jueves, 10 de julio de 2025

Carl el mazmorrero. Matt Dinniman

 


     "La transformación tuvo lugar sobre las dos y veintitrés de la mañana, hora estándar del Pacífico. Hasta donde yo sé, todos los que se encontraban en el interior de algo murieron al instante. Tener un techo de cualquier tipo sobre ti, significó una muerte segura. Eso incluía a las personas que estaban dentro de coches, aviones o del metro. Incluso de tiendas de campaña o de cajas de cartón. Mira, quizá hasta de una sombrilla también. Aunque lo cierto es que en este último caso no lo tengo tan claro".

     Estaréis diciendo, ¡pero si no es miércoles! Y tenéis toda la razón. Lo que pasa es que a veces es necesario hacer excepciones y hoy es el día que ve la luz Carl el mazmorrero, ese libro con el que os he dado la paliza la última semana. Y, claro, quería traerlo a mi estantería virtual.

     Conocemos a Carl. Se acaba de enterar de que su novia no era tan fiel como le hubiera gustado y ha puesto fin a la relación. O casi, porque el gato de su novia aún está con él. Gata en realidad, Dónut, con un carácter muy especial. Cuando lo conocemos está intentando convencerla de que vuelva a casa con él. Y justo ahí da comienzo el apocalipsis. Como en las pelis. En una primera ola muere un montón enorme de gente. Y después... hay un comunicado y las personas que han sobrevivido (y no os diré el motivo) pueden elegir entre quedarse en la tierra que no tiene absolutamente nada, o entrar por unas puertas que se abren a unas escaleras. Y sí, Carl bajó.

     A partir de ahí Matt Dinnman construye una historia divertida y demencial sobre un apocalipsis televisado en una suerte de videojuego del que Carl, acompañado de su inseparable (y a ratos insoportable gata) es protagonista frente al resto de supervivientes. Y es que sí, al grito de solo puede llegar uno (al final del juego) la novela se convierte en un tributo a los videojuegos y a los jugadores (no olvidemos que haber jugado otorga puntos de experiencia) y veremos "jefes", enemigos de distintos niveles, logros, cofres, pociones y casi cualquier otra cosa que imaginemos. Con la única diferencia de que todo se ha vuelto muy real.

     Dinniman nos da juego, nos da lucha, nos da humor y nos da seres creados especialmente para la novela. Y nosotros nos quedamos. La narración está bien llevada, es muy divertida y, donde otros se empeñan en seguir el formato clásico del antihéroe, Dinniman opta por hacer que sude mientras el lector se debate entre comprender cómo piensa Carl/ sentirse identificado con él en algunos momentos. Porque el gran mérito del libro es que logra que el lector sienta la pasión por el juego. Sobre todo si en algún momento de su vida ha sido, o ahora lo es, jugador.

     Carl el mazmorrero es una lectura divertida que se vive de forma inmersiva a poco enfermo que estés.

     Y a vosotros, ¿os apetece jugar?

     Gracias.



lunes, 7 de julio de 2025

Noventa y nueve cuentos divinos. Joy Williams

 


     "Una mujer que sentía devoción por su madre y había llorado su muerte todos los días durante años encontró unas postales en una tienda de antigüedades y trastos viejos. Las postales mostraban panorámicas sin mayor interés, pero aún así le llamaron la atención y compró unas cuantas con playas vírgenes y caminos de bosque. Al llegar a casa, sintió la irrefrenable necesidad de enviarle una postal a su madre. 
     Lo que le escribió no era importante. La necesidad de hacerlo sí lo era. 
     Metió la postal en un sobre y la envió a la última dirección terrenal de su madre, una humilde casa de labranza que se había vendido hacía años y que con toda probabilidad ya había vuelto a cambiar de manos. En el plazo de una semana recibió una carta; la letra del sobre era sin lugar a dudas la de su madre. Hasta la tinta verde que tanto le gustaba a su madre era la misma. 
     La mujer nunca abrió la carta y tampoco envió más postales a esa dirección. 
     La carta, andando el tiempo, si bien su existencia solo era un rumor, provocó entre sus hijos, si bien ya eran mayores, una gran preocupación.

     LA POSTAL"

     Joy Williams es una de las mejores cuentistas del panorama literario. Hoy traigo a mi estantería virtual, Noventa y nueve cuentos divinos.

     Supongo que muchos estaréis pensando cómo se habla de 99 cuentos o cómo se publican sin que se convierta en un pesado volumen casi imposible de levantar del suelo. Y además el divinos ese, ¿qué pinta ahí?
     Noventa y nueve cuentos divinos tiene media verdad en su título y es la palabra cuentos. Joy Williams escribe cuentos, sí, pero brevísimos y que en muchos casos funcionan como aforismos, ideas que encienden una mecha en la mente del lector, que le hacen pensar. Puntos a unir en nuestra cabeza que no necesitan ser desarrollados. Como en el que os puse en la cabecera: lo que escribió no era importante. La necesidad de hacerlo sí lo era. Hay otra historia sobre un cerdo que salva una vida que se mezcla con un matadero. La idea, la vida. Y es que los cuentos de Williams son divinos por definición más que por la calidad, que también. Es un divino basado en creencias y en naturalezas. Y si hablamos de naturalezas tal vez sea la naturalez humana aquella a la que muestra menos agrado e interés. Dios aparece porque es importante para el pensamiento, también para el individual, sin importar el nombre que se le de. La metafísica de Williams, tan común a toda su obra en la que no hace falta ponerle un nombre para que exista. El todo repartido en este caso en forma de relatos mínimos que están pensados para durar en el tiempo, no para ser consumidos del tirón. No es un menú degustación, es el plato completo. Por eso a medida que se avanza en la lectura se descubren patrones, ideas generales que sobreviven a textos con personajes cuyo nombre no nos importa. Las ideas, los pensamientos, no tienen fronteras, pero quizás se las ponen aquellos que los reciben, por eso hay locos.
     También hay relatos un poco más largos, da para mucho el libro. Hay referencias literarias más o menos encubiertas en los títulos o acciones y otras mucho más directas que se aprecian a simple vista durante la lectura. Hay, en realidad, un poco de todo. Y aún así es capaz de dar la sensación de unidad en un gran collage resumible en una cadena formada por el final en mayúsculas de cada uno de sus cuentos.

     Noventa y nueve cuentos divinos es una pequeña joya que esconde mucho más de lo que soy capaz de explicar.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.
     

     

miércoles, 2 de julio de 2025

La biblioteca de la niebla. Kai Meyer

 


     "Sentía a Mara en toda la casa, aunque se había marchado hacía tiempo. Sentía su presencia en los pasillos de techos altos igual que notaría una corriente de aire, veía su silueta en los pliegues de las cortinas de brocado, oía sus pasos en las salas barrocas y en la escalinata de mármol. 
     Pero en ningún sitio se me antojaba tan cerca como en la biblioteca de mi tío, un fantasma en el laberinto de libros".

     Ya lo he dicho más veces, pero es que es cierto que los aficionados a la lectura nos sentimos particularmente atraídos por aquellos libros que tratan sobre libros o bibliotecas. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La biblioteca de la niebla.

     Conocemos a Arthur en 1917. Es un joven apasionado de los libros en un país convulso. Hay manifestantes y saqueadores por todas partes y la Orjana no tarda en poner la vista sobre su familia. Un día llega a casa y se los han llevado a todos, él sabe que están muertos pero no quiere creerlo. Pero si quiere salvarse tendrá que huir y así lo hace con ayuda de un amigo que le pide a cambio que lleve un manuscrito a Alemania y lo entregue sin hacer preguntas. Arthur acepta en parte movido por la necesidad de volver a ver a la mujer que ama, solo que cuando llega la situación es un poco diferente a la que él esperaba.
     En otro lugar y otra época, 1928, conocemos a una niña llamada Liette que vive con su tío en el hotel familiar tras haber perdido a sus padres en un accidente. Liette solo se relaciona con un librero ambulante y apenas sale salvo a una casa abandonada en la que hay una biblioteca que llama poderosamente su atención. Hasta que otra cosa lo hace, una maleta que encuentra en el desván del hotel. Su tío le dice que muchas familias rusas veranearon durante un tiempo allí y que dejaban sus cosas de un año a otro. Cosas que quedaron abandonadas cuando la situación de su país hizo que no regresaran.

     Visto hasta aquí tenemos dos historias interesantes que el autor sabe equilibrar para mantener el interés en ambas. Por un lado está Arthur y su disfuncional familia, particularmente su tía. La relación que tiene con su prima y la aparición de Mara, una virtuosa de la pintura y cómo afecta a todos los que la conocen. Como ya habréis supuesto, veranean en el hotel del segundo hilo. En este Liette pronto se gana el cariño del lector gracias a una historia de corte clásico sobre una huérfana en peligro que mantiene un punto de romántica inocencia.
Entonces, ¿cuál es el verdadero punto de unión?
Para llegar a él el autor nos abre un tercer hilo en los años 50 en el que Liette, ya adulta, es la propietaria del hotel familiar. Sigue obsesionada con la casa, que está aún más en ruinas, y con su biblioteca, que siempre percibe entre niebla. Necesita encontrar a Mara, y para eso contrata a un periodista llamado Thomas Jansen especialista en usar los medios que sean necesarios en sus investigaciones.

      Como podéis ver el misterio está servido y hay que tener mucho cuidado con no desvelar nada para que el lector se vaya sorprendiendo con cada una de las revelaciones. Si os puedo decir que los tres hilos tienen su propia trama con misterios correspondientes que, ya sea unidos o bien parte de la forja de los personajes, mantienen siempre al lector pegado a las páginas y que, si bien hay partes que el autor permite anticipar, hay otras que al ser reveladas generan un aluvión de piezas sueltas encajando hasta llegar a un final que se mueve entre lo perturbador y la tranquilidad.
     Lo sé, no he dicho nada en sí. Pero si hubiese explicado que hay muertes, asesinatos, encubrimiento, política, relaciones turbias, envidias, problemas mentales, libros y un colgante, tampoco creáis que os hubiera aclarado demasiado.

     En definitiva, La biblioteca de la niebla es una novela entretenida que se siente en muchos momentos como un homenaje a aquellas películas americanas de los años 70.

      Y vosotros, ¿os sentís atraídos por libros que tratan sobre libros?

     Gracias.

lunes, 30 de junio de 2025

Donde está enterrada el hacha. Ray Nayler

 


     "En Norteamérica, en el otro extremo del mundo, crece un arbusto de creosota que brotó de una semilla hace casi doce mil años. Estos arbustos no son un organismo único y continuo, sino una colonia clonal. El tallo original se ha dividido y fragmentado a lo largo de los siglos en segmentos genéticamente idénticos, un anillo de tejido vivo que reemplaza al tallo original al morir".

     Creo que todos los que leímos la primera novela de Nayler nos quedamos con su nombre. Y es más que posible que todos vengamos a por esta segunda. Hoy traigo a mi estantería virtual, Donde está enterrada el hacha.

     Una de las cosas que tiene la ciencia ficción es que, más allá de lo que pueda parecer por la etiqueta, suele esconder una crítica más que directa a diferentes tipos de problemas de la sociedad, de la política o incluso reflejar males históricos de la humanidad. Sabido esto no va a sorprender si digo que esta novela resulta demasiado cercana, pero quizás ya la miréis de un modo diferente si os digo que hablo en el sentido más literal de la expresión. 
     Nayler se ambienta en la Tierra y, por lejano que pueda parecer, si tenemos en cuenta la situación actual y a Trump, Putin y compañía, y les sumamos los avances tecnológicos que ya están aquí y aquellos otros que sentimos a puertas, bien pudiera parecer que nos están contando lo que viene (este es el punto en el que siempre digo que el terror entra en el chat, o en la ecuación si preferís).

     Bien, viajamos al futuro, allí el presidente ha permanecido en su puesto mediante el paso de su mente de cuerpo en cuerpo (esto solo ya da miedo, que no estamos ante Mickey17). El caso es que ahora alguien planea asesinarlo. Además sabemos que en una parte de Europa la IA ha llegado al gobierno y no es precisamente perfecta. Y también conocemos a Lilia, una científica que quiere evitar la vigilancia de la Federación y además recuperar a una activista.

     Puede parecer un batiburrillo visto así pero es porque la intencionalidad de la novela es que lo parezca, ya que podría hablaros de más personajes como de la situación del padre de Lilia, el sistema de puntuaje social o la forma en que la IA se va degradando y fallando ante la mirada de un funcionario. 
     La ciencia ficción política tiene mucho de incómodo para la lectura ya que tiene también mucho de reivindicativo y de poner el foco donde muchas veces es más cómodo no mirar. Aquí no se trata solo de autoritarismo, también se trata de tecnología, de corporativismo, del Gran Hermano como elemento común al género y, sobre todo, de revolución.

     Donde está enterrada el hacha es una novela que merece la pena, seas o no aficionado al género.

     Gracias.

miércoles, 25 de junio de 2025

Lluvia pequeña. Garth Greenwell

 


     "Me pidieron que describiera el dolor pero el dolor era indescriptible, en una escala del uno al diez requería otra escala".

     Greenwell es un escritor que descubrí hace relativamente poco pero cuya pluma me ganó en Lo que te pertenece. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La lluvia pequeña.

     El protagonista de esta novela es también su narrador. Un escritor, poeta, que está enseñando cuando el dolor le sobreviene arrasándolo todo. Y donde dicen que el dolor es indescriptible y que incluso somos incapaces de recordar cómo fue exactamente un dolor pasado más allá de la intensidad con la que lo padecimos, Greenwell pone a su narrador a cuatro patas, lo dobla y le hace sentir que lo agarran las tripas. Su dolor es visceral y su pareja le pide que acuda a un hospital. Pero corre el año 2020 y los hospitales eran lugares aterradores en los que la gente moría por una pandemia. Finalmente acude, qué remedio, y es diagnosticado de una disección de aorta, algo terrible y potencialmente mortal. 

     Ahora el narrador se convierte en paciente, su caso atrae la atención, le miran y hacen pruebas. Su piel pasa por muchas manos y su mente divaga entre presente, pasado y poesía. Y aquí el libro se despega de lo habitual. No se trata de una novela de hospitales, ni de qué sucedió exactamente en ese difícil momento. Tampoco una novela sobre el enfermo y quien lo acompaña (su pareja no podrá hacerlo durante semanas). Es una novela sobre el redescubrimiento de la propia conciencia en una situación extrema y el dolor vuelve en oleadas que el autor gira una y otra vez buscando su descripción.  El protagonista se redescubre por dentro y por fuera, salen a flote viejos complejos a partir de nuevas situaciones y, exactamente igual, esta nueva situación desempolva viejos sentimientos. L, su pareja, el añorado, el que cuida, el que tal vez ha sido descuidado por él y, frente a tanta soledad, el narrador parece redescubrir quién es su punto de anclaje con el mundo.

     Greenwell en sus novelas lleva al protagonista, presumiblemente el mismo, a situaciones difíciles de describir, viscerales. Y quizás, de todas ellas, la más incapacitante para ser plasmada es el dolor. Por eso, y no solo por el sentimiento, vuelve a ella una y otra vez en un intento de desesperarnos tanto como lo está el propio protagonista al que sentimos desnudo frente al mundo, vulnerable. Y en pandemia.

     Lluvia pequeña es una gran novela. Y poco más hay que añadir. Salvo que quizás no sea para todos.

     Contadme, ¿os gusta leer temas torturados como a mi?

     Gracias.

lunes, 23 de junio de 2025

La muy catastrófica visita al zoo. Joël Dicker


     "Esta noche me han castigado sin postre. Por culpa de lo que ha pasado en el zoo. Papá se ha tirado toda la cena repitiéndome: 
      —¡Es que no puede ser, Joséphine! ¡No puede ser! 
      Mamá, en cambio, no abría la boca. Me lanzaba miradas de desaprobación. Al final se limitó a decir:      
     —Mañana iremos al hospital a ver cómo está. Y, ahora, cómete las judías"

      Tras La verdad sobre el caso Harry Quebert, poca gente hay que no conozca el nombre de Joël Dicker. Te gustará más o menos, pero conocerlo, lo conoces. Hoy traigo a mi estantería virtual su última novela, La muy catastrófica visita al zoo.

     Conocemos a Josephine mientras recuerda lo sucedido en un zoo local un viernes. Allí estaban también sus amigas: una hija de divorciados, una hipocondríaca, una que practica karate, otra que va con camisa y la que no habla. Y también hay en el libro un atasco por culpa de plastilina. Y, por supuesto, el misterio. Me váis a permitir que no entre mucho más en detalle porque es un libro de doscientas páginas y si desvelo incluso alguno de los dos misterios... pues os podría fastidiar la lectura. Así que vamos con la novela.

    Dicker ha escrito una novela para todas las edades porque oye, ya que enganchó a la lectura a un montón de adultos, pues por qué no va a poder hacerlo también con los más jóvenes. Así que nos deja este cuento con misterio, que si eres adulto no debes olvidar está pensado también para el público infantil o se te podría quedar realmente muy corto. Y es que tiene de recuerdo permanente sobre lo especial que es tal o cual personaje, el misterio simple y ese tono levemente condescendiente que nos encontramos en algunos libros con personajes jóvenes que, vistos desde el prisma de un adulto, se basan en el clásico cliché de los niños son más listos de lo que parecen y además no tienen filtro alguno para decir las cosas. Por supuesto, la narradora y el colegio especial son de importancia vital para la narración en sí. El caso es que el libro que comienza con un desastre va enlazando uno tras otro sin abandonar la costumbre de giros y sorpresas mientras yo iba pensando que lo que le iba fallando al libro es la originalidad. Y claro, me topé con la moralina en la que se reflexiona sobre el mundo digital y el real, las personas especiales y tantas otras cosas que parece tener que haber metido con calzador para que la novela encajase con la idea que tuvo de lo que iba a escribir. Porque esa es la sensación que no logré despegarme durante la lectura: la de estar ante un producto prefabricado. Es como si el autor hubiera creado las normas de lo que quería lograr y se hubiera dedicado después a ir rellenando espacios hasta meter todos los ingredientes para poder llegar al epílogo.

     Es cierto que la novela es entretenida y que mantiene ese nosequé que engancha y que posee la pluma del autor, pero si vamos a ponernos serios, la época de pandillas como Los Cinco, ya pasó hace tiempo y ahora si se escriben se hace de una forma más cercana a la vida que llevan los niños hoy. En este caso tengo que decir que la novela tiene a su favor la novedad, la reinvención, que no haya un muerto y que el autor haya decidido salir, como ya hiciera en El tigre, de su zona de confort asegurado. La parte negativa es que, si bien admiro la seguridad en uno mismo, en este caso como en otras lecturas suyas (capitaneadas por una cuyo protagonista es El Escritor), uno tiene la sensación de estar recibiendo un mira que bien lo hago que trasciende al argumento de la propia novela.

     La muy catastrófica visita al zoo es, efectivamente, una novela que puede leer un público muy amplio y que seguramente sea mejor aprovechada por los lectores más jóvenes. Y, si eres un adulto y vas a leerla, descubrirás que te gusta más desde la nostalgia que desde el momento lector.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


lunes, 16 de junio de 2025

El caso de la víctima silenciada. Pierre Martin

 


     "En el periodo napoleónico, a un asesino le podían condonar la pena de muerte si, en el momento de cometer el crimen, había perdido la cabeza por culpa del mistral. Y si se engendraba un niño en una noche estrellada mientras el fuerte viento provenzal sacudía los postigos, la gente temía que pudiese nacer con retraso mental".

     El desembarco de Isabelle en Fragolín me resultó agradable (podéis ver la reseña aquí), tengo que decir que en gran parte por Apollinaire, por eso me traje a casa la segunda entrega. Hoy traigo a mi estantería virtual. El caso de la víctima silenciada.

      Para quienes no la conozcan Isabelle tenía un puesto importante en París, estaba de hecho a cargo de la seguridad del presidente. Tras un feo incidente que costó la vida a uno de sus hombres y que la dejó herida, se tomó un periodo de descanso en Fragolín, un lugar al que la une su infancia pero al que no ha regresado desde la muerte de sus padres siendo niña. Poco después de llegar, un amigo, y alto cargo del gobierno, le pide que dirija un caso, para lo que la otorgará el cargo de comisaria. Y así es como aparecen las rencillas con la policía local, con la nacional porque ella ha llegado de la nada, y aparece Apollinaire como el torpe ayudante que la envían para que la "desayude".
Y aún así, se quedó.
     En esta ocasión aparece un cadáver salvajemente mutilado que da a entender algo sexual. La comisaria será la encargada del caso, para lo que reclamará en este caso para siempre (gracias Isabelle), a Apollinaire y se ponen manos a la obra. Y sí, también aparece su amigo para solicitar un favor: que permita la envíen a un hombre que se encuentra bajo protección porque es testigo vital en un juicio importante. Y ella, por supuesto, acepta, lo que supone la llegada de un personaje muy particular y que parece difícil vaya a pasar desapercibido. Y con estos dos puntos, tenemos montado el argumento.

     Por supuesto en la novela hay más muertes, hay una investigación en la que irán apareciendo más vecinos, algunos la conocen de su infancia y otros no, y el caso se enroscará y se retorcerá mientras el huésped misterioso le complica la vida a la comisaria (una especie de galán trasnochado con aires de truhán simpático). Y para cuando uno se quiere dar cuenta, se ha terminado el libro como quien ha visto una película de sobremesa. Sin embargo hay que decir que pese a la ligereza la novela contiene una fuerte denuncia social respecto a las agresiones sexuales. Desde las mujeres que viven en poblaciones pequeñas y no denuncian para no ser señaladas, a la denominación de "sobón" que se escuchaba hace unos años normalizando un comportamiento que tiene de todo menos de normalidad. Porque el "ya sabes cómo es" suele cambiar dependiendo de la cercanía del culo que haya tocado. Además, y por si eso fuera poco, el autor deja que el lector decida y juzgue, componiendo de este modo una situación realista en la que se desdibujan los límites de la justicia y también, porque eso es la vida, los del castigo. ¿Quién te dice a ti que si crees que la justicia no hace nada y te la tomas tú por tu mano no va a pensar otra persona exactamente lo mismo del acto que has cometido? Como digo, es interesante. Sobre todo en el quiebro final, del que por supuesto no os hablaré.
     El resultado de todo esto es una novela ligera de esas destinadas a bolsa de playa o piscina porque mantienen el ritmo sin hacer pensar y se disfrutan entre sol y baño. 

     El caso de la víctima silenciada me ha parecido una historia entretenida y, como siempre digo, eso ya es muchísimo habida cuenta de con todo lo que un libro tiene que competir hoy en día.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.