lunes, 10 de noviembre de 2025

El Puma. Alberto Val

 


     "Guiomar Aguilera no soporta el frío del cercano invierno, el claxon de los coches en un atasco ni el fétido olor de las alcantarillas. Pero no puede evitar cruzarse con todo ello cada vez que va al trabajo y, por mucho que sea rutinario, nunca logra acostumbrarse".

     Me gustó La Perra, me pareció entretenido. Por eso he decidido seguir con esa serie cuyas portadas son personajes con caretas de animales. Hoy traigo a mi estantería virtual, El Puma.

     Para quienes no conozcan a Guiomar Aguilera, les diré que ella y su equipo tuvieron mucho éxito en La Perra, o lo que es lo mismo, en la resolución del caso más complicado que habían visto las islas. Ahora ha aparecido muerto Liberio Melgar, flotando en la piscina de su casa, y su pareja, que sería la persona sospechosa con más motivos, parece tener una coartada firme. El mayor problema es que se trata de un caso frío, ya que el homicidio sucedió más de un año antes, pero el equipo de Guiomar no tarda en darse cuenta de las carencias de la investigación oficial. Ahora hace falta saber si esas carencias fueron intencionadas.

     Uno no tarda en darse cuenta de que el autor de La Perra ha optado por autorreplicarse en esta novela, lo que hace que de unas líneas de estilo fácilmente reconocibles y que, en caso de éxito, se conviertan en identificativas. En este caso un ejemplo es la peculiar forma de comenzar un montón de párrafos y que, en esta entrega, lo hacen como se puede ver en el fragmento que os he dejado. Y si en la primera entrega el comienzo mostraba a un hombre siendo dado de alimento a los cerdos en estado consciente, en este caso es un hombre sobre una camilla que recibe directamente a su asesino que ya lleva puesta la máscara de puma, y que culmina con una advertencia. Sin embargo, y esto sirva ya de ejemplo, no es la primera escena y no es tan contundente como el comienzo de su predecesora, optando el autor por un principio más común en las novelas del género. Esto sucede porque al convertirse en saga, seamos un poco realistas, no podemos llenar las islas paradisíacas de pirados malhablados con perfiles tan altos, y porque a veces, no viene mal dar un paso atrás y comprender las decisiones del autor. Los que siguen siendo como siempre son los cuatro investigadores principales, que siguen repartidos entre Aguilera y Román y Morales y Santos. La historia de la víctima se reconoce como peculiar y la novela no tarda en dirigir la mirada del lector hacia el tráfico de animales exóticos, un mundo que me es totalmente desconocido y que se presenta como de grandes conexiones y mejores beneficios. Descubriremos la consabida relación personal con el caso y, sobre todo, la policial, ya que se pone en duda el buen hacer de algunos compañeros del cuerpo o, mejor dicho, se muestran los escrúpulos que puede suponer el investigar a un compañero y amigo.

    Val escribe una novela entretenida con un voltaje más bajo que su predecesora, algo cada vez más habitual en un mundo en el que los libros nacen con esperanza de éxito y vocación de serie, pero aún así logra su propósito principal. Sigue pareciéndome más interesante el hilo personal que vincula a Santos y Morales que la vida de Guiomar, ahora con perro, y terminé con la sensación de que esta relación con las islas se iba a dilatar en el tiempo.

     El Puma es un libro entretenido y autoconclusivo que recomiendo leer a quienes hayan leído La Perra, ya que aporta información de su primera entrega. Me quedo esperando cuál será el tercer animal.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.