lunes, 7 de agosto de 2023

Algo en lo que creer. Nickolas Butler

 


     "El niño rio al pasar sus suaves manitas por la frente fruncida del abuelo, tocando sus cejas encanecidas, sus párpados y sus pestañas. Luego le colocó la venda justo por encima de la nariz y de las orejas y echó a correr por el cementerio soleado, buscando un escondite".

     Hace unos años que descubrí Canciones de amor a quemarropa y se convirtió en uno de mis libros favoritos. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Algo en lo que creer.

     Conocemos a Lyle, un granjero de Wisconsin que vive junto a su esposa Peg una existencia tranquila. Sobre todo últimamente ya que su hija Shiloh, que se había distanciado de ellos durante la adolescencia, ha regresado junto a su nieto de cinco años Isaac. Lo que en un primer momento parece una promesa de felicidad y vida tranquila irá cambiando a medida que Shiloh, cuyo padre duda de su propia fé, se involucra en una iglesia cada vez más agresiva que llega a hacerle creer que su hijo es un elegido para sanar.

     Una de las características de las novelas de Butler es la belleza de sus descripciones. A lo largo de esta novela el lector es testigo del paso del tiempo y de las cuatro estaciones de una forma tan sutil como sobrecogedora que lo lleva a recordar anteriores títulos del autor. Y la segunda característica es la de vestir de forma delicada temas complejos que se abren en las páginas de sus novelas para sangrar obligando al lector no solo a que se pregunte su opinión al respecto, si no a que se involucre gracias a la creación de personajes que se antojan incluso demasiado cercanos. En este caso Lyle, el hombre que se preveía tranquilo, tiene una carga en su maleta y es la falta de perdón a un Dios que permitió la muerte de su hijo, algo que ha convertido el hecho de ir a la iglesia en una rutina carente de significado. Imaginad entonces el dilema que se le presenta cuando su hija se acerca a esta iglesia protestante que el autor no tiene problemas en presentar más como un espectáculo que como un culto. La cara que se le queda tanto a él como a Peg cuando ven en qué consiste, cuando descubren que defienden la curación por la fé antes que por la medicina. Cuando ven que su nieto es alzado a una suerte de posición de curador, que no es otra que el sustituto de la ciencia de una forma que... bueno, no hay medicación. Y ahora imaginad que alguien enferma. Las preguntas están servidas. Y aún así quien destaca en la novela es el propio Lyle. Una novela de esas que se llaman de personajes, en la que uno domina al resto y llega a saber incluso cuándo retirarse.

     La novela habla de fé y de salud, de familia y elecciones complicadas; Lyle vive preocupado y el lector asiste a cada uno de sus momentos y evoluciones. Y lo hace desde la seguridad de un entorno que no permite interferencias, una naturaleza hermosa que es la que los rodea y otra mucho más compleja: la naturaleza humana. Porque la decisión de Lyle será juzgada por nosotros y eso puede que nos obligue a mirar dónde tenemos nuestras líneas rojas.

     Algo en lo que creer es una buena novela. Butler no decepciona.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 2 de agosto de 2023

El señor Projarchin. Fiódor Dostoievski

 


     "Ya no le quedaba otro recurso que ponerse a pensar en el primer día del mes, día bendito en que cobraba los rublos de la Administración".

     Una de las cosas que me gusta de las librerías de viejo es que uno encuentra tesoros, a veces incluso títulos perdidos de grandísimos autores que desconocía totalmente. Como el que hoy os traigo a mi estantería virtual: El señor Projarchin.

     Conocemos a Semion Ivanovich Projarchin, huésped de la pensión de Fiodorovna. Un lugar en el que, por lo demás, no es apreciado en absoluto, algo que pronto comprende el lector debido al carácter del protagonista. Projarchin es un hombre al que nadie parece conocer realmente pero cuando tras un choque con otro inquilino desaparece, se crea un cierto malestar. Hasta que se descubre lo sucedido al menos.

     El señor Projarchin es un cuento escritor por Dostoievski que no estuvo destinado a ser un cuento. Frecuentaba en ese momento el autor al crítico de renombre Belinski, al que había deslumbrado con la lectura de Novela en nueve cartas, quien no duda en alabarlo en la revista Anales patrios. Sin embargo ya desde que publicara El Doble parecieron haberse cambiado las tornas y este mismo crítico comenzó a cebarse con la obra del autor, que publicó el presente cuento casi con la certeza de la crítica negativa. No solo eso, además Projarchin es un personaje del que Dostoievski renegó ante su propio hermano y es que de lo que él había concebido a lo que dejó la censura, había tanta diferencia como para que el autor no se sintiera satisfecho con su propia obra. Más allá de la tragedia que supone siempre la censura, hay que decir que el relato que nos ha llegado a nuestros días es el mutilado y no el original. Ese, el que brotó de la mente del genial autor, no lo podemos recuperar, así que sirva esto de nota a pie de página para que se reflexione un poco sobre lo que le hacemos a la literatura y la cultura cuando modificamos las obras.

     Pero hablemos de Projarchin, un personaje ni pobre ni rico, al que en realidad no iba tan mal pero que pretendía hacer pasar como que le iba mejor en un mundo en el que ser rico es un sueño tan habitual como preciado. Nada nuevo en realidad o, mejor dicho, nada que haya cambiado. El caso es que Projarchin es un avaro de esos que no resultan agradables, de los que la gente hacer burla imaginando que atesoran el dinero rublo a rublo en un lugar no tan secreto, para tenerlo siempre cerca y verlo crecer. Dicho así, que es como lo representa, se ve bastante desagradable y dan ganas de unirse a las burlas pero Dostoievski no suele estar dispuesto a que el lector transite por el camino fácil y opta por abrir la imagen para mostrar las debilidades de este hombre. Esto provoca que el objeto de burla que habíamos entendido como miserable se convierta en una suerte de "pobre miserable" a nuestros ojos, algo que en tan poca extensión, me parece casi una proeza ya que hay que sumarle un final que no esperaba y no voy a relataros. No voy a caer en lo fácil, que sería justificar los actos del protagonista, eso os lo dejo a vosotros. Simplemente voy a decir que a veces no es tan fácil opinar y que un mismo pecado no tiene por qué tener el mismo valor dependiendo de quien lo cometa: la importancia del contexto (lo cual no significa en absoluto que Projarchin me caiga bien).

     El señor Projarchin es un cuentito que me ha gustado y que he descubierto con el placer de quien encuentra un tesoro escondido donde creía que ya no quedaba nada.

     Y vosotros, ¿sois compradores de librerías de viejo?

     Gracias.