miércoles, 26 de febrero de 2025

Los oficiantes. Steven Rowley

 

     "Era el astronauta de una película: su misión le había llevado a un planeta en un lugar remoto del sistema solar: Saturno, tal vez Neptuno. Se había ido para una temporada (tres años, quizá cinco) un tiempo significativo, pero limitado), y, de alguna manera, todas las personas a las que Jordan Vargas conocía en la Tierra habían vivido una vida entera mientras él estaba en el espacio".

     Tras leer The Editor tenía curiosidad por Steven Rowley. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Los oficiantes.

     Conocemos a los Jordan, Naomi, Craig y Marielle. Cinco amigos que forjan su amistad mientras son estudiantes en Berkeley. Y digo cinco porque falta Alec, que murió de sobredosis antes de la graduación. Pasan los años, a fin de cuentas el libro abarca unas tres décadas, y solo los Jordan son cercanos, al menos hasta que cualquiera de ellos solicita su funeral en vida. Cuando eso pasa, se tienen que reunir.

     No es este el primer libro que trata el tema de los funerales en vida, una forma oriental que se ha ido exportando al mundo de hacer que la gente recapitule y recuerde las cosas importantes que tiene y, con ellas, las ganas de vivir. En este caso los amigos han llegado al acuerdo de hacer piña en caso de que uno de ellos necesite un funeral de los mentados. El grupo de Rowley son personas más o menos acomodadas que no tienen mayor problema en hacer una pausa en sus vidas adultas para acudir al llamamiento, algo en lo que el autor no se entretiene demasiado porque de eso no es de lo que va la historia. El grupo ha crecido con el paso del tiempo, no en número de miembros, solo en años y experiencias, y se han visto ocasionalmente para cumplir su pacto, se reunieron ante un matrimonio roto, un fallecimiento... y ahí es donde comenzamos a ver que la amistad es un gran eje central en esta novela. Las personas crecen, maduran, y con ellas sus vidas se complican sin que eso signifique que uno a veces no se quede mirando en el espejo pensando; ¿y ese adulto soy yo? porque de algún modo, siendo joven, creyó que jamás cumpliría años y que nada podría sucederle.

     El libro trata temas complicados; hay una enfermedad terminal, abusos, muerte, drogas... sin que ello signifique que el lector se enfrente a una experiencia triste y aterradora. La novela avanza de forma tranquila, se mueve en el espacio y en el tiempo hasta alojarse cerca del corazón del lector mientras su autor permite que un fino humor sobrevuele la historia para permitirnos respirar. A fin de cuentas, la muerte es el personaje que no respira en la novela: una muerte dio la idea de los funerales y ahora la posible muerte de Jordan es la que hace que su marido le inste a activar la reunión, una en la que además sucederá algo diferente, pero esto no lo voy a contar.

     Los oficiantes es una novela humana protagonizada por personajes críticos que no siempre nos van a caer simpáticos. Pero precisamente eso es lo vital: no es necesario apreciarlos, ni siquiera comprenderlos, para ver el valor que tiene esta unión que les permite recordarse que no están solos. La vida es algo valioso, y las personas que nos rodean más. Decirle a la gente lo que tiene, lo que son para nosotros, es algo que olvidamos hasta que es demasiado tarde. ¿De qué sirve poner en un ramo tus amigos no te olvidan si en vida parece que lo hicieron? En la novela de Rowley, ninguno de estos amigos dejará la Tierra sin saber que era amado. Palabra de autor.

     Ahora que están de moda los cantos pintados os diré que a mi me ha encantado la estética de esta cubierta. Y es que reconozco que soy un tanto superficial. Y vosotros, ¿os fijáis en la cuerta de los libros?

     Gracias.

lunes, 24 de febrero de 2025

Los niños de Himmler. Caroline de Mulder

 


     El tema de las maternidades nazis, mucho menos trillado que el de los campos de concentración y los experimentos médicos, me ha resultado siempre llamativo. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los niños de Himmler.

     Viajamos a 1944 a un Lebensborn en la campiña bávara. Allí la autora nos presenta a René, una joven embarazada de un soldado; Helga, la encargada del lugar y Marek el hombre que escapa de Dachau, se esconde y cuya única obsesión es comer.

     En este caso y pese a que la novela es imposible que sea ajena a la guerra, estamos ante una novela en la que lo vital son los personajes y sus situaciones personales. La psicología de los personajes está trabajada hasta llegar a la médula para exponérsela así el lector y Renée, de entre ellos, lo hace en todo su triste y miserable esplendor. Ella es la extranjera embarazada de un soldado, la repudiada por su familia y abandonada por el padre de su hijo, es víctima de guerra, del amor en el que creyó, de la hostilidad y el aislamiento y también de la repudia tanto por sus actos como por el propio idioma que le es ajeno en este lugar. Marek es quizás quien lleva una vida más sencilla pese a las penurias. Irá con la cabeza gacha y sentirá necesidad de acercarse, pero a fin de cuentas, ya solo tiene que cumplir con lo que se le ordena. Helga en cambio lo tiene más difícil en ese punto, ya que sus órdenes le hacen actuar como un robot que estrangula su vida personal aunque sus propios razonamientos sean contradictorios. No admite por ejemplo a mujeres embarazadas de hijos ilegítimos pero a la vez regenta un lugar que premio a las infidelidades masculinas de buenos hombres arios que vayan a engendrar perfectos especímenes de raza.. Y, por encima de todos ellos, están los niños. Esa especie de granja en la que se fabricaban pequeños arios que solo eran importantes por el producto dispuesto a salir al mercado a casas de arios de buena raza que terminaran de incluirlos en ese nuevo orden social con el que hitler soñó. Niños que no eran otra cosa que productos adiestrados a no molestar, descartados si no cumplían con los mínimos requeridos. Niños que en muchos casos ya estaban pensados como futuros soldados que iban a morir, no había espacio para los sentimientos.

     Este es el mundo que Caroline muestra de forma prístima y con una prosa que no es ajena a lo visual dejando una parte final que se siente como un punto intermedio entre el círculo poético y la catársis de una tragedia que se intenta ocultar pese a que hoy sabemos que proliferaron este tipo de "guarderías". La novela busca que el lector no olvide jamás el lugar en el que se encuentra. Diferencia los pequeños tesoros arios de las simples máquinas de incubar, que tienen que sentirse orgullosas de lo que hacen como si no significara que son esclavas de la función otorgada por la naturaleza a su cuerpo.

     Los niños de Himmler es brutal en muchos momentos. La autora intenta no emitir juicios dejando que sea el lector quien se encargue de ello en una novela estremecedora que se lee, a grandes ratos, como un documental en el que el lector es capad de escuchar a sus personajes.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 12 de febrero de 2025

Victorian Psycho. Virginia Feito


 

     "Estamos a principios de otoño, el frío no se ha hecho esperar y dentro de tres meses todos los habitantes de esta casa estarán muertos."

     Tengo que reconocer que, si bien la primera novela de la autora me gustó, no se alineaba en absoluto con lo que había prometido la promo, así que, comprendedme, cuando salió la segunda, tenía que probar. Hoy traigo a mi estantería virtual, Victorian Psycho.

      Conocemos a Winifred, institutriz, cuando llega a Ensor House para cuidar de los niños. Y conocemos a los niños, Drusilla la joven que vive enfadada, y Andrew el niño estirado. Y, por supuesto, conocemos también a sus padres en un formato bastante básico de marido se deja caer a la institutriz y esposa se molesta. Winifred viene del caos que ha ido sembrando y, por lo que parece, promete sembrar el caos también aquí. Y esta, es su historia.

     Para aquellos que recuerden a la señora March de su primera novela, tengo que decirles que Winifred es su dr Hyde. Y, seamos sinceros, tampoco es que March fuera una santa. Winifred es, sin lugar a dudas, una pequeña genialidad. Es mala, pero mala en un punto en el que la autora no va a buscar justificar su maldad diciendo lo terrible que ha sido su vida. Que sí, ha podido serlo en algunos momentos y tal vez nos los cuente, pero no lo hace para lograr que empaticemos. Para eso está su sentido del humor. Winifred está desatada, psicótica y estrictamente formal. Si hay que opinar sobre una zona, decir que parece más difícil de incendiar que su alojamiento anterior, le parece un buenísimo punto comparativo. Pero es que además a esta mujer le gusta lamer, masticar carne y, por supuesto, los niños gordos. 
     Si llegáis esperando algo victoriano al uso, podéis seguir caminando. La autora ya da un aviso en el título Victorian Psycho en un claro guiño al Patrick Bateman de American Psycho y su protagonista, al igual que él, es narcisista, explicativa y ajena a cualquier tipo de sentimientos, lo que hace que el lector se mueva entre el estupor y la risa ante lo absurdo de algunos de sus comentarios que, pronto aprende, son totalmente veraces. Y en mitad de todo esto, hay una reunión familiar de esas que se celebran en determinados momentos.  Y, recordando a Patrick Bateman, el lector se pregunta si no estaría mejor leyendo la novela con uno de esos impermeables que venden para subir a las atracciones de agua en los parques de atracciones. Algo que, cuando piensa, le parece terriblemente divertido, porque es para que la sangre no le salpique y además eso ya lo hizo Bateman (Patrick otra vez). De lo que no es consciente es de que eso pasa por su cabeza porque Winifred ya se ha metido en ella. Y no piensa salir.

     Victorian Psycho es una novela terriblemente divertida. Exagerada hasta lo grotesco, hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien.

     Yo muchas veces me río mientras estoy leyendo. Y vosotros, ¿cuál es el último libro con el que se os escapó una carcajada?

     Gracias.

lunes, 10 de febrero de 2025

Sueños de bronce. Camilla Läckberg

 


     "Desde su suite en el Grand Hotel, Faye observaba la bahía. En los muelles frente al palacio real, pululaban pequeños grupos de paseantes ligeros de ropa. Se apoyó la mano sobre el pecho y sintió el corazón palpitante. ¿Alguna vez se le había acelerado tanto? 
     Cuando llamaron a la puerta, se sobresaltó. 
     —¡¿Quién es?! — gritó. 
     La voz que le respondió fue tan débil que no pudo reconocerla. 
     La necesidad de volver a preguntar agudizó su ansiedad. 
     —Alice — repitió una voz familiar, y Faye suspiró".

     Vaya por delante que no es mi serie favorita de la autora, me quedo con la del hipnotista, pero no me gusta dejar series a medias. Hoy traigo a mi estantería virtual, Sueños de bronce.

     SPOILERS DE LOS DOS ANTERIORES.

     Vaya por delante que odio los spoilers y es la primera vez que tengo que poner esto en una reseña, pero es que en este caso destripa el argumento todo lo sucedido antes. Así que si has leído los anteriores, no los vas a leer o te da igual, adelante bajo tu responsabilidad.

     Ya los conocemos a todos y ahora sabemos que Jack, el exmarido de Faye, está muerto. El peligro en este momento es el padre de Faye que huyó de la cárcel y amenaza la vida de su hija, la de su familia y la de su éxito. Faye cree que su padre colabora con una importante red criminal que le proporciona acceso y medios para matarla. Es cuestión de detenerlo antes de que la alcance.

     La autora retoma desde la anterior y, por si acaso, hace un rápido viaje por todo lo sucedido. Faye tiene una empresa de gran éxito para mujeres empoderadas, que choca con su gusto extremo por la estética y con que sea de maquillaje de nombres efectivamente simplistas, se ha hecho millonaria como sus amigas, ayuda a todas las mujeres y además es letal. Le gusta el sexo, empoderada... representa ese cliché habitual en las novelas de los años 90 de yuppie que ahora se traslada al género femenino para gusto o disgusto de los lectores. En este caso, y de ahí mi aviso de spoiler, pronto nos recuerdan que la hija de faye no murió que ella hizo que acusaran a su marido de su muerte, y está escondida en Italia con su abuela. ¿Por qué nos lo cuentan? Pues porque es a donde se dirige el padre de Faye para hacer el mayor daño posible. Y es que no siempre se puede conservar la inocencia del lector recién llegado, sobre todo cuando se trata de dar continuidad lineal total a una trama común.
     En este caso la autora opta por regalar una novela de acción en la que Faye entra en prisión, y esta parte me la guardo porque, evidentemente, en la novela suceden muchas cosas que hay que dejar ocultas para que las descubran los lectores. Läckberg construye una novela en la que busca el espectáculo más que la credibilidad, volvemos a las modas de los años noventa, y deja a una protagonista preparada para todo y para todo momento y lugar, que parece tener la palabra precisa y se siente más como un superhéroe que como una persona real. Y aquí ya es cuestión de cada lector: si lo que te gusta son las persecuciones, golpes, disparos y el puro espectáculo, es más que probable que te sientas muy a gusto en esta novela. Si vas en cambio a pensar en por qué o en cómo... no es para ti.

     Sueños de bronce es el cierre a la trilogía de Faye en el que la autora ha optado por el espectáculo.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 3 de febrero de 2025

Orbital. Samantha Harvey


     "Girando en torno a la Tierra en su nave espacial se sienten tan unidos, y tan solos, que incluso sus pensamientos, sus mitologías íntimas, confluyen a veces. Tienen de vez en cuando los mismos sueños. Sueñan con fractales y esferas azules, y con rostros conocidos abismados en la oscuridad, y con el negro brillante y energético del espacio que azota sus sentidos. El espacio en crudo es una pantera, indómita y primaria; en sus sueños se les aparece merodeando por sus aposentos. Están suspendidos en sus sacos de dormir. A un palmo de distancia, al otro lado de la piel de metal, se extiende el universo en sencillas eternidades".

      El Booker tiene la mala costumbre de dejarme grandes lecturas, como La historia de Shuggie Bain, así que, pese a las opiniones encontradas, al final no he podido resistirme. Hoy traigo a mi estantería virtual, Orbital.

     Conocemos a Pietro, Chie, Shaun, Nell, Roman y Anton. Todos ellos son astronautas y cada uno tiene su misión particular, además de las rutinas propias de la nave como anotar sus cefaleas. Se encuentran en una órbita cercana, en la que van a pasar 6 meses. Y en esa órbita, en la estación espacial, dan 16 vueltas diarias al planeta Tierra. La novela nos acercará uno de esos días.

     Y básicamente, eso es todo. 16 vueltas, 16 capítulos, 6 tripulantes y una gran capacidad de observación y reflexión es lo que ha ganado este año el Booker. Si me sorprendió pensar que había ganado una novela de género, realmente no debería de haberlo hecho ya que no es tal. La Tierra es fascinante, la miran mucho, nos explican lo que ven... con un tono de extasiada maravilla. Los astronautas se cuidan, no solo observan, también hacen ejercicios, hablan y tienen sus propias historias. Pero sobre todo, lo que a la autora parece importarle, es que tienen ojos y por dónde mirar. Las nacionalidades no dan tanto juego como yo esperaba, seamos sinceros, uno ve que hay dos rusos y espera una trama que sea más que mirar por una ventana u otra, pero parece que esto es lo único que le importa a la autora. Si esperabas conocer más a los personajes, no has elegido la novela correcta.

     La novela, cortita para lo que estamos acostumbrados, está trabajada hasta tener una prosa con brillo, casi poética, hasta cierto punto agotadora. Cuando uno lleva la mitad del libro ya tiene claro que lo que ven es bonito, que les gusta, que hay barcos, líneas de luces, fenómenos que se aprecian desde la distancia e incluso ondas de radio. Lo que cuesta es aceptar que todos sean tan elevados. Por eso el libro me ha resultado agotador.

     Orbital me ha resultado agotador.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.