"Como todos los años, el día de Fin de Año fui a recoger a Madrina para acompañarla a visitar a mamá.
Madrina es una madera antigua bien conservada. Vive sola en una casa llena de luz, donde lee novelas policiacas y charla con las fotografías enmarcadas de su marido. De vez en cuando cambia de repisa y habla con la foto de mamá, principalmente de mí."
Hay muchos libros que, cuando los abrimos, contienen un testimonio puro más que una historia. No se trata tanto de lo que sucede sino del camino por el que nos van llevando. Son libros extraños, que nos dejan perplejos por lo cerca que nos cuentan su historia y que, precisamente por ello, suelen ser bien acogidos. Sale a la venta uno de esos libros, por eso lo traigo a mi estantería virtual. Se titula, Me deseó felices sueños.
Podría empezar diciendo lo que es Massimo, el autor, el adulto... pero prefiero empezar contando que fue un niño. Un niño que perdió a su madre con apenas nueve años y no comprendía lo que estaba sucediendo a su alrededor, había perdido el calor que da una madre y tuvo que darse cuenta de ello. Con el tiempo, este niño va creciendo incompleto, echando en falta ese amor, esa persona especial que tenemos al lado y recordándola a partir de la mirada de un niño, con adoración.
"No lo vi venir."
Esa fue mi primera frase al terminar el libro. Y no deja de sorprenderme puesto que es el final adecuado para que todo encaje, pero... no lo vi venir. Me sumergí en una historia tierna, doliente, contada con ojos de niño y pluma firme. Acabé acompañando a ese niño a la salida del colegio, sintiéndole solo mientras sus compañeros se abrazaban a sus madres. Lo veía colocarse debajo de un árbol que nadie me había dicho que existía a imaginar que era uno de esos niños. Porque eso consigue el autor al contarnos su historia: calar hasta los huesos con sus letras. Todos miramos a nuestra madre, sobre todo de niños, para cuidarnos, para darnos su apoyo y sus abrazos. Y todos la echamos en falta si no está, porque las madres, no deberían envejecer. Por eso entendemos que un niño se pierda sin ella, que la busque en abuelas, en niñeras, en mujeres que se va encontrando por el camino durante su crecimiento. Entendemos que queda desamparado ante los mónstruos que habitan debajo de la cama porque así nos lo dice. Y nos lo dice con mucha sencillez, en poco más de doscientas páginas que seguimos para que nos cuente su historia deseando que se sobreponga y viendo como la vida le va dando una de cal, y una de arena.
No busca sentimentalismos, los sustituye por esa lógica aplastante que hace que un niño le pregunte a su padre, al que ve deprimido, si es peor perder a una esposa que a una madre. Y lo pregunta con verdadero interés en la respuesta, con curiosidad casi científica. Por eso acepta la respuesta, que lo explica que es peor perder a una madre, porque las esposas se pueden sustituir. Está claro, tienen razón, no hay más que decir. Al menos en ese momento, porque llega un punto en el que todos crecemos y maduramos, y tenemos que cerrar puertas y limpiar los rincones del alma para seguir adelante. Y necesitamos hacerlo y tener cada cosa en su sitio, aunque hayan de pasar 30 o 40 años para poder hacerlo. Necesitamos mirar en los rincones y, tal vez, contárselo al mundo para poder perdonar. Y eso hace Massimo, contarnos su historia delante de un café, sentados a la mesa y sin nadie alrededor. Porque es una historia privada, y así nos la transmite.
Y a vosotros, ¿no os pasa a veces leyendo una historia, que tenéis esa sensación de estar ante algo privado que no deja de serlo por estar expuesto en un libro?
Gracias
PD. Os dejo el booktrailer
Y quería daros las gracias por la extraordinaria respuesta a la chica que lee, que somos muchas y muchos, porque también ha quedado eso claro.