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jueves, 21 de diciembre de 2017
El conde de Montecristo. Alejandro Dumas
"Todo mal tiene dos remedios: el tiempo y el silencio."
Este diciembre muchos hemos sido los que acudimos a comprar la última reedición de El conde de Montecristo, sobre todo porque se trata de una edición corregida y puesta al día, algo de lo que, de este título completo, estábamos escasos. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El conde de Montecristo.
Conocemos a Edmond Dantès un honrado marinero que está enamorado de la joven y hermosa Mercedes. Poco sabe que su amigo Ferdinand le va a traicionar para quedarse con la chica y menos aún que acabará en el castillo de If, en el que pasará 13 años condenado injustamente. Toda esta pesadilla cambiará al antes joven Edmond.
Poco se puede decir sobre El conde de Montecristo que no se sepa ya. Empezando por su autoría, que no corresponde solamente a Dumas (padre) ya que lo escribió junto a Auguste Maquet, que a cambio de un buen pago accedió a no figurar como coautor. No se trata además en este caso, de uno de esos bulos sobre escritores y supuestos negros, ya que Maquet colaboraría con Alejandro Dumas en más títulos. De hecho, este profesor de historia conoce a Dumas por remitirle una obra para que se la retocase, consiguiendo así un éxito, que repetiría con otra novela de Maquet transformada. El editor de ambos, viendo que se vendían mejor las novelas firmadas solo por Dumas, acordó con Maquet que no apareciera su nombre a cambio de una considerable cantidad de dinero. Su colaboración fue algo habitual, teniendo incluso una estructura fija de trabajo, y no fue el único ya que se dice que Dumas llegó a tener sesenta y tres colaboradores. No en vano, una de esas anécdotas que proliferan sobre escritores conocidos dice que Dumas padre le preguntó a su hijo: "¿Has leído mi última novela?", a lo cual el hijo, como buen hijo rebelde, le respondió: "Sí, ¿la has leído tú?".
Volviendo a esta edición, con la traducción de José Ramón Monreal, él mismo comenta que toma como referencia un texto corregido y que, por lo tanto, estamos ante una obra que ha sido pulida de inexactitudes que pudiéramos encontrarnos en otros casos. De este modo se convierte en la tercera edición corregida en Europa junto a la italiana de Einaudi y la francesa de Laffont.
La novela, de grosor imponente y categoría de clásico imprescindible, es una historia de aventuras que va más allá entre venganzas, amores y pasiones hasta convertirse en lo que yo denomino un novelón y habitualmente se conoce como folletín. De este modo, tenemos entre manos una novela que no da tregua con momentos estelares como la gestación del conde y otros que nos sorprenderán por la forma tan actual que tenía el autor de tratar temas que incluso hoy pueden considerarse escabrosos. Hoy, todo el mundo conoce el castillo de If, al menos de oídas, exactamente igual que todos sabemos quién es Edmond Dantès, pero el trabajo que hace Dumas en la novela, consigue que siga siendo de lectura casi obligada para cualquier lector, ya que tiene un momento para cada gusto y criterio consiguiendo así una obra de la que todos vamos a disfrutar.
He dado a entender, creo y ha sido intencionado, que no se trata de una obra sesuda, pero eso no significa que esté exenta de una crítica social a la superficialidad, las apariencias y el materialismo.
El conde de Montecristo es una de esas novelas cuyo título y grosor puede impresionar al lector hasta que comienza su lectura y descubre una historia bien narrada, divertida y llena de acción. Posiblemente si se hubiera escrito en nuestro siglo, estaría muchas semanas en las listas de best sellers.
Y vosotros, ¿recordáis algún título que os cause respeto?
Gracias.
PD. Felices Fiestas, volvemos el día 10.
martes, 19 de diciembre de 2017
Empiezo a creer que es mentira. Carlos Mayoral
"Hay versos que se le clavan a uno en el entrecejo sin remedio. Como si al leerlos, parafraseando a Neruda, dejaran en la razón su quemadura. Siempre he imaginado la memoria del lector voraz de poesía como una amplia estantería cargada de armas blancas prestas a ser utilizadas, la mayoría de las veces contra uno mismo. ¿Se alimenta este lector voraz de la sangre provocada por las heridas? Mi respuesta es afirmativa, porque la letra suele escribirse a través de la supervivencia, agarrándose al margen de la hoja, a las anillas del cuaderno. Es decir, lo importante de la herida no es tanto el dolor como continuar con vida."
Pese a no ser fan de los libros llenos de anécdotas, lo soy de la literatura. Eso hizo que me fijase en este libro tan amarillo, y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Empiezo a creer que es mentira.
Hemos destruido a los clásicos, dice Carlos Mayoral al comenzar su último libro. Afirma que es la frase con la que siempre quiso comenzar un libro y, ¿por qué no ponerla y luego explicar lo que representa?, ¿no es eso acaso un comienzo tan válido como otro cualquiera bien utilizado como excusa para esa primera línea? Cualquier excusa parece buena si se trata de hablar de literatura, o al menos esa es la sensación que uno tiene cuando lee este libro.
Lo cogí, lo reconozco, pensando en encontrarme con una suerte de recopilatorio de anécdotas de esos que se pusieron tan de moda hace unos años. Y, a fin de cuentas, todo lector empedernido es un poco cotilla al respecto de la vida de sus autores favoritos. No podemos evitarlo. Los lectores incluso nos enamoramos de las voces narrativas. Tengo un amigo lector de criterio que afirma sin pudor dormir con aquél escritor que lee en el momento y otro amigo que es escritor que realiza el proceso contrario eligiendo de entre aquellos que pueblan su entorno, los nombres y características de sus personajes. Evidentemente ambos casos son empíricos y nada carnales. Y algo así es lo que hace Carlos Mayoral en este libro que, al contrario de lo que puede parecer al leer su primera frase, está poblado por clásicos.
Empiezo a creer que es mentira, cuando ha tachado verdad, es un juego en el que el autor le va contando al lector todo aquello que fue recogiendo de sus lecturas. Así nos encontramos con Alfonsina y el mar, o con la dedicatoria dejada por Hemingway a Baroja en una narración llena de sucesos que rozan la leyenda real o inventada de algunos momentos que poco a poco parecen haber pasado a la historia de la literatura. Aquí, el lector curioso se verá más que satisfecho. Pero más allá de todo eso, lo que se desprende de las páginas del libro es pasión por las letras. Me gustaría tiritar -dice el autor -como ese Poe que, excepto la vida, había perdido todas las cosas que podía tocar. Y más allá del dramatismo, esta frase conjuga la personalidad del narrador, la capacidad para convertir en personas reales a escritores que son más personajes que vivos por el nombre alcanzado en la literatura universal. Un narrador que, en algunos momentos, parece obsesionado con la muerte tal y como Mayoral demostró otra "obsesión" en Etílico y es la relación entre literatura y alcohol. Se le notan sus pasiones cuando habla, por ejemplo, de Unamuno o Bolaño y hace una incursión en la literatura escrita por mujeres que, mucho me temo, no será reconocida.
Es cierto que nos encontramos muchas veces con un comienzo de párrafo repetido, "cuentan que..." y justo detrás aparecerán nombres como el de Philip Roth y aquel momento en el que parafraseo a un boxeador retirado diciendo "Para lo que tuve, no lo hice mal", descubriéndonos momentos puntuales que tendremos la tentación de apuntar por simpáticos o llamativos. Pero lo es más que, cuando uno termina la lectura y cierra el libro, tiene la sensación de haber mantenido una charla con un verdadero amante de las letras. Se ve el lector desbordado casi por la cantidad de nombres que ha ido Mayoral enlazando a lo largo de las casi 350 páginas que ocupa su último título y que hemos sido capaces de leerlas en un suspiro. Y eso hace que uno no pueda evitar querer escuchar hablar a Mayoral, porque ahora que ya lo hemos leído, se nos ha implantado una idea en la cabeza que no podemos dejar de mirar: puede que se hable de libros, pero se habla muy poco de literatura.
Empiezo a creer que es mentira es una lectura que se sale de lo corriente pero que estoy segura gustará a cualquier lector empedernido, curioso habitual o simplemente aficionado a la literatura.
Y vosotros, ¿os consideráis lectores curiosos?
Gracias.
lunes, 18 de diciembre de 2017
Carter. Ted Lewis
"La lluvia llovía."
A veces no hace falta más que leer la primera frase de un libro para que algo se active en el cerebro del lector. En mi caso, que alguien hubiera tenido la osadía de comenzar una historia con semejantes palabras, fue la chispa. Hoy traigo a mi estantería virtual, Carter.
Tras ocho largos años ausente, Jack Carter regresa a su pueblo con pocas ganas y aún menos entusiasmo. Su hermano ha fallecido en unas circunstancias más que dudosas y eso es lo que le hace volver.
En el año 1971 se estrenó en los cines Asesino Implacable, una película dirigida por Mike Hodges y protagonizada por Michael Caine. Caine puso la cara a Jack Carter para tanta gente, que pese a que el libro se había escrito un año antes, quedó a la sombra de la película. Eso provocó su retirada del mercado sin reediciones y Jack pasó muchos años a la sombra de un Caine vestido con un traje al corte y una escopeta. Así es como Lewis quedó en la oscuridad pese a ser guionista y terminó dibujando postales (de hecho poca gente sabe que llegó a escribir guiones para la serie Doctor Who que no se usaron por ser demasiado "negros"). Y este año a punto ya de finalizar, nos llega Carter a las librerías provocando pasiones entre los aficionados al género.
En este libro Carter deja el smoke, es de suponer que habla de Londres, para volver a una de esas ciudades anónimas industriales del norte de Inglaterra. Su hermano Frank ha fallecido al precipitarse con el coche por un acantilado en un evidente estado de embriaguez. Y Jack sabe que su hermano no bebe, ni haría jamás algo así. Con este punto de arranque se planta en una ciudad dominada por un tal Cyril Kinnear y nos presenta a Doreen, la hija de su hermano, y a Margaret, su amante. Lewis nos desgrana una historia con dos hermanos, a través de los recuerdos de Jack, en la que pronto nos quedan claras las diferencias entre ambos y como uno de ellos iba claramente encaminado hacia una vida poco o nada respetuosa con la ley.
La novela tiene un estilo propio y muy personal marcado por frases cortas que se suceden de una forma a ratos casi telegráfica. El resultado es un ambiente casi hostil, masculino, que nos obliga a pensar en las calles sucias de una pequeña ciudad y en un Carter astuto que busca la debilidad de las personas con solo una mirada y que tiene más de depredador que de persona. Ni siquiera cuando nos plantean la posibilidad de que Doreen sea su hija, parece importarle demasiado. De este modo Lewis lo convierte en un tipo duro que no necesita la excusa de haberse endurecido con el tiempo y esa sensación se ve reforzada en cada una de las frases del libro. Ahí es justo donde la primera persona cobra su protagonismo real, en cada observación que nos deja el narrador. Cada expresión, cada rastro de violencia de provincias, cobra un significado que va más allá de la lectura, y es el de dibujar al protagonista. Y eso llega a hacernos sentir una cierta claustrofobia. Porque nos damos cuenta de que nos ha encerrado dentro de la mente de Carter. Y eso, no puede ser bueno.
Carter me ha parecido un libro estupendo y cuyo protagonista protagoniza otros tres títulos que me voy a poner a buscar en este mismo momento. No dejéis de echar un ojo... sobre todo si sois aficionados al género.
Pocas son las novelas que quedan a la sombra de sus adaptaciones cinematográficas, pero es cierto que no siempre se cumple eso de "es mejor el libro que la película". De hecho, y así sin darle muchas vueltas, recuerdo que me gustó infinitamente más "El club de los poetas muertos" en su versión cinematográfica. Y vosotros, ¿recordáis películas que os gustaran más que la novela?
Gracias.
jueves, 14 de diciembre de 2017
La madre. Máximo Gorki
"Cada mañana, entre el humo y el olor a aceite del barrio obrero, la sirena de la fábrica mugía y temblaba. Y de las casuchas grises salían apresuradamente, como cucarachas asustadas, gentes hoscas, con el cansancio todavía en los músculos. En el aire frío del amanecer, iban por las callejuelas sin pavimentar hacia la alta jaula de piedra que, serena e indiferente, los esperaba con sus innumerables ojos, cuadrados y viscosos. Se oía el chapoteo de los pasos en el fango. Las exclamaciones roncas de las voces dormidas se encontraban unas con otras: injurias soeces desgarraban el aire. Había también otros sonidos: el ruido sordo de las máquinas, el silbido del vapor. Sombrías y adustas, las altas chimeneas negras se perfilaban, dominando el barrio como gruesas columnas."
Tengo una cierta tendencia a recaer en libros de corte amargo, que no hablan de felicidad y placidez sino que cuentan historias duras, de esas que forjan el carácter por obligación y dejan cicatrices en el alma. Ese tipo de historias. Por otro lado huyo de aquellas que contienen demasiadas consignas políticas, de forma directa o encubierta, no me gusta y me cuesta hacerme con ellas. Por eso de entrada dudaba ante este libro. Hasta que un día, no recuerdo en dónde leí: No conozco personaje más limpio que una madre, ni corazón con más capacidad de amar que el corazón de una madre. Hablaban de este libro, así que me decidí. Hoy traigo a mi estantería virtual, La madre.
Conocemos a Pelagia, una mujer rusa perteneciente a la clase obrera que vive bajo la férrea mano del marido y del régimen. Al enviudar su hijo empieza a sentir ansia por saber, ansia de revolución y a demostrarlo ante su madre. Ella no entiende esta necesidad, ha vivido de una forma y teme el cambio y las consecuencias que pueden tener y tienen buscarlo. Sin embargo es su hijo, y eso hace que se esfuerce y abra las puertas de su casa a este cambio mientras lucha por abrir también las puertas de su mente. A fin de cuentas, es su hijo.
Alexei Maximovich Petrov, usó de seudónimo Máximo Gorki. Eso ya nos debería de dar una pista, Gorki significa amargo, y así es su texto. Al menos en esencia al tratar las desigualdades abismales de la sociedad. A través de un libro sencillo, un vocabulario igualmente sencillo y unos personajes apoyados en apenas unos pequeños trazos físicos entramos en esta historia que comienza con la sirena de una fábrica. Vamos conociendo a esta mujer, esta gran mujer que nos va ganando el terreno poco a poco a medida que avanzamos en la historia. Pero no sólo eso, sino que somos testigos de excepción de un momento crucial en la historia rusa, estamos viviendo un cambio social que dará pie a una revolución, y lo hacemos a través de la experiencia y los ojos de Pelagia. Este libro, referente de la literatura rusa para crítica y lectores, nos aporta un testimonio de excepción. Asistimos a la vida gris de esta familia y al cambio, vemos al hijo leyendo, buscando su verdad hasta terminar contactando con revolucionarios y participar de su movimiento con el riesgo que ello entraña. Una época en la que este tipo de ideales terminaban, en el mejor de los casos, en el destierro. Y ahí es donde Pelagia es puesta a prueba, no lo entiende, no comprende esa lucha en la que su hijo se mete, pero es su hijo y tiene que apoyarlo de alguna manera. Poco a poco empieza a escucharlo mientras admite la revolución en su casa, y empieza a comprender que tal vez no sea tan malo buscar ese cambio.
Por encima de la lucha, de la condena social, de las ideas revolucionarias, es un libro conmovedor. Un libro en el que una madre lucha por entender la actitud de su hijo, una mujer que empieza siendo una vieja de cuarenta años y a la que vemos crecer en un libro que resiste el paso de los años con firmeza. Se llega al final con interés en la historia de Pelagia, buscando saber la opción que tomará el autor, sólo vemos dos posibles y tenemos clara nuestra apuesta... y nos encontramos con un final espléndido que nos retumba en el cuerpo durante días, porque no es una historia sencilla. Ni bonita. Hoy traigo un clásico reciente con un claro mensaje social y político, pero también con uno de los protagonistas que más interés han causado de la literatura rusa. Como sucede con estos libros ha sido tantas veces alabado como criticado, pero muchas veces esta diferencia de opiniones tan extrema hace que un título nos interese aún más.
¿No os sucede que los libros que provocan reacciones encontradas os atraen más que aquellos que son de aplauso unánime pero sin entusiasmo?
Gracias
miércoles, 13 de diciembre de 2017
El nombre del mundo. Denis Johnson
"Yo tenía casi cincuenta años cuando se presentó la oportunidad. Al terminar mis estudios, enseñé en un colegio secundario más de una década, sumando puntos de posgraduado para mi currículo durante los veranos. Un día le escribí una carta a un candidato presidencial, aconsejándole sobre políticas y estrategias (se trataba del senador Thomas Thom, de Oklahoma; sus posibilidades se esfumaron a poco de empezar las elecciones primarias), y aunque yo no tenía idea de que a las personas que escribían semejantes cartas se les prestaba atención e incluso se les ofrecía un trabajo, en un abrir y cerrar de ojos pasé de ser míster Reed, el encargado de estudios sociales, a convertirme en Mike Reed, el escritor de discursos, el hombre todoterreno, el tipo al que podías confesarle lo que fuera en el guardarropas mientras buscabas tu abrigo."
Denis Johnson no es uno de mis escritores favoritos y, siendo sincera, dudo que llegue a serlo. Sin embargo algo le veo a sus letras que continúo buscando sus libros como si supiera que en algún momento llegaré a tener la novela perfecta entre manos. Hoy traigo a mi estantería virtual, El nombre del mundo.
Conocemos a Michael Reed. A lo largo de su vida ha sido profesor de secundaria y ha estado incluso al lado de un senador. Sin embargo, nosotros lo conocemos como profesor universitario adjunto sumido en la más profunda soledad. Su mujer y su hija fallecieron hace el tiempo suficiente como para que se le desdibujen sus rostros en la memoria. Le conocemos en un momento en el que su vida se convulsiona, motivado principalmente por la irrupción en ella de la violoncelista Flower, mucho más joven que él.
Estamos ante un libro corto pero cargado de sentimientos, como ya nos tiene acostumbrados el autor. Esta vez el protagonista es un escritor y profesor que pasa de los cincuenta y vive en una suerte de stand by sin que nada le comprometa o importe mucho, desde la pérdida de su familia. Reed es un hombre al que le falta vida pese a tenerla en sus venas y eso hace que la sensación de soledad que transmite al lector sea, en algunos momentos, casi sobrecogedora. Le descubrimos roto y solitario y también, por qué no, errático, entrando y saliendo de relaciones sociales que no le exijan demasiado y conviviendo de la forma adecuada para ser uno más. Sin sobresalir. Igual que no lo hace, al menos en apariencia, la forma de contar la historia, que pasa por un tono contenido que a veces roza la indiferencia pero que esconde muchos matices que se van desatando a medida que avanzamos en la historia. Una historia en la que irrumpe la joven Flower, mezcla de mujer e hija quizás más lo que hubiera sido lo segundo con ecos de lo primero o tal vez todos los fantasmas de los seres que le faltan al protagonista, encarnados en un carácter que roza los límites y que le provocarán una desestabilidad, un terremoto mientras la narración de la historia parece permanecer inalterable. Esta mujer, de la que dije violoncelista se dedica a realizar un espectáculo sexual pseudopeligroso que dará pie al lector a pensar en el peligro que puede correr un hombre que se ha negado a la vida si se lanza a respirar el aire de esta fantasía hecha carne.
El nombre del mundo podría parecer una novela sobre el duelo, la pérdida y el vació y desolación que dejan en quien lo sufre, pero avanza más allá de eso, por el difícil camino que se recorre una vez pasada la etapa más oscura. Tal vez por eso Johnson no puede evitar dejar un rastro de humor a lo largo de la novela, a la par que nos deja ver el filo del juego que no es tan inocente como una simple fantasía de encontrar una hija perdida. Y la capacidad que ha tenido de condensarlo todo en una novelita corta, de conseguir que el lector sienta como desciende a la soledad, la tortura, la asfixia y también la necesidad de respirar, son las cara´cterísticas más sobresalientes del libro. Un libro que, por lo demás, cumple con lo que uno espera de los libros de Johnson: un protagonista "normal" en un lugar inespecífico y la engañosa apariencia de estar ante una historia más. En los libros de Johnson siempre hay más.
Me ha gustado El nombre del mundo, posiblemente uno de los libros del autor con los que me quedo.
Las grandes novelas no han de tener muchas páginas, pero aún así, muchos evitan aquellas que consideran demasiado cortas. Decidme, ¿miráis con recelo los libros que son "demasiado cortos"?
Gracias.
lunes, 11 de diciembre de 2017
La grandeza de la vida. Michael Kumpfmüller
"El doctor llega a última hora de la tarde, un viernes de julio. El tramo final que recorre desde la estación en un automóvil descubierto no se acaba nunca, sigue haciendo mucho calor y está exhausto, pero ya ha llegado. Elli y los niños lo esperan en el vestíbulo. Apenas le da tiempo a dejar el equipaje y ya Felix y Gerti corren hacia él y le hablan sin cesar. Han estado en la playa desde por la mañana temprano, y les encantaría volver y enseñarle lo que han construido, un enorme castillo de arena, la playa está repleta de ellos."
Kafka es un nombre que todos conocemos y un hombre del que, en cambio, la mayoría de la gente apenas sabe nada. Por eso me atrajo este libro y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La grandeza de la vida.
Kafka tenía un trabajo en una compañía de seguros de Praga, pero lo dejó a la edad de 39 años debido a su tuberculosis. Para cuando esta novela empieza, ya tiene 40, han pasado 5 años desde la guerra y está en momento de relax a orillas del Báltico, cuidando de su salud y dando paseos. En sus paseos coincide con una joven y acaba conociendo a Dora. Ella ya se había fijado en él. Y así comienzan sus paseos. Dora fue el gran amor de Kafka, pese a su enfermedad, pese a la diferencia de edad y a que muriera un año después.
Kafka fue un hombre tímido, callado, descontento. Y esto según sus propias palabras. Escribir una novela sobre una persona así y que además la realidad y la ficción comulguen en armonía es complicado. Y esa es la tarea en la que se embarca Kumpfmüller y lo logra con éxito. Principalmente, porque respeta ese rasgo primordial del carácter del famoso escritor. No se dedica a desnudar su alma, sino que nos deja ver al Kafka real, ese que permanece cerrado, celoso de su interior y parece que va pasando la vida mientras nos muestra en los detalles la importancia de sus sentimientos por esta joven mujer. Tras la guerra, hay muchos refugiados, principalmente judíos, se observa a todo el mundo y el antisemitismo es una realidad cada vez más palpable en las calles. Este es el Berlín al que Kafka va en busca de Dora. Allí se ven y, sobre todo, se escriben. aunque la Gestapo requisase su correspondencia con el tiempo y no se haya podido recuperar. Un Berlín en el que los precios se disparan y el alquiler sube mes a mes ahogando a las personas, y también la ciudad en la que Max visita al escritor una vez al mes.
Es también esta época esa en la que Kafka conoció a una niña en un parque. Niña triste porque perdió su muñeca y a la que el escritor consuela carta a carta, como si fuera la muñeca quien las escribe para contarle sus viajes y su próxima boda con un príncipe. Ahí vemos el interior de Kafka, en lo sutil, todo el libro es en realidad un acercamiento sutil a un hombre que, ciertamente, ha tenido amantes, pero que es reacio a dejarse conocer, a permitir que una mujer le penetre. Y descubrimos de este modo esa felicidad que parece pillarle por sorpresa y ante la que no sabe cómo reaccionar si es que lo hace. Y vemos a Dora, la mirada eterna de la mujer que lo acompaña.
Es curioso que yo me haya empeñado en decir Kafka cada vez, cuando el autor lo evita de forma deliberada. Es Franz, o el doctor quien protagoniza esta novela. Una novela tierna que no tiene un ápice de sentimentalismo y que profundiza en la importancia de encontrar a quien te acompañe, que nos deja ver los últimos meses de un enfermo y en la que, a grandes ratos, parecemos vislumbrar un sentimiento de felicidad en un contexto político y social muy complejo. Y el autor logra un equilibrio entre todas sus partes.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
martes, 5 de diciembre de 2017
No digas nada. Brad Parks
"Su primer movimiento contra nosotros fue tan minúsculo, una irregularidad tan infinitesimal en contraste con el atronador ruido de fondo de la vida, que no lo consideré significativo.
Adoptó la forma de un mensaje de texto procedente de mi esposa, Alison, y me llegó al móvil a las 15.28 de un miércoles."
No se vosotros, pero yo en los días de frío, muchas veces no quiero más que un libro y una manta y no pensar mientras vuelan las horas. Y eso hace que a veces me busque una suerte de código bestseller para estar entretenida. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, No digas nada.
Conocemos a los Samson, Scott y Alison. Una familia con éxito y tranquilidad económica, con una posición ya que Scott es juez federal, y con una pareja de gemelos, Sam y Emma. Hasta aquí parece que estamos ante una familia modelo, pero todo cambia cuando los hijos son secuestrados y utilizados para dictar al juez sus próximas sentencias, unidas siempre a la misma consigna: no digas nada a nadie o tus hijos morirán.
El argumento no es demasiado original, pero sí efectivo, incluso cinematográfico, así que es fácil entrar en esta novela de suspense y dejarse arrastrar por sus páginas. a partir del secuestro, los padres optan por no ir a la policía mientras el juez ve como todos sus principios se ponen a prueba cuando se le dicta la primera sentencia y comienza a temerse el caso al que va destinado la segunda. Es entonces cuando Parks comienza a complicar la historia, sobre todo para los padres a quienes asedia de preocupaciones y les pone ante una constante: que nadie se entere. Lo hace además de tal forma que el lector se pondrá de parte de Scott, que es quien además nos va contando la historia, y al que veremos perder los nervios y llegar a sospechar de su propia sombra. Un segundo hilo nos dejará entrar en el lugar de confinamiento de los niños, de tal modo que poseeremos siempre más información que él, aunque es verdad que Parks se encargará de que eso cargue aún más la atmósfera para el lector. Y así entraremos en una corte con sentencias cuestionables, presiones por parte de los superiores de un juez, temores, investigaciones, secretos y mentiras que hacen de esta novela una lectura ágil que busca entretener al lector.
La trama está más o menos bien conseguida, ya que tiene el ritmo adecuado como para que no nos paremos demasiado a pensar en los detalles, lo que importa es avanzar y descubrir quién ha sido el artífice del secuestro. Así que hasta aquí no tengo pegas. El problema para mi con esta novela está en su resolución. Tengo problemas con giros inesperados que no parten de ningún apoyo y más aún con las frases pseudosentimentaloides que algunos autores me intentan colocar sobre todo cuando hay niños de por medio. No me cabe duda que mucha gente sentirá cierta emoción con esta novela en varios momentos, pero en mi caso creo que esa parte sobraba.
Es una pena que a veces una novela resultona o incluso buena se me ahoga en el final y es que, lo reconozco, me cuesta mucho perdonar un mal final. Eso de estar leyendo durante un montón de páginas para terminar desilusionado, me fastidia. Y esa es la sensación agridulce que me ha dejado esta historia en la que el autor ha pretendido, creo, rizar el rizo justo en su última página. De verdad, si ya está bien, no hace falta que lo toques para poner un último adorno... a veces menos es más.
Y vosotros, ¿perdonáis los finales que no están a la altura?
Gracias.
lunes, 4 de diciembre de 2017
Tantos lobos. Lorenzo Silva
"Recibí la llamada mientras estaba preparando las maletas para irme de viaje. El destino era lo de menos. Desde hace tiempo ya sé que en todas partes me estoy esperando yo, así que tampoco tiene sentido torturarse demasiado pensando a dónde ir. Si acaso procuro buscar algún sitio donde haya aire, horizontes abiertos. Con un paseo largo, a poder ser, para no chocarme más de la cuenta conmigo mismo. Ayuda que tenga mar. Añoro el mar en Madrid."
Veinte años, nos dice el propio autor, y diez entregas van ya de la serie protagonizada por Bevilacqua y Chamorro en los que muchos lectores hemos acudido fielmente a las librerías ante cada nueva entrega. Hoy traigo a mi estantería virtual, Tantos Lobos.
Cuatro son los relatos que componen esta última entrega de la saga protagonizada por la pareja de guardiaciviles. Relatos de resolución rápida que vienen marcados por las costumbres actuales de la gente más joven, lo que en este caso significa, las redes sociales.
La novela, y muy particularmente la novela negra, se ha caracterizado muchas veces por las denuncias sociales que muestra a lo largo de sus tramas. En el caso de Lorenzo Silva, muchos son los escenarios a los que ha movido a sus protagonistas para descubrirnos vidas y entornos que de otro modo nos hubieran seguido resultando totalmente ajenos. Y esa es, quizás, la característica más sobresaliente de esta última entrega. Sin necesidad de desplazarse, al menos más allá de nuestras fronteras, ya que en algunos relatos como en Cuatro novios la movilidad geográfica era inevitable, ahonda en las redes sociales desde una perspectiva que a muchos les puede resultar desconocida. Lo hace además con el acierto de no incluir a un intelectual experto en el grupo, y mostrando como hay una brecha generacional en el equipo que queda reflejada en los sentimientos de Vila frente a determinadas situaciones que para la juventud no dejan de ser cotidianas. Eso hace, unido a una segunda brecha mucho más profunda y peligrosa, entre padres e hijos, que este título me haya parecido una lectura particularmente interesante tanto para jóvenes, sin ser un libro juvenil, como para aquéllos que tienen trato con ellos.
En cuanto a los relatos, que no voy a enumerar pormenorizando porque eso sería como contar el libro entero, sí os diré que dejan cuatro víctimas femeninas y que tocan temas que van desde las ciberrelaciones, pasando por las identidades fingidas o el ciberacoso. Todos ellos temas actuales en la sociedad en la que nos encontramos y, por desgracia, muchas veces desconocidos para la gente que supera ciertas edades. No me ha parecido estar ente una llamada o un texto aleccionador, pero he tenido bastante claro que el autor conoce el campo que trata y que ha procurado dar un reflejo más o menos fiel de lo que nos podemos encontrar. Vila y Chamorro siguen en su línea, aunque quizás me he encontrado con un Vila más cercano con el que me he sonreído en más de una ocasión con esas licencias que se concede a sí mismo. No cabe duda que el autor sabe mantenerlos jóvenes y los años lectores parecen no afectar a esta pareja. En cuanto a los personajes que les rodean, y siempre teniendo en cuenta que al tratarse de relatos, el autor no puede ahondar demasiado en ellos, y salvo una excepción, he quedado más que satisfecha con todos y cada uno de ellos, dejando una vez más patente una actitud generalizada de "relativización" de la importancia de las cosas en las nuevas generaciones frente un encogimiento de hombros de las superiores.
Llegados a este punto me gustaría insistir en que no se trata de una lectura que busque aleccionar. Más bien al contrario, estos relatos componen uno de los volúmenes de la saga que se leen con más rapidez ya que el autor no se entretiene un segundo a la hora de seguir el rastro y buscar la resolución de cada uno de los asesinatos. Eso lo convierte en un entretenimiento perfecto, casi un pageturner, que mantiene una uniformidad (quizás por tratarse de tan solo cuatro cuentos) que no es habitual en los libros de relatos.
Tantos lobos me ha parecido un título estupendo y una forma perfecta para entrar en contacto con esta saga para aquellos a los que se les antoja titánico comenzar por el principio.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
sábado, 2 de diciembre de 2017
Restaurando libros. El papel
Qué hacer cuando nos falta un trocito de hoja porque se nos hizo un agujero (normalmente de forma mágica porque no recordamos haberlo hecho).
A veces pasa que descubrimos bien en una esquina o en el centro de una hoja un desgaste que puede llegar a ser un agujero en el papel. En estos casos lo mejor es usar papel tisú japonés, del que partiremos un trozo de las medidas adecuadas (unos 2 mm más grande en los bordes que el agujero a reparar) humedeciéndolo levemente en el borde a partir. De este modo quedará un borde irregular y más fino que se mezclará perfectamente con la superficie de la hoja que queremos reparar. Una vez que lo tenemos partido, abrimos el libro y colocamos una hoja de poliester o plástico debajo de la hoja estropeada y, si no nos fiamos demasiado de nuestra destreza, otra encima a la que habremos practicado un agujero igual pero con un borde de manejo. Después de esto, lo único que tenemos que hacer es colocar el papel sobre el roto y aplicar pegamento especial para papel con una brocha muy fina y siempre desde el centro del roto hacia los bordes. Recordad siempre una cosa: cuanto más fina es la capa de cola, menos se notará. Es muy importante que pongamos un papel encerado o secante entre esa hoja y las que estén en contacto o lo puedan estar, ya que hemos aplicado, aunque sea en pequeña medida, humedad sobre el papel de nuestro libro y no queremos solucionar un problema para luego tener otro por delante. Es importante también colocar un peso sobre todo dependiendo del tamaño de la reparación, para que no se deforme la hoja. Pero nunca demasiado, solo lo justo para que la hoja siga manteniendo su aspecto recto y liso.
Personalmente prefiero usar este método a colocar el terrible pegote de cinta adhesiva brillante que, ni queda nunca como debería, ni por supuesto pasa desapercibida cuando se mira esa hoja.
¿Qué sucede si lo que tenemos es un simple desgarrón?
A veces lo que sucede es que pasamos la hoja con poco cuidado o de forma brusca y se nos desgarra. En estos casos, si el desgarrón es lo suficientemente irregular como para ver los bordes, podemos aplicar una fina capa de pasta de papel tisú tras haber limpiado los bordes. Con esta pasta un poco húmeda y presionando y luego dejando secar como indicaba en el apartado anterior, será más que suficiente. Si el desgarrón tiene partes sueltas, nos tocará aplicar el remedio del apartado anterior, ayudados de humedecer un poco los bordes del desgarrón para que pierdan su estado rígido.
En mi caso siempre uso papel tisú con adhesivo, ya sean agujeros o desgarrones, ya que es el que mejor resultado me ha dado y menos se nota. Una vez colocado el tisú se cubre con papel secante no adhesivo y un peso encima para mantener la forma. Si no le vemos la consistencia adecuada se aplica otro parche por el otro lado de la hoja.
Finalmente, si lo que falta es una esquina de la hoja de papel, recomiendo hacer un corte doble en tisú para que tenga más consistencia, con la forma de la esquina incluida una solapa que será la que peguemos a nuestra hoja dañada.
Espero que os haya resultado útil. Continuaremos hablando de tapas y esquinas y lomos rotos o fracturados.
Gracias.
viernes, 1 de diciembre de 2017
Transcrepuscular. Emilio Bueso
"Los caracoles del jardín dieron la voz de alerta. Elevaron las rádulas hacia las estrellas y bramaron al unísono. Y así empezó todo."
Cuando una editorial hace una apuesta peculiar suele llamarme la atención y así lo hizo en este caso, tanto por el trabajo, como por el formato y sí, también por el precio. Hoy traigo a mi estantería virtual, Transcrepuscular.
Alguacil, que así se llama uno de los protagonistas, es sorprendido una noche por una alerta de intruso. Un ladrón ha entrado y se ha llevado algo valioso, así que emprende una persecución para recuperar lo robado. El ladrón escapa y Alguacil regresa para descubrir que el robo es de algo muy especial y que, sin que nadie le pregunte, va a formar parte de una expedición para recuperarlo.
Dicho así no deja de ser una comitiva a la búsqueda de un objeto valioso, como ya hemos leído otras veces. Que Alguacil sea una suerte de guerrero honorable y además eunuco que vive para su trabajo, que es más bien una misión, tampoco es una gran novedad, de hecho... muchos de vosotros habéis pensado en Star Wars. Entonces, ¿qué tiene Transcrepuscular?
En primer lugar, y aunque parezca una tontería, tiene la sorpresa de haberse escrito dentro de nuestras fronteras. Vale que no soy una experta en el género, pero reconozco que me ha gustado encontrar que también tenermos escritores capaces de desarrollar este tipo de fantasías ambientadas en mundos complejos. De entrada transcrepuscular (ahora sin mayúsculas) es la zona entre el día y la noche de un planeta que no rota. Y también es la primera parte de la trilogía que presenta Emilio Bueso. No voy a entrar en palabrras técnicas pero diré que tiene mucho de fantasía épica en un mundo inventado al que el autor consigue acostumbrarnos con relativa rapidez. Y digo esto porque de lamás absoluta extrañeza vamos pasando a imaginar monolitos, colinas y caminos e incluso a los personajes, como si se hubiera aprovechado de los conocimientos de cada lector para tocar las teclas adecuadas en lugar de cansarle con enormes descripciones (a fin de cuentas, si el libro lo cuenta uno de los protagonistas, es lógico que solo se pare un poco en aquello que vea y le resulte particularmente llamativo, exactamente igual que nosotros no vamos describiendo cada detalle del lugar en el que vivimos). Eso hace que la lectura sea ligera y se convierta casi más en una novela de aventuras, en una búsqueda de un obejto robado y llevado a territorio casi desconocido tanto para los protagonistas como para los lectores. Además, se entrelaza está búsqueda con las incógnitas sobre quién y por qué roban el objeto, lo que hace que las dudas y preguntas empujen al lector a continuar "unas páginas más" cada vez.
Del mundo que presenta Bueso, cabe destacar la simbiosis permanente de personas y babosas, la importancia en sí de estos animales a lo largo de la historia, con momentos en los que nos preguntaremos quién usa a quién y en qué modo. Encontraremos, por supuesto, más peculiaridades colocadas como corresponden, y que irán de guerreros a insectos gigantes, todos ellos pensados para crear una atmósfera mantenida a lo largo de la historia, por lo demás, aseguible a cualquier público sea o no aficionado al género. Y es que, este tipo de novelas bien llevadas, hace que pasadas unas páginas dejemos de preguntarnos "cómo es posible" para preocuparnos más por el "qué pasará".
Si tengo que ser sincera, mi mayor pega ha sido un problema de afinidad con uno de los personajes, Trapo, al que no he cogido el punto ni he visto la gracia por mucho que me haya esforzado en hacerlo. Pero esto, me temo, es una cuestión personal más que de la obra.
Transcrepuscular me ha parecido, en su conjunto, una apuesta arriesgada que funciona, que apetece continuar y que, por tono e historia, es adecuada incluso para un público juvenil (que no infantil). Y sobre todo, como ya comentaba al principio de la entrada, me ha gustado descubrir que también creamos mundos dentro de nuestras fronteras. Como ya he dicho alguna vez, me quedan muchos escritores por descubrir y muchos mundos que pisar.
Puede que muchos lectores se alejen de la literatura de género, pero de todos ellos, un ámplio porcentaje solo se mantendrán lejos mientras no surja un fenómeno editorial como Juego de Tronos. Cuando eso sucede, se olvidan los prejuicios. Y eso puede hacer que nos perdamos buenas historias en el camino. Y vosotros, ¿os acercáis a este tipo de lecturas alguna vez, o solo cuando alcanzan ese punto de fama que las convierte casi en obligadas? ¿O ni así?
Gracias.
jueves, 30 de noviembre de 2017
Apegos feroces. Vivian Gornick
"Cada vez que me ve, dice: ‘Me odias. Sé que me odias’. Voy a hacerle una visita y a cualquiera que esté presente -un vecino, un amigo, mi hermano, uno de mis sobrinos- le dice: ‘Me odia. No sé qué tiene contra mí, pero me odia’. Del mismo modo, es perfectamente capaz de parar por la calle a un completo desconocido cuando salimos a pasear y soltarle: ‘Ésta es mi hija. Me odia’. Y a continuación se dirige a mí e implora: ‘¿Pero qué te he hecho yo para que me odies tanto?’. Nunca le respondo. Sé que arde de rabia y me alegra verla así. ¿Y por qué no? Yo también ardo de rabia”."
He tenido y posado este libro en las manos varias veces. Tras el premio otorgadopor los libreros de Madrid me decidí. Hoy traigo a mi estantería virtual, Apegos feroces.
Vivian, autora y protagonista de estas memorias, pasea con su madre por Manhattan mientras conversan a ratos. En estas conversaciones salen recuerdos del pasado como si fueran el propio presente y también salen a la luz las diferencias y parecidos entre ambas mujeres, y la dificultad que entraña una relación madre e hija.
Cada vez que leo que este es un libro honesto, me llama la atención. No por nada, yo también uso esa palabra con muchos libros, cuando me resulta verosímil o real lo que cuentan en ellos, pero en este caso estamos ante un libro de memorias. Y las memorias, por definición, han de ser honestas. Eso hace que me pregunte qué tienen los paseos entre una madre y una hija durante tres años para que esa sea la palabra que mejor los defina. Y entonces me pongo a leer.
El libro, y sobre todo en la primera parte, trae al presente un pasado en un edificio del Bronx que retrata fielmente en una época identificada peroq ue podría perfectamente verse trasladado de ciudad, incluso de año. Esos vecinos y, sobre todo, vecinas que se relacionan por prosimidad, en las escaleras, los descansillos, el barrio. Un retrato de "el todo", el momento, por "la parte", el edificio. Y empezamos a conocer a la Sra Gornick, una mujer dura que se casa con un hombre al que se consagra en vida y también en viudedad ya que no sale del papel de viuda una vez su marido fallece. Quizás su contrapunto sea Netti, la vecina, un personaje magnífico que opta por serntirse liberada de su marido y disfrutar y tener sexo alegremente. Y en mitad, en el centro de la novela, está la autora. Una mujer de casi cuarenta a la que vemos de niña mirando todo y recogiendo información y conductas mientras busca el tipo de mujer que quiere ser.
También hay hombres en el libro, de hecho están el padre y el hermano de la autora. Pero no tienen relevancia para lo que se nos está contando. Gornick habla del crecimiento y la búsqueda, de la dificil relación entre una madre y una hija que se ven fracturadas por una sensación de incomprensión y de esa chispa de rabia que salta entre ellas quizás por todo lo callado durante años y años.
El tono del libro, pese a todo, es nostálgico, casi triste. Incluso cuando habla en la última parte de relaciones fallidas en las qe parece querer buscar a la mujer que es, percibimos un poso de tristeza. Pero quizás es en el narrador plural el que más me ha impactado, el más real y a la vez más solitario. De hecho, cuando uno termina el libro y lo cierra no puede evitar pensar en esa madre que tal vez descubriera el libro ya publicado en uno de sus paseos, en un escaparate, y en lo que hubiera opinado en caso de leerlo. Y justo depués uno no puede evitar pensar en madres e hijas.
Apegos feroces me ha gustado. Entiendo que sigue una estela de publicaciones entre mujeres marcadas por las relaciones con las madres o las hijas, todas ellas perfectas en sus imprfecciones, todas con silencios y rencores ocultos, silencio, rebeldía y amor.
Hablaba antes del premio de los Libreros. Y vosotros, ¿sois lectores de premios?
Gracias.
martes, 28 de noviembre de 2017
Veinte. Manel Loureiro
"Todo sucedió cinco días antes de Navidad. Nadie parece tener claro dónde comenzó realmente el fenómeno, aunque eso ya es lo de menos. Porque fue rápido, abrupto.
Salvaje.
No podía ser de otra manera."
Loureiro se hizo famoso con su trilogía zombie que, tengo qe reconocer, me resultó muy divertida y original. Me reí. Cuando me dijeron que su última novela era juvenil tuve curiosidad por saber cómo sería, ya que en aquellos primeros libros ya me pareció que podían ser del gusto de este sector. Hoy traigo a mi estantería virtual, Veinte.
Tras una epidemia la población mundial ha quedado reducida al 1%. Los escasos supervivientes, doscientos años después, están formados por herederos de los que no murieron. También heredaron sus conocimientos, que se han ido perdiendo poco a poco. Se hallan repartidos en una serie de poblados que protegen de aquellos a quienes llaman los Hostiles. En uno de estos poblados, llamado La lanza, se sitúa la historia y allí conoceremos a Andrea, una superviviente que por una mutación no envejece convirtiéndola en una testigo de excepción. Pero ni ella puede pensar que la epidemia vaya a regresar.
Con un comienzo muy potente Loureiro se adentra en el mundo de las distopías. Más cercano a El señor de las moscas o incluso Los cien que a Los juegos del hambre, nos habla de una búsqueda capitaneada por jóvenes y de un colapso social en el que las luchas de poder serán casi constantes. Tanto como la lucha por la propia supervivencia. Quizás por estar enfocado al público juvenil, la acción es constante y no permite que sea interrumpida por descripciones largas. Usa en realidad frases más efectivas que generan automáticamente una imagen en el lector posiblemente ayudado por el bombardeo de distopías que hemos sufrido en los últimos tiempos. Y es que me ha quedado claro que Loureiro se ha empapado del género antes de ponerse con esta historia. Ha buscado las partes buenas y deshechado las malas, sin ser por ello su historia un refrito, que no lo es. Sin embargo se nota que ha huído de determinadas constantes denovelas similares, siendo una de ellas, la supervivencia de los personajes que pueblan la novela. Ha optado aquí por no forzar la historia con giros inverosímiles para conseguir que todos lleguen a buen puerto. Y el lector, al menos el lector adulto, lo agradece.
El resultado es una novela que se lee en dos ratos y que, si bien es cierto que hay varios momentos en los que la acción se tambalea, deja cerrada la trama evitando ese momento de temor a la trilogía que vienen provocando este tipo de historias en los últimos meses. Una aportación entretenida para los aficionados al género.
Y vosotros, ¿alguna vez os arrimáis a la novela juvenil?
Gracias.
lunes, 27 de noviembre de 2017
El año del pensamiento mágico. Joan Didion
"La vida cambia deprisa.
La vida cambia en un instante.
Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba.
La cuestión de la autocompasión."
Me gusta leer a Didion porque tras una aparente sencillez, tiene libros muy trabajados, como si los purgase de errores. Me gusta su honestidad a la hora de escribir trate el tema que trate. Me gusta. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El año del pensamiento mágico.
John G. Dunne murió un 30 de diciembre, en 2003. Salía junto a su mujer, Joan Didion, del hospital de visitar a su hija en coma cuando un infarto puso punto final a su vida. Didión cataliza el dolor en este libro. Le toca además informar a su hija de lo sucedido, su única hija, Quintana.
Lo cierto es que Quintana Dunne se recupera, pero poco tiempo después sufrió una embolia y tuvo que ser ingresada en la unidad de cuidados intensivos. Finalmente murió, unos meses después que su padre, dejando a Joan Didion sola. El año del pensamiento mágico es un libro sobre la muerte, aunque no sobe la de la hija, Joan Didion ya lo había finalizado cuando falleció, así que se centra en la repentina muerte del hombre con quien había compartido cuarenta años de matrimonio.
El pensamiento mágico es una forma de razonar basada en supuestos ilógicos, y con frecuencia sobrenaturales, que genera opiniones que carecen de fundamento. Los niños tienen habitualmente pensamiento mágico. El sentimiento de culpa por haber hecho algo o no cuando ha sucedido algo trágico también tiene mucho de pensamiento mágico. Pensar que si no tiras unos zapatos, una persona fallecida volverá a por ellos, es sin lugar a dudas, un pensamiento mágico. Y sin embargo, todos los hemos tenido en algún momento de nuestra vida hasta el punto de ser capaces de identificarnos con ese razonamiento que desafía toda lógica. Las familias de niños desaparecidos dejan sus cuartos intactos, incluso ponen sobre la cama el juguete favorito del niño, para que regresen y lo cojan. Así somos.
El año del pensamiento mágico es un libro crudo que evita caer en los sentimentalismos, pero que muestra la desolación e incomprensión que siente una persona cuando se enfrenta a la muerte repentina de un ser querido. Si el miedo a la muerte es algo visceral que todos llevamos dentro en mayor o menor medida, no le interesa demasiado a Joan Didion. Pero sí el que se muera alguien a quien queremos. Y se hunde en el tema hasta el cuello dejando al descubierto sus miedos y obsesiones. Porque pese a ser cortito, tiene mucho de obsesivo, y su obsesión gira en torno a la negación. Como si estuviera realmente convencida de que todo lo que vive es una pesadilla de la que va a despertar. Como si John fuera a volver. Como si...
Didion escribe el libro durante el primer año de duelo, en ese momento en el que uno no quiere creer que lo que sucede es verdad. En el año en el que el pensamiento mágico toma muchas veces las riendas de la cabeza. Y el lector es incapaz de apartar la mirada y también incapaz de no maravillarse ante esta mujer, tremendamente menuda, que ha sido capaz de dar a luz un libro tan tremendo. O quizás debiera decir parir, aludiendo a aquella frase de "parirás con dolor".
El año del pensamiento mágico es un libro corto que se clava en el alma del lector que, incapaz de apartar la mirada de sus páginas, va compartiendo el dolor de la autora y reviviendo el dolor propio. Y también es una suerte de bálsamo, como lo viene siendo desde tiempos inmemoriales saber que otros fueron fuertes en situaciones similares. Pero, sobre todo, es un libro honesto lleno de párrafos que identificaremos como propios, una lectura difícil de olvidar.
Leed a Didion.
Gracias.
martes, 21 de noviembre de 2017
Los buenos. Hannah Kent
"Lo primero que pensó Nóra cuando le llevaron el cadáver fue que no podía ser de su marido. Durante un largo instante miró a los hombres que cargaban con Martin en sus sudorosos hombros bajo el frío cortante y pensó que el cuerpo no era más que una imitación despiadada; un remedo, cruel de tan parecido. Martin tenía la boca y los ojos abiertos y la cabeza inclinada sobre el pecho, pero no había vida en él. El herrero y el labrador le habían llevado un animal muerto. No podía ser su marido. No era él en absoluto."
Leí Ritos funerarios apenas salió al mercado sin tener muy claro lo que me iba a encontrar. Tras ese fantástico debut, no he podido esperar a leer la segunda novela de su autora. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los buenos.
Cuando Nóra enviuda de manera repentina nadie sabe que será el primero de una serie de hechos inexplicables. Además, Nóra queda a cargo de su nieto, un niño con necesidades especiales, y va a necesitar ayuda para criarlo, mejor escondido de los vecinos. Por eso aparece Mary en esta aldea remota plagada de supersticiones. De hecho ya hay un rumor sobre la existencia de un niño "cambiado" al que nadie conoce. Ante eso, la abuela intentará por todos los medios revertir ese cambio acudiendo a quien sea necesario.
Los buenos, "la buena gente" es el término con el que se conoce a las hadas en el folklore irlandés. Pero claro, se alejan mucho estas hadas de las madrinas de Cenicienta, por ejemplo. Para ellos, hay otro mundo paralelo en el que viven estos "Buenos vecinos" y pueden, además, caminar entre nosotros. Nance, la curandera de la novela de Kent, afirma que son capaces de mirarnos con un conocimiento que puede deshacer a un hombre. Sus hadas no son precisamente bondadosas, sino que son irracionales. Explico esto porque Los buenos, está ambientada en el suroeste irlandés a mediados de los años veinte, en un ambiente rural con acceso a una cultura mínima en el que el folklore, las creencias y las supersticiones dominaban a las gentes. Es más, la novela está basada (como ya sucediera con Ritos funerarios) en un caso real sucedido en la zona.
Es impresionante como desde las primeras páginas la autora consigue meternos en el ambiente de la novela, y que casi podamos pasear por sus páginas. La historia, dominada por mujeres, arranca con la muerte del marido de Nóra, quien está cuidando a su tullido nieto desde la prematura muerte de su hija mayor. El bebé nacido aparentemente sano, es un niño mudo cargado de problemas que más que llorar aulla. Y no tarda en correrse la voz diciendo que las hadas se llevaron al verdadero nieto de esta mujer, dejando a un niño cambiado en su lugar. Por eso Nóra acude al sacerdote, quien no le ofrece más remedio que la fe, y también a la curandera local, en quien deposita todas sus esperanzas. Como digo, una novela de mujeres, cuyo tercer vértice es la chica que coge Nóra para ayudarla en su cuidado al niño. Y es que, al final, la ignorancia y el miedo a lo desconocido, dominan gran parte de la novela.
Tengo que decir, que pese a la magnífica habilidad descriptiva de Kent, este libro no ha alcanzado el nivel del primero. Se lee con facilidad y la historia es fácil de seguir, pero me ha dado la sensación de estar ante personajes demasiado simples, casi encorsetados en su papel del que no se les permite salir en ningún momento. Me hubiera gustado, por ejemplo, conocer a Nóra más allá que como víctima de su propia vida, exactamente igual que hubiera agradecido un cura que cayera en un cliché menos manido que el de la severidad. Y es que, estoy convencida de que determinados estereotipos existen porque posiblemente sean habituales en la vida real, pero cuando leo me gusta que las historias posean un poquito más de complejidad, alguna sorpresa. Entiendo que Los buenos es una forma que tiene la autora de reflexionar sobre quienes son merecedores del uso de este término, pero no da las armas suficientes al lector como para que sea una pregunta que le haga reflexionar. El resultado, por tanto, se queda en una novela entretenida que no deja el poso suficiente como para alcanzar lo que yo considero una buena historia. O quizás lo que sucede es que cualquier libro que venga detrás de Ritos funerarios y sea comparado con él, va a tener muy pocas posibilidades de salir bien parado.
Y vosotros, ¿os gustan los libros basados en acontecimientos reales?
Gracias.
lunes, 20 de noviembre de 2017
La noche de los niños. Toni Morrison
"No es culpa mía. A mi no pueden acusarme. Yo no hice nada y no tengo ni idea de cómo pasó. Una hora después de que me la sacaran de entre las piernas ya me había dado cuenta de que había un problema. Un problema grave. Era tan negra que me asustó. Un negro del color de la medianoche"
Una de las cosas que me gustan de seguirle la pista a un escritor es ver su capacidad de reinventarse, tanto en las formas, como en los temas. Quizás por eso, cuando alguien me gusta, sigo hasta agotar su obra, aunque lo haga con calma. Hoy traigo a mi estantería virtual, La noche de los niños.
Conocemos a Bride. Ella es negra, es su primer pecado. El color de su piel proviene seguramente de algún antepasado remoto, pero eso a su madre no le vale, y tampoco a su padre que se aleja acusando a su madre de infidelidad. Y así crece entre el rechazo y la falta de cariño, una época en la que usaba su verdadero nombre, Lula Ann. Hoy es una reina de la belleza que siempre viste de blanco, quizás en un intento de borrar la mancha de la culpa por un testimonio dado de niña. Tiene una pareja, Booker, una persona marcada también por su pasado, que decide abandonarla llevando a Bride a viajar en su busca y conociendo así a Rain.
Hoy voy a comenzar la reseña hablando de Carlos Mayor, quien ha recibido esta semana pasada el XII Premio de Traducción Esther Benítez por su trabajo en este libro, y es que, por mucho que se repita, nunca está de más hablar del magnífico trabajo que realizan los traductores. Si un buen escritor da con un mal traductor, nos quedamos sin libro y aún así sus nombres son apenas conocidos por la mayor parte de los lectores.
Es curioso como se reflexiona de los libros leídos pasado el tiempo. Recuerdo no haberme dado cuenta durante la lectura, cuánto tenía de terrible cuento de hadas que la protagonista se hiciera llamar "novia" y a su madre le dijera "Sweetness". Quizás ya debí de intuir ahí que Morrison iba a tener mucho de fábula y de magia en algún momento, pese a lo aterrador de la lectura en muchas de sus partes.
Bride es el más claro ejemplo de la metamorfosis fallida. Ha pasado de ser una niña deseosa por ser aceptada, y que parece que empieza a serlo cuando testifica destrozando la vida de otra, de ahí esa culpa que arrastra, a una gran mujer admirada por todos que resalta el color de su piel para que a nadie le pase desapercibida su negrura. Y sin embargo, su interior frágil sigue ahí, como intuimos rápidamente cuando vemos su reacción al abandono. Y se confirma en ese momento de realismo casi mágico en el que Bride se ve volviendo a ser Lula Anne. Una parte de la novela tan cargada de significados, que uno se pregunta cómo es posible llegar a expresarlo tan bien como lo hace Morrison. Bride arrastra cicatrices del pasado, y es un personaje que me ha apenado profundamente, sobre todo por la soledad que parecía destilar. Y pese a todo, el mensaje está ahí, la reconversión,la metamorfosis...
He convertido, creo y casi sin darme cuenta, esta reseña en un monográfico de uno solo de los personajes, como si fuera la única voz del libro y no es así. La madre, Brooke, Rain, incluso Queen... hay personajes muy importantes en esta historia, todos con sus historias y sus uniones, todos ellos llenos de cicatrices y en una gran parte cicatrices que vienen de su infancia. Morrison no escribe, aunque luego haya pensado en cuentos, historias para niños, si acaso deja ver sus pesadillas. Pero también enseña que hay un mañana y quizás por eso encontramos pequeños momentos de ligereza en la trama.
La noche de los niños es una novela corta llena de pasajes inolvidables y momentos demoledores. Y Toni Morrison evita los sentimentalismos, consiguiendo así una historia efectiva que se lee del tirón pero permanece durante tiempo en el interior del lector.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
sábado, 18 de noviembre de 2017
Cuidando los libros: Limpieza
Lo primero siempre es limpiar un libro. A poder ser, en seco, es decir, con una brocha suave. Se usa para quitar el polvo de la cubierta, el canto y, algunas veces, en el interior. Si hay una página que empieza a ver su tono cambiado por el polvo o le ha caído algún residuo sólido, lo mejor es utilizar la brocha del centro a los cuatro vértices de las páginas y, en la zona de la bisagra del libro de arriba hacia abajo. Que sea una brocha de cerdas suaves es importante porque algunas hojas de papel pueden verse dañadas, bien por ser tipo biblia, o por la tinta que utilicen. no se puede limpiar de los bordes al centro porque eso doblaría las hojas. Pero, ¿qué pasa si la hoja tiene manchas más resistentes? En ese caso hay que probar con la goma de borrar, pero no usada directamente sobre el papel, sino ralladas bien con un rallador o contra una superficie dura para luego poder frotar la ralladura con los dedos limpios en círculos en la zona a tratar. En general, recomiendo el uso de guantes de vinilo o similar, ya que las manos, seamos sinceros, siempre tienen algo de suciedad o grasa, y puede ser peor el remedio que la enfermedad. Una vez más frotaremos la hoja del centro hacia los bordes cambiando la ralladura cuando cambie de color hasta que veamos que queda limpia y retirándola, como ya explicamos antes, con la brocha. Por supuesto hay manchas más resistentes, pero esas deben de ser tratadas en el momento. ¿sabéis esa gota de café que cae y corremos a... sí, a extenderla con la mejor intención? Lo mejor es poner encima un pañuelo de papel con cuidado, por un pico, para que la recoja y luego colocar sobre la mancha otro pañuelo y otro más justo entre esa página y la siguiente y presionar. y rezar, tampoco viene mal. O cruzar los dedos, esto ya va en creencias de cada cual.
En el caso del exterior del libro lo mejore s frotar con una esponja de limpieza en seco, con suavidad, para así retirar los restos de suciedad más difíciles. Las que son satinadas, nos lo ponen más fácil ya que podemos aplicar un limpiador. Ojo, siempre sobre el paño, nunca rociando directamente al libro.
Si vemos que esto no funciona, venden masillas limpiadoras de libros, o esas gomas que son moldeables y se utilizan en el dibujo artístico. Puede ser buena idea frotar, además sueltan muy pocos residuos.
Los libros huelen, sí. Eso lo sabemos todos, pero no siempre va a ser ese romántico olor que nos cuentan de tinta y papel. De hecho, en muchas ocasiones, el primer olor que nos llega es a polvo y humedad, que llega ser, seamos sinceros, desagradable. Para estos casos lo mejor es coger el libro y meterlo en una bolsa con zip de cierre, y añadir una cucharada de bicarbonato. Extendido con la mano el polvo, que esto no es una receta. Cerraremos la bolsa y lo dejaremos al menos un par de días, aunque yo suelo dejarlo una semana.
¿Y los bichos? Esos circulitos que aparecen a veces en los libros viejos que hemos comprado creyendo tener una joya y que nos desconciertan sin saber muy bien lo que son... son bichitos, sí, aunque no lo veamos. A esos hay que congelarlos, metiendo el libro en una bolsa cerrada y esta bolsa en el congelador. Tras un día de congelación se descongela despacio, en el frigorífico, durante medio día más o menos. Recuerda que todos estos procesos hay que llevarlos a cabo sin ninguna prisa. Lo curioso del proceso de congelación es que descubriréis que rascando con muchísimo cuidado en alguna de las páginas que tenían manchitas imposibles, estas se desprenden fragmentadas de la hoja. No digo que vayan a quedar impolutas, pero la diferencia es más que notable.
Mucha gente es partidaria de pasar la aspiradora a los libros, mi consejo es no hacerlo demasiado cerca ni de forma muy habitual, ya que puede producir daños en el pegamento.
Hay también quien recomienda utilizar un algodón con alcohol para frotar algunas manchas o restos de pegamento de etiquetas adhesivas. no es mala idea, ya que el alcohol se evapora rápido (si hemos medido bien la cantidad a echar) y no deja cerco, pero es importante tener en cuenta que puede comernos el color de la cubierta del libro o incluso emborronar la tinta de un texto en el caso del interior.
Espero que os haya servido de ayuda.
Gracias.
viernes, 17 de noviembre de 2017
Pequeña flor. Iosi Havilio
"Esta historia comienza cuando yo era otro."
Los lectores somos unas personas tan peculiares que podemos decir mil veces que no está bien juzgar un libro por su portada y luego comprar otro justo por ese motivo. Y además, no tener remordimiento alguno por hacerlo. Es más, yo hice esta misma semana con el libro que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de Pequeña flor.
Conocemos a José, un hombre que descubre en las primeras líneas que ha perdido su trabajo. Le toca entonces quedarse en casa, cuidar de su hija Antonia y realizar labores domésticas. Laura, su esposa, será quien trabaje, le va bien, los roles cambian. Sin embargo, José tras un serio percance con un vecino hará un terrible descubrimiento.
Hoy estamos ante un libro personal e inclasificable, casi experimental en sus formas y también en el fondo del que, en cambio, es difícil no hablar. Iosi Havilio nos regala esta suerte de novela, y digo "suerte" porque a mi me ha parecido más un relato y también porque, jugando con el significado y uso de esa palabra, ha sido una suerte que se cruzara en mi camino. A fin de cuentas, la suerte es importante en la vida de cualquiera.
Havilio escribe su historia como si la estuviera contando su protagonista de forma atropellada, en un solo párrafo sin puntos y a parte, divisiones en capítulos, ni cualquier otro recurso que se os pueda ocurrir que permita al lector hacer un parón. Sensación que, además, no duda en acrecentar utilizando expresiones como árbol de proporciones, sin decirnos cuales pero sabiendo que al lector no le hace falta ese dato para tener claro el tamaño del árbol. De hecho, el libro está salpicado de esta suerte de incoherencia buscada que aporta a la novela un tono muy especial, pero que no dificulta su lectura como tampoco lo hace que acuda en algunos momentos a los recuerdos sin romper ese enorme párrafo que lo constituye. Y sin que se le haga pesado, lo cual tiene muchísimo más mérito.
Pensaréis ahora que lo experimental del libro es la parte formal, pero no se trata solo de eso, también tiene mucho de ello una trama que baila entre memorias, casi confesiones, costumbrismo, relato fantástico o incluso negro. Encontraremos música, jazz, y mucha literatura que parece ser un buen refugio particularmente si se trata de Tolstoi, también hay engaños y crisis matrimoniales, y descubrimientos infantiles y grandes sorpresas, al menos, para mi, que llegan a su punto más alto en un final sorprendente que puede resultar incluso cruel según la interpretación que se le de a la novela. A medida que voy explicando me doy cuenta de mis omisiones conscientes, como la muerte de alguien importante en el libro, el vecino, algo que hay que contar porque es vital en esta historia, y de otras no tan conscientes que solo he tocado de pasada como es el matrimonio entre José y su mujer y el desgaste y apatía por el que pasan. Y es que Havilio, toca muchos temas por los que va pasando su historia de una forma más o menos encadenada. Por eso parece casi una confesión y por eso resulta tan complicado interrumpir su lectura, por lo cambiante, la metamorfosis constante que hace que comencemos temiendo estar ante una historia triste de un hombre sin trabajo y finalicemos casi boquiabiertos sin saber cuánto de fantástico tiene lo leído.
Pequeña flor no es un libro para cualquiera y, por mucho que haya visto a gente decir lo contrario, tampoco es para ser leído del tirón. Es una de esas rarezas que uno disfruta poco a poco para darse cuenta de cada una de sus peculiaridades. Y también es, por si alguien no lo sabe, una bella canción
Y vosotros, ¿alguna vez habéis comprado un libro por su cubierta?
Gracias.
jueves, 16 de noviembre de 2017
Los viajes de Gulliver. Jonathan Swift
"Empecé a oir en torno a mí un ruido confuso, pero en la posición en que estaba no me era posible ver otra cosa más que el cielo. Al cabo de un instante sentí que algo vivo se movía sobre mi pierna izquierda y que, avanzando suavemente pecho arriba, se llegaba hasta casi mi barbilla. Al volver la vista hacia abajo lo más que puede, advertí que se trataba de una criatura humana, que no llegaba a medio palmo de alto, con un arco y unas flechas en las manos y una aljaba en su espalda....."
Otro recuerdo de mi infancia. Anda que no me vi veces versiones de ese gigante con pantalones azules que era Gulliver llegando a Liliput, donde lo ataban de dormido en una playa. Me encantaba la historia. Con el tiempo me decidí y así es como terminé leyendo Los viajes de Gulliver, que no Gulliver en Liliput, como yo lo conocía.
Así empecé a leer dentro del libro, otro titulado Viajes a varias remotas Naciones del Mundo, y conocía su autor, Lemuel Gulliver, un cirujano amante del mar y las aventuras, que cambió su profesión por la de capitán de barco. Gulliver nos cuenta sus cuatro viajes, donde hay enanos, gigantes, caballos...Sí, caballos que hablan y están moralmente por encima de las personas en un lugar utópico que, incluso, nos señala en el mapa.
Una vez más me sorprendí, no me pareció una novela juvenil. Luego he leído que hay muchas ediciones adaptadas que, supongo, serán como las películas que veía hace años. Pero el libro, con el texto completo, no es literatura para niños.
Pese a estructurarse en cuatro partes, más la nota del ficticio editor al principio y la del propio Gulliver quejándose de la calidad de la edición al final, podemos apreciar como a medida que avanzamos, las historias que nos presenta son cada vez más fantásticas, imposibles de creer y con una crítica más feroz y muchísimo menos encubierta. Es un libro escrito por un hombre deseoso de expresar su crítica social, los vicios que condena y la degeneración a la que consideraba se iba acercando la humanidad.
En cada uno de sus viajes Gulliver se encuentra en un mundo mejor que el suyo, con mejores conceptos, mejores formas de vivir y valores, y se ve obligado a defender su país y sus costumbres exagerando, a la vez que sabe que se encuentra en un lugar mejor. Incluso los animales son representados mejores que las personas en un mundo en el que, de la mentira, no existe ni el concepto. Pero él se empeña en alabar hasta ridiculizar sus costumbres, consiguiendo que nadie lo crea. La sociedad entera es objeto de su pluma afilada, la suya, la que le tocó vivir, pero también lo es la nuestra por extensión.
No contento con eso, da una vuelta de tuerca Swift criticando también los libros de viajes, que considera siempre mienten, y para ello utiliza un libro de viajes en el que absolutamente todo es mentira. Y lo adorna con amplias descripciones en este libro de fábula escrito por un hombre al que declararon incapaz al final de sus días y que yo, y esto es opinión personal, tras leer su obra, considero totalmente cuerdo.
Un clásico que os recomiendo descubráis por vosotros mismos si aún no lo habéis hecho, porque, ¿os acercáis alguna vez a este tipo de historias ya conocidas por todos pero pocas veces leídas de verdad?
Gracias
martes, 14 de noviembre de 2017
Héroes de la frontera. Dave Eggers
"Existe la felicidad orgullosa, felicidad nacida de realizar un buen trabajo a la luz del día, años de una labor que merece la pena, y después estar cansada, y contenta, y rodeada de familiares y amigos, bañada en satisfacción y lista para un merecido descanso: sueño o muerte, tanto da."
Cada vez que pienso que un libro tiene pinta de road novel, allá voy. No puedo evitarlo, me atraen. Quizás porque para mi la experiencia de conducir durante viajes largos es una gran opción para ordenar mi mente, y eso hace que piense en novelas introspectivas. No lo sé. Por eso me atrajo este libro y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Héroes de la frontera.
Conocemos a Josie, una mujer en la cuarentena con dos hijos que ha perdido su consulta odontológica. Ella arrastra un sentimiento de culpa por un paciente al que animó a alistarse y también arrastra una vida de decepciones. Cuando la conocemos huye de Carl, su expareja que jamás se quiso casar con ella, pero ahora quiere hacerlo con otra, embarcándose junto a sus dos hijos en una autocaravana por las Carreteras de Alaska hasta la casa de su hermana Sam.
Ya en las primeras páginas del libro nos damos cuenta de que la protagonista no va a ser una heroina ni tampoco todo lo contrario. Josie huye y lo hace de forma consciente. Arrastrando a sus hijos, con una bolsa con dinero y sin teléfono, sin importarle si empiezan las clases o si es normal lo que está haciendo. Y lo hace, a poder ser, con una copa o vaso de vino en la mano. Huye de una vida de insatisfacciones y no lo oculta: ¿Tienes la impresión de estar haciendo lo que debes?¿De aprovechar el tiempo como es debido? pregunta en un momento determinado Josie a su hermana , porque ella se lo ha preguntado a lo lago de su vida muchas veces, demasiadas, incluso en los supuestos momentos felices. Y ahora huye de todo por las carreteras de Alaska, ese lugar que ha idealizado y que descubre como una zona ahogada en la neblina de una docena de incendios forestales. También les esquiva en Alaska, como se esquivan los golpes de la vida. Y también habrá errores que la conduzcan a ellos. Y es que Eggers no tiene compasión con su protagonista. no será una madre coraje aunque sí que proteja a sus hijos. Josie ha convertido a su hijo mayor, Paul, en una suerte de ángel de la guarda de Ana, una niña que tras nacer prematura y superar dificultades, parece empeñada en lastimarse o lastimar al mundo con su presencia. Y ella les mira detrás de otra neblina la mayor parte del tiempo; la neblina del vino. Y si embargo no la veremos como una madre terrible, sino honesta, desordenada pero que intenta encontrar algo correcto que hacer con su vida y la de sus hijos. Una mujer perdida en una historia en la que los niños brillan por su realismo, apenas conscientes de lo que viven.
Supongo que los héroes de la frontera en esta novela son todos y cada uno de los supervivientes que Eggers nos presenta, no solo los habitantes del Chateu rodante, pero lo son sobre todo ellos. Personas que van siendo empujadas por la vida a un estado de infelicidad aceptable y que un día deciden romper con todo sin más equipaje que un puñado de dinero que saben que se va a terminar y la esperanza de llegar a un lugar mejor en sus vidas, más que en la tierra. Y eso que Alaska también importa en el libro, porque no hubiera sido lo mismo contado en cualquier otro lugar. Alaska tiene algo de inhabitable, de zona de paso, de supervivencia en pequeños lugares. Allí todos los hombres son grandes y las mujeres duras, todos luchan y sonríen. Y quizás esa sea la verdadera menta de Josie, y ese sea el camino que nos invita a realizar el autor. Personalmente, he disfrutado de la ruta.
Héroes de la frontera es una de esas novelas de vida que a ratos puede resultar incómoda o estresante y al capítulo siguiente es capaz de enamorarnos. Una historia en la que no hay buenos y malos, solo existen las personas.
Y vosotros, ¿hay algún tipo de género por el que os veáis inmediatamente atraídos?
Gracias.
lunes, 13 de noviembre de 2017
Solenoide. Mircea Cărtărescu
"He cogido piojos otra vez. Ni siquiera me sorprende, ya no me asusta, ya no siento asco. Solo me pica."
He leído hasta el momento todo lo que ha sido publicado de este escritor en nuestro idioma, incluído el único título que ha aparecido en una editorial diferente de Impedimenta, como es la primera parte de la trilogía de Orbitor, que espero ver también publicada al completo. Por eso no tardé nada en dirigirme a la librería y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Solenoide.
Conocemos al narrador, alter ego hasta cierto punto del propio autor, un maestro de una escuela gris en Bucarest en los años 80. Este hombre se lanza a la literatura con un debut literario en un cenáculo y resulta un estrepitoso fracaso. Desolado, regresa y decide abandonar la literatura, pero adentrarse en la escritura de unos diarios cuyo único lector será él, donde nadie más importe.
He visto varias opiniones encontradas sobre este libro que parecen empeñarse en coincidir solo en el punto de clasificarlo como complicado. Y no tengo claro del todo que lo sea. Lo que sí sé, es que no es para todos los lectores. Principalmente porque, una vez, comenzado, es necesario y a la vez irremediable, leerlo hasta el final. En caso de interrumpir su lectura, no nos habrá servido de nada lo leído, quizás ni siquiera podamos formar una opinión con una suerte de resumen si alguien nos pregunta de qué trata el libro. Y no es el único libro de Cărtărescu en el que sucede esto. Es, al igual que otros muchos temas recurrentes e incluso algún personaje, algo habitual en su obra. Solo que en este título que abarca más de 800 páginas, se acentúa. De hecho todo parece acentuarse en Solenoide, cada momento, cada duda, cada descripción que nos da el autor, parece desarrollarse de forma única para envolver al lector, como si el propio autor dedicase todas esas páginas a encontrar el tema y el momento adecuados en que digamos, cada uno de nosotros, "esto... esto lo ha escritor para mi".
Había leído que en Solenoide había una casa que tenía forma de barco y me pregunté si de algún modo se levantaba cual Castillo ambulante, y también leí algo de un sillón de un dentista y unos mandos... y sí, Solenoide tiene todo eso, pero no es lo importante. Es una novela que se desarrolla finalmente en dos fases, la diurna del profesor cuyos mejores momentos serán los tiempos en los que no tenga piojos, y la nocturna, más sensorial e infinitamente más creativa. Solo de este modo escapa de la realidad y realiza un viaje introspectivo casi mesiánico y que, bajo mi punto de vista, está marcado por la tragedia.
Me voy dando cuenta, a medida que escribo, de la dificultad para desarrollar de forma coherente este libro. Quizás mejor quedarse con el día, la infancia y ese Bucarest que retrata y me hace pensar en lo que los americanos llaman el viejo continente, con un tono gris y un punto de decadencia casi romántica, con esa suerte de miseria emocional que salvo en contadas excepciones como Las bellas extranjeras, marca la obra de Cărtărescu. Esa parte romántica que me evitará hablar de posmodernismo y etiquetar lo inclasificable: y es que, lo realmente inclasificable es describir la sensación de haber tenido entre manos una gran obra una vez que se ha cerrado. Sentir el vacío y pensar: qué libro puedo coger que siga la senda de este, porque si las comparaciones son odiosas, este nivel va a ser difícil de mantener. Y dilatar esa elección. Porque es justo eso lo que sentí al terminar Solenoide. Aunque estoy segura de que no es la mejor elección para tomar contacto con el autor, posiblemente yo empezaría por Nostalgia, el resto del camino... se hará solo.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
lunes, 6 de noviembre de 2017
Alias Grace. Margaret Atwood
Este fin de semana me tropecé en Netflix con una serie basada en este título que lleva el mismo nombre. Me puse a verla y no pude evitar buscar la novela original. Hoy traigo a mi estantería virtual, Alias Grace.
Grace es una chica de dieciséis años huérfana que ha llegado a Canadá para trabajar sirviendo. Ahora está condenada por asesinato. Recibe diariamente la visita del doctor Simon, quien intentará desentrañar lo sucedido y, con un poco de suerte y tal y como esperan un grupo de liberales, ayudar a que sea declarada inocente.
Comenzaba hablando de la serie que me llamó la atención y me recordó a un libro leído hace un par de años aproximadamente y titulado "Sitos funerarios". Investigando un poco, esta historia era anterior y no me iba a quedar con las ganas de leerla, máxime cuando me había gustado la miniserie tanto. Y tengo que decir, que no se parece tanto y que tiene que ser una labor casi imposible contar todo lo que Atwood dice en un libro. No solo eso, sino que es, además, una escritora camaleónica capaz de sorprendernos con cada lectura, al menos a mi.
En esta ocasión utiliza dos voces, dos casas, dos situaciones, dos vidas, que no pueden ser más diferentes. El doctor, acomodado, con una madre terrible que se cierne permanentemente sobre él y Grace, una joven sin madre que, lejos de darnos pena, nos intriga por esa aparente incapacidad para mostrar sentimientos o empatía. De hecho, los mejores momentos de la novela son aquellos en los que Grace toma la palabra y observamos como mide cada cosa que va relatando, cada palabra, cada frase, hasta dónde llegar. Ella afirma no recordar nada de los asesinatos y su historia comienza realmente cuando comparte vida con la joven Mary y cómo le marca lo que le sucede. Su vida no es fácil, y termina en otro lugar, otra casa. Nadie esperaría que seis meses después, dos personas de esa casa estarían muertas, dice. Y al lector se le ponen los pelos de punta mientras comienza a plantearse realmente si ella es culpable, si tanta frialdad no esconderá una incapacidad para sentir amor o compasión. Y el doctor sigue escuchando la historia, buscando la manera de desenterrar los recuerdos de aquél día. Y Mary sigue cosiendo. Porquemi8entras habla, no deja de coser una colcha. De hecho cada capítulo comienza con el cuadro que Mary cose en ese momento, y aquí he echado en falta ver esos cuadros y una pequeña explicación, ya que el patchwork se basa en las historias que se cuentan en cada cuadrante. No descuida tampoco mostrarnos el ambiente de época, marcando diferencias entre los sexos, las clases sociales y los prejuicios y las desigualdades incluidas excéntricas aficiones como el espiritismo en algunas personas de clases altas, aburridas.
Atwood parte de un suceso real para inspirarse en la novela, y quizás por eso opta por darle al lector una visión completa de lo sucedido mostrando noticias, cartas y opiniones de distintas voces. De este modo poco a poco vamos formándonos la nuestra propia, esperando llegar a un final que nos de una gran explicación. Y ahí, y pese a que no soy partidaria de las novelas con finales demasiado abiertos, Atwood opta por cerrar la acción de una forma un tanto precipitada tras una novela de ritmo calmado y constante. Y no lo hace, apostaría, por tener prisa, sino por dejar un cierto aroma de duda en el aire que se mantiene dentro del lector durante un rato. Nos preguntamos, ¿quién es Grace? Y eso, justamente eso, es lo que convierte a esta novela en una magnífica opción.
Alias Grace es un libro duro sobre una vida dura, con algún momento para el humor y ningún hueco para la compasión. Introspectivo, magnífico.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
PD. Volvemos el lunes.