lunes, 12 de mayo de 2025

Tengo un nombre. Chanel Miller

 


    «Me llamo Chanel. Soy una víctima, no me da reparo utilizar esta palabra, pero sí creer que eso es todo lo que soy. Sin embargo, no soy “la víctima de Brock Turner”. No soy su nada. No le pertenezco».

     Creo que lo que más me llamó la atención de este libro fue que hablara en la sinopsis de una historia real y del juicio mediático. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Tengo un nombre.

     Conocemos a Chanel Miller. En 2015 sufrió una violación en el campus universitario de Stanford. Su agresor fue un joven de 19 años llamado Brock Turner quien tras un mediático juicio fue condenado a 6 meses. En el momento de los hechos ella era un poco mayor, acababa de graduarse y fue a una fiesta en la que tomó un chupito y después salió porque se aburría. Chanel leyó una carta a su violador durante el juicio que después decidió publicar en redes. Y las personas, porque los países son personas, se volcaron en apoyarla, indignados. 

     Tuvieron que pasar varios años para que la víctima de estos hechos dejara de lado su anonimato y contara su historia en este libro. Chanel no deja que la rabia impregne las páginas de su novela, al contrario, hay momentos en los que el lector siente cierto desapego, como si la hartura o el agotamiento fueran más fuertes que la sensación de estar ante una víctima. Quizás por eso ella reniega del término.
Chanel escribe desde la seriedad, explicando que acosar está mal y que justificar al acosador, al violador, basándose en un comportamiento social de la víctima es aún peor. Pero, sobre todo, lo que hace es dejar de usar el término víctima. Consigue que el lector comprenda que cada una de ellas es una persona con nombres y apellidos, que cada especulación al respecto daña a una familia completa y que un juicio es, realmente, un proceso muy duro. chanel no cuenta su historia porque fue violada, la cuenta porque ganó un juicio cuyo discurso final del juez y condena, la hicieron sentir como si hubiera perdido. Una sensación que seguro comparte con muchas mujeres y que en el momento de estos hechos, vieron una ventana de esperanza ya que el revuelo hizo que se revisasen leyes y sentencias. En el juicio de Chanel Turner fue presentado como un estudiante prometedor que no tenía antecedentes, su padre pidió que no arruinasen su vida, se dijo que ir borracho era un atenuante. Y, para el juez, todo eso tuvo más peso que el delito cometido. Y que dos agresiones sexuales más. No iba a arruinar la vida del joven, además deportista. Mientras, el lector ya sabe que la noche de la violación ella perdió el conocimiento y que despertó en un hospital en el que había personal de la universidad. Sabe que ella se sintió invadida, fotografiada y expuesta en un momento en el que aún intentaba comprender lo que le había sucedido apenas a 10 minutos de su alojamiento. Y comienza la historia de Miller, como si él tuviera el riesgo de ser víctima, él es quien acapara titulares, a quien ponen rostro y carrera prometedora, Chanel solo es la víctima.
     Víctima, víctima, víctima.... Una Doe que jamás pidió serlo y que ahora escribe su nombre y su historia con letras mayúsculas. Porque si el violador puede ver su futuro cambiado por ser acusado, ¿qué me decís de ella, la que sufrió la violación? su historia acaba con una apelación rechazada, un funcionario destituido y una joven escritora relatando lo que ha vivido mientras se siente el sueño de su propia madre. Un punto de apoyo al final del camino que hace que un nuevo camino se abra ante ella.
Miller combina reflexiones, datos y testimonios en una historia que es la suya pero también la de muchas mujeres. Por eso ha recibido cartas, por eso defiende que muchas mujeres se sienten engañadas o simplemente desconocen el proceso en el que se meten tras una denuncia. Esas, al fin de al cabo, tienen suerte. Otras tantas pasarán años hasta que tengan que enfrentarse a ello porque su caso coge polvo sobre cualquier estante. 
     Hoy hemos sobrevivido a mucho, el #MeToo está en la calle y la universidad de Stanford tiene una placa que recuerda que lo que pasó está mal. Solo falta que deje de pasar.

     Tengo un nombre es una historia difícil que evita detalles morbosos para entrar en otros mucho más importantes, los de la vida. Contada de forma sencilla y clara deja el estómago revuelto y una esperanza como sabor de boca.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

3 comentarios:

Anónimo dijo... [Responder]

El #MeToo está en la calle y la universidad de Stanford tiene una placa que recuerda que lo que pasó está mal.

Y con esto se ha de conformar, nos tenemos que conformar, de nada sirve ya arruinar dos vidas, con una basta.

Desgarrador y terrorífico.

Margari dijo... [Responder]

Y seguirán sucediendo historias así, por desgracia... No conocía esta lectura. Tomo buena nota.
Besotes!!!

Mary Blue dijo... [Responder]

Hola! Este libro tuvo un boom muy grande hace un par de años y el caso en sí es fuertísimo. Me parece muy importante que la voz de las víctimas siempre siga publicándose.
Gracias por compartir! Un saludo ♥