viernes, 26 de junio de 2020

El mal de Corcira. Lorenzo Silva


     "Suele suceder así: cuando menos te lo esperas, cuando mayor es tu confianza, mientras son otras las preocupaciones que te absorben. Es ahí donde nos aguarda, sin piedad, el heraldo oscuro que sabemos que anda siempre al acecho y del que preferimos no hacer mucha cuenta, dándole así el privilegio de sorprendernos y desarbolarnos. Sin previo aviso llega y dice nuestro nombre. Y sólo entonces recordamos que no somos más que hojas que el viento levanta, sostiene en el aire y al final del vuelo, largo o corto, alto o bajo, devuelve sin más a la tierra".
     Las sagas con como las telenovelas; protestamos pero ahí estamos diligentemente para continuar con la historia. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El mal de Corcira.

     Bevilacqua se enfrenta a la muerte de un hombre que le llevará a su infierno particular. En esta ocasión el presente le conectará con un momento de su pasado que le ha marcado, su estancia en el País Vasco a finales de los años 80, con ETA totalmente activa, y su salida de allí.

     25 años han pasado desde que Silva nos presentara a Bevilacqua. Una visita que se volvió regular y llegaba a las librerías con una periodicidad bianual en la que el autor mezclaba casos, vidas privadas cada vez más abiertas a medida que entraba Chamorro en escena, y un pulso social que, tal y como comentó el autor en más de una ocasión, bebía de las noticias. Y los lectores sabíamos que Rubén, que así se llama Bevilacqua, había estado en el norte, pero no nos habían explicado mucho más. Y ahora ha sido el turno de bucear en su pasado.

     Para no saltarme nada diré que la trama negra de la novela es correcta, con un final que se resuelve a última hora, aunque a mi me gustaría que no apurase tanto y diera un poco más de carrete a la historia. Pero ya somos viejos conocidos y sabemos nuestros vicios, virtudes y defectos. Y nos encontramos periódicamente como viejos conocidos.
Es muy difícil comentar un libro de una saga tan larga sin caer en la tentación de desvelar algo que uno no debe, por eso voy a centrarme más en el protagonista y lo que el autor ha dibujado en él en esta su entrega más extensa. Silva, que alguna vez ha coqueteado con los recuerdos, se ha sumergido totalmente en un hilo doble para mezclar pasado y presente y otorgar la perspectiva de la madurez a lo vivido por su protagonista cuando aún era un novato. Y es que, si los GC de Silva han estado en todas partes, ETA era un tema que había esquivado. Ahora parece decirnos que más que esquivar el tema ha guardado silencio sobre él, como tantas otras personas que lo vivieron de cerca en su día. Pero el destino tiene un sentido del humor retorcido, y muchas veces hay que enfrentarse a lo que no se dice. Y eso es lo que le sucede a Rubén a partir del caso que tiene entre manos. Descubrimos así y desde esa voz que se acerca a la crónica social más que a la denuncia, como el joven se vio desbordado por la vida y salió del País Vasco llevándose consigo la sensación de haber dejado en la estacada a mucha gente. Aprovecha el autor para hablar de los cambios que se fueron produciendo en ese momento y llega hasta la desarticulación de la banda armada dentro y fuera de las fronteras, y no solo del País Vasco, también habla del punto de inflexión con la frontera francesa. Esto dimensiona a su protagonista, ya conocido de sobra por sus lectores habituales, más si cabe, porque parece mostrarnos una de esas cicatrices que no curan porque no se exponen y que cierran una herida que sigue doliendo con el roce independientemente del tiempo.
      Es cierto que muchos pueden pensar que el tema ETA está de moda y que quizás por eso es por lo que el autor ha decidido utilizarlo en este momento, pero también lo es que no importa el motivo y que ya en sus inicios se nos había insinuado que algo había y que el autor dice que hay temas que es mejor escribirlos desde la distancia que otorga el tiempo para poder enfrentarlos de cara. Y esa referencia al tiempo, a la mirada al pasado, a lo sucedido, a la historia, ya la deja clara incluso en el título.

     El mal de Corcira es una novela que se puede leer de forma individual o como continuación a una de las sagas más extensas de la novela negra dentro de nuestras fronteras. Un libro en el que retoma el tono de hace unas cuantas entregas y que yo, personalmente, había echado de menos.Echadle un ojo, este es el libro de Bevilacqua (quien lo ha leído, me entiende).

     Y vosotros, ¿sois de sagas?

     Gracias.

6 comentarios:

JCarlosMontag dijo... [Responder]

Lorenzo Silva es un autor que me gusta, habré leído más de diez novelas suyas. De la saga leí los primeros siete. Me quedé en “La marca del meridiano”, y los cinco siguientes no los he leído. Aun así los considero unos viejos conocidos, como dices. No deje la saga por qué no me gustará, al contrario. Me pasó que dejé de leer novela negra, no sé por qué. La última que leí fue “Terra alta” de Cercas y pensé que Belvilacqua le daba cien vueltas al mosso. Volveré con Rubén en el País Vasco. Está bien que se escriba sobre ETA con cierta distancia y normalidad. Es buena señal. Hace unos años era impensable.
Un abrazo.

CHARO dijo... [Responder]

Ya no soy de sagas y tampoco me gusta leer nada relacionado con ETA.Besicos

Shorby dijo... [Responder]

Tengo que retomar esta saga, que me quedé con el tercero pendiente.
Me encanta la pareja protagonista!

Besotes

Margari dijo... [Responder]

De esta saga he leído los dos primeros libros, que me gustaron mucho. A ver si me animo a continuarla. Se nota que has disfrutado con este reencuentro.
Besotes!!!

buscandomiequilibrio dijo... [Responder]

Intento no ser de sagas pero en algunas caigo, como bien dices tú al principio.
25 años de Bevilacqua, y yo no he leído ninguno, aunque tengo varios títulos pendientes.

Me gusta este autor, lo respeto, me cae bien, así que seguro que en algún momento de mi vida literaria descubro esta serie.

Muak.

Ariel dijo... [Responder]

No me gusta demasiado Silva, sus apariciones en televisión me lo muestran como un señor que solo atiende a sus razones y a lo que él quiere creer.

Me gustan las sagas y las hay bastante mejores que las de este señor (Mankell, Connolly, Indridason, Montalbano de Camilleri, Juan Madrid). Aunque también es cierto que al no haberles visto debatir, igual no se me han desgastado.

Besos