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lunes, 29 de enero de 2018
La herida. Jorge Fernández Díaz
"Una cita nocturna en el Castel dell’Ovo, cerrado al público pero abierto a los deseos de la Camorra, puede convencerte de acudir armado hasta los dientes. Aunque uno sabe por experiencia que en este negocio no se gana confianza llevando la Glock bajo el poncho, y a fin de cuentas, esta vez el juego consiste en tributar calma y mostrarse diplomático y cordial. Estamos en Nápoles para eso, y no para empezar a repartir disparos."
Cuando partes del conocimiento de un libro que ha desbancado a Dan Brown con su Origen del top ventas, sea en el país que sea, te pica la curiosidad. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La herida.
Remil es convocado junto a su mentor por el mismísimo Vaticano, para encontrar a una monja desaparecida que trabajaba en una villa. En una segunda trama, un gobernador contrata a una mujer para limpiar su imagen pública. Y, como no, un crimen.
Remil, protagonista de la nueva novela de Jorge Fernández Díaz, es ya conocido por los lectores de su creador. Tras ese nombre tan extraño se esconde el apodo de la infancia "hijo de remil putas", manteniendo así su anonimato como espía. Y, sin embargo, este nuevo título se concibe como una novela completa en sí mismo, no siendo necesario leer El puñal para sumergirse en esta novela por muy lógica que nos pueda parecer la sucesión de títulos. En realidad, he tenido la sensación de que, trama a un lado, la herida a la que se refiere Fernández Díaz es más una cicatriz de esas que porta su personaje en su interior en un intento de resultar más cercano a los lectores, más humano, más mayor, más consciente. Quizás por eso, en esta ocasión su protagonista tiene más persecuciones que sexo y amoríos. Ha cuidado además de una forma notable los personajes femeninos que van a pareciendo en la trama, desde Mariela, la monja desaparecida que abre la trama, hasta Beatriz, la mujer poderosa, pasando por Diana... todas ellas están pinceladas para que tengan su propia maleta, hasta ese extremo ha cuidado los detalles su autor.
He hablado hasta ahora mucho de los personajes, pero no de la trama, ni siquiera en la escueta sinopsis. Basta decir que el lector puede tener la sensación de que al autor le preocupa más un dolor de garganta que el paradero y resolución de la desaparición de la monja, ya que tardaremos mucho en saber de ello puesto que el libro gira rápidamente hacia la política. Sin embargo, al cierre, no quedan cabos sueltos. Su autor en un trabajo de sastre, ha ido puntada a puntada hasta conseguir cerrar la historia. Y poco más se puede decir salvo que es un libro concebido para que el lector disfrute plenamente de su último tercio, lo que puede llevar a que más de uno tarde en ubicarse y coger el interés necesario para que sea una lectura apetecible. A mi me sucedió, me sentía extraña en mi propia lectura, como si hubiera un punto ajeno al que no fuera capaz de acceder y eso me impidiera disfrutar de las letras. Pero el libro venía avalado por buenas opiniones, y la curiosidad me pudo, lo terminé. Reconozco que, una vez finalizado, las impresiones cambian, pero sigo sin perder la sensación de desapego por Remil, la percepción de estar ante una representación exagerada de la realidad dentro de la actualidad que se nos expone. Y sé que su autor tiene tres décadas de periodismo a las espaldas, y estoy casi segura de que refleja lo vivido en Argentina. Así que tal vez sea eso, que la realidad supera a la ficción. en ese caso y ya me he referido otras veces a esta cita, no me queda otra que recordar que "el trabajo de un escritor consiste en coger la realidad y maquillarla hasta convertirla en algo verosímil", punto en el que creo, La herida se queda cojo.
Con sus pros y sus contras, La herida es una novela entretenida, para pasar el rato, con un ritmo creciente y que se mueve entre el género negro y la intriga.
Y vosotros, ¿Con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
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miércoles, 9 de diciembre de 2015
El puñal. Jorge Fernández Díaz
"Aquel sábado fue un día realmente duro: después de haber acribillado a cinco o seis en la retirada, un francotirador inglés con una mira infrarroja me paró en seco y me abrió un buraco en la barriga. Fue en el combate de Monte Longdon. Y cuando desperté estaba todo remendado en una tienda de campaña: nos habíamos rendido. Al volver me dieron tres medallas y me encerraron en una sala psiquiátrica del Hospital Militar."
Es muy difícil no fijarse en esa mirada que parece taladrar, y que ilustra la cubierta de este libro. Cuando pasas por delante, en cualquier librería, se van los ojos a esa mujer de oscurísima mirada y labios rojos. Y, al final, bajo esa atracción, el libro suele terminar en casa. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El puñal.
Conocemos a Remil, un excombatiente de Malvinas que trabaja para una agencia secreta. Su último encargo consistirá en vigilar a una abogada española que acabará por obsesionarle. Una mujer que parece llegar con intención de buscar empresas para trabajar con vinos, pero cuyas intenciones distan mucho de quedarse ahí.
Lo primero que llama la atención de El Puñal es el narrador. La historia que nos cuenta el propio Remil, tiene mucho de espontánea cuando en realidad nos relata un mundo oscuro y violento. Una historia dura que habla de política y de amor: de poder. Una relación nada sana y llena de pasión y un mundo plagado de corrupción son los dos pilares en los que se apoya esta historia; pilares que no flaquean y que no conceden tregua alguna al ser humano. al menos no en el Argentina que nos dibuja el autor. Dos protagonistas que no buscan ni van a redimirse, y una ambientación bárbara en la que los argentinismos no suponen un escollo para avanzar son el resto de los ingredientes de esta historia en la que si alguien puede ser corrupto, lo es. Sin treguas ni concesiones.
En un momento en el que las novelas de narcos parecen estar de moda, el autor salta de las calles y esferas medias a aquellas que son realmente altas para mostrar la parte más oscura de aquéllos que ostentan el poder. Un poder podrido que no tiene ningún reparo en mostrar en una historia que, a ratos, nos suena demasiado por haber leído algo aquí y allá en páginas de noticias. Tal vez sea eso o el tono descarnado que utiliza el narrador, lo que hace que la novela destile realismo por los cuatro costados. Y precisamentente por eso, no tardamos mucho en darnos cuenta de que estamos ante una novela genial. A medida que avanzamos entramos en una historia que no da tregua a un lector que avanza por esa trascienda negra negrísima que dibuja Jorge Fernández Díaz. Una oscuridad que no queda redimida por el amor, porque no es ese tipo de amor el que presenta. La atracción entre Remil y Nuria no podía ser de ese tipo, son dos personajes rudos, curtidos cada uno a su modo; él a golpes, ella en esa otra vida un par de escalones más arriba. Si juntas a ambos... la crueldad y los instintos no pueden tardar en aflorar.
Dice el autor, y él es periodista, que un periodista solo puede publicar un 10% de lo que sabe. Y si uno coge este libro conociendo esa afirmación, es precisamente cuando lo negro se torna casi estremecedor, porque esa realidad que intuímos se dibuja, y esos personajes que hemos mirado y encontrado en sus páginas empiezan a dibujar sus caras con otros rostros o nombres.
Una historia francamente buena que ha resultado todo un descubrimiento. Narcopolítica a golpe de letra en una novela que me ha durado apenas un par de tardes. Tened en cuenta este título.
Y vosotros, ¿cuál ha sido vuestra lectura durante el Puente de la Constitución?
Gracias
PD. No olvidéis esta vez leer los agradecimientos, con anécdota sobreactuada incluída.
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