lunes, 31 de mayo de 2021

Un matrimonio americano. Tayari Jones

 


     Premios sí o no, o lo que viene a ser la polémica de siempre. Decimos que no pero nos los vamos leyendo. Hoy traigo a mi estantería virtual, Un matrimonio americano.

     Conocemos a Roy y a Celestial, el matrimonio perfecto de personas destinadas a triunfar. En este caso un matrimonio de color de la época en la que eso ya no era un estigma pese a que ambos son criados por las conciencias de quienes lucharon por los derechos que ahora disfrutan. Pero ellos, como decía, están destinados a triunfar. Al menos hasta que apenas año y medio después de su boda Roy es acusado de violación y condenado a 12 años de prisión. Y, aunque suena a tópico, él no lo hizo. La vida de él frena en seco mientras Celestial avanza preguntándose el tipo de matrimonio, de vida que tiene. 

     Y nosotros tenemos, sobre todo cartas. Cartas para comprenderlos y para comunicarse en las que descubrimos sentimientos e historia. Cartas que, si bien no conforman la novela al completo decidirán qué parte gusta más al lector en una novela que se va convirtiendo en una declaración racial sobre lo que puede suponer ser negro en Estados Unidos y ser sospechoso de un delito. A fin de cuentas, Roy está en prisión cuando realmente podría haber estado muerto. No es lo mismo ser negro o no para estas cosas. Roy pasa de la promesa a la prisión y de ella a ser algo que la sociedad evita: un negro, exconvicto en paro. sorprende la intimidad de las cartas, el tono realista que percibimos, el lado humano y también lo hace la presencia de grandes personajes secundarios que, una vez hemos finalizado la historia, casi han eclipsado a los protagonistas. Sorprende, por ejemplo, la voz del amigo, de André. Un matrimonio americano es más que un drama, un dramón, en el que el viaje, la detención, el juicio y la condena son el pistoletazo de salida de unas cartas que rebosan esperanza y pasión y que se van enfriando y es que, aunque Roy sale de prisión mucho antes de esos doce años, acaba firmando como un dubitativo esposo justo antes de acudir a un hogar que ha estado demasiado tiempo vacío. Así es inevitable el triángulo, la autopsia matrimonial y la reivindicación racial en una novela correcta que cae en más de un tópico que hubiera ganado evitando para centrarse en explorar esa primera parte.

     Un matrimonio americano es una buena novela. Solo que... no es excepcional. Ni muchísimo menos. Y es que la historia daba para mucho más.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 28 de mayo de 2021

No oigo a los niños jugar. Mónica Rouanet

 


     "¿Recuerdas la primera vez que la vimos?".

     Tenía curiosidad por el motivo del título, por la llamativa cubierta y más sabiendo que mis experiencias con Rouanet habían sido buenas. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, "No oigo a los niños jugar".

     Conocemos a Alma, una joven de 17 años que sufre un trastorno postraumático al ser la única superviviente del accidente de tráfico que acabo con la vida de sus padres y su hermana. Asediada por el sentimiento de culpa intenta acabar con su vida y eso la lleva a ser internada en una clínica para menores. Allí conoce a Luna, hija secreta de una celebridad y ansiosa por llamar la atención, Mario, un joven con rasgos esquizofránicos, Claudia, anoréxica... y también al doctor Castro y a los distintos cuidadores que, cada uno a su manera, cuidan de estos niños como si se tratase de huérfanos abandonados. 

     Pero lo importante de aquí, por encima de sus personajes, es el sanatorio. Un lugar que ha cambiado de manos tras pasar varios años cerrado y que aún mantiene cerradas sus plantas superiores. Y eso nos lleva a la presentación del segundo grupo de alumnos: Conocemos a un reducido grupo de niños que han sido ingresados en un hospital para niños sordos. Se sienten marginados frente a aquellos que no lo están, particularmente dos de ellos. Allí les cuida una mujer a la que estos dos niños llaman Mamá Luisa y que ha decidido convertir el sanatorio en su hogar y el de su hijo Diego, que causó la separación de Luisa con su entorno al concebirlo estando soltera y de un hombre casado. Cuando el sanatorio cierra los niños son recogidos por sus familias... excepto los sordos, de los que nadie parece acordarse y que se quedan con Mamá Luisa y con Diego, encerrados en silencio entre las paredes del único hogar que han conocido. 

     Bien, ese sanatorio que fue cerrado y cuya actividad cambió es el que ahora ocupa Alma, llave de dos hilos temporales que se unen en sus ojos. Unos ojos capaces de ver a esos niños a los que la autora da voz en forma de monólogo entre ellos. Y así es como nace la historia de un lugar para niños solitarios que necesitan cuidados y, sobre todo cariño. De una zona cero para almas frágiles que esconde secretos que se han mantenido en silencio durante años y que son desveladas a un lector que poco a poco va hilando pistas y empieza a preguntarse qué parte es real y cuál es su sombra. Y frente a Alma, Diego, que se convirtió para mi en la duda, la pregunta eterna que me llevaba una y otra vez a Luna y de Luna a Mario y de Mario al muro y del muro al ordenador y volvía a Mama Luisa y a ese señor que era el padre de su hijo. Y de todos ellos a la leyenda urbana, ese término del que todos hemos sido víctimas consentidas y consentidoras y que podría explicar pero no qué escondía exactamente el libro de Rouanet.

     No os voy a decir la clave, por supuesto. El secreto es suyo y de todos los que se animen a leer el libro. 

     No oigo a los niños jugar es una novela entretenida marcada por unos personajes sensibles a los que la autora deja contar sus historias y que se van ganando poco a poco al lector.

     Y sigo diciendo que me encanta la cubierta, ¿qué libro os ha llamado la atención por su cubierta últimamente?

     Gracias.


 

martes, 25 de mayo de 2021

Pleamar. Antonio Mercero

 


     "No se ve bien. La habitación es oscura, el plano fijo está pobremente iluminado y las hermanas Müller se mueven a base de espasmos para intentar liberarse de las cuerdas".

     Esta vez me he acercado al libro por su cubierta. Incluso confieso haber tardado en ubicar de qué me sonaba el nombre del autor. Hoy traigo a mi estantería virtual, Pleamar.

     Pleamar es el nombre de un canal de Youtube con millones de visionados. Las protagonistas son las hermanas Müller y sus seguidores esperan pacientemente la llegada de los jueves para ver el nuevo video. El último video muestra a las gemelas secuestradas y augura un mal final. Cuando una de las hermanas aparece muerta la policía se hace cargo del caso en una carrera contrarreloj para evitar la muerte de la hermana menor. El inspector Darío Mur y la subinspectora Nieves González serán los encargados de investigar el caso mientras que Nieves lidia con las consecuencias de enemistarse con los compañeros de su propia profesión.

     En Pleamar el autor entra, más bien se asoma pero poquito, en el mundo de los influencer para enfrentarlos con un policía que no comprende estos medios y una ayudante que está más o menos al día. La novela en sí es entretenida y con un ritmo ágil que lleva al lector hacia un final que no por poco original deja de ser correcto y es que, aunque el autor busca tramas secundarias con las que enredar parcialmente al lector, no oculta las pistas que nos permiten sentirnos más listos que los policías sin resultar explícitamente obvio. Y sin embargo me ha costado sentirme cómoda con la novela. Principalmente por la relación que establece entre Mur y su hija, a la que no termina de darle la dimensión suficiente como para resultarme verosímiles sus comportamientos. Consigue, o al menos bajo mi percepción, que Mur pierda todo su carisma y eso se extiende desde su casa al caso policial que tiene entre manos y que ha provocado que se me representase como un hombre envejecido a todas luces mayor que lo que el autor pretendía reflejar en la  historia. Con Nieves me ha pasado algo similar, y es que cuando enfrentas a tus protagonistas a situaciones tan complicadas, requieren de un ejercicio profundo que haga que el lector comprenda sus reacciones más allá del "porque yo lo digo que para algo soy el autor". En otras circunstancias, en otra novela, seguramente me hubiera importado poco. A fin de cuentas un page turner es lo que es y entretener ya es mucho, pero el final que nos deja puede perfectamente indicar que haya una entrega de Mur dentro de un tiempo (o no) y si es así me hubiera gustado conocer un poco a los protagonistas. 

    El resultado es una novela desigual en cuanto a su disfrute y bastante superficial en general concebida como una distracción que se lee en una o dos tardes pero que no deja rastro alguno en la memoria del lector. Terminada tengo que decir que me han sobrado páginas con hilos muertos que aportaban poco a la historia.

     Y vosotros, ¿con qué libro habéis comenzado la semana?7

     Gracias.

     

miércoles, 19 de mayo de 2021

Carmen. Prosper Mérimée

 


    He puesto esta edición porque me gustan las ilustraciones de Lacombe, pero hay mil en el mercado. Hoy traigo a mi estantería virtual, Carmen.

     Conocemos a José Navarro, soldado ejemplar hasta que conoce a la gitana Carmen, una cigarrera que acaba empujando al pobre José hacia una vida mucho más peligrosa. El amor y la pasión que esta mujer le despiertan lo arrastrará a una vida como desertor, bandolero y asesino.

     La trama hoy en día tiene poco misterio. Así que busquemos el origen de la novela. La visión de España que se tiene en el extranjero nunca ha sido fiel a la realidad (exactamente igual que sucede con la que tenemos nosotros de otros países, claro) y en 1847 veía la luz Carmen para dar una buena muestra de ello. España basada en una Andalucía primitiva iba a ser el gran eje de una novela que no tardó en popularizarse y llegar más allá del cine, a la ópera. Leerlo hoy con la visión contemporánea no deja de ser un ejercicio divertido en el que el lector se encuentra baños en el Guadalquivir tras el toque de un ángelus desnortado o castañuelas improvisadas al toque de cascos rotos. Viviremos los sentimientos de Carmen, que aquí no son hacia un torero, no es tan interesada o sí pero de otra manera y asistiremos al final que de algún modo nos lleva a ser leído con los ojos del pasado. Es importante esta puntualización porque donde ahora se dibuja a Carmen antes se escribía sobre otra y para mi queda muy claro que es un final atroz, no ya como parte de la novela, si no como parte de vida. No cabe duda que Carmen se ha suavizado con los años, y mucho. 

     Tengo la curiosidad y podría ponerme a ello, de saber si las distintas adaptaciones han suavizado también la novela en sus últimas versiones del mercado, pero espero que no sea así. Este tipo de novelas que son escritas hace tiempo, dejan patente también los cambios sociales que muchas veces vemos en las novelas al compararlas con la vida. Y es que Carmen, aunque creamos conocerla, es una bruja que no duda en hacer lo que sea necesario para sobrevivir y mejorar, aunque por el camino tenga que llevarse por delante al pobre José y convertirlo en un hombre de mal vivir.

     Pero más allá de todo esto me han gustado sus descripciones, me ha estremecido el final por su crudeza y me ha llamado la atención la forma contemporánea que tiene en muchos momentos de expresarse el autor.

     Carmen es una gran historia, un mito, varias películas, una ópera. Pero antes de todo ello es una novela. Y me ha gustado.

     Muchas veces sucede que con este tipo de títulos tantas veces visto, uno tiene la sensación de haberlo leído antes de abrirlo, nos suena demasiado. ¿O solo me pasa a mi?

     Gracias.

lunes, 17 de mayo de 2021

Nortamericanas ilustres. Ben Marcus


   

     Hay autores que me divierten endiabladamente y uno de ellos es Ben Marcus. No he leído más que un par de títulos suyos en castellano y alguno que me he permitido comprar en inglés, pero me divierte. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Norteamericanas ilustres.

     El libro comienza con el padre de Ben Marcus hablando de su hijo como improbable autor del libro. Se da el caso de que el hombre está enterrado en el patio trasero y será él quien nombre en primera instancia a las Mujeres Silenciosas instándonos además a olvidar a su hijo. Me diréis lo que queráis, pero con ese comienzo uno ya se sienta a leer. Las Mujeres Silenciosas se dedican a purificar el lenguaje utilizando métodos como meter trapos de lino en la boca, pero tienen muchas otras técnicas que Ben Marcus, el protagonista de esta novela, conoce en sus propias carnes. De hecho incluso tienen algo así como pañales. Ahí está Jane Dark, la que manda en todo esto, que pretende conseguir del niño Ben un nuevo Ben purificado y será este Ben quien relate su historia de una forma pura y aséptica: los hechos. Y al final, porque la novela también tiene un final, será la madre de Ben quien nos deje constancia de que al menos ella tiene mucho que sentir.

     Bien, con estos datos uno puede suponer que está ante una distopía tal vez abusiva para quienes la padecen en la ficción. Y sí, pero más allá de eso, lo mejor de la novela es leer al autor con sus rarezas y sus giros que oscilan entre lo endiablado y lo extraño para construir momentos divertidos y otros de absoluta perplejidad entre los que he creído ver una crítica sin tener demasiado claro cuándo o exactamente dónde. En cierto modo inclasificable uno lee la novela y se descubre hablando de ella sin darse cuenta, desde las primeras páginas, abducido por ese mundo que el autor (evito decir el nombre) nos presenta a tres bandas para dejarnos elegir la interpretación final. Y cuando eso sucede desde el principio de la novela, significa que hay algo que te conecta a ella, que te gusta. Por eso leo a Ben Marcus, por ese click. Aunque no siempre le comprenda, siempre le disfruto. Y, si algo se me escapa, ya volveré a ello.

     Norteamericanas ilustres es divertimento magníficamente escrito. Y ya está. Como si fuera poco.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 14 de mayo de 2021

La mitad evanescente. Brit Bennett



     "La mañana en que una de las gemelas perdidas regresó a Mallard, Lou LeBon corrió hasta la cafetería para anunciarlo, e incluso ahora, pasados muchos años, todo el mundo recuerda la alteración de Lou cuando, sudoroso, abrió de un empujón las puertas de cristal, con el pecho agitado, el cuello de la camiseta oscurecido por su propio esfuerzo. Los clientes, medio adormilados, prorrumpieron en un griterío alrededor de él; eran unos diez, si bien posteriormente serían muchos más los que mentirían y dirían que también ellos estuvieron allí, aunque solo fuera para simular que por una vez habían presenciado algo de verdad emocionante. En aquella localidad agrícola, nunca ocurría nada sorprendente, no desde la desaparición de las gemelas Vignes. Pero esa mañana de abril de 1968 Lou, de camino al trabajo, vio a Desiree Vignes recorrer a pie Partridge Road, cargada con una pequeña maleta de cuero".

     Desde el minuto cero me interesó la premisa de la que partía esta novela. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La mitad evanescente.

     Conocemos Mallard, en Virginia, un lugar habitado por negros con piel clara en el que se valora mucho esta cualidad. Y las gemelas Vignes, descendientes del fundador del lugar, son un ejemplo: espigadas, rubias y de ojos violetas, nadie sería capaz de adivinar su origen. Por eso cuando se fugan se produce una conmoción. Además no se mantienen unidas, ambas se separan y pierden el contacto entre ellas. Cuando la novela comienza Desiree regresa sin saber dónde está su hermana Stella. Han pasado 14 años y lleva una niña llamada Jude de la mano. La niña es negra como el carbón.

     Dividida en cinco partes esta novela recorre la vida de las gemelas y de sus hijas, y lo hace en una búsqueda constante de la identidad. Hay que decir que durante la época más discriminatoria de Estados Unidos existía la "regla de la gota de sangre" que decía que si tenías sangre negra, ya no podía ser considerado blanco. Además de esta han tenido otras lindezas como la llamada "brown paper bag" que clasificaba a la gente de color en función de la comparativa del tono de su piel gradando a partir del de una bolsa de papel. Si pongo este antecedente es porque la autora parte de una localidad imaginaria formada por negros con piel clara que se sienten orgullosos de su piel  clara y se pretenden asegurar la permanencia de su comunidad gracias a los matrimonios más adecuados. Y este es el entorno en el que nacen Stella y Desiree y del que huyen hacia la libertad de Nueva Orleans. Pero de eso nos vamos a ir enterando poco a poco ya que la autora divide el libro según los años en los que se desarrolla y que mezcla con flashbacks que nos van descubriendo a sus personajes. De este modo construye una novela sobre la identidad que se retuerce sobre sí misma al convertir a los hijos en herederos de las mismas inseguridades que tuvieron sus padres. Asistiremos a la vida de Desiree, que se enamora de un hombre negro y acaba regresando con una hermana perdida a un hogar que asiste estupefacto a sus marcas y su hija como pecado, y también a la de Stella, que ha decidido renegar de sus orígenes y vivir como una persona blanca que incluso protesta cuando una familia de color llega a su vecindario. Pero la historia no es completa si no aparece la descendencia, si esta no se encuentra, si no hay enredos y secretos que se descubren (o no). Y de eso trata esta novela en la que la autora parece hacernos reflexionar sobre algo que todos deberíamos de tener muy claro y es que, en el fondo, somos lo que somos. Por mucho que nos empeñemos.
      Escrita con un buen ritmo y frases medidas busca tanto el interés como la reflexión, muestra complejos (no solo relacionados con el color), relaciones familiares, huidas aunque no siempre avanzando y encuentros y desencuentros que no buscan almibarar la trama, si no aportar una línea en la que, como dice en un momento dado Kennedy, el problema no es ser negra si naces negra, el problema es que no ha nacido así. Como digo, muy interesante.
     Es cierto que la autora mide a los personajes con una vara tan rígida que no les deja desarrollarse tanto como me hubiera gustado y, si bien el personaje de Stella resultó uno de los más interesantes, me hubiera gustado "ver" más el interior de cada uno de ellos, pero queda compensado por la estupenda forma de contar la historia que tiene Bennett.

     Queda posiblemente una de las sinopsis más superficiales que he escrito últimamente pero no serviría de mucho hacer una hoja de ruta de los personajes que no iba a reflejar el sentimiento de inestabilidad que se logra sentir y que además eliminaría el interés en la trama dejando solo a quienes me lean el fondo como excusa para leer el libro (y eso es como ir a ver una película sabiendo lo que sucede solo porque tiene muy buena fotografía).

     La mitad evanescente me ha parecido una buena opción, inteligente y bien llevada, sobre la búsqueda del lugar en el mundo de quien no se siente parte de ninguna parte. Y, sobre todo, de la búsqueda de la propia identidad. Una opción muy a tener en cuenta.

     Y ahora que ya he dejado la parte sesuda diré que me gusta mucho la cubierta. Y sí, también la valoro a la hora de elegir un libro, decantándome muchas veces por la opción digital si la edición me parece fea. Y vosotros, ¿sois así de superficiales?

     Gracias.

miércoles, 12 de mayo de 2021

La hoja plegada. William Maxwell

 


     "Todas las ventanas de la casa del club femenino tenían las cortinas echadas, tanto en el piso de arriba como en el de abajo. Las dos luces que había a cada lado de la puerta principal parecían más brillantes de lo habitual. Cuando Lymie y Spud tomaron el camino de entrada, oyeron que la orquesta tocaba «¡Oh, Katarina!» con entusiasmo. Mientras estaban ante la puerta principal tratando de decidir si debían llamar al timbre o no, puesto que aquélla no era una noche normal, llegó un chico silbando por el sendero, abrió la puerta y entró. Ellos le siguieron".

       Conocía al autor de la magnífica, Vinieron como golondrinas, así que tuve decidido leer este título desde que lo vi en la librería por primera vez. Hoy traigo a mi estantería virtual, La hoja plegada.

     Conocemos a Lymie y a Spud. Lymie es tímido e introvertido y estudioso y Spud es todo lo contrario, un chico fuerte y atlético al que le gusta el boxeo. Cuando empieza la historia Lymie está a punto de ahogarse en la piscina y Spud lo salva. A partir de ese momento ambos chicos se vuelven más que amigos, inseparables. Lymie perdió a su madre, su padre bebe y está triste. Spud ve la tristeza de Lymie y de algún modo identifica la pérdida de la madre de su amigo con la pérdida de su hogar al haberse mudado. Sea como fuere, se convierten en inseparables hasta el punto de que la casa de Spud es también la de Lymie. Y así es como ambos chicos crecen y llegan a la edad universitaria. Y allí aparece Sally y Spud se enamora de ella. Lymie es el tercero de la relación, la sombra, el amigo... y también se enamora de la chica.

     En esta novela, al igual que sucede con otras del autor, hay tintes autobiográficos. Fácil es averiguar que Maxwell se acerca al personaje de Lymie desde el momento en que el autor nos permite saber más de este joven que de su amigo, asistimos incluso a sueños de Lymie que nos darán pistas sobre sucesos futuros. Y ahora viene la parte en la que hablo de la novela sin hablar de ella, algo que a veces se me antoja casi imposible. Vaya entonces por delante que adoro las novelas que tratan el tema de la infancia y el paso a la edad adulta. Es una época tan complicada para todo el mundo que me resulta casi fascinante tener la posibilidad de asistir a él en vidas ajenas. Y ahora me voy a alejar de la sinopsis, sobre todo de la editorial, y os voy a decir una vez más que cada libro pertenece a su lector, que lo lee e interpreta a su manera. En este caso yo esperaba leer una historia de amistad que se tambalea por la aparición de una chica pero no es eso lo que me encontré. Al menos no exactamente. Porque la relación entre Lymie y Spud es única a su manera. El autor la enfoca y desenfoca al pasar a personajes secundarios que no tienen demasiada relevancia. Nos dirige, no olvidemos esa parte autobiográfica que provoca que el verdadero protagonista sea Lymie, dejando a Spud a veces en un personaje hecho con  poco más que una silueta. Y así construye una amistad que vemos y un sentimiento que intuimos y que no tenemos claro de si es cierto porque el autor no lo verbaliza. Pero precisamente por eso, por no permitir a sus protagonistas una sinceridad total, por ese baile en la línea que se evita pisar, es por lo que nos acercamos aún más a la novela pensando en "las cosas de la edad", "las cosas de la época", los años 20, Chicago, olvidé decirlo... Maxwell da pinceladas de Lymie bajo la piel, pero tampoco en la forma en la que ahora estáis pensando, si no que lo hace descubriendo sus complejos, algo que vuelve a aparecer cuando la chica se fija en el de siempre, el que Lymie siempre quiso ser. Un giro de la historia. Otro es su reacción real. El tercero no os le cuento, es casi el cierre, pero si que puedo deciros que da un impulso emocional a la novela. 
     Maxwell escribe bien. La novela tiene pasajes maravillosos de esos que uno marcaría y releería. Párrafos enteros que, incluso cuando se alejan de los protagonistas, apetece leer. Además su escritura a veces parece liviana, lo que unido a todo aquello que intuimos pero que no se dice en la novela, generan una sensación de secreto durante la lectura que potencia la fuerza de la amistad, como si fuera algo frágil y no expuesto, casi una herida. Pero esa es mi lectura y, como dije, se aleja un poco de la de la contracubierta en la que se limitan a hablar de un triángulo amoroso que puede separar una amistad. Yo he leído mucho más. Aunque claro, tal vez sea yo.

     La hoja plegada me ha parecido una preciosa novela de un autor que, poco a poco, se ha hecho un hueco entre mis estantes para quedarse.

     Y a vosotros, ¿os ha pasado alguna vez que miráis la contra tras haber terminado un libro y os preguntáis si habéis leído lo mismo?

     Gracias.

     PD. No o voy a decir quién se quedó con la chica.

lunes, 10 de mayo de 2021

Bajo el hielo. Bernard Minier

 


     Una de las cosas buenas que tiene colocar libros, es que descubres alguno que se te traspapeló sin leer y lo abres con curiosidad. Hoy traigo a mi estantería virtual, Bajo el hielo.

     Cuando los empleados de una central descubren un caballo decapitado colgando no tienen más remedio que informar a las autoridades. Así conocemos al capitán Servaz, que acaba encargado de la investigación por el asesinato de un caballo a dos mil metros de altura el mismo día en que abre un psiquiátrico en la zona.

     Como curiosidad diré que tras leer el comienzo me pasé un rato buscando por Netflix qué serie había visto hacía un tiempo que comenzaba igual. Al final la encontré, "Glacé", que efectivamente está basada en la novela. Pero más allá de eso diré que estamos ante una novela con un comienzo prometedor, distinto y un tanto macabro que se vale de la atmósfera que todos suponemos en la ficción a los psiquiátricos para, unido a la localización geográfica, generar un ambiente intranquilizador que tiene mucha más fuerza que la trama en sí. Presenta a Servaz con este título y nos deja claro desde el principio que no es un hombre de acción, lo cual hace que no estemos en absoluto ante una de esas novelas que llaman trepidantes y que muchas veces se quedan en trote cochinero. Sin embargo su fórmula funciona. Quizás porque su detective no ha necesitado que su mujer lo engañe o darse a la bebida (o a las putas o el colesterol) para conformar una personalidad marcada. Y es que, no sé vosotros, pero yo estoy bastante cansada de detectives cortados por el dudoso patrón de su rareza. Da la sensación de que nacen ya cansados por el uso y pocas veces consiguen llamar mi atención. En cambio Minier nos deja a un tipo común al que le gusta, como mucho, la música clásica.

     Sin embargo a Minier le falta una mano firme que sepa llevar la trama bien sin perderse en segundas o en paseos de sus personajes sin demasiado sentido. A medida que avanzaba iba perdiendo el interés al darme cuenta de que, lo que hubiera tenido que ser un seguir pistas para ver que no tiene salida y así ir a la siguiente y crear un ritmo de lectura, se convertía muchas veces en un absurdo o en un hilo olvidado. Y bueno... el final tampoco es que le haga un gran favor a una novela que se iba a quedar como entretenida hasta que llegué a las últimas páginas y bajó un escalón dejándome la sensación de argumento desaprovechado en el que solo la ambientación destaca.

     Bajo el hielo es una novela que creí entretenida pero que fue perdiéndose a medida que pasaba páginas hasta llegar a un final que no me ha convencido.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 3 de mayo de 2021

Tienes que mirar. Anna Starobitens

 


     "Una cosa es inventar historias de miedo y otra muy distinta es convertirse en la protagonista de un cuento de terror. Dudé mucho tiempo si merecía la pena escribir este libro. Es demasiado personal. Demasiado real. No es literatura. 
     Pero lo único que sé hacer es escribir. No tengo ninguna otra habilidad para cambiar el mundo".

     Hay personas que escriben historias de terror. Esas son afortunadas, igual que sus lectores, porque cierran su ordenador o su libro y pueden regresar tranquilamente de una pesadilla a un mundo real. Luego están las que, escriban o no, lean o no, las viven. Hoy traigo a mi estantería virtual, Tienes que mirar.

     Estamos en este caso ante un memoir, es decir, un relato en el que la autora cuenta una parte de su vida. En esta novela nos habla de su embarazo, de las esperanzas e ilusiones que se ponen en él y en cómo descubre en una ecografía que el bebé que espera tiene un problema (me niego a llamarlo defecto, me suena mal) que es incompatible con la vida. Comienza así la pesadilla, el periplo, las consultas, el desapego burocrático, la falta de comprensión y de sentimientos. 

     Starobitens relata una experiencia traumática que es complicado leer sin tener un mínimo de terror en la sangre. Ya sea leída con hijos, hermanos, amigos embarazados, está claro que uno lo lee poniendo parte de su piel en él. Posiblemente porque hay una incomprensión, una soledad que siente esta mujer, que se adhiere a sus palabras convirtiendo el texto en una pesadilla lúcida que sabemos sigue sucediendo. Hace una crítica demoledora contra el sistema sanitario ruso al que deja al descubierto por su falta de humanización y lo compara con lugares más avanzados. Y yo lo leía pensando en El nadador en el mar secreto, testimonio de un padre cuyo hijo nace muerto y al que se lleva del hospital y entierra y no podía evitar comparar en la misma medida en la que un hilo aparecía uniendo ambas historias, humanizando más aún una experiencia por la que siguen pasando muchas personas. Demasiadas. Una es demasiado. Y es que si uno piensa en lo que debe de ser sentir a un hijo dentro mientras se toma la decisión de abortar porque no puede vivir... sinceramente, no sé cómo debe de ser vivir algo así.
     Por eso creo que todos los que tenemos algún niño en el entorno, aunque sea el del vecino al que oímos jugar, vamos a tender a apropiarnos de la pesadilla. Quedan cosas por cambiar, quedan muchas cosas por cambiar. Un aborto es considerado una intervención rutinaria, un parto a buen término ni siquiera se considera una intervención. Quedan cosas, muchas, por pulir.  La depresión postparto como algo real y hormonal, el desamparo tras el aborto al que se eliminan los sentimientos y que queda convertido en poco más que un corte de pelo... y el papel del padre. Porque vuelvo a comparar y veo testimonios individuales. Queda mucho por cambiar. El libro señala cada parte del proceso, marca las faltas, la tragedia la terrible pesadilla. Tienes que mirar, le dicen a la autora y nos lo repite ella a nosotros, los lectores, en este libro que es ante todo una denuncia, un intento de hacer público un sentimiento que ahora recibe mucha atención pero que posiblemente no cambie nada. O tal vez cambie muchas pequeñas mentes, como la mía o la tuya, o nos muestre otro punto de vista, otra forma de mirar cuando tengamos un caso similar cerca. Solo con eso, el libro habrá cumplido su función.

     Tienes que mirar es un libro desgarrador que muestra una realidad que quizás sea más cercana de lo que pensamos. 

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.