Conocemos a Eugenio, un joven aristócrata que es tal y como debería de ser un joven, idealista, temperamental y con una vaga idea de lo que debe de ser el amor. La cosa es que ha heredado fincas en el campo y allí se ha hecho amigo de un poeta, Lensky. Hasta ahí todo bien, al menos hasta que en una cena Oneguin conoce a la familia de la prometida de Lensky y la hermana pequeña de esta, se enamora de Oneguin. Ni una carta ni encuentros, a el joven no le gusta la chica, Tatiana.
Bien, hasta ahí todo bien, A partir de ese momento comienza un enredo en el que uno coquetea con la novia del otro que se enfada y lo reta a un duelo del que solo Oneguin sale vivo. Como se aburre o tal vez lo piensa se va de viaje, es lo que tiene tener dinero. Y la chica cambia y se reencuentran y ya se verán y a él le gusta porque estamos en un folletín ruso en el que la dama, ahora elegante, ya está casada. Un folletín de esos rusos que son tan comunes y que siempre me encantan. Además hay que añadir que en este caso la novela está escrita en verso, y es que hay cosas que hoy alabamos que ya fueron inventadas y Oneguin tiene hasta una estrofa que lleva su nombre debido al interés que puso el autor en personalizar su creación al máximo. La trama es sencilla y uno comprende al leerla que lo que la hizo famosa fue el estilo, pero el placer al leerla es evidente. Incluye la edición una nota biográfica que parece un relato de protagonista excéntrico que me ha llamado la atención casi tanto como la propia novela.
Si ya cuesta leer clásicos muchas veces, imagino que de haber empezado hablando de novela en verso ya no estaríais aquí leyendo, pero lo cierto es que merece la pena. Es entretenida y divertida, es excéntrica y es una muestra de todo lo que los clásicos tienen por ofrecernos. Aquí no hay héroes y el verso no se entiende como un poema, más bien es una excentricidad estética que dio la fama a la novela y que no ha pasado de moda gracias a una excelentísima traducción. Y es que no sé qué sería de los lectores sin nuestros maravillosos traductores.
Eugenio Oneguin me ha gustado, lo he disfrutado e incluso me he reído con las andanzas de su protagonista. No puedo dejar de recomendaros que os lancéis a la piscina sin pensar demasiado en las formas. Os váis a divertir.
Y vosotros, ¿teméis a los clásicos?
Gracias.