martes, 30 de octubre de 2018

Sabotaje. Arturo Pérez-Reverte


     "Bajo la pérgola de la terraza se veían cinco manchas blancas y un punto rojo. Las manchas correspondían a la pechera y el cuello de una camisa, dos puños almidonados y un pañuelo que asomaba en el bolsillo superior de una chaqueta de smoking. El punto rojo era la brasa de un cigarrillo en los labios del hombre que permanecía inmóvil en la oscuridad".

     Con la cadencia adecuada nos llegaba después del verano la tercera entrega de las aventuras de Falcó. Hoy traigo a mi estantería virtual, Sabotaje.

     Volvemos con Lorenzo Falcó, estamos en 1937, y su jefe le encarga sabotear el cuadro Guernica de Picasso, para que no llegue a la Expo Universal, amén de neutralizar a un comunista francés.

     Decía Reverte que tenía ganas de escribir una novela de espías y así nació Lorenzo Falcó y la trilogía que ahora muchos piden siga sumando entregas. Y nació Falcó, mercenario sin escrúpulos, castigador de las mujeres y un reto para que cualquier lector hable de él sin utilizar el término "hijo de puta" (de verdad, parece casi obligado cuando uno habla de este personaje utilizar ese insulto tan malsonante). En esta ocasión y tras haber pasado por Tánger, estamos en París, el París de los años 30, tan tratado en la literatura, atractivo intelecutalmente y lleno de nombres hoy de sobra conocidos y que el autor introduce en la novela más o menos disfrazados para que cualquier lector avispado sea capaz de identificarlos. Ver a Hemingway en Gatewood, a Peggy Guggenheim en Nelly Mildenheim o a André Malraux en Leo Boyard son algunos de los ejemplos del trabajo de inserción realizado por Pérez-Reverte para esta entrega. Y por supuesto, Picasso, al que presenta desprovisto del aura habitual, convirtiéndose en una presencia que me ha resultado casi divertida en la novela. Por lo demás la trama es rápida y Reverte mantiene un buen pulso narrativo para que el lector se sienta tentado a no abandonar la lectura en ningún momento, fin último de esta trilogía en la que ha desplegado todas sus armas para entretenernos.


     Me ha parecido excesiva la necesidad que parece tener Reverte de contarnos una y otra vez la buena planta del protagonista, casi tanto como alguna de sus poses repetitivas y un tanto casposas que no van a poder ser siempre justificadas con aquello de "eran otros tiempos". En cuanto al sexo, tema que en la entrega anterior se le fue de las manos, ha optado por ser un poco más comedido, como si el interés de su protagonista por el género femenino en general se hubiera visto afectado por su percepción de Eva. En todo caso, se lo agradezco y me quedo con las ganas de preguntarle si el beso de Dietrich fue un capricho personal más que una exigencia de la trama.

     Sabotaje es, en definitiva, una novela de intrigas, barbaries, traiciones, muerte, asesinos y sombras que te hace pasar un rato entretenido y cuyo final queda efectivamente más cerrado que las anteriores entregas. En mi opinión, una entrega mucho mejor que la anterior.

     Reverte es uno de esas personas que han llegado a convertirse en personajes por su carácter y sus interacciones incluso en las redes sociales. Eso ha provocado que se mezcle en muchas ocasiones la percepción del autor a la hora de valorar su obra, Así que decidme, ¿influye lo que pensáis del autor a la hora de decidir leer o no un libro suyo?

     Gracias.


lunes, 29 de octubre de 2018

El heredero. Jo Nesbo


     "Rover miró fijamente el blanco suelo de hormigón de aquella celda rectangular de once metros cuadrados. Mordió con fuerza presionando sobre el diente de oro que sobresalía ligeramente en la mandíbula inferior. Había llegado a la parte difícil de la confesión".

     Nesbo suelta a su archiconocido Harry para dar a sus lectores un volumen independiente. Se agradece. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, El heredero.

     Sonny Lofthus era feliz hasta que su padre, un admirado policía, se suicida dejando una nota en la que reconoce ser quien pasaba información al principal líder del crimen en Oslo. Para cuando nosotros conocemos a Sonny, han pasado doce años y está en prisión, allí vive con una adicción alimentada por el capellán y una fama sanadora entre sus compañeros. Sin embargo, toda su vida cambia de nuevo cuando un compañero de prisión relata su historia y descubre que quizás la muerte del padre de Sonny no fuera más que una puesta en escena para ocultar algo más.

     Así descubrimos a Sonny, en el momento en el que decide que quiere saber qué sucedió realmente con su padre, y este es el punto en el que Nesbo dispara su novela. Sonny luchará por su memoria buscando demostrar que no solo su padre no era el topo, sino que éste sigue en las calles de Oslo y quizás sea uno de los compañeros inseparables de él. Como siempre, Nesbo busca acción, por lo que el capellán aparece muerto, se involucra la policía y nos presenta así a Kefas y también a los malos malísimos de la novela. Y orquesta una novela que tiene todos los ingredientes básicos, desde el policía dicto de incuestionables habilidades, hasta el superior patán, pasando por el gran cerebro criminal. No hay un cliché que se le escape y tampoco un capítulo que no destile violencia. Y no lo oculta, es su sello. Ya lo presenta en la terrible escena protagonizada por una joven y un perro que relata uno de los presos en las primeras páginas. Estás leyendo a Nesbo y tal vez tu estómago no esté preparado, parece decir. Así que los fans de la pluma del autor deberían de estar satisfechos. Sin embargo y esta vez me he tropezado con un problema y es que, como comentaba antes, no le falta ni uno solo de los ingredientes típicos o tópicos del género, del funcionario malo al prisionero lector, Nesbo ha conseguido que quepan en las aproximadamente 520 páginas de esta novela y eso, unido a los giros, acaba afectando a la credibilidad de la historia. Una historia concebida como un uro entretenimiento y cuyos derechos ya han sido adquiridos para ser llevada a la gran pantalla. Bien, si digo la verdad, no me sorprende, promete mucha acción y no dejar un respiro al espectador, sin embargo el lector acaba con la sensación de exceso de interés en ser eso que ahora llaman trepidante y hubiera agradecido un pequeño recorte en la extensión de la novela. Quizás por eso he sido más escueta de lo habitual, pero era eso o enredarme a contar cada detalle, así que lo prefiero resumir en que no hay un inmundicia de los bajos fondos que no aparezca, ni una opción que no se baraje en este mundo marcado por la maldad. Y frente a ellos, el heredero.

     El heredero es una novela entretenida concebida para leer sin pensar y tampoco hacerse demasiadas preguntas.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

   

lunes, 22 de octubre de 2018

Hope. Wendy Davies


     "Aprender a olvidar es una de las primeras lecciones que debes aprender cuando el tiempo pasa y tú no. Acabas por darte cuenta de que los recuerdos son cicatrices del alma y que no existen tiritas ni medicinas para corazones llenos de melancolía. El único tratamiento es el olvido.
     Y eso es extraño, sobre todo cuando los demás te olvidan pero tú eres incapaz de olvidarlos a ellos".

     A veces es algo tan simple como la estética lo que nos conduce a un libro y no miramos autor ni sinopsis. No es frecuente pero pasa. A veces. Hoy traigo a mi estantería virtual, Hope.

     Conocemos a Hope, una niña que por una tragedia ha perdido la capacidad de escuchar las palabras. No es sorda, solo que no escucha las palabras. En ese punto tan limitado, con una familia marcada por dicha tragedia, Hope se topa con el Serendipity y su regente, a quien puede milagrosamente oír. Y allí con nuestro narrador, una marioneta de la que ya no querrá separarse. Junto a ellos veremos como Hope crece y vive.

     Wendy Davies es un seudónimo tras el que se esconden dos blogueras cuya pasión por las letras les llevó a escribir. Lo cierto es que fue toda una sorpresa descubrirlo, y lo descubrí tras la lectura al ver que hablaban de "las autoras". Y es que, en estos mundos literarios, los seudónimos son cada vez más frecuentes.

     Y así es como llegué a Hope, un cuento para adultos cuya portada me enamoró quizás porque me recordaba a lecturas anteriores. Y es cierto que el comienzo es hermoso y también que la idea de cuento otorga una magia especial a una historia narrada por una marioneta. Sin embargo, y posiblemente sea porque jamás lloré viendo Toy Story, la historia me ha sabido a caramelo azucarado y poco más. Tiene frases bonitas que podríamos entresacar de esta historia, pero le falta pulso al argumento si queremos valorarlo como una novela. Hope se queda corta en su crecimiento personal y mi primera percepción de ello fue el momento en que dieron una edad la primera vez. Recuerdo que pensé que no era posible, porque si algo tenía la historia, es que la niña era normal excepto esa incapacidad para escuchar palabras. Quizás un punto de vista más adulto, más realista, hubiera estropeado el resto ya que en este tipo de libros necesitamos creer a la hora de entrar en ellos, pero si nadie te avisa, el tortazo es de órdago. Y eso es lo que me ha pasado a mi, percibía lo hermoso de las imágenes que las autoras proyectaban y también lo cuidado de las frases, pero me resultaba tan azucarado y manido que no era capaz de sentir empatía alguna por los protagonistas. Al final, lo he terminado con la sensación de no estar ante un libro malo, sino ante una lectura totalmente desaprovechada por mi parte, porque le veía el potencial para otros lectores.

     Como cuento en cambio es bonito, con moraleja, ternura, su parte trágica y también su crecimiento y consuelo. Básicamente con todos los ingredientes que debe de tener un cuento, incluida una protagonista entrañable y un Pepito Grillo narrador con un punto de sabiduría. Y ese es el modo en el que hay que leerlo, ya que es el único en el que puede sobrevivir.

     Hope es un cuento para adultos que, aunque en mi caso no ha llegado a emocionarme, entiendo que ha sido mi problema, ya que no es un tipo de libros al que me suela acercar. No sería demasiado justa si me quedara en lo sensiblero, de hecho casi envidio a todos aquellos que se han emocionado durante su lectura. si buscáis la magia, es vuestro libro.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 19 de octubre de 2018

Jules. Henri-Pierre Roché


     "En aquel momento la deseé. Estaba contento de pasar mi mano entre sus cabellos, de hacerme cosquillas en los labios con sus pestañas, de tocar la trémula punta de sus senos. Pero cuando la ceñí con mis brazos, cuando, con fuerza, la estreché y me di cuenta de que  no se derretía, cuando tuve la sensación, ya me entiendes, de que era sólida, entonces proferí un espantoso grito y huí hacia el jardín..."

     Conocí, al igual que muchos, al autor de este libro gracias al cine y al gran Truffaut con una película titulada Jules y Jim. Precisamente por eso, este título se me antojó imprescindible. Hoy traigo a mi estantería virtual, Jules.

     Jules es una colección de seis relatos que toma el nombre del primero, aludiendo además a la famosa película. En ellos seis personajes masculinos desvelarán parte de su alma, siempre torturada o excéntrica y, de algún modo relacionada con el arte en casi todos los casos.

     Henri-Pierre es un ejemplo más de esos autores tardíos que publican su primera novela a una edad más que avanzada. En este caso, si no me confundo, setenta y cuatro años tenía el autor.Relacionado con las artes, con el mundo intelectual, con Stein, fue coleccionista, amante, pintor, periodista y viajero, dejando en su obra pinceladas de cada una de sus facetas. Siempre más artístico que cronista, no llegó a conocer el éxito en vida ya que este no comenzó hasta que Truffaut se fijara en su obra.

     Hablar de un libro de relatos siempre parece más árido ya que uno tiende a desmenuzar la obra relato a relato dejando al lector con poco que descubrir salvo el motivo de haber elegido esos títulos para formar el volumen global. Sin embargo yo prefiero centrarme en lo segundo y no ponerme a explicar cada caso en una lenta enumeración.  Roché, a lo largo de sus relatos, nos da seis testimonios masculinos de hombres excéntricos que coleccionan amantes escuchan tras las paredes o se atormentan por lo real del mundo que habitan. Hay finales trágicos y otros que esconden su tragedia en la continuidad de la vida, uno incluso lo hace en un hatillo y se parapeta tras una sonrisa. Hay un tal señor Arisse que llega a dejar perplejo al lector, y un relato que parece apresurarse en las letras más que en el contenido que finaliza en un puro torbellino. Y todo eso lo contienen menos de cien páginas. Pero, sobre todo, lo que uno encuentra en la obra de Roché, es un cierto lirismo que se hace patente en cada historia, en unas de una forma exuberante arrolladora en cada frase, como es el caso de Jules, y en otras es algo sutil, como un telón de fondo en el último relato que os habla de un pastor. Sin embargo, el conjunto da muestra de una sensibilidad que contrasta con la plenitud de cada relato, con una cierta falta de mesura y una tendencia a extremar los sentimientos y las pasiones que provocan en el lector la convicción de haberse enfrentado a una historia completa en cada ocasión, la sensación de conocer a cada uno de los protagonistas, o de los amigos del protagonista que nos narra el cuento. Todas estas sensaciones aparecen porque estamos ante un volumen compacto en el que ninguno de los relatos destaca por ser mucho mejor o peor, donde el favorito del lector no se aleja demasiado de aquél que le ha podido gustar menos. Y eso es lo realmente complicado en los libros de cuentos: conseguir una sensación homogénea en el resultado, acertar en el criterio a la hora de sumar títulos individuales. En mi caso, y sin lugar a dudas, mis favoritos serán Jules y El señor Arisse y quizás el que menos me haya gustado sea el titulado Los papeles de un loco. Pero si me preguntan dentro de unos días, ese criterio podría cambiar levemente debido a la homogeneidad antes mencionada.

     Jules es un libro para leer despacio, para disfrutar de cada uno de los cuentos y sus protagonistas, que deja al lector con las ganas de sumergirse en la obra de Roché. Una buena manera de tomar contacto con él y también de mantenerlo en el caso de ser un nombre que ya os resulte familiar. Me ha gustado, me gustan los relatos.

     Y a vosotros, ¿os gustan los libros de relatos?

     Gracias.


miércoles, 17 de octubre de 2018

Kentukis. Samanta Schweblin


     "Lo primero que hicieron fue mostrar las tetas. Se sentaron las tres en el borde de la cama, frente a la cámara, se sacaron las remeras y, una a una, fueron quitándose los corpiños. Robin casi no tenía qué mostrar, pero lo hizo igual, más atenta a las miradas de Katia y de Amy que al propio juego. Si querés sobrevivir en South Bend, le habían dicho ellas una vez, mejor hacerse amiga de las fuertes".

     Me gustó Samantha Schweblin en Distancia de rescate. Seguí su trayectoria: relatos novelas cortas, cortísimas, y me interesó esta desde el primer momento. Hoy traigo a mi estantería virtual, Kentukis.

     Conocemos un invento tecnológico llamado Kentuki, una suerte de robot que recuerda bastante a los Furby solo que un poco más evolucionados. Lo justo para que sea una persona desconocida quien lo maneje, te siga y reclame tu atención mediante grititos y movimientos. Una posibilidad infinita para no estar solo, y también para que alguien a quien no conoces, se le de la posibilidad de ver toda tu intimidad.

     Vivimos en la era tecnológica, la de la sobreexposición en las redes. Un momento en el que ir de vacaciones sin subir una foto o aparecer en un restaurante de moda sin enseñar el plato, parece causar la mitad de satisfacción. Una sociedad que cuenta likes, seguidores y comentarios, en la que se mira qué tipo de foto tiene más reacciones, se comenta a un famoso porque quizás te responda y mucha gente parece estar parada buscando esa frase ingeniosa que convierta su tuit en algo viral. Y esta es la misma sociedad de la soledad. Un mundo en el que es difícil mirar a los ojos ya que estos están fijos en una pantalla, se sustituyen los cafés por conversaciones de whatsapp y la gente parece apreciar más a los amigos virtuales desde el silencio de su casa que a los reales que en un momento dado pueden dar un abrazo.
     Schweblin nos lleva a esa sociedad, la nuestra, y escribe una novela en la que las personas pueden ser o poseer un kentuki. Un kentuki es un robot incapaz de hablar que meterás en tu casa y te seguirá por todas partes logrando unas interacciones regladas... a no ser que te las saltes. Una única conexión por robot y si se apaga es para siempre. Así que, ¿ser o poseer un kentuki?  Esa es la gran pregunta y la única división que establece la autora del libro entre los personajes que aparecen en su novela. Personas diferenes que deciden comprar el juguete de moda: unas exponen su vida con más o menos reglas, abren su casa y su intimidad a un desconocido que toma la forma de un inofensivo animal (siempre es más fácil si el objeto tiene pinta de inofensivo), y otros que optan por el voyeurismo, mirar a través de los ojos del muñeco siguiendo a sus "amos", entrando en una suerte de sumisión elegida que se mezcla con el placer de ir descubriendo los secretos de una persona real. Y a su alrededor los secundarios, esos que confían o desconfían de este nuevo invento, los que piden trato digno, los que advierten del peligro o alaban la posibilidad de ofrecer compañía.
   
     Entonces, ¿qué tiene de inquietante la nueva novela de Schweblin? Lo mismo que las anteriores, la exposición de los miedos, el alma humana que confía o desconfía, los vínculos que se llegan a establecer y, sobre todo, la desesperación que parece anidar en todos ellos y que tal vez lo haga también en el lector que se irá reconociendo poco a poco en alguno de los compradores o usuarios del libro. Samanta pretende aportar con cada caso, no solo las distintas evoluciones de los vínculos creados, sino también los miedos o esperanzas que puede tener cualquier persona. Es difícil no verse ahí. Recuerdo haber leído una parte pensando en Black Mirror y en cómo no somos conscientes de lo mucho que hemos cambiado socialmente con todas estas tecnologías que se van instalando en nuestra cotidianeidad. Y Schweblin da una buena muestra de ello en esta novela.
   
     Kentukis me ha gustado. Uno de sus grandes aciertos es no centrarse en una única historia, quizás porque la autora se suele mover en el relato pese a que Distancia de rescate, su título más conocido, sea una novela. Pero el caso es que, si uno sacrifica la profundidad que supone tener una única historia, lo que se consigue es una visión global mucho más completa. Y eso provoca temor, los espejos sociales siempre lo hacen, sobre todo porque tienden a mostrar la realidad. Y la pregunta sigue en el aire, ¿ser o poseer un kentuki?

     No os he preguntado con qué libro estáis esta semana, ¿me lo decís?

     Gracias.

lunes, 15 de octubre de 2018

La muerte del comendador. Haruki Murakami


     "Hoy, al despertarme de una breve siesta, el hombre sin rostro estaba frente a mi. Se había sentado en una silla delante del sofá donde yo dormía y me miraba fijamente con sus ojos imaginarios en un rostro inexistente".

     La publicación de una nueva novela de Haruki Murakami siempre causa cierto revuelo. Es cierto que en España, entre la demora de sus primeras obras y las reediciones ilustradas, no somos tan conscientes de la espera entre título y título, pero, aún así, muchos son los que corren a las librerías. Hoy traigo a mi estantería virtual su último título, se trata de La muerte del comendador.

     Conocemos a un narrador sin nombre con talento para ser artista y de profesión retratista que, a sus treinta y tantos años, lleva una vida anodina. En el momento en que le conocemos su mujer le deja, y decide comenzar un viaje a ninguna parte en coche, utilizando este camino para reflexionar. Sin embargo, la espalda y el cerebro hacen que su viaje termine y nuestro protagonista se encuentra de pronto viendo en una vieja cabaña que pertenece al padre, artista también, demenciado de un amigo. En esa casa remota se encontrará con un vecino muy peculiar llamado Menshiki, un cuadro titulado "Killing Commendadore", la historia de una niña y un mundo al que llega tras una suerte de campana.

     Dicen que La muerte del comendador es un homenaje personal del autor a El gran Gatsby, libro que entusiasma a Murakami. No lo pongo en duda, de hecho,  me encontré reconociendo el homenaje en la escena en que conocemos al vecino, descubrimos que es millonario y excéntrico (aunque este no de fiestas, en realidad prefiere desaparecer de la parte pública) y también asistí a como ese reconocimiento se escurría de entre mis dedos a medida que la irrealidad irrumpía en la novela de Murakami, casi tomándola durante la segunta mitad del libro.
     Murakami es un autor capaz de planchar camisas durante páginas y páginas y también capaz de crear mundos irreales a partir de una simple marca en la piel, casi como Alicia a través del espejo. Bien, pues en este libro mezcla ambas cosas, de tal modo que comenzamos en la realidad y conocemos al protagonista, que es abandonado por una mujer a la que eligió mas por recordarle a su hermana que por amor, viaja, da clases de arte y se acuesta con un par de mujeres en relaciones nada entusiastas, conoce vecinos, pinta, mira o no mira senos... y mientras todo eso sucede somos consciente de que algo acecha en esa cabaña, y es la irrealidad, que parece esperar al protagonista para engullirle y junto a él también al lector.

     El lector de Murakami encontrará sus habituales: desde el hombre casado, hastiado  cansado al que tampoco parece importarle su propio hastío con tal de no moverse, hasta los deseos, la sexualidad y sexualización, el arte y en esta novela la música, ya que el cuadro que marcará su vida representa una escena de Don Giovanni y una melodía será la que le conduzca  al templete. En la cabaña hay además una colección musical. y es que, poco a poco vamos reconociendo sus temas fetiche de aparición asegurada, y también esa tendencia suya a dejarse llevar de repente  sin previo aviso por lo irreal.
En este caso, al ser un primer libro, el autor se queda un tanto confuso, esperando que las respuestas lleguen el próximo año en una segunda parte, y eso que confieso me gustan más los libros de Murakami que dejan un pequeño espacio abierto que aquellos que parecen ser cosidos en su final sin fisura alguna proporcionándome más datos de los que me hubiera gustado.

     La muerte del comendador es, en definitiva, un libro que encantará a los habituales de este escritor eternamente nombrado en las quinielas del nobel y que este año decidió retirar su nombre de la lista del "Nobel alternativo", pero que no recomendaría a los no iniciados. No se trata en este caso de si estamos ante un libro entretenido o no, con Murakami, la mayoría de las veces, de lo que hablamos es de la dureza para el lector del ejercicio de comprensión lectora que supone su obra.

     Y vosotros, ¿pertenecéis a la legión de seguidores de la obra de Murakami?

     Gracias.

miércoles, 10 de octubre de 2018

Un talento natural. Ross Raisin


     "Cuando entró en la rotonda, unos cuantos conductores redujeron la velocidad para echar un vistazo al costado del autobús. En una de las ventanillas de la parte trasera había tres pares de nalgas pegadas contra el cristal, como una hilera de pechugas de pollo en un supermercado. Un coche los adelantó y el conductor tocó el claxon. El siguiente hizo lo mismo. Cuando el autobús salió de la rotonda, uno de los pares de nalgas desapareció momentáneamente y al cabo de unos instantes volvió a ocupar su lugar entre los demás con energías renovadas".

     Cuando una novela te llega de ciertas manos, te fijas más en eso que en su sinopsis, se le llama confianza del lector. Hoy traigo a mi estantería natural, Un talento natural.

     Conocemos a Tom Pearman, un joven que esperaba ser un futbolista de éxito. Sin embargo, ahora se encuentra sentado en el banquillo de un equipo de segunda y sin saber muy bien qué hacer ni cómo recuperar el lugar que tuvo. Acompañaremos a este joven introvertido.

     Comprendo que a mucha gente le de pereza una novela sobre fútbol, que tema encontrarse páginas de partidos, entrenamientos, tácticas... por eso creo que lo mejor es comenzar diciendo que esta no es una novela sobre fútbol, es una novela sobre Tom Pearman que es, además, futbolista. Y este hecho es vital para la historia por todo lo que puede llevar detrás y que muchas veces no podemos ver.
Tom vive lejos de su familia, entre extraños, y no está en su mejor momento. Se acaba de dar el primer golpe con la realidad al verse en segunda sin saber si algún día volverá a ascender a la máxima categoría, así que pronto asumimos su falta de confianza, su inseguridad actual. El fútbol es un deporte competitivo del que vemos normalmente el éxito, y Raisin se encarga en esta novela de abrir el ángulo y posarse en algo poco habitual. Raisin se mete en un equipo de segunda, y pocas veces un apelativo ha tenido tanto acierto al ser colocado, ya que son equipos muchas veces a la sombra, sin prensa ni glamour y nos relata el aterrizaje de su protagonista en él. Uno puede preguntarse a qué tanto interés en que veamos las diferencias, en que nos fijemos, y no tardamos en descubrirlo.
Pearman es un chico introvertido al que parece le va a costar relacionarse con sus compañeros, no es exactamente solitario pero algo hay ahí que no le deja... y empezamos a fijarnos en sus observaciones, las palabras sobre sus compañeros, Liam... y descubrimos la sombra de la homosexualidad en un protagonista que se encuentra totalmente perdido, casi con miedo, y esa es la percepcón que nos traslada de una forma magistral el autor, la del chico que descubre pero parece no querer. Del que no quiere mirar pero no puede apartar la mirada. Del ser, de lo natural... y de todo lo que lleva a su alrededor.
     Es cierto que de un tiempo a esta parte este tema viene siendo tratado de forma más abierta y cotidiana en la literatura, que nos creemos que vivimos en un mundo que acepta la homosexualidad a la vez que vemos que aceptar sigue siendo algo incorrecto, porque el mundo en realidad no tiene que aceptar nada como si se tratara de algo que necesita esa aprobación. Y llega Raisin y nos  presenta a Pearman, y eso nos obliga a reflexionar sobre el mundo del fútbol y los astros y sus cochazos, sus mujeres despampanantes y los excesos que parecen ir asociados a la mayoría de los casos. A fin de cuentas, ¿cuántos futbolistas gays se os ocurren así sin pensar mucho?, ¿y pensando mucho?
Pearman parece más perdido aún en un mundo así, su sexualidad se asocia casi con un dolor latente o con una decepción tanto como lo es el no estar en un equipo de primera y tal vez sea este paralelismo perceptible el que hace que la novela se torne personal a medida que avanzamos. Que consiga ese punto en el que un libro pasa a ser propiedad del lector. En el momento en que la terminé hubiera jurado que con una pequeña poda la novela mejoraba, hoy tras haberlo meditado creo que la vida tampoco ofrece podas.

     Un talento natural es una novela estupenda que ilumina una parte del mundo que no vemos. Un tono que va de la ternura al desconcierto y un gran protagonista lo convierten en una muy buena opción. Y es que no todos los libros sobre fútbol, son libros de fútbol.

     Y vosotros, ¿os animáis alguna vez con novelas centradas en un deporte?

     Gracias.

lunes, 8 de octubre de 2018

El visitante. Stephen King


     "Era un coche sin distintivos, un sedán estadounidense cualquiera con unos cuantos años encima, pero los neumáticos totalmente negros y los tres hombres que iban dentro no dejaban lugar a dudas. Los dos de los asientos delanteros vestían uniforme azul. El de atrás, grande como una casa, llevaba traje. En la acera, un par de adolescentes negros, uno con un pie en un monopatín naranja muy gastado, el otro con su tabla de color lima bajo el brazo, observaron el automóvil mientras entraba en el aparcamiento del estadio Estelle Barga y luego cruzaron una mirada".

     A estas alturas no es ningún secreto que me gusta Stephen King, por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El visitante.

     Estamos en Flint City, una pequeña  tranquila ciudad en la que todo el mundo se conoce y los fines de semana se acude al partido de baseball y a la iglesia. Sin embargo, la detención en pleno partido del entrenador T acusado de asesinar brutalmente a un niño de la localidad acaba con esa tranquilidad. Esa detención pública ha sido como un huracán que ha barrido con la calma de Flint, y fue orquestado por el detective Ralph Anderson, quien contaba con pruebas más que suficientes para señalar al entrenador T como culpable, pero.. ¿y si no lo es?

     Hoy voy a comenzar aclarando un punto que me parece importante y es que, incluso en la promo de la novela, nos dicen que llega tras el éxito de la trilogía que el autor comenzara con Mr Mercedes. Bien, en este caso considero que tal vez debieran de avisar en alguna parte de que en este libro, no solo nos vamos a encontrar con alguno de los personajes de la trilogía, sino que durante su lectura nos van a desvelar datos importantes de ella. Particularmente de los dos últimos títulos. Es más, nos cuentan el final. Supongo que al no pertenecer a la serie (lo siento Holly Gibney) no lo han considerado importante, pero a cualquier lector le da rabia que en un libro le destripen otros. Añadiré y por terminar con este punto, que no es necesario haber leído la Trilogía de Hodges para sumergirse en esta lectura. Y, dicho esto, empecemos con la novela.

     King comienza la trama de una novela policíaca, fiel a sus últimos libros, con un narrador omnisciente y asentando las bases de un caso imposible. Nos propone un crimen, un hombre que es señalado como culpable con pruebas indiscutibles y... luego nos da pruebas indiscutibles de que tal vez no lo sea. De hecho las pruebas van apareciendo en uno y otro sentido para desdicha del protagonista Ralph. No contento con eso, King carga tintas sobre esta ciudad y la sombra del brutal asesinato es alargada y va destrozando familias y minando al pobre detective Anderson que necesita saber qué es lo que sucede realmente mientras el lector, que ha visto la cubierta del libro y el título de la novela, sonríe esperando que King se saque el conejo de la chistera. Y algo así sucede a partir de la segunda mitad del libro, en la que lo que parecía la novela negra imposible, va girando hacia lo paranormal (justo lo contrario que había hecho King en la Trilogía de Hodges), contentando de este modo a sus lectores más fieles. King se maneja bien en las distancias cortas de las pequeñas ciudades, aunque he echado de menos Maine, con personajes que muchas veces son totalmente arquetípicos para cubrir ciertas acciones necesarias, ya sean de camareros o de protagonistas, King salpica con ellos todas sus novelas evitando así describir demasiado o explicar sus motivaciones, ya que son concebidos como viejos conocidos de los que ya sabemos un poco. Por lo demás, la trama es entretenida con una primera mitad muy interesante y una segunda parte que a los lectores de novela negra le puede resultar tramposa y a los de terror incluso predecible a ratos, pero que cumple la función de entretener al lector. Y es que, si suelo defender la lectura como entretenimiento, ahí King es un maestro con legiones de seguidores que acuden a las librerías en busca de su último título para pasar unas cuentas horas ajenos al mundo. no son buenos libros, somos conscientes, pero dudo mucho que el autor se haya puesto como meta llegar a ser un gran literato, con el título ganado en los ochenta de "Rey del terror" creo que le vale.

     El visitante me ha parecido una novela entretenida que tiene algún eco de loq ue fue pero no es ni de lejos tanto como habían prometido. Lo he disfrutado sin prejuicio, solo por el simple placer de volver a leer a King.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


viernes, 5 de octubre de 2018

El diccionario de Lemprière. Lawrence Norfolk


     "Dentro del carruaje, los dos pasajeros sintieron la proximidad de la urbe al alcanzarles sus tentáculos: París, la ciudad de las blancas paredes enlucidas, de las casas abuhardilladas y del Palais Royal, por donde pasearían más tarde los dos admirando las celosías de sus rejas y sus castaños de Indias, tratando de descubrir humildes construcciones que mostrarían ser extraordinarias, cada una a su modo, una escuela de trompeta, una fábrica de papel de decoración, o una entrada a las catacumbas que acribillan las tripas de la ciudad con pasadizos y galerías, porque el subsuelo es muy calcáreo, hasta el punto de que se sabe de edificios que han desaparecido durante la noche, o incluso en pleno día..., no en vano es una ciudad de repentinos colapsos y de rumores de colapsos que a la postre resultan verdaderos. París. Ciudad de amantes que el carruaje aborda por la Rue de Sèvres a trote de paseo, obligado a refrenarlo por los boyeros y los carreteros. Juliette inclinó su cabeza contra el cristal para observar la ciudad que venía en tropel a su encuentro, atraída primero su atención por algunas agujas y tejados aislados hasta que ya no hubo a su alrededor más que edificios. El cochero estaba pasando por la barrera del fielato y ahora se adentraban por calles llenas de floristas, amanuenses, mujeres pregonando sus dulces y hombres que vendían arenques en adobo de vinagre y cebolla. El olor le trajo toda clase de recuerdos. El carruaje se detuvo finalmente en la Rue Notre Dame des Victoires y ella saltó al suelo, que se hizo duro y real bajo sus pies, cristalizando en aquel París que era, de pronto, la ciudad del retorno".

     Leí El rinoceronte de papá y, contra todo pronóstico con ese título, me encantó. Por eso me decidí a buscar más libros del autor. Hoy traigo a mi estantería virtual, El diccionario de Lemprière.

     Estamos en 1788, momento en que conocemos al joven John Lemprière. Se traslada a Londres para reclamar su herencia paterna vive obsesionado con los mitos clásicos y la importancia que tienen en su vida, además, y como supuesto remedio a dicha obsesión, está investigando y escribiendo un libro. Pero no será esa investigación la única que realice, ya que se da cuenta de que todos los miembros varones de su familia han muerto asesinados.

     Lo primero que me sorprendió fue descubrir que comparaban a Norfolk con el Eco de El nombre de la rosa por esta novela. Sin embargo, no necesité muchas páginas para comprender el motivo. Si bien el protagonista en este caso es casi un friki, un empollón erudito a ratos incluso demasiado resabiado, es cierto que la pátina de alta cultura que recubre a la novela puede darnos la engañosa sensación de un parecido con aquella otra protagonizada por Guillermo de Baskerville.
Norfolk escribió esta novela con menos de treinta años y, cuando uno la termina de leer, es lo primero que le viene a la cabeza, ¡menos de treinta años!

     No tardamos en descubrir el misterio de la novela, el joven John es testigo de la muerte de su padre a manos de unos perros que son a su vez propiedad del padre de la chica de la que está enamorado. Pero si esta muerte podría ser accidental, John descubre un contrato de lo más intrigante entre los papeles de su padre y, a partir de ahí la trama se complica. Una trama con hugones, piratas, mafia, sangre y muchas referencias a mitología. Los giros, las descripciones y los disparates revestidos con esa erudita pátina que antes comentaba, no cesan a los largo de las setecientas páginas que componen esta impresionante novela. El autor, consciente del monstruo que estaba creando, sacrifica en algunos momentos la credibilidad de la trama principal de una forma piadosa y lo hace no por grandilocuente, sino por buenista, convirtiendo de este modo su novela en un homenaje a otras gestas imposibles. ¿Eso qué significa? Pues algo tan sencillo como que el autor, como recompensa al esfuerzo que puede suponer para algunos la lectura de este libro, decide otorgar tras un último golpe de gracia realmente brillante, un final feliz que permita al protagonista y al lector cerrar el libro con la satisfacción del deber cumplido.

     El diccionario de Lemprière ha resultado uno de los libros más originales que he leído en los últimos tiempos. Una trama brillante y una capacidad literaria del autor muy por encima de la media lo han convertido a candidato a relectura desde el mismo instante en que pasé su última página.

     Y vosotros, ¿os gusta releer?

     Gracias.

miércoles, 3 de octubre de 2018

El ala izquierda. Mircea Cărtărescu



     "Antes de que construyeran el bloque de enfrente y de que todo se tornara opaco e irrespirable, yo contemplaba Bucarest, durante noches enteras, desde la triple ventana panorámica de mi habitación de Stefan cel Mare".

     Que me gusta este autor es un secreto a voces desde hace años. Así que no es raro que hoy traiga a mi estantería virtual, El ala izquierda.

     Hasta este momento he leído toda la obra de Cartarescu publicada en castellano. De hecho, El ala izquierda fue editada por Funambulista hace unos años, aunque su traducción, hasta donde yo se, venía del alemán y no del original. Hace ya unos años que Enrique Redel tomó bajo las alas (si me permitís el chiste) de Impedimenta a este escritor rumano que poco a poco va conquistando el territorio literario en Europa consiguiendo con el reciente Premio Formentor un punto de reconocimiento también en nuestro país.
     Su última obra, la monumental Solenoide, ha hecho correr ríos de tinta entre lectores en las redes y críticos en los distintos medios, y ha sido tras esa obra, que en España se ha decidido recuperar la Trilogía Cegador, de la que nos llega ahora su primera entrega con El ala izquierda. Y es que, si en Solenoide se hablaba de piojos en un pasaje nombrado hasta la saciedad, aquí directamente es una mariposa la que da título a cada una de las tres partes de la Trilogía de tal forma que el próximo año verá la luz la segunda parte, El cuerpo, y al siguiente tendremos en nuestras manos El ala derecha.

     El ala izquierda se divide a su vez en tres partes, de las cuales, dos son protagonizadas por Cartarescu, y otra, la central, por su madre, retrocediendo en el tiempo para contarnos su vida. Porque, al igual que ya sucediera en otras obras del autor, El ala izquierda no es una única historia, sino que son muchas entretejidas que saltan en el tiempo y se viven o se sueñan sin dar demasiadas explicaciones a un lector que es obligado a realizar un trabajo activo durante la lectura. Cartarescu no es para lectores cómodos de sofá y ruido de fondo y eso ya se percibe desde las primeras páginas de la obra. Y de entre todas las historias y vivencias, el lector se queda con Bucarest, que es la gran protagonista. Una ciudad viva y gris de la que escapar soñando, una ciudad que parece una persona, un lugar ruidos y extraño para el recién legado y una urbe que está a punto de cambiar a medida que nos aproximamos al final de la novela. Hay bombas y música, hospitales y sueños de zombis, es un lugar bello y sórdido, Bucarest es un todo al que el lector desea ir una vez ha cerrado el libro.

     En cuanto a la parte más formal del libro, la historia, hay que decir que incluso en la zona formal, esa en al que la protagonista es la madre y se llega a Rumanía, en la que la historia retrocede y vemos esos hilos ocultos que conectan la historia de la ciudad con la de sus habitantes y también la de la madre con el hijo, Mircea se deja llevar e irrumpen escenas de una gran fuerza visual como la del ascensor y la mariposa, o la de Cedric. El resto es propio, es parte del autor evocando un pasado joven y con frío en una ciudad que nos abe lo que le va a deparar, hospitales y calles hostiles, tejados maternos y luces que se cuelan por las ventanas. Y, como ya he notado en otros títulos del autor: literatura y soledad en su protagonista, como si lo primero fuera irremediable y lo segundo formara parte de su propia piel. Una soledad que no es siempre literal pero que al ser interior es quizás más profunda, y tal vez de ahí los insectos y las creencias, el fijarse y diseccionar la vida en capas, tal vez por eso uno escapa en sueños desdibujando los límites de esa realidad.

     Cartarescu tiene libros fáciles como El ruletista otros incluso cómicos como Las bellas extranjeras y algunos que requieren un esfuerzo titánico para obtener una recompensa aún mayor como sucede con El Levante. Y si eso sucede con las lecturas no quiero ni pensar en lo que ha de ser traducirle, por eso quiero hacer una mención especial al trabajo de Marian Ochoa.

     Y si es complicado hablar de un libro de Mircea sin extenderse tanto como el propio libro, también lo es dar una impresión general. En mi caso, No ha sido el libro con el que más disfruté del autor, ya que me ha parecido un tanto irregular, con partes brillantes y otras un tanto desmadejadas que me han resultado más lentas. Aún así, merece la pena la recompensa por el esfuerzo realizado y es que hay libros de muchos tipos, y conviene acercarse a todo tipo de libros. Me ha gustado El ala izquierda pero... y ahora podéis decirme lo que queráis, personalmente, prefiero Solenoide.

     Y vosotros, ¿sois lectores aplicados o preferías lecturas sencillas que no os obliguen a pensar?

     Gracias.

lunes, 1 de octubre de 2018

La canción de los vivos y los muertos. Jesmyn Ward


     "Me gusta creer que sé lo que es la muerte. Me gusta creer que es algo a lo que podría mirar de frente. Cuando Pa me dice que necesita mi ayuda y veo ese cuchillo negro deslizase por el cinturón de sus pantalones, sigo a Pa fuera de la casa, intento mantener la espalda erguida, los hombros rectos como una percha, así camina Pa. Intento que parezca que para mi es algo normal y aburrido para que piense que he aprendido algo en estos trece años, para que Pa sepa que estoy listo, que puedo extraer lo que hay que extraer, separar las tripas del músculo, los órganos de las cavidades. Quiero que Pa sepa que puedo mancharme las manos de sangre. Hoy es mi cumpleaños".

     El mejor modo de llegar a un libro es a través de la recomendación de un gran lector. Hoy traigo a mi estantería virtual, La canción de los vivos y los muertos.

     Conocemos a Jojo, a Leonie su madre y a Richie, que en realidad ya está muerto. Ambos pertenecen a tres generaciones de un momento en el que la vida era dura cuando se era negro. De los campos de algodón, a las adicciones de Leonie y las consecuencias de todo ellos sufridas por esa tercera generación representada por Jojo, viajaremos buscando no solo al padre de Jojo, sino también la supervivencia. Avanzar siempre hacia delante.

     La importancia de un buen comienzo es vital en una novela. No hablo ya de una frase más o menos efectiva que perdure en el tiempo, sino de la capacidad de captar la atención del lector. Y Ward lo borda. Nos presenta a Jojo el día que cumple trece años en un lodazal y lleno de sangre acompañando a su abuelo, al que observamos que llama Pa, matando a una cabra. La suciedad, el asco, la valentía y lo visual de la escena es casi sobrecogedor. Jojo asiste intentando demostrar que es un hombre y luego se sienta a la mesa a comer aquello sacrificado. El simbolismo está ahí: la vida es dura, pero se come lo sacrificado, se sobrevive, se sigue adelante.
     Jojo es uno de los tres narradores de esta novela en primera persona. Hijo de una familia totalmente desestructurada en la que su madre Leonie parece que solo va y viene excepto cuando decide que todos han de ir a buscar a su marido blanco Michael a la salida de prisión. Porque no lo he dicho, pero se trata de una familia negra: Pa, Ma... negros. Los hijos de Leonie y Michael son un producto interracial en Mississippi. Leonie es la segunda narradora, la madre poco fiable a la ue Jojo parece juzgar severamente. No parece tampoco que ella quisiera ser madre, aunque en ese viaje en carretera exista un velo de esperanza sobre conformar lo que ha de ser una familia, pronto su interior resentido evita esa posibilidad. Quizás si hubiera sido blanca, como su amiga Misty, quizás por eso se unió a un blanco, aunque Michael esté en la cárcel. Pa también estuvo en la cárcel, desvela la autora, en las familias hay lazos visibles y otros imperceptibles al ojo extraño. Incluso hay extraños dentro de la propia familia o Jojo y Leonie sabrían que tienen un nexo común; una suerte de percepción sobrenatural. Ahí entra Richie, el pasado, hablando de una vida dura, durísima.
     Y yo me pregunto si no estaremos ante el pasado, el presente y el futuro Dickensianos en una versión más moderna y mucho más oscura de unas vidas complicadas y vapuleadas. Porque aunque estén vivos, apenas se ha fijado en ellos la sociedad.

     Ward mide sus palabras evitando los sentimentalismos porque solo así se logra la empatía necesaria con esta familia desestructurada. Lo que importa no es la compasión del lector, importa más que sintamos en la piel las vidas que les tocaron. Que subamos al coche y hagamos ese viaje hostil, ya sea de ida o de vuelta. Que recordemos otras historias y nos preguntemos si es cierto que la novela bebe de Faulkner o tal vez se aproxime más a El ferrocarril subterráneo, solo que en estaciones de cercanías. Parece que Ward ha sabido encontrar un camino propio lleno de ecos de buena literatura, de espíritus atrapados en el Bardo, de novela gótica de testimonio racial, y construir con todo ello uno de los mejores títulos publicados este año. No ha necesitado grandes descripciones ni tampoco muchas páginas.

     Las buenas novelas no tienen muchas páginas ni pocas: tienen las justas para contar su historia. La canción de los vivos y los muertos es una muy buena novela. Echadle un ojo.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.