"Nada que hacer, nada que oír, nada que observar; el entorno de la nada, el vacío total, sin espacio y sin tiempo. Me paseaba arriba y abajo y conmigo iban los pensamientos, arriba y abajo. Una y otra vez, arriba y abajo. Pero incluso los pensamientos, por muy etéreos que parezcan, requieren un punto de apoyo, pues de lo contrario giran y giran en torno a sí mismos, en un torbellino sin sentido; tampoco ellos soportan la nada. Desde la mañana a la noche se está a la espera de algo que nunca llega. Se espera y se espera. Y no ocurre nada. Y se sigue esperando, y esperando, y esperando… y pensando, y pensando, y pensando.. hasta que duelen las sienes. Y no ocurre nada. Y estás solo. Solo… Solo…"
Un libro de los más curiosos que me he tropezado, librito casi, pues no llega a cien páginas. Nos cuenta un crucero, o, para ser exactos cómo en un crucero nos van relatando una partida entre un campeón de ajedrez y ... casi lo correcto sería decir los pasajeros y el narrador, puesto que van colaborando. Un ganador con una magnífica técnica, siendo esta su única virtud puesto que todo en su carácter lo hace poco amigable y ni siquiera su técnica es siempre brillante ya que, le resulta imposible jugar si no es con un tablero delante. Una época complicada, el poder nazi en áuge. Y un desconocido.. que ayuda en una segunda partida y a completarla, esta vez en tablas para sorpresa de todos, pese a afirmar que lleva años sin jugar. Iremos descubriendo en este desconocido a un noble, torturado por la Gestapo y encerrado con, como único acompañante, un libro de ajedrez que termina memorizando; un juego que le entretiene, pasa horas entre partidas imaginadas, y que acaba por aborrecer al ser lo único en lo que puede pensar, colocándose al borde de la locura. Escapa, de hecho, gracias a ello, puesto que será en un hospital donde obtiene ayuda, tanto para su enfermedad, dictaminándole no jugar más, como para salir de la prisión en la que lo habían recluído.
Los propios personajes, incluido el narrador, van consiguiendo lo que hace páginas que ya vamos deseando los lectores, y es a jugar una partida con nuestro casi olvidado campeón. Lo convencen convenientemente para complacernos y... el resto está en el libro.
Zweig es especialista en interiores, no necesita más que un esbozo de una situación, un lugar y una época para conseguir enfocar nítidamente a sus personajes por dentro y dejarnos ver sus luchas y sus demonios. Nos muestra aquí los juegos que todos, en uno u otro momento, hemos llevado a cabo con la mente. Torturas pequeñas de números o de movimientos hasta que cumplen un sinsentido que nos mantenga entretenidos un rato. Y luego lo magnifica en una situación extrema para enseñarnos sus consecuencias, catastróficas. Y nos señala el abismo al que, algunos, deciden asomarse alguna vez, empujándonos a desear que el protagonista se asome sólo para situarnos como espectadores de primera línea.
Impresionante Zweig siempre, magnífico y torturado. Me quito el sombrero.
Gracias
1 comentarios:
muy buen libro, me estoy aficionando a este autor, te atrapa desde la primera palabra, y como bien dices es un especialista de interiores.
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