Parece que de un tiempo a esta parte los libros se disfrutan si se registran, marcan, doblan, si se apunta en ellos o sobre ellos y se hacen otro montón más de tareas que hacen parecer a la lectura una tarea infinita, por mucho que pueda parecer a su vez satisfactoria. Este camino que parecemos llevar deja de lado muchas veces el simple placer de la lectura, el dejarse llevar por una historia que muchas veces representábamos diciendo "es como si el narrador me la estuviera contando al oído", dejando claro que eso era un piropo sobre el libro y la forma en que estaba escrito y ahora, para crítica de muchos, han llegado los audiolibros.
Y es que cojamos el toro por los cuernos. Seamos sinceros. Las mismas personas que dicen que no son capaces de leer en un ebook, son las que dicen que escuchar un audiolibro no es leer. Porque la cultura y la lectura abre mentes, pero vivimos desde hace años con la defensa del libro en papel como si cualquier otra forma de literatura fuera rebajar ese acto ensalzado como la solución a todos los males. Ya sabéis: aprende, disfruta, lee. Incluso es sexy leer, nos dicen mientras aparecen carteles con personas que poco se parecen a cuando estoy yo en camiseta y con un boli en el pelo leyendo tirada en el sofá la última novela de, por ejemplo, Elvira Lindo (posiblemente la camiseta esté arrugada y con manchas de boli). Así que cargan contra el audiolibro diciendo que el poner la lectura tan fácil hace que se preste menos atención, porque nos dan los tonos, las formas, las expresiones y nos eliminan muchas de las erratas. Así dicen: "fácil", "demasiado fácil"... como si el hecho de leer un libro tuviera que implicar una dificultad. Y ahí es donde está el error. El audio libro existe como placer hedonista del lector. Solo requiere de un altavoz o auriculares y de la simple predisposición a disfrutar y relajarse con una historia como otros lo hacen con el cine o la música. Y es que venimos, y parece que lo hemos olvidado, de una infancia en la que nuestros padres o abuelos nos leían cuentos a la hora de dormir, en la que los cuentacuentos eran una actividad buscada, y ahora se nos ofrece la opción de un relato oral en el que, además, incluso podemos ir caminando por las calles en que se desarrolla la novela. Además, añaden, los audiolibros no se recuerdan igual que los textos escritos; dónde quedó aquello de la tradición oral, las leyendas, ¡los juglares! que bien podrían ser los profesionales que ahora se dedican a grabar libros para que podamos escucharlos.
Decía al principio que la cultura abre mentes, pero ahora mismo parece que hay libros y formas de lectura consideradas de primera o de segunda mientras vivimos en un mundo rodeados de discursos, ya sean desde púlpitos o estrados que luego recordamos con total nitidez. En la saga "Corazón de tinta" de Cornelia Funke, uno de sus personajes tiene la capacidad de que al leer un libro en voz alta, uno de sus personajes salga a la vida real intercambiándose, porque todo tiene su reverso, con alguien de dicho mundo. En los audiolibros hay una persona que se dedica a ello, muchas veces incluso vienen del mundo del doblaje, que logra darles voz y vida a las fantasías de un escritor. En sus cuerdas vocales reside el poder, no para sacar un personaje, eso sería fácil, si no para que comience a respirar ese pequeño universo.
Y vosotros, ¿sois usuarios de audiolibros?
Gracias.
PD. Si un libro no te gusta, no le culpes al formato.