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lunes, 11 de agosto de 2025

Suave es la furia. Sash Bischoff

 


     "Cuando todo ha pasado, continúa allí de pie, atrapada tras un muro de cristal, sacudida por un horror mudo, sísmico. 
      Fuera, el amanecer apenas ribetea el horizonte de dorado; el cielo sobre el Hudson es un morado incipiente, la epidermis de pizarra se vuelve plata líquida mientras la niebla retrae los dedos. El mundo permanece en una calma lechosa, ajeno aún a la carnicería del interior. Sin embargo, ella lo sabe: nada volverá a ser igual. 
      Aturdida, recorre con la mirada su vestido, moteado de rojo oscuro. Las manos inocentes, no sabe cómo, pegajosas por la sangre. Hay tanta por todas partes, es tan vívida…"

     Cuando uno pasa días sin moverse, lo que hace es leer. Por eso me he puesto al día de novedades que iréis viendo. Hoy traigo a mi estantería virtual, Suave es la furia.

     Conocemos a Lila, actriz famosa y prometida a un cineasta que ahora va a rodar una adaptación de Suave es la noche. Para prepararse para el papel comienza a acudir a un terapeuta que desenterrará su pasado.

     Me gusta Fitzgerald y me gustan sus excesos, por eso esta novela atrajo mi atención. La adaptación de corte feminista de una de sus obras bajo el prisma de la sociedad actual me pareció interesante. En este caso más allá de la adaptación en la que va a trabajar la protagonista, Bischoff deja perlas para ser recogidas por los lectores de F, en su mayor parte fáciles de identificar, así que en ese sentido tengo que reconocer que la novela superó lo que esperaba. 
     En cuanto a la trama formal estamos ante una novela de misterio marcada por la narración de Lila, la protagonista que se irá moviendo en un hilo pasado en el que descubriremos su llegada al mundo del cine, y el presente, y la narrativa de su terapeuta Jonah. Lila es presentada como una actriz ambiciosa, de esas que llaman de método, que ahora está convencida de que está ante la oportunidad de su vida de consolidarse como actriz y también como pareja de éxito dentro del mundo del cine. Sin embargo, dentro de cada oropel, hay un rastro podrido que se intenta ocultar con el brillo, y la autora no tarda en mostrarlo. La novela se adentra en el glamour del celuloide de ese modo ambiguo que hace sospechar que todo puede estar podrido y, poco a poco, va tejiendo una historia retorcida marcada por la venganza. Es además importante, o al menos a mi me lo parece, señalar la estupenda forma que tiene de enfocar el hilo del terapeuta, marcado por las sesiones y anotaciones de la propia protagonista, logrando que la fiabilidad del narrador se ponga en duda para ambas partes ya que, más que enrevesar las propias palabras, lo que hace es aprovecharse de la experiencia lectora que proporcionan muchos de los títulos que han ido apareciendo en el mercado literario en los últimos años.
     
     Suave es la furia es una novela muy entretenida que se ayuda de giros y momentos inesperados para el lector que, de este modo, ve como las páginas vuelan. Y hoy es bastante complicado encontrar una novela que logre eso. En definitiva, una buena lectura para llevar este verano encima a la piscina.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 23 de junio de 2025

La muy catastrófica visita al zoo. Joël Dicker


     "Esta noche me han castigado sin postre. Por culpa de lo que ha pasado en el zoo. Papá se ha tirado toda la cena repitiéndome: 
      —¡Es que no puede ser, Joséphine! ¡No puede ser! 
      Mamá, en cambio, no abría la boca. Me lanzaba miradas de desaprobación. Al final se limitó a decir:      
     —Mañana iremos al hospital a ver cómo está. Y, ahora, cómete las judías"

      Tras La verdad sobre el caso Harry Quebert, poca gente hay que no conozca el nombre de Joël Dicker. Te gustará más o menos, pero conocerlo, lo conoces. Hoy traigo a mi estantería virtual su última novela, La muy catastrófica visita al zoo.

     Conocemos a Josephine mientras recuerda lo sucedido en un zoo local un viernes. Allí estaban también sus amigas: una hija de divorciados, una hipocondríaca, una que practica karate, otra que va con camisa y la que no habla. Y también hay en el libro un atasco por culpa de plastilina. Y, por supuesto, el misterio. Me váis a permitir que no entre mucho más en detalle porque es un libro de doscientas páginas y si desvelo incluso alguno de los dos misterios... pues os podría fastidiar la lectura. Así que vamos con la novela.

    Dicker ha escrito una novela para todas las edades porque oye, ya que enganchó a la lectura a un montón de adultos, pues por qué no va a poder hacerlo también con los más jóvenes. Así que nos deja este cuento con misterio, que si eres adulto no debes olvidar está pensado también para el público infantil o se te podría quedar realmente muy corto. Y es que tiene de recuerdo permanente sobre lo especial que es tal o cual personaje, el misterio simple y ese tono levemente condescendiente que nos encontramos en algunos libros con personajes jóvenes que, vistos desde el prisma de un adulto, se basan en el clásico cliché de los niños son más listos de lo que parecen y además no tienen filtro alguno para decir las cosas. Por supuesto, la narradora y el colegio especial son de importancia vital para la narración en sí. El caso es que el libro que comienza con un desastre va enlazando uno tras otro sin abandonar la costumbre de giros y sorpresas mientras yo iba pensando que lo que le iba fallando al libro es la originalidad. Y claro, me topé con la moralina en la que se reflexiona sobre el mundo digital y el real, las personas especiales y tantas otras cosas que parece tener que haber metido con calzador para que la novela encajase con la idea que tuvo de lo que iba a escribir. Porque esa es la sensación que no logré despegarme durante la lectura: la de estar ante un producto prefabricado. Es como si el autor hubiera creado las normas de lo que quería lograr y se hubiera dedicado después a ir rellenando espacios hasta meter todos los ingredientes para poder llegar al epílogo.

     Es cierto que la novela es entretenida y que mantiene ese nosequé que engancha y que posee la pluma del autor, pero si vamos a ponernos serios, la época de pandillas como Los Cinco, ya pasó hace tiempo y ahora si se escriben se hace de una forma más cercana a la vida que llevan los niños hoy. En este caso tengo que decir que la novela tiene a su favor la novedad, la reinvención, que no haya un muerto y que el autor haya decidido salir, como ya hiciera en El tigre, de su zona de confort asegurado. La parte negativa es que, si bien admiro la seguridad en uno mismo, en este caso como en otras lecturas suyas (capitaneadas por una cuyo protagonista es El Escritor), uno tiene la sensación de estar recibiendo un mira que bien lo hago que trasciende al argumento de la propia novela.

     La muy catastrófica visita al zoo es, efectivamente, una novela que puede leer un público muy amplio y que seguramente sea mejor aprovechada por los lectores más jóvenes. Y, si eres un adulto y vas a leerla, descubrirás que te gusta más desde la nostalgia que desde el momento lector.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


lunes, 7 de abril de 2025

El tercer amor. Hiromi Kawakami




     "Hace tiempo. Pronunciar estas palabras me  hace sentir rara.
     Hace tiempo...
     ¿Qué significa eso en realidad?
     Ya no soy ni tan joven ni tan mayor.
     Hace tiempo. En ese preciso momento de mi vida podría referirse a unos pocos años antes, a mi nacimiento hace cuarenta o incluso a una época todavía más remota.
     Eso es. Hace tiempo me enamoré de un cierto hombre".

     Pese a que tengo una relación desigual con esta mujer, no me resisto a sus títulos. Hoy traigo a mi estantería virtual, El tercer amor.

     Conocemos a Riko, que es la narradora principal. Cuando la conocemos está enamorada de Naa-Chan. Aún está en la escuela y no es precisamente sociable, pero es el momento en el que conoce a Naa-Chan con quien la veremos casada. El problema es que Naa-Chan es terriblemente infiel y, por supuesto, Riko se entera de s sucesión de aventuras. No hablan del tema, pero se distancian convirtiéndose en una de esas parejas. Y entonces regresa a la vida de Riko el sr Takaoka. Y aquí viene el momento en el que lo que parecía una historia reflexiva de amor e infidelidad, cambia drásticamente.

     A Takaoka lo habíamos conocido como conserje de la escuela de Riko, solo que allí parecía mucho mayor que ahora, cuando reaparece con Riko adulta. Y comienzan a hablar de magia, sueños y viajes en el tiempo que, por supuesto, Riko realiza y en los que la acompañamos. Y empiezan sus vidas en sueños en las que adoptará diferentes personalidades que sirven a la autora para confeccionar una historia en la que Takana viaja también bajo otro nombre y se enamora de Riko en esta realidad alternativa situada en el periodo Edo. O tal vez se enamoran en una vida pasada o en otra dimensión muy parecida, pero su historia recuerda bastante a una de las de Naa-Chan. Para la segunda remesa de viajes, la Riko presente tiene un bebé y la que viaja al pasado se casa de forma precoz. Y la novela se complica, porque una vez más vive una historia que le recuerda a Naa-Chan y una vez más viaja Takaoka allí y entonces parece que Riko es consciente de las tres vidas.

     De algún modo Kawakami ha decidido mostrar la vida de una mujer o una pareja en tres momentos distintos. En ellas el lector ve el peso del amor, la infidelidad, los patrones que se repiten y las distintas formas de actuar de la esposa engañada. Momentos de reflexión en un hilo de vidas que se siente aleatorio y a la vez bien elegido pero que se desdibuja en una trama enmarañada que podía haber sido sensiblemente más sencilla. Donde otros novelistas eligen contar historias generacionales protagonizadas por mujeres, aquí se le dan a Riko tres vidas para aprenderse y también para quedarse con elementos de distintas épocas que quizás no debieron ser olvidados. 

     El tercer amor es una novela de construcción compleja que destaca por lo bonita que está escrita. Muchas gracias al traductor, Fernando Cordobés, por haber hecho tan buen trabajo.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 16 de septiembre de 2024

Biografía de X. Catherine Lacey

 


     "El primer invierno desde su muerte parecía que todos los días, durante meses, fuesen húmedos y luminosos —siempre como si acabase de llover, aunque era incapaz de recordar la lluvia— y yo bajaba en tren a la ciudad un par de días a la semana, buscando (o esa impresión daba) un edificio en el que poder entrar y desde el que lanzarme, una tarea sobre la que nunca lograba determinar del todo si de verdad iba en serio, pues me parecía que la seriedad de cualquiera que buscase algo así no se veía hasta que llegaba el momento de despegar el cuerpo de la acera".

     Este libro me llamó la atención desde el primer momento. Hoy traigo a mi estantería virtual, Biografía de X.

     Conocemos a CM Lucca, viuda de X. Y X fue una artista conocida por sus relaciones  y colaboraciones que murió en 1996 sin que nadie tuviera claro su nombre real tras habérselo cambiado a X pero, como suele suceder, alguien decide publicar lo que cree es su historia. CM Lucca se enfada tanto que decide investigar en el pasado de X y ser ella misma quien cuente su historia.

     Hasta ahí todo correcto, solo que hay un detalle importante: nadie de los nombrados existió realmente. Todo aquí es ficción y la novela se desarrolla, como buena ucronía, en una línea del tiempo paralela de los Estados Unidos. Allí, en esta línea temporal, una mujer salió elegida presidenta en los 40, era socialista, y la historia desde ese momento cambia totalmente: el sur lleva una política totalmente opuesta al norte y el lector, gracias a la excusa de la biografía y a los datos y entrevistas recogidos, será el encargado de ir recogiendo esa historia. La novela, extraña a su manera, contextualiza cada paso de una forma tan extraordinaria que el lector tiene vista desenfocada; un poco como en esas fotografías que se hacen en modo retrato, pero justo al revés, es el fondo el que va tomando nitidez. Por si fuera poco, X es del sur, un lugar totalitario, y bajo su lupa la propia vida de X y su arte tienen un significado diferente. La ficción del libro avanza desde las primeras páginas para atrapar al lector y utiliza una técnica que rompe la narración para hacerla más real. La ambientación trasciende la palabra para ocupar el cómo se expresan y de ese modo convencernos de que estamos ante algún tipo de búsqueda anotada para dejar que aparezca sin que nos demos cuenta algún nombre que fue real junto a muchos otros que pudieron serlo. Y además parte de una premisa contraria a lo que hubiera podido ser verosímil: la viuda es quien busca la identidad de quien rompió con su pasado para destruirlo. Es ella quien quiere saber el nombre de su esposa y su historia real sabiendo que era lo que X evitaba a toda costa, pero la excusa de quitar la razón a terceros ha sido siempre válida para desautorizar al muerto y aquí es el verdadero motor de la novela.

     A medida que la novela avanza, al contrario que sucede con títulos como Daisy Jones, tienes claro que no te interesa demasiado X. No cierras el libro pensando: ojalá hubiera existido y ver su obra y lo que hizo. Porque la autora te ha enredado en su ficción y lo verdaderamente fascinante es el viaje, el lugar, la historia dentro de la historia. Ya da igual si es un estudio, si es una biografía, metaliteratura o no. En realidad, y eres consciente, lo que has leído es algo inclasificable. Pero ahí estás, y ves los momentos en los que la novela se curva para darnos ese mundo en el que las mujeres importan y mucho, sabes que es algo habitual y que está colocado ahí porque es una tendencia. Pero ya es tarde, ya te han arrasado todos los nombres, lugares y costumbres. Y solo tienes clara una cosa: X no te cae bien. Al menos a mi.

     Biografía de X es un libro extraño, incluso perturbador, cuya lectura se disfruta como una rareza: no por su belleza, por su originalidad.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 22 de mayo de 2024

Un animal salvaje. Joël Dicker

 


     "Era una casa moderna. Grande, de forma cúbica, toda de cristal, que se alzaba en medio de un jardín impecable, con piscina y un amplio porche. La parcela estaba rodeada de bosque. Aquel lugar era un oasis, un pequeño paraíso secreto resguardado de las miradas al que se entraba por un camino particular. Al igual que la casa, los que vivían en ella también resultaban ser de ensueño: Arpad y Sophie Braun eran la pareja ideal y dichosos padres de dos hijos maravillosos. 
      Aquella mañana, Sophie abrió los ojos a las seis en punto. Llevaba algún tiempo despertándose sistemáticamente a la misma hora. A su lado, Arpad, su marido, dormía a pierna suelta. Era domingo, le habría gustado dormir un rato más. Se revolvió en la cama, en vano. Al final, se levantó sin hacer ruido, se puso una bata y bajó a la cocina para prepararse un café. Una semana después cumpliría los cuarenta y nunca había estado tan guapa".

     Me puede la curiosidad. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Un animal salvaje.

     Conocemos a Sophie, que vive con su familia en una casa apartada, de cristal para más datos. Su marido es un genio de las finanzas con un pasado turbio y un presente que se irá descubriendo con tantos secretos como el pasado. Por si eso fuera poco Sophie también parece tener algo que ocultar relacionado con un tatuaje de una pantera que lleva en una pierna y que ha llamado la atención de un hombre que se dedica a observarla desde la distancia. Un lugar tranquilo en el que nada es lo que parece y nadie es tan transparente como las paredes de esa extraña casa.

     Dicker entró en el panorama literario de la mano de Harry Quebert, un éxito multinacional cuya receta ha sabido ir replicando en los distintos títulos firmados por el autor, salvo El Tigre que es el único que no he visto hasta en la sopa de todos los que ha publicado. Tengo que decir que, si bien su primera novela me resultó entretenida, a medida que he ido avanzando en sus títulos me he ido encontrando lugares demasiado comunes que han provocado que pierda interés y entusiasmo en sus letras (por no hablar de que el Escritor es uno de los personajes que más gordos me han caído en los últimos tiempos). 

     En esta ocasión el autor vuelve a orquestar un libro con alma de page turner que dicen ahora, un fast food literario pensado para ser leído y posiblemente olvidado en apenas unas semanas y que a mi me ha dejado una sensación agridulce puesto que la historia sigue demasiado abiertamente un patrón conocido para sus lectores. Comienza con personajes aparentemente anodinos y, una vez presentados empieza a jugar con los tiempos y ubicaciones para ir destapando distintos secretos normalmente orquestados en torno a no más de cuatro de ellos para que el lector, animado por la curiosidad, no se cuestione la probabilidad o credibilidad de lo que representa, dejándose llevar por el efecto lúdico de la literatura y disfrute del viaje sin preocuparse de si está en un tiovivo que no le lleva a ninguna parte. Hasta ahí no tengo mayor problema. Sin embargo mirado al detalle, ya lo de la casa de cristal me ha alejado de la novela. Supongo que he leído demasiadas casas en zonas rurales con paredes de cristal en las que vive gente que se sorprende de que alguien los observe y yo no puedo evitar pensar en peceras gigantes, lo siento. Los personajes son además demasiado plásticos y exagerados en sus papeles; desde la rica modosa con una parte salvaje hasta la mujer empeñada en alargar y mantener una relación que se pone en contacto con la esposa del amante puntual como si estuviéramos en una telenovela de los años noventa. Esta exageración de perfiles ha hecho que en algunos momentos me haya sentido como si leyera una novela en la que se paseaban los protagonistas de distintas series de televisión, más o menos policiacas, mezclándose con algunos telefilmes de esos en los que las mujeres toman café mirando al infinito. El evento central es un atraco alrededor del que se van moviendo las historias que el autor trata de atar y desatar para convencer al lector de seguir jugando, algo que logra con el éxito de quien sabe manejar los ritmos y la prosa para que apetezca ver qué va a suceder y es de agradecer que en esta ocasión la novela sea además visiblemente más corta.

     Un animal salvaje me ha resultado una lectura superficial, con relaciones básicas en las que el autor no profundiza dando lugar a una lectura que no pasa de ser, a lo sumo, como sentarse a ver un telefilme. Porque esa ha sido justo mi sensación durante la lectura: una representación superficial. O quizás sea que ya no soy tan ingenua leyendo como para creerme todo.

     Y vosotros, ¿sois lectores de Dicker?

     Gracias.

lunes, 14 de febrero de 2022

Ay, William. Elizabeth Strout

 


     "Me gustaría decir unas cuantas cosas sobre mi primer marido, William.

     William ha vivido últimamente experiencias muy tristes -como muchos de nosotros-, y me gustaría contarlas; es casi una obsesión. William tiene setenta y un años".

     Strout es una de esas escritoras que descubrí no hace demasiado tiempo y cuyo tono y maneras cercanas me resultan agradables, empujándome a regresar a sus letras. Hoy traigo a mi estantería virtual, Ay, William.

     La nueva novela de Strout trata, como no podía ser de otro modo, de la vida de Lucy Barton. Esa mujer a la que ya conocemos, cuyo entorno nos resulta más que familiar, y que se convirtió hace ya años en escritora pero sigue sintiéndose invisible y relatando su vida una y otra vez.

     En esta ocasión Lucy siente la necesidad de hablar de su primer marido, William, que ha sido abandonado por su tercera esposa de una forma muy similar a como ella lo hizo en su día. La cosa es que William es abandonado a la vez casi que descubre que puede tener una hermanastra. Y le pide a Lucy que lo acompañe por un periplo rural que le sirve a la protagonista para recordar los orígenes de su primer marido tanto como los suyos propios. Nada nuevo en realidad. Esta novela, como las narradas por Lucy, tiene un estilo ingenuo en el que la autor aparece escribir una suerte de diario sin fecha de forma desordenada. Un poco como lo que pediría un psicólogo o lo que haría alguien con problemas de memoria. Su tono cercano pide que el lector se involucre, que preste a tención a los detalles de las pequeñas acotaciones en las que dice que no está preparada o que no quiere hablar de algo directamente. Porque es en esos detalles donde se esconde el verdadero núcleo de la novela, la relación entre dos adultos que no ha desaparecido pese a su matrimonio fracasado y la soledad que se va instalando en sus vidas cada vez más longevas. La autora desviste de adornos su prosa para dar una imagen más nítida de los personajes, dejando un claro retrato emocional de cada momento para que Lucy termine de configurarse como una persona insegura que duda de todo y que se ve sorprendida cuando recurren a ella para buscar una solución.

     El resultado es un ambiente de intimidad entre Lucy y el lector, siendo este punto la parte más importante de la novela. El lector es invitado a pensar sobre Lucy que es una ingenua y a rellenar los huecos de la historia en los que la protagonista parece no darse cuenta de lo que sucede realmente. Invita a que reflexionemos sobre las relaciones, los distintos tipos de fracaso, lo que permanece y también sobre las clases sociales. Este último tema lo enfoca desde un punto de vista interesante, va de la condescendencia del pudiente al temor a no encajar o, simplemente, no saber cómo actuar del recién llegado. Y es que, finalmente, llegamos a la conclusión de que la novela trata de la necesidad de reafirmarse, de saberse bien y ocupar el lugar que uno quiere con una cierta dósis de seguridad.  Porque, como explica el propio William, todo el mundo debe de tomar al menos una decisión en su vida. Aunque esa decisión sea dejarse llevar. Porque dejarse llevar también es una decisión.

     Ay, William es una novela entretenida con un personaje entrañable que tiene un poco de aquella rose de Las chicas de oro por muy escritora célebre que nos diga que es.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 7 de febrero de 2022

Planeta. Susana Martín Gijón

 


     "En la quietud del campo, los sentidos se amplifican y todo se percibe con mayor nitidez. A su nariz llega el aroma a tierra mojada entremezclado con el perfume enmohecido de los hongos. La hojarasca crea un manto que va desde los anaranjados más brillantes hasta un ocre pardo, pasando por toda una gama de tonos herrumbrosos. El crepitar de las ramas con el viento, el sonido de un riachuelo cercano, el canto aflautado del mirlo común o el trino repetitivo de una alondra se funden en una música ancestral. La brisa fría azota su rostro y la incita a respirar profundo, tratando así de no perder la cordura".

     Si os soy sincera fue la cubierta lo que hizo que comprara este libro. Hoy traigo a mi estantería virtual, Planeta.

      En Planeta una mujer aparece asesinada, y sin pies, en un campo de golf. Poco después desaparece un joven de alta sociedad cuya familia está relacionada con dicho campo. Y hay un tanque de tiburones cuya alimentación hace gritar a unos niños.
El equipo de la inspectora Camino, en colaboración con la italiana Volpi, se encargarán de la investigación.

     Estamos ante la tercera novela de la saga de la Inspectora Camino. Como decía al empezar, me llaman la atención sus cubiertas, y ese es el motivo por el que me acerco a todos y también el que me ha enseñado que esta es una autora que mejora con cada novela. Aquí ha optado por darnos un mayor desarrollo de los personajes, pero voy a tratar la novela como si llegáramos a ella por primera vez.
Camino es una mujer brusca, por decirlo de alguna manera, que al final ha llegado a mantener una relación con Paco, pero a la que él ha llegado en unas condiciones físicas que no les ha permitido disfrutar como es debido de la relación. Esto se une a la decisión que toma Paco tras una rápida pero excelente exposición de lo que supone una convalecencia (o confinamiento) para alguien activo, y que provocarán una situación personal importante en la historia. Y no es solo Camino quien está en un momento complicado: su jefa descubre el diagnóstico definitivo de su malestar y uno de sus compañeros tiene que enfrentarse a la situación que se vive en el barrio que lo vio crecer tanto como al estado de su hermano, Y todo ello en una ciudad, Sevilla, que mira un cielo permanentemente encapotado con miedo a repetir esas inundaciones cuyas marcas aún se conservan en algunos de los monumentos emblemáticos de la ciudad. Y todo ellos también, sin hablar aún de la trama. Porque en esta ocasión, Martín Gijón pone su mirada en sus personajes.
     La trama está bien urdida aunque es cierto que hay un momento en el que nos abre tantos frentes que nos quedamos perplejos esperando a ver el resultado. Si en sus anteriores novelas la autora ponía mucho de denuncia social, en esta no iba a perder la costumbre, y el estado en el que estamos dejando el planeta en el que vivimos es uno de los temas que sobrevuelan toda la historia. Una historia que, si bien se entiende como una casi continuación de la segunda entrega, es cierto que no requiere la lectura de Especie para poder comprenderla. Por eso tengo que ser tan parca a la hora de desarrollar el argumento; entre que del final no se puede decir nada, y la relación con la anterior trama, poco deja la autora a contar a cualquier lector sobre su última novela. Decir que hay investigación, amor, enfermedad, desigualdades sociales, drogas, medio ambiente, desapariciones, muertes, cicatrices el pasado y mucha, mucha agua.

     Planeta es una novela que viene marcada por lo personal por lo que la autora recurre a la acción y los capítulos cortos buscando un equilibrio que no ralentice una trama cuyo interés aumenta a medida que vamos avanzando. Supongo que esta no será la última entrega o no hubiera tenido sentido introducirnos en las vidas de los personajes, y tengo que decir que sigo manteniendo la opinión que ya tenía: es una novela correcta, entretenida. Y quizás, en este caso, lo que más me ha llamado la atención han sido las lluvias.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 3 de septiembre de 2021

El gato que venía del cielo. Takashi Hiraide

 


     Cada vez hay más libros sobre gatos, o eso o yo me fijo más. Pero cuando pienso que es cosa mía recuerdo a un librero que conozco y que afirma que si en un libro sale un gato, vende más. Hoy traigo a mi estantería virtual, El gato que venía del cielo.

     Tenemos un matrimonio japonés, sin hijos, y que trabajan en la edición y corrección de textos. Y que además, no tienen hijos. Tenemos un vecindario desde el que nos relatan la historia y a Chibi, un gato que decide empezar a visitar a este matrimonio y que poco a poco, pese a su carácter austero, se va haciendo un hueco en su hogar minuciosamente detallado por la mujer.

     Bien, hay que decir que no es exactamente un libro sobre un gato. Cierto es que Chibi entra en la vida de los protagonistas y les da alegrías (y un mordisco) y se convierte en una parte importante de este matrimonio que poco a poco lo considera como suyo. Además Chibi es un gato independiente que se pasea por donde le place y visita incluso al narrador fomentando relaciones. Chibi, en definitiva, cambia vidas. Y por eso el libro trata de la soledad, del individualismo aislante que cada vez es más común, y de la rivalidad por la atención. Porque Chibi no es un gato vagabundo. Tiene como dueños a unos vecinos de nuestra pareja y hay un momento en el que parece todo una competencia para saber a quién quieres más, si a papá, o a mamá. También es una manera de conocerse y de expresar sentimientos que, hasta la llegada del gato, ni siquiera sabían que existían. Y es que Chibi es muchas otras cosas además de un gato.

     Sucede en la novela que un anciano muere y su esposa decide vender los terrenos que ha heredado de su marido. Y estos son donde viven nuestros vecinos. Esta es la excusa para ampliar la crítica de lo personal a lo social cuando el autor explica que el precio del suelo en Japón no es apto para personas normales. Hecho que coincide con la marcha del gato. Y hasta aquí os cuento porque son poco más de cien páginas y he desgranado, a mi parecer, demasiado del argumento.

     El gato que venía del cielo es un libro de detalles en el que cada brizna del jardín, cada árbol, cada insecto, tienen su espacio. Es un ejercicio de prosa de lento recorrido al que el lector ha de enfrentarse sin prisa, como a un paseo relajante. Porque más allá de la forma en que está narrado, realmente no sucede demasiado, lo que lo convierte en un libro para amantes del paladeo más que para lectores voraces. Con todo, lo he disfrutado.

     Y vosotros, ¿sois lectores gatunos?

     Gracias.

miércoles, 28 de julio de 2021

Liquidación. Imre Kertész

 


     "Vivimos en la época de la catástrofe, cada ser humano es portador de la catástrofe, y por eso se necesita un saber vivir muy particular para seguir tirando, dijo. El hombre de la catástrofe carece de destino, carece de cualidades, carece de carácter".

     Hay libros que amas y libros que odias, y ante este blanco y negro solo queda un tercer tipo de libros, aquel que comienzas con un sentimiento para terminar en el opuesto; todos los puntos intermedios se olvidan o diluyen. Al final solo quedan los libros que uno ama. Y los que odia. Hoy traigo a mi estantería virtual, Liquidación.

     Conocemos a Keserü, editor. También a B, escritor, y a su exmujer, Judith. Y ahora, me explico. 
B se ha suicidado, y el hecho de que sea llamado B es importante porque enlaza con uno de los temas básicos dentro de la literatura de Kertész. Keserü, narrador durante casi todo el libro, es su editor, y sabe o cree saber que B ha escrito algo que tiene que ser encontrado. Pero el autor pidió que quemaran sus papeles, dónde está o si está la novela es un misterio. Aunque sí ha dejado otras novelas o papeles, como por ejemplo "Liquidación" que no trata sobre el Holocausto, aunque para estas alturas sabemos que es importante, trata de... bueno, se adelanta en el tiempo y allí Keserü está buscando la novela de B. En realidad, como podéis ver, es todo un tanto confuso y eso que no os he hablado de Hungría ni del momento elegido por B para suicidarse. Porque podría embrollarlo aún más. Solo que yo no tendría la pericia suficiente como para desembrollarlo (o me hubieran dado el nobel, sic.).

     Kertész en un escritor diferente cuya obra encaja perfectamente con lo que explicaba al comienzo de esta reseña. Es complicado, enrevesado hasta casi lo experimental y, a la vez, posee una fuerza narrativa capaz de sobrecoger al lector. Resulta llamativo que estamos, eso es seguro, en una novela sobre Auschwitz en la que la búsqueda no la realiza B, lo hace una persona que no es de origen judío, tanto como que Judith, que sí lo es, sea capaz de dar voz a varios caminos para vivir tras algo semejante. Incluso el autor la redime de su propia vida, en la que junto a su esposo, el primero, no pudo alcanzar lo soñado, para llegar junto al segundo a una felicidad que siempre se va a ver ensombrecida por el recuerdo o tal vez por la identidad.
     He comentado antes que Liquidación es el título de algo así como la intraobra de B, lo que no he dicho es que el escritor no hace de este hecho uno de los puntos capitales en la medida en la que sus personajes no parecen estar particularmente sobrecogidos y no lo convierte en el tema capital de la novela. Hungría y su represión, la caída del régimen como detonante de la acción de B y por lo tanto de la novela, tampoco es el tema principal y la introspección de los personajes que aparecen y el holocausto.. bueno, ese es el tema principal, así generalizando mucho, de la obra de Kertész. Y entonces qué nos deja en su novela... pues un juego de explicaciones y espejos que comienza con más extrañeza que entusiasmo pero que consigue que el lector no separe la vista de sus páginas. Una novela imposible sobre un presente improbable de un mundo que parece haberse resquebrajado tras el mentado juego. Y una pregunta capital: ¿qué hacer cuando todo cambia? Cuando el papel se agota, la tarea se termina, la representación finaliza o el régimen cae... qué sucede cuando al fin se alcanza la ansiada cuota de libertad tras soñarla durante un tiempo. Y ese, es el gran tema de la novela de Kertész y sobre él gira todo. Tanto el descubrimiento de la vida de B como la situación última de su editor una vez ha pasado todo que es cuando comienza la historia. Qué sucede con la culpa, qué sucede con la vida, ¿existe la libertad? Y aquí vuelvo a recordar a Judith en su frase lapidaria afirmando que ahora es feliz. Pocas veces una frase tan "positiva" encerró tanto sufrimiento entre sus letras.

     Liquidación no es una obra fácil pero, como sucede con muchas obras que no son fáciles, despiertan una parte del lector que le hace querer seguir leyendo. Personalmente lo he disfrutado tanto durante la lectura como al reposarla e ir encajando piezas y significados. Kafkiana, dicen. Rara, aclaro yo. Pero a mi, me gusta lo raro.

     Una pregunta: ¿me recomendáis un libro para las vacaciones?

     Gracias.

     PD. El autor tiene otra obra titulada Kaddish por el hijo no nacido. Cuentan las malas lenguas que esa novela es la que B firmó y que buscaron de forma incesante en Liquidación. No en vano vemos pasar algunos de sus personajes por ella. Decidme si no es un juego maravilloso...

miércoles, 30 de junio de 2021

La virgen negra. Ilaria Tuti

 


      Tras haber leído su primera novela, tenía curiosidad por saber cómo iba a continuar lo que era a todas luces una saga. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La virgen negra.

     Teresa Battaglia sigue trabajando como policía mientras lucha contra su terrible enfermedad intentando que nadie lo descubra. Ahora llega a su mesa el caso más extraño de su carrera: ha aparecido un cuadro pintado hace más de medio siglo con sangre y, junto a Marini, le va a tocar investigar qué se esconde tras el macabro hallazgo. 

     Si están de moda las novelas negras con protagonistas peculiares, Tuti se lleva la palma. Battaglia está luchando contra el alzheimer. Un punto que a mi me resulta excesivo y que relata quedándose en la parte más básica de la enfermedad que hace que haya postit y tarjetas para ayudarla y que, a priori, solo ella ve. Pero bueno, estamos ante una novela de ficción y si ella tiene este problema y su mano derecha Marini está traumatizado, yo avanzo. Solo lo comento porque la novela, para mi, peca de excesiva y quiero explicar los motivos. El caso es que aparece un cuadro cuyo autor está vivo pero no habla desde que apareciera en el bosque sujetando el lienzo y recurren a un descendiente para que les cuente la historia que ha pasado por varias generaciones sobre este hombre. Y la novela se desdobla entonces en dos hilos, porque uno es el presente en el que se investiga y otro es el pasado en el que nos van relatando, para ir con un ritmo variable hacia una conclusión que peca, para mi, de precipitada. 

     Tuti ya había dado muestras de cuidar su prosa y utilizar un vocabulario escogido y alguna figura literaria que diera buena cuenta de su calidad en su novela anterior pero en este caso peca de exceso. La novela utiliza un lenguaje demasiado florido en sus descripciones y es que no por colocar mucho adorno se ve la casa más bonita y eso es algo que ha perdido de vista la escritora al dejarse llevar en exceso por la necesidad de adornos, lirismos y demás familia. Más allá de eso la trama se le va un poco de las manos, algo que intuimos en las primeras páginas en las que sucede algún detalle inexplicable, no sabemos si paranormal o no, en una novela que en todo momento me ha mantenido con una ceja levantada entre sorprendida y a la espera de lograr engancharme a la historia.

     La virgen negra es una novela curiosa que no me he creído en ningún momento y que está recibiendo un respaldo de la crítica que me hace pensar que quizás haya sido yo la que no haya estado a la altura. Así que, por favor, leed y comentadme. Si algo tienen de bueno las charlas entre lectores es que nos aportan nuevas visiones de nuestras lecturas una vez finalizadas.

     Y vosotros, ¿sois de comentar vuestras lecturas?

     Gracias.

martes, 25 de mayo de 2021

Pleamar. Antonio Mercero

 


     "No se ve bien. La habitación es oscura, el plano fijo está pobremente iluminado y las hermanas Müller se mueven a base de espasmos para intentar liberarse de las cuerdas".

     Esta vez me he acercado al libro por su cubierta. Incluso confieso haber tardado en ubicar de qué me sonaba el nombre del autor. Hoy traigo a mi estantería virtual, Pleamar.

     Pleamar es el nombre de un canal de Youtube con millones de visionados. Las protagonistas son las hermanas Müller y sus seguidores esperan pacientemente la llegada de los jueves para ver el nuevo video. El último video muestra a las gemelas secuestradas y augura un mal final. Cuando una de las hermanas aparece muerta la policía se hace cargo del caso en una carrera contrarreloj para evitar la muerte de la hermana menor. El inspector Darío Mur y la subinspectora Nieves González serán los encargados de investigar el caso mientras que Nieves lidia con las consecuencias de enemistarse con los compañeros de su propia profesión.

     En Pleamar el autor entra, más bien se asoma pero poquito, en el mundo de los influencer para enfrentarlos con un policía que no comprende estos medios y una ayudante que está más o menos al día. La novela en sí es entretenida y con un ritmo ágil que lleva al lector hacia un final que no por poco original deja de ser correcto y es que, aunque el autor busca tramas secundarias con las que enredar parcialmente al lector, no oculta las pistas que nos permiten sentirnos más listos que los policías sin resultar explícitamente obvio. Y sin embargo me ha costado sentirme cómoda con la novela. Principalmente por la relación que establece entre Mur y su hija, a la que no termina de darle la dimensión suficiente como para resultarme verosímiles sus comportamientos. Consigue, o al menos bajo mi percepción, que Mur pierda todo su carisma y eso se extiende desde su casa al caso policial que tiene entre manos y que ha provocado que se me representase como un hombre envejecido a todas luces mayor que lo que el autor pretendía reflejar en la  historia. Con Nieves me ha pasado algo similar, y es que cuando enfrentas a tus protagonistas a situaciones tan complicadas, requieren de un ejercicio profundo que haga que el lector comprenda sus reacciones más allá del "porque yo lo digo que para algo soy el autor". En otras circunstancias, en otra novela, seguramente me hubiera importado poco. A fin de cuentas un page turner es lo que es y entretener ya es mucho, pero el final que nos deja puede perfectamente indicar que haya una entrega de Mur dentro de un tiempo (o no) y si es así me hubiera gustado conocer un poco a los protagonistas. 

    El resultado es una novela desigual en cuanto a su disfrute y bastante superficial en general concebida como una distracción que se lee en una o dos tardes pero que no deja rastro alguno en la memoria del lector. Terminada tengo que decir que me han sobrado páginas con hilos muertos que aportaban poco a la historia.

     Y vosotros, ¿con qué libro habéis comenzado la semana?7

     Gracias.

     

lunes, 1 de febrero de 2021

La loca de la casa. Rosa Montero

 


      "Me he acostumbrado a ordenar los recuerdos de mi vida con un cómputo de novios y de libros. Las diversas parejas que he tenido y las obras que he publicado son los mojones que marcan mi memoria, convirtiendo el informe barullo del tiempo en algo organizado. «Ah, aquel viaje a Japón debió de ser en la época en la que estaba con J., poco después de escribir Te trataré como a una reina», me digo, e inmediatamente las reminiscencias de aquel periodo, las desgastadas pizcas del pasado, parecen colocarse en su lugar. Todos los humanos recurrimos a trucos semejantes; sé de personas que cuentan sus vidas por las casas en las que han residido, o por los hijos, o por los empleos, e incluso por los coches. Puede que esa obsesión que algunos muestran por cambiar de automóvil cada año no sea más que una estrategia desesperada para tener algo que recordar".


     Me gusta Rosa Montero, no solo sus novelas imaginativas, me gusta ella, la forma en que se expresa, sus gestos... y también sus novelas más privadas. Solo me faltaba un libro que abordara la literatura como tal. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La loca de la casa.

     Si Truman Capote hablaba de Plegarias atendidas citando a Santa Teresa, Rosa Montero hace lo propio con La loca de la casa aludiendo a la forma en que la santa se refería a la imaginación. Y es que en La loca de la casa Rosa Montero nos habla de ella misma, aunque no sea del todo cierto lo que nos cuenta o tal vez sí, y también de literatura. Nos habla de otros escritores, sentimientos, impresiones y uno tiene la sensación de estar ante un libro de propias anotaciones que destila amor por la literatura. Y eso, a los lectores empedernidos, nos encanta. Sabemos que la parte personal es engañosa, leemos experiencias que cambian cada vez que las cita y descubrimos una mezcla entre lo que fue y tal vez lo que deseo o lo que quiso o, por qué no, lo que pudo ser. Nos habla de sus lecturas y de sus autores, con sus partes buenas y malas en esa suerte de cotilleo en el que nos cuenta debilidades de nombres hoy consagrados y que yo desconocía. Esas que uno apunta tomando nota de que, a fin de cuentas, son personas y también se mete, porque por qué no hacerlo puestos ya, a hablar de las relaciones literarias modernas. Esas que incluyen a escritores y críticos y hablan de lealtad o de poder o a saber Dios qué.
A lo largo de la lectura de esta suerte de ensayo novelado o novela ensayada tuve muchas veces la sensación de una cierta complacencia con el lector al que deja frases colocadas para ser anotadas sobre la creación literaria, las inseguridades y el amor a la literatura, pero lejos de estorbarme parecía formar parte del juego de medias verdades que se avisa en la propia novela. Y es que cuando he dicho que Montero recuerda o imagina es porque ella misma lo advierte y el lector acepta el pacto de disfrutar los caminos elegidos sin plantearse demasiado hasta qué punto sucedió. 

     Lo cierto es que La loca de la casa es un libro de fácil lectura y mejor digestión que uno termina con una sonrisa y disfruta desde las primeras páginas. Quizás, y por ponerme puntillosa, no necesito que a ratos me hable con tanta confianza, pero también es cierto que la mitad de las cosas que cuenta serían propias de ser relatadas por un amigo de esos que uno sabe que exagera o con el que juegas a imaginas cómo te hubiera gustado que sucediera tal o cual noche. No me importa demasiado quién es M o si es uno o si son varios ni tampoco en qué encuentro me engaña o si estuvo o no tal o cual actor misterioso porque me quedo con la parte metaficticia, autoliteraria o como cada cual lo quiera definir. El caso es que, como ya me ha sucedido con otros libros, me quedo con Rosa Montero y su particular oda a la literatura que es este libro.

     Descubrir anécdotas literarias es uno de los placeres de La loca de la casa y por eso, aunque he hablado un poco de la parte más personal, no os he contado de Woolf, Goethe o Capote, por poner un ejemplo. Esa parte la dejo para que cada cual la descubra y disfrute mientras anota qué biografías le interesan, le convienen o le pueden interesar. Tampoco he puesto las citas que hablan de la literatura, la creación, la soledad del escritor, sentarse y no escribir o mil pequeños detalles que desgrana para deleite de cualquier aficionado a los libros y, tal vez, más aún de cualquier otro escritor. Eso también os lo dejo descubrir. Y digo que os lo dejo descubrir porque os recomiendo su lectura. 

     Lean, lean ustedes La loca de la casa. 

     Gracias.

miércoles, 27 de enero de 2021

Delatora. Joyce Carol Oates



     "Repudiada 
     Hubo una época en que yo era la favorita de papá, de entre sus siete hijos. 
     Antes de que algo terrible sucediera entre nosotros, algo que todavía estoy tratando de solucionar. 
     Fue en noviembre de 1991. En aquel momento tenía doce años y siete meses. Mi padre me mandó al exilio. ¡Trece años exiliada! Puede que para un adulto no sea mucho tiempo; para una adolescente es toda una vida. 
      ¿Quién es la niñita de papá?"

     Me gusta Oates. Nos conocemos hace años, en las páginas de sus libros, y ya sabemos de nuestras virtudes y defectos. Se hacia dónde carga tintas y ella sabe hasta dónde puede llegar conmigo en un asalto. Es cómodo, me gusta. Sé que puedo parar de leer porque al retomar la lectura se esforzará en volver a cautivarme. Nos entendemos, se viene conmigo. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Delatora.

      Conocemos a Violet, séptima hija de una familia católica irlandesa de siete hijos. En realidad son irlandeses de Nueva York y allí es donde esta niña de 12 años disfruta de su status de favorita de la casa. Es niña y la pequeña, poco más hay que añadir.

     Violet delató a sus hermanos cuando estos mataron a un chico negro. Ellos fueron a prisión pero ella también recibió el castigo que se reserva a los chivatos que son incapaces de ser leales a su familia. Repudiada, sin perdón por su falta, la seguiremos a lo largo de dos décadas en una vida de culpa y búsqueda en un entorno complicado que irán forjando a una superviviente.

     Hay mucho más detrás de la novela de Oates que la vida de una delatora que es incapaz de perdonarse y busca a la vez el perdón. Es más que la vida de una superviviente que acepta como si fueran merecidos los abusos, como una suerte de purga de su culpa. Mucho más. Oates regresa a sus temas, entra esta vez en un entorno familiar tóxico con un padre con un trabajo obrero, afición desmedida por el alcohol y tendencias brutales. Un hombre que mide bajo el mismo ojo a sus hijos y a sus hijas. Y no es precisamente el ojo de la igualdad. Ellos son brutos y ellas han de ser chicas hermosas y sexys, pero sin pasarse. Ellos son apenas educados más allá de ese trato casi animal. De hecho es fácil que el lector se escandalice ante un primer acto de Lionel y Jerome que apenas es castigado por llamarlo de alguna manera. Y de ahí, al asesinato en una sucesión brutal de imágenes cargadas por el razonamiento inicial de estos dos hermanos mayores de la protagonista. Y un chico negro acaba muerto mientras que los dos chicos no se esconden de su hermana al llegar a casa. Violet los ve y deduce lógicamente lo sucedido, mientras el lector descubre nuevamente el verdadero tema de la novela. Intenta hablar y explicarse, pero no la escuchan o, si lo hacen, ella es la amonestada: por el amor de Dios, son sus hermanos, es su familia... Y cuando finalmente alguien la escucha, sus hermanos van a prisión y ella es una rata delatora. Es apartada de la familia, pasa por un hogar de acogida y acaba con su tía. Su vida no irá a mejor y tampoco será un campo de margaritas. Pero nadie lo espera, estamos leyendo a Oates. Sabemos que los conflictos raciales y sociales marcan su obra, como también lo hacen la violencia masculina y la victimización de las mujeres. Son temas perennes, están ahí tanto como lo hacen en la calle, en la sociedad actual. En su novela no hay piedad para la protagonista, a veces incluso nos preguntaremos si estamos antes una bildungsroman que transita por los tortuosos caminos del infierno. Pero no es la única por la que la autora no parece tener piedad, los hombres en este libro sufren la misma suerte aunque no por el mismo camino. Esta vez es Oates quien no tiene piedad y no da opción en sus juicios.

     Delatora es un libro implacable, hay racismo, misoginia, violencia y abusos y su lectura, la de Violet en su vida y la forma en que va viendo el lugar que ocupa es tan actual, pese a que opta por ambientarlo hace treinta años, como descorazonadora. Por supuesto que son extremos y por supuesto que es ficción y el lector jamás deja de ser consciente de eso. Porque si no lo fuera, se asfixiaría... exactamente igual que lo había con cualquier otro final diferente al elegido por la autora. Aunque, si han leído el libro, piensen un momento... sí, justo eso, ya ven de mano de quién vino.

     Delatora es una gran novela. Con la pluma a la que Oates tiene acostumbrados a sus incondicionales. Y de toda esta opinión quizás esa sea la palabra más importante: implacable: no hay nada de la soleada cubierta en la novela, allí todo es oscuridad. Con todo lo que eso pueda significar.

     Y vosotros, ¿ya conocéis a Oates?

     Gracias.

    

lunes, 23 de noviembre de 2020

Línea de fuego. Arturo Pérez-Reverte

 


     "Son las 00:15 y no hay luna. 
      Agachadas en la oscuridad, inmóviles y en silencio, las dieciocho mujeres de la sección de transmisiones observan el denso desfile de sombras que se dirige a la orilla del río. 
      No se oye ni una voz, ni un susurro. Sólo el sonido de los pasos, cientos de ellos, en la tierra mojada por el relente nocturno; y a veces, el leve entrechocar metálico de fusiles, bayonetas, cascos de acero y cantimploras".

     He tardado, pero tenía curiosidad y la quería leer con calma. Hoy traigo a mi estantería virtual, Línea de fuego.

    La Guerra Civil a modo de crónica contada por quienes la vivieron.

     Mas o menos ese es el resumen, solo que Reverte se toma sus licencias para poder contarnos su visión de la guerra. Así que no tengo claro si es mejor contaros el libro o contaros lo que nos ha dicho Reverte en él. De entrada hay que hablar de las licencias que se toma, puesto que ni las mujeres con las que empieza ni la propia batalla objeto de la novela existieron como tales. Es decir, es ficción (y por eso el epílogo no me ha parecido necesario). Precisamente porque es ficción nos encontramos en la novela a Reverte por todas partes. Incluso "Pato" es Reverte, y pato es una mujer. Y es que el autor desde Alatriste se ha sentido cada vez más cómodo en esa piel que ya nos sabemos de memoria, ese señor entrado en años al que nadie llamaría maduro porque por supuesto no lo parece es perro viejo, pero viejoven o algo así que escupe y aprieta los dientes e impresiona. Un personaje que trasciende al narrador que habla con ese tono chulesco un tanto trasnochado que ya sabemos nos vamos a encontrar. Así es su obra, y así es en este libro incluso una mujer. 
Y allí nos vemos en la guerra de trincheras que tan bien nos ha dicho que conoce y que representa como el sinsentido que es la muerte incluyendo al desgraciado que solo quiere irse pero que parece incapaz. Y nos habla de bandos y de ideales, pocos, porque la gente muerte de forma mundana, por un balazo por ejemplo, por asomar cuando no debe o un descuido, por el calor del momento, por no pensar. Por ideales van los justos (de número) y el autor además busca no premiar a unos sobre otros para que nadie le busque al libro una cojera ideológica que se ha esforzado en evitar. Supongo que por eso me he quedado con una duda, una pregunta que le haría al respecto de esas que uno luego no se atreve a plantear pero que resuenan mientras lee la novela.

     Novelas sobre la guerra civil hay muchas. Y si miramos el horizonte es fácil pensar que muchos empiezan a afilar el lápiz para fechas venideras y que junto a los libros de Mauthausen estarán estos otros. ¿Que tiene esta de diferente? Que la línea de ficción no existe más allá de una batalla, que es un cronista que nos cuenta una guerra que en sus formas nos suena trasnochada porque la vida ha cambiado y las guerras también. Y que nos enseña, pese al trasnoche y tono que comentaba antes, la sensación de que hay algo que permanece en cualquier conflicto y es que en las guerras, se muere. Dicho así parece una tontería pero en el mundo actual en el que las cifras bailan y se televisa absolutamente todo, corremos el riesgo de olvidar que a veces no es una película y que no hay nadie que diga "corten" para que todo el mundo se levante y siga su camino. Desconozco si era esa la intención del autor, pero es el mensaje que yo he recogido y me ha gustado. El mensaje digo, la novela me ha parecido excesiva en muchos sentidos. A ratos incluso agotadora.

     Línea de fuego es un libro sobre la Guerra Civil para quienes no busquen una novela clásica. Una historia coral del ruido de la batalla.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 24 de junio de 2020

Cartas a un joven novelista. Mario Vargas Llosa


     "Éste no es un manual para aprender a escribir, algo que los verdaderos escritores aprenden por sí mismos. Es un ensayo sobre la manera como nacen y se escriben las novelas, según mi experiencia personal, que no tiene por qué ser idéntica ni siquiera parecida a la de otros novelistas".
     Los libros sobre literatura forman un género en sí mismos. Parece una tentación irresistible para cualquier escritor que se precie contarnos lo que lee, como escribe y también quiénes fueron sus maestros. Y la tentación es recogida por los lectores e incluso por otros escritores. Hoy traigo a mi estantería virtual, Cartas a un joven novelista. 

     Si En la verdad de las mentiras, Mario Vargas Llosa hacía un repaso sobre su propio canon literario del siglo, aquí se dirige a una suerte de corresponsal o receptor imaginario para hablarle de literatura, escribir, crear y sentimientos. A caballo entre un sencillo ensayo y una novela epistolar, Mario Vargas Llosa da teoría literaria a la vez que establece una serie de referentes que son imposibles de obviar para un lector que se sentirá irremediablemente atraído por la idea de seguir la lista de lecturas propuestas por el autor. Para él, el novelista no solo es feliz escribiendo, sino que su labor va mucho más allá cuando le deja a un mundo incompleto las fantasías que, de haberlo completado, le hubieran otorgado un status superior. Nos habla también de la importancia de las palabras y yo recordaba al leerlo eso que se dice sobre la existencia de las cosas en la medida en la que se les pone nombre. Vargas Llosa va un punto más allá otorgando al conjunto lingüistico la importancia de un mundo completo, y se entiende cuando el autor se dedica precisamente a completar mundos mediante el uso de las palabras. Mundos que, aunque para nosotros ya existan cuando se refieren a personajes que se han entrelazado con la realidad hasta tal punto que ya nos tenemos asumidos, son una ficción. A quién no le sucede que no concibe el mundo sin el Quijote cuando en realidad el mundo se concibió precisamente, sin él. Por lo tanto, yo concluía esta parte preguntándome cómo se concibe el mundo sin escritores.

      Decía antes que los lectores nos sentimos atraídos por este tipo de preguntas que nos cuentan cuáles fueron las inquietudes de nuestros escritores favoritos, sus comienzos y sus márgenes, pero lo mismo les puede suceder a otros escritores. Y es que, como dice el propio Vargas Llosa, a él mismo le hubiera gustado poder escribir a alguno de los escritores que admiraba cuando estaba comenzando para haberle preguntado sus dudas, haber seguido su camino en un intento de encontrar el propio. Y así avanzamos con ideas que, compartidas o no, otorgan una visión más ámplia del mundo literario, por capítulos dedicados a responder distintas preguntas tan importantes como genéricas. Él se reconoce como un rebelde del mundo y quizás por eso reconoce cada pedazo propio vertido en sus libros y es que no hay libro que no beba de la vida de su autor y quizás por eso sea vital vivir en ese mundo imperfecto ante el que se imponen mediante la ficción. La importancia de la coherencia, del estilo, el espacio, las lecturas que lleve a sus espaldas el propio escritor... nada escapa a las preguntas imaginadas y tampoco a las respuestas vertidas en este librito corto más que necesario, interesante.

     Cartas a un joven novelista es un libro más que recomendable sobre el oficio de escribir, pero también sobre el interior de quien lo hace.

     Y vosotros, ¿sois lectores de libros intraliterarios?

     Gracias.

lunes, 15 de junio de 2020

El enigma de la habitación 622. Joël Dicker


     "A principios de verano de 2018, cuando acudí al Palace de Verbier, un prestigioso hotel de los Alpes suizos, estaba lejos de imaginar que me iba a pasar las vacaciones resolviendo el crimen que se había cometido en el establecimiento muchos años antes".
     Hay escritores que convierten la publicación de sus libros en un acontecimiento. Uno de ellos es Joël Dicker, cuyos libros se venden por miles, y por eso una que es una lectora curiosa, no puede evitar acercarse a él. Hoy traigo a mi estantería virtual, El enigma de la habitación  622.

     Conocemos a el Escritor (que no es otro que el propio Dicker) cuando planea escribir una novela homenajeando a su difunto editor Bernard de Fallois (el editor del propio Dicker) cuando conoce a una vecina de la que se enamora y que no tarda en romper su relación con él. Opta entonces por irse unos días sin saber que así conocerá a Scarlett, vecina de habitación en el Palace de Verbier y compañera improvisada para descubrir el enigma de la habitación 622 del hotel. Un lugar que ahora no existe en un intento de olvidar que en ella se cometió un asesinato.

     Si tenemos un libro protagonizado por un escritor que quiere escribir una historia y se ve sumergido en el misterio de un asesinato, eso significa que el autor es Dicker. Es su fórmula y parece que le va mejor que bien así que, ¿por qué cambiar? Así que en esta última novela, ha decidido dejarse engullir por la metaliteratura, o dejar de fingir que no se veía como el protagonista de sus libros cuando los estaba creando vaya usted a saber, y se ha convertido en el Escritor al que llaman Joël y hablan de su éxito y fama y ventas a lo largo de la novela para darnos una clara pista de quién es. Por lo demás la novela se articula en torno a un misterio, el de la habitación 622, que queda salpicado de anécdotas, a veces cotilleos, sobre todo en el hilo temporal en el que sucedieron los hechos que marcaron dicha habitación. Y mezclado con ellos, el juego metaliterario que sirve de enganche al lector que no sienta que el misterio es suficiente.
     Nos regala así una novela simple y entretenida que hace que pasar páginas sea algo casi natural, un page turner de esos que dicen ahora que uno se sienta a leer y para cuando se quiere dar cuenta, ya se lo ha terminado. Como una hamburguesa fast food. Y exactamente con la misma calidad y sabor si hablamos de literatura. Porque, independientemente de que use un formulismo que empieza a ser repetido, la novela es simplona y me he reído un par de veces entre chatitas y gatitos que se decían entre un par de personajes.Mi sensación general ha sido la de estar ante un incesante parloteo, como el de esas personas que para contarte que alguien les ha dado saludos para tí necesitan explicarte la vida de la persona que dio nombre a la calle en la que se vieron y toda la relación familiar, y de cama, de los dos (a estas alturas ya le interesa tanto a quién se encontró como el nombre que lleva la calle).

     El enigma de la habitación 622 es una novela entretenida, aunque menos original de lo que pretende. A partir de ahí cada valoración es subjetiva y la mía no es demasiado positiva, para qué decir lo contrario. Y eso que en este caso el enigma no es solo el asesino, también lo es la identidad del cadáver. Pero...

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 25 de mayo de 2020

Kim Ji-young, nacida en 1982. Cho Nam-joo


     "Kim Ji-young tiene treinta y tres años. Se casó cuando tenía treinta y tuvo una hija hace un año. Vive de alquiler en un apartamento de unos ochenta metros cuadrados, dentro de un megacomplejo de edificios residenciales de la periferia de Seúl, con su marido, Jeong Dae-hyeon, que tiene tres años más que ella, y su hija, Jeong Ji-won. Él trabaja en una empresa tecnológica no muy grande y ella renunció al empleo que tenía en una pequeña agencia de relaciones públicas cuando dio a luz. Él vuelve del trabajo casi a medianoche, e incluso acude a la oficina los fines de semana, en sábado o en domingo. Ella se encarga de cuidar a su hija, sin nadie que la ayude, porque sus suegros viven en Busan y sus padres llevan un restaurante. La niña, desde que cumpliese un año el verano anterior, acude a la guardería que está en la primera planta del edificio donde viven y se queda allí toda la mañana".

     Este libro se publicó provocando un enorme revuelo en Corea. Una economía avanzada, una sociedad, en teoría, no tan lejana,  y un libro que provoca una revolución. Aquellas mujeres con una vida públic que dijeron que lo habían leído fueron atacadas en las redes, las voces en contra del libro afirmaban que era una visión sesgada y muy negativa frente a aquellas otras que hablaban de un libro que reflejaba la realidad de una sociedad discriminatoria. Por todo ellos no me puede resistir, y hoy traigo a mi estantería virtual, Kim Ji-young, nacida en 1982.

     Kim Ji-young es un nombre común para una mujer común. Tiene 33 años y vive a las afueras de Seúl junto a su marido y su hija. Lleva una vida común, de ama de casa y madre sin llamar mucho la atención y mira de reojo hacia aquel trabajo que le gustaba y tuvo que dejar. Nada en especial. A fin de cuentas, hasta su nombre propio es algo común.

     Una de las cosas que primero llaman la atención de esta novela es la elección del autor para conseguir que el lector perciba el realismo que esconde su historia. No habla de gente conocida, no busca un entorno determinado que podamos conocer, no. en este caso cuaja el libro de notas en las que nos da porcentajes que muestran que lo que la protagonista vive es algo demasiado habitual. De este modo no tardamos en ver que no estamos ante un simple relato de ficción, en todo caso estamos ante el relato de una vida que de tan común ni siquiera se mira dos veces. El reflejo de una desigualdad socialmente aceptada y no planteada por el conjunto pero sí sufrida de manera individual. A nosotros, que no vivimos este tipo de situaciones ni nos disculpamos por tener hijas y no hijos pero recordamos estudiar sobre tiempos pasados en los que se vivían situaciones semejantes, nos resulta casi una novela de terror. En cambio parece que a las mujeres de Corea les ha ayudado a dar visibilidad al modo en que viven, como si en lugar de una novela esto fuera un reportaje de investigación, demostrando así una vez más que el poder de la literatura puede resultar sorprendente incluso en los tiempos de internet. De hecho, la literatura Coreana sobre mujeres, y escrita por mujeres, está acaparando la atención de medios y lectores en los últimos tiempos (muestra de ello son títulos como La vegetariana o Por favor, cuida de mamá) y atravesando fronteras en medio de debates encendidos sobre sus desigualdades sociales y la disconformidad que muestran las protagonistas de dichos libros.

     Sin embargo y para no dejar que el fondo difumine al libro, hablemos de la novela. Con un potentísimo comienzo polifónico en el que la autora da voz a diferentes mujeres, no tardamos en sumergirnos en la vida de Kim Jo-young. El libro va separando las etapas de la vida de su protagonista desde el momento en que nace hasta la actualidad. Una mujer que vemos sometida al "pórtate bien" y viviendo a la sombra de distintos hombres hasta que en un momento dado pone en su boca las palabras de otras mujeres (para preocupación de su marido que piensa en mandarla al médico), como si este fuera el único modo de expresar lo que le hierve dentro. Y si el comienzo es potente y el juego de voces espléndido, poco hay que añadir salvo que el final, amargo, nos recuerda que no estamos leyendo ficción. Podría explicar ahora las situaciones cotidianas de Kim Ji-young, pero de puro simples, es mejor acercarse a ellas. Solo así se entiende cómo una vida común puede resultar tan impactante como la de un héroe o villano.

     Kin Ji-young, nacida en 1982 es una novela que me ha gustado, me ha hecho pensar, comparar con nuestro pasado y presente y también me ha hecho diferenciar entre lo que podía creer que era y lo que realmente es. Y que me ha dejado preguntándome, por qué no decirlo, en la parte de la escritora que estará reflejada o no en la novela.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 27 de abril de 2020

Vidas escritas. Javier Marías


     "Quiere la leyenda cursi de la literatura que William Faulkner escribiera su novela Mientras agonizo en el plazo de seis semanas y en la más precaria de las situaciones, a saber: mientras trabajaba de noche en una mina, con los folios apoyados en la carretilla volcada y alumbrándose con la mortecina linterna de su propio casco polvoriento. Es un intento por parte de la leyenda curso de hacer ingresar a Faulkner en las filas de los escritores pobres y sacrificados y un poquito proletarios".

     Los lectores tenemos un punto cotilla que nos lleva a querer saber más sobre nuestros escritores favoritos, conocer sus historias, las historias detrás de sus historias. Hoy traigo a mi estantería virtual, Vidas escritas.

     Durante unos días, semanas en realidad, hemos vivido un mundo tan extraño que no he querido entrar a formar parte de las lecturas del/para/por confinamiento. Ahora que poco a poco se reanuda, volvemos.

     Vidas escritas es un librito que ya tiene su tiempo en el que el autor nos revela datos sobre otros escritores ya famosos y casi a modo de artículos mezclados con la revista Hola! Aquí podemos ver, por ejemplo, la misantropía de Faulkner, la tendencia a quemarse de Joseph Conrad, la terrible infelicidad que aquejaba a James Joyce o como Lampedusa era la imagen constante de un caballero unido a una bolsa llena de libros y chucherías. Nos explica que Thomas Mann opinaba que todas las novelas eran un coñazo y, esto según el propio Marías, dan buen ejemplo las suyas. aunque también nos cuenta en el libro que en cambio el escritor llevaba unos diarios que hacen pensar que creía que su figura sería importantísima en el futuro y su vida digna de estudio por algún tipo de eruditos.
     Junto a estos Marías pone a otros muchos y nos habla de reuniones entre escritores. Aparecen Lowry o du Deffand, Kipling el ermitaño y un puñado de mujeres a las que coloca juntas en la última parte del libro, posiblemente olvidando que antes de eso ya había aparecido la Baronesa de Blixen, creando una desconcertante sensación al lector.

     Veinte escritores que el autor pretende acercarnos mediante anécdotas que son muy válidas como tales, pero que no otorgan la sensación de un libro más allá de lo que las anécdotas vacacionales de unos amigos no son como un verdadero viaje. Sin embargo, la curiosidad del lector por lo que rodea a la creación literaria, a los escritores y a su obra, han hecho de este tipo de libros un producto de agradable consumo al que llegamos con bastante curiosidad. Prueba de ello fue el libro Empiezo a creer que es mentira, escrito por Carlos Mayoral siguiendo esta misma premisa y recibido con bastante entusiasmo por los lectores empedernidos.

     Vidas escritas es un libro entretenido para leer a ratos y así mantener la curiosidad por la anécdota en lugar de cansarnos de ellas. Solo de este modo se puede disfrutar de un producto así.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 21 de febrero de 2020

M. El hijo del siglo. Antonio Scurati


     "Nos asomamos a piazza del Santo Sepolcro. Cien personas escasas, todos hombres de esos que casi no cuentan. Somos pocos y estamos muertos. 
      Esperan que yo hable, pero no tengo nada que decir. El escenario está vacío, inundado por millones de cadáveres, una marea de cuerpos —hechos papilla, licuados— llegada de las trincheras del Carso, del Ortigara, del Isonzo. Nuestros héroes ya han caído o no tardarán en hacerlo. Los amamos del primero al último, sin distinciones. Estamos sentados sobre la pila sagrada de los muertos. 
     El realismo que sigue a cada aluvión me ha abierto los ojos: Europa es a estas alturas un escenario sin personajes".

     Llegó su eco antes que el libro y por eso lo esperaba con ganas. Otra cosa es que se trate de una lectura lenta para poder disfrutarla. Hoy traigo a mi estantería virtual, M.

     Conocemos a Mussolini entre 1919 y 1925.

     Escribir un libro que supera las novecientas páginas sobre Mussolini y que la gente lo lea, suena complicado. Si el libro es, además, la primera parte de una trilogía sobre este hombre, casi parece un suicidio. Pero eso es justamente lo que ha hecho Antonio Scurati y se ha situado en los puestos más altos de las ventas, amén del premio Strega 2019, demostrando que, en la literatura al menos, nunca se sabe. Uno de los secretos posiblemente sea que estamos ante una novela. En el mucho de las etiquetas Scurati ha escrito un libro que relata la vida de esta conocida figura apoyándose en una amplísima documentación que deja patente en el libro y... es una novela. No se habla de biografía, ensayo, biografía novelada, ficción histórica... Es, nada más y nada menos, que una novela (histórica, por supuesto). Y ese es precisamente, uno de sus mayores logros. Scurati escribe en tercera persona una historia en la que el duce es la figura central pero que nos presenta a muchísimos personajes interesantes. Y, sobre todo, nos presenta la situación que se vive en Italia, un país que sale de la guerra con el desencanto y desgaste que eso supone, y un ambiente político tan despistado que la misma persona que en 1919 fue derrotada de una forma tan rotunda como para pensar en dejar la política por las artes escénicas, terminase en el poder. Eso es M.

     La novela, escrita en un presente ya pasado, busca que sea el lector quien valore cada acontecimiento, cada discurso y cada reflexión. Eso significa que para disfrutar de la lectura, hay que dejarse engañar por un presente/pasado y caer en las tentaciones que Scurati nos propone para que nos preguntemos si se puede cambiar o parar lo que en realidad ya sabemos como inevitable. Solo de ese modo funciona el libro como novela, creando tensiones más allá de los típicos paralelismos con la actualidad y las ideas y situación política que, sinceramente, me interesaban entre poco y nada durante la lectura. Yo lo que quería era conocer al personaje, descubrir al tipo calculador, pero también al frívolo y al mujeriego. Entrar en la ficción de los pensamientos a puerta cerrada que me dejaran ver la historia de otro modo o, al menos, completarla. Y es que supongo que en Italia se conozca mucho más de esta figura, pero yo he leído la novela y me he dado cuenta al hacerlo de que no sabía apenas nada. Ni conocía a Dumini o a Bombacci, primero amigo y luego enemigo, y tampoco a Matteotti, opositor perenne que no se dejaba intimidar y que lo pagó, como podéis imaginar, con su vida, y que se convierte en uno de los personajes más interesantes de la novela.

     Sería fácil caer ahora en enumerar los hechos que el autor desgrana, de hecho el propio libro sigue una estructura de crónica en la que abre los capítulos con fecha, lugar y personaje más relevante, pero eso sería estropear una lectura que merece la pena. Si que puedo decir que el autor se apoya en lugares y momentos muchas veces más que conocidos y vistos en películas y documentales, pero eso en lugar de dar regusto a poco original, lo que hacen es ayudar al lector a no perder de vista algo importante: todo lo allí relatado (o casi todo ya que hay personajes y hechos ficticios), sucedió. Y  Scurati que parece no estar allí para juzgarlo evita posicionarse de forma directa, dejar que el lector haga la condena pensando que es independiente a la lectura, que ha sido libre su elección, algo que en este tipo de libros parece casi imposible. De hecho, yo creo que es imposible, la diferencia está en la sutilidad con la que haya quedado patente la opinión de quien escribe. Y evitar tener la sensación de estar ante un libro dirigido, es una gran manera de ganar las simpatías del lector. Con todo, tranquilos, nadie sale de la lectura convertido en un mitómano. Es imposible.

     M es una novela a la que hay que enfrentarse con calma y conociendo su ligereza. Está en ese difícil punto de equilibrio en el que puede encantaros o decepcionaros profundamente, busca el punto justo entre el documental y el cine de entretenimiento. Labor de cada lector es juzgar si lo consigue.

     He comentado que la novela supera las novecientas páginas y yo me pregunto, ¿os importa la extensión de una novela?

     Gracias.


   

lunes, 16 de septiembre de 2019

La paciente silenciosa. Alex Michaelides


     "No sé por qué escribo esto.
     No, eso no es verdad. A lo mejor sí lo sé, lo que pasa es que no quiero admitirlo ni ante mi misma".

     Abrimos la temporada de la rentrée del thriller del año con uno que se ve mucho estos días en librerías. Hoy traigo a mi estantería virtual, La paciente silenciosa.

     Alicia Berenson era una pintora de éxito con un matrimonio feliz, al menos hasta que la policía la encontró junto a su marido muerto. Él, atado a una silla y con varios disparos en la cara. Ella con heridas en las muñecas, sangrando y una pistola a los pies. Desde ese momento Alicia no ha abierto la boca y, habiendo sido declarada culpable del asesinato de su marido, se encuentra en The Grove. Lo más parecido a un testimonio es un enigmático cuadro en el que representa la escena encontrada por la policía.
     Conocemos a Theo Faber, psicoterapeuta. Un hombre con una carrera brillante que se siente irremediablemente atraído por la historia de Alicia Berenson, por eso deja un puesto prometedor para trabajar en The Grove y poder tratar a Alicia. Su única intención parece conseguir que ella le hable.

     La paciente silenciosa pertenece a eso que ahora llaman domestic noir aunque va un tanto camuflado de thriller. Con un muerto ya finado para cuando comienza la novela, la historia consiste en que descubramos en medio de un juego de luces y sombras qué ha sucedido en casa de Alicia y Gabriel, su difunto marido. Para ello, Michaelides introduce a Theo, un hombre que padece su propia obsesión y que es tratado, al igual que la propia Alicia, como una voz no fiable. A fin de cuentas, parece decirnos Michaelides, estamos en un centro psiquiátrico y el propio protagonista ha confesado que es una rama que uno estudia egoístamente, para sanarse. Y así comienza una investigación disfrazada de terapia en la que cualquiera puede estar implicado y a la que no tarda en unirse el diario de la propia Alicia.

      El problema de este tipo de juegos consiste en la credibilidad. Si estás escribiendo una novela en la que todo y todos son cuestionados, más vale que hayas dotado de personalidad a tus protagonistas, y ahí es donde falla la novela de Michaelides. En su objetivo que no parece otro que el de hacer una novela ágil y dinámica, el autor se apresura. El protagonista tiene todo demasiado fácil, las coincidencias acuden en socorro de la historia y uno acaba por preguntarse si realmente era todo tan sencillo de conseguir, por qué había permanecido callada tanto tiempo la protagonista de la novela. El diario, que está bien escrito en tono y formas en un comienzo, llega a un punto insostenible y, no solo eso, sino que yo sigo preguntándome sobre la improbabilidad de su existencia. Cierto es que en mi cabeza la resolución de la novela no era exactamente la elegida por el autor, pero tengo que decir que sigo pensando que para mi era mucho más verosímil que lo que se nos ofrece.

     La paciente silenciosa es una novela coja. Cierto que es fácil y entretenida, pero, si bien hay libros que exigen al lector demasiado esfuerzo durante su lectura para ser disfrutados, otros como este exigen al lector que pase por alto demasiados detalles.

    Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.