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lunes, 26 de junio de 2023

En defensa del audiolibro




 

     Parece que de un tiempo a esta parte los libros se disfrutan si se registran, marcan, doblan, si se apunta en ellos o sobre ellos y se hacen otro montón más de tareas que hacen parecer a la lectura una tarea infinita, por mucho que pueda parecer a su vez satisfactoria. Este camino que parecemos llevar deja de lado muchas veces el simple placer de la lectura, el dejarse llevar por una historia que muchas veces representábamos diciendo "es como si el narrador me la estuviera contando al oído", dejando claro que eso era un piropo sobre el libro y la forma en que estaba escrito y ahora, para crítica de muchos, han llegado los audiolibros. 

     Y es que cojamos el toro por los cuernos. Seamos sinceros. Las mismas personas que dicen que no son capaces de leer en un ebook, son las que dicen que escuchar un audiolibro no es leer. Porque la cultura y la lectura abre mentes, pero vivimos desde hace años con la defensa del libro en papel como si cualquier otra forma de literatura fuera rebajar ese acto ensalzado como la solución a todos los males. Ya sabéis: aprende, disfruta, lee. Incluso es sexy leer, nos dicen mientras aparecen carteles con personas que poco se parecen a cuando estoy yo en camiseta y con un boli en el pelo leyendo tirada en el sofá la última novela de, por ejemplo, Elvira Lindo (posiblemente la camiseta esté arrugada y con manchas de boli). Así que cargan contra el audiolibro diciendo que el poner la lectura tan fácil hace que se preste menos atención, porque nos dan los tonos, las formas, las expresiones y nos eliminan muchas de las erratas. Así dicen: "fácil", "demasiado fácil"... como si el hecho de leer un libro tuviera que implicar una dificultad. Y ahí es donde está el error. El audio libro existe como placer hedonista del lector. Solo requiere de un altavoz o auriculares y de la simple predisposición a disfrutar y relajarse con una historia como otros lo hacen con el cine o la música. Y es que venimos, y parece que lo hemos olvidado, de una infancia en la que nuestros padres o abuelos nos leían cuentos a la hora de dormir, en la que los cuentacuentos eran una actividad buscada, y ahora se nos ofrece la opción de un relato oral en el que, además, incluso podemos ir caminando por las calles en que se desarrolla la novela.  Además, añaden, los audiolibros no se recuerdan igual que los textos escritos; dónde quedó aquello de la tradición oral, las leyendas, ¡los juglares! que bien podrían ser los profesionales que ahora se dedican a grabar libros para que podamos escucharlos.

     Decía al principio que la cultura abre mentes, pero ahora mismo parece que hay libros y formas de lectura consideradas de primera o de segunda mientras vivimos en un mundo rodeados de discursos, ya sean desde púlpitos o estrados que luego recordamos con total nitidez. En la saga "Corazón de tinta" de Cornelia Funke, uno de sus personajes tiene la capacidad de que al leer un libro en voz alta, uno de sus personajes salga a la vida real intercambiándose, porque todo tiene su reverso, con alguien de dicho mundo. En los audiolibros hay una persona que se dedica a ello, muchas veces incluso vienen del mundo del doblaje, que logra darles voz y vida a las fantasías de un escritor. En sus cuerdas vocales reside el poder, no para sacar un personaje, eso sería fácil, si no para que comience a respirar ese pequeño universo.

     Y vosotros, ¿sois usuarios de audiolibros?

     Gracias.

     PD. Si un libro no te gusta, no le culpes al formato.

lunes, 19 de junio de 2023

Los destrozos. Bret Easton Ellis

 


     "Comprendí hace muchos años que un libro, una novela, es un sueño que pide ser escrito igual que uno se enamora: el sueño se vuelve irresistible, es imposible hacer nada al respecto, al final te rindes y sucumbes por más que tu instinto te diga que salgas corriendo porque eso va a acabar siendo un juego peligroso: alguien saldrá malparado. Para algunos de nosotros, las primeras ideas, las imágenes, las manifestaciones iniciales pueden hacer que el escritor se sumerja automáticamente en el mundo de la novela, en sus amoríos y en su fantasía, en sus secretos. Otros pueden tardar más en experimentar esta conexión con mayor claridad, años en darse cuenta de cuánto necesitaban escribir la novela o amar a esa persona, revivir ese sueño, incluso décadas después".


     Ellis es otro de esos escritores de los que leo todo lo que se publica. Desde aquel Glamourama no he fallado a una sola de sus citas y esta vez ni siquiera pude contenerme hasta que saliera la traducción. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los destrozos.

     La nueva novela de Ellis se adentra en el terreno de la autoficción desde las primeras páginas. Un agradecimiento y nota del autor que se sienten sinceros, con la dosis justa de ese punto de lo llevaba dentro y me marcó que seguramente esté ahí para prepararnos los sentimientos para lo que nos vamos a encontrar después. Porque volvemos la vista atrás a lo que debieran ser aquellos maravillosos años y nos encontramos mirando a Bret, el joven adolescente bisexual un tanto tímido con un grupo de amigos que no tiene nada fuera de lo común salvo, quizás, la forma en que se tratan las relaciones personales: naturalidad. Y a esa escuela a la que todos acuden llega un chico nuevo. Y a la zona un asesino en serie. Os lo imagináis, ¿verdad? La mente de Bret, hormonada, a veces bajo la influencia de determinadas sustancias y, sobre todo, que es la mente de Bret de la que todos sabemos qué personajes han salido, empieza a elucubrar sobre si la llegada del chico nuevo y la existencia de ese asesino guardan algún tipo de relación.

     Ellis construye un libro que representa, por una parte, una época dorada de estudiantes que pasean y viven y todo es bonito y privilegiado (recordemos su título "Hombre blanco privilegiado" que se modificó para entender ese sentimiento que el autor ha marcado a lo largo de su vida en su obra) y hay cine y música y sexo. Sin preocupaciones aparentes. Salvo el nuevo y la sospecha, los asesinatos como obsesión para Bret.

     Los destrozos es en definitiva una novela de formación, de paso a la vida adulta, en la que el futuro escritor, que está preparando Menos que Zero, sirve como llave para entrar al mundo que todos apreciamos de Ellis. Un mundo estético y vacío, de brillos, sonrisas, colores, sexo y drogas, un lugar cinematográfico habitual protagonizado por el holograma en que parece convertirse el protagonista, que mantiene una imagen que no es la suya, quizás ni siquiera lo que vemos debajo sea su imagen real, y le añade para regocijo de sus fans al asesino terrible que pasa a poblar los sueños del futuro escritor. Y mientras sus amigos parecen cubicar rápidamente la existencia del mal y seguir en su burbuja, Bret mira al nuevo compañero preguntándose si también es un holograma, si esconde algo malo... Una maravilla Los destrozos. Se siente como volver a casa, solo que esta vez es una casa terriblemente disfuncional.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

    Detalles:

     La primera imagen de la reseña corresponde a la edición en España por parte de Literatura Random House.
     El resto de imágenes indexadas en la reseña se las hice a mi ejemplar The Sards publicado por Swift Press.





miércoles, 14 de junio de 2023

La chica que vive al final del camino. Laird Koening

 


     "Era una noche de las que le gustaban a la niña. Estaba frente a la ventana aquel último día de octubre, y observaba el mundo estremecerse al filo del invierno. El viento frío sacudía los tallos de las flores muertas del jardín y arrancaba las últimas hojas de los arces, arrojándolas a la oscuridad como jirones de papel negro. De un tirón, la niña corrió las cortinas y ocultó la noche".

     Desde que tengo uso de memoria soy aficionada al género de terror y gótico, así que estaba claro que este libro no podía faltarme. Hoy traigo a mi estantería virtual, La chica que vive al final del camino.

     Conocemos a Rynn, la niña que vive en la casa del final del camino. Vive allí junto a su padre, aunque parece que nadie lo ve nunca. No lo ve ni siquiera la mujer de la inmobiliaria que alquiló la casa. Rynn no celebra Halloween pero sí su cumpleaños que coincide en fechas. Es una niña solitaria, inteligente y que odia profundamente las tonterías de los que tienen su edad y particularmente las relacionadas con los Hallet, propietarios de la vivienda, y su siniestro hijo. De hecho será la señora Hallet quien amenace con hacer notar que Rynn no va nunca a la escuela. No serán las únicas personas que se acerquen con curiosidad a Rynn ya que un mago y un policía no tardan en entrar en escena mientras la niña tiene un comportamiento adulto y el padre sigue sin dar la cara ante nadie.

     Tenemos en esta novela todos los ingredientes imprescindibles para estar ante el género, incluyendo una magistral puesta en escena que comienza en la primera página con el ritual preparado por la protagonista para su cumpleaños. El autor busca una novela de atmósferas, algo que logra con creces, mientras consigue que el lector mire con susceptibilidad a todos y cada uno de los personajes que se presentan ante Rynn, particularmente al terrible hijo de la casera. Y, por supuesto, tampoco olvide mirar a la joven protagonista del padre oculto.
La novela no solo se lee con facilidad sino que no pide actos de fé complejos que alejan al lector no familiarizado con el cine de terror. Aún así, su efectividad en la técnica es pasmosa ya que uno pronto se queda atrapado en la historia de Rynn de la que necesita saber más y más. Y es que a medida que avanzamos en la lectura, tememos las visitas que recibe la niña y que sabemos que acabarán, irremediablemente, en una curiosidad por ver al padre que compartimos. Pero que al mismo tiempo tememos, como si supiéramos a ciencia cierta que la aparición del padre de Rynn solo iba a poder significar el duro castigo de una de las partes.

     La chica que vive al final del camino es una novela que me ha encantado, cuya adaptación cinematográfica buscaré, y que recomiendo seáis o no aficionados al terror.

    Por cierto, ¿lo sois?

     Gracias.

lunes, 12 de junio de 2023

Elizabeth Finch. Julian Barnes

 


     "Se plantó frente a nosotros, sin apuntes, libros ni nervios. El atril lo ocupó su bolso. Echó un vistazo alrededor, sonrió, en silencio, y comenzó:

- Habrán observado que el título de este curso es "Cultura y civilización". No se alarmen...".

     Uno de los escritores con los que más me divierto del panorama actual es, sin duda alguna, Julian Barnes. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Elizabeth Finch.

     Conocemos a Neil como estudiante no demasiado brillante y enamorado de su profesora de Cultura y Civilización, la señorita Elizabeth Finch. Es de aspecto austero, casi severo, preclara a la hora de hablar... y la protagonista de las fantasías de seda de su alumno que, una vez finalizado el curso, decide invitar a quien hoy sería su crush a cenar y estos encuentros, que no pasan de ser dos o tres veces al año, se convierten en una costumbre que se dilata durante dos décadas. Que nadie vaya a pensar en algo sexual, porque no lo es. Esto termina cuando Neil recibe una notificación sobre la muerte de Finch, quien lo ha legado sus papeles y libros, algo que provoca el regreso del alumno, que se zambulle en ellos leyendo sobre, por ejemplo, El Apóstata sobre el que parece tener datos como para escribir un libro o estudio. Y entonces decide que si lo iba a hacer ella, él debería de hacerlo o al menos intentarlo. Y a partir de ahí, ahora sí como ponía en la sinopsis editorial, Neil comienza a buscar a Elizabeth, a intentar finalmente conocerla.

     Esta es la novela de un hombre que adoraba a una profesora. A todos nos ha pasado, confesemos. Esta misma semana que acaba de pasar lo comentaba: guardamos recuerdos maravillosos de unos pocos de nuestros profesores. Y eso es lo que le pasa a Neil, un hombre mediocre y con una alarmante tendencia al fracaso (no hay más que ver su historial amoroso), que se ve absolutamente fascinado por una mujer que el autor nos presenta severa y rigurosa, incluso áspera, dando un punto que a mi me ha parecido de humor ante la "extraña pareja" que nunca llegó a producirse. Y entonces la novela entra en una suerte de bache ya que lo soso que es el protagonista se contagia al texto. Lo que empezaba como una admiración traspasa la barrera de la idolatría y Barnes parece querer aliarse con Neil para que logre su objetivo y retuerce el punto hasta que la protagonista se convierta en la Apostata del alumno. 

     Y en ese transitado camino, a mi me empezó a perder. Sentí que le faltaba ese punto de empuje habitual del autor, que se quedaba a medio camino a la hora de caracterizar y descubrir, como si durante la lectura todo fuera un "sí está bien, ¿pero por qué no me lo has hecho redondo?". Esa sensación acaba convirtiéndose en un desgaste para el lector, que no termina de tener claro el punto o el tono de la historia, como si Neil se fuera convirtiendo en alguien poco importante también para la novela, con una personalidad tan gris que logra que hasta su historia pase desapercibida para nosotros.

     Elizabeth Finch no es la mejor novela de Barnes, está claro. O tal vez sea yo que esperaba algo más.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 7 de junio de 2023

El otro yo. Rafael Caunedo

 


     "Madrid, un día cualquiera, de esos en que ocurren las cosas trascendentes, las verdaderamente importantes. Hospital de la Moncloa. Segunda planta, al fondo, consulta de neurología. Luz blanca de halógenos. Mateo Cué y su padre, Ángel, escuchaban atentos las explicaciones del médico. Semblante serio, contenido. Los silencios resultaban largos y violentos. 
     —Me temo que no tengo buenas noticias — les dijo el neurólogo abriendo el dosier que contenía un exhaustivo estudio médico y el informe definitivo".

     Conocí a Caunedo con El deseo de los accidentes y algo en su forma de escribir se me quedó lo suficiente como para llevar días esperando poder leer su última novela. Hoy traigo a mi estantería virtual, El otro yo.

     Conocemos a Ángel Cué, un famoso escritor de esos que son además caballeros, un tanto anticuados si uno quiere, pero cuya fama y buen hacer han provocado que su nombre y su aspecto sea reconocido incluso por quienes no leen. Y ahora, con una novela recién publicada, le diagnostican de alzheimer precoz. El hombre decide no ser un espectáculo, guardar su imagen sin que nadie vea como se pierde dentro del laberinto en el que va a convertirse su cerebro, y le pide a su hijos dos favores: el primero, que le ayude a prepararlo todo para retirarse  a una casa en el campo y le guarde el secreto de su retiro y ubicación; el segundo, tras entregarle un pendrive con 4 manuscritos cuya existencia no conoce nadie, le pide que los envíe en su nombre cada dos a tres años a su editor para asegurarse de que se publica toda su obra y de que su imagen pervive. Y Mateo accede, ¿cómo no hacerlo? Es su padre, su madre ha muerto ya y él lo adora. Pasan los años y Mateo gana el Premio Óvalo con su primera novela, que es en realidad el primero de los manuscritos de su padre que ha sacado del pen-drive. Y poco después es nombrado ministro y se encuentra con un puesto a cuya altura necesita estar y con un secreto que le oprime y que debe de evitar a toda costa que descubran. Y entonces en la primera presentación del libro, aparece una mujer que le pregunta si su padre ha leído el libro.

     El otro yo trata de la persona que proyectamos que somos y también de la que otros nos proyectan. Caunedo se adentra en la línea borrosa que separa ambas personalidades y en cómo una se va tragando a otra mientras luchamos por sobrevivir boqueando como peces y acabamos llenos de secretos. Y para ello, con una prosa que, una vez más, me ha arrastrado provocando que me fije en ella con placer,  ha creado a Mateo: el hombre sin escrúpulos capaz de engañar al mundo, a su padre enfermo, su esposa e incluso de engañarse a sí mismo. Porque cuanto más grande es la mentira, más nos engañamos a nosotros mismos creyendo que podemos salir ilesos de ella. Y coloca a este impostor con traje y corbata en un mundo lleno de representacines teatrales que dicen que son personas cuyas fachadas se resquebrajan amenazando con hundir la suya sin remedio. Entonces, lejos de juzgar a Mateo, deja que sea el lector quien lo haga según sus actos, le dota de la conciencia justa como para representar el temor a ser descubierto en lugar de la pena por el daño que puede estar causando, y le permite enredarse y revolcarse en un patético espectáculo de hombre, marido e hijo que ni busca ni quiere el perdón como para plantearse la redención.
Caunedo se expresa con frases medidas, a veces poéticas, que han dejado imágenes nítidas en mi retina de la decrepitud de la enfermedad y la fragilidad de la vida de un anciano que mira al horizonte con la mirada perdida incapaz de reaccionar siquiera a las sombras de su pasado. Momentos que combina la más terrorífica de las atmósferas: la de los monstruos como yo. Y es que si algo me asusta no es el monstruo de dos cabezas o el dragón de Maléfica, no. A mi quienes me dan miedo son los monstruos que disfrazados de personas cotidianas se pasean por las calles, entran al cine, enseñan a estudiantes y tal vez, en el peor de los casos, compartan mesa conmigo en algún momento de mi vida. Para ello utiliza escenas desprovistas de tensión convirtiéndolas en algo banal hasta que el lector se para un momento a valorar lo que le están contando y entonces comienza a preguntarse si Dios, ese que crea la historia y la transcribe palabra tras palabra, va a consentir que se salgan con la suya. 
     No os voy a contar por supuesto si al final de la novela Mateo lo logra, si le pillan o si de algún modo se redime. Solo os diré que el primer engaño, la novela, solo es el pistoletazo de salida de una historia marcada por la literatura tanto como por la enfermedad, la fidelidad, el asesinato y los ciclos de la vida. Pondría más pero es que disfruté tanto de la resolución que eligió el autor que me niego a dejar pista alguna que os prive el placer de descubrirlo. A fin de cuentas leer es disfrutar.

     El otro yo me ha parecido una novela muy entretenida y con un toque perturbador que se va colando poco a poco bajo la piel. Seguiré la pista de sus letras.

     Y vosotros, ¿sois de seguir la trayectoria de escritores que os gustan en vuestro primer contacto o tardáis más en buscar el nombre y no la obra?

     Gracias.

lunes, 5 de junio de 2023

El movimiento del cuerpo a través del espacio. Lionel Shriver

 


     Me gustan, desde siempre, los libros que no me dejan indiferente. Shriver tiene la capacidad de lograr en sus letras justo eso; provocar, divertir, molestar... llámalo X, pero llámalo. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, El movimiento del cuerpo a través del espacio.

     Conocemos a Serenata Tersipchore (gracias por jugar así con los nombres, Shriver, y gracias Daniel Najmías por no haberlos traducido), una mujer cuya hermosa voz le permite ganarse la vida en el mundo de los audiolibros, y cuya obsesión por el deporte le ha llevado a ester las rodillas destrozadas a sus sesenta años. Ella que siempre creyó que correr era el camino a la salud y la longevidad ahora tendrá que pasar por quirófano para solucionar un problema fruto de esa afición convertida en su modo de vida. Bien, pues Serenata está casada con Remington Alabaster, un hombre tranquilo y sedentario que, ahora que se ha jubilado de su sedentario empleo, ha descubierto en el deporte su nueva pasión. Es más, correrá una maratón. Al menos hasta que la oportunamente nominada como Bambi le habla del triatlón. Y se inscribe para una gran competición. Y empieza el choque.

     La novela de Shriver no es una sorpresa en el sentido de que afrontar temas habituales y hacerlo de forma incisiva es su punto habitual. No falta en esta, por ejemplo, el vecino "normal" que mira lo que camina con más obsesión de la que está dispuesto a admitir y que es utilizado, como no podía ser de otra manera, para que la autora opine sobre sus temas habituales, que rondan toda su obra desde la periferia. En esta ocasión su protagonista se ve superado por una mujer afromericana, ve llegar la inclusividad a su trabajo con bastante sorpresa... ese tipo de cosas que van sucediendo y que, a muchas personas, les pueden provocar la misma reacción que a Remington. O no, puesto que son reacciones particularmente silenciosas. Algo que Serenata sabe, aunque lo parece necesitar confirmar, que puede ser el germen de la nueva pasión de su esposo, algo que no cambiará un ápice los sentimientos que le despierta esta nueva obsesión. Es más, incluso el lector sabe cómo se va a comportar ella. Lo que no sabe, o al menos yo no fui capaz de intuir, es que iba a ser la favorita de Shriver. Y es que de algún modo el hecho de que su marido se haya apropiado de su pasión se siente como una invasión de la personalidad de esta mujer que parece llevar toda una vida sintiéndose de ese modo. Y si este tema ya aumentó mi interés, la forma en que Shriver expone al matrimonio como una unión rutinaria de faltas consentidas, aceptadas y cubiertas levemente para seguir avanzando, me ha parecido una absoluta genialidad.

     Me gusta Shriver. Sus novelas siempre tienen algo diferente que aportarme. Aunque traten aparentemente de algo tan simple como empezar a salir a correr superada cierta edad. Algo que podríamos comprobar mirando por la ventana. Casi a cualquier hora. Me ha gustado El movimiento del cuerpo a través del espacio. Lo recomiendo.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.