"Me he acostumbrado a ordenar los recuerdos de mi vida con un cómputo de novios y de libros. Las diversas parejas que he tenido y las obras que he publicado son los mojones que marcan mi memoria, convirtiendo el informe barullo del tiempo en algo organizado. «Ah, aquel viaje a Japón debió de ser en la época en la que estaba con J., poco después de escribir Te trataré como a una reina», me digo, e inmediatamente las reminiscencias de aquel periodo, las desgastadas pizcas del pasado, parecen colocarse en su lugar. Todos los humanos recurrimos a trucos semejantes; sé de personas que cuentan sus vidas por las casas en las que han residido, o por los hijos, o por los empleos, e incluso por los coches. Puede que esa obsesión que algunos muestran por cambiar de automóvil cada año no sea más que una estrategia desesperada para tener algo que recordar".
Me gusta Rosa Montero, no solo sus novelas imaginativas, me gusta ella, la forma en que se expresa, sus gestos... y también sus novelas más privadas. Solo me faltaba un libro que abordara la literatura como tal. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La loca de la casa.
Si Truman Capote hablaba de Plegarias atendidas citando a Santa Teresa, Rosa Montero hace lo propio con La loca de la casa aludiendo a la forma en que la santa se refería a la imaginación. Y es que en La loca de la casa Rosa Montero nos habla de ella misma, aunque no sea del todo cierto lo que nos cuenta o tal vez sí, y también de literatura. Nos habla de otros escritores, sentimientos, impresiones y uno tiene la sensación de estar ante un libro de propias anotaciones que destila amor por la literatura. Y eso, a los lectores empedernidos, nos encanta. Sabemos que la parte personal es engañosa, leemos experiencias que cambian cada vez que las cita y descubrimos una mezcla entre lo que fue y tal vez lo que deseo o lo que quiso o, por qué no, lo que pudo ser. Nos habla de sus lecturas y de sus autores, con sus partes buenas y malas en esa suerte de cotilleo en el que nos cuenta debilidades de nombres hoy consagrados y que yo desconocía. Esas que uno apunta tomando nota de que, a fin de cuentas, son personas y también se mete, porque por qué no hacerlo puestos ya, a hablar de las relaciones literarias modernas. Esas que incluyen a escritores y críticos y hablan de lealtad o de poder o a saber Dios qué.
A lo largo de la lectura de esta suerte de ensayo novelado o novela ensayada tuve muchas veces la sensación de una cierta complacencia con el lector al que deja frases colocadas para ser anotadas sobre la creación literaria, las inseguridades y el amor a la literatura, pero lejos de estorbarme parecía formar parte del juego de medias verdades que se avisa en la propia novela. Y es que cuando he dicho que Montero recuerda o imagina es porque ella misma lo advierte y el lector acepta el pacto de disfrutar los caminos elegidos sin plantearse demasiado hasta qué punto sucedió.
Lo cierto es que La loca de la casa es un libro de fácil lectura y mejor digestión que uno termina con una sonrisa y disfruta desde las primeras páginas. Quizás, y por ponerme puntillosa, no necesito que a ratos me hable con tanta confianza, pero también es cierto que la mitad de las cosas que cuenta serían propias de ser relatadas por un amigo de esos que uno sabe que exagera o con el que juegas a imaginas cómo te hubiera gustado que sucediera tal o cual noche. No me importa demasiado quién es M o si es uno o si son varios ni tampoco en qué encuentro me engaña o si estuvo o no tal o cual actor misterioso porque me quedo con la parte metaficticia, autoliteraria o como cada cual lo quiera definir. El caso es que, como ya me ha sucedido con otros libros, me quedo con Rosa Montero y su particular oda a la literatura que es este libro.
Descubrir anécdotas literarias es uno de los placeres de La loca de la casa y por eso, aunque he hablado un poco de la parte más personal, no os he contado de Woolf, Goethe o Capote, por poner un ejemplo. Esa parte la dejo para que cada cual la descubra y disfrute mientras anota qué biografías le interesan, le convienen o le pueden interesar. Tampoco he puesto las citas que hablan de la literatura, la creación, la soledad del escritor, sentarse y no escribir o mil pequeños detalles que desgrana para deleite de cualquier aficionado a los libros y, tal vez, más aún de cualquier otro escritor. Eso también os lo dejo descubrir. Y digo que os lo dejo descubrir porque os recomiendo su lectura.
Lean, lean ustedes La loca de la casa.
Gracias.
10 comentarios:
Cómo loca literaria o loca de mi casa admito que después de leer esta reseña necesito leer el libro. Y más si menciona a Woolf. He leído varios libros de Rosa Montero y me gusta como plasma con tacto vivencias e invenciones. Este ensayo novelado no me lo pierdo, me gusta conocer las relaciones entre autores, anécdotas y demás que aborden lo metaliterario.
Besos
Hola, Mientras Leo:
¡Este me lo llevo anotado! ;-)
Un beso.
Me lo anoto para cuando pueda ir a una librería a la capital ya que no puedo salir del pueblo al estar confinados.Besicos
Me gusta también Rosa Montero, no sólo como escritora sino también como tú dices, por su forma de hablar, por sus gestos, por la pasión que demuestra en cada cosa que hace. Pero llevo tiempo sin leer nada suyo. Me has dejado con muchas ganas.
Besotes!!!
Me caes mal pero mal...
De un tiempo a esta parte disfruto con lo leído hasta el momento de Montero, y esta me parece cuanto menos distinta a su estilo habitual.
La anoto, me has dejado con la miel en los labios.
BEsos.
Lo voy a dejar pasar que no me termina de llamar la atencion.
Saludos
Su último libro me gustó en general, con algún pero que otro, y este que traes me lo apunto para más adelante. Besos
No he leído nada de esta mujer!!
Tengo alguno por casa para estrenarme con ella, a ver cuándo cae.
Besotes
Pues me pasa un poco como a ti, que me gusta mucho cómo escribe Rosa Montero y me gusta Rosa Montero, lo que me ocurre es que no siempre empatizo con las historias que nos cuenta. Pero si tú dices que esta es metaliteraria y de digestión agradable, allá que voy. Besos.
Quizás lea algo de la autora en algún momento, pero no será este libro. Me gustó el tono que usaba en La ridícula idea de no volver a verte, pero lo dejé porque las biografías y anécdotas no son lo mío
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