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miércoles, 30 de marzo de 2022

Los años extraordinarios. Rodrigo Cortés

 


     “Nací en Salamanca recién estrenado el reinado de Carlos VII, en el periodo de transición consensuada entre la IV y la V República”.

     Estuve posando y cogiendo esta novela, o cogiendo y posando en realidad, durante varios meses hasta que me decidí finalmente. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los años extraordinarios.

     Conocemos a Jaime Fanjul, salmantino hijo de los dueños de una mercería. Y lo seguimos a lo largo de su vida, que es de lo que realmente trata este libro. Pero la gran sinopsis es: conocemos a Jaime Fanjul, salmantino de una Salamanca que no es la que nosotros conocemos, porque la Salamanca inventada de Cortés, llega a tener playa (aunque no cuando nace nuestro protagonista).

     Es fácil hablar de esta novela y quedarse en la superficie, en la llegada del mar a Salamanca, en la política que representa para España el autor, en los coches que utilizan pensamientos para moverse... explicar que habla de mentideros, que ambienta la novela a principios del siglo pasado cuando su personaje nace y que, pese a que es una gran ficción, la ambientación es magnífica. Esa parte es fácil, es lo primero que percibimos, lo que sobresale. Un poco como decir que La Torre de Pisa, está inclinada. Para esta lectora en cambio, uno de los puntos más importantes de la novela, es el tono utilizado por Cortés en boca del narrador. Un humor desbordante basado en una cierta imperturbabilidad, en la curiosidad que se muestra como obvia, en, por ejemplo, ese niño que recibe un bofetón histórico y levanta la mano para que su padre no haga ruido y así poder escuchar y experimentar con el pitido que oye (y esto es lo que le parece a él extraordinario) dentro de su cabeza. Ese momento que se cita apenas uno comienza la novela, es significativo para saber ante qué tipo de narrador estamos. Y es ese carácter aparentemente imperturbable que cuenta todo de forma socarrona, el que choca de forma brutal con lo absurdo de sus propias palabras. Con el mundo representado, empañado el autor en que lo conozcamos perfectamente para luego deformarlo y provocar la risa. Nos cuenta el narrador que él será la cuarta generación de regentes de una tienda de lencería, pero que no lo será porque la odia y su padre no lo entiende. Nos habla de la muerte de su madre y de su espíritu, solo que nos habla de él mientras estaba viva y salía de su cierto. También de su hermano y hermanas, una de las cuales es la sustituta de otra que falleció hasta el punto de llevar el mismo nombre. Como decía, un caso. Y, como corresponde a la época, el protagonista aprueba la reválida y se traslada a Madrid que no a Espuria, comienza su vida laboral, se enamora, viaja... pero todo a la manera de Cortés. Una manera ingeniosa, criticona y audaz en muchos momentos pero que funciona perfectamente tanto para llamar la atención del lector, que no termina de acostumbrarse a sus prodigios, como para captar toda su atención sobre Jaime.

     Comentaré que en esta ocasión además de leer la novela he escuchado el audiolibro leído por el propio autor y, si la novela es divertida durante la lectura, tengo que reconocer que al escucharla se me han escapado más de una carcajada. Posiblemente será cosa mía, pero el tono que le imprime a la historia es pícaro, exagerado hasta el punto de parecer una radionovela y muy muy adictivo. 

     Sostener una novela como Los años extraordinarios es difícil, y Cortés lo logra sobradamente, quizás porque lejos de caer en el absurdo, lo utiliza para dar un par de sopapos a la realidad en la que nos movemos, dejando caer clichés aprendidos, socializaciones impuestas y demás perlas así, a modo de descuido entre broma y flema.

     La novela me ha parecido fresca y, sobre todo, divertida. Dos méritos tan importantes como escasos en la novela actual y, puesto que parece que uno no puede dejar una opinión sin citar a tres o cuatro escritores y creo que yo no lo hice con ninguno, diré que no me reía tanto con un libro desde que leí El lamento de Portnoy (otro monólogo esta vez de un judío, pero esa es otra historia que ya os conté u os contaré). 
     Lean o, en su defecto, escuchen Los años extraordinarios.

     Y vosotros, ¿consumís audiolibros?

     Gracias.

lunes, 28 de marzo de 2022

Malaventura. Fernando Navarro

 


     "Lo que me despertó por la noche no fueron sus gritos. Era raro que Dieguico el Morato levantara la voz. De hecho, algunos no recuerdan cómo era. Grave como si hablara dentro de una campana. Aguda como un aullido. Nada. Imposible. Yo sé muchas cosas de él. Sé que tenía la voz cascada, como de viejo, aunque era un hombre joven. Sé que era una voz que daba miedo. Sé que usaba palabras raras y rebuscadas, palabras antiguas. Y que como nadie había cogido un libro en este pueblo, no podían entenderlas. 
     No hacía falta que escuchasen su voz".

     Reconozco que soy fácil. A mi me hablas de western, de Cormac McCarthy y de Lorca y, como mínimo, pruebo. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Malaventura.

     Conocemos una versión de Andalucía profunda, del siglo pasado, marcada por la austeridad y por todo lo que les falta a los personajes. Y lo hacemos desde catorce instantáneas que es lo que Navarro nos regala en forma de relato. En ellos conoceremos a un hombre que se cae de una muerte segura gracias a un cuervo que pica la soga, hay un colegio que arde dejando al pueblo solo con 7 niños, una pitonisa, un asesino asesinado, un cura con la iglesia vacía y muchos, muchos personajes singulares.

     Sucede últimamente que si alguien escribe un libro de forma singular, se considera automáticamente un éxito, se le encumbra, y parece que nadie se lo cuestiona. Y aquí se salta de ico en ico entre zagales, motes de pueblo, expresiones puramente llanas y vocabulario que da cuenta más que una descripción, del ambiente en el que nos estamos moviendo. Un ambiente empobrecido, bruto, rural hasta "El camino" del que he visto bastante más, dicho sea de paso, que de Lorca, por no hablar de McCarthy al que no he encontrado; aunque sí he vislumbrado a Ray Pollock en una esquina moviendo la cabeza. O al menos así me lo ha parecido, aunque he echado de menos un nexo coral que convirtiera el relato en una fuente completa, que me hiciera querer desplazarme al lugar en el que se conjugaban los astros para que existieran todos sus personajes. 
     Sé, por supuesto, que mi opinión hoy no es popular. Que no he sabido ver un montón de cosas que a buen seguro tienen que ver con el lenguaje, la ambientación, el homenaje a algo a aquellas tierras, aquellas gentes, a las historias de bandoleros del primer cuento... pero esta es mi casa y la mía es una simple opinión de lector. Y he visto al burro, al niño que olía a hierbas y que murió sin apellido dejando como herencia una maldición supuesta que importaba más al pueblo que el darse cuenta tras su muerte de que ni siquiera sabían si tenía familia. He visto todo eso... y no me ha convencido. A veces pasa.
Así que esperaré que pase un tiempo y quizás lo relea. Y quizás entonces aprecie la falta de cursivas.

     Malaventura es una composición de historias que no ha terminado de convencerme.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
 
     Gracias.

lunes, 21 de marzo de 2022

El mentalista. Camilla Läckberg & Henrik Fexeus

 


     "Nerviosa, Tuva tamborilea con los dedos sobre la barra. Todavía está trabajando en la cafetería de Hornstull, aunque en realidad ya debería haber salido. Un cliente que acaba de sentarse en un rincón la observa irritado y ella le lanza una mirada asesina. Se esfuerza por memorizar su cara. La próxima vez que venga, en lugar de un corazón, le dibujará un dedo corazón levantado en la espuma del capuchino".

     Supongo que soy una nostálgica, pero no pude evitar sentir curiosidad por saber si había recobrado lo que encontré en sus primeros libros. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El mentalista.

     Una joven aparece muerta en el interior de lo que parece una caja de ilusionismo. Ha sido atravesada con espadas, cual espectáculo, solo que sin final feliz y ayudante sonriente. El caso recae sobre el equipo de Mina, que parece no avanzar. Por eso Mina termina por recurrir al popular mentalista Vincent, especializado en predecir las reacciones de la gente. Será Vincent quien encuentre la primera clave: los números. Porque, por supuesto, aparece un segundo cuerpo...

     Esta vez Camilla nos lleva a Estocolmo. Y esta vez escribe acompañada por un famoso mentalista llevando así la documentación hasta sus últimas consecuencias ya que, al igual que Vincent, Fexeus goza de fama. Pero no es este el único cambio, Camilla se ha ido a Estocolmo. La novela se acoge a muchos de los temas recurrentes de Läckberg como son el #metoo (con un personaje que es casi paródico) y se mueve entre los clichés habituales del género. Solo que además se ha dejado llevar por la espectacularidad. Los crímenes son llamativos y, en muchos casos detallados. El juego mental de Vincent es explicado al lector, que observa como los autores se acogen a la disfuncionalidad como rasgo principal de los protagonistas, que no tardan en comenzar un juego de atracción entre ellos bastante habitual en este tipo de novelas. 
     Es de esperar que estemos ante el comienzo de una saga o trilogía protagonizada por Vincen y Mina a quienes los autores han rodeado de un equipo que tampoco evita el cliché, un término que pensé en varias ocasiones pero que tuve claro que utilizaban buscando mantener el ritmo rápido que habían decidido imprimir a la novela.
     La novela no es, ni con mucho, un novelón. Nadie la va a recordar pasadas unas semanas de su lectura y, sinceramente, dudo mucho que los autores la escribieran intentando pasar a la historia de la literatura.  Su objetivo es claramente el consumo rápido, el entretenimiento garantizado y en mi caso, que leí aquella primera serie de novelas de la autora y además he visto la serie de tv que lleva el título de esta última, lo han conseguido. Muchas veces se cargan tintas contra libros que solamente aportan entretenimiento, pero si queremos que la lectura sea un placer, no debemos olvidar tampoco que se trata de ocio y no de obligación. Hay muchos motivos para leer, y todos son igualmente válidos. En este caso, es la pura diversión.

     El mentalista es una novela entretenida.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 16 de marzo de 2022

Los nombres prestados. Alexis Ravelo

 


     "El perro surgió del bosque y se plantó en el camino.
     El chico también se detuvo.
     Pasaron unos segundos en los que no ocurrió nada. Después, el perro abrió la boca y contrajo los carrillos hasta mostrar los dientes".

     Llevo muchos años leyendo a Ravelo como para saber que sus novelas son más de lo que parecen, por eso le sigo título a título. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los nombres prestados.

     Conocemos a Roco, el perro de la portada. El perrazo manso y negro, que nos dice la novela. Solo que Roco... no siempre ha sido Roco. No podía ser de otra manera ya que comparte esa característica con el resto de protagonistas de la novela. Incluso con la ubicación, que nos dice el autor que no existe (Nidocuervo) pero sí el país en el que se desarrollan. Allí viven una mujer y su hijo discapacitado, que llegaron al pueblo y poco a poco se han hecho un hueco. Y allí llega el dueño de Roco también, y conoce el pueblo, a la mujer, al niño y se sienta en el porche por las noches a observar. La mujer también observa todo, pero desde el porque de su mirada.

     Primera página de la novela: "lambucear". 
     Sonrío porque es Ravelo y siempre deja palabras que uno desconoce, el rastro de un trabajo que no siempre se aprecia. Y continúo la lectura sabiendo que piso terreno seguro.

     La última novela de Alexis Ravelo es un juego magistral de identidades que se extienden desde la tierra que pisan los personajes hasta sus propios nombres y que no perdona siquiera al género literario al que se supone que se acoge la historia. Una historia que trata del pasado y de las segundas oportunidades en las que las personas buscan redimirse por pecados propios o ajenos que, por avatares de la vida, han dejado de poder justificarse a sí mismos. Un lugar remoto con ecos de McCarthy, una tierra que el lector pinta más árida que el autor y el peso de su propia historia colocada sobre los hombros de los protagonistas, son los mimbres sobre los que se alza Los nombres prestados. Una historia solvente que se dirige con paso firme hasta un final más intuido que deseado y que el autor encara sin permitir que le tiemble el pulso porque sabe que no podría suceder de otra manera. Porque no se permiten debilidades en Nidocuervo, y ahora pensaréis que todo es bronco y duro y yo tengo que deciros que la ternura no es una debilidad: es una motivación, un impulso, un cambio o una necesidad de permanencia, pero no una debilidad. También eso he aprendido con este western de corazones solitarios que luchan por recordar que tienen que seguir latiendo. Personajes que viven a la sombra de su propio pasado temiendo, con la certeza de quienes saben que todo llega, que ese pasado les alcance cuando menos se lo esperan. Y que se acabe la calma, y que estalle la violencia.

     Todo esto es Los nombres prestados, revestido de la palabra precisa y acompañado de un niño y un perro. Y, por supuesto, la recomiendo. Porque se publica mucho, pero no todos los días se puede recomendar un buen libro. Hoy lo hago.

     Y vosotros, cuál es el último título que habéis recomendado?

     Gracias.

lunes, 14 de marzo de 2022

Qué fue de los Mulvaney. Joyce Carol Oates

 


     Encontrar que aún te queda un título por leer de un autor que te gusta, siempre es una pequeña alegría, un triunfo sobre la inevitabilidad de la vida. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Qué fue de los Mulvaney.

     Los Mulvaney son una familia que vive en un entorno rural. Así conocemos a Micael y a Carolinne, a su prole y cómo se reparten y también qué fue aquello que sucedió para marcarlos. Conocemos también a Marianne y a Patrick, al otro Michael... los conocemos a todos con sus virtudes y defectos y vemos como hay cobardes y valientes que no son lo que pensamos y también que no siempre se puede estar a la altura de las circunstancias. Conocemos, por lo tanto, a los Mulvaney.

     Ya en las primeras páginas nos dice Explorador, el pequeño de la familia, que nos va a contar sobre todos ellos. Y así nos embarcamos en un viaje, casi literalmente, en el que la autora los va desglosando mientras sucede algo tan común como que se desmiguen con el tiempo mientras siembra la duda sobre algo que sucedió. Oates se mueve con soltura por la línea temporal que irá definiendo a cada miembro de la familia y no se olvida de reflejar en la obra su carácter, la naturaleza y también, como tema recurrente, el puritanismo y la visión de un sexo avergonzado por el hecho de existir que tiende a culpabilizarse de su propia naturaleza, no digamos ya de lo que pueda sucederles por su condición femenina.

     Oates abraza el dramón casi folletinesco mientras lentamente va dando pinceladas a sus personajes que poco a poco cobran vida sobrecogiendo a un lector que no tiene claro del todo por qué las campanas tocan a drama apenas ha comenzado la lectura cuando aún no ha pasado nada. Y es que la atmósfera está tan bien conseguida que uno se mete en la lectura sabiendo que cada pequeño gesto, cada recuerdo y cada mirada, implican una esquina del alma que nos queda descubierta y otra que nos resta por descubrir. No es, desde luego, un libro para prisas. Las descripciones abundan en este entorno rural con familia que la autora ha elegido para mostrar costumbres y usos tanto personales como sociales que se acaban convirtiendo en la seña identificativa de cada miembro; y el lector, una vez más, queda a merced de una prosa envolvente que, si bien no sobresale, da muestra del buen hacer al que Oates nos tiene acostumbrados. De todos los miembros de los Mulvaney, me quedo con Marianne, ese personaje femenino que la autora nos regala y sabemos tan inolvidable como destinado a la tragedia, a la lucha... y no decepciona, todo está ahí. Y es que, si algo decepciona de la novela, es la propensión del lector a pensar que está ante una obra maestra ya que, en este caso al menos, no se ve cumplida. Como lectores percibimos los elementos, todos están ahí: el entorno, la prosa, las descripciones, los personajes que entre recuerdos del pasado se van descubriendo para nosotros, la tragedia, la joven virginal que acaba sufriendo, el final... Pero algo no termina de encajar para que todo sea perfecto y, al menos esta que escribe, termina la novela dejándonos con la sensación de haber leído un buen libro pero también con la de no haber llegado a cumplir lo que se esperaba de ella. Como digo el libro es bueno, pero la lectura se ve empañada por las expectativas que la propia Oates nos había creado.

     Qué fue de los Mulvaney es una buena novela para iniciados y no iniciados en las letras de Oates. Sosegada, de regusto triste y ejecución impecable pero que no termina de llegar al corazón del lector.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 7 de marzo de 2022

Lágrimas de oro. Jose Luis Gil Soto

 


     "Se acomodaron los tres en la sacristía, en torno a una mesa sencilla sobre la que el cura puso la Biblia. Olía a cera, incienso, y al vino que les servía el monaguillo indígena bautizado. Era un caldo especial que el maestrescuela guardaba para sí y solo servía en ocasiones de merecer".

     No juzgarás un libro por su cubierta, pero si la cubierta te gusta irás a por él. Hoy traigo a mi estantería virtual, Lágrimas de oro.

     Tenemos en primer lugar a Francisco Pizarro, que se reúne con sus socios convencido del éxito que tendrá su misión y sin importarle que otros hayan fracasado en el mismo objetivo. él está seguro de llegar hasta Perú y volver con riquezas, títulos y nuevos territorios para la corona.

Allí el Inca, hijo del Dios Sol, es el encargado de velar por su pueblo. Solo que ahora teme que esos extraños llegados con vestiduras brillantes sean hijos del Dios Viracocha, esos que la profecía anunció su llegada.

     Y también tenemos un robo. En la iglesia de un pequeño pueblo han robado el collar que vestía la Virgen y la teniente de la GC Rebeca será la encargada de esclarecer lo sucedido embarcándose en una trama de tráfico de arte.

     Estamos ante una novela histórica que se desarrolla en distintos hilos temporales y espaciales que poco a poco van convergiendo hasta quedarnos con una novela llena de guerras, pasiones y arte. Mucho arte. Lejos de la sensación de narrativa lenta y descriptiva, lo primero que me ha sorprendido ha sido lo rápido que me terminé la novela y es que estamos ante uno de esos libros de los que la gente dice que siempre están pasando coda y que se convierten en un simple disfrute cuyas páginas vuelan. Llegué sabiendo que la historia contemporánea, con el robo, el tráfico de arte y la búsqueda, me iba a interesar pero, si os digo la verdad, terminé la novela enamorada de la parte en el que el foco de atención es, o son, los Pizarro. Me recordó aquellos años de novelas de aventuras sobre incas y mayas que parecen haber quedado en el olvido de lectores y escritores, puesto que abandonaron el tema, y que yo disfrutaba sintiéndome entre dioses terrenales y fantásticas riquezas.

     La novela es extensa, no os voy a engañar, pero es cierto cuando os digo que apenas me duró tres días, y un libro entretenido es un mérito tremendo en estos tiempos de entretenimiento digital. Os podría hablar ahora de traiciones, amores y de secretos que cruzan océanos y siglos antes de ser descubiertos. Hay dioses y hay hombres grandes y pequeños, hay familias con secretos y hay señores, vasallos y casi todo lo que uno pueda imaginar en una novela de este género. Pero, sobre todo, lo que hay es mucha diversión.

     Lágrimas de oro es una novela con la que me he divertido. Bien sabéis quienes soléis pasar por aquí que no es un género en el que me adentre a diario, pero novelas como la de Gil Soto me hacen buscar la siguiente. Y, a fin de cuentas, leer también se trata de eso, de descubrir.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 2 de marzo de 2022

Ellos. Francine du Plessix Gray


     "A mi madre le gustaba afirmar que descendía directamente de Gengis Kan. Después de manifestar que una octava parte de su sangre era tártara y sólo las otras siete eran de «ruso común», con un desparpajo que nadie más podría haber mostrado, dejaba caer unos cuantos nombres en la cronología de nuestro linaje: Kublai Kan, Tamerlán y, por fin, Babur, el gran monarca mogol, de cuya concubina favorita, de la etnia kirghiz, descendía su tatarabuela; y voilà, nuestra ascendencia quedaba establecida".

     Supongo que fue la cubierta, porque confieso que antes de leer este libro no sabía nada de la familia protagonista. Pero hoy traigo a mi estantería virtual, Ellos.

     Ellos fue publicado en Rusia en el año 2017 causando una pequeña conmoción, un libro en el que la autora escribe tanto las memorias de su familia como realiza un retrato rápido del siglo pasado. Francine es hija de Tatiana Yakovleva, una hermosa mujer rusa que estuvo relacionada sentimentalmente con el poeta Vladimir Yamakovski y cuya relación dio lugar a dos poemas de amor. Por cierto que el padre de Tatiana diseñaba teatros para el zar y su tío Sasha, explorador y lingüista, fue el responsable de que Tatiana se aficionara al diseño de sombreros. Tatiana sin embargo aspiraba a más que a un poeta, así que se buscó a un diplomático, el padre de Francine, del que se separó y al que presumiblemente agradeció que desapareciera ya que de ese modo se pudo casar con el que fuera padrastro de Francine, Liberman. Los motivos de la ruptura y cómo se mudó con su nuevo esposo a Nueva York son trazados con precisión por la autora que, a estas alturas, ya ha dejado un reflejo perfecto del continente y la época y ha perfilado con mano dura el carácter de su madre. Pero avancemos, que Francine a estas alturas está ya en Estados Unidos pero aún no sabe que se convertirá en una reputada periodista amén de escritora. Tatiana y su esposo rápidamente se posicionan en lo alto de la escala social entre los inmigrantes que llegaban a Nueva York mientras la pluma de Francine sigue realizando el perfil de quienes tuvieron en sus manos su educación.

     Bien, más allá de todo esto, la autora deja un retrato casi de película de Rusia pre Revolución y sus migrantes, habla de la burguesía, frívola en cualquier momento, y del arte. Por la novela pasan artistas de todo tipo y uno se sorprende al encontrar, por ejemplo, a Dali. Recuerdo haber pensado en algún momento que no estaba leyendo sobre los Fitzgerald para haber terminado el libro pensando que seguramente existieron más Fitzgerald que los Fitzgerald. Me he enamorado de esos años 20 entre URSS y París, de su círculo cultural, de la sutilidad y delicadeza de la autora y de ese pasado que seguramente hemos romantizado a base de cine y literatura. Hay guerra, la II, vista desde París antes de tener que huir a EEUU y hay un hilo invisible que pareció seguir conectando a la autora con su país natal hasta su muerte y que es tangible en muchos momentos durante la lectura.

     Como digo, el recorrido es inmenso, pero no diría que hablar de su familia es la excusa para realizarlo ya que trasciende poco a poco un sentimiento de reconciliación póstuma, como si escribir lo sucedido, decir finalmente cómo eran las personas con las que se crio, le fueran a permitir quedarse en paz con ellos. 

      Ellos es una gran historia, un recorrido y también una vida: la de Francine a partir de Tatiana.

     Y vosotros, ¿sois de biografías?

     Gracias.