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lunes, 27 de diciembre de 2021

Diario de un hombre superfluo. Iván Turguénev

 


     "El médico acaba de irse, ¡Al fin lo he conseguido! Por más astucias que haya intentado,  al final, no le ha quedado más remedio que expresar su opinión. Sí, moriré pronto, muy pronto".

     De vez en cuando una se lleva la alegría de toparse con un título que desconocía, pero que parece estar colocado justo para ella. Hoy traigo a mi estantería virtual, Diario de un hombre superfluo.

     Conocemos a Chulkaturin, un hombre que se considera a si mismo, superfluo. Una infancia de lo más normal y una vida sin que le haya sucedido nada importante son la característica principal de los recuerdos de este hombre que, poco antes de morir, decide escribir un diario.

     No parece revestir gran importancia lo que el autor puede relatarnos o, mejor dicho, lo que el protagonista nos explique de su propia vida. Sin embargo, hay que decir, que es precisamente la existencia de este protagonista lo que convierte en algo vital a la obra, ya que el concepto de hombre superfluo ha sido una constante que ha marcado la literatura rusa. El hombre aristócrata, o casi, educado, sin hechos particularmente decisivos, idealista, sensible, inteligente... pero, sobre todo, con un cierto toque nihlista. Lo veremos en Oblómov y en El Idiota y en tantas otras obras rusas y se caracterizará por observar cuanto le rodea consciente de que no va a poder hacer nada por cambiar algunas cosas. Bien, pues Turguénev, en este librito corto, le da voz. De hecho el propio autor dijo: "Hamlet probablemente llevaba un diario" y por qué no iba a ser el de su hombre, por poner un ejemplo.

     Hechas las presentaciones del concepto, vayamos a este diario escrito por un hombre once días antes de su muerte y en el que, lejos de lamentarse, escribe para entretenerse narrando al lector el típico fracaso amoroso de la literatura rusa en el que lo vemos, sin pena ni gloria hay que darle la razón, asistir a los hechos de su propia vida. He de reconocer que me he reído cuando, debido a que ni siquiera abrió la boca, no fue capaz de detener una situación más que comprometida, aunque luego tampoco lo fue y que estaba relacionada con mantener la propia vida a salvo (léase un duelo). Y es que en realidad no podía evitar pensar ese clásico: conozco a gente así; que me ha perseguido a lo largo de sus poco más de cien páginas. En realidad, la pregunta que yo me hacía era por qué le interesaba al protagonista narrarme este episodio que ni siquiera termina bien, justo cuando se va a morir. Y no tardo en olvidarme de mi pregunta al sumergirme en la pluma del autor, en su realismo, incluso en su sorna y en una prosa que, sin necesidad de grandes adornos, me cuenta una historia de otra época en la que la única falta que encuentro es su brevedad. Su historia, de antihéroe por si os lo habíais preguntado, puede parecer patética pero, ¿qué es muchas veces la vida de un ser humano normal de esos como tu y como yo que no han hecho nada relevante y que han dejado escapar oportunidades o han llegado tarde a ellas?, ¿cómo nos veríamos ante la implacable pluma de un buen escritor? Pues yo os lo digo: como un personaje al que no le ha sucedido nada relevante pero cuya vida, cuya historia, tal vez sea capaz de sacar una sonrisa dentro del pesimismo y, por qué no, incluso sea un referente en la literatura pasados los años. Todo depende de quién cuente la historia y no solo de quién la viva o de los hechos que relate. Y esa es una de las magníficas características de la literatura rusa. Por eso vuelvo a ella una y otra vez.

     Diario de un hombre superfluo es una novelita sencilla que hay que leer de forma atemporal para disfrutar de todo lo que el autor nos ofrece entre sus páginas.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 20 de diciembre de 2021

Lissy. Luca D'Andrea

 


     "Dos golpes ligeros y estás palabras: Crunch, crunch, crunch. ¿Quién roe, roe? ¿Quién mi casita e come?"

     Tras leer La sustancia del mal me anoté el nombre del autor con la intención de investigar un poco su obra. Terminé rápido, ya que hasta ahora no había encontrado más. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual Lissy.

     Conocemos a Marlene Wegener (o Taufer) cuando, tras robar en su propia casa, huye de su marido en un coche que no es el suyo en una paraje remoto del norte de Italia. Herr Wegener, su esposo, es un capo local criado bajo la sombra del nazismo que se acercó hace años al Consorcio. en definitiva, un hombre peligroso. Pero Marlene se enamoró de otro hombre y huyó (enfureciendo a Wegener) y ahora ha tenido un accidente y ha sido socorrida por un hombre de las montañas, el Baur Luis.

     Con este esqueleto Luca D'Andrea construye un thriller cuyo punto fuerte es la tremenda ambientación psicológica de la novela. Teje el mundo real con las leyendas en mitad de la nada, rodeados de frío y nieve, con un dolor aturdido y una fe casi ciega para dotar a su novela de una atmósfera que, en algunos momentos, se puede cortar a cuchillo. En la primera página nos coloca las bases de: marido mafioso busca a esposa infiel mostrando su carácter cruel para que el lector se anticipe a lo que va a suceder a su mujer al dar con ella, para comenzar entre flasbacks a mostrar un elenco de personajes que, si bien el término cliché se les aproxima bastante, se defienden entre luces y sombras mientras el lector espera que la novela avance.

     Dulce Lissy, pequeña Lissy... De repente la oscuridad se convirtió en líquida. Marlene se quedó sin aliento...

     D'Andrea sacrifica sin piedad alguna términos como trepidante o sorprendente para dejarnos una historia que comienza con paso lento y avanza a ritmo vacilante para dejar a su final un sabor de boca mucho mejor de lo esperado. Disfrazada de la aparente sencillez de la trama o la prosa, la novela ahonda en lo psicológico, tanto de los personajes como del propio ambiente, para hablar de fábulas y de un libro que es citado ya en las primeras páginas como algo importante para la protagonista, y si lo es para la protagonista, ¿no habrá de serlo también para la historia? se pregunta el lector. Y esa será solo una de las preguntas que se formule, porque la huida de Marlene llegará a involucrar al mismísimo Consorcio y todo ello sucederá en montañas, con nieve, frío y unas criaturas nombradas que harán dudar al lector de si se encuentra ante una novela de terror...

     Lissy es una historia entretenida que se cuece a fuego lento y que comparte con La sustancia del mal el gusto por la ambientación, pero que se descubre como algo más complejo de lo que uno anticipa al comenzar la lectura. Pero, sobre todo, y si tengo que ser sincera en mi apreciación, Lissy es como una de esas fábulas infantiles que nos llega sin haber sido edulcorada hasta convertirse en cuento en la que los malos son malos y los lugares tienen animales con nombres de personas muertas, los suelos crepitan porque se pisan muertos y cualquier cosa parece posible. Tal vez no sea una lectura fácil, pero si uno decide embarcarse en ella, no debería de abandonarlo hasta el final. O realmente no tendrá ni idea del viaje en el que se ha embarcado.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Los alcatraces. Anne Hébert

 


     "Bastó un único verano para que el pueblo elegido de Griffin Creek se dispersase. Aún persisten varios supervivientes, arrastran los pies de la iglesia a casa, de casa a la granja. Robustas generaciones de lealistas prolíficos debían triunfar, concluir y disolverse en la nada con algunos viejos retoños sin descendencia. Nuestras casas se caen a pedazos, y yo, Nicolas Jones, pastor sin rebaño, languidezco en esta rectoría de columnas grises carcomidas".

     Recordaba haber visto la película hace unos años en un ciclo de cine francés y que me había gustado. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Los alcatraces.

     Viajamos hasta 1936 a Griffin Creek, un pueblo canadiense anglófono. Allí desaparecieron dos jóvenes adolescentes cuya belleza era conocida y envidiada. El lugar es propicio para un suceso así, resulta lúgubre, oscuro y hostil y no parece extraño que sucedan esas cosas en parajes en los que la locura es algo que flota en el aire. Las jóvenes desaparecidas no se fugaron, y nadie ha olvidado lo que pasó.
    
     Publicada en el 82 en su idioma original, esta novela le valió a Hébert el Prix Femina, un premio que no ha trascendido demasiado a nuestro país. La novela varias personas nos relatan la versión que recuerdan de dos asesinatos sucedidos en su pequeña comunidad durante el mes de agosto de 1936. Utiliza estos asesinatos para ahondar en la mayoría de edad de las dos jóvenes adolescentes y recuerda vagamente a un caso real sucedido poco tiempo antes en 1933 en la zona de Gaspe, que si uno lo piensa, bien pudiera ser la ubicación del pueblo ficticio de esta novela. Pero claro, que un hecho sea el disparadero no significa que la novela esté relatando o ficcionando los hechos, a veces es simplemente el punto de partida de la imaginación del escritor, y la propia autora negó que su novela se basara en el asesinato real de aquellas dos chicas.

      Mucho se ha dicho de lo complicado de esta novela, de su lenguaje cuidado a ratos onírico, y creo que, para entender un poco la relación de la autora con las palabras, basta con fijarse en el título, un claro ejemplo de que en esta novela no hay nada que quede sujeto al simple azar. Su título original es Les Fous de Bassans, Los alcatraces (incluso del norte su nos ponemos puristas) pero en el título, Les Fous ya se haría referencia a gente loca, algo que sobrevuela la novela. Este juego de significados realizado de forma velada es indicativo de lo que el lector se va a encontrar en cada una de las secciones del libro. Y es que el libro está constituido en varias secciones en las que distintos personajes nos van a relatar sus recuerdos de los hechos mezclados con cartas o noticias. Los narradores pasarán por distintos personajes como el reverendo Jones, Steven Brown, Perceval o las propias Olivia y Nora, víctimas del suceso, de tal manera que el lector posea las piezas del puzzle que componen el verano del 36 y el camino hacia esclarecer los hechos. Pero, más allá de los hechos, la novela habla de las mujeres, de la violencia contra ellas, de la pasividad del lugar en el que viven que se ampara en una suerte de creencias que parecen amparar el rastro de locura masculina que podemos apreciar en los personajes y que recuerda vagamente a Faulker (como bien había leído que ya comparaban a Hébert). En este lugar las autoridades parecen simple espectadores, como también lo fueron muchas personas el verano de los asesinatos en el que se anunciaba la tragedia sin que a nadie pareciera importarle lo suficiente como para interferir su curso. Y prueba de ello es la primera sección contada por el reverendo que deja buena muestra de lo que nos vamos a encontrar, conteniendo, además, buena parte de los principales puntos y virtudes del libro. De este modo el lector se va a encontrar con una novela oscura en la que la condición femenina, el paso a la edad adulta, las perversiones de la sociedad y la ambientación destacan incluso más que la propia trama (ya que el culpable es más o menos un secreto a voces) de tal modo que la autora mantiene el interés en focos de ambientación que me hacen dudar sobre si estamos o no ante una novela policiaca.
    Con todo, es una novela que va de menos a más, en la que se entra con cuidado y se sale sobrecogido y cuyo recuerdo perdura en la mente del lector que, acostumbrado poco a poco a la narración de Hébert, se deja llevar hasta las últimas páginas lamentando incluso terminar la lectura.

     Los alcatraces es una novela en la que merece la pena sumergirse (si me permitís la broma alusiva al título) y, en mi caso, un motivo para anotar el nombre de su autora.

     Y vosotros, ¿os gustan más las novelas polifónicas o las que mantienen un único narrador?

     Gracias.

lunes, 13 de diciembre de 2021

La comunidad. Helene Flood

 


     "Me preguntas que cuándo conocí a Jørgen. ¿Te puedes creer que no me acuerdo? Debió de ser en el jardín o en la escalera o en el portal de casa, pero no lo recuerdo. Mi hijo había nacido justo después de la mudanza y había sido prematuro. Eran tantas las consultas en el hospital, tantas las cosas que nos preocupaban... No lo digo por eludir el tema. Es la pura verdad. Sencillamente no me acuerdo. 
     Pero sí que me viene a la memoria la primera vez que lo vi".

     Creo que fue pasada la parte dura del confinamiento que empecé a ver el nombre de esta escritora en las librerías con La psicóloga. Lo dejé correr, lo vi demasiado. Hoy traigo a mi estantería virtual, La comunidad.

     Conocemos a Rikke mientras recuerda cuando se mudó con su marido Asmund y sus dos hijos a una pequeña comunidad de vecinos en Kastanjesvingen. Un edificio en el que sus pocos vecinos se conocen y van compartiendo experiencias. De hecho Rikke incluso comparte cama con uno de ellos, Jorgen, hasta que lo matan. Ahora la policía dice que posiblemente ha sido uno de los vecinos.

     Llegué a La comunidad esperando una de esas novelas en las que todos esconden algo y la tensión se palpa. Esperaba algo entretenido y ascensores incómodos con conversaciones veladas sobre secretos más o menos cotidianos. Y solo me he encontrado la mitad. Flood desarrolla su traba en una comunidad tan privilegiada como reducida con gente respetable y a priori pudiente en la que se podía haber aprovechado mucho mejor la tensión del asesinato y la infidelidad que amenaza con ser descubierta. Y, efectivamente, todo eso existe. Sin embargo, su escritura carente de emoción deja un regusto agridulce ya que, lejos de empatizar con los protagonistas y leer empujados por la intriga, la novela se antoja a ratos como una lenta sucesión de descripciones de momentos a ratos incluso repetidos que no parecen tener importancia. Tardamos en despegar y casi necesitamos que alguien nos explique qué virtudes posee nuestra lectura para señalarlas, porque en el camino han quedado deslucidas. Así que si lo habéis leído sabréis que los prejuicios raciales, el lugar de la mujer, las enfermedades mentales y la relación con los hijos preadolescentes son importantes en esta novela tanto como el crimen. Hay personajes de distintos estratos sociales y gustos sexuales, hay animales asesinados, secretos, discusiones y una narración en primera persona marcada por el miedo a ser descubierta y la culpa. Y hay, puesto que la novela despega en el último tercio, un giro final. Todos los ingredientes están ahí. Pero no despega hasta entrada la recta final, o no lo hizo en mi caso, porque no conseguí que me importara nadie y eso dio al traste con la tensión que esperaba encontrarme. Pero, claro, esto es solo mi opinión y que yo no haya encontrado el camino no significa que al siguiente no le resulte perfecto. Por eso os he explicado sus ingredientes y me he dejado algunos muy jugosos como que la protagonista tenía una relación con el muerto. Y no he contado aún ni la mitad de lo que os encontraréis en la novela si decidís leerla. Y por favor, si es así, contadme qué os apasionó, siempre me gusta ver opiniones diferentes a la mía.

     Hay muchos tipos de novelas y La comunidad tiene vocación de pageturner que enganche al lector y lo haga pasar unas cuantas tardes de invierno asomándose a su historia. Y es que no todos los libros son alta literatura, ni los lectores queremos que lo sean. Entretener, como máxima, es una opción que siempre voy a defender en una novela. Otra cosa es que lo logre.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

martes, 7 de diciembre de 2021

Guía del Club de Lectura para Matar Vampiros. Grady Hendrix

 


     "En 1988, George H. W. Bush acababa de ganar las elecciones presidenciales por invitar a todo el mundo a que leyera sus labios y proclamar que no habría nuevos impuestos, mientras Michael Dukakis las perdía por montarse en un tanque. El doctor Huxtable (Bill Cosby) era el padre de América, Kate & Allie eran las madres, Las Chicas de Oro, las abuelas, McDonald’s había anunciado que estaba a punto de abrir su primer restaurante en la Unión Soviética, todo el mundo se compró el libro Historia del tiempo de Stephen Hawking pero no lo leyó, El fantasma de la Ópera se estrenó en Broadway y Patricia Campbell se preparó para morir".

     Confieso que compré este libro porque vi Club de Lectura y no seguí leyendo el título. No obstante, me gusta el terror, así que no me supuso un problema el tema vampírico. Hoy traigo a mi estantería virtual, Guía del club de lectura para matar vampiros.

     Conocemos a Patricia Campbell en 1988. Es una mujer que dejó su trabajo como enfermera para dedicarse en cuerpo y alma a ser la novia, esposa y madre perfecta, y ahora vive en una pequeña localidad de Carolina del Sur junto a su marido y sus hijos (niña y niño como corresponde) en una bonita casa en la que se aburre como una ostra. No es que le sobre el tiempo, entre la casa, los recados, las clases de los niños y las extraescolares, ocupa la mayor parte de su tiempo, pero se aburre. Así que se apunta a un club de lectura aburrido y, porteriormente, a una escisión de dicho club en el que unas cuantas vecinas leen libros sobre asesinatos y los comentan con un poco de vino. Ese grupo de mujeres serán sus amigas y confidentes y también quienes la animen cuando una vecina anciana la muerda la oreja arrancándole el lóbulo. Porque ese fue el comienzo de todo: la anciana Ann Savage y su sobrino James que se muda al vecindario para cuidarla y decide permanecer en él una vez la anciana ha fallecido. No tardan en comenzar extraños sucesos en un barrio pobre de la periferia relacionados con niños que desaparecen o se suicidan y Patricia relaciona rápidamente los sucesos con James, que se ha ido convirtiendo en un miembro aceptado por el vecindario y por su propia familia. Se embarca entonces en una cruzada para desenmascarar lo que James oculta en la que no siempre recibirá el apoyo que necesita, pero la vida de quienes aprecia se ve amenazada y Patricia parece ser la única que se da cuenta.

     Estamos ante una novela de terror que, personalmente, no me ha dado ni pizca de miedo pese a la sangre, las ratas y los extraños sucesos, ya que el autor opta por un tono casi jocoso más cercano a las novelas de instituto que a Stephen King. Eso fue precisamente, el tono, lo que me hizo leer la novela con la seriedad que se le supone y es que no pude librarme de esa sensación de ligereza y percibir tensión en ningún momento, algo que sinceramente, me ha lastrado un poco la lectura. Sin embargo no sería justa si no destacara la crítica feroz que mantiene a lo largo de toda la historia hacia el poco valor que se da a las amas de casa. Y es que el autor no duda en representar a quienes acompañan a estas mujeres como hombres que suponen que se pasan el día sentadas cuidando de su casa y sus uñas sin mayores preocupaciones. Incluso alguna de ellas parece sentir que esa es su función en la vida, una función poco valorada y menos apreciada ante esposos que se permiten incluso juzgar de fantasías unas sospechas más que fundadas porque recaen en un hombre que ha logrado penetrar en el club masculino de amigoteo local. Ya sorprende en la primera página encontrar la definición de ama de casa de no hace tantos años en un conocido diccionario, pero, a medida que avanzamos, veremos que es solo la punta del íceberg en una sociedad contemporánea de matrimonios perfectos de cara a la vecindad en la que los convivientes apenas se conocen y las mujeres parecen vivir protegidas no, tuteladas, y en lugar de independizarse optan por compararse con sus propias madres. Como veréis es un punto interesante que hace que la lectura tome un cariz diferente al de los vampiros de melocotones que insinúa la cubierta.

     La novela de Hendrix sorprende, en primer lugar, porque el autor es un hombre y logra dar a su protagonista femenina una personalidad compleja propia de una mujer, algo no tan frecuente como parece, ya que muchos hombres tratan a sus protagonistas femeninas "como un hombre cree que pensaría una mujer" y hay una gran diferencia entre eso y el pensamiento femenino real (seguro que vosotras entendéis a qué me refiero). Además, y aunque el tema de los vampiros está presente, el autor evita limpiamente casi cualquier tipo de cliché sobre los mismos (el sexual que yo recuerde es el único que mantiene) y logra contemporaneizar una figura arcaica que, brillantinas a un lado, no ha cambiado mucho durante los últimos años. Si sumamos estos puntos a la facilidad de lectura obtenemos una novela entretenida para pasar el rato, que ya es bastante. 
Y nos queda entonces la gran duda, ¿es suficiente esto para el lector? Bien, aquí como en tantas otras cosas la opinión es individual y personal, pero a mi no me ha bastado. La falta de tensión que comentaba, motivada por el estilo desenfadado de la narración, ha provocado que me importara bastante poco la conclusión del misterio hasta el punto de sentirme tentada a terminar la lectura en diagonal, algo que a estas alturas me da bastante rabia en una novela. Pero, como digo, eso es solo una impresión de lectura y los puntos positivos de la novela están ahí y por eso los he señalado.

     Guía del club de lectura para matar vampiros me ha parecido una curiosidad. Y nada más.

     Y vosotros, ¿qué libro tenéis en la mano este puenta?

     Gracias.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Poesía esencial. Mircea Cartarescu

 

ELEGÍA, SEGÚN CATULO
vendrá la muerte, los tallos ennegrecerán.
las fotografías conservarán una respiración negra.
las aguas se extenderán sobre los cuerpos de los insectos.
el segundero del reloj se retorcerá como una uña
sobre el pezón.
ojo de cristal, qué harás sin un lugar
para hacer el amor, porque solo las piedras
dejarán que las nubes se hinchen y estallen
en sudor negro sobre un rostro callado.
.....

      Hoy os hablo de un poeta que es uno de mis prosistas favoritos. Hoy traigo a mi estantería virtual, Poesía esencial.

    Con un prólogo que es a la vez alabanza y resumen de la obra del autor, incluyendo un muy somero repaso a su trayectoria, impedimenta nos deja en edición bilingüe esta joya para amantes de las letras del autor. Y diréis ahora, ¿no es este hombre rumano?¿cuánta gente habla rumano sin proceder de Rumanía? Pues bien, yo digo que eso no importa. Que publicar una edición bilingüe de un libro de poemas es una alabanza al autor, al que permiten ver sus versos y sus rimas en el estado en el que fueron concebidas, y al traductor, que ve cómo su trabajo es valorado poniendo de manifiesto para quien quiera tirar de google translate que, si hay algo complicado de traducir, no son los políticos que gritan en Bruselas, es la musicalidad y el sentimiento que encierra la poesía.

     Esta edición abarca los años comprendidos entre 1980 y 2010 y han tenido a bien dividirla en bloques que citan los libros de los que fueron extraídos, cuyos nombres, como no podía ser de otro modo en un libro de poemas, abarcan Todo y Nada. Hay poemas de amor, cómo no, y de lugares; poemas inmensos, como ese que dedica al Rey Sol, a los Zepelines sobre la plaza o en el que nos relata Un día de su vida, y otros de carácter más convencional. Eso si es que algo que salga de la pluma de Cartarescu puede ser considerado convencional, cosa que, ahora que lo pienso, debe de ser oxímoron. Si uno busca al autor en internet descubre que sigue figurando como poeta, y, para que veáis que no os engaño en lo de poco convencional, cuentan que un día, tras pasarse años entre versos, decidió no volver a escribir poesía y quizás por eso y por la dificultad señalada de la traducción, a nosotros nos llegaba como cuentista o novelista que ya mostró en Levante una lírica excepcional. Ahora, después de haberme pasado muchos días inmersa en este título, os diré que me gusta imaginar al autor escribiendo versos a escondidas en papeles que arruga y se mete en el bolsillo. Ya sabéis, un poco de romanticismo que nunca viene mal en esta pandémica vida. Y es que me ha gustado su poesía de lo cotidiano, como su amor a Bucarest, las miradas a veces infantiles captadas a vuela pluma y las calles y los cielos que refleja en sus letras. Hay referencias culturales de todo tipo (recuerdo una a La Pietá particularmente hermosa), sentimientos encendidos y un trasfondo de la época en la que se escribe que parece gritar que en los malos tiempos, en la ciudad más triste del mundo, queda espacio para algo "tan inútil" (dicho por el propio autor) como la poesía. Y quizás por eso, tan necesario, añadiría yo.

     Y vosotros, ¿sois lectores de poesía?

     Gracias.


lunes, 29 de noviembre de 2021

Las edades de Lulú. Almudena Grandes

    


     "Aquella era la primera vez en mi vida que veía un espectáculo semejante".

     En la literatura erótica, como en el sexo, recordamos las primeras veces. Y si tengo que pensar en el libro erótico más antiguo que he leído, diría que fue Fanny Hill. Si me vengo a un entorno más cercano y me circunscribo a la producción patria, creo que la novela sería Las edades de Lulú ( y sí, ya sé que los antiguos y Zeus... pero buscaba una concepción más moderna de novela cuando estaba dando estos títulos). Y por todo esto hoy traigo a mi estantería virtual, Las edades de Lulú.

     Conocemos a Lulú durante su crecimiento, de ahí que el título hable de sus edades, y la descubrimos enamorada de Pablo, el mejor amigo de su hermano. Ella es más joven e invisible y la novela parte de esta situación, más o menos común, para generar en la protagonista una obsesión a la espera de que Pablo finalmente repare en su existencia y, además, caiga en la tentación de tener algo con ella. Pablo se convierte en una suerte de tutor de primeras veces sexuales (también de segundas y terceras), que llevan a la relación por un camino muy diferente al que Lulú hubiera pensado. Ella desarrolla una curiosidad por el sexo que la lleva a romper con todos los tabús y que obligará a Pablo a intentar sacarla de esa suerte de caída sin fin en la que se mete la protagonista.
 
     Es importante señalar que se trata de una novela entrada en años, fruto de una época en la que la mayor parte de los actos con los que se experimenta pertenecen a una zona roja en la que pocos se metían y, por supuesto, nadie escribía y detallaba. Esto significa que, como sucede en tantas ocasiones, juzgar al libro bajo el contexto se convierte en algo vital en este caso. Lulú, independientemente de la parte más explícita, es una exploradora incansable de los límites para, una vez encontrado uno, derribarlo sin tener en cuenta las consecuencias o el motivo por el que ese límite estaba ahí. Y quizás por eso sea ella misma quien nos cuente su historia, para poder elegir qué parte nos cuenta, la que le importa, la que tiene que ver con Pablo. De este modo va saltando de escena en escena para dejar que el lector caiga en la trampa de creer en la veracidad de unos hechos que son a todas luces subjetivos y cuya subjetividad se hace patente ya en la primera descripción del objeto de su amor. Estos saltos temporales que aparecen sin aviso se convierten en la marca de la novela y dejan algún momento curioso en el que observamos a Lulú recordando a Lulú recordando... que me dejaron en su día perpleja y durante la relectura admirada. Desconocemos además que sucede en el futuro más inmediato y seguimos la trama pensando en sí se destruye o no y en si cae sola o arrastra a alguien en el camino mientras nos damos cuenta de que cualquiera de las opciones nos va a dejar un sabor de boca amargo. Porque de algún modo, quizás influenciados por esos recuerdos de jovencita, Grandes nos dejó creer en finales felices cuya esperanza va destruyendo página tras página.
      En cuanto a la relación que desarrolla, es complicada en muchos sentidos. Lulú que comienza siendo menor, parece aferrarse al sentimiento de que ser una Lolita le da algún tipo de poder en sus relaciones y parece negarse a dejar de comportarse como si fuera una niña. Su relación con los hombres se ve viciada por ese comportamiento tanto como por su empuje a transgredir y, si bien Pablo es su foco principal, no se salva ni siquiera su hermano mientras la autora busca la forma de evitar a toda costa que el lector perciba a Lulú como una víctima. La prefiere juzgada a que sintamos lástima por ella. Donde otros hubieran trazado un drama de familia desestructurada en la que la joven busca desesperadamente una figura paternalista, de ahí el juego con la "p", Grandes lo descarna y no duda en situar el eje de cualquier relación en un punto sexual como ejercicio de control para Lulú que, curiosamente, es lo que provoca su descontrol absoluto resultando todo su ejercicio de fuerza un simple trampantojo para caer en la sumisión a los deseos propios, a los ajenos y a la misma vida.

     Las edades de Lulú es una novela complicada en la que hay mucho más que sexo. Uno de esos textos que merecen ser reconocidos más allá del Sonrisa Vertical y que creo deja una muestra del talento de su autora, además de su valentía.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     PD. Los escritores solo mueren cuando dejan de ser leídos. Lean a Almudena Grandes.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

La miniatura incandescente. Emily Dickinson


 

     Muchas veces he comentado que, cuando un escritor te gusta, no hay nada más terrible que descubrir que no te quedan nuevos títulos que encontrar por sorpresa. Entonces uno recurre a nuevas traducciones, versiones originales, relecturas... yo, incluso, terminé un libro y lo releí a continuación, negándome a despedirme del escritor y sus personajes. Es en esos momentos en los que uno se lleva grandes sorpresas cuando aparece, como si fuera magia, un poquito más. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La miniatura incandescente.

     La miniatura incandescente son cuartetos, hasta un total del 185 y ordenados por fechas en edición bilingüe, para quienes disfrutan de la poesía de la autora. Y llegan, y este libro es una novedad y esto no es un post patrocinado, de la mano de una de esas editoriales que hace tiempo comprendieron que los lectores valoramos los libros tanto por dentro como por fuera, que juzgamos un libro por su portada y que nos gusta, porque somos un poco superficiales, pensar que tenemos joyas en nuestras estanterías.

Me oculto dentro de mi flor

Para que, al marchitarse en tu vaso,

Tú, sin querer, sientas por mi

Casi un desamparo.

     Lucila Biscione completa el trabajo editorial con unas magníficas ilustraciones que convierten esta curiosidad pensada para lectores de Dickinson en un regalo de cara a estas navidades. 

     Poco más me queda decir, salvo que es un libro para paladear en el que apreciamos momentos buenos y de rabia, lugares comunes a la obra de Dickinson en ese bello trabajo de introspección que tiene su poesía, exhibiendo una delicadeza irascible, si es que eso existe, y mostrando unos sentimientos que su biografía nos dice ella no encontró otro modo de expresar.

     La miniatura incandescente es un libro delicioso. Para muestra, esta imagen:


     Y vosotros, ¿sois lectores de poesía?

     Gracias.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Encrucijadas. Jonathan Franzen

 


     "El cielo de New Prospect, atravesado por robles y olmos desnudos, estaba lleno de promesas húmedas un par de sistemas frontales sóbriamente confabulados para traer una Navidad blanca- mientras Russ Hildebrandt hacía la ronda matinal en su Plymouth Fury familiar por los hogares de los feligreses seniles o postrados en una cama".

     Jonathan Franzen es uno de los pocos pesos pesados literarios que quedan en Estados Unidos. En una constante búsqueda de la Gran Novela Americana y con una tendencia reconocida a sentar cátedra con sus opiniones sobre la literatura, se trata también de uno de esos nombres que no faltan cuando se habla de literatura contemporánea. Hoy traigo a mi estantería virtual, Encrucijadas.

     Bienvenidos a New Prospect, una ciudad media no demasiado grande del oeste americano. ¿Población? no demasiada, pero a nosotros nos interesan los Hildebrandt. Está a punto de llegar la Navidad de 1971, una época de sexo, drogas y Vietnam. El padre de familia es Russ, un pastor que parece cada vez más desencantado con su Dios y con su matrimonio que ve como los jóvenes se están acercando a Rick Ambrose. Él fue un pastor carismático en su día, también movía gente, y era, sobre todo, mucho más "verdadero" que Rick. Aún así, le da la impresión de que su tiempo está empezando a quedar atrás. Si preguntáramos a Marion, su esposa, posiblemente también nos diría que su marido está a punto de quedar atrás. Y esta pareja protagonista tiene una pequeña prole bastante típica formada por Clem, Becky, Perry y Judson, uno de los cuales afirma no solo que su hogar sea terrible, si no que necesita más una demolición que una reforma. Crossroads es el nombre del grupo formado por el odiado Rick que genera un resentimiento en Russ solo mitigado por la viuda de su congregación. Asistimos entonces a una casa en ruinas con personajes que viven encerrados en sus propios mundos que se distancian unos de otros.

     Con esta novela Franzen no solo vuelve al terreno conocido, además lo hace al que le dio la fama. El retrato doméstico de una familia media en una ciudad más o menos marginal. Porque elegir una familia de triunfadores de una gran ciudad está muy visto o tal vez porque, aunque sea lo habitual en la ficción, no lo es en la vida, pero el caso es que Franzen se mueve mejor en este tipo de ambientes casi agobiantes en el que un gran porcentaje de la población se encuentra inmerso.

     A key to all mythologies (sí, Franzen, ahora todos decimos que es un guiño a Middlemarch, estate tranquilo) es el título que llevará la trilogía completa de la que Encrucijadas es la primera parte, y una primera parte que supera las 600 páginas es mucho decir. En este caso, y al igual que sucediera en Las correcciones, tenemos una familia central en la que Franzen pone la vista y que parece a punto de romperse porque su cabeza familiar se tambalea. Todos sus integrantes parecen unos pequeños egoístas llenos de preocupaciones mundanas que no saben mirar más allá de su sombra. Incluso el hijo pequeño, el bueno y maravilloso, acaba cubierto de una pátina de mediocridad ante el lector. Y es que lo que mejor se le da a Franzen es mostrar las pequeñas miserias, a menudo triviales, para luego abrir el objetivo de su retrato generacional y con él dejarnos una muestra de la sociedad contemporánea. 

     Dentro de este retrato realizado, mi favorita es la decadencia de Russ con una suerte de sadomasoquismo religioso que lo lleva a sentirse agradecido por desear a alguien fuera del matrimonio ya que eso lo convierte en pecador y, evidentemente, si hay pecador hay Dios y esta reflexión le coloca más cerca de su "trabajo" de lo que ha estado en los últimos tiempos. Esta pequeña lógica retorcida, me ha resultado fascinante a lo largo de una lectura en ocasiones demasiado lenta pero repleta de aquel Franzen que muchos creímos perdido al leer Pureza. Marion, por otro lado, será uno de los grandes descubrimientos para los lectores habituales del autor. Como personaje resulta casi extravagante (vamos a ver, ¿quién en su "sano juicio" (ja) acaba en un psiquiátrico por amor? Evidentemente un personaje que ya parte de un problema y que tarde o temprano va a explotar, así que el lector va viendo como se carga y se sienta pacientemente a ver como a Russ le explota en la cara. Y podría seguir así y dar una pista de cada personaje: la ironía de Perry, por supuesto superdotado que siempre hay uno en este tipo de novelas exactamente igual que siempre hay un adicto (si has leído la novela comprendes por qué lo digo así y si no lo has hecho, ya lo entenderás), el pacifista en la época de Vietnam, la hija... todos están en la novela y todos ellos viven en mitad de encrucijadas que es lo que da título a este libro y no el grupo moderno de culto formado por el aspirante a estrella mesiánica. Y eso, estas encrucijadas en momentos vitales grandes y pequeños, es lo que le da interés a una novela que se vive y se lee, al igual que se ambienta, como aquellas que Franzen escribiera al comienzo de su andadura.

     Encrucijadas es una buena novela que disfrutarán más los lectores habituales de Franzen, aquellos que, visto el cartel de New Prostect, tengan la sensación de que les están diciendo, "Bienvenido a casa".

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 15 de noviembre de 2021

Primera persona del singular. Haruki Murakami

 


     "Pese a ser la protagonista de la historia que me dispongo a narrar a continuación, no hay mucho que pueda contarles de aquella mujer de quien incluso he olvidado su rostro y su nombre, y de la que, no obstante, confío en que haya hecho lo propio conmigo".

     Siempre me ha gustado más el Murakami cuentista que el que escribe novelas. Por eso apenas esperé para traerme a casa su último título. Hoy traigo a mi estantería virtual, Primera persona del singular.

     Una cosa que me ha llamado la atención simplemente al abrirlo es ver Charlie Parker plays bossa nova. Y es que los lectores somos así, sencillos en nuestras gracietas y asociaciones. Y Murakami tiene cierta tendencia además a citar libros y música a lo largo de su obra. Total, que lo empecé...

     El libro consta de ocho relatos en los que un narrador en primera persona, que incluso una vez se llama Murakami, recorre varios de los temas habituales del autor acudiendo también a su sempiterno tono nostálgico para ganar, o contentar, a su multitud de fans. Como ya nos tiene acostumbrados, sus relatos son mucho más sencillos que sus novelas y, quizás por eso, suelen estar mejor rematados. En esta ocasión hay confusiones de nombres y almohadas de piedras, mujeres feas (pero muy feas) y grandes amistades bajo la música de Schumann, hay metaficción (un tanto impostada) y también monos que hablan en relatos de corte infantil. Relatos que en esta ocasión no me han emocionado porque tanta nostalgia parece estar recubierta de una suerte de tranquilidad del escritor que se cree bueno y no se esfuerza y deja al lector esperando la sorpresa que solo comienza a llegar en el séptimo cuento y vemos en el octavo lo que podría haber sido. 

     Murakami habla en su último título de recuerdos y también de los sentimientos asociados a ellos, pero se repite. Y ya sabemos que es un rasgo del autor, pero en este caso le falta la chispa que convierte esa repetición en marca de la casa y por ello el lector se arrastra de forma casi perezosa de relato en relato. A fin de cuentas, ¿no os sucede que cuando alguien deja de esforzarse perdéis también el interés? Pues más o menos eso es lo que me ha sucedido a medida que iba leyendo este título que queda tan lejos de aquella "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" como para que me haya resultado un poco triste estar ante un recuerdo (sic) más que ante una nueva obra.

     Primera persona del singular es un libro de relatos más apropiado como toma de contacto con el autor que como novela para quienes ya somos sus lectores. En este último caso puede resultar una lectura decepcionante.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Hildegarda. Anne Lise Marstrand-Jørgensen

 


     "Es una niña, pero es muy pequeña. Tiene los ojos cerrados. Está tan débil que parece que no respire. Dale la vuelta y un cachete en el trasero para que suelte el llanto; así".

     ¿Sabéis esa sensación cuando os hablan de alguien cuyos logros son innumerables pero no os sonaba el nombre de nada? Bien, pues por eso, hoy traigo a mi estantería virtual,. Hildegarda.

     Había visto el libro, claro. Realmente es muy difícil no verlo con esa cubierta tan peculiar y ese título, pero no me sonaba ni siquiera el nombre. Así que miré su sinopsis para encontrarme con que el libro novelaba la existencia de una mujer que fue nada menos que santa, escritora, naturalista, filósofa, compositora, científica, médica, profetisa y así durante una enorme lista en la que incluso se le atribuye ser artífice de la cerveza tal y como hoy en día se fabrica y consume (salvando la distancia). Y me dispuse a leer la vida de esta mujer.

     Hay que decir, antes de nada, que ya la propia autora advierte que hay muy pocos datos sobre Hildegarda con los que reconstruir su vida de forma fiable, así que, ante la ausencia de fuentes, ha ido cubriendo los huecos y generando en conjunto una novela más que una biografía. Se esfuerza además en intentar poner palabras a las sensaciones de la protagonista, describiendo o transformando lo indescriptible en letras hermanando así la necesidad de expresión de Hildegarda de su tumultuosa vida interior. Esta titánica tarea que la autora se autoimpone, unido a la forma en que se expresa, otorga un tono peculiar a la novela, casi poético o fabulado, como un intimismo que tiene más de representación teatral que de norma a la que se sujeta el texto. Se adentra de este modo en una ficción biográfica fragmentada en la que la forma en que se cuenta es casi tan importante como lo que se relata y todo ello queda envuelto en una suerte de misticismo que forma parte de la propia historia tanto como de su puesta en escena. En ella nos relata los primeros años de la vida de la protagonista, y he podido ver que hay una segunda parte, así que la seguimos desde su azaroso nacimiento en el que ya vaticinaron que no sobreviviría ni siquiera a la primera noche, hasta el momento en el que el Papa reconoce que sus visiones son obra de Dios, liberando así a la mujer de la sospecha de brujería que la había perseguido y permitiendo que compartiera sus revelaciones.

     Hildegarda se presenta como una figura fuerte y potente que obtuvo en su día una gran relevancia pero que no sirvió para que se rodeara de gente, ya que la sumió en una tremenda soledad. Anne Lise en su novela no solo refleja esto, su mérito, más allá de lo que el lector opine sobre la vida de esta mujer, es el escribir una obra de ficción que puebla de personajes reales difuminando la línea entre la novela y la biografía, pulverizándola, ya que en todo momento su libro se acoge a ambos términos. Como lectora tengo que decir que en algunos momentos olvidaba la ficción para sumergirme en la vida de la protagonista como si fuera todo real, para un instante después reírme de mi propia ingenuidad ante una frase imposible de verificar dada por ese narrador omnisciente que domina la novela. Es un libro en el que hay que dejar de lado las ideologías e incluso la época en la que vivimos, o no podremos evitar pensar que a esta mujer hoy en día la tratarían como a una enferma psiquiátrica e incluso nos preguntemos si no hubiera sido eso lo mejor. Solo así se puede disfrutar de una lectura que a mi personalmente no me ha convencido más allá del experimento que he comentado. Si excluyo el hecho formal de estar ante una suerte de producto literario híbrido y lo considero como lo que me lo han planteado, una novela, se queda corta, flojea y tardo mucho en sentir un interés verdadero por la protagonista. Solo el saber que había existido me empujaba a seguir leyendo muchas veces y eso, si hablamos de ficción, es trampa.

     Hildegarda es un interesante producto que se me ha quedado corto como novela de ficción. Es el hecho de su existencia lo que ha captado mi atención más allá de lo que se me estaba contando.

     Y vosotros, ¿sois lectores de biografías?

     Gracias.

lunes, 8 de noviembre de 2021

Billy Summers. Stephen King


     "Billy Summers, sentado en el vestíbulo del hotel, espera el coche que viene a recogerlo. Es viernes al mediodía. Aunque está leyendo un cómic en formato digest titulado Archie..."

     Un poco por la nostalgia de las horas pasadas juntos, otro por la de los años que tenía cuando disfrutaba de sus novelas, está claro que King es un fijo en mis estantes desde hace ya unos cuantos años. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Billy Summers.

     Conocemos a Billy, un exfrancotirador del ejército que se ha reciclado en asesino a sueldo. Billy acepta encargos siempre que le digan que la persona a la que tiene que abatir es una mala persona que ahora quiere retirarse, pero le llega un encargo cuyo montante puede dejarle la vida solucionada. Algo parece escamarle, es mucho dinero, inicialmente no suena demasiado complicado... pero acepta. Ahora Billy se hará pasar por un escritor pero ya se hacía pasar por un informático y es que Billy, David y Dalton son la misma persona y Dalton será quien oiga arrojar el cuerpo de una niña.

     Stephen King se despega poco a poco del terror en alguno de sus títulos y, pese a ello, el lector espera que algo suceda y sea inexplicable. Cuando uno leía Mr Mercedes y el coche se echaba encima de los peatones, el lector recordaba a Christine y ponía de su parte una ambientación que el autor no había colocado. Bien, pues en su última novela, King no incluye elementos sobrenaturales, monstruos o maldiciones. Aquí solo está Billy, un personaje al que King coloca una suerte de conciencia a lo Dexter unido a un carácter cercano, casi parece que habla al lector, para buscar su simpatía. Pese a que estamos, no vayamos a olvidarlo, ante un asesino a sueldo. Durante una buena parte del libro nos dedicamos a conocer a Billy y su vida y King realiza un ejercicio de ambientación que me ha recordado a aquel 22/11/63 (aunque como si lo hubiera escrito Richard Backman y tomara la voz el asesino, los lectores de King ya me entendéis). King realiza un relato de una época que se antoja casi un cuento empolvado de nostalgia incluso más antiguo de lo que nos está representando, y quizás por ello una gran parte de la cultura popular americana toma la pluma del maestro del terror para terminar de pintar su fresco del día a día de cualquier norteamericano medio. Y esto, seamos sinceros, siempre se le ha dado bien a King. El libro empieza lento, Billy llega, se presenta, recuerda, toma una cerveza en el porche junto a su vecino de color (escenas que una vez más parecen más de los años sesenta y por eso mi recuerdo de 22/11/63), piensa en qué va a dejar ver a su nueva y tranquila comunidad... y el lector discurre tranquilo por páginas en las que apenas se insinúa la molestia, la sospecha. Hemos superado la mitad de la novela y todo parece transcurrir plácidamente. Y entonces King introduce la anomalía, la variación, y la novela cambia y se adentra en el género negro. El ritmo se acelera y los personajes se afilan para llevarnos hacia el final.

     Comentaba antes que en la novela hay un juego de identidades y, como es de King de quien hablamos, hay que tener en cuenta que Billy, ahora David el escritor, comienza a escribir una novela, una suerte de biografía en la que Benji es el protagonista y de algún modo consigue enredar al lector también en su historia ya que autor y protagonista tienen una relación más que sólida. Y es en esta parte en la que King rinde un pequeño homenaje a su profesión, algo que viene siendo común en muchos de sus títulos. Porque de algún modo Billy siente que tiene más poder al crear su historia que al tener un arma entre sus manos y con ella el poder para decidir si una persona vive o muere.

     King nos ha regalado una historia llena de capas, de la que no os voy a rebelar el final. Ha sido excesivo en algunos puntos y se ha ceñido a clichés justo donde le beneficiaba y, que no se me olvide, Trump también aparece citado en la novela. Pero no una vez ni dos... ni tres. De hecho hago referencia a este punto porque temo que el autor se enfade si alguien no lo nombra, me ha quedado claro que para él es importante dejar su opinión sobre este hombre bien clarita.

     Billy Summers es una novela entretenida que se lee con facilidad, como viene siendo costumbre en el caso de King. Lejos de la novela de terror King sigue demostrando su alta capacidad como narrador en este juego de identidades en el que al final todo es lo que parece.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 3 de noviembre de 2021

El instituto Topeka. Ben Lerner

 


     Me encanta Ben Lerner y, desde que leí su primer título, he esperado ansiosa cada uno de los siguientes. No han sido muchos, esta es su tercera novela, pero así ha sido cada vez. Hoy traigo a mi estantería virtual, El instituto Topeka.

     Conocemos a Adam en su último año de instituto. Es hijo de un matrimonio de sicólogos más o menos brillantes llamados Jane y Jonathan que se dedican a las relaciones y a quienes Ellis llamó no hace tanto "hombres blancos privilegiados" respectivamente. Adam es brillante, ha sido criado en un ambiente culto y relajado, comunicativo, pero es adolescente y por lo tanto tiene momentos volubles y su comportamiento va volviéndose más violento. Y su arma, es oral.

     Hay novelas que solo con las primeras líneas ya sabes que tienen mucho que ofrecer. En este caso lo primero que nos regala el autor es recuperar una voz ya conocida, Adam Gordon protagonizó Saliendo de la estación de Atocha, y lo coloca en un bote. Está allí con su novia perorando, por algo está en el equipo de debate y es el mejor, cuando se fija en que su novia ha abandonado el barco nadando y lo ha dejado solo. El tiempo que Adam lleva solo escuchándose a sí mismo, nos lo podemos suponer. Lo que nos ha regalado con este comienzo, más allá de la gracia, es el saber que vamos a estar ante una novela de Lerner (diría de Ben, pero otro personaje, esta vez de su segunda novela, se llama así) con un protagonista masculino que habla y se explica y se adentra. Lo que os digo, una novela de Lerner. Así que en apenas unas líneas ya nos ha dejado claro que estamos ante una novela que va a despuntar por su ironía, esos toques casi despectivos y, sobre todo, un caracter peculiar en su protagonista. Lo que no sabemos aún, es la enorme importancia que va a tener esa escena. Y es que en la novela, la palabra, la verborrea, es vital. sus personajes caen en torrentes abrumadores de palabras. Adam arremete contra sus padres argumentando una y otra vez sin importar si es ridículo o no lo que dice, sus palabras suenan fervorosas, enardecidas. Y si él es bueno, Peter, que lo entrena para el concurso de debate, es absolutamente abrumador. Y eso nos lo dice el propio Adam, recordando esos años y (agarráos) hablando del libro. Bienvenidos a leer a Ben Lerner. Esto os lo hubiera podido resumir y hablar de la ruptura de las formas y de la experimentación, pero si uno no lo lee, no lo vive, parece un galimatías, aunque al leerlo se convierta en algo ordenado en nuestra cabeza.

     La novela se adentra en el mundo de la ira, la masculina, y en su manera de expresarse de forma oral. Adam no se dio cuenta siquiera de que su novia se había marchado y esta se iba ya hace tiempo cuando su padrastro tomaba ese camino encontrándose con su madre en la cocina. Los libros que escribe la madre de Adam enfadan a algunos hombres que llaman por teléfono y los adolescentes que trata su marido bullen de ira que expresan con palabras. Hay incluso pandillas que rapean para expresarse (aunque Lerner otorga su mirada principalmente a este grupo de blancos con privilegios). El autor nos ha metido de lleno en una crítica brutal a la sociedad actual y ni siquiera nos hemos dado cuenta. Cuando Adam va a buscar a su novia, se confunde de casa. Entra en una casa ajena que es exactamente igual y solo los artículos del baño por el que se cuela le dan la pista de su error. ¿Le asusta? Por supuesto. Pero Lerner avanza un paso más... es una casa igual, será una familia igual o al menos con ideas, status... similares. Y hay una cierta tranquilidad en esa uniformidad (recordé que hace años se dijo que los colegios con uniformes escolares mejoraban la eficiencia y conducta de sus alumnos), en estar en un entorno conocido que no nos es hostil porque gozamos de ciertos privilegios. Lerner utiliza la perspectiva de Adam, pero también la de sus padres, para dejarnos una novela más trabajada, más madura, donde hay mucho de individual y parte de lo que podríamos llamar la biografía escondida del autor, pero también lo integra más que nunca en la sociedad como colectivo. Y entonces aparece Darren, muy resumido es algo así como el alumno que adoptan como mascota Adam y sus amigos, y asistimos a la toxicidad en estado puro y también logra que nos anticipemos a lo que va a pasar convirtiéndole en un motor que estallará tarde o temprano. Y esta vez el lector está ahí, porque de algún modo si Adam es la cara, Darren es la cruz de una misma moneda en la que la ira se expresa por medios opuestos.

     Lerner nos ha dejado una novela brillante en la que el lenguaje y sus usos mueven una historia cargada de ira y crítica. Su prosa es brillante, algo a lo que uno no se acostumbra ni siquiera durante la lectura ya que se acumulan las frases que apuntamos, las que masticamos y maduramos para discutirlas. Hay afirmaciones, razonamientos y casi todo lo que un lector lento puede desear para paladear durante varios días. Y es que El instituto Topeka no solo iguala a sus predecesoras, las supera. Hay que leer a Ben Lerner, aunque solo sea porque nadie escribe como él.

     Y vosotros, ¿con qué novela habéis estado este puente?

     Gracias.

miércoles, 20 de octubre de 2021

Los ingratos. Pedro Simón

 


     "Nos rezaban que cuatro esquinitas tenía mi cama y que cuatro angelitos nos la guardaban, pero mi cama por lo menos tenía cinco. Y uno de ellos era una señora de campo que pinchaba cuando te daba un beso".

     Hay libros que son un éxito inmediato, que se leen con miedo a no formar parte del grupo de lectores que lo recomiendan de forma entusiasta prácticamente desde el mismo día que vio la luz. Hay libros como el que hoy traigo a mi estantería virtual, se trata de Los ingratos.

     Conocemos a David, el hijo menor de una maestra trasladada a una zona rural del interior. Estamos en 1975 en una zona que ya se va despoblando y David se encuentra en plena etapa de jugar y descubrir sin saber que la llegada a su vida de Emérita va a marcar una impronta en su alma. Tanto como él en la de ella.

     Los ingratos es contada por un David ya adulto que echa la vista atrás para relatarnos aquellos tiempos y que se complementa con la voz de Emérita mediante documentos. Habla de una época de transición marcada solamente por eso en la que, muchas veces, el mayor éxito de una persona anónima consiste en poder mudarse a la capital con un trabajo esperando. Habla también de relaciones sencillas y entornos pequeños, de relaciones fáciles o al menos sinceras y de personas de carne y hueso. Y nos relata este entorno desde la nostalgia por una infancia que ya se ha dejado atrás y que posiblemente convierta a quien recuerda en alguien benévolo con sus propias vivencias en una época en la que, cada día, se aprendía algo nuevo. Y lo hace con un cierto poso deudor pero sin tirarnos de la oreja, nos habla de lo que fue y de lo que vivieron muchas personas, como diría nuestra abuela "para que tú estés ahora mismo ahí". Y habla de la relación de David con "Eme", esa mujer que llegó sin un hijo y que vio en el niño que la enseña a leer a otro. Todo eso y alguna cosa más es esta novela.

     Y ahora viene mi parte, la que me cuesta porque no encajo con la visión general de esta novela: el tono. Hay un tipo de novelas que conecta con el público, un "niño con pijama de rayas", un "cuéntame" que vendría al pelo en este caso (al menos según la primera temporada que es la única que me lancé a ver con bastante retraso), en el que niños inocentes toman la voz entre vivencias sencillas y aparente pulcritud y mirada limpia para lanzarnos pequeñas consignas sobre ver el mundo con sus ojos, los felices que son con los pequeños detalles y teñir, en definitiva, con más o menos moralina, narraciones que en el caso de haber optado por una voz adulta hubieran podido ser grandes dramones. No dudo del trabajo de este tipo de tonos ingenuos que ocultan grandes esfuerzos por alcanzar la verosimilitud (en este caso lo consigue sobradamente) en su relato, pero es que a mi los niños nunca me han gustado. Y se ve que tampoco me hacen demasiada ilusión como narradores, me cuesta horrores empatizar con ellos y tiendo a protestar. Y de ahí viene mi desconexión con una novela que ha sido concebida para que el lector se deje arrastrar por esas vivencias inocentes, esa nostalgia, y se pregunte en definitiva si realmente es un ingrato o no cuando echa la vida atrás a ese mundo más sencillo y busca en sus recuerdos pequeñas partes coincidentes, restos comunes, que le permitan disfrutar aún más si cabe de las letras que tiene entre manos. Así que me quedo con la sensación de haber leído medio libro aunque el mío contuviera todas las páginas ya que me veo ajena a las emociones que son la principal baza de este tipo de novelas. Y, si tengo que quedarme con un niño en un pueblo sin nombre, me quedo con el Mochuelo, Daniel, en ese pueblo que ahora muchos identifican con Molledo, ya me entendéis.

     Los ingratos es una novela perfecta para aquellos que tienen el alma sensible y se dejan arrastrar por sensaciones ajenas, por quienes disfrutan de voces inocentes, cogieron cariño al niño de cuéntame y no les importó que el niño nombrado del pijama estuviera relatando una historia del todo imposible. Un libro para ser disfrutado por quienes se dejan tocar por las voces más que por las palabras.

     Y vosotros, ¿os gustan los libros protagonizados por niños?

     Gracias.

lunes, 18 de octubre de 2021

Como una novela. Daniel Pennac

 


     "Digamos que existe lo que llamaré una ‘literatura industrial’ que se contenta con reproducir hasta la saciedad los mismos tipos de relatos, despacha estereotipos a granel, comercia con buenos sentimientos y sensaciones fuertes, se lanza sobre todos los pretextos ofrecidos por la actualidad para parir una ficción de circunstancias, se entrega a ‘estudios de mercado’ para vender, según la ‘coyuntura’, tal o cual tipo de ‘producto’ que se supone excita a tal o cual categoría de lectores. 
     Sin lugar a dudas malas novelas. ¿Por qué? Porque no dependen de la creación sino de la reproducción de ‘formas’ preestablecidas, porque son una empresa de simplificación (es decir, de mentira), cuando la novela es arte de la verdad y (es decir, de complejidad), porque al apelar a nuestro automatismo adormecen nuestra curiosidad, y finalmente, y sobre todo, porque el autor no se encuentra en ellas, así como tampoco la realidad que pretende describirnos. En suma, una literatura del “prêt a disfrutar”, hecha en moldes y que querría meternos en un molde. No creamos que estas idioteces son un fenómeno reciente, vinculado a la industrialización del libro. En absoluto. La explotación de lo sensacional, de la obrita ingeniosa, del estremecimiento fácil en una frase sin autor no es cosa de ayer. Por citar únicamente dos ejemplos, tanto la novela de caballerías como, mucho tiempo después, el romanticismo se empantanaron ahí. Y como no hay mal que por bien no venga, la reacción a esta literatura desviada nos dio dos de las más hermosas novelas del mundo: “Don Quijote” y “Madame Bovary”. Así pues, hay ‘buenas’ y ‘malas’ novelas. Las más de las veces comenzamos a tropezarnos en nuestro camino con las segundas. "

     De todos los libros que se han escrito sobre libros, uno de los más famosos es este de Pennac. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Como una novela.

     Como una novela más que un ensayo es una petición. Pennac, maestro y padre, pide que a los niños se les enseñe el amor por los libros, por la literatura, que se elijan buenas historias y se libere al niño de los buenos libros elegidos bajo férreas directrices que no tienen en consideración a quién va dirigido salvo por lo que tenga que aprender. Que dejen que la literatura se estudie, pero que los libros se disfruten. Defiende al profesor que lee en voz alta en clase captando lectores para su novela, y muestra algo que me ha llamado la atención y es que es muchas veces más fácil para un jovencísimo lector, salirse de la literatura patria cuando se quiere disfrutar. Y digo que me ha sorprendido por no decir que me ha convencido. Habla Pennac, en una de sus partes más conocidas, de los derechos del lector: uno de ellos no leer. Y afirma sin despeinarse que está bien abandonar libros, ojearlos (u hojearlos) pasando páginas porque el lector no los disfruta y defiende a aquellos que leen en el baño (y no se refiere a esas damas de revista con bandeja y pétalos de flores que se llevan a la bañera un libro y una copa de vino: benditas equilibristas). 

     Y ahora, una vez contado lo que es este libro precioso escrito de forma sencilla y con ejemplos que destila amor por la literatura, vayamos hacia la pared, apuntemos con la cabeza y despertemos. Y volvamos a empezar...

     Como una novela es la utopía de un profesor que ama la literatura, un libro en el que deja volar su imaginación hacia un mundo en el que explica cómo deberían de ser las cosas, pero que sabe que nunca va a llegar. Tiene puntos que son sueños románticos de amores literarios y otros que directamente son pura fantasía, como eso de enseñar la literatura por la propia literatura. Nos habla de formas de elección de libros para la escuela que se acercan más a un debate entre antiguos alumnos que a listas estudiadas por distintos profesores y yo lo leo y pienso que sería bonito, pero que... ¡Ay! Mi pobre y romántico Pennac. No digo que esté mal, a todos nos gusta soñar y levantamos la vista y miramos ese avión que va a saber dónde pero que ahora que lo vemos va a Cancún y nos lleva dentro... pero luego volvemos a mirar al frente y supongo que Pennac lo hace y nos deja los derechos del lector que es, no vamos a engañarnos, la única parte realista.

     Como una novela es un libro bonito con el que es fácil empatizar ya que cuenta al lector, ese que disfruta leyendo habitualmente, lo que quiere oír en forma de argumentos inocentes y cargados de amor por la literatura. ¿Y qué pasa entonces con aquel que no es lector empedernido? Bien, pues a ese le dice que uno de sus derechos es el de no leer.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 13 de octubre de 2021

La llama inmortal de Stephen Crane. Paul Auster

 


     "Nacido el Día de los Difuntos y muerto cinco meses antes de su vigésimo noveno cumpleaños, Stephen Crane vivió cinco meses y cinco días en el siglo xx, deshecho por la tuberculosis antes de haber tenido ocasión de conducir un automóvil o contemplar un aeroplano, ver una película proyectada en pantalla grande o escuchar la radio, un personaje del mundo del caballo y la calesa que se perdió el futuro que aguardaba a sus pares, no solo la creación de aquellas máquinas e inventos milagrosos, sino los horrores de la época también, incluida la aniquilación de decenas de millones de vidas en las dos guerras mundiales. Fueron sus contemporáneos Henri Matisse (veintidós meses más que él), Vladímir Lenin (diecisiete meses mayor), Marcel Proust (cuatro meses más), y escritores norteamericanos tales como W. E. B. Du Bois, Theodore Dreiser, Willa Cather, Gertrude Stein, Sherwood Anderson y Robert Frost, todos los cuales vivieron hasta bien entrado el nuevo siglo. Pero la obra de Crane, que rehuyó las tradiciones de casi todo lo que se había producido antes de él, fue tan radical para su tiempo que ahora se le puede considerar como el primer modernista norteamericano, el principal responsable de cambiar el modo en que vemos el mundo a través de la lente de la palabra escrita".

     Me encanta volver a los brazos de mis escritores favoritos. Por eso he querido volver del puente con Paul Auster. Hoy traigo a mi estantería virtual, La llama inmortal de Stephen Crane.

     Cuando uno hace una reseña de una biografía tiene que tener cuidado no dejarse caer en contar la vida y olvidarse de la forma en que se hace. Eso si el libro nos ha gustado, como es el caso. Y es que Auster escribe esta biografía desde la admiración y la técnica narrativa, generando un equilibrio en el que el lector se permite quedar deslumbrado por la figura del que nos dicen causó una pequeña revolución en el mundo literario de Estados Unidos pero que aquí, al otro lado del océano, muchos solo conocen por La roja insignia del valor. Nos cuenta Auster que Crane nació en Nueva Jersey y que murió de tuberculósis con 28 años dejando una lista bastante prolífica de producción literaria ya fuera novelas, poemas o cuentos. Auster es, por una de esas casualidades de la vida en las que yo no creo, del mismo vecindario que Crane y sin que eso le influya a la hora de admirar al objeto de su novela, desprende una contagiosa admiración hacia el autor en cada una de sus letras. Lo eleva incluso al olimpo de los escritores estudiados y admirados por los académicos y lamenta que el lector habitual, el paseante que entra en una librería, parezcan haberlo olvidado. Mezcla entonces sus propias opiniones, de las que no se desprende jamás, con títulos de obras del autor, parte de sus experiencias vitales y un retrato de la época y lugares que Crane frecuentaba y realiza un meticuloso trabajo que casi parece un estudio y que se arriesga a que resulte pesado para aquellos que no compartan su opinión sobre el protagonista de su último título. Y es que reconozco que me reí considerando a Auster un adelantado. Os explico: cuando aparece el título empiezo a ver en las redes preguntas sobre si estábamos ante una biografía, una novela y qué parte de ficción podríamos encontrar en ella. Bien, Auster se adelanta y cuaja su libro de datos o fuentes que ha consultado y estudiado para finalizar este proyecto tras tres años de trabajo, con lo cual parece que su intuición ya le avisaba de cuáles iban a ser las dudas de los lectores. Y cierto es que se agradece tener claras las cosas, pero también que no era necesario profundizar tantísimo en determinados momentos más accesorios que principales, solo que cuando uno tiene la pluma de Auster, poco acaba importando si es vital o no lo que relata de una forma tan estudiada.

     Si esto fuera una de esas publicaciones importantes, que ahora diría que Auster ha escrito la biografía definitiva. Pero somos simples lectores, de esos que tal vez hayamos olvidado a Crane o ni siquiera lo hemos leído, y eso significa que nuestra percepción solo puede venir de lo que Auster nos relata. Quizás por eso la parte anecdótica, los motivos o causas para llegar a un determinado argumento, sus compañeros o los ambientes que el autor frecuentaban se antojan en muchos momentos las mejores partes de la trama en una novela que hubiera funcionado mejor para el lector de calle con un pequeño recorte métrico.

     La llama inmortal de Stephen Crane es un libro magnífico para quienes ya partan siendo fans de uno u otro escritor, Auster o Crane. Para el resto es una biografía interesante que posiblemente les conduzca a más de un título y, de esto estoy segura, a ver una película.

     Y vosotros, ¿con qué libro habéis vuelto del puente?

     Gracias.

miércoles, 6 de octubre de 2021

El Nobel de Literatura

 


     Nos encantan los premios, no me digáis que no. Nos gusta verlos, saber quién se los lleva y, sobre todo criticar. Y mañana se entrega el premio de los premios, el Nobel de Literatura, que nos corre un poco de prisa para poder lanzarnos a especular sobre el Premio Planeta, la verdad. Y sí, no los estamos comparando y sabemos que no tienen nada que ver, pero, como ya he dicho, la cosa es que nos encantan los premios. 

     Hoy toca volver a demostrar que somos listísimos y, puesto que ya nos hemos dado cuenta de que no vamos a acertar con el hombre, empezar con conceptos más generales. Como El Nobel se da a personas que en su obra se destaque la representación de una cultura o denuncia social o.... pues diremos que se lo lleva un activista. Que luego no, pero oye, alguna actividad realizará, al menos escribir, que eso ya nos lo han asegurado y mira, algo acertamos. Salvo que se lo lleve un cantante, que por mucho que sus letras sean propias y la música es poesía y todo eso, no deja de ser un cantante... al que defenderemos porque nosotros dijimos que se lo iba a llevar un escritor (aunque quede un tanto cogido por los pelos). También podemos jugar a si se lo lleva un hombre o una mujer, ahí tenemos un 50%, a si va a ser de tal o cual raza, que tampoco solemos acertar, o a si es conocido o no (pero no muy alto no sea que cuando nos pongamos chulos diciendo que será un desconocido asiático se lo lleve Patrick Modiano). Lo único que parece claro es que se niegan a escuchar las voces de lectores que piden que se lo den a Murakami, al que posiblemente no se lo den hasta que desaparezca de las quinielas de apuestas durante dos o tres años.

     Este año dominan la lista de apuestas las mujeres, como viene siendo habitual en los últimos tiempos y tenemos a eternos candidatos, ya sea por calidad, mérito, amor o esperanza que se mezclan con superventas de mayor o menor reconocimiento literario. Así Ernaux se mezcla con King mientras que Javier Marías, un habitual patrio, saluda a su ya compañero habitual de apuestas Mircea Cartarescu. Vemos a Attwood,  Maryse Conde y Knausgaard junto a Ko Un y De Lillo y así hasta completar una pequeña lista cuya imagen está sacada de una de las más famosas casas de apuestas online cuya utilidad, más que predictiva, es la de sacar un buen puñado de nombres cuya lectura seguramente merezca la pena.

     Para ganar el Nobel hay que escribir, sí, pero también hay que estar bien relacionado para que la asociación adecuada te proponga y es que, como la propia academia dijo, ya saben que no premian al mejor escritor del mundo, pero al menos están seguros de premiar a un muy bueno.

     Si miro la lista mi apuesta ni siquiera sale, se ve que la predicción no es lo mío. Y vosotros, ¿ya tenéis vuestra apuesta?

     Gracias.

lunes, 4 de octubre de 2021

El hombre de la bata roja. Julian Barnes

     "En junio de 1885, tres franceses llegaron a Londres. Uno era un príncipe, otro era un conde y el tercero era un plebeyo de origen italiano. Posteriormente el conde declaró que el propósito del viaje era hacer adquisiciones intelectuales y decorativas".

     Que me gusta Julian Barnes no es un secreto y cuando Anagrama anunció este título con esta maravillosa cubierta, lo anoté. Hoy traigo a mi estantería virtual, El hombre de la bata roja.

     Conocemos a Jean Pozzi célebre ginecólogo francés y Don Juan de belleza reconocida cuando, en 1885, llega a Londres con dos compañeros de viaje a Londres con la intención de compara tela en Liberty y visitar la Grosvenor Gallery para ver a Edward Burne-Jones y acaban en el Reform Club junto a Henry James. Pozzi es un burgués al que su buena fortuna matrimonial le ha permitido ascender socialmente tanto como para codearse con un conde y un príncipe (sus compañeros de viaje) y añadir a su vida una esposa y una hija a la que adora y que el lector percibirá como una mujer celosa. siendo Pozzi el único hombre heterosexual de este trío destaca además por su pericia y éxito sexuales entre las damas. Recorreremos su vida y lo veremos arrogante y con un destino benévolo incluso en la parte física y es que la novela no solo retrata la Belle Epoque, aunque ciertamente es la parte más destacable, además avanza en el tiempo hasta llegar al último suspiro del doctor capaz de convertirse en un hombre apreciado por su círculo cuyo éxito, intuye el lector, va a ser eterno y no pasajero ya que en ningún momento tenemos la impresión de estar ante un libro moralista. Así que conocemos, como decía, a Jean Pozzi. Porque esta es su vida.

    Con un comienzo que a mi me suena a chiste y que identifico claramente con el tono de Barnes, siempre dejando un espacio para la duda entre la seriedad y la ironía, nos relata la llegada de tres estetas con una suerte de carta de recomendación para Henry James y la firme intención de comprar telas para cortinas. Basado en personajes reales, el libro deja clara la fascinación que produce Pozzi tanto como que, en este caso, esa admiración trasciende lo temporal y llega hasta nuestros días y el autor que relata su vida. Pozzi fue un cirujano válido incluso para sacar una bala en caso de duelo, y da un razonamiento bastante divertido sobre el costo del duelo frente al de la demanda, o casi cualquier cosa que a uno se le pueda ocurrir. Me resultó particularmente divertido encontrarme a este Doctor Amor presa en semilibertad de un matrimonio desdichado que se paseaba enamorando pacientes mientras advierte al lector de que un juicio a su protagonista basado en la sociedad actual bien podría dar al traste con la imagen que Pozzi proyectaba. En la novela Pozzi está acompañado por el Príncipe Edmond, que se especializa en bodas económicamente rentables con una doble vida debido a su verdadera orientación sexual y el tercero en discordia era el conde Robert de Montesquiou coleccionista de curiosidades y protagonista de su propio título Levels of Life.

     Barnes se documenta sobre un hombre cuyo descubrimiento le impactó y lo hace con pulso firme y datos veraces que nos regala en una novela francamente divertida llena de cotilleos, burlas, duelos y casi cualquier cosa que se le pueda ocurrir al lector que sea susceptible de sacarle una sonrisa mientras nos deja un magnífico retrato de la Belle Epoque plagado de nombres conocidos que finaliza con un broche tan verídico como irónico en una de esas vueltas que da la vida. 

      Pero lo mejor de la novela es que leer a Barnes implica... leer a Barnes. Sus comentarios mordaces, sus opiniones no siempre políticamente correctas y sus valores sobre algunos temas, quedan perfectamente indexados dando una opinión, por supuestísimo parcial, de casi cada uno de los actos que en este libro se enumeran. Y es precisamente esa voz, la que ya puse tono gracias a los encuentros y entrevistas, la que hace que regrese una y otra vez a Barnes. Porque sí, como él mismo dice, la realidad puede ser simple, inverosímil y moralista pero, precisamente por ese motivo, hay que saber relatarla. Y Julian Barnes lo hace como nadie.

     El hombre de la bata roja es una novela divertida que os recomiendo a todos tanto si es vuestra primera vez como si ya estáis familiarizados con la pluma de Barnes.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     PD: El célebre pintor John Singer Sagent inmortalizó en "El doctor Pozzi en casa" a Samuel Jean Pozzi  y ese es el origen de la cubierta del libro. Os lo presento y ya me diréis si es asquerosamente guapo o acaso un Dios como dijeron algunas de sus amantes atribuídas



 

miércoles, 29 de septiembre de 2021

La casa al final de Needless Street. Catriona Ward

 


     "Hoy es el aniversario de La Niña del Helado. Fue junto al lago, hace once años,. La niña estaba allí y de repente ya no estaba. Siempre es mal día cuando descubro que hay un asesino entre nosotros".

     Siempre me han gustado las novelas de terror. Eso hace que me acerque a ellas con regularidad y precisamente por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La casa al final de Needless Street.

     Conocemos a Ted Bannerman en el aniversario de la desaparición de la Chica Del Helado. Todo el mundo lo recuerda, si la prensa lo hace, lo hace todo el mundo, pero sobre todo Ted ya que fue interrogado en su día y señalado por los vecinos. Es difícil cuando te ves involucrado de esa manera que no te señalen y murmuren. Ahora Ted vive aislado en su casa. Una casa de ventanas tapiadas que comparte con su gata Olivia y en la que recibe las periódicas visitas de su hija Lauren, una niña temperamental cuyo carácter se vuelve cada vez más ingobernable. Pero así es su vida, tranquila y ordenada.

     Hablar de esta novela sin hacer el mayor spoiler de la historia es bastante complicado. Sobre todo para conseguir transmitir lo que uno se puede encontrar al leerla. Pero, ¿quién dijo miedo? (Ward, sí, ella lo dijo).

     Estamos ante una novela coral que más que terror aporta un suspense opresivo con un fuerte componente psicológico que se basa en el uso de narradores poco fiables dando su versión de lo que sucede. Y, esta es fácil, si la novela tiene pocos personajes, darles voz es la mejor forma de que el lector se involucre con ellos. Y... bueno, yo me quedo con el gato. Así veremos como una grabadora vieja será testigo de historias que pasan por recetas, visitas traumáticas de Lauren a su padre y la preocupación de éste por ella, y también la atronadora voz del gato guardián. Guardián porque su dueño le salvó de correr el mismo destino que sus hermanos, que todo hay que explicarlo de puntillas en esta historia. Nos adentramos así en la historia descubriendo con calma qué sucede tras las ventanas tapiadas y jugando a hacernos los sorprendidos cuando tras un rento arranque y un pequeño rodaje, se nos van desvelando las sorpresas.

     La novela tiene a su favor lo original de la narración y una soberbia ambientación psicológica en la que consigue, al no describir a los personajes hasta bien avanzada la historia, que el lector gire su percepción varias veces convirtiéndose en cómplice. Esta base es importante ya que, una vez finalizada, pensar en todas las pistas que vimos sin mirar se convierte en lo mejor de la historia.

     La casa al final de Needless Street es una novela de terror psicológico que reúne muchos rasgos habituales del género pero que se antoja lenta en sus comienzos y correcta en su finalización. Leeré más de la autora.

     Y vosotros, ¿sois lectores de terror?

     Gracias.

lunes, 27 de septiembre de 2021

La historia de Shuggie Bain. Douglas Stuart

 


     Hay épocas que me atraen poderosamente y una es en la que se ambienta esta novela. Hoy traigo a mi estantería virtual, La historia de Shuggie Bain.

     Cuando conocemos a Shuggie vive en una habitación, es adolescente y sabemos que lo ha pasado mal. Esta es la historia de cómo llegó a una habitación en la que evita oir a otros inquilinos y lucha por seguir adelante.

     Shuggie es hijo de una familia pobre. El padre es un mujeriego, su madre una alcohólica que quiere dar una imagen distinta a la real y su familia es pobre y vive en una zona miserable en la que los abusos son una constante. Estamos en Glasgow y el cierre de las minas sume en la miseria a muchas familias, tantas, que parece algo normal en ese mundo que es su universo. Se trasladan entonces a una aldea aún más miserable y no ayuda que Shuggie sea distinto a los demás, gay, y con una dicción y unos gustos que no lo ayudan a integrarse. Ahora vive pensando en si su día será bueno o malo en función de las latas de cerveza que se encuentre al llegar a casa ya que su padre se ha ido con otra mujer y su madre ha caído nuevamente en la bebida. Si es que alguna vez salió.

     Dicho así podría parecer la terrible historia de un niño que se alza y se convierte en un héroe pero estamos en realidad ante la historia de amor de un hijo hacia su madre, a la que cuida con total abnegación y eso hace que compartamos con él el sufrimiento de verla caer cada vez en un estado deplorable que condiciona su vida. Shuggie es fuerte, lo vemos en cada gesto de amor que realiza cada día y el lector siente una corriente de empatía que sabe no está llamada a ser recompensada con un final feliz y edulcorado como suelen hacerse en estas novelas. Aquí la mugre de las calles y la lluvia del ambiente empapa corazones y se traslada al lector en el tacto de las páginas. Además Stuart contribuye a ello con pasajes de especial lirismo en el que las minas quedan por fuera en montañas negras que toman el paisaje y en miradas que, como la del niño de la cubierta, miran a un futuro cercano más que a una utopía de fin de trayecto.

     Anggie es el personaje a destacar. Estamos acostumbrados a los Shuggies de las novelas pero no tanto a las madres que caen una y otra vez sin esperanza de levantarse y alzar el vuelo. Lo trágico está en este personaje que forma el carácter y condiciona la vida de su hijo, el que se queda, otro se va. Y el lector se pregunta una y otra vez cómo es posible un corazón como el de su hijo pequeño y cómo puede sobrevivir en un mundo lleno de espinas. La novela es el resultado de un realismo lírico en el que ambas parts se equilibran para dar lugar a una novela sobresaliente, de esas que uno encuentra por casualidad y gracia al buen hacer de quienes las descubren y que, una vez leídas, recomienda por activa y pasiva como si de un tesoro secreto se tratara. Pero no es un tesoro, ojo, es una novela premiada. Una primera novela para ser exactos, lo que equivale a la promesa de estar ante un nombre a recordar.

     La historia de Shuggie Bain es una novela magnífica de la que se disfruta a pequeños sorbos y cuyos personajes se convierten en compañeros inolvidables. Pero es, sobre todo, el reflejo de un colectivo que ha existido y que aún se recupera mientras que una gran parte de la sociedad ni siquiera miraba hacia otro lado, simplemente los ignoraba. Leed su historia, hablemos de Anggie. Hablemos de Shuggie.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.