es este libro: no es una novela histórica ambientada en la Primera Guerra Mundial en la que una familia las pasa canutas para sobrevivir mientras van viendo la muerte y sufriendo las penurias de la guerra. No, no lo es. Y tampoco es un ensayo en el que un señor, que yo siempre imagino con bigote, nos fríe a datos exactos cual crónica y densas explicaciones sobre cada minuto de la guerra. No. Pero es que estamos ante un libro de Vuillard, que consiguió en su anterior trabajo hablar de la Segunda Guerra Mundial a través de acuerdos y despachos que escapaban al conocimiento del mejor lector del tema. Así que mi pregunta era, ¿qué habrá hecho aquí?

     Pues aquí Vuillard con ese tono que oscila entre catedrático lustroso y vieja resabiada nos cuenta cómo comienza la Primera Guerra Mundial. Avanza en ella, claro, pero es que el principio del libro es magistral. Coge Vuillard trece momentos para explicarnos una guerra que ha resultado mucho menos mediática que su predecesora y nos deja frases fantásticas entre datos sobre las primeras escuelas militares, los chicos que aprenden a luchar pero no a mandar y lo que hicieron los franceses cuando se vieron atacados.

     "En Vitry-le-François, en el Marne, el cuartel general oye de súbito retumbar un cañón. Es el dios alemán del trueno, Odín o Thor, no se sabe muy bien, pero arma muchísimo ruido".

     Y así como en el ejemplo un rato antes de que entrasen los ejércitos alemanes a galope tendido tras una discusión sobre la dirección por la que llegarían, queda una muestra de esa suerte de erudición comentada con un deje de retranca que viene siendo la marca del autor en este tipo de novelas. Además él insiste, la guerra es una maquinaria imparable, una fuente de recursos y un lugar de destrucción, no es una partida de ajedrez tampoco y siempre hay errores. Uno tras otro.
     Para Vuillard el día más mortífero de todos los tiempos fue el 22 de agosto de 1914 y, aunque reconozco que posiblemente tenga razón tras haber leído ese momento en el que el triste corneta da un último sonido después de recibir ni se sabe cuántos balazos, a mi la escena que me ha quedado en la memoria y casi visual, es la de la dama de compañía que llega por boda a la realeza y no solo no es aceptada, sino que termina sus días con un balazo en el abdomen. Y es que el libro está lleno de momentos y de nombres cual novela colmena, solo que sin cambiar de narrador. Eso hace que el lector descubra mil y un datos y momentos seguro desconocidos y lo haga en un tono lúdico, casi de serial en el que nos vamos interesando por lo que sucede con aquella gente que no se duda en describir como amargada si su gesto lo representa. La cara opuesta, que siempre la hay, es la necesidad de tener al menos unas nociones básicas de historia para no sentirse abrumado ante tanto dato y tanto nombre que nos pueden quedar un tanto desmadejados.

     "Con todo, imaginemos tan sólo durante cuarenta y tres segundos los veintisiete mil muertos del 22 de agosto de 1914, jornada que fue, en su momento, la más mortífera de la Historia".

     Y tras afirmaciones como esta, como si Vuillard fuera capaz de leer la mente del lector, le dice que no es posible escribir sobre la guerra y que sea una bonita historia. Por eso la parte bonita, la de los jóvenes el la hierba que buscan a una chica a la que robar un beso, se produce antes de la guerra incluyo aunque ya hubiera sospecha. Porque con la guerra, incluso tras la guerra, "se hace con unas ortigas sopa, con fuego un teatro, con nieve Dios.
     Es todo lo que puede hacerse".

     Solo me queda recomendaros leer a Éric Vuillard, simplemente para que comprobéis que uno puede enamorarse de la palabra escrita. Ese es el motivo de que hoy haya puesto tanto fragmento, a veces lo mejor es dejar que el escritor mismo demuestre lo bien que lo hace.

     Y vosotros, ¿hay algún escritor que os guste particularmente como escribe?

     Gracias.

lunes, 4 de noviembre de 2019

La cara norte del corazón. Dolores Redondo


     "Cuando Amaia Salazar tenía doce años estuvo perdida en el bosque durante dieciséis horas. Era de madrugada cuando la encontraron a treinta kilómetros al norte del lugar donde se había despistado de la senda. Desvanecida bajo la intensa lluvia, la ropa ennegrecida y chamuscada como la de una bruja medieval rescatada de una hoguera y, en contraste, la piel blanca, limpia y helada como si acabase de surgir del hielo".

     Dolores Redondo es uno de los fenómenos editoriales recientes de nuestro país. Ha traspasado fronteras y su éxito es tan aplaudido como criticado, pero ahí sigue desafiando los primeros puestos en las listas de ventas. Hoy traigo a mi estantería virtual, La cara norte del corazón.

     Conocemos a Amaia Salazar, aún no sabemos lo que es un basajaun ni hemos intentado probar un txantxiorri porque estamos en 2005. Amaia asiste a un curso impartido por Dupree en la Academia del FBI y una de las pruebas del curso es analizar un caso. Es entonces cuando Amaia destaca por sus deducciones y es fichada para ayudar en el caso de unos asesinatos relacionados con desastres naturales. Allí donde hay un gran desastre, una familia aparece asesinada y en medio del caos se alza una puesta en escena ritual. Ahora se espera una gran tormenta sobre Nueva Orleans así que el equipo se dirige allí con la esperanza de capturar al asesino. Una vez en Nueva Orleans se enfrentarán al Katrina y a viejas creencias que esconden cuentas pendientes del propio Dupree y que hablan de niñas desaparecidas.

     Sucede con esto de las precuelas algo curioso: uno da por sentado que van antes y que, por lo tanto, conviene leerlos antes que los libros que en teoría van después en la linea temporal. Sin embargo, y como suele suceder con precuelas que aparecen más tarde, es mejor una lectura en orden de publicación, ya que los escritores tienen por costumbre atar en sus libros cada frase y dar por sabidas algunas cosas que no siempre han de ser así. Incluso algunos se permiten juegos de manos. De hecho, y sin desvelar el truco, yo apostaría a que Redondo hace justo eso con un personaje que aparece un par de veces en esta novela y al que se le da una importancia superior al número de páginas que ocupa. Pero la cosa es, que no quiero despistarme, que en su nueva novela Redondo recuerda el pasado de Amaia y, si bien lo hace con la intensidad de la juventud de la protagonista en este título, hay partes que comprenderemos mejor si hemos seguido el orden de la publicación sin que ello signifique que un lector virgen se pierda en la trama.

     Amaia está en Estados Unidos y destaca por su inteligencia e intuición. Una vez presentado el caso, la novela se abre en tres vertientes: la resolución del caso, los recuerdos de Amaia y las cuentas pendientes de Dupree. Y aquí es importante hacer la distinción porque en un principio poco o nada tienen que ver estos tres hilos excepto su convergencia en la peculiar manera de ser de la inspectora Salazar. El caso del "compositor", un asesino de familias que se ampara en desastres naturales, sigue los cauces de una novela habitual, incluidos un par de giros y un final de esos que ahora se dicen trepidantes. La infancia de Amaia habla de un momento en el que se pierde, de una niña extraña y de esos líos familiares que tan bien conocemos los lectores de Redondo. Y Dupree se queda con la parte más complicada de explicar, ya que mezcla lo sobrenatural con el crimen hablando de niñas desaparecidas, zombificaciones y supervivientes imposibles. Y es que, si algo caracteriza el último libro de Redondo, es la mezcla entre los posible y aquello que no lo es, la creencia, la magia llevada al extremo en el que se nos quiere hacer ver como real y las infinitas posibilidades que eso ofrece para una trama que no teme perder pie siempre que logre su objetivo de entretener al lector. La novela es, ya os lo digo yo, excesiva: si hay una muerte es exagerada; si es un huracán el Katrina; si hay un rescate es sin alma y si hablamos de enfermedades, la única normal es la cistitis. Y si alguien viaja... bueno, si alguien viaja digamos que lleva el billete tatuado porque no os quiero dejar sin sorpresas. No me pongáis cara de susto que seguro que muchos sois lectores de Connolly, ya me entendéis.
      Pero estamos con La cara norte del corazón, y aquí se trata de literatura de entretenimiento puro y duro sin que eso le quite mérito al escribirlo. Como decía antes, quienes hayan leído ya la trilogía tendrán el placer de jugar a eso de "¿quién fue antes, el huevo o la gallina?" o lo que es lo mismo buscar las pistas de lo ya conocido en el orden temporal inverso. Redondo ha optado por una novela pensada para divertir, para recordarnos que los libros no son solo esa gran fuente de sabiduría, sino también un producto de consumo sin que ello signifique que haya que menospreciarlo. A fin de cuentas, no todos vemos los documentales de la dos cada vez que encendemos el televisor. Y, si bien es cierto que recurre a un formulismo que ya sabe le funciona, y que la ambientación en Nueva Orleans es solo por cambiar de mitos ya que podría perfectamente haberse quedado en Baztán para la historia que nos relata, el libro está mejor escrito y ella ha sido fiel al carácter que ya diera a sus personajes o, lo que es lo mismo, Salazar sigue teniendo la empatía de una piedra. Ojo, que hay mucha gente así.

     La cara norte del corazón dicen que es el lugar más desolado, tal vez por eso esta novela está llena de corazones y la mayor parte estén defectuosos, pero la novela, no me cabe duda, es un libro perfecto para quienes buscan la pura evasión. Y aunque yo tenga mis más y mis menos, tengo que reconocer que en la literatura el entretenimiento está infravalorado. Menos por los lectores, que a fin de cuentas son los que mandan.
     Salazar volverá, no me cabe duda. Y espero que lo haga para responderme a un par de cosas.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 28 de octubre de 2019

Mary Ventura y el noveno reino. Sylvia Plath


    «Pero ¿qué es el noveno reino?», le pregunta a una mujer de ojos azules y piel arrugada. «Es el reino de la negación, de la voluntad congelada -responde-. No hay retorno posible.»

     Sylvia Plath es una de esas escritoras que hay que leer. No solo por recomendación, también por ser un nombre indispensable de la literatura, una visión reflexiva de su vida en cada palabra. Hoy traigo a mi estantería virtual, Mary Ventura y el noveno reino.

     Mary Ventura se despide de sus padres antes de subir a un tren. Le han sacado un billete y ella hará el viaje sola a un lugar llamado el Noveno Reino. No sabe dónde es y el viaje lo hace acompañado de una mujer que va mostrándole la incertidumbre de su destino y la posibilidad de un camino.

     Leer a Sylvia Plath es bucear entre sus palabras para interpretar sus historias. Eso es aún más necesario cuando estamos ante un cuento, y así sucede con Mary Ventura. Ella es una joven, muy joven, que es acompañada por sus padres a iniciar un viaje sola. Ahí nos da la primera pista, se va sola, todos lo hacen en algún momento, es un viaje sin retorno... Mary tiene miedo, busca una guía en ese viaje que resulta ser una mujer. En el tren hay gente de distintas edades, todos viajan sin retorno, pero solo Mary parece despertar a lo consciente. Y  Plath nos deja interpretar...

      Más allá de una edición preciosa con unas ilustraciones muy personales, este cuentito será diferente para cada uno. Yo veo en él una historia de miedo en la que una joven abandona la infancia para comenzar la vida adulta. Una vida menos cálida porque se pierde ese refugio eterno que parecían los brazos de los padres. Una joven que teme lo que le queda por venir, el comenzar a caminar sola y que busca una guía, incluso un escape. Y lo encuentra, porque siempre hay una persona a nuestro lado, pero aún sabiendo eso hay que ser valientes. Por eso el tren tiene a gentes de todas las edades: hay quien es obligado a madurar joven, incluso siendo un niño, porque la vida es dura. Otros en cambio pueden pasarse la vida en eso que llaman ser un Peter Pan. Pero, tarde o temprano, todos recorren el camino.

     Mary Ventura es un cuento amable, reflexivo, sobre la propia vida. La de Plath y también la de cada uno. Quizás por eso cada cual interpreta su propio Noveno Reino. Quizás por eso siempre es un placer leer a Sylvia Plath.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Me llamo Vila-Matas, como todo el mundo. A. G. Porta


     "- Obviamente, es sobre Vila-Matas.
     - ¿El qué?
     - Lo que te cuento.
     - ¿La historia de la agente?
     - Sí. Me llamo Vila-Matas, le he dicho, como todo el mundo".

     Llevo décadas leyendo cada palabra que brota de la pluma de Vila-Matas. De hecho hace apenas nada le preguntaba a un amigo escritor sobre las figuras literarias (vivas, muertas no tiene gracia) que le gustaría conocer y tratar, ese típico "a quién admiras tanto que...", y lo hacía mientras esperaba que no me preguntase para no tener que repetir mi admiración por el ya nombrado escritor. Poco después a salvo de preguntas me sumergía en el libro que hoy traigo a mi estantería virtual, se trata de Me llamo Vila-Matas, como todo el mundo.

     En el año 2014 le cuenta Vila-Matas a Porta (autor del libro) que ha sido invitado a participar como actor en una obra de Broadway. Sin embargo, el proyecto no llega a nada porque la persona encargada de llevar a cabo este proyecto, Allison, ha desaparecido sin que Vila Matas o su amigo Eduardo Lago hayan podido dar con ella. Este diálogo a ratos delirante en el Vila-Matas y Porta fantasean ficcionando la realidad con esa metaliteratura que tanto gusta al famoso escritor, es lo que Porta transcribe en este libro de unas setenta páginas.

     Je m’appelle Erik Satie, comme tout le monde.

     No podía empezar de otro modo un libro en el que Vila-Matas no es escritor pero si protagonista y que trata se su obra pero no lo es que con una cita puesta en su boca que es a su vez conocida por haberla dicho otra persona. Y es que, si hace unos años Vila-Matas titulaba uno de sus relatos Me dicen que diga quién soy, ahora es Porta el encargado de darle réplica al menos con el nombre, aunque cuando se trata de Vila-Matas nada es tan sencillo, y eso lo sabemos. Estamos acostumbrados a ese narrador que le caracteriza y que es capaz de escudriñar sin piedad a un heredero literario, aparecer comentando el prólogo de una conferencia, la propia conferencia, o autocomentarse los artículos como si su narrador, por supuesto escritor, fuera una persona ajena a quien los escribió.
Y si este es Vila-Matas, el eterno buscador literario que bucea en cada término dando vueltas en u bucle infinito sobre los límites de la literatura y la palabra, no podía ser menos un diálogo entre amigos con él que estuviera, claro está, a la altura, como para seguir la broma.
     Aquí el juego, no exento del recorrido literario tanto por la obra del propio Vila-Matas como por la de otros escritores de renombre, consiste en la autodefinición, la existencia y la importancia. Vila-Matas se entrega al juego y se hace él víctima o protagonista de eso que tanto le ha gustado hacer con los demás. A fin de cuentas, si es capaz de sacar una novela de una simple conversación que considera interesante, cómo no va a salir un libro de un proyecto fallido que le incluya. ¿Y cómo es entonces este juego? Metaliterario, claro, pero también es un juego de existencia y de los distintos hilos paralelos en los que el autor de un libro se ve cada vez que escribe, desdoblándose en cada personaje, diluyéndose un poco hasta desaparecer como si cada voz tomara fuerza en su interior hasta convertirlo en una sombra autómata incapaz de hacer otra cosa que escribir. O ni eso. Solo la sombra imperceptible.
     Total, que hay una obra en la que Vila-Matas será actor, y la obra es Buscando a Allison, que trata de que propone una obra al autor en la que el escritor hace de escritor que escribe una obra. O algo así. Pero es un algo así divertido e inexplicable a la vez de ser sumamente fácil de comprender y eso siempre ha sido para mi una de las características de la obra de Vila-Matas que ahora tan bien ha sabido recoger Porta y que, por mucho que yo lo intente, me va a resultar imposible trasladaros.
Lo que si os puedo decir es que a mi este libro me ha generado una duda. Si yo ahora soy una persona que se sienta a escribir sobre la obra de Vila-Matas y lo hago bajo el nombre de mientrasleo, tan adecuado para esta duda, ¿no podría ser el personaje de una obra que ahora mismo estuviera escribiendo el autor y me hago esta pregunta obligada por sus deseos? (a no ser que lo haga porque me ha otorgado la libertad de un estado de consciencia superior al habitual en obras ajenas a su firma). Y si todo eso es así y yo soy su personaje: ¿acaso no soy entonces Vila-Matas? Como tú que me lees dentro de esta obra, como todo el mundo.

     Resumen perfecto del libro:

La realidad irreal. Escher.
     Me llamo Vila-Matas. como todo el mundo, es un magnífico puzzle. Para iniciados, para más que iniciados en realidad.

     Y vosotros, ¿qué libro leéis esta semana?

     Gracias.

miércoles, 16 de octubre de 2019

Premios


     Este año el Premio Nobel de Literatura valía por dos. Parece que en los últimos años no saben qué hacer para captar la atención del gran público y uno ya no acierta no solo los nombres, sino tampoco el número de premios que se van a otorgar. La cosa empezó el año en que decidieron hacer caso de eso que tanto se dice de "sus letras son pura poesía" y entregaron el premio a un hombre conocido por su música. Evidentemente la que se lió fue bonita. Después de eso no hubo premio. No nos quedemos en la superficie, no solo fue por lo que hizo el marido de una señora, no, en realidad la Academia parecía haberlo ocultado, así que le salpicó más que un poco. Y no hubo premio. Así que este año hubo dos. No solo eso, sino que en un ejercicio de diplomacia extrema nos han proporcionado a una mujer y un hombre; ella, de apellido impronunciable y un nombre nuevo para la inmensa mayoría de lectores e incluso críticos, él, un tanto más conocido para quien lee muchísimo ya sea por trabajo o devoción: Tokarczuk y Handke. Nada que objetar, ya tenemos dos nombres que investigar o incluso descubrir si llevamos bien apuntados sus apellidos a nuestra librería habitual.

     Sin embargo no es solo en Nobel el premio que se entrega. En España, en la misma semana, se entrega el Premio Planeta y, aún a riesgo de provocar algún desmayo entre los culturetas, a la mayor parte de la gente que no pertenece a el mundo literario, le importa más. Incluso apostaría a que se vende más en nuestro país. Y como es un premio de nuestro país, lo hemos convertido en algo muy nuestro con vecino cotilla incluido que ha sabido convertirse en parte de la farándula, estableciendo como tradición filtrar los nombres unas horas antes. Supongo que no pasarán muchos antes de que el interés salga de la sala en que se celebra la ceremonia a la red reina de este tipo de cosas en la que se libre una batalla campal para saber quién es el primero que afirma que va a vaticinar con éxito los nombres. Como los oscar... sí, igualito. La cosa es que donde antes en esa misma red todo el mundo afirmaba que el premio se lo iba a llevar (seguro, que es como se afirman las cosas en twitter) una tal Eva, horas después se criticaba que se lo llevasen dos nombres de la competencia. Claro, si es una porque ya estaba sabido y seguro que era un acuerdo pactado porque mira lo que vende esta chica,,,, si es alguien "de la casa" porque es una gratificación para que Perenganito no se marche y solo tienen en cuenta a los suyos o, si como en este caso, son autores ajenos a Planeta, la cosa es que se usa para ficharles un premio que, para quienes no lo sepan, no solo garantiza una extraordinaria ventaja, sino también un % sobre ventas levemente inferior para un escritor que ha cobrado esa cantidad a modo de anticipo sobre dichas ventas. Vamos, que chollo, lo que se dice chollo... depende de a quién se lo den, al menos en lo que se refiere a la parte económica, que parece que tendemos a quedarnos en las 40.000 pesetas de 1952 o los 601.000 euros de este año.
     Los premiados han sido Javier Cercas y Manuel Vilas. Dos nombres conocidos, dos escritores serios, con trayectorias consolidadas y motivos más que sobrados para obtener el galardón ya sea como premiado o como finalista. Vilas, de un lado, ha entrado en muchas casas con su novela Ordesa aunque ara mi siempre será el poeta Gran Vilas al que vi por primera vez ataviado con un abrigo negro y fumando un cigarro a la espera de que diera la hora de comenzar su presentación en un día gris que anunciaba lluvia. Me gusta Vilas, celebro el premio. Javier Cercas, a quien ya Bolaño señalara como un escritor con talento, se hace famoso entre el gran público con Soldados de Salamina, y casi veinte años después sigue entrando de forma periódica en el domicilio de los lectores con novelas que demuestran que es un escritor de oficio además de tener talento. Estoy encantada también con este premio.
Dicho esto solo me queda añadir que siendo el Premio Planeta un premio privado poco o nada tengo que criticar sobre el uso del premio como ejercicio de marketing o como captación de nuevos nombres ya sea de escritores novatos (¿imagináis?) o de aquellos que firmaban en otra editorial hasta el momento. Lo que si opino es sobre la calidad asociada a los nombres y, en este caso, estoy más que contenta de que hayan decidido dar un premio a la calidad, al menos hasta el momento, de dos escritores solventes y además haya quedado abierta la elección a quien publique dentro o fuera del gran grupo. Así es como creo que deberían de ser las cosas y este es el rumbo que me gustaría que tomara un premio que con el tiempo perdió seriedad y ahora quizás busque recuperarla.

     Y vosotros, ¿qué opináis del Planeta de este año?

     Gracias.

lunes, 14 de octubre de 2019

Mona. Pola Oloixarac


     "Por favor traigan sed de viajero y hambre de delicatessen nórdicas", así terminaba la carta de invitación que había llegado por correo a su buzón del campus".

     Conocí Mona a través del blog de Alberto Olmos en el que en un artículo bastante divertido me descubría este título. Como ya disfruté en su día de Ávidas pretensiones asumí que no tenía por qué ser distinto y me dirigí a la librería. Es por eso que hoy traigo a mi estantería virtual, Mona.

     Conocemos a Mona, escritora novel que ha alcanzado el éxito con su primera novela. De origen latinoamericano y vida ahora en un campus universitario de prestigio, es invitada a un certamen literario en Suecia en el que se reúne con un nutrido grupo de escritores de distintas nacionalidades.

     Oloixarac es argentina pero escribe poniéndose en la piel de una escritora limeña. Quizás por eso pone en boca de su protagonista Mona la comodidad de estar entre personas que no hablan tu idioma a la hora de expresarte o de no hacerlo. Y es que, en esta novela, cada frase es un juego que oscila entre la metaliteratura, la vida y los juegos de manos. En Mona la literatura se capitaliza en manos de un mundo politizado en el que vales por lo que llevas más que por lo que aportas, o tal vez sea justo al contrario. Como dice Mona hablando de su contrato en una prestigiosa universidad: ser mujer, de color, con ascendencia étnica adecuada... son cosas que se valoran para la diversidad del zoo. Habla por tanto en esta tragicomedia de una hipocresía manifiesta a la que nadie alude pero de la que muchos se aprovechan y usa un certamen literario para hacer de él una novela en la que todos los asistentes son personajes del teatro representado dejando al lector la tarea de decidir cuánto de realidad hay en este invento o, tal vez, en cualquier certamen al que asista. Y es que, más que una crítica al certamen, lo es hacia la actitud que ha de tomar obligado o no mucho participante que se encierra en el personaje esperado allí. Resulta curioso ver como cada uno de ellos representa el papel que se le supone ya sea de militante, de recuerdo constante del Holocausto o de poeta perenne.

     A partir de ahí y hablando de personajes convierte a Mona en una versión femenina de personajes ya conocidos que hacen temblar a su cuerpo con los excesos. Y es que Mona es una escritora joven que ha paladeado un gran éxito con su primera novela. Un éxito impulsado por la persona adecuada opinando lo preciso para ser alzada en ventas y también en el status literario. Esto tiene un punto de vértigo, de miedo a ser impostora y de necesidad de escribir una segunda novela a la altura. Y también puede provocar la necesidad de huir, sobre todo si uno se atasca. Y Suecia no parece un mal lugar, máxime si viene con la posibilidad de un premio que bien cubre unos cuanto miles de ventas que no sabe si tendrá. Mona tiene que escapar de Mona, Mona es una escritora con éxito, una mujer joven, es todo lo que ahora se mira y se admira, Mona es una mujer poderosa que se siente fingida en conversaciones sobre el feminismo con Lena, otra asistente. Esta es la parte interesante de la novela. El tema literario, los festivales, los escritores, los papeles a los que se ven obligados a ceñirse, las licencias que se toman en esas minivacaciones... todo eso esta muy bien y es muy entretenido. Pero Mona es una novela que habla de las víctimas de esta sociedad en la que vivimos. Ya sean adultas o no vivimos en un mundo en el que las mujeres no quieren ser víctimas, y no solo porque eso significa haber sufrido un daño, esa es la parte evidente. La pregunta que yo me hago una vez terminada la novela es, ¿estamos preparados para decir que hemos sido víctimas sin por ellos sentirnos demasiado expuestos? Sé que no voy en la línea de otras opiniones más divertidas que ven aquí una comedia, pero un único libro pertenece a cada lector y cambia para él.

     Me ha gustado Mona, es un libro con más profundidad de la que esperaba y tiene una protagonista francamente interesante. Y sí, a ratos también es divertido.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 7 de octubre de 2019

Mi padre es mujer de la limpieza. Shapia Azzeddine



     "Mi padre es mujer de la limpieza. Muchas veces, después del colegio, me paso para echarle una mano. Para que podamos volver antes a casa. Y también porque es mi padre. Saco brillo, limpio, froto, aspiro, hasta en los rinconces. Pequeño y menudo, me cuelo por todas partes. Pero también aprendo. Una palabra por semana."      

     Hay libros cuyo título y portada llaman la atención. Antes me dejaba guiar más por las primeras impresiones, pero poco a poco he ido topando con títulos que a simple vista me repelían y luego, gracias a la literatura digital que ha conseguido que para mi todos los libros tengan portadas grises uniformes, he visto que detrás puede esconderse una gran historia. Hoy traigo a mi estantería virtual un libro de esos que me obligan a mirar la portada con cara de extrañeza. Traigo, Mi padre es mujer de la limpieza.      

      Conocemos a Polo, un adolescente de 14 años que vive en una familia con una madre paralítica y dejada, una hermana hermosa y tonta y un padre que es mujer de la limpieza... y el único a quien puede admirar. Nos lo contará él mismo, haciéndonos partícipes de lo que pasa por su mente.    

     Hace días que no traigo una novela corta o relato largo de esos que se leen en un suspiro. Claro que, en este caso, pese a leerse rápido, se trata de un libro que nos dura mucho en la mente. Está claro que las reflexiones de un adolescente un tanto deslenguado e inconformista con la sociedad en que le ha tocado vivir, no son algo nuevo en la literatura. Pero aún así nos sentimos atrapados por las reflexiones de Polo, tal vez porque también él se siente atrapado en su propia vida a una temprana edad. Porque no le gusta su familia, porque no encuentra su sitio en ella ni en su barrio, o porque simplemente es un adolescente.
     Pero asistimos a su pequeña disección y también a su cariño volcado en la figura paterna. Ese padre al que acompaña para ayudarlo en su trabajo, un trabajo que en realidad le avergüenza pero que ha afianzado una unión entre ambos. Porque su padre limpia por las noches, oficinas, bibliotecas... y al acompañarlo lo abre los ojos a otros lugares de su pequeño mundo.    

     No diré que es una obra maestra, pero si que es un libro entretenido, con un contenido social que se deja ver claramente. Saphia no tiene pudor alguno a la hora de mostrarlo y nos lleva en un puñado de letras a la periferia de París entre inmigrantes y clases bajas, incluso ínfimas. Y justo ahí sitúa a la familia de Polo. Una familia que vive sin aspiraciones a mejorar que no sean los concursos de belleza a los que se presenta su hermana. Y Polo quiere salir de esa familia, quiere una familia normal como la de cualquiera de sus vecinos y su oportunidad pasa por los libros. O eso nos irá contando en esta historia que tras días de lectura seguía instalada en mi cabeza y cuyo final... tenéis que descubrirlo por vosotros mismos. Un título que ha provocado que siga a Shapia por su camino de letras concisas y certeras.    

     Una única advertencia: no he usado en toda la reseña la palabra "ternura"; tal vez, como diría Polo, no me tocaba aprenderla esta semana.    

     "Mi padre es mujer de la limpieza me ha gustado mucho. No sé si es porque lo leí en el momento adecuado, porque el tema me atrae... y mirad, ya puestos, confieso que no soy fan de los libros protagonizados por niños, pero incluso así, me gustó.

     Hoy mi duda es mucho más directa, ¿qué me decís de la portada? Porque igual la rara soy yo...    

     Gracias.


viernes, 27 de septiembre de 2019

El árbol de las cerezas. Paola Peretti


     "A todos los niños les da miedo la oscuridad.
     La oscuridad es una habitación sin puertas ni ventanas, llena de monstruos que te atrapan y te comen en silencio.
     Pero a mi no me da miedo: yo la oscuridad la tengo dentro de los ojos".

     El eterno dilema de las fajas: en este libro nombran "Nada", uno de mis libros favoritos; "El Principito" que como muchos saben colecciono en idiomas; "El Barón Rampante" que es un lujo.... y "La elegancia del erizo", que para mi fue un horror.  Total, que 3 a 1 me lo llevé y hoy traigo a mi estantería virtual El árbol de las cerezas.

     Mafalda nos cuenta su historia. Mafalda es una niña normal, con una familia y un cole. Todo sería normal si no fuera porque Mafalda está enferma: tiene la enfermedad de Stargardt. Sabe que es cuestión de meses que esas manchas negras que tiene ante sus ojos y que le borran el mundo, terminen por comérselo y todo sea una negra oscuridad.

     Imagina la vida en primaria. Imagina un mundo con amigos, jornadas de juegos por las tardes y cumpleaños. Ahora imagina que ese mundo se esconde tras una densa capa de niebla que se va oscureciendo. Y piensa en el miedo a la oscuridad que es tan habitual en la infancia. La historia de Mafalda es la de Paola, aunque no es esa niña, pero si es una niña a la que dieron ese diagnóstico.
La historia de Mafalda es una historia de esperanza y de terror, de aferrarse a un mundo y también de protegerse de él, de buscar protección. Mafalda cuenta los pasos hasta un árbol porque en ellos mide la enfermedad que padece: 140, 120, 60... y cada paso que recorta se encoge un poco más el corazón del lector que no puede dejar de admirar la valentía aunque no tenemos claro si es valiente avanzar hacia lo inevitable, a fin de cuentas no hay otra opción. Lo que si hay es una vida que cambia, cosas que se quedarán para siempre en el camino y recuerdos que tal vez se acaben borrando, la diferencia con sus compañeros, la timidez... hay tantas cosas que se esconden tras un diagnóstico así que una niña es incapaz de darles su espacio a todas ellas. Y Peretti se lo da en poco más de doscientas páginas.
     Es difícil escribir con sinceridad un libro así, que uno lo crea, que tenga sus espacios tristes y también sus espacios felices. Que uno sienta que algo así sucede y sea el corazón quien tome las riendas de la lectura. Y eso es lo que destila esta novela con la que se inicia Paola Peretti.

     Me ha gustado El árbol de las cerezas. De hecho me ha parecido un libro terriblemente hermoso y es que, si algo tengo claro hace tiempo, es que para que algo sea hermoso no tiene que ser bonito. Este tiene las letras a flor de piel, quizás porque evita el dramatismo, porque ante un niño todo se protege y es la protagonista la que lo cuenta. No hay escena que no presencie la niña y eso, lejos de restarle dramatismo, se lo aumenta al conferir al libro una trama susurrada en boca de los adultos. Lo recomiendo, no lo dudéis.

     Y vosotros, ¿qué opináis de las fajas?

     Gracias.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Kim. Rudyard Kipling



     "Allí estaba Kapilavastu; aquí el Reino Medio; allí Mahabodhi, la Meca del budismo, y allí Kusinagara, el triste lugar de la muerte del Maestro. El viejo inclinó un momento la cabeza sobre el mapa, silenciosamente, y el director encendió otra pipa. Kim se había dormido. Cuando despertó, la conversación, todavía torrencial, era más comprensible para él." 

     Hoy me apetece presentaros a un personaje que me marcó cuando lo leí. No se si por el momento en que cae el libro en mis manos, o porque me esperaba una lectura más ligera, me acompañó durante mucho tiempo y me di cuenta de que era un libro del que hablaba con regularidad. Tenía, por lo tanto, que hacerlo también aquí. Por eso traigo a Kim, Kim de la India si preferís.

     Os presento a Kimball O'Hara, Kim, un huérfano hijo de un soldado irlandés. Su vida transcurre en la India británica y pronto se perfila como un joven astuto. Allí conocerá a un lama que viaja buscando un río místico, y el joven decide acompañarlo. Durante el viaje, el que fue un buscavidas será utilizado para pasar mensajes por el Servicio Secreto Británico, iniciándose su carrera de espía y con ella sus aventuras.

 Este libro escrito en 1901 refleja, al igual que El libro de la selva, la situación global que se vivía. El mundo occidental se lanzaba a la conquista de los recursos existentes en continentes menos desarrollados. Se reparten tierras y personas y se desarrollan imperialismos y colonialismos. El autor nacido en la India pero de padres británicos, sabe capturar las dos partes de la historia, mostrándonos las costumbres del pueblo indio en un libro disfrazado de aventuras casi juveniles en un primer vistazo a su sinopsis.

     Pese a los más de cien años, no se nos antoja un libro extraño y entre espionajes británicos y rusos se nos van las páginas sin darnos cuenta y van haciendo mella sus personajes y los entornos en los que se mueven. Casi todo los autores contemporáneos de Kipling defendieron el imperialismo británico, su necesidad de expandirse y conquistar. No sucede así en este libro, donde el autor nos cuenta una extraordinaria aventura, recomendable para niños y que hace reflexionar a los adultos desde la perspectiva que nos otorga el tiempo transcurrido.

     Interpretado por Errol Flynn si que ha envejecido peor su versión cinematográfica y, si me preguntan a mí, sobre todo al final del libro. Final que, una vez más, me quedo con ganas de matizar pero que a mi me obligó a trasnochar para llegar al desenlace antes de dormirme.
      Es, en definitiva, uno de esos libros convertidos rápidamente en clásicos, que se oyen muchas veces y que vive a la sombra de El niño de la selva de Disney pero que no me arrepentí de descubrir.

     Me ha gustado Kim, pero era fácil, me gusta mucho su autor, su obra y también, para qué negarlo, su vida.

      Y vosotros, ¿habéis leído algo de este autor?, ¿conocíais su obra?

      Gracias.

     PD. Me encanta el olor a clásico por la mañana.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Peyton Place. Grace Metalious


     "Bueno, ya sabes lo que dicen: los ricos tienen dinero y los pobres tienen hijos".

     Recuerdo haber visto a una maravillosa Lana Turner hace años en la adaptación cinematográfica de esta serie y haber pensado en leer la novela. Sin embargo, no ha sido hasta este verano que lo hice y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Peyton Place.

     Conocemos Peyton Place, una pequeña ciudad de aspecto idílico cuyos secretos están a punto de salir  a la luz. No es que en este tipo de ciudades no se cuenten secretos, de hecho, muchas veces se sirven a la hora de la cena exactamente igual que un buen asado, pero no se airean de forma pública. Saltando de personaje en personaje, aunque sobre todo nos centraremos en tres mujeres, descubriremos todas las faltas de la pequeña ciudad. Abortos, violencia, racismo,envidias... nada es ajeno a Peyton Place. Y todo ello lo viviremos a través de sus tres grandes protagonistas: Constance, Selena y Allison, hija de la primera.

     Cuando Peyton Place se publicó se formó un buen escándalo. En aquella época, las apariencias lo eran todo y a nadie le gustaba que destapasen los secretos de su vecindario. Peyton Place se convirtió en uno de esos fenómenos literarios que nadie confiesa estar leyendo, nadie encumbra como libro y, por supuesto, nadie agradece a su autora. Sin embargo, agua lleva el río cuando suena, no tardó en tener su propia adaptación cinematográfica y tampoco se hizo esperar la serie en una época en la que Netflix o HBO no eran el termómetro del éxito.
Peyton Place se publica, como ya he comentado, a finales de los cincuenta, pero está ambientado en el año 1939 en una ciudad que la autora conocía muy bien, Gilmanton. En el momento de publicación de la novela, los habitantes de la ciudad estaban lejos de sentirse orgullosos de su celebridad local, en lugar de eso se miraban con recelo unos a otros creyendo reconocer a los personajes de su tan odiado libro. Tanto es así, que a la muerte de Metalious, muchos pensaron que no era merecedora del cementerio de la ciudad y, aunque finalmente lo fue, alguien se encargó de comprar los terrenos cercanos para que su tumba estuviera sola. Pero vamos con la novela.

     Peyton Place desmembra la vida de una pequeña ciudad cuyo nombre de título a la novela pero que bien podría ser cualquier otra. En cualquier lugar. Tiene de alta literatura lo que la tortilla de patatas de alta cocina y, como sucede con esta última, causa el mismo placer banal durante su lectura. Al más puro estilo de Pequeñas mentirosas, por poner un ejemplo, la novela oscila entre la telenovela y el serial para enganchar al lector como si se tratara de una gripe que te incapacita para hacer otra cosa que leer una página más. Es cierto que hoy en día ni siquiera levantamos una ceja ante lo que en aquella época estoy segura que supuso un revuelo de tres pares de narices, pero, precisamente por eso, es Peyton Place un experimento que sigue funcionando tanto en la literatura como en la sociedad actual. Hay abortos, incesto, incendios, racismo y suicidios. Hay mujeres castigadas y hombres que no salen bien parados, personajes que son tan típicos que resultan casi caricaturas y otros a los que no terminamos de conocer ni siquiera por sus acciones. Conocemos a Selena, a Constance, también a Lucas y lo que hace con su hija, a Betty, a Ginny... sabemos que unos abusan de otras, que hay bofetadas y también hijas que son tratadas como una inversión. Desde luego que no lo pasan bien las mujeres, pero los hombres distan mucho de ser unos santos. Y, con todo esto y un siglo después, el lector sigue enganchado a las páginas de una novela que demuestra que seguimos siendo una sociedad de cortinas echadas y cotilleos a media voz que tratan sobre el vecino de al lado. Tal vez haya cambiado la forma en que la sociedad ve los pecados y tal vez en la calle uno no solo no se escandalice de ciertas cosas, sino que además lo revista de un trato de normalidad, pero si esta novela demuestra algo, es que en el fondo, cuando estamos a gusto y apenas nadie nos oye, tal vez no nos diferenciemos tanto de esos habitantes creados por Metalious que señalaban a otras mientras decían ¡Puta!. Y de hecho, posiblemente por ese motivo, Peyton Place ha envejecido demasiado bien.

     Peyton Place es una novela divertida, un serial en papel que apetece leer para evadirse del mundo y que, si bien no escandaliza, hará que nuestro lado cotilla sea muy feliz durante un montón de horas. Hagan la prueba, visiten Peyton Place. A fin de cuentas, leerlo tantos años más tarde hará que encontremos un montón de detalles de nuestras series favoritas.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


viernes, 20 de septiembre de 2019

Leopardo Negro, Lobo Rojo. Marlon James



     "El niño ha muerto. Y no hay más que contar. 
      He oído que en el Sur hay una reina que mata a quien le trae malas noticias. Así pues, si anuncio la muerte del niño, ¿estaré escribiendo también mi propia sentencia de muerte? La verdad se come las mentiras igual que el cocodrilo se come la luna, y sin embargo mi testimonio es el mismo hoy que mañana. No, no lo maté yo". 

     Tras su primera novela me quedé con la curiosidad de volver a leer a Marlon James, por eso ni lo dudé ante la preciosa cubierta de Leopardo Negro, Lobo Rojo. 

      Conocemos a El Rastreador, un hombre cuyo nombre es adecuado para su mayor capacidad. Su olfato le permite seguir el rastro de cualquier persona por muy lejos que esté. El Rastreador está contando su historia, aunque quizás testificando sea lo más adecuado, y nosotros seremos testigos de ella. Conoceremos a un hombre con poca tendencia a la socialización, sabremos de su fallecido padre y cómo el Leopardo aparece en su vida; sus primeras "misiones", sus intentos con el arco y habilidad con las hachas, su carácter y como, finalmente, su misión será la de encontrar a un niño desaparecido hace ya tiempo. Ahora nuestro protagonista ya no está solo, serán varios y dispares las criaturas que se unan a su comitiva.

      Ya he comentado muchas veces que la llamada novela de género parece ser, al igual que la zarzuela, uno de los géneros chicos de la literatura. La diferencia entre ambas es que en el caso musical se dice casi como un halago mientras que en la literatura esto viene a significar que no se le da demasiada visibilidad. Por eso me sorprendió que Marlon James entrase de lleno en la fantasía épica. Un escritor reconocido ya por su "Breve historia de siete asesinatos" que se mete de lleno en una historia como la que hoy enseño ha de tener, a la fuerza, algo que decir. Recuerdo haber pensado eso y también haber tenido curiosidad por lo que la crítica haría con esta novela; ignorarla o buscar explicaciones que justificasen no hacerlo. Se me olvidaba la tercera opción, "todas las anteriores".

     Leopardo Negro, Lobo Rojo es la primera parte de la trilogía Estrella Oscura aunque, no os asustéis, uno puede leerlo de forma independiente. Con una primera frase pensada para llamar la atención del lector, se presenta la historia de un hombre cuya capacidad para relatar historias es explotada por un espléndido narrador que dota a la novela de un tono que oscila entre el de cuentacuentos y voz en off de noche de brujas que atrae a un grupo de campistas junto a una hoguera. Y es que, en este tipo de novelas, el tono es importantísimo. James deja de lado la eterna Europa Medieval que tan bien conocemos por aparecer no solo en las novelas históricas, sino en una gran parte de las novelas de fantasía épica y se traslada a una suerte de África, menos conocida y, por lo tanto, más interesante al menos a priori. Las intensas descripciones proyectan los detalles de un mundo vivo ante un lector que no puede evitar permanecer atento para no perder detalle de cada personaje. Ahora que ya os he convencido de la importancia del lugar, os diré que lo que realmente me gustó fueron los personajes: ya sea el propio Rastreador, el Leopardo cambiante, el gigante que reniega de serlo, brujos, vampiros, unos seres curiosos que viven en el bosque... niños que son sacrificados al nacer por no ser como deberían... El universo de James es amplio y convincente y sus personajes son muchos y diferentes, y se antojan, sobre todo, reales.
No cabe duda que solo con esta frase, los aficionados al género ya se están frotando las manos, pero, ¿qué pasa con los que no entran habitualmente en este tipo de novelas? Ellos tienen una trama cuyo ritmo es, a ratos, similar al de un thriller (dentro de que James desconoce esa palabra que tantos lectores odiamos, "trepidante") en el que no sabemos nunca lo que va a suceder a continuación, la búsqueda del niño es el eje central de un libro que gira en torno a un protagonista nada simpático en el que nadie es amable y nada se viste como bonito. James, al igual que ya hiciera Ende con su ya famoso "pero esa es otra historia y ha de ser contada en otra ocasión" pone su muletilla para usarla de excusa y sumergirse en un libro complejo y a grades ratos duro, oscuro, lleno de hilos que se abren y se cierran para sumergir al lector en un nuevo mundo del que disfrutar. Si además tengo en cuenta las comparaciones que he leído de este libro con la obra de Tolkien, tengo que decir que me sorprendió más aún por la diferencia abismal entre el estilo de ambos.

      He disfrutado muchísimo de la novela de James, de su mundo brutal y cruel, de sus personajes atípicos y, en muchas ocasiones empáticos con situaciones de nuestra sociedad actual. He disfrutado con el Rastreador, un héroe que no lo es pero que tampoco se viste de antihéroe y ha resultado ser todo un descubrimiento para mi y también de su historia de historias. A fin de cuentas, ya os he dicho que este libro no trata solo de la búsqueda de un niño, en otro caso, no podría comenzar diciendo:
 "El niño ha muerto. Y no hay más que contar". 

      Leopardo Negro, Lobo Rojo es una gran historia no apta para ojos sensibles que he disfrutado de la primera página a la última. Quizás por eso he sido un poco más críptica de lo habitual a la hora de hablar del argumento y desmenuzarlo (aunque nunca me ha gustado contar demasiado en ese sentido) y me he centrado más en sensaciones. Hayáis leído o no a Marlon James, estamos ante una novela que hay que ir descubriendo poco a poco. Y creedme, si digo poco a poco lo digo en el más amplio sentido de la frase.

      No os he dicho apenas nada sobre lo bonitísimo que me parece el diseño de la cubierta y la alegría que me llevé cuando vi que no lo habían modificado. Sobre todo porque, colocado en la estantería de mi casa que corresponde a la editorial, uno no puede evitar mirar la rareza. Y es que, lo confieso, soy una superficial. Y vosotros, ¿os fijáis mucho en las cubiertas de los libros?

      Gracias.