martes, 30 de enero de 2018

La semilla de la bruja. The Hogarth Shakespeare. Margaret Atwood


     "Félix se cepilla los dientes. Luego cepilla los otros dientes, los postizos, y se los mete en la boca. A pesar de la capa de adhesivo rosa que les ha aplicado, no encajan demasiado bien; tal vez se le esté encogiendo la boca. Sonríe: es la ilusión de una sonrisa. Fingimiento, falsificación, pero ¿quién se va a dar cuenta?"

     Me gusta particularmente leer a Margaret Atwood porque es capaz de sorprenderme cada vez que me acerco a un libro suyo. Eso hizo que tuviera una curiosidad especial con este, ya que partía de una obra conocida que, además, me leído. Hoy traigo a mi estantería virtual, La semilla de la bruja.

     Conocemos a Félix, un director de teatro que estuvo a punto de alcanzar el estrellato representando La Tempestad hasta que alguien jugo muy socio con él. Hoy es un hombre que ha perdido a su familia y que ahora se dedica a montar representaciones en un penal. Ahora representará La Tempestad en la cárcel, junto a sus reclusos, y mientras la representación toma forma bajo la perspectiva de sus improvisados actores, logra ir dándole la relevancia y forma suficientes como para que sea, además, el arma perfecta para ejecutar su venganza.

     The Hogarth Shakespeare es un proyecto a nivel internacional que, con motivo del cuadragésimo aniversario de la muerte de Shakespeare, reunirá a autores contemporáneos para reinterpretar su obra. Estos autores serán Jeanette Winterson con Cuento de invierno, Howard Jacobson con El mercader de Venecia, Tracy Chevalier con Othello, Gillian Flynn con Hamlet, Margareth Atwood con La tempestad, Jo Nesbo y El Rey Lear, Edward St Aubyn con Macbeth y Anne Tyler con La fierecilla domada. Algunos han visto ya la luz y otros están por venir, pero no cabe duda de que el proyecto es, cuanto menos interesante y personalmente voy leyendo cada una de las reinterpretaciones que se publican.

     Había dudado sobre si contar además en unas pocas líneas el argumento de La tempestad para quien no lo haya leído, pero lo cierto es que no es necesario. Cierto es que quien tenga la obra de Shakespeare en la cabeza relacionará a Calibán y Ariel en actitudes de muchos personajes, recogerá el nombre de miranda y recordará que la magia, la bruja Sycorax  y las maldiciones que protagonizaban el original, dan origen al título de este refrito de Atwood.
      Atwodd crea a Félix, un personaje magníficamente perfilado y descrito que pronto gana las simpatías del lector, pese a que a veces tengamos ganas de estrangularlo. Y Félix utiliza a Shakespeare no solo para alfabetizar o cultivar a sus reclusos y mostrar los progresos que hace con ellos, también nos permitirá a nosotros conocerles, ver aquello que han vivido y lo que han dejado atrás; lo bueno y lo malo.

     Tengo que reconocer que me he reído y he disfrutado muchísimo de esta novela de Atwood. Esta es la historia de un Próspero (personaje de La Tempestad que reconocerán con facilidad en Félix quienes hayan leído a Shakespeare) moderno. Una novela que contiene una obra y entre ambas se condensa la vida, desde la pérdida terrible que Félix arrastra, pasando por la venganza o el drama penitenciario con algún momento brillante de crítica al modernismo cultural que se lleva al extremo en forma de extravangantes representaciones que rozan lo absurdo. Atwood además otorga una ligereza a sus palabras al no quedarse demasiado en ninguno de estos puntos, que provocan que la novela sea de consumo rápido y disfrute fácil para cualquier lector. Frente a lo complicado de la superposición de obras, nos encontramos con un libro de apariencia sencilla, algo que siempre he dicho que me parece de las cosas más difíciles de lograr: hacer que parezca fácil. Y eso consigue Atwood en cada novela.

     La semilla de la bruja es un libro magnífico y casi inclasificable cuya lectura sorprenderá tanto a quienes reconozcan en la prisión una isla, como a quienes lleguen sin conocer la obra original. No dejéis de leerlo.

     Y vosotros. Ya sea en cine, música o literatura; ¿os gustan las versiones?

     Gracias.

lunes, 29 de enero de 2018

La herida. Jorge Fernández Díaz



     "Una cita nocturna en el Castel dell’Ovo, cerrado al público pero abierto a los deseos de la Camorra, puede convencerte de acudir armado hasta los dientes. Aunque uno sabe por experiencia que en este negocio no se gana confianza llevando la Glock bajo el poncho, y a fin de cuentas, esta vez el juego consiste en tributar calma y mostrarse diplomático y cordial. Estamos en Nápoles para eso, y no para empezar a repartir disparos."

    Cuando partes del conocimiento de un libro que ha desbancado a Dan Brown con su Origen del top ventas, sea en el país que sea, te pica la curiosidad. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La herida.

      Remil es convocado junto a su mentor por el mismísimo Vaticano, para encontrar a una monja desaparecida que trabajaba en una villa. En una segunda trama, un gobernador contrata a una mujer para limpiar su imagen pública. Y, como no, un crimen.

      Remil,  protagonista de la nueva novela de Jorge Fernández Díaz, es ya conocido por los lectores de su creador. Tras ese nombre tan extraño se esconde el apodo de la infancia "hijo de remil putas", manteniendo así su anonimato como espía. Y, sin embargo, este nuevo título se concibe como una novela completa en sí mismo, no siendo necesario leer El puñal para sumergirse en esta novela por muy lógica que nos pueda parecer la sucesión de títulos. En realidad, he tenido la sensación de que, trama a un lado, la herida a la que se refiere Fernández Díaz es más una cicatriz de esas que porta su personaje en su interior en un intento de resultar más cercano a los lectores, más humano, más mayor, más consciente. Quizás por eso, en esta ocasión su protagonista tiene más persecuciones que sexo y amoríos. Ha cuidado además de una forma notable los personajes femeninos que van a pareciendo en la trama, desde Mariela, la monja desaparecida que abre la trama, hasta Beatriz, la mujer poderosa, pasando por Diana... todas ellas están pinceladas para que tengan su propia maleta, hasta ese extremo ha cuidado los detalles su autor.

     He hablado hasta ahora mucho de los personajes, pero no de la trama, ni siquiera en la escueta sinopsis. Basta decir que el lector puede tener la sensación de que al autor le preocupa más un dolor de garganta que el paradero y resolución de la desaparición de la monja, ya que tardaremos mucho en saber de ello puesto que el libro gira rápidamente hacia la política. Sin embargo, al cierre, no quedan cabos sueltos. Su autor en un trabajo de sastre, ha ido puntada a puntada hasta conseguir cerrar la historia. Y poco más se puede decir salvo que es un libro concebido para que el lector disfrute plenamente de su último tercio, lo que puede llevar a que más de uno tarde en ubicarse y coger el interés necesario para que sea una lectura apetecible. A mi me sucedió, me sentía extraña en mi propia lectura, como si hubiera un punto ajeno al que no fuera capaz de acceder y eso me impidiera disfrutar de las letras. Pero el libro venía avalado por buenas opiniones, y la curiosidad me pudo, lo terminé. Reconozco que, una vez finalizado, las impresiones cambian, pero sigo sin perder la sensación de desapego por Remil, la percepción de estar ante una representación exagerada de la realidad dentro de la actualidad que se nos expone. Y sé que su autor tiene tres décadas de periodismo a las espaldas, y estoy casi segura de que refleja lo vivido en Argentina. Así que tal vez sea eso, que la realidad supera a la ficción. en ese caso y ya me he referido otras veces a esta cita, no me queda otra que recordar que "el trabajo de un escritor consiste en coger la realidad y maquillarla hasta convertirla en algo verosímil", punto en el que creo, La herida se queda cojo.

     Con sus pros y sus contras, La herida es una novela entretenida, para pasar el rato, con un ritmo creciente y que se mueve entre el género negro y la intriga.

     Y vosotros, ¿Con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

jueves, 25 de enero de 2018

Absolutamente Heather. Matthew Weiner


     "Mark y Karen Breakstone se casaron algo mayores. Karen tenía casi cuarenta años y había renunciado a encontrar a alguien tan bueno como su padre y había empezado a arrepentirse de los siete años de relación que había mantenido después de la universidad con su antiguo profesor de arte. De hecho, cuando le organizaron una cita con Mark, estuvo a punto de cancelar el encuentro porque la única virtud destacable de aquel hombre era su potencial para hacerse rico."

     Que lo primero que te digan de un libro es que su autor fue el responsable de una serie de éxito, no tengo claro si es una buena idea. Por un lado, no es lo mismo escribir un guión que un libro y por otro, se corre el riesgo de que los lectores esperen una novela similar a la serie mentada. Eso sucede con la novela que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de Absolutamente Heather.

     Conocemos a Mark y Karen Breakstone, en un recorrido relámpago por sus vidas hasta que se conocen y se casan sin estar particularmente enfebrecidos de amor. Pero si son ricos, ni son maravillosos, ni jóvenes. Él trabaja en el mundo de las finanzas con un éxito más que relativo pero sin llegar a ser uno de esos millonarios famosos y ella se ocupa de la casa y su vida se completa con el nacimiento de Heather, perfecta por dentro y por fuera desde el primer día, su gran tesoro a cuidar. Y conocemos también a Bobby Klasky un joven que no hay tenido suerte en la vida, ni en la familia que le tocó y que es además malvado aprendiendo pronto a aprovecharse de su situación para lograr lo que quiere. Ambas tramas, aunque la de Bobby tiene muchas menos páginas, se cruzarán cuando este entre a trabajar en la empresa que repara el edificio en el que viven los Breakstone y pose su mirada sobre Heather.

     Creo que he leído dos veces más de la mitad de las 160 páginas que ocupa esta novela, y no porque sea difícil de comprender, sino porque necesitaba afianzarme en sus palabras, dejar que calasen en mi interior. Weiner escribe una historia aparentemente sencilla y llena de clichés que está más cerca del lector de lo que éste puede pensar en un primer momento. Un hombre y una mujer que no se conocen, no tienen defectos, son agradables y con buenos trabajos, quedan por mediación de sus amigos deseosos de que pasen a formar parte del siguiente escalón: las parejas. Todos conocemos casos así. Una pareja que tiene todos los privilegios, educación, dinero, un buen piso y una hija maravillosa, casi demasiado maravillosa, tanto que pronto nos damos cuenta de que estamos ante un narrador que se deja llevar por la mirada de cada uno de los personajes a la hora de contarnos lo que sucede. ¿Y qué? Todos conocemos parejas así. Son matrimonios que se enfrían y se vuelcan, quizás, en sus hijos o en este caso en la bella Heather. No necesitan separarse, pasan la vida y la convierten en su centro, en su obsesión, su tesoro. Y ese tesoro crece y la adolescencia aparece con toda su "furia" y seguimos ante una historia normal. Para eso utiliza Weiner a Bobby, el contrapunto, el hijo de una drogadicta maltratado por la vida que aprende a provecharse y sobrevivir sin privilegio alguno. Pasa incluso por prisión y finalmente llega ese momento en que ambas historias, la rica y la pobre, se unen. Bobby mira a Heather con codicia, porque esto no es una historia de dulce amor, Bobby quiere poseerla y la mira... y el padre de Heather lo ve. En ese momento lo que había sido una historia normal de vidas por todos conocidas, se convierte en algo angustioso ya que el autor no busca escribir un thriller en el que temamos por la niña, lo que busca es trasmitir la angustia de un padre preocupado, que vivamos sus ideas, sus pesadillas, sus mil posibilidades e incertidumbres. No sólo con este joven que la mira, también con los que podrán venir. Esa angustia vital es la que transmite la novela, olvidándose por un momento del enfrentamiento entre privilegiados y miserables, que había ocupado la mitad del libro, ahora giramos una y otra vez en torno a esa presión, esa necesidad de saber y controlar. El miedo de un padre está en el lugar en el que se encuentre su hijo... cuando no está con él.

     Absolutamente Heather es una novela a ratos desconcertante que concentra mucho más significado del que se puede percibir en una lectura superficial, quizás por eso el desenlace desconcierte y fascine a partes iguales a quienes se animen a leerla. Personalmente he sido de los fascinados y, si bien tengo casi claro que tiene cierto aire retro que puede ser discordante con algunos detalles, he disfrutado mucho de su lectura sin apenas diálogos ni pausas.
     Dicen que las personas nos vemos un 20% más guapos de lo que realmente somos cuando nos miramos en un espejo, y yo no he podido olvidar esa frase mientras leía este libro. De hecho, cada vez que se referían al físico de alguien, de una forma un tanto ambigua, no podía evitar sonreír al recordarla. Porque eso es este libro, la ausencia de ese 20%.

     Y vosotros, ¿hacéis caso de las fajas que les ponen a los libros?

     Gracias.

PD. "Mad Men", Weiner es el responsable de "Mad Men" y ha trabajado también en otras series como "Los Soprano" y "Orange is the New Black". No os iba a dejar con la duda.

martes, 23 de enero de 2018

Mindhunter. Cazador de mentes. John Douglas



    "Ponte en el lugar del cazador. 
      Eso es lo que tengo que hacer. Pensar en esas películas sobre la naturaleza: un león del Serengueti en África que ve una enorme manada de antílopes en un abrevadero. Lo vemos en sus ojos, el león se centra en un animal concreto de entre esos miles de ejemplares. Se ha entrenado para percibir la debilidad, la vulnerabilidad, algo distinto en un antílope de la manada que lo convierte en la víctima más probable. Lo mismo ocurre con determinadas personas." 

      Empieza a ser común que sean las series de determinadas plataformas las que nos den a conocer libros, y así ha sido en este caso, al menos para mi. Primero vi la serie de Netflix y luego descubrí el libro. Hoy traigo a mi estantería virtual, Mindhunter. Cazador de mentes.

Edmund Kemper
     Lo primero a destacar es que se trata de un libro de no ficción. Son las memorias de un ex agente del FBI, John Douglas que entrevistó a personas tan conocidas como Charles Mason o Theodore Kaczynski "unabomb". John nos habla de su infancia, de sus encontronazos con la ley y de cómo llega al FBI y comienza a interesarse por el comportamiento y los patrones de comportamiento, aunque en su época de portero de pub ya explica cómo era capaz de intuir determinados patrones e incluso anticiparse a ellos en algunas personas. No es esto un manual sobre cómo interpretar signos y tampoco un compendio que pueda ayudar a asesinos a escapar de la mirada policial, pero si se trata de unas memorias amenas e interesantes para los aficionados a la novela negra, simplemente.


Jerry Brudos
     Conoceremos alguno de lo casos que nos presenta, otros descubriremos que los hemos visto en otra serie como "Unabomber" del que me llamó la atención particularmente, la capacidad de predicción incluso del tipo de ropa que iba a utilizar el asesino. Pero lo cierto es que, si bien hay cosas que ya estamos acostumbrados a oír, como que suelen ser niños que se orinan en la cama muchos años, o que comienzan con actos de crueldad animal, hay muchos puntos en este libro que desconocía y me han resultado particularmente interesantes. Máxime si pensamos que todo lo relatado se descubría hace cuarenta años revolucionando la forma de buscar a un culpable, al tener más parámetros que las pruebas físicas. Además, Douglas se cuida mucho de dejar cada cosa en el lugar que le corresponde, es decir, ante todo las evidencias que se encuentran y que nunca se podrán contradecir con ningún tipo de perfil que se pueda crear. Lo que si se puede hacer es ayudar, por ejemplo, atrayendo al autor hacia determinadas ruedas de prensa informativas.


Monte Rissell
     Douglas afirma, además, que pese a que de los primeros asesinos en serie de la historia sería, Jack El Destripador, es probable que muchas leyendas de monstruos, hombres lobo y vampiros provengan de crímenes tan atroces, que las pobres gentes del lugar tuvieran que recurrir a leyendas e invenciones para explicarlos, ya que no podían haber sido realizados por un ser humano. Reconozco que más allá de Vlad El Empalador, no me había parado a pensar en esta opción, que me ha resultado sumamente interesante


Richard Speck
     Me ha gustado mucho la lectura de Mindhunter. Me ha llamado la atención el proceso, las trabas y las conclusiones. A veces con los pelos de punta, como ante Richard Speck, he descubierto que la realidad no solo inspira a la ficción sino que, más veces de las que nos gustaría, es capaz de superarla. En todo caso, no viene mal recordar que estas personas existieron, que los crímenes fueron reales y que siguen sucediendo este tipo de cosas más allá de las páginas de los libros y las series de televisión. Y también que hay personas preparadas para protegernos. Por eso he ilustrado esta entrada con las fotografías de personas reales de las que se habla en este libro y, si me lo permitís, terminaré con una del autor.




      Y vosotros, ¿sois lectores de no ficción?

      Gracias.

lunes, 22 de enero de 2018

La sonámbula. Miquel Molina

 

     "La policía está demasiado atareada como para atender denuncias por crímenes en los que no hay cadáver, ni móvil, ni siquiera la certeza de que se ha cometido un crimen. La atención que te prestan decrece cuando admites que sólo tienes suposiciones y les hablas de la inquietud que te causan dos rostros parecidos como dos gotas de agua."

     Adoro el cine, particularmente esas viejas películas en blanco y negro que sigo poniéndome algunas noches. Por eso me llamó la atención esta versión femenina de La ventana indiscreta en la que James Stewart había sido sustituido por una elegante mujer. Así que me compré el libro y hoy traigo a mi estantería virtual, La sonámbula.

     Conocemos a Marta, una bailarina retirada por lesión que se dedica a dar clases de danza. En el momento en que la conocemos, está de baja por una mezcla entre ansiedad y depresión y apenas sale de casa. Por eso es a quien recurren para pedir ayuda cuando su vecina de abajo sufre un ataque y, por eso también, el hijo de la fallecida vecina le pide ayuda para alquilar el piso de su madre, comenzando entre ellos una curiosa relación.

     Desconozco si aquella adolescente de hace siglo y medio que conocí en Una flor del mal podría ser esta mujer en la cuarentena que protagoniza La sonámbula, pero el caso es que Miquel Molina se mantiene en el difícil papel de dar a su libro una voz narrativa femenina y, una vez más, suena natural y no impostado. Recupera también alguno de los temas tocados en su primer libro pero, aparte de eso, es una novela contemporánea marcada por los problemas actuales y salpicada de pequeños toques para cinéfilos.

     Marta no es solo Marta, también fue Ginebra, aunque no durase mucho. Sus padres, cuando tenía cinco años, intentaron cambiarle el nombre, pero no prospero. Sin embargo es un nombre del que no se ha despedido nunca y que ha intentado utilizar siempre para su propia satisfacción. Y es que, dentro de cada persona, habitan muchas en realidad, exactamente igual que dentro del edificio de la calle Bruc en el que vive Marta, vivirá aventuras más que suficientes sin necesidad de salir de su casa. Marta se encuentra aunque no lo diga, en plena crisis de los cuarenta. Quizás no una de esas a las que estamos acostumbrados en novelas y películas de personas que se niegan a afrontar su edad, sino precisamente en una que es todo lo contrario. Le toca enfrentarse a todo lo dejado por el camino, a su carrera frustrada como bailarina, a sus parejas y exparejas (algunos siguen siendo amantes ocasionales de noches perdidas), a las primera arrugas que se ven en el espejo del baño y, sobre todo, a tomar decisiones. Eso no significa que la protagonista  no haya tomado otras decisiones antes, su cambio, por ejemplo, en las rutinas de baile y su reinvención como profesora, es un claro ejemplo de ello. Pero el amor será una de sus asignaturas pendientes, un amor al que siempre se enfrentó con la coraza de dos o ninguno para evitar no ya perder, sino simplemente, temer perder. En este complicado momento se encuentra cuando su vecina sufre el ataque y es requerida para su auxilio de tal modo que, cuando se la llevan al hospital, está en ese universo desconocido que es una casa ajena que, por estar vacía, permite miradas indiscretas. Así descubre libros, venenos caducados y también una melena rubia que asoma en una cama.  La mujer no tiene más que un hijo y, salvo los fines de semana, vive sola. Por eso cuando Fidel, el hijo, le pide ayuda para alquilar el piso se presta a ello. No solo por el atractivo del arrendatario, también por el misterio a resolver. Un misterio que le abrirá las puertas a un mundo tan ajeno como extraño y perturbador en el que descubrirá más de un secreto que igual hubiera preferido no conocer.

     Dejando de lado todos estos elementos de la trama, me ha sorprendido la meticulosidad de Miquel, que no introduce nada al azar ya que cada palabra, cada objeto, irá cobrando su importancia y encontrando su lugar en la historia, como si de un puzzle se tratara. Hay además dos simbolismos permanentes que son la astronomía, en la humana creencia al mirar las estrellas de verlas siempre en el mismo lugar, pese a que incluso la tierra está siempre cayendo, como dicen en un momento dado en la novela. Y por otro lado el sonambulismo: el de la propia protagonista que no os explicaré el significado que tiene para mí ya que eso sería dar demasiados datos. Y la unión de ambos en un antiguo libro en el que una joven viaja en sueños a otros planetas, como si fuera una pequeña licencia poética que se autopermite el autor.

     La sonámbula es un libro que se lee rápido, no por tener un gran misterio, sino por la curiosidad que suscita en el lector. Una novela llena de personas perdidas, con miedos e inseguridades que tienen que seguir avanzando. Quizás porque no me gustan las etiquetas me ha parecido inclasificable más allá de narrativa contemporánea, pero hay que reconocer que es refrescante enfrentarse a novelas distintas. Me ha gustado.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

jueves, 18 de enero de 2018

Los huéspedes de pago. Sarah Waters


     "Los Barber habían dicho que llegarían a las tres. Era como esperar para empezar un viaje, pensó Frances. Ella y su madre habían pasado la mañana pendientes del reloj, sin poder relajarse. A las dos y media, en un impulso de nostalgia, Frances había recorrido las habitaciones por última vez, supuso; desde entonces había aumentado el nerviosismo, que desembocó en un desinflamiento progresivo, y ahora, casi a las cinco, allí estaba otra vez, oyendo el eco de sus propios pasos y sin sentir el menor cariño por los espacios exiguamente amueblados, simplemente ansiosa porque llegara la pareja, porque se instalara y acabar con el asunto."

    Reconozco haber comprado el libro confundiendo a su autora con otra persona. A veces es el azar quien nos acerca una lectura. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los huéspedes de pago.

     Inglaterra, años veinte. Conocemos a Frances Wray, una mujer con algo menos de treinta años y un pasado un tanto escandaloso, y a su madre, una viuda que ha perdido además a sus dos hijos. Pertenecientes a una clase media/alta ven como su capacidad económica disminuye hasta empujarlas a alquilar una planta casi completa de su envejecida casa. El matrimonio formado por Leonard y Lilian Barber serán sus huéspedes, una pareja joven un tanto histriónica. Frances y Lilian se conocen, se descubren, y esto provocará consecuencias insospechadas en la vida de los residentes de esa casa.

    La Gran Guerra produjo un cambio notable en la situación de la mujer. En este caso estamos en Inglaterra, donde las mujeres se vieron obligadas a sacar adelante a familias diezmadas, incorporándose al mercado laboral. Esas mujeres que ocuparon puestos laborales destinados a hombres, fueron criticadas en muchos casos por no abandonarlos al regreso de los combatientes a sus ciudades, de tal modo que los locos años veinte fueron muy diferentes en este país. Waters elige un caso intermedio, el de una familia recortada hasta tener dos únicos miembros, mujeres ambas, que en lugar de trabajar, alquilan parte de su casa para sobrevivir a las deudas heredadas del padre de familia. Waters nos describe todo esto, ya sea de forma explícita o implícita en la pérdida de lustre de los suelos de la casa. Y es a este panorama al que llega el matrimonio joven, despreocupado de estas estrecheces, con su colorido y su tocadiscos. Con esta irrupción en la tranquila vida de las Wray, comienza el segundo tiempo de la novela: la atracción y el amor. Y es que, Frances Wray se enamora de Lilian y Waters relata los estadíos de este amor no siempre comprendido entre dos mujeres de una forma magnífica. El miedo, la pasión, la cautela, el ansia... todo queda en cada uno de los gestos y miradas entre ambas mujeres. Es en este momento en el que la novela gira para convertirse en una novela oscura, casi negra. Un crimen fortuito no deja de ser un crimen, y será investigado por la policía, de tal modo que la casa, ya alborotada, termina totalmente desbaratada mientras estas mujeres se miran casi a escondidas pendientes de lo que les deparará el futuro.

     Evidentemente no voy a desvelar nada del crimen, pero Waters lo coloca hábilmente en el centro de la trama al implicar a todos los miembros de la casa consiguiendo que, pese a que el lector es testigo excepcional de todo lo sucedido, el suspense alcance cotas altísimas en la última parte convirtiéndose en una trama casi opresiva para el lector. Pero no solo eso, más allá de lo relatado, que es mucho en algo más de seiscientas páginas, encontramos muchos símbolos en la forma de actuar de sus personajes. La madre que parece no ver, no querer ver en realidad, exactamente igual que una fracción de la sociedad ante el cambio que sobreviene; Frances que limpia y ordena una y otra vez como si con ello realizara algún tipo de labor que fuera a ayudar al mundo, la supuesta modernidad del matrimonio recién llegado que se contradice con pequeños detalles y gestos que nos van mostrando...
 
     Los huéspedes de pago es una novela tipo folletín que, sin ser de ritmo rápido, da poca tregua al lector en cuanto a sucesos. Los personajes están bien perfilados y la ambientación es mejor que buena, convirtiéndose así en un libro entretenido cuya lectura he disfrutado. Y eso, hoy en día, ya es mucho.

     Y vosotros, ¿alguna vez habéis comprado un libro por error y habéis decidido quedároslo?

     Gracias.

   

miércoles, 17 de enero de 2018

La oficina de estanques y jardines. Didier Decoin


     "Tras una prolongada reclusión cumpliendo con la estricta observancia de las restricciones de comida propias del luto y tras haber lustrado el cuerpo de Katsuro con un lienzo sagrado destinado a absorber las impurezas, Amakusa Miyuki se sometió al ritual que debía purificarla de la mácula de la muerte de su marido. Pero como no había ni que pensar en que la joven se sumergieses en el mismo río en el que acababa de ahogarse Katsuro, el sacerdote sintoísta, frunciendo los labios, se conformó con sacudirle encima una rama de pino cuyos vástagos había humedecido el agua del Kusagawa. A continuación, le aseguró que ya podía reanudar la vida y demostrarle su gratitud a los dioses, que no dejarían de imbuirle fuerza y valor." 

    No tengo claro qué me atrajo tanto de este título, pero lo cierto es que no se me despegaba. Por eso lo acabé comprando y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La oficina de estanques y jardines.

     Estamos en Japón, en la aldea de Shimae, en pleno siglo XII. Allí reside la joven Miyuki, una mujer que amaba a su marido más allá de lo razonable, y que acaba de quedarse viuda. Como último tributo de amor, Miyuki irá a la capital, Heiankyo, a llevar las últimas carpas pescadas por él.

     Siempre se habla de la musicalidad de los escritores orientales, de la tradición que esconden una gran parte de sus obras y de la cultura ancestral llena de costumbres que nos resultan particularmente llamativas. Bien, Decoin ha sido capaz de coger todo eso y hacerlo suyo en esta novela. Para ello, ha cuidado especialmente la plasticidad de su prosa, evocando permanentemente olores y paisajes que llegan al lector nítidamente, y los ha mezclado con esas tradiciones que desconocemos hasta lograr que nos sintamos inmersos en una suerte de cuento. Y la protagonista central del cuento, heroína indiscutible, es Miyuki. Nos presenta a Katsuro, famoso pescador de carpas, ya fallecido pero eterno en su presencia en la novela como lo es en la mente y el corazón de Miyuki, y ya nos tiene imaginando cómo mete las manos en el agua para coger con cuidado las carpas, sentimos su peso en las cestas que cuelgan de la pértiga y también su movimiento. Y su importancia. A partir de ese momento, Didier nos ha ganado.

     En las primeras páginas vemos la pobreza de Miyuki y su sentimiento de orgullo y sumisión, vemos su amor y la importancia que va a tener ese viaje casi iniciático, en la joven. Un viaje que va a estar lleno de olores y colores, pero también de peligros. Las carpas han de llegar sanas y en el camino hay posadas peligrosas, ladrones y un sin fin de posibles peligros que Miyuki salvará (o no), y lo hará con la perenne compañía de su difunto esposo. Cada cosa estará donde él dijo y cada momento será un tributo al amor que Miyuki le profesaba, convirtiendo la novela en una gran historia de amor.
     Reconozco que ya con las carpas me ganó Decoin. Es una imagen típica de Japón el estanque con esas carpas armadas con sus bigotes, y nunca me había parado a pensar en cómo llegan a dichos estanques, y menos en la época medieval. Me he sentido transportada casi a otro mundo, espectadora privilegiada y silenciosa que teme moverse y romper el hechizo volviendo bruscamente a mi sofá. Y ahora, al pensar en ellos, no puedo evitar compararlo con mi lectura de "Seda" de Baricco, cuando decía "compraba y vendía, gusanos de seda" y uno se quedaba casi anclado a esas palabras. Las sensaciones fueron muy similares en esta lectura, sensaciones que, creo, perdurarán en mi memoria.

     La oficina de estanques y jardines es una novela ante todo hermosa en la que una mujer realiza un viaje como tributo a su difunto esposo y también por su honor pero, sobre todo, es un libro hermoso. Y es que, hasta la muerte cuando es bajo la mirada de una garza blanca, tiene algo que nos invita a mirar. Os invito a descubrir esta historia.

     Y vosotros, ¿también os sentís atraídos por los libros que hablan de otras culturas?

     Gracias.

martes, 16 de enero de 2018

Pequeños fuegos por todas partes. Celeste Ng


     "Aquel verano, en Shaker Heights, todo el mundo hablaba de ello: Isabelle, la pequeña de los Richardson, había perdido definitivamente la cabeza y había quemado la casa. En la primavera, los chismes habían girado en torno a Mirabelle McCullough -o May Ling Chow, según de qué lado estuviese uno-, y ahora por fin había algo nuevo y excitante que comentar."

     Todo lo que no te conté fue la primera novela de Celeste Ng y recuerdo haberlo leído, disfrutado y recomendado a todo aquel que me quiso escuchar. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Pequeños fuegos por todas partes.

     Conocemos a la familia Richardson, la perfecta familia del perfecto lugar para vivir a las afueras. Tienen cuatro coches y cuatro hijos, como corresponde. Sin embargo, la llegada de Mía Warren y su hija Pearl será el acelerante para esos pequeños incendios de la comunidad que terminan mostrando un retrato de lo que fueron esas zonas suburbanas. Mía es una artista que ha vivido en muchos lugares y su hija de quince años está deseando tener un hogar estable y encajar en él. Mía llega como inquilina de los Richardson y la señora Richardson no tarda en sentirse generosa y ofrecerle a mía ser su empleada del hogar como pago a su alquiler.

     Si en Todo lo que no te conté comenzábamos la historia con el descubrimiento de un cuerpo, aquí Celeste Ng ha decidido comenzar por un incendio. La señora Richardson, madre, esposa y ejemplo, está delante de su casa en llamas. Su hija pequeña parece la principal sospechosa, sin embargo, a Celeste no le importa el culpable, al menos no le importa demasiado. Porque su novela no trata de este incencio, lo que le importan son los pequeños fuegos que se extienden a lo largo de la comunidad de Shaker Heights, igual que un cotilleo.
     Shaker Heights es una zona suburbana de Ohio que, no solo existe, sino que además la propia autora fue residente del lugar, así que sabe de lo que habla cuando nos describe un lugar que parece vivir en una burbuja en la que nunca pasa nada y todo es armonía. O al menos esa parece ser la intención del lugar. Y ahí residen los Richardson, la perfecta anodina familia de clase media alta. Y a su casa llegan los Warren, madre e hija, artistas, con una manera muy diferente de entender la vida, dejando al descubierto las diferencias entre ambas partes. Shaker se ve definido como un lugar en calma del que Celeste nos va a mostrar las grietas con pequeñas pistas antes de comenzar la acción de la novela.  La aparición de un bebé en una estación de bomberos, aparece un niño chino abandonado y una familia amiga de los Richardson decide adoptarlo. Estamos en los años noventa, y la perfección, y las adopciones interraciales son algo a pie de calle sobre lo que todo el mundo opina y la autora aprovecha para mostrar un conflicto entre pares dando, además, todos los favores económicos a quien pretende quedarse con el bebé, y la voz de la opinión a quien quiera mostrarla a lo largo de sus páginas.
     Los choques producidos por las interferencias entre ambas familias no tardan en llegar y la familia Richardson verá como las Warren se van haciendo un hueco en su casa, acercándose a sus hijos y particularmente a la más joven de ellos. Quizás por eso la señora Richardson no pueda resistirse a averiguar lo que parece un secreto en la vida de sus inquilinas.
     El último foco del libro es la adolescencia y el carácter rebelde que implica la edad. Este tipo de lugares perfectos, planificados y ordenados, se basan en moldear también a sus residentes. Al igual que los colegios con uniformes se supuso en una época que hacía que los niños fueran más tranquilos y manejables, este tipo de suburbios se concibieron para aislar del bullicio y estrés de las ciudades a sus residentes. Pero si se trata de adolescentes y no hay uno sino varios, se pone más complicado.

     Con todos estos focos y unos cuantos más que no relato, Celeste construye una novela que se lee fácilmente y que da la sensación de conservar un foco de intriga para el lector. Quizás no estemos antes una novela negra, pero despierta el interés, la necesidad de saber, el "una página más" que tanto apreciamos cuando buscamos simple entretenimiento. Pasa con un éxito modesto, pero éxito a fin de cuentas, de su magnífica Todo lo que no te conté, ambientada en los 70, a estos pequeños fuegos de los 90 y mantiene además algunos de sus elementos básicos, como los secretos familiares y las diferencias intersociales o raciales, pero lo que realmente gana fuerza en este libro, es la maternidad. La adopción, la maternidad, el embarazo, el amor... se vuelven algo recurrente en la segunda novela de Celeste Ng. Un libro que he disfrutado en dos tardes y que, de forma intencionada supongo, se antoja visual al lector, como una de esas series que llenan las ofertas de las plataformas de vídeo.

     Me doy cuenta llegado este punto, del número de veces que he nombrado el primer libro de la autora. Y esto es porque el mayor defecto que he encontrado en Pequeños fuegos por todas partes, es que no es Todo lo que no te conté y supongo que cuando uno parte de un listón colocado a cierta altura, espera que lo siguiente sea superior. En este caso no es justo con esta novela, Pequeños fuegos por todas partes es un buen libro con un estilo depurado y que merece ser valorado por sí mismo. Os lo recomiendo.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 12 de enero de 2018

El corazón de los hombres. Nickolas Butler


     "Al Corneta no le hace falta despertador. En la cerrada oscuridad de moho y lona, sus manitas buscan a tientas las cerillas, raspan la punta sulfurosa de una contra la caja, la cerilla prende y arde, y, por fin, el farol, con su dorada luz de queroseno, la mecha, que quema como un pulmón ardiente. Bosteza; se quita el sueño de los ojos a restregones. Con esta luz nueva, busca las gafas y las encuentra, y ahora distingue los detalles de la tienda, sus sombras, sus cosas. Un búho ulula desde la copa de un arce cercano mientras el chico abre los faldones de la tienda y se estremece en el frío que precede al alba. Sus pies descalzos avanzan ligeros sobre esa tierra del campamento que tantos han pisado ya. Se baja los calzoncillos blancos y, temblando, proyecta un arco de pis sobre las frondas grandes y tolerantes de los helechos ocultos. Es un sonido agradable. Como el de la lluvia que rebota en un toldo de lona. Y vuelve a meterse en la tienda, que ahora, con la llama del Coleman, está mucho más calentita. Hasta el alba, una carrera."

       Leí Canciones de amor a quemarropa y no lo disfruté tanto como debería, a juzgar por las opiniones que fui viendo en mi entorno. Y eso me dejó la agridulce sensación de no haber sabido apreciar la novela, por eso tenía ganas de leer algo más de su autor. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El corazón de los hombres.

     Estmos en 1962, es verano y conocemos a Nelson en el Campamento Chippewa. Nelson no es buen deportista, saca buenas notas y no tiene amigos. Quiere conseguir todas las insignias y eso no le ayuda a ser precisamente popular. Tan solo un niño llamado Jonathan se posiciona a su lado, al menos parcialmente, ya que lo incita a participar en un juego que perderán y del que acabará siendo Nelson el "pagador". Como siempre.
En 1997 Nelson es Jefe de tropa en el campamento. Su pericia de boy scout le fue finalmente útil en la vida, en Vietnam. Jonathan reaparece también al llevar a su hijo Trevor al campamento, un hijo con el que tiene una relación horrible aderezado con un poco de crisis de los cuarenta.
Finalmente llegamos al año 2019. Ahora es Rachel, la nuera de Jonathan, la que lleva a su hijo al mismo campamento. Nelson a sus ya 70 años añora otra vida, otros tiempos.

     Y estos son los tres tiempos en los que se divide la nueva novela de Butler cuya primera parte es francamente buena. es fácil leer su prosa que no se traba en complicadas descripciones sino que se antoja tan sencilla como la historia que cuenta. Ni siquiera en las peores escenas, como la de la apuesta perdida y el terrible descenso a unas letrinas, pierde una pizca de estilo o musicalidad, dando incluso la sensación de ser menos terrible lo relatado por la forma en que está hecho.

     Nelson es el gran protagonista de la historia. Con un padre que no le acepta y una madre que se convierte en su gran apoyo, dirige su admiración paterna hacia Wilbur Whiteside, jefe del campamento. Pero ni esa persona parece la adecuada para protegerle cuando llega el momento. De hecho, ni siquiera es un buen jefe de campamento, ya que Chippewa nos recuerda en algunos momentos a la isla de El señor de las moscas, con sus jerarquías y sus castigos deliberadamente crueles, y pronto somos conscientes de que Wilbur, al igual que le sucediera en su pasado, tampoco va a estar a la altura de lo que se necesita de él. Aún así, la evolución de Nelson parece tender a convertirse en un Wilbur, dejando atrás a una madre de la que poco o nada llegamos a saber para terminar en una última parte en la que he tenido la sensación de que Butler había perdido el rumbo. Entiendo las denuncias que hace, pero no justifico el final.
     En cuanto a Jonathan, que al igual que Nelson es parcialmente opaco para el lector, mantiene ese juego a medias tintas para acabar desapareciendo y así ceder su espacio en la novela a Rachel, única mujer que parece tener importancia en esta novela eminentemente masculina.

     Quiero suponer que la intención de Butler es hablar de valores, utilizando una suerte de epopeya de vida. Sin embargo fracasa de forma estrepitosa al quedarse, pese a dos o tes escenas, en una historia tibia. ni la relación madre-hijo, ni esa amistad que yo no terminé de ver como tal, tienen la fuerza necesaria para convertir esta novela en una gran historia, y tampoco sus personajes son inolvidables. De hecho, a medida que pasa el tiempo, y pese a tener claro que es un libro sobre traiciones, abandonos y valores, se va desdibujando hasta darme la certeza de que ha sido, simplemente, un libro más. Posiblemente si hubiera seguido la senda de esa primera parte, sin cambios de narrador y estilo, hubiera sido muy distinta mi percepción de esta historia que pasa de cruda a edulcorada en un puñado de páginas. Y es que, al final, Nelson jamás tuvo a nadie a su lado en la forma que anhelaba en las primeras páginas, ni siquiera a su propio creador.

     Empiezo a estar convencida de que, a medida que leemos, somos más exigentes en nuestros criterios. Así que decidme, ¿cuál ha sido vuestra última decepción?

     Gracias.

jueves, 11 de enero de 2018

Los dieciséis árboles del Somme. Lars Mytting


     "Mi madre era para mi un olor. Era un calor, una pierna a la que me aferraba, un soplo de algo azulado, un vestido que creía recordar que usaba. Me decía a mi mismo que mi madre me había lanzado a la vida con un arco y, cuando moldeaba mis recuerdos sobre ella, no estaba seguro de si eran correctos ni verdaderos, sencillamente la recreaba tal como creía que un hijo debe recordar a su madre.
     Era en ella en quien pensaba cuando ponía a prueba mi añoranza, rara vez en mi padre."

     El libro de la madera fue uno de esos descubrimientos literarios que nos pillaron por sorpresa el año pasado dejándonos con ganas de leer algo más del autor. Hoy traigo a mi estantería virtual la segunda novela de Lars Mytting, se trata de Los dieciséis árboles del Somme.

     En el año 1971 una pareja noruego/francesa muere en circunstancias cuestionables. Se sabe que iban en el coche con su hijo de tres años, y que estuvo desaparecido cuatro días, hasta que fue encontrado en un hospital a varias millas de distancia. Nosotros conoceremos a ese hijo, Edvard, ya crecido. Ha sido criado por su abuelo, siempre bajo la sombra de lo sucedido a sus padres en una familia que ha visto la muerte demasiado cerca. Cuando su abuelo muere a principios de los 90 a Edvard se le presenta la oportunidad de excavar en su historia familiar y tal vez en su memoria.

     Siempre he opinado que un éxito lo tiene cualquiera: una buena idea, un día inspirado, suerte... es en el siguiente paso en el que uno sabe si fue suerte o es algo más. Por eso siempre me interesan casi más las segundas obras que las primeras. Y por eso me fijé en este título, del que me llamó la atención que también estuviera relacionado con la madera. Qué tendrá este hombre con los árboles, pensé sabiendo ya la respuesta tras haber leído el primer título. Y me sumergí en la lectura.
      No tarda una mucho en quedar inmersa en esta historia y sentir una corriente de empatía hacia Edvard, pese a que es un personaje que no siempre actúa bien y cuyo temperamento le lleva a precipitarse en algunas ocasiones. De hecho, eso es precisamente lo que provoca la empatía: la credibilidad de su protagonista, del que Mytting no oculta ninguna arista. Con 23 años y al morir su abuelo, descubre que hay algo que se oculta en la muerte de sus padres, y lo une a ese hermano de su abuelo Einar, cuyo nombre dejó de pronunciarse y que pasó de poner argollas en los árboles dejándolos heridos, a desaparecer en Francia. De este modo son varias las incógnitas que se nos abren en la novela, y somos incapaces de no bucear en ellas junto al protagonista, que parece sentirse incompleto y necesita saber más.  Quizás no sea una tontería pensar que es como uno de esos abedules de fuego que, heridos, no les queda otra que deformarse para envolver su herida generando una cicatriz en el dibujo de sus anillos que solo será descubierta al convertirlos en madera. Y esa imagen, la fuerza de esa imagen unida a la belleza de las palabras utilizadas por Mytting, es lo que sorprende al lector dejándole con la necesidad de releer alguno de los párrafos. Yo reconozco haberme enamorado de ese bosque de abedules que restallan y de esa metáfora palpable entre los árboles y Edvard. Hacía tiempo que no me tropezaba algo tan hermoso como esa unión entre persona y paisaje herido, casi podía oír restallar los aros al romperse y me preguntaba también tumbada en el suelo por qué habría que dañar un árbol.
     Sin embargo la historia de Mytting va mucho más allá de ese bosque. Se interna en el pueblo también presentando pecados que no se purgan y culpas que quedan al descubierto por una guerra ya pasada o un secreto oculto. Con ello el autor consigue dejar un rastro profundamente humano en todos ellos, incluso tierno en muchos momentos, y convierte la historia en algo cercano para el lector.

     Los dieciséis árboles del Somme me ha parecido una gran lectura. Uno de esos libros que se leen con calma, dejándose impregnar por las sensaciones, los olores y sonidos que desprenden sus páginas. Me ha gustado. Empiezo bien el año.

     Y vosotros, ¿sois de los que desconfiáis de un único éxito hasta que leéis la siguiente novela del autor, o ni os fijáis en esas cosas?

     Gracias.

miércoles, 10 de enero de 2018

Final en Berlín. Heinz Rein


     "Un terremoto destruyó en pocos minutos Lisboa, San Francisco y Tokio. Fueron necesarios varios días para que se extinguieran los incendios de Roma, Chicago y Londres."

      Esta novela que apareció al finalizar la guerra con un éxito notable, fue olvidada rápidamente, quizás por el momento en que se publicó. Hoy traigo  a  mi estantería virtual, Final en Berlín.

     16 de abril de 1945, el Ejército rojo comienza la conquista militar de la capital del Reich.
     30 de abril de 1945, Adilf hitler se suicida en el búnker del cuartel general de Hitler.
     8 de mayo de 1945, entra en vigor la rendición incondicional del ejército alemán.
     Estos son algunos de los datos que nos encontramos en la magistral novela Final en Berlín. En los últimos días de la guerra, con una ciudad ya dividida, la Gestapo busca culpables ya sean judíos, desertores o conspiradores.

          Heinz Rein escribe esta novela en 1945 relatando su experiencia, fue publicada un año más tarde y en 1947 se vendieron 80000 ejemplares. Como comenzaba diciendo, un gran éxito para una novela olvidada. Final en Berlín es una novela con llena de imágenes que se meten en la retina del lector en la que la ciudad es la gran protagonista, una ciudad asediada, casi destruida, que percibimos entre montones de escombros dejados por la guerra. Muestra una realidad que se ve impulsada por artículos, discursos y noticias de la época que consiguen un realismo que salta de las páginas al lector que es testigo privilegiado del sufrimiento de una población cuya ruina es incluso mayor que la de la propia ciudad. La población sigue adelante como puede, deteriorada, cansada, asediada en lugares seguros, o lo más seguros que encuentran mientras el Ejército Rojo ya está frente a la ciudad. Las SS intentan buscar culpables a la vez que detenerlo, hostigando a la población. Y, una vez nos ha dibujado la situación, entramos en la historia y conocemos a los protagonistas.
     Personajes que se alzan en mitad de este caos, el soldado Lassehn que está encargado de nos folletos, le sirve de excusa a Rein para mostrarnos el Berlín de la época. Lassehn, que no quería ser soldado, desertor, y que llega del pub Klose, centro de reunión de una resistencia que iremos conociendo. Un personaje que protagonizará uno de los encuentros más emotivos de esta historia y terminará siendo uno de los personajes más viscerales. Conoceremos también a Wiegand sindicalista torturado en un campo de concentración busca sabotear, al médico Böttcher, a Schröter y a un pequeño grupo (que en realidad son dos), en el que el autor tiene el acierto de mezclar no solo sexos, sino también ideologías. Escribe así, y gracias al acierto de un narrador omnisciente, la historia de unos pocos que luchan esperanzados.

     De este modo, y gracias a la habilidad narrativa del escritor, se puede decir que la novela que comenzaba mostrando una ciudad convertida en un animal herido bomba tras bomba, se convierte en algo más parecido a una historia de acción, apenas cortada por las discusiones entre sus personajes, que se lee con rapidez. De hecho, casi serán los diálogos las partes más lentas en contra de lo habitual. Rein no escribe una historia lacrimógena pero habla de un lugar en el que se vertieron muchas lágrimas y hace que nos preguntemos qué tipo de monstruos son capaces de hacer algunas de las cosas allí descritas. Y es que, Final en Berlín, es una historia rápida pese a todo en la que importa más el contenido que la forma en que se nos presenta. Decía antes que su mayor tara está en los diálogos, pero lo que nos queda de ellos es la unión, las ideas, las esperanzas dentro de una historia que está llena de dolor por una ciudad destruida que, estoy segura, fue amada por el autor. Por eso, una vez finalizado el libro, nos damos cuenta de las denuncias que lleva implícitas esta historia y, sobre todo, nos damos cuenta de que aquello que nos relata es real, que hubo una ciudad que fue destruida, que se buscaba en esos incesantes bombardeos terminar con las sedes nazis mientras que las SS en un desesperado intento por resistir no tenían piedad con su propia población. Que todo aquello, más allá de lo que hayamos podido ver por televisión, sucedió. Y que personas como Lassehn, existieron.

     Decía al principio de esta entrada que Final en Berlín es una novela olvidada y recuperada. Ahora os digo que merece la pena aprovechar la ocasión y no dejar que vuelva a caer en el olvido.

     Y vosotros, ¿con qué libro habéis dejado atrás las fiestas?

     Gracias.