lunes, 29 de noviembre de 2021

Las edades de Lulú. Almudena Grandes

    


     "Aquella era la primera vez en mi vida que veía un espectáculo semejante".

     En la literatura erótica, como en el sexo, recordamos las primeras veces. Y si tengo que pensar en el libro erótico más antiguo que he leído, diría que fue Fanny Hill. Si me vengo a un entorno más cercano y me circunscribo a la producción patria, creo que la novela sería Las edades de Lulú ( y sí, ya sé que los antiguos y Zeus... pero buscaba una concepción más moderna de novela cuando estaba dando estos títulos). Y por todo esto hoy traigo a mi estantería virtual, Las edades de Lulú.

     Conocemos a Lulú durante su crecimiento, de ahí que el título hable de sus edades, y la descubrimos enamorada de Pablo, el mejor amigo de su hermano. Ella es más joven e invisible y la novela parte de esta situación, más o menos común, para generar en la protagonista una obsesión a la espera de que Pablo finalmente repare en su existencia y, además, caiga en la tentación de tener algo con ella. Pablo se convierte en una suerte de tutor de primeras veces sexuales (también de segundas y terceras), que llevan a la relación por un camino muy diferente al que Lulú hubiera pensado. Ella desarrolla una curiosidad por el sexo que la lleva a romper con todos los tabús y que obligará a Pablo a intentar sacarla de esa suerte de caída sin fin en la que se mete la protagonista.
 
     Es importante señalar que se trata de una novela entrada en años, fruto de una época en la que la mayor parte de los actos con los que se experimenta pertenecen a una zona roja en la que pocos se metían y, por supuesto, nadie escribía y detallaba. Esto significa que, como sucede en tantas ocasiones, juzgar al libro bajo el contexto se convierte en algo vital en este caso. Lulú, independientemente de la parte más explícita, es una exploradora incansable de los límites para, una vez encontrado uno, derribarlo sin tener en cuenta las consecuencias o el motivo por el que ese límite estaba ahí. Y quizás por eso sea ella misma quien nos cuente su historia, para poder elegir qué parte nos cuenta, la que le importa, la que tiene que ver con Pablo. De este modo va saltando de escena en escena para dejar que el lector caiga en la trampa de creer en la veracidad de unos hechos que son a todas luces subjetivos y cuya subjetividad se hace patente ya en la primera descripción del objeto de su amor. Estos saltos temporales que aparecen sin aviso se convierten en la marca de la novela y dejan algún momento curioso en el que observamos a Lulú recordando a Lulú recordando... que me dejaron en su día perpleja y durante la relectura admirada. Desconocemos además que sucede en el futuro más inmediato y seguimos la trama pensando en sí se destruye o no y en si cae sola o arrastra a alguien en el camino mientras nos damos cuenta de que cualquiera de las opciones nos va a dejar un sabor de boca amargo. Porque de algún modo, quizás influenciados por esos recuerdos de jovencita, Grandes nos dejó creer en finales felices cuya esperanza va destruyendo página tras página.
      En cuanto a la relación que desarrolla, es complicada en muchos sentidos. Lulú que comienza siendo menor, parece aferrarse al sentimiento de que ser una Lolita le da algún tipo de poder en sus relaciones y parece negarse a dejar de comportarse como si fuera una niña. Su relación con los hombres se ve viciada por ese comportamiento tanto como por su empuje a transgredir y, si bien Pablo es su foco principal, no se salva ni siquiera su hermano mientras la autora busca la forma de evitar a toda costa que el lector perciba a Lulú como una víctima. La prefiere juzgada a que sintamos lástima por ella. Donde otros hubieran trazado un drama de familia desestructurada en la que la joven busca desesperadamente una figura paternalista, de ahí el juego con la "p", Grandes lo descarna y no duda en situar el eje de cualquier relación en un punto sexual como ejercicio de control para Lulú que, curiosamente, es lo que provoca su descontrol absoluto resultando todo su ejercicio de fuerza un simple trampantojo para caer en la sumisión a los deseos propios, a los ajenos y a la misma vida.

     Las edades de Lulú es una novela complicada en la que hay mucho más que sexo. Uno de esos textos que merecen ser reconocidos más allá del Sonrisa Vertical y que creo deja una muestra del talento de su autora, además de su valentía.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     PD. Los escritores solo mueren cuando dejan de ser leídos. Lean a Almudena Grandes.

6 comentarios:

Ful Navalón dijo... [Responder]

BOnito homenaje para una escritora maravillosa que se nos ha ido. Besos

Irene M dijo... [Responder]

¡Holaaaa!

Que pena enterarme de la muerte de esta autora.
Sin duda tengo muy pendiente este libro, veo que es importante tener en cuenta el contexto, y que además no sólo habla de sexo sino que va más allá, cosa que me gusta mucho.

¡besos!

Anónimo dijo... [Responder]

las edades de Lulú es LITERATURA, aquí ya mostraba Almudena su finura y habilidad al narrar una historia prohibida. Eso es Literatura y no las 50 o 150 sombras esas. Descanse en paz.

Clarisa T. dijo... [Responder]

Gracias. Has elegido muy bien el libro y el mensaje. Almudena Grandes, no es porque se haya ido ahora, realmente ha sido una autora importante también para mí. He leído sólo cuatro de sus libros, pero en cada uno he sentido a una escritora "Grande", aunque hoy esto parezca manido, he sentido mucha pena por su muerte. Gracias.

Neftis dijo... [Responder]

No he leido nada de la autora y por ahora no creo que empiece porque no me termina de llamar la atencion ni aunque haya muerto, que eso es aliciente para mucha gente.

Saludos

jjose712 dijo... [Responder]

Yo he intentado comprarla hace poco pero está descatalogada (supongo que no tardarán en reponer).

NO he leído mucho a Almudena (Castillos de cartón, La madre de Frankenstain), pero me apetecía leer como empezó su carrera. Supongo que este año caerá