viernes, 6 de septiembre de 2019
La huella del mal. Manuel Ríos San Martín
"Diecisiete abrió los ojos más temprano de lo habitual. Tampoco había podido dormir tranquilo esa noche. Durante unos instantes permaneció inmóvil contemplando los primeros rayos de sol que se filtraban entre las ramas de los abedules bajo los que descansaba la tribu. Escuchó con atención. El bosque permanecía en silencio, pero le había parecido oír sonidos extraños provenientes de las cercanías y tenía que comprobar de qué se trataba. Se incorporó sin hacer ruido, tratando de no despertar al resto del clan, formado por tres hembras adultas, una anciana y más de diez crías de diversas edades. Los otros dos machos, algo mayores que él, habían salido de caza. Diecisiete era alto, de tronco fuerte y erguido, cejas prominentes y muy velludo. Apenas tenía veinte años y era capaz de recorrer kilómetros sin cansarse en busca de comida. El territorio donde se había asentado su tribu varias estaciones atrás era rico en frutos secos, setas, semillas y pequeños mamíferos. Pero llevaban unas jornadas de escaramuzas con otro grupo de homínidos instalado cada vez a menos distancia, y algunos miembros de su clan habían resultado heridos en los enfrentamientos. Las dos tribus se estaban tanteando".
El motivo más frívolo para comprar un libro es que te guste su cubierta. Y, sin embargo, aquí estamos, con el libro que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de La huella del mal.
Conocemos a Daniel, un expolicía que ahora se dedica a la investigación privada, y a Silvia, inspectora de la UDEV. Y los conocemos tras la aparición del cuerpo de una joven en Atapuerca. No tardan en relacionar esta muerte con otra ocurrida en un yacimiento de Asturias años atrás, solo que esta vez no han de permitir que se repitan errores.
La huella del mal es una novela entretenida en la que, a través de una localización más que conocida y atractiva para millones de turistas, el autor da forma a un caso de asesinato, unas vidas y una serie de preguntas sobre el bien y el mal que plantea al lector. Con un comienzo efectista y muy cinematográfico, nos presenta el escenario en el que aparece el cuerpo de la joven Eva. Un escenario que, si alguien ha visitado el lugar, reconoce inmediatamente. Lo mismo sucede en el libro, ya que no tardan en relacionarlo con otro caso sucedido años atrás y este es el motivo para que llamen a Silvia y a Daniel, quienes junto al Comisario Mendoza, el juez Vázquez de Mella y un novato llamado Rodrigo, tomarán las riendas del caso. El autor crea para la ocasión algún personaje para que el lector no se pierda entre datos y tecnicismo y consigue, y es un mérito, que no nos resulte pesado ni siquiera en los momentos en los que toca aclarar y explicar detalles que, en honor a la verdad, me han parecido francamente interesantes. Y es que, además del caso, cuyo camino hacia la resolución se sigue con cierto interés, y digo cierto porque superada la mitad de la novela ya me olía el camino que iba a tomar y eso que os aseguro que no soy una mente privilegiada, Ríos San Martín nos propone unas reflexiones de lo más interesantes sobre la conciencia, el bien, el mal y el paso del tiempo (está claro que uno no puede ambientar un libro en Atapuerca y no hablar de evolución, sin embargo me ha gustado tanto el camino como la forma en la que en este caso se ha optado por hacerlo).
Pudiera parecer entonces que la novela es redonda, pero los lectores somos seres inconformistas que vamos perdiendo la inocencia conforme leemos y, si bien me olí la resolución del caso sin que ello afectara demasiado a mi lectura, la relación amorosa si que lo hizo. Y es que no he dicho hasta ahora que Silvia y Daniel tienen una historia que viene de atrás y que en su momento... bueno, eso lo leéis. El caso es que parecemos empeñados en colar una historia romántica en los libros, hemos pasado de la tensión sexual entre los protagonistas a las relaciones presentes o pasadas y, personalmente, de un tiempo a esta parte creo que les resta originalidad a las novelas. Termina por ser un lastre que cuesta llevar.
No diré que La huella del mal es una novela originalísima, porque he reconocido más de un rasgo común, pero si que es entretenida si uno busca pasar un par de tardes. Se lee con comodidad y apetece avanzar por una escenografía visual y poco habitual descubriendo, sobre todo, a Samuel que es sin lugar a dudas lo mejor de la novela. Al menos para mi.
Y vosotros, ¿os fijáis mucho en la localización de las novelas?
Gracias.
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5 comentarios:
Me parece muy original eso de situar a una novela de este género en Atapuerca y creo que solo por eso me pica la curiosidad, la verdad, a pesar de que no suele ser el género que más lea. Tomo nota.
Y respondiendo a tu pregunta, la verdad es que nunca me fijo en ese detalle, para mí es más el argumento que la localización...
Nunca le he dado importancia a la ubicación de una novela aunque me gusta el hecho de ser un lugar conocido.Besicos
A mí me ha gustado en líneas generales. La considero original aunque como dices eso de la relación entre compañeros no es nada novedoso, pero el arranque, el escenario y todas esas explicaciones sobre la evolución las considero muy buenas.
Besos
Este no me lo llevo, tengo mucho pendiente del género y que además me apetece leer, y nunca llego a hacerlo
Besos
A mi me pareció un libro entretenido sin más. Y me gusta mirar a través de internet las localizaciones, buscar las ciudades que menciona, las calles y monumentos.
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