viernes, 27 de septiembre de 2019

El árbol de las cerezas. Paola Peretti


     "A todos los niños les da miedo la oscuridad.
     La oscuridad es una habitación sin puertas ni ventanas, llena de monstruos que te atrapan y te comen en silencio.
     Pero a mi no me da miedo: yo la oscuridad la tengo dentro de los ojos".

     El eterno dilema de las fajas: en este libro nombran "Nada", uno de mis libros favoritos; "El Principito" que como muchos saben colecciono en idiomas; "El Barón Rampante" que es un lujo.... y "La elegancia del erizo", que para mi fue un horror.  Total, que 3 a 1 me lo llevé y hoy traigo a mi estantería virtual El árbol de las cerezas.

     Mafalda nos cuenta su historia. Mafalda es una niña normal, con una familia y un cole. Todo sería normal si no fuera porque Mafalda está enferma: tiene la enfermedad de Stargardt. Sabe que es cuestión de meses que esas manchas negras que tiene ante sus ojos y que le borran el mundo, terminen por comérselo y todo sea una negra oscuridad.

     Imagina la vida en primaria. Imagina un mundo con amigos, jornadas de juegos por las tardes y cumpleaños. Ahora imagina que ese mundo se esconde tras una densa capa de niebla que se va oscureciendo. Y piensa en el miedo a la oscuridad que es tan habitual en la infancia. La historia de Mafalda es la de Paola, aunque no es esa niña, pero si es una niña a la que dieron ese diagnóstico.
La historia de Mafalda es una historia de esperanza y de terror, de aferrarse a un mundo y también de protegerse de él, de buscar protección. Mafalda cuenta los pasos hasta un árbol porque en ellos mide la enfermedad que padece: 140, 120, 60... y cada paso que recorta se encoge un poco más el corazón del lector que no puede dejar de admirar la valentía aunque no tenemos claro si es valiente avanzar hacia lo inevitable, a fin de cuentas no hay otra opción. Lo que si hay es una vida que cambia, cosas que se quedarán para siempre en el camino y recuerdos que tal vez se acaben borrando, la diferencia con sus compañeros, la timidez... hay tantas cosas que se esconden tras un diagnóstico así que una niña es incapaz de darles su espacio a todas ellas. Y Peretti se lo da en poco más de doscientas páginas.
     Es difícil escribir con sinceridad un libro así, que uno lo crea, que tenga sus espacios tristes y también sus espacios felices. Que uno sienta que algo así sucede y sea el corazón quien tome las riendas de la lectura. Y eso es lo que destila esta novela con la que se inicia Paola Peretti.

     Me ha gustado El árbol de las cerezas. De hecho me ha parecido un libro terriblemente hermoso y es que, si algo tengo claro hace tiempo, es que para que algo sea hermoso no tiene que ser bonito. Este tiene las letras a flor de piel, quizás porque evita el dramatismo, porque ante un niño todo se protege y es la protagonista la que lo cuenta. No hay escena que no presencie la niña y eso, lejos de restarle dramatismo, se lo aumenta al conferir al libro una trama susurrada en boca de los adultos. Lo recomiendo, no lo dudéis.

     Y vosotros, ¿qué opináis de las fajas?

     Gracias.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

Kim. Rudyard Kipling



     "Allí estaba Kapilavastu; aquí el Reino Medio; allí Mahabodhi, la Meca del budismo, y allí Kusinagara, el triste lugar de la muerte del Maestro. El viejo inclinó un momento la cabeza sobre el mapa, silenciosamente, y el director encendió otra pipa. Kim se había dormido. Cuando despertó, la conversación, todavía torrencial, era más comprensible para él." 

     Hoy me apetece presentaros a un personaje que me marcó cuando lo leí. No se si por el momento en que cae el libro en mis manos, o porque me esperaba una lectura más ligera, me acompañó durante mucho tiempo y me di cuenta de que era un libro del que hablaba con regularidad. Tenía, por lo tanto, que hacerlo también aquí. Por eso traigo a Kim, Kim de la India si preferís.

     Os presento a Kimball O'Hara, Kim, un huérfano hijo de un soldado irlandés. Su vida transcurre en la India británica y pronto se perfila como un joven astuto. Allí conocerá a un lama que viaja buscando un río místico, y el joven decide acompañarlo. Durante el viaje, el que fue un buscavidas será utilizado para pasar mensajes por el Servicio Secreto Británico, iniciándose su carrera de espía y con ella sus aventuras.

 Este libro escrito en 1901 refleja, al igual que El libro de la selva, la situación global que se vivía. El mundo occidental se lanzaba a la conquista de los recursos existentes en continentes menos desarrollados. Se reparten tierras y personas y se desarrollan imperialismos y colonialismos. El autor nacido en la India pero de padres británicos, sabe capturar las dos partes de la historia, mostrándonos las costumbres del pueblo indio en un libro disfrazado de aventuras casi juveniles en un primer vistazo a su sinopsis.

     Pese a los más de cien años, no se nos antoja un libro extraño y entre espionajes británicos y rusos se nos van las páginas sin darnos cuenta y van haciendo mella sus personajes y los entornos en los que se mueven. Casi todo los autores contemporáneos de Kipling defendieron el imperialismo británico, su necesidad de expandirse y conquistar. No sucede así en este libro, donde el autor nos cuenta una extraordinaria aventura, recomendable para niños y que hace reflexionar a los adultos desde la perspectiva que nos otorga el tiempo transcurrido.

     Interpretado por Errol Flynn si que ha envejecido peor su versión cinematográfica y, si me preguntan a mí, sobre todo al final del libro. Final que, una vez más, me quedo con ganas de matizar pero que a mi me obligó a trasnochar para llegar al desenlace antes de dormirme.
      Es, en definitiva, uno de esos libros convertidos rápidamente en clásicos, que se oyen muchas veces y que vive a la sombra de El niño de la selva de Disney pero que no me arrepentí de descubrir.

     Me ha gustado Kim, pero era fácil, me gusta mucho su autor, su obra y también, para qué negarlo, su vida.

      Y vosotros, ¿habéis leído algo de este autor?, ¿conocíais su obra?

      Gracias.

     PD. Me encanta el olor a clásico por la mañana.

lunes, 23 de septiembre de 2019

Peyton Place. Grace Metalious


     "Bueno, ya sabes lo que dicen: los ricos tienen dinero y los pobres tienen hijos".

     Recuerdo haber visto a una maravillosa Lana Turner hace años en la adaptación cinematográfica de esta serie y haber pensado en leer la novela. Sin embargo, no ha sido hasta este verano que lo hice y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Peyton Place.

     Conocemos Peyton Place, una pequeña ciudad de aspecto idílico cuyos secretos están a punto de salir  a la luz. No es que en este tipo de ciudades no se cuenten secretos, de hecho, muchas veces se sirven a la hora de la cena exactamente igual que un buen asado, pero no se airean de forma pública. Saltando de personaje en personaje, aunque sobre todo nos centraremos en tres mujeres, descubriremos todas las faltas de la pequeña ciudad. Abortos, violencia, racismo,envidias... nada es ajeno a Peyton Place. Y todo ello lo viviremos a través de sus tres grandes protagonistas: Constance, Selena y Allison, hija de la primera.

     Cuando Peyton Place se publicó se formó un buen escándalo. En aquella época, las apariencias lo eran todo y a nadie le gustaba que destapasen los secretos de su vecindario. Peyton Place se convirtió en uno de esos fenómenos literarios que nadie confiesa estar leyendo, nadie encumbra como libro y, por supuesto, nadie agradece a su autora. Sin embargo, agua lleva el río cuando suena, no tardó en tener su propia adaptación cinematográfica y tampoco se hizo esperar la serie en una época en la que Netflix o HBO no eran el termómetro del éxito.
Peyton Place se publica, como ya he comentado, a finales de los cincuenta, pero está ambientado en el año 1939 en una ciudad que la autora conocía muy bien, Gilmanton. En el momento de publicación de la novela, los habitantes de la ciudad estaban lejos de sentirse orgullosos de su celebridad local, en lugar de eso se miraban con recelo unos a otros creyendo reconocer a los personajes de su tan odiado libro. Tanto es así, que a la muerte de Metalious, muchos pensaron que no era merecedora del cementerio de la ciudad y, aunque finalmente lo fue, alguien se encargó de comprar los terrenos cercanos para que su tumba estuviera sola. Pero vamos con la novela.

     Peyton Place desmembra la vida de una pequeña ciudad cuyo nombre de título a la novela pero que bien podría ser cualquier otra. En cualquier lugar. Tiene de alta literatura lo que la tortilla de patatas de alta cocina y, como sucede con esta última, causa el mismo placer banal durante su lectura. Al más puro estilo de Pequeñas mentirosas, por poner un ejemplo, la novela oscila entre la telenovela y el serial para enganchar al lector como si se tratara de una gripe que te incapacita para hacer otra cosa que leer una página más. Es cierto que hoy en día ni siquiera levantamos una ceja ante lo que en aquella época estoy segura que supuso un revuelo de tres pares de narices, pero, precisamente por eso, es Peyton Place un experimento que sigue funcionando tanto en la literatura como en la sociedad actual. Hay abortos, incesto, incendios, racismo y suicidios. Hay mujeres castigadas y hombres que no salen bien parados, personajes que son tan típicos que resultan casi caricaturas y otros a los que no terminamos de conocer ni siquiera por sus acciones. Conocemos a Selena, a Constance, también a Lucas y lo que hace con su hija, a Betty, a Ginny... sabemos que unos abusan de otras, que hay bofetadas y también hijas que son tratadas como una inversión. Desde luego que no lo pasan bien las mujeres, pero los hombres distan mucho de ser unos santos. Y, con todo esto y un siglo después, el lector sigue enganchado a las páginas de una novela que demuestra que seguimos siendo una sociedad de cortinas echadas y cotilleos a media voz que tratan sobre el vecino de al lado. Tal vez haya cambiado la forma en que la sociedad ve los pecados y tal vez en la calle uno no solo no se escandalice de ciertas cosas, sino que además lo revista de un trato de normalidad, pero si esta novela demuestra algo, es que en el fondo, cuando estamos a gusto y apenas nadie nos oye, tal vez no nos diferenciemos tanto de esos habitantes creados por Metalious que señalaban a otras mientras decían ¡Puta!. Y de hecho, posiblemente por ese motivo, Peyton Place ha envejecido demasiado bien.

     Peyton Place es una novela divertida, un serial en papel que apetece leer para evadirse del mundo y que, si bien no escandaliza, hará que nuestro lado cotilla sea muy feliz durante un montón de horas. Hagan la prueba, visiten Peyton Place. A fin de cuentas, leerlo tantos años más tarde hará que encontremos un montón de detalles de nuestras series favoritas.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


viernes, 20 de septiembre de 2019

Leopardo Negro, Lobo Rojo. Marlon James



     "El niño ha muerto. Y no hay más que contar. 
      He oído que en el Sur hay una reina que mata a quien le trae malas noticias. Así pues, si anuncio la muerte del niño, ¿estaré escribiendo también mi propia sentencia de muerte? La verdad se come las mentiras igual que el cocodrilo se come la luna, y sin embargo mi testimonio es el mismo hoy que mañana. No, no lo maté yo". 

     Tras su primera novela me quedé con la curiosidad de volver a leer a Marlon James, por eso ni lo dudé ante la preciosa cubierta de Leopardo Negro, Lobo Rojo. 

      Conocemos a El Rastreador, un hombre cuyo nombre es adecuado para su mayor capacidad. Su olfato le permite seguir el rastro de cualquier persona por muy lejos que esté. El Rastreador está contando su historia, aunque quizás testificando sea lo más adecuado, y nosotros seremos testigos de ella. Conoceremos a un hombre con poca tendencia a la socialización, sabremos de su fallecido padre y cómo el Leopardo aparece en su vida; sus primeras "misiones", sus intentos con el arco y habilidad con las hachas, su carácter y como, finalmente, su misión será la de encontrar a un niño desaparecido hace ya tiempo. Ahora nuestro protagonista ya no está solo, serán varios y dispares las criaturas que se unan a su comitiva.

      Ya he comentado muchas veces que la llamada novela de género parece ser, al igual que la zarzuela, uno de los géneros chicos de la literatura. La diferencia entre ambas es que en el caso musical se dice casi como un halago mientras que en la literatura esto viene a significar que no se le da demasiada visibilidad. Por eso me sorprendió que Marlon James entrase de lleno en la fantasía épica. Un escritor reconocido ya por su "Breve historia de siete asesinatos" que se mete de lleno en una historia como la que hoy enseño ha de tener, a la fuerza, algo que decir. Recuerdo haber pensado eso y también haber tenido curiosidad por lo que la crítica haría con esta novela; ignorarla o buscar explicaciones que justificasen no hacerlo. Se me olvidaba la tercera opción, "todas las anteriores".

     Leopardo Negro, Lobo Rojo es la primera parte de la trilogía Estrella Oscura aunque, no os asustéis, uno puede leerlo de forma independiente. Con una primera frase pensada para llamar la atención del lector, se presenta la historia de un hombre cuya capacidad para relatar historias es explotada por un espléndido narrador que dota a la novela de un tono que oscila entre el de cuentacuentos y voz en off de noche de brujas que atrae a un grupo de campistas junto a una hoguera. Y es que, en este tipo de novelas, el tono es importantísimo. James deja de lado la eterna Europa Medieval que tan bien conocemos por aparecer no solo en las novelas históricas, sino en una gran parte de las novelas de fantasía épica y se traslada a una suerte de África, menos conocida y, por lo tanto, más interesante al menos a priori. Las intensas descripciones proyectan los detalles de un mundo vivo ante un lector que no puede evitar permanecer atento para no perder detalle de cada personaje. Ahora que ya os he convencido de la importancia del lugar, os diré que lo que realmente me gustó fueron los personajes: ya sea el propio Rastreador, el Leopardo cambiante, el gigante que reniega de serlo, brujos, vampiros, unos seres curiosos que viven en el bosque... niños que son sacrificados al nacer por no ser como deberían... El universo de James es amplio y convincente y sus personajes son muchos y diferentes, y se antojan, sobre todo, reales.
No cabe duda que solo con esta frase, los aficionados al género ya se están frotando las manos, pero, ¿qué pasa con los que no entran habitualmente en este tipo de novelas? Ellos tienen una trama cuyo ritmo es, a ratos, similar al de un thriller (dentro de que James desconoce esa palabra que tantos lectores odiamos, "trepidante") en el que no sabemos nunca lo que va a suceder a continuación, la búsqueda del niño es el eje central de un libro que gira en torno a un protagonista nada simpático en el que nadie es amable y nada se viste como bonito. James, al igual que ya hiciera Ende con su ya famoso "pero esa es otra historia y ha de ser contada en otra ocasión" pone su muletilla para usarla de excusa y sumergirse en un libro complejo y a grades ratos duro, oscuro, lleno de hilos que se abren y se cierran para sumergir al lector en un nuevo mundo del que disfrutar. Si además tengo en cuenta las comparaciones que he leído de este libro con la obra de Tolkien, tengo que decir que me sorprendió más aún por la diferencia abismal entre el estilo de ambos.

      He disfrutado muchísimo de la novela de James, de su mundo brutal y cruel, de sus personajes atípicos y, en muchas ocasiones empáticos con situaciones de nuestra sociedad actual. He disfrutado con el Rastreador, un héroe que no lo es pero que tampoco se viste de antihéroe y ha resultado ser todo un descubrimiento para mi y también de su historia de historias. A fin de cuentas, ya os he dicho que este libro no trata solo de la búsqueda de un niño, en otro caso, no podría comenzar diciendo:
 "El niño ha muerto. Y no hay más que contar". 

      Leopardo Negro, Lobo Rojo es una gran historia no apta para ojos sensibles que he disfrutado de la primera página a la última. Quizás por eso he sido un poco más críptica de lo habitual a la hora de hablar del argumento y desmenuzarlo (aunque nunca me ha gustado contar demasiado en ese sentido) y me he centrado más en sensaciones. Hayáis leído o no a Marlon James, estamos ante una novela que hay que ir descubriendo poco a poco. Y creedme, si digo poco a poco lo digo en el más amplio sentido de la frase.

      No os he dicho apenas nada sobre lo bonitísimo que me parece el diseño de la cubierta y la alegría que me llevé cuando vi que no lo habían modificado. Sobre todo porque, colocado en la estantería de mi casa que corresponde a la editorial, uno no puede evitar mirar la rareza. Y es que, lo confieso, soy una superficial. Y vosotros, ¿os fijáis mucho en las cubiertas de los libros?

      Gracias.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

El instituto. Stephen King


     "Treinta minutos después de la hora prevista de despegue, el avión de la compañía Delta en que Tim Jamieson debería haber abandonado Tampa con destino a las luces brillantes y los latos edificios seguía estacionado ante la puerta de embarque de Nueva York. Cuando un empleado de Delta y una mujer rubia con una placa del servicio de seguridad entraron en la cabina, se oyeron premonitorios murmullos de insatisfacción entre los pasajeros hacinados en la clase turista."

     Tengo la mala costumbre de leer todos los libros de King, y digo mala porque de vez en cuando tengo la sensación de que se repite. Hoy traigo a mi estantería virtual, El instituto.

     Conocemos a Luke Ellis, un niño de 12 años dotado de una inteligencia extraordinaria que ha sido admitido ya en dos de las mejores universidades de Estados Unidos. Tras presentarse por trámite al examen selectivo Luke es secuestrado en su casa mientras duerme y sus padres son asesinados. Todo parece preparado para que la policía creo que él los mató y huyó después. Pero en realidad ha sido llevado a un lugar remoto llamado El instituto en el que llevan a niños con habilidades telepáticas o telequinéticas para someterles a una serie de pruebas antes de ser trasladados a lo que llaman la Mitad Trasera. Allí nadie sabe lo que sucede, pero como le dicen a Luke otros niños del instituto, nadie regresa. Y lo que les dice la directora del centro de volver a sus vidas como si nada hubiera pasado, tampoco parece demasiado probable.

     Si algo falta en la breve sinopsis que he dejado es hablar de Tim, que aparece citado en el párrrafo inicial. Tim es un policía caído en desgracia que quiere comenzar una nueva vida en Nueva York. sin embargo y siguiendo una serie de pálpitos, termina siendo sereno en una pequeña ciudad de DuPray. Un ambiente que todos sabemos que King domina: ciudades pequeñas, hombres que son nadie en particular y acaban empujados a una situación que jamás hubieran esperado.
     Y tras persentarlo, King se centra en el instituto y en esos niños con poderes. El lector habitual sonríe cuando no pocos personajes afirman que antes esos niños con poderes eran más normales. ¡Claro! solo hay que recordar El resplandor o Carry, pero eran otros tiempos, piensa el lector habitual de las novelas de King. Sin embargo aquí estamos otra vez ante unos niños que nos advierten no son superhéroes. Estos niños son elegidos por una suerte de organización que los vigila hasta el momento de ser llevados a este centro llamado instituto en el que un puñado de personas bastante mal encaradas se encargan de hacerles una serie de pruebas mientras les cuidan entre normas demasiado laxas. Sí, estaréis pensando, niños con poderes psíquicos y un instituto, ¿dónde está el riesgo para el autor? bueno, pues parece que no lo hay salvo el de aburrir al lector. Y ahí es cuando King tira de su narración habitual y fluida y se centra en el inteligentísimo Luke que se va fijando en cada detalle y se ve capaz de realizar la mayor proeza: escapar. Y, como no podía ser de otro modo, si escapa será para terminar dando con sus huesos en DuPray, consiguiendo así fundirse los dos escenarios favoritos del autor y un puñado de temas habituales ya que, por supuesto, Luke será perseguido.

     Llegados a este punto es evidente que no os voy a avanzar más datos relevantes sobre el libro pero si diré que me ha dejado satisfecha a un nivel bastante superior a su última novela. El instituto se disfruta con cierto aire nostálgico y sabiendo que la aparente superficialidad de los personajes y trama se ven completados por lo que ya sabemos del autor. Solo de este modo puede uno salir contento, en otro caso puede que esta novela se le quede corta.

     Y a vosotros, ¿os gusta King? Porque seamos serios... o se le adora, o se le odia. Sin puntos intermedios.

     Gracias.

lunes, 16 de septiembre de 2019

La paciente silenciosa. Alex Michaelides


     "No sé por qué escribo esto.
     No, eso no es verdad. A lo mejor sí lo sé, lo que pasa es que no quiero admitirlo ni ante mi misma".

     Abrimos la temporada de la rentrée del thriller del año con uno que se ve mucho estos días en librerías. Hoy traigo a mi estantería virtual, La paciente silenciosa.

     Alicia Berenson era una pintora de éxito con un matrimonio feliz, al menos hasta que la policía la encontró junto a su marido muerto. Él, atado a una silla y con varios disparos en la cara. Ella con heridas en las muñecas, sangrando y una pistola a los pies. Desde ese momento Alicia no ha abierto la boca y, habiendo sido declarada culpable del asesinato de su marido, se encuentra en The Grove. Lo más parecido a un testimonio es un enigmático cuadro en el que representa la escena encontrada por la policía.
     Conocemos a Theo Faber, psicoterapeuta. Un hombre con una carrera brillante que se siente irremediablemente atraído por la historia de Alicia Berenson, por eso deja un puesto prometedor para trabajar en The Grove y poder tratar a Alicia. Su única intención parece conseguir que ella le hable.

     La paciente silenciosa pertenece a eso que ahora llaman domestic noir aunque va un tanto camuflado de thriller. Con un muerto ya finado para cuando comienza la novela, la historia consiste en que descubramos en medio de un juego de luces y sombras qué ha sucedido en casa de Alicia y Gabriel, su difunto marido. Para ello, Michaelides introduce a Theo, un hombre que padece su propia obsesión y que es tratado, al igual que la propia Alicia, como una voz no fiable. A fin de cuentas, parece decirnos Michaelides, estamos en un centro psiquiátrico y el propio protagonista ha confesado que es una rama que uno estudia egoístamente, para sanarse. Y así comienza una investigación disfrazada de terapia en la que cualquiera puede estar implicado y a la que no tarda en unirse el diario de la propia Alicia.

      El problema de este tipo de juegos consiste en la credibilidad. Si estás escribiendo una novela en la que todo y todos son cuestionados, más vale que hayas dotado de personalidad a tus protagonistas, y ahí es donde falla la novela de Michaelides. En su objetivo que no parece otro que el de hacer una novela ágil y dinámica, el autor se apresura. El protagonista tiene todo demasiado fácil, las coincidencias acuden en socorro de la historia y uno acaba por preguntarse si realmente era todo tan sencillo de conseguir, por qué había permanecido callada tanto tiempo la protagonista de la novela. El diario, que está bien escrito en tono y formas en un comienzo, llega a un punto insostenible y, no solo eso, sino que yo sigo preguntándome sobre la improbabilidad de su existencia. Cierto es que en mi cabeza la resolución de la novela no era exactamente la elegida por el autor, pero tengo que decir que sigo pensando que para mi era mucho más verosímil que lo que se nos ofrece.

     La paciente silenciosa es una novela coja. Cierto que es fácil y entretenida, pero, si bien hay libros que exigen al lector demasiado esfuerzo durante su lectura para ser disfrutados, otros como este exigen al lector que pase por alto demasiados detalles.

    Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

sábado, 14 de septiembre de 2019

Leer a escondidas


     "Y menos aún podían protegerme de mis pesadillas, esas que inexorablemente llegaban cada noche, aunque yo intentase mantenerme despierto a fuerza de leer el mayor tiempo posible, escondido bajo las sábanas y con una linterna. ¡Como si la luz de una lámpara de aceite pudiese contra aquellas sombras vivientes".
Dark Fantasies.

     El libro parece haberse vuelto un complemento. Ahora hay colgantes literarios, bolsos e influencers de esos que, sin haber leído demasiado, han convertido al libro en un objeto imprescindible del outfit ideal. Pero nosotros tenemos también nuestra cuota de culpa. Seamos sinceros... no hay lector que no mire una vela con olor a libro, un atril o un marcapáginas... y ahora muchos lo fotografían. Nos parapetamos detrás de un libro que mostramos sin pudor... salvo que sea de esos libros que preferimos esconder.

      ¿Qué motivo puede tener un lector para esconder un libro? Y ahora es ese momento en el que todos estáis pensando en aquellas famosas cincuenta sombras que nadie reconocía haber leído pero cuyas ventas superaban a cualquier otro libro publicado en los últimos años. Ya conocemos el fenomeno. Vamos a llamarlo "fenómeno Dan Brown" ya que fue uno de los que inauguraron esa tendencia a renegar de lo comprado y leído hasta tres veces en una semana mientras que las listas de ventas cantaban acusadoras que no había familia en la que al menos hubiera entrado un ejemplar. ¡Que se lo digan a Tom Hanks! Y sin embargo no es este el único motivo para renegar de una lectura.
Recuerdo haber leído Pornografía, un librito magnífico que llevo años recomendando, entre miradas de reojo de acompañantes de metro y también como había una colección de libros de nombre La sonrisa vertical que vivían única y exclusivamente en las librerías, ya que no había lector exhibicionista o casa con estantes que mostraran uno solo de sus rosados lomos. Y ahí seguía año tras año entregando premios para fantasmas... o tímidos. Pero era aquel un momento en el que el sexo era algo que se llevaba en privado, y uno no llevaba el Kamasutra o Historia del ojo alegremente por la calle. El primero por lo obvio y el segundo, por si acaso. Gracias a dios esos tiempos pasaron y ahora... ahora los llevan si acaso en formato digital.
Hay sin embargo otros libros que hablan de muertes desde un punto de vista macabro, que supera a la novela negra por mucho, que tampoco somos capaces de exhibir en su lectura. Y, si bien hay parámetros cambiantes en cuanto a lo que vamos aceptando o no mostrar como lectura propia, siguen existiendo lagunas y parcelas privadas. Cadáver exquisito es el ejemplo perfecto de estas lagunas: bajo un título aparentemente inocente, se esconde una novela que poca gente soporta sin pestañear y que nadie querría que un compañero de transporte público leyera sobre su hombro. Y sin embargo es más fácil atreverse a salir con eso a la calle que con La máquina de follar. Aunque luego en esas redes en las que se exhiben las lecturas veamos a Bukowski de forma habitual. Son mundos paralelos.

     Los lectores mostramos un punto de provocación, irreverencia o tal vez estupidez. O quizás simplemente sean arrebatos no disimulados: renegamos de leer un clásico, porque uno se siente así provocador de ballenas y tolstones, o echamos pestes de la última novela bestseller porque nos sentimos de este modo contracultura. El caso es negar. Y es que, en el fondo, yo creo que lo que nos gusta es leer a escondidas. Como esos niños que se meten bajo las sábanas con una linterna para seguir leyendo y que yo solo he conocido en las películas. Pero quién sabe, tal vez sean como las meigas...

     Y vosotros, ¿estáis dispuestos a confesar alguna lectura oculta? Personalmente confieso haber leído todos y cada uno de los libros aquí citados.

     Gracias.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Las manos pequeñas. Andrés Barba


     "Su padre murió en el acto, su madre en el hospital.
     'Tu padre murió en el acto, tu madre está en coma' fue la frase exacta que escuchó Marina, la primera que escuchó. Se puede posar la manos sobre cada sinuosidad de esta frase, sobre esa frase preñada e incomprensible:
     'Tu padre murió  en el acto, tu madre en el hospital´".

     Andrés Barba es de esos escritores que no necesitan muchas palabras para llamar la atención del lector y estremecerlo. Por eso me gusta. Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual Las manos pequeñas.

      Conocemos a Marina, una niña de siete años que pasa por una de las peores tragedias imaginables: sus padres fallecen en un accidente de tráfico. Ella, pasados dos meses de hospitalización, recibe el alta y, ante la falta de una opción mejor, es llevada a un orfanato. Allí Marina descubre a sus compañeras, a las que mira y teme, a la vez que ellas fijan su mirada en la niña nueva que ha tenido una vida fuera de los muros del orfanato. Marina es diferente y les hace sentir diferentes, por eso la miran, por eso la quieren, por eso la temen. Y entonces comienza el juego de la muñeca.

     Esta es una novela con extensión de relato. Es un relato con profundidad de novela y también es una historia que no hace tanto sucedió en un orfanato de Río de Janeiro un poco edulcorada (aunque no lo parezca). Es una historia perversa sobre la inocencia y una mirada alternativa al individuo y al grupo en una novela con voz colmena durante gran parte de la narración. Y todo ello lo es en apenas 112 páginas. No hace falta más.

    El autor comienza por centrarse en Marina, la niña golpeada por la desgracia. La deja sin saber cómo reaccionar, sin dramas, sin asimilar, en un mundo de adultos. Y lo hace dejándole una cicatriz en el alma tan profunda como la que tiene en su cuerpo. Y con una muñeca a la que hay que lamer los ojos para que pueda ver. La muñeca es importante, pensamos, es parte de Marina, de su vida presente. Lamerle los ojos, humedecerlos: Marina no llora, descubrimos en ese momento. Y entonces la niña llega al orfanato.
Los orfanatos son lugares utilizados muchas veces como centros del terror y la tristeza, quizás por eso Barba se empeña en hablar de un lugar bonito, una estatua al frente y un payaso con una pizarra anunciando una excursión en la entrada. Es un orfanato, un edificio nada más. Marina se acobarda ante el edificio, pero ansía la compañía de las otras niñas. Le recibe un lugar vació, hay una excursión, y ella mira los cajones con nombres de colores que pertenecen a las que ya son sus compañeras aunque no las conozca y fantasea con encontrar su nombre en otro cajón.

     Y entonces sus compañeras llegan. Se miran como aquellos amantes cíclopes de Rayuela, se miran hasta distorsionarse y el narrador acoge la voz colmena de un sentimiento conjunto del resto de las niñas del orfanato: la curiosidad, el miedo, el rencor hacia la vida que tuvo y el rechazo hacia el dolor que la lleva a ser su compañera. La cicatriz, la incapacidad para gestionar todo ello. Quieren saber que hay un mundo pero no sentir que se lo pierden, quieren acercarse a la niña de la muñeca pero también quieren que le duela y Marina mira sin acercarse, viola la necesidad de las otras niñas de tener su mundo a parte, necesita ser parte de ese mundo y a la vez necesita ser Marina, ella. La que lame los ojos de su muñeca. Barba hace un fantástico trabajo recreando la voz de la infancia que se debate entre la absoluta pureza de sentimientos, ya sean buenos o malos, y la muestra de lo mejor y lo peor. Ancla a una niña a una muñeca, y otro niño se la arrebatará. Los niños sufren, los niños desean, los niños son crueles... los niños, niños son.
     No hay muñeca. Marina la había enseñado, había contado lo de los ojos de su muñeca. Hace falta una muñeca. Ella le contaba sus secretos a la muñeca. ¿Y si ahora una niña es una muñeca?
     Los niños juegan.
     Los niños son impulsivos.
     Cada niña una muñeca. Secretos, Silencios, despersonalización. La colmena habla, ya sabemos que beben de Marina y también que desprecian lo que beben. Sabemos que cuentan sus secretos y que las cosas no son como antes de la llegada de la nueva. El camino del juego lo anticipamos, no hace falta ser muy listo para ver a dónde nos va a llevar, pero no por eso el libro pierde fuerza. Al contrario. La angustia de quien ve que va a suceder algo terrible sin poder hacer nada se hace presente y nos lleva a las últimas páginas de una novela estremecedora y palpita con la voz de la realidad. Andrés Barba lo ha vuelto a hacer.

     Las manos pequeñas es una novela corta o relato largo del que es imposible salir ileso. Es imposible no leer a Andrés Barba.

     Y vosotros, ¿qué libro tenéis en las manos?

     Gracias.

viernes, 6 de septiembre de 2019

La huella del mal. Manuel Ríos San Martín


     "Diecisiete abrió los ojos más temprano de lo habitual. Tampoco había podido dormir tranquilo esa noche. Durante unos instantes permaneció inmóvil contemplando los primeros rayos de sol que se filtraban entre las ramas de los abedules bajo los que descansaba la tribu. Escuchó con atención. El bosque permanecía en silencio, pero le había parecido oír sonidos extraños provenientes de las cercanías y tenía que comprobar de qué se trataba. Se incorporó sin hacer ruido, tratando de no despertar al resto del clan, formado por tres hembras adultas, una anciana y más de diez crías de diversas edades. Los otros dos machos, algo mayores que él, habían salido de caza. Diecisiete era alto, de tronco fuerte y erguido, cejas prominentes y muy velludo. Apenas tenía veinte años y era capaz de recorrer kilómetros sin cansarse en busca de comida. El territorio donde se había asentado su tribu varias estaciones atrás era rico en frutos secos, setas, semillas y pequeños mamíferos. Pero llevaban unas jornadas de escaramuzas con otro grupo de homínidos instalado cada vez a menos distancia, y algunos miembros de su clan habían resultado heridos en los enfrentamientos. Las dos tribus se estaban tanteando".

     El motivo más frívolo para comprar un libro es que te guste su cubierta. Y, sin embargo, aquí estamos, con el libro que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de La huella del mal.

     Conocemos a Daniel, un expolicía que ahora se dedica a la investigación privada, y a Silvia, inspectora de la UDEV. Y los conocemos tras la aparición del cuerpo de una joven en Atapuerca. No tardan en relacionar esta muerte con otra ocurrida en un yacimiento de Asturias años atrás, solo que esta vez no han de permitir que se repitan errores.

     La huella del mal es una novela entretenida en la que, a través de una localización más que conocida y atractiva para millones de turistas, el autor da forma a un caso de asesinato, unas vidas y una serie de preguntas sobre el bien y el mal que plantea al lector. Con un comienzo efectista y muy cinematográfico, nos presenta el escenario en el que aparece el cuerpo de la joven Eva. Un escenario que, si alguien ha visitado el lugar, reconoce inmediatamente. Lo mismo sucede en el libro, ya que no tardan en relacionarlo con otro caso sucedido años atrás y este es el motivo para que llamen a Silvia y a Daniel, quienes junto al Comisario Mendoza, el juez Vázquez de Mella y un novato llamado Rodrigo, tomarán las riendas del caso. El autor crea para la ocasión algún personaje para que el lector no se pierda entre datos y tecnicismo y consigue, y es un mérito, que no nos resulte pesado ni siquiera en los momentos en los que toca aclarar y explicar detalles que, en honor a la verdad, me han parecido francamente interesantes. Y es que, además del caso, cuyo camino hacia la resolución se sigue con cierto interés, y digo cierto porque superada la mitad de la novela ya me olía el camino que iba a tomar y eso que os aseguro que no soy una mente privilegiada, Ríos San Martín nos propone unas reflexiones de lo más interesantes sobre la conciencia, el bien, el mal y el paso del tiempo (está claro que uno no puede ambientar un libro en Atapuerca y no hablar de evolución, sin embargo me ha gustado tanto el camino como la forma en la que en este caso se ha optado por hacerlo).
     Pudiera parecer entonces que la novela es redonda, pero los lectores somos seres inconformistas que vamos perdiendo la inocencia conforme leemos y, si bien me olí la resolución del caso sin que ello afectara demasiado a mi lectura, la relación amorosa si que lo hizo. Y es que no he dicho hasta ahora que Silvia y Daniel tienen una historia que viene de atrás y que en su momento... bueno, eso lo leéis. El caso es que parecemos empeñados en colar una historia romántica en los libros, hemos pasado de la tensión sexual entre los protagonistas a las relaciones presentes o pasadas y, personalmente, de un tiempo a esta parte creo que les resta originalidad a las novelas. Termina por ser un lastre que cuesta llevar.

     No diré que La huella del mal es una novela originalísima, porque he reconocido más de un rasgo común, pero si que es entretenida si uno busca pasar un par de tardes. Se lee con comodidad y apetece avanzar por una escenografía visual y poco habitual descubriendo, sobre todo, a Samuel que es sin lugar a dudas lo mejor de la novela. Al menos para mi.

     Y vosotros, ¿os fijáis mucho en la localización de las novelas?

     Gracias.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Máquinas como yo. Ian McEwan


     "Era el anhelo religioso con el don de la esperanza; era el santo grial de la ciencia. Nuestras ambiciones fluctuaban -más alto, más bajo- gracias a un mito de la creación hecho real, a un acto monstruoso de autoamor. En cuanto fuera factible, no tendríamos otra opción que seguir nuestros deseos y atenernos a las consecuencias".

     Cada libro suyo, cada entrevista, cada página, cada palabra, cada letra... Hoy traigo a mi estantería virtual, Máquinas como yo.

     Estamos en Londres en los años 80, en un mundo un poco diferente al nuestro, son detalles aparentes que han cambiado cosas importantes. Alan Turing jamás comió la manzana, y el mundo tecnológico sufrió una revolución temprana. Allí conocemos a Charlie y a su vecina Miranda, de la que está enamorado. En la calle han aparecido unos robots que parecen personas, casi perfectos, y el ser humano ha decidido en su modestia ponerles los nombres de Adán y Eva. Eva se agota antes así que Charlie se compra un Adán que termina siendo manipulado por Miranda. Adan es la perfección, pero ¿qué pasa cuando es la perfección la que mira a los humanos?

     Hace ya unos cuantos años que Irving escribiera Personas como yo, un libro en el que se desnudaba quedando a merced de la escrutadora mirada del lector que se cuenta entre mis favoritos. Ahora le toca el turno a McEwan de jugar con esa sentencia y escribe Máquinas como yo, un libro en el que se desnuda Charlie para el lector, el ser humano para las máquinas y el lector, como no podía ser de otro modo en una novela de McEwan, se revuelve incómodo en la silla. Y es que siempre que veo a alguien decir que las novelas de McEwan son bonitas, no puedo evitar sonreír. McEwan disfruta incomodando al lector mientras no pierde un ápice de su aplomo inglés, representado perfectamente en la prosa cuidada y el placer que provoca leerlo. Aunque nos incomode como feto no nato o como menor que quiere tomar decisiones propias.

     En esta ocasión entra en la ciencia ficción como excusa para relatar su historia. Y lo hace, creo yo, en los años ochenta simplemente por satisfacer su capricho de que Turing aparezca en el libro, ya que poco más puede afectar a esta novela la época en la que acontezca salvo el dar a Turing el lugar que hubiera merecido en la historia (y posiblemente unos cuantos méritos de más). El caso es que hasta aquí y poco más llega la ciencia ficción, porque a McEwan lo que siempre le han interesado son los dilemas morales. Y conocemos a Charlie, enamorado de Miranda, egoísta, tranquilo y un tanto obsesionado en el tema de la robótica. Por eso llega Adan a su casa. Bueno, por eso y por la falta de Evas, como ya he comentado. Y es la llegada de Adam la que agita al lector. Adam es perfecto, incluso por fuera, y Charlie no puede evitar sentirse un poco amenazado. Aunque quizás si lo "cría" junto a Miranda, quién sabe lo que puede pasar. Pero, como cada vez que alguien dice quién sabe lo que puede pasar, algo inesperado sucede. Adam mira a Miranda y la escruta desde su fría e inalterable perfección dando una opinión nada positiva de la joven a su legítimo propietario a la vez que miranda no puede evitar fijar su parte más carnal en el robot. La cosa, como os podéis imaginar, se complica por momentos, se siente la traición y el juicio del robot incapaz de tener sentimientos pero en un aprendizaje constante que hará que nos preguntemos hasta qué punto está bien verse escrutado, que no es lo mismo que pedirle a Adam que lo haga con otros. Aparecen más personajes mientras Adam avanza y el autor aprovecha ocasiones en las que nos recuerda que allí no todo son personas, pero la moral se le parece aplicar por igual a todos los integrantes de la novela. Y aquí llega la gran pregunta, ¿es eso adecuado?, ¿podemos dar conciencia? Y da un paso más, ¿y si nos pasamos al crear algo como Adam capaz incluso de juzgarnos?
     Ahí está. Estamos leyendo a McEwan. Nos revolvemos. Miramos al gran descubrimiento de la novela, Mark. Mark es puro McEwan, os dejaré descubrirlo, yo solo lo nombro, ni siquiera os doy una pista de su papel. Y también dejaré que descubráis la conciencia.

     Máquinas como yo es una gran novela. No es la mejor del autor, entiendo a quien dirá que es una de sus novelas menores. De hecho, si pienso en sus tres últimas novelas, todas lo fueron. Uno termina de leer a McEwan y cree que la historia ha terminado, sin embargo, parte de su grandeza es que sus novelas crecen con el tiempo.

     Hoy he expuesto mi pasión por las letras de un escritor, ¿podéis nombrarme vosotros a alguno que os provoque lo mismo?

     gracias.

lunes, 2 de septiembre de 2019

Felices como asesinos. Gordon Burn


     Basado en un hecho real.

     Los asesinos en serie son espeluznantes, aterradores, sociópatas que muchas veces se disfrazan de normalidad. Los asesinos en serie ocupan las páginas de los diarios, las noticias, horas y horas de series, libros y películas y documentales. Pero, sobre todo, los asesinos en serie existen. Hoy traigo a mi estantería virtual, Felices como asesinos.

     Conocemos a Fred y Rosemary West. Este matrimonio ya había sido denunciado en su día por la canguro que trabajaba en su casa, pero ahora han aparecido restos humanos en su jardín. Son los huesos de su hija Heather. Por si fuera poco, cuando la policía excava comienzan a aparecer huesos de otras mujeres, parece que ocho.¿Quienes son Fred y Rosemary?

     Me acerqué a este libro por la comparación constante con "A sangre fría" uno de mis libros favoritos. Sin embargo, más allá de una supuesta investigación basada en unos asesinatos reales, poco o nada tiene que ver un libro con otro; si acaso que ambos tienen letras. "A sangre fría es una investigación exhaustiva mientras que "Felices como asesinos" entra peligrosamente en el terreno de la ficción ya que, en primer lugar, hay mucho agradecimiento, pero poca fuente citada. Además de eso, se acerca peligrosamente al terror tanto por la crudeza de las escenas de sexo y muerte o agresión que representa el autor, como por el tono utilizado en ellas. Incluso basado en la ausencia de sujeto al que dirigirse o de verbo, cae en  un tono y unas formas a ratos erráticas que consiguen poner los pelos de punta a cualquier lector empeñado en meterse en la cabeza de este escalofriante matrimonio.
     Lo que hace el autor es retroceder para intentar desnudar a Fred y Rosemary. Sabemos que encuentran huesos, sabemos que ya fueron denunciados y también conocemos sus finales, peses a que, a mi modo de ver hay una duda que no se satisface o, al menos a mi, no me ha dejado las cosas tan claras como me hubiera gustado.

     Una de las cosas que más asustan de este tipo de casos reales es, por encima de lo terrible de sus actos, la facilidad con la que han pasado desapercibidos durante años pese a que hayan desaparecido mujeres relacionadas con su entorno. Es esa suerte de vulnerabilidad que despierta en cualquier lector, lo que hace que la novela se vuelva intranquilizadora desde las primeras páginas y será la crudeza con la que avance la que la haga no apta para estómagos sensibles. Uno se pregunta si no vivimos en una época de pornografía, en la que todo se exhibe hasta el tuétano y la pornografía menos porno es aquella con la que relacionamos en primer lugar la palabra: es decir, la sexual.

      El libro en su conjunto funciona, ya que decir que un relato así ha gustado ralla con el dilema moral, sin embargo es difícil abstraerse a los fallos comentados en el tono y las formas, así como el referido al desenlace relacionado con Rosemary. Recomendarlo en este caso es un riesgo, ya depende de cada uno, de su interés, curiosidad, estómago y capacidad para dormir tranquilo. Yo, en mi caso, no me arrepiento de haberlo leído.
     En cuanto a las modas ahora tengo curiosidad por saber si habrá serie. Ya me entendéis...

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.