viernes, 29 de noviembre de 2019

Fruitlands, Louisa May Alcott


     "Este Edén del futuro consistía, de momento, en una vieja casa de labranza de color roja, un establo desvencijado, muchos acres de pradera y un bosquecillo. Por ahora, diez manzanos antiquísimos constituían la única fuente de “castas vituallas” que el paraje podía proveer".

     Quien me conoce sabe que reniego de aquellos escritores ya asentados en la enciclopedia de la literatura universal que solo son conocidos por una novela. Tiendo a pensar que hay más detrás, y por eso, cuando encuentro cualquier cosa que hayan firmado, no puedo ni quiero evitar leerlo. Hoy traigo a mi estantería virtual, Fruitlands.

     Cuando la autora de Mujercitas contaba con diez años, sus padres decidieron embarcarse en la búsqueda de la perfecta forma de vida.  Así nació Fruitlands, un lugar en el que los alimentos los proveía la tierra y las tareas las realizaban las personas bajo el único criterio de idoneidad para ellas. Un año después la experiencia había terminado y treinta más pasaron antes de que May Alcott plasmase esta experiencia por escrito.

     Fruitland es un librito que no constituye por extensión una novela y tampoco en realidad por contenido. Por precio en cambio, sí. Con unas notas del diario de la autora, que parece tuvo a bien conservar, y dos textos escritos a modo de prefacio y posfacio junto a una edición muy bonita uno puede caer en la tentación de leer esta experiencia vital que terminó, como algunas guerras, con la llegada del invierno. Aunque esta vez no hubo de ser un invierno crudo en Rusia, no hacía falta tanto.
La autora, con un tono dado por los años y la distancia, nos deja una muestra de cómo sucedió esta aventura pacifico-vegana en la que la embarcaron sus padres en una búsqueda de vivir en comunión con la naturaleza. Y la forma en que fracasaron, por supuesto.
     Reconozco aquí que me divertí por la forma en que May Alcott se expresa y que las ampollas en manos de trabajadores ahora de la tierra pero poco curtidos en estos temas me parecieron, hasta cierto punto, más propias de acomodados aburridos que de verdaderos creyentes en aquello que se embarcaban. Una aventura, a mi modo de ver, promovida por unos teóricos que terminan estrellándose contra la dura realidad y en la que, como hoy mismo sucede, los que impartían más clases sobre qué hacer y "lo adecuado" eran quienes, lejos de las cuestiones prácticas, se dedicaban a pensar.

     Fruitlands es una curiosidad, una anécdota más que un libro, sobre una persona conocida por todos gracias a la inmortal Mujercitas que, como todos sabemos hoy en día, no provocó en su momento que la autora nadase en la abundancia. Recomendar algo así es arriesgado y es que, siendo sincera y tras haber realizado la lectura, me parece más algo para ser contado que leído, si es que entendéis lo que quiero decir. Me ha parecido que, literariamente, estamos ante, como mucho, una idea.

     Y vosotros, ¿buscáis libros desconocidos de quienes firmaron una obra que les encumbrara?

     Gracias.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Seis formas de morir en Texas. Marina Perezagua


     "Algunas de las historias más singulares que suceden entre los muros de una prisión no pueden ser contadas. algunas de las historias más extraordinarias que suceden entre las lindes de un continente, tampoco. Pero de todas las crónicas, ninguna entraña tanta dificultad a quien intenta comunicarla como la que sucede dentro de los límites del ser humano".

     Supongo que me acerqué a esta novela porque tiene una trama poco convencional. Hoy traigo a mi estantería virtual, Seis formas de morir en Texas.

     Conocemos a XinZang, heredero de una importante misión familiar. Su abuelo fue condenado a muerte y, siguiendo una práctica terrible en más de un sentido, su corazón se extrajo y fue acabar a otro cuerpo convirtiéndolo en donante obligatorio. Su hijo pasa la mayor parte de su vida intentando localizarlo, para poder llevarlo de vuelta a China y dar así descanso a su padre (el modo en que planea hacerlo, lo podéis imaginar) y ahorrando para ello. XinZang es el nieto. Ha crecido escuchando la importancia vital de la misión de su padre y ahora la ha heredado junto con el conocimiento de a dónde tiene que ir y los medios.

     Ya con esto sería una historia terrible en más de un sentido. La práctica que desvela la autora para garantizar la viabilidad del órgano extraído es tan brutal como cierta, según alguna investigación a la que llegué al leer la novela, y la misión del joven XinZang es abrumadora. Y sin embargo hay más:

     Conocemos a Robyn, una mujer ciega que reside en una penitenciaría de Texas a la espera de su ejecución por haber asesinado a su madre. Desde la prisión Robyn se cartea con su padre y con un chico chino que la escribe, al primero porque lo localiza y a ambos porque aprende a leer allí.

     Es evidente que este segundo hilo también daría por sí mismo para una novela.

     Perezagua parte de estas dos historias que parecen extremas para relatar la suya, en la que se unen. Explicar más de un libro tan corto, del que quizás ya he contado demasiado, sería una lástima para el lector. Decir que la novela tiene detrás un tremendo trabajo de investigación que se muestra cuando uno menos lo espera por señalar una escena de esas que parece inverosímil. La denuncia está clara, el tráfico de órganos y particularmente la forma de obtener esos órganos en China, pero también avanza más allá y habla de la situación penitenciaria, de una relación paternofilial, de tradiciones y, sobre todo, de la crudeza de la vida. Y es que la novela de Perezagua es cruda por lo que aunque sus narradores a veces parezcan capaces de describir escenas fingidamente hermosas, serán letales para el lector.
     
     Reparar a los vivos me pareció una gran novela que hablaba del trasplante de órganos y los sentimientos y Perezagua parece haberse asomado a la otra cara de la moneda para darnos otra visión de esas que uno no quiere ver. El libro es diferente, lo cual se agradece, y está bien escrito. Sin embargo, debajo de toda la novedad representada y del riesgo asumido le falta a mi entender un último empujón para ser una novela redonda. Lo que sí nos da, es una promesa de lo que vendrá. Y ya os digo ahora que yo estaré pendiente de lo que venga, porque he disfrutado de la lectura más de lo que esperaba.

     Seis formas de morir en Texas es una novela diferente que merece la pena ser descubierta.

     Ya sé que voy tarde, culpemos a las actualizaciones. Decidme, ¿con qué libro estáis esta semana?

     Gracias.

viernes, 22 de noviembre de 2019

Elevacion. Stephen King


     "Scott Carey tocó a la puerta de los Ellis, y el doctor Bob (que era como los residentes de Highland Acres seguían llamando a Bob Ellis a pesar de que llevaba cinco años retirado) le invitó a entrar.
     - Bueno, Scott, pues aquí estás. A las diez en punto. Dime, ¿en qué puedo ayudarte?
     Scott era un hombre corpulento, de metro noventa y tres descalzo, que había empezado a echar barriga.
     - No estoy seguro. A lo mejor no es nada, pero... Tengo un problema. Espero que no sea grave, pero pudiera ser."

     Empecé hace años con aquellos formato en bolsillo rojo, luego seguí completando mi colección con aquellos horrendos de lomos dorados y ahora voy comprando las novedades. soy fan, es lo que hay. Hoy traigo a mi estantería virtual, Elevación.

     Conocemos a Scott, un hombre de mediana edad, divorciado y que pasa de los cien kilos. Al menos eso pesaba justo cuando le íbamos a conocer, porque una vez que va a visitar a su amigo médico, ya ha bajado los primeros kilos. En realidad ese es el motivo de su visita, Scott está perdiendo peso. Y lo hace de una forma poco común, ya que no adelgaza "por fuera". Ni siquiera le afecta el peso de aquellas cosas que tiene en sus manos si se sube a la báscula con ellas. Visto ese camino... lo más probable es que termine por desaparecer. Aunque tal vez logre congraciarse con sus vecinos antes de hacerlo.

     Todo es posible en Castle Rock. Eso es lo que nos ha enseñado Stephen King a los largo de los años y también que no es del todo raro que un personaje lea un libro de Paul Sheldon o que, como sucede en este caso, alguien recuerde que ya no existe la escalera del suicidio. Y dentro de estas rarezas, Castle Rock parece un lugar proclive a que la gente tenga problemas con su peso: ya sea por maleficios o caramelos, el peso parece algo importante para los habitantes del lugar. aunque ahora hay una diferencia: uno no se ve más delgado y no teme desaparecer a base de hacer agujeros al cinturón. Lo que le sucede a Scott es algo así como estar en marte. Su cuerpo diferencia entre peso y masa y, si bien mantiene su masa, solo el peso se verá afectado como si la tierra hubiera decidido rebajar la gravedad con la que le atrae.
     Así las cosas Scott no encuentra modo de ponerle freno a tan inusitado síntoma o enfermedad, a saber, y curiosamente, el dejar de preocuparse por él mismo le hace consciente de su entorno. Así es como comienza a fijarse en DeeDee y Missy más allá de sus perros. Este matrimonio que llegó al pueblo hace unos meses con la idea de abrir un restaurante, se ha chocado de bruces con unas mentalidades que van más allá del conservadurismo ya que, amparándose en el rechazo a su matrimonio entre mujeres, no dudan en ser groseros y evitar cualquier tipo de trato con ellas que no sea un comentario o broma de tintes crueles. Tengo que decir que en este caso, lo terrorífico no es el protagonista cuarentón que se encuentra de repente en una situación que lo convierte en pobre hombre (algo habitual en los libros del maestro del terror) sino en la indiferencia de quienes consideran que, por el simple hecho de no sentirse molestos por la homosexualidad, ya están siendo abiertos de mente. Y esa es la vía que toma Scott, la de dejar esa indiferencia que le proporcionaba oídos sordos, para encontrarse con una hostilidad autoprotectora frente a la que decide luchar. Y yo lo leo y supongo que, sobre todo en los entornos más pequeños, que pueden ser desde un pueblo hasta un bloque de vecinos, no es algo tan lejano lo que King nos plantea. Lo que hace es, como siempre, avanzar por este terreno de una forma rápida, para seguir con la historia del increíble hombre liviano, que busca donde agarrarse de forma literal y figurada hasta que llega un momento en el que ya sabe lo que tiene que hacer.
     Y ese es el final que me reservo. A fin de cuentas estamos ante un relato casi largo protagonizado por cinco personas, dos perros y un gato, que guarda un final que me ha hecho sonreír con mirada infantil.

     Me hubiera gustado un King sorprendente, aunque ya empiezo a no hacerme ilusiones al respecto y disfruto con lo que hay. King es King.

     Elevación es un cuento que trata sobre la tolerancia y la amistad. Aquí el terror se produce cuando no existen esas cosas.

     Y vosotros, ¿habéis leído al maestro del terror?

     Gracias.   

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Harriet. Elizabeth Jenkins


     Hace ya tiempo que me declaré abiertamente fan de la colección Rara Avis de Alba, una selección muy cuidada de títulos con los que voy con cierta garantía incluso sin mirar la sinopsis. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Harriet.

     Conocemos a Harriet, una joven que ya ha pisado la treintena, con una vida acomodada y que todo el mundo sabe que no es muy lista. Así las cosas, es presa fácil para un cazafortunas y, por malo que pueda parecer algo así, siempre puede ser peor. El el caso de Harriet, esta acaba en casa de unos parientes, que la acogen solo por el dinero que pueden recibir, y ya allí se ciernen sobre su fortuna sin escrúpulos.

     Harriet está basada en un hecho real: en 1877 Harriet Stauton fue asesinada en una casa de alojamiento del barrio de Penge, apenas unos días después de que su hijo muriera por desnutrición. Ese mismo año, el marido de Harriet, su amante, su hermano y la pareja de éste, fueron condenados por asesinato.

     El hecho de que la novela esté basada en un hecho real le otorga un dramatismo que supera lo imaginable. Sobre todo porque entramos en una historia en la que ya conocemos el desenlace y eso nos convierte en espectadores sin voz ni voto de lo inevitable. Pero más allá de eso, lo estremecedor de la historia es la capacidad que tiene su autora para dar voz a los protagonistas. Harriet, a priori la gran protagonista de la novela, queda poco a poco anulada y su personaje se va borrando de las páginas del libro a medida que sus captores la anulan. Porque si algo es este libro, es un libro de monstruos. Lewis, el marido, el enamorado veloz que consigue hacerse con la presa mientras que nosotros conocemos su relación con la fría Alice, da muestras de su trastorno no solo en su comportamiento con la chica, sino en su relación con su hermano, cuyas escenas me han parecido absolutamente escalofriantes.
     La novela está, además, marcada por los detalles. Las costumbres, los pequeños perfiles, las insinuaciones casi de un infierno que por no estar totalmente expuesto casi parece más real de lo que hubiera sido en caso de explicarnos punto por punto lo sucedido. Los personajes están detallados de forma magnífica y la autora muestra una tremenda capacidad para manipular al lector, no hay más que ver como empezamos pensando en una madre que echa a su hija a que la acojan a cambio de dinero y, cuando la tenemos ya juzgada, descubrimos que quiere parar la boda y cambiamos nuestra idea sobre ella. Esto se hace más patente en la parte final en la que la atmósfera es casi asfixiante tras haber pasado por uno de esos libros de acción contenida en los que la tormenta se huele y estamos esperando a oír el primer trueno.

     Esta es Harriet, la de verdad, la que cayó en manos de unas personas sin escrúpulos que terminaron con su vida tras hacerle pasar un infierno que la autora consigue transmitir a la perfección. Y es que, comenzaba hablando de monstruos y esta es una novela que trata justo de eso: hay quien da miedo por lo que hace y luego están los monstruos de verdad, aquellos que muestran su interior al hacerlo y uno descubre lo que llevan dentro...

     Harriet es una novela psicológica magnífica en la que es imposible no sentirse angustiado ante lo inevitable.

     Y vosotros, ¿hay colecciones de libros por las que tengáis alguna preferencia?
 
     Gracias.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Amo y criado. Lev Tolstói


     "Bueno, no sabía lo que de verdad era importante. No lo sabía, pero ya lo sé ahora. Ahora no me equivoco".

     Cuando hace frío, leo libros de frío. No me preguntéis el motivo, pero así es y no puedo explicarlo ya tampoco puedo resistirme. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual Amo y criado.

     Conocemos a Vasili Andreich Brejunov, un comerciante rico, el amo, y a Nikita, su criado. Junto a un caballo parten tras San Nicolas para que el amo pueda realizar una transacción comercial. Se avisa una tormenta en breve que por supuesto aparece y pone en peligro el cumplimiento del objetivo del amo y en riesgo a los tres.

     Dijo Alas Clarín hace más de un siglo que este cuento le recordaba a El Quijote en el que amo y criado eran Sancho y Quijote respectivamente, y yo discrepo colocándome del lado de quienes afirman que un libro leído pertenece al lector quien es libre de interpretarlo como buenamente lo haya entendido.

     En este cuento, a ratos angustioso, en el que la tormenta pone en peligro a dos hombres de relación estrecha y vida opuesta, Tolstói nos deja una lección sobre la importancia adecuada de las cosas y el valor de las personas en un tiempo en el que ser criado en Rusia equivalía a un sometimiento, casi esclavitud hacia el amo que te tocara en suerte. Descripciones minuciosas y angustia casi vital junto a un narrador omnisciente que desnuda pensamientos y actitudes, son usados para que el lector se asfixie cada vez que una señal muestre que regresan al mismo lugar. Tolstói está así en un tema habitual en su obra, el existencialismo, la necesidad de tener un "algo más" en la vida que le de sentido, y por eso elige dos personajes tan distintos y también por eso permite la redención que alza la moraleja para el lector. Sus personajes dan vueltas, perdidos, en un camino que apunta a un trágico final, buscando el camino adecuado dejando a su caballo en el camino y encontrándola conciencia necesaria para finalizar el relato de un condenado y un reo aunque ninguno de ellos lo sea en realidad.

     Amo y criado es magnifico, un cuentito de lectura profunda en el que el final, leído un par de veces, deja un poso en el que pensar sobre cambios, miedos y durabilidad.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

      Gracias.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Feliz Día de las Librerías


     Y gracias por todo un año de buenas recomendaciones cuando vamos a comprar.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

La batalla de occidente. Éric Vuillard


     "En el principio hubo un gusto común. Una élite refinada y orgullosa. Los nietos de la reina Victoria ocupaban los tronos de Inglaterra y Alemania, un mismo trasero había plantado sus nalgas en dos sillas. Todas las coronas de Europa poseían ancestros que habían dormido en las mismas sábanas. La consanguinidad reinaba sobre una rígida moral a lo largo y ancho de un continente. El káiser era coronel de dragones del ejército británico, y su primo Jorge V lo era de la guardia prusiana. Todo iba a las mil maravillas. Costaba distinguir a los primeros ministros, a los reyes, a los presidentes. La autoridad llevaba más o menos en todas partes el mismo aspecto barbudo, todos los hombres lucían en el cuello una bonita carúncula de pavo".    

     Desde que leí La orden del día llevo esperando más de Vuillard. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La batalla de occidente.

     Este libro trata de la Primera Guerra Mundial.

     Y ahora es cuando os explico por qué hay que leer a Vuillard. Pero empecemos por lo que no es este libro: no es una novela histórica ambientada en la Primera Guerra Mundial en la que una familia las pasa canutas para sobrevivir mientras van viendo la muerte y sufriendo las penurias de la guerra. No, no lo es. Y tampoco es un ensayo en el que un señor, que yo siempre imagino con bigote, nos fríe a datos exactos cual crónica y densas explicaciones sobre cada minuto de la guerra. No. Pero es que estamos ante un libro de Vuillard, que consiguió en su anterior trabajo hablar de la Segunda Guerra Mundial a través de acuerdos y despachos que escapaban al conocimiento del mejor lector del tema. Así que mi pregunta era, ¿qué habrá hecho aquí?

     Pues aquí Vuillard con ese tono que oscila entre catedrático lustroso y vieja resabiada nos cuenta cómo comienza la Primera Guerra Mundial. Avanza en ella, claro, pero es que el principio del libro es magistral. Coge Vuillard trece momentos para explicarnos una guerra que ha resultado mucho menos mediática que su predecesora y nos deja frases fantásticas entre datos sobre las primeras escuelas militares, los chicos que aprenden a luchar pero no a mandar y lo que hicieron los franceses cuando se vieron atacados.

     "En Vitry-le-François, en el Marne, el cuartel general oye de súbito retumbar un cañón. Es el dios alemán del trueno, Odín o Thor, no se sabe muy bien, pero arma muchísimo ruido".

     Y así como en el ejemplo un rato antes de que entrasen los ejércitos alemanes a galope tendido tras una discusión sobre la dirección por la que llegarían, queda una muestra de esa suerte de erudición comentada con un deje de retranca que viene siendo la marca del autor en este tipo de novelas. Además él insiste, la guerra es una maquinaria imparable, una fuente de recursos y un lugar de destrucción, no es una partida de ajedrez tampoco y siempre hay errores. Uno tras otro.
     Para Vuillard el día más mortífero de todos los tiempos fue el 22 de agosto de 1914 y, aunque reconozco que posiblemente tenga razón tras haber leído ese momento en el que el triste corneta da un último sonido después de recibir ni se sabe cuántos balazos, a mi la escena que me ha quedado en la memoria y casi visual, es la de la dama de compañía que llega por boda a la realeza y no solo no es aceptada, sino que termina sus días con un balazo en el abdomen. Y es que el libro está lleno de momentos y de nombres cual novela colmena, solo que sin cambiar de narrador. Eso hace que el lector descubra mil y un datos y momentos seguro desconocidos y lo haga en un tono lúdico, casi de serial en el que nos vamos interesando por lo que sucede con aquella gente que no se duda en describir como amargada si su gesto lo representa. La cara opuesta, que siempre la hay, es la necesidad de tener al menos unas nociones básicas de historia para no sentirse abrumado ante tanto dato y tanto nombre que nos pueden quedar un tanto desmadejados.

     "Con todo, imaginemos tan sólo durante cuarenta y tres segundos los veintisiete mil muertos del 22 de agosto de 1914, jornada que fue, en su momento, la más mortífera de la Historia".

     Y tras afirmaciones como esta, como si Vuillard fuera capaz de leer la mente del lector, le dice que no es posible escribir sobre la guerra y que sea una bonita historia. Por eso la parte bonita, la de los jóvenes el la hierba que buscan a una chica a la que robar un beso, se produce antes de la guerra incluyo aunque ya hubiera sospecha. Porque con la guerra, incluso tras la guerra, "se hace con unas ortigas sopa, con fuego un teatro, con nieve Dios.
     Es todo lo que puede hacerse".

     Solo me queda recomendaros leer a Éric Vuillard, simplemente para que comprobéis que uno puede enamorarse de la palabra escrita. Ese es el motivo de que hoy haya puesto tanto fragmento, a veces lo mejor es dejar que el escritor mismo demuestre lo bien que lo hace.

     Y vosotros, ¿hay algún escritor que os guste particularmente como escribe?

     Gracias.

lunes, 4 de noviembre de 2019

La cara norte del corazón. Dolores Redondo


     "Cuando Amaia Salazar tenía doce años estuvo perdida en el bosque durante dieciséis horas. Era de madrugada cuando la encontraron a treinta kilómetros al norte del lugar donde se había despistado de la senda. Desvanecida bajo la intensa lluvia, la ropa ennegrecida y chamuscada como la de una bruja medieval rescatada de una hoguera y, en contraste, la piel blanca, limpia y helada como si acabase de surgir del hielo".

     Dolores Redondo es uno de los fenómenos editoriales recientes de nuestro país. Ha traspasado fronteras y su éxito es tan aplaudido como criticado, pero ahí sigue desafiando los primeros puestos en las listas de ventas. Hoy traigo a mi estantería virtual, La cara norte del corazón.

     Conocemos a Amaia Salazar, aún no sabemos lo que es un basajaun ni hemos intentado probar un txantxiorri porque estamos en 2005. Amaia asiste a un curso impartido por Dupree en la Academia del FBI y una de las pruebas del curso es analizar un caso. Es entonces cuando Amaia destaca por sus deducciones y es fichada para ayudar en el caso de unos asesinatos relacionados con desastres naturales. Allí donde hay un gran desastre, una familia aparece asesinada y en medio del caos se alza una puesta en escena ritual. Ahora se espera una gran tormenta sobre Nueva Orleans así que el equipo se dirige allí con la esperanza de capturar al asesino. Una vez en Nueva Orleans se enfrentarán al Katrina y a viejas creencias que esconden cuentas pendientes del propio Dupree y que hablan de niñas desaparecidas.

     Sucede con esto de las precuelas algo curioso: uno da por sentado que van antes y que, por lo tanto, conviene leerlos antes que los libros que en teoría van después en la linea temporal. Sin embargo, y como suele suceder con precuelas que aparecen más tarde, es mejor una lectura en orden de publicación, ya que los escritores tienen por costumbre atar en sus libros cada frase y dar por sabidas algunas cosas que no siempre han de ser así. Incluso algunos se permiten juegos de manos. De hecho, y sin desvelar el truco, yo apostaría a que Redondo hace justo eso con un personaje que aparece un par de veces en esta novela y al que se le da una importancia superior al número de páginas que ocupa. Pero la cosa es, que no quiero despistarme, que en su nueva novela Redondo recuerda el pasado de Amaia y, si bien lo hace con la intensidad de la juventud de la protagonista en este título, hay partes que comprenderemos mejor si hemos seguido el orden de la publicación sin que ello signifique que un lector virgen se pierda en la trama.

     Amaia está en Estados Unidos y destaca por su inteligencia e intuición. Una vez presentado el caso, la novela se abre en tres vertientes: la resolución del caso, los recuerdos de Amaia y las cuentas pendientes de Dupree. Y aquí es importante hacer la distinción porque en un principio poco o nada tienen que ver estos tres hilos excepto su convergencia en la peculiar manera de ser de la inspectora Salazar. El caso del "compositor", un asesino de familias que se ampara en desastres naturales, sigue los cauces de una novela habitual, incluidos un par de giros y un final de esos que ahora se dicen trepidantes. La infancia de Amaia habla de un momento en el que se pierde, de una niña extraña y de esos líos familiares que tan bien conocemos los lectores de Redondo. Y Dupree se queda con la parte más complicada de explicar, ya que mezcla lo sobrenatural con el crimen hablando de niñas desaparecidas, zombificaciones y supervivientes imposibles. Y es que, si algo caracteriza el último libro de Redondo, es la mezcla entre los posible y aquello que no lo es, la creencia, la magia llevada al extremo en el que se nos quiere hacer ver como real y las infinitas posibilidades que eso ofrece para una trama que no teme perder pie siempre que logre su objetivo de entretener al lector. La novela es, ya os lo digo yo, excesiva: si hay una muerte es exagerada; si es un huracán el Katrina; si hay un rescate es sin alma y si hablamos de enfermedades, la única normal es la cistitis. Y si alguien viaja... bueno, si alguien viaja digamos que lleva el billete tatuado porque no os quiero dejar sin sorpresas. No me pongáis cara de susto que seguro que muchos sois lectores de Connolly, ya me entendéis.
      Pero estamos con La cara norte del corazón, y aquí se trata de literatura de entretenimiento puro y duro sin que eso le quite mérito al escribirlo. Como decía antes, quienes hayan leído ya la trilogía tendrán el placer de jugar a eso de "¿quién fue antes, el huevo o la gallina?" o lo que es lo mismo buscar las pistas de lo ya conocido en el orden temporal inverso. Redondo ha optado por una novela pensada para divertir, para recordarnos que los libros no son solo esa gran fuente de sabiduría, sino también un producto de consumo sin que ello signifique que haya que menospreciarlo. A fin de cuentas, no todos vemos los documentales de la dos cada vez que encendemos el televisor. Y, si bien es cierto que recurre a un formulismo que ya sabe le funciona, y que la ambientación en Nueva Orleans es solo por cambiar de mitos ya que podría perfectamente haberse quedado en Baztán para la historia que nos relata, el libro está mejor escrito y ella ha sido fiel al carácter que ya diera a sus personajes o, lo que es lo mismo, Salazar sigue teniendo la empatía de una piedra. Ojo, que hay mucha gente así.

     La cara norte del corazón dicen que es el lugar más desolado, tal vez por eso esta novela está llena de corazones y la mayor parte estén defectuosos, pero la novela, no me cabe duda, es un libro perfecto para quienes buscan la pura evasión. Y aunque yo tenga mis más y mis menos, tengo que reconocer que en la literatura el entretenimiento está infravalorado. Menos por los lectores, que a fin de cuentas son los que mandan.
     Salazar volverá, no me cabe duda. Y espero que lo haga para responderme a un par de cosas.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.