lunes, 27 de julio de 2020

El Jorobado o Enrique de Lagardère. Paul Féval


     "Tomó la costumbre de ir todos los años a París, donde las jóvenes cortesanas se mofaban de él, luego de explotarle. Durante sus ausencias, Aurora quedaba custodiada por dos o tres dueñas y un viejo capellán. Aurora era hermosa como su madre, y en sus rasgados ojos se adivinaba la sangre española que corría por sus venas. Cuando tuvo dieciséis años, los habitantes de la aldea de Tarrides oyeron ladrar con frecuencia a los perros de Caylus, durante las noches oscuras. Por esta época, Felipe de Lorena, duque de Nevers y uno de los más brillantes señores de la corte de Francia, fue a habitar su castillo de Buch, en el Juranzon. Representaba difícilmente veinte años; pues por haber abusado muy pronto de la vida, iba medio muerto de una enfermedad de languidez. El aire puro de las montañas le reanimó. Pasadas algunas semanas, que dedicó a cazar por el valle de Louron, sintióse fuerte y rejuvenecido. La primera vez que los perros de Caylus ladraron durante la noche, el joven duque de Nevers, rendido de cansancio, pidió hospitalidad a un leñador del bosque de Ens".
     Y si la librería no te da lo que buscas siempre puedes buscarte un clásico, desvestirlo de el aura aburrida que muchos se empeñan en ponerle y dejarte llevar por sus letras. Hoy traigo a mi estantería virtual, El jorobado.

     Conocemos a Enrique de Lagardère quien se hace pasar por un sirviente jorobado del príncipe de Gonzaga para acercarse a Aurora y reunirla con su madre. Todo esto viene de atrás, y, por supuesto, la venganza tiene mucho que ver en los actos de este falso jorobado.

     Una cosa que tienen en común muchos clásicos es el aire folletinesco que los impregna. Y este es un claro ejemplo. Decía en esa suerte de sinopsis de medio pelo que había un falsete y una venganza y cualquiera al leerlo ha podido pensar en Montecristo pero no, no es el caso, esta historia es mucho más retorcida y extensa.

     El autor nos lleva a Francia, a un castillo entre montañas propiedad de el marqués Caylus cuya hija casi secuestrada está prácticamente adjudicada al Duque de Gonzaga. Lo que pasa es que la joven, como suele suceder en estos casos, ya se ha fijado en otro. Y por un azar no es un pobre, es un primo de su prometido teórico, ya que se ha enamorado del duque de Nevers y ha llevado su amor hasta un punto que va a sorprender al padre y desbaratar el futuro de su teórico prometido. Así as cosas, la tragedia y la traición se mascan en el ambiente y el autor no tiene problemas en darnos un buen novelón en todo el sentido de la palabra. Melodrama, esgrima, identidades ocultas y secretos y venganzas son los ingredientes de esta novela escrita y publicada por entregas y que se acerca mucho a eso que llamamos de espadachines y que me ha resultado más que refrescante leer en estos días de argumentos repetidos y sinopsis similares. Me ha llamado la atención, como curiosidad, que la bolsa, esa que hoy todos conocemos y nos dicen cómo va a diario, diera sus primeros pasos y nos lo relataran, además del costumbrismo habitual. Pero más allá de eso, disfrutar de buenos y malos, de la agilidad del libro en el que siempre está sucediendo algo, siempre hay una maquinación, un plan, una traición latente tras la cortina, me ha recordado el placer de aquellas lecturas que uno va dejando con los años y que, de vez en cuando, es un placer recuperar. El placer del novelón al más puro estilo Hamlet.

     Suelo recomendar clásicos y no es desencanto con la literatura contemporánea la que me lleva a hacerlo, a fin de cuentas, hoy están en las librerías los clásicos del futuro. Pero, a veces, tengo la sensación de que el afán por leer "la última de..." nos hace olvidar las letras que se escribieron hace años. Y no concibo la literatura sin los clásicos exactamente igual que no la concibo sin letras.

     El jorobado es una novela decimonónica, un clásico imprescindible y, posiblemente, mil cosas más. Pero, sobre todo, es una novela ágil y entretenida que me ha tenido pendiente de la vida de sus personajes hasta la última página.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.
   

10 comentarios:

Rosa Berros Canuria dijo... [Responder]

¿Aburrido? Por favor, lo leí como tres o cuatro veces entre los doce y los dieciséis años. Jamás olvidaré la famosa estocada de Nevers, ni a los tres Felipes, ni las maravillosas andanzas de Enrique de Lagardère. No sé si ahora sería una lectura adecuada, pero tengo cada poco intenciones de releerlo.
Qué recuerdos.
Un abrazo.

Lady Aliena dijo... [Responder]

No lo conocía y me lo llevo apuntado. Voy a empezar " La hilandera de Flandes". Un beso.

buscandomiequilibrio dijo... [Responder]

Yo tampoco lo conocía, y también lo he anotado.

Besos.

Lonely Books Club dijo... [Responder]

¡Hola! Nunca había oído hablar de este libro y quizá es lo que más me ha llamado la atención cuando he visto que lo has llamado clásico. Por lo que describes, tiene pinta de ser una novela de lo más emocionante, así que me la llevo apuntada porque estoy segura de que la voy a disfrutar.

¡Nos leemos!

CHARO dijo... [Responder]

Pues si que me ha resultado interesante, me lo apunto. Yo acabo de terminar "Queda la noche" y ahora buscaré algo por la biblioteca que no haya leído.Besicos

gerita dijo... [Responder]

Mi favorito de Lagardere es El correo Rolando, super romantico.

Shorby dijo... [Responder]

Lo tengo apuntado para leer en un futuro, a ver cuándo cae =)

Besotes

buscandomiequilibrio dijo... [Responder]

Ya sabes que me dejé llevar por tu recomendación y se vino a casa.
Ya comentaremos, besitos.

Rachelín The Cure dijo... [Responder]

¡Hola!
No conocía este clásico de espadachines, pero sí que me interesa, aunque del autor tengo otra de sus novelas que aún no he leído, la de La ciudad vampiro XD
Y esta semana estoy con Queer, de Burroughs.
¡Un saludo!

Anónimo dijo... [Responder]

Yo lo leí cuando tenía 16 años y Autora de Nevers venía a mis sueños con frecuencia. Ahora, que ya pasó lansetentena, vuelvo a leerlo y sigue teniendo el mismo encanto y la misma fuerza. Es una delicia volver a encontrarme con ella y Enrique.