jueves, 2 de junio de 2011

El castillo. Franz Kafka



     "Ella quería algo, y él quería algo. Furiosamente y con muecas violentas, hundía el uno la cabeza en el pecho del otro. Algo querían, y ni sus abrazos, ni sus cuerpos encabritados, les hacían olvidar nada; les recordaban más bien el deber de buscar algo más; como perros que escarban desesperados la tierra, así escarbaban ellos en sus cuerpos. Y desamparados, desengañados, buscando todavía una última dicha, se lamían y lamían la cara con las lenguas. Sólo la fatiga los calmó, y quedaron agradecidos el uno al otro."
      Si hay un autor torturado por si mismo ese es Kafka, nada que ver la sociedad, la política o la situación que le había tocado vivir. Todos sus demonios los llevaba siempre consigo. Esto lo refleja en casi toda su obra y nos deja parte de ella de forma póstuma, pese a que no debería de haber sido así. Dejó a un amigo una nota en la que le rogaba que, si fallecía, destruyera todo aquello que no hubiera sido publicado aún. Brond, el encargado de esta tarea, no la llevó a cabo amparándose en haber advertido a Kafka en vida de que no sería capaz de realizar tal hazaña. Y a este señor hay que agradecer la posibilidad de leer el castillo, ya que, traicionó a su amigo para que viese la luz una parte bastante importante de su obra.
      El agrimensor, curioso término, que se nos desvela ya en la primera página del libro y nos hace pensar. Las peripecias que le acontecen es el hilo argumental de esta enrevesada obra, no en su forma, pues Kafka siempre ha sabido plasmar con claridad los hechos, pero si en el fondo, puesto que nos lleva a intentar razonar cada una de las cosas que van sucediendo. Y es ahí donde radica la complejidad del libro. Veremos a este hombre, contratado para ser agrimensor por un castillo, intentar llegar a él desde una posada situada al pie del mismo y, pese a todos sus esfuerzos, tendremos la sensación de verle caminar en círculos por las complejidades que se le van presentando, hora tranquilo, hora desesperado.. en su lucha por conseguir su fin.
      Es un libro difícil, casi oscuro, que hay que abordar con convencimiento, no nos sirve como lectura ligera de verano, pero que, una vez finalizado.. nos deja satisfechos. Es casi como si el autor mismo nos hubiera ido contando un cuento, en el que nos mostrase sus miedos y frustraciones a media voz, casi como el clásico.. "tengo un amigo..." para no usar la primera persona.
      Gracias

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