viernes, 29 de julio de 2011

Los libros viajeros


                                                            Escultura de Patrick HALL


     Cuando comencé mi andaduras expliqué que me había pasado a un lector electrónico... a ratos. Aquellos que me hayáis seguido, tal vez recordéis una reseña en la que contaba un pequeño problema que había encontrado, la pantalla blanqueaba en determinadas condiciones. A fecha de hoy, ya puedo hablar un poco más del tema.

     Llevo leyendo... creo que no recuerdo cuanto tiempo hace que me entrego al placer de abrir un libro y apagar la televisión, supongo que muchos años, lo que si recuerdo con más claridad es la época en la que ya no necesitaba apagar la televisión para seguir leyendo. La época en la que lo que se apagaba era el mundo mientras compartía la historia, cualquiera que hubiera llegado a mis manos, con sus protagonistas. Soy firme defensora de las bibliotecas como lugares de ocio, las frecuento, me paseo por ellas, me gustan. Pero me gusta aún más tener el libro para mí. Muchas veces me he llevado a casa un libro prestado que luego he comprado en la librería con la excusa de "por si lo vuelvo a leer", reconozco que la mayor parte de las veces no ha sido así, y más aún porque me gustó, sin plantearme si lo iba o no a volver a abrir, muchos de ellos los han abierto amigos a quienes se lo he prestado. Antes ponía la fecha de compra en la primera página, pero luego dejé de hacerlo, me daba pena escribir en ellos. Al final, tenía tantos que abarrotaban las estanterías, aprisionados unos con otros; grandes, pequeños, tapa dura o blanda, todo valía para leer y los usaba a modo de tetris literario (y los sigo usando), para arañar un huequecito en el que meter otro colocado tumbado, encima o en una segunda hilera improvisada porque el formato lo permite. Al final, algunos han acabado en cajas, no olvidadas, sino esperando el lugar adecuado que no termino de encontrar por mucho que me paseo haciendo estudios con ojo crítico sobre si en esta esquina o detrás de aquél sofá estarían mejor o peor. Y por esa falta de espacio, entre otras cosas, llegó el lector.
     Lo critiqué mil veces, pero sucumbí y, nadie me malinterprete, me gusta. Pero no es lo mismo. Ahora que es verano, la época más adecuada para disponer de tiempo y luz para leer es cuando más lo noto. Primero fue un día que se me empezó a hacer eterno el tiempo de carga de las páginas al pasar, que no dura un segundo, pero a veces, si la página tiene pocas líneas y le das seguido no pasa, hay que esperar, y empecé a irritarme. Otro día me dispuse a leer durante un viaje y, una vez estaba empezando a "ver" la historia, las letras se comenzaron a difuminar en la pantalla, unas veces en el centro, otras en la parte superior.. así que anoté el libro del que se trataba y me dispuse a empezar otro, con bastante menos entusiasmo. Ocurría lo mismo. Así que me desanimé a seguir con un tercero. Me duró mucho el desánimo, pero el aburrimiento hizo que me pusiera a ver los títulos que me quedaban por comenzar y, por azar seguramente, descubrí que si el sol daba en la pantalla, se difuminaban las letras hasta convertir el texto en algo ilegible. No mientras le daba, sino al pasar a la página siguiente.
Supongo que en ese momento no me di demasiada cuenta de lo que me acababa de encontrar. Tuvieron que pasar dos días nublados para ir a la piscina. En ese momento, tras haber hecho cálculos de los riesgos y ventajas de llevarlo, evidentemente no se puede mojar, recordé las páginas llenas de letras ilegibles. Estaba decidido, el lector se quedaba en casa. ¡Y en la playa pasaba igual! No sólo por la arena, en lo que ya llevaba tiempo pensando, sino por la claridad. Así que volví a aumentar el número de libros en papel que compraba. Aumenta el peso de la maleta, el volumen de lo que tengo entre manos incluso, pero aumentan otros placeres. No es sólo el placer de leer, sino el de ver lo que he leído al pasar, sacudir arena de entre sus páginas, cuidar que no caiga una miga, ¡ver las portadas! y, por si fuera poco, como en estos mundos virtuales hay ideas para todos, descubrí "Los libros viajeros". Hay gente que, no sólo comparten opiniones, sino que comparten libros. Cuando uno hace un descubrimiento, lo comenta con otros y manda el libro a otra persona del grupo que estuviera interesada. Son libros de ida y vuelta, en los que a veces se introduce una nota hacia el destinatario o hacia quien lo prestó, agradeciendo, apuntando algo que pareció sobresaliente.. una sugerencia, incluso nada de eso. Tal vez sólo apetece poner "lo leí por las noches".
La idea tiene algo de romántico, de seductor. Pararse a pensar en libros que cruzan el país metidos en sobres, para llegar a las manos de alguien que cada día comprueba si ha llegado. Personajes que, al cabo de un tiempo, tendrían mucho mas que decir que aquello que nos contó el autor entre sus páginas y lectores que, tal vez, hagan como yo, y acaben comprándose el libro en una tienda cercana.

     Sólo por si lo vuelven a leer.

     Gracias.

2 comentarios:

Antonio Fernandez dijo... [Responder]

Bonito alegato para salvar el libro de papel y bonita forma de hacer qmigos en los mundos de la tinta sobre pantallas.
Enhorabuena por el blog.

Anónimo dijo... [Responder]

Me ha encantado, aunque no creo que el libro en papel corra tanto peligro como en un primer momento todos pensamos. El libro digital ya está aquí entre nosotros y es una realidad. Y aunque la revolución no ha hecho nada más que empezar, sigo pensando que el libro de toda la vida sigue siendo más atractivo y comercial que el formato digital. Estoy seguro que durante un tiempo los dos formatos serán bién compatibles.