lunes, 28 de febrero de 2022

El comensal. Gabriela Ybarra

 


     "Cuentan que en mi familia siempre se sienta un comensal de más en cada comida. Es invisible, pero está ahí. Tiene plato, vaso y cubiertos. De vez en cuando aparece, proyecta su sombra sobre la mesa y borra a alguno de los presentes." 

     Con motivo de la reedición de este título que tanto me gustó, decidí releer. Hoy traigo a mi estantería virtual, El comensal. 

      En 1977 cuatro encapuchados entraban en casa del empresario Ybarra. Comenzaba un secuestro finalizaría con la muerte de Javier Ybarra a manos de ETA. Era el abuelo la autora. En el año 2011 fallece la madre de Gabriela de cáncer abriendo un pasillo temporal entre ausencias. Será Gabriela, la autora del libro, quien nos acompañe por este viaje familiar de recuerdos.

      Si hay un tema que nos sigue incomodando es la muerte. No la ajena, ni la televisada, sino la propia, la temida, la del ser querido, la del familiar, amigo o amante. Esa que nos deja desnudos y vulnerables. Que abre un hueco en nuestra vida que jamás llegamos a llenar. Si acaso a disimular como quien pone un jarrón donde antes hubo una lámpara de pie, esperando que no se note el espacio vacío pero sabiendo que jamás podrá utilizarlo para iluminar la estancia. Ese es precisamente el hilo de El comensal: la muerte. 

      Gabriela vive la muerte de su madre sin haber sido del todo consciente hasta última hora de que el fin se acerca. Nadie lo esperaba en realidad, y la familia se ve sacudida por ese dolor e incomprensión imposible de definir que hace que retumben las entrañas de quienes lo viven. Es precisamente en una de esas sacudidas, que la figura de un ausente empieza a tomar fuerza, como si un hilo invisible uniera dos momentos de dolor. De este modo, Gabriela comienza su historia hablando de su abuelo a partir del momento de su secuestro a manos de la banda armada ETA. A muchos les sonará, a otros no y quedarán aquellos que lo recuerden perfectamente. También habla de su madre a partir del momento que enferma y una vez más a muchos les resultará demasiado familiar el camino que transita. Gabriela construye una historia en la que las personas han tomado peso en su memoria a través de sus ausencias. Recorre el camino de un secuestro en el que ella no estuvo presente y lo desgrana frase a frase, evitando sentimentalismos que nos despisten del final último: la ausencia. Investiga sobre los hechos queriendo saber, pero tal vez no queriendo conocer. O puede que sea justo al contrario. O tal vez sea yo la que piensa que en su piel no hubiera querido saber. Y hace lo propio con la madre, por una senda que conoció perfectamente y que nos marca al detalle. No le interesan las reflexiones profundas ni las puestas de sol, sino que busca en la pequeña rutina la ausencia que golpea de repente. La realidad como meta en un libro en el que no se recoge una crónica, sino que se purga un sentimiento: el dolor. Como si cada lágrima no vertida se hubiera convertido en una gota de tinta que, lejos de hacer un obsceno exhibicionismo de dolor, lo normaliza en frases cortas, sentencias certeras, golpes de frente. Porque es fácil acudir al sentimentalismo para conmover al lector, pero realizar un ejercicio de honradez para mostrar la vida tal cual es, para no quitarse una prenda de ropa cuyo olor parece que evita el olvido que nunca se producirá pero a la vez sabiendo que no es muy normal y que tal vez no importe que no lo sea, para poner un cristal y no un espejo de esos de mal de muchos te ofrece consuelo... eso es bastante complicado.

      Con El comensal me he encontrado un magnífico libro que evita los sentimentalismos incómodos, las florituras en busca de un corazón débil que se encoja con facilidad. Por eso resulta una narración, no solo verosímil, sino también certera. Un libro corto, pero porque está poblado de silencios: los que se esconden entre líneas, los que se hacen al final de una frase, los que hacemos tras cada capítulo para respirar. Con cada frase, cada acto, cada gesto, identificamos un silencio y hacemos una pausa en la lectura. Me corrijo; no es un libro corto. Lo que sucede es que se oculta tras la apariencia de un librito. Y las apariencias engañan. No es una lectura fácil, porque no es fácil hablar de la muerte. Pero ha merecido la pena descubrir a Gabriela Ybarra. 

      Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana? 

     Gracias

viernes, 18 de febrero de 2022

La biblioteca de medianoche. Matt Haig

 


     Y volvemos a libros sobre libros o que aluden a libros para justificar la mirada peregrina del lector que se detiene en una cubierta atraído como las polillas a la luz. Y sí, por eso hoy traigo a mi estantería virtual, La biblioteca de medianoche.

      Conocemos a Nora cuando no está en su mejor momento. Para empezar se siente sola. Y además se ha muerto su gato. Y ha perdido su trabajo. Así que Nora decide suicidarse. Lo que pasa es que de algún modo termina en la biblioteca más extraña del mundo. Una en la que los libros son versiones de su vida en función de las decisiones que ha ido tomando. Hay una versión olímpica y otra huérfana, una científica y otra músico, hay huérfanas... hay de todo. Imagina las posibilidades. Y además, se le permite cambiar su vida con la de una de sus versiones, si lo hace dentro de un plazo, claro.

     Si os soy sincera, inicialmente me parecía atractiva la idea de las versiones, pero no tarde en cansarme del tufillo de positividad y autoayuda (que no es un libro de autoayuda) que desprendía la historia. Me hubiera gustado que profundizara un poco más en el tema y un poco menos en la moralina de lo bueno y lo malo y el balance y lo peor no es tan terrible. Vamos, que yo me esperaba una novela fantástica y me encontré con alguna reflexión propia de galleta de la fortuna. A estas alturas cualquiera que me conozca un poco se estará riendo pensando en mi cara de estupor, los libros de autoayuda no son precisamente mis favoritos, pero precisamente por eso, quiero dejar claro que no es culpa de la historia. El libro no es culpable de adentrarse en uno de mis terrenos menos favoritos, así que avancemos por la trama.

     El autor busca responder al clásico "y si..." dando una versión de la protagonista en función de cada decisión sin adentrarse por ello en fantasías demasiado elaboradas de universos paralelos. Nora vive atormentada por alguna de las decisiones que tomó, quién no se arrepiente a toro pasado de tres o veinte cosas sucedidas a lo largo de su vida. Pues Haig decide apostar por la respuesta difícil pero la solución fácil: esto hubiera pasado, ¿estarías mejor? prueba un rato, dime si estarías mejor. Y presenta estas opciones en una novela de corte convencional. La biblioteca es además una suerte de representación del estado anímico de Nora, como una gran introspección, y el lector acompaña a la protagonista en la que suponemos será la verdadera decisión trascendental de su vida.

     Más allá de lo comentado, la novela no me ha terminado de enganchar por otro motivo: la protagonista. Un personaje al que me ha costado no darle con el libro en la cabeza para ver si tenía sangre y era capaz de sentir y decidirse. Y, si eso me pasa con un protagonista, con la novela ya voy mal.

     La biblioteca de medianoche es un experimento literario al que se le podía haber sacado mucho más partido.

     Gracias.

lunes, 14 de febrero de 2022

Ay, William. Elizabeth Strout

 


     "Me gustaría decir unas cuantas cosas sobre mi primer marido, William.

     William ha vivido últimamente experiencias muy tristes -como muchos de nosotros-, y me gustaría contarlas; es casi una obsesión. William tiene setenta y un años".

     Strout es una de esas escritoras que descubrí no hace demasiado tiempo y cuyo tono y maneras cercanas me resultan agradables, empujándome a regresar a sus letras. Hoy traigo a mi estantería virtual, Ay, William.

     La nueva novela de Strout trata, como no podía ser de otro modo, de la vida de Lucy Barton. Esa mujer a la que ya conocemos, cuyo entorno nos resulta más que familiar, y que se convirtió hace ya años en escritora pero sigue sintiéndose invisible y relatando su vida una y otra vez.

     En esta ocasión Lucy siente la necesidad de hablar de su primer marido, William, que ha sido abandonado por su tercera esposa de una forma muy similar a como ella lo hizo en su día. La cosa es que William es abandonado a la vez casi que descubre que puede tener una hermanastra. Y le pide a Lucy que lo acompañe por un periplo rural que le sirve a la protagonista para recordar los orígenes de su primer marido tanto como los suyos propios. Nada nuevo en realidad. Esta novela, como las narradas por Lucy, tiene un estilo ingenuo en el que la autor aparece escribir una suerte de diario sin fecha de forma desordenada. Un poco como lo que pediría un psicólogo o lo que haría alguien con problemas de memoria. Su tono cercano pide que el lector se involucre, que preste a tención a los detalles de las pequeñas acotaciones en las que dice que no está preparada o que no quiere hablar de algo directamente. Porque es en esos detalles donde se esconde el verdadero núcleo de la novela, la relación entre dos adultos que no ha desaparecido pese a su matrimonio fracasado y la soledad que se va instalando en sus vidas cada vez más longevas. La autora desviste de adornos su prosa para dar una imagen más nítida de los personajes, dejando un claro retrato emocional de cada momento para que Lucy termine de configurarse como una persona insegura que duda de todo y que se ve sorprendida cuando recurren a ella para buscar una solución.

     El resultado es un ambiente de intimidad entre Lucy y el lector, siendo este punto la parte más importante de la novela. El lector es invitado a pensar sobre Lucy que es una ingenua y a rellenar los huecos de la historia en los que la protagonista parece no darse cuenta de lo que sucede realmente. Invita a que reflexionemos sobre las relaciones, los distintos tipos de fracaso, lo que permanece y también sobre las clases sociales. Este último tema lo enfoca desde un punto de vista interesante, va de la condescendencia del pudiente al temor a no encajar o, simplemente, no saber cómo actuar del recién llegado. Y es que, finalmente, llegamos a la conclusión de que la novela trata de la necesidad de reafirmarse, de saberse bien y ocupar el lugar que uno quiere con una cierta dósis de seguridad.  Porque, como explica el propio William, todo el mundo debe de tomar al menos una decisión en su vida. Aunque esa decisión sea dejarse llevar. Porque dejarse llevar también es una decisión.

     Ay, William es una novela entretenida con un personaje entrañable que tiene un poco de aquella rose de Las chicas de oro por muy escritora célebre que nos diga que es.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 11 de febrero de 2022

Nunca. Ken Follett


     "Durante muchos años, James Madison ostentó el título de pre­sidente más bajo de Estados Unidos, con su metro sesenta y tres de estatura. Hasta que la presidenta Green batió ese ré­cord: Pauline Green medía apenas metro y medio. Y como le gus­taba señalar, Madison había derrotado a DeWitt Clinton, que medía más de metro noventa".

     Tenía curiosidad por volver al autor de los orígenes, por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Nunca.

     En Nunca viajamos hasta el desierto para conocer a Abdul John H, que sigue la pista de un cargamento de cocacína cuyo valor servirá como peligrosa financiación.  Esta historia involucra a una mujer relacionada con el continente africano. Y, hablando de África, allí muere un soldado norteamericano al que disparan con un rifle Coreano que provocará movimientos entre USA y China. Y ya que estamos en USA, allí su presidenta endurecerá, como consecuencia a lo sucedido, las sanciones económicas a Corea. A partir de este momento las relaciones diplomáticas serán cada vez más tensas y la amenaza de agotar la vía pacífica se cierne sobre una situación que, se complica aún más tras una rebelión que implica armas nucleares.

     Los lectores somos seres de memoria frágil que tendemos a pensar en una obra por autor. Por eso identificamos a Follett con Los pilares de la tierra sin recordar que en sus comienzos era de la cuerda y tiempo de Frederick Forsyth y sus pilares fueron un cambio de ruta. Así que se podría decir que ahora, Follett, ha vuelto a sus orígenes.

     Tal y como he explicado el argumento la novela puede ser sencilla, pero nada más lejos de la realidad. Follett realiza un esfuerzo titánico para darnos varios hilos que hubieran podido por sí mismos tener su propia novela, y los mezcla dando pruebas de una gran documentación y, a grandes ratos, un dominio de los tiempos para mantener al lector entretenido. Si uno llega a este título esperando una novela al uso, probablemente se sienta decepcionado. Y es que Follett, quizás acostumbrado a recrear escenarios completos debido a su vasta experiencia histórica, nos regala una historia partiendo de un escenario que se va complicando hasta dar lugar a una amenaza global en un mundo no tan diferente del que habitamos. Todas las grandes guerras han sido precedidas de conflictos y situaciones que se van complicando a las que hay que añadir esa necesidad de mostrar el poder para ver "quién qué" y ese es precisamente el gran punto fuerte de Nunca; la capacidad recreativa del autor y su poder para convencer al lector de la verosimilitud de la situación que presenta. En sus ochocientas páginas el autor nos deja escenas de contrabando, de luchas de poder, hay drama, hay sentimentalismo y hay una lista de personajes como Tamara, Abdul, Kiah o los Chang que parecen dibujados con vocación televisiva. Eso significa que, al menos a mi, en algunos momentos me ha resultado un tanto caótico tanto nombre y juego y vía, pero eran apenas unas páginas antes de reordenarme.

     Como sucede en este tipo de novelas tan voluminosas y con varias historias, cada lector tendrá su favorita y, por supuesto, las menos favoritas también. En mi caso hubiera preferido más Corea y menos USA familiar, pero, como os digo, esto ya forma parte de las opiniones personajes de cada lector. A mi me interesaba más la trama política y la relevancia de las decisiones que se tomaban que la vida casera de Green y Guerry, pero eso no significa que a otros les resulte curiosa e interesante esa parte. Además, el autor parece empeñado en mostrar la parte personal en esta ocasión, incluso antes de que los peones políticos comiencen a moverse. Y es que los lectores asiduos a su obra, ya sabemos lo que le gusta meter un poco de drama y romance.

     En un momento dado, y antes de comenzar la escalada DEFCON, un personaje dice que todo gran conflicto comienza con un pequeño problema no solucionado y esta es, sin lugar a dudas, la frase que resume a la perfección la última novela de Follett.

     Nunca no es una novela perfecta, según mi modo de verlo en algunos momentos su lectura se ralentiza y tiene un exceso de drama, pero destaca por el realismo con el que el autor enfoca y desarrolla los acontecimientos que llevan al mundo a la amenaza última. Esto hace que, incluso con un final que no me ha convencido, sea una novela entretenida en su conjunto y que invita a la reflexión del lector. Algo nada despreciable hoy en día.

     Y vosotros, ¿sois de recordar títulos o autores?

     Gracias.

lunes, 7 de febrero de 2022

Planeta. Susana Martín Gijón

 


     "En la quietud del campo, los sentidos se amplifican y todo se percibe con mayor nitidez. A su nariz llega el aroma a tierra mojada entremezclado con el perfume enmohecido de los hongos. La hojarasca crea un manto que va desde los anaranjados más brillantes hasta un ocre pardo, pasando por toda una gama de tonos herrumbrosos. El crepitar de las ramas con el viento, el sonido de un riachuelo cercano, el canto aflautado del mirlo común o el trino repetitivo de una alondra se funden en una música ancestral. La brisa fría azota su rostro y la incita a respirar profundo, tratando así de no perder la cordura".

     Si os soy sincera fue la cubierta lo que hizo que comprara este libro. Hoy traigo a mi estantería virtual, Planeta.

      En Planeta una mujer aparece asesinada, y sin pies, en un campo de golf. Poco después desaparece un joven de alta sociedad cuya familia está relacionada con dicho campo. Y hay un tanque de tiburones cuya alimentación hace gritar a unos niños.
El equipo de la inspectora Camino, en colaboración con la italiana Volpi, se encargarán de la investigación.

     Estamos ante la tercera novela de la saga de la Inspectora Camino. Como decía al empezar, me llaman la atención sus cubiertas, y ese es el motivo por el que me acerco a todos y también el que me ha enseñado que esta es una autora que mejora con cada novela. Aquí ha optado por darnos un mayor desarrollo de los personajes, pero voy a tratar la novela como si llegáramos a ella por primera vez.
Camino es una mujer brusca, por decirlo de alguna manera, que al final ha llegado a mantener una relación con Paco, pero a la que él ha llegado en unas condiciones físicas que no les ha permitido disfrutar como es debido de la relación. Esto se une a la decisión que toma Paco tras una rápida pero excelente exposición de lo que supone una convalecencia (o confinamiento) para alguien activo, y que provocarán una situación personal importante en la historia. Y no es solo Camino quien está en un momento complicado: su jefa descubre el diagnóstico definitivo de su malestar y uno de sus compañeros tiene que enfrentarse a la situación que se vive en el barrio que lo vio crecer tanto como al estado de su hermano, Y todo ello en una ciudad, Sevilla, que mira un cielo permanentemente encapotado con miedo a repetir esas inundaciones cuyas marcas aún se conservan en algunos de los monumentos emblemáticos de la ciudad. Y todo ellos también, sin hablar aún de la trama. Porque en esta ocasión, Martín Gijón pone su mirada en sus personajes.
     La trama está bien urdida aunque es cierto que hay un momento en el que nos abre tantos frentes que nos quedamos perplejos esperando a ver el resultado. Si en sus anteriores novelas la autora ponía mucho de denuncia social, en esta no iba a perder la costumbre, y el estado en el que estamos dejando el planeta en el que vivimos es uno de los temas que sobrevuelan toda la historia. Una historia que, si bien se entiende como una casi continuación de la segunda entrega, es cierto que no requiere la lectura de Especie para poder comprenderla. Por eso tengo que ser tan parca a la hora de desarrollar el argumento; entre que del final no se puede decir nada, y la relación con la anterior trama, poco deja la autora a contar a cualquier lector sobre su última novela. Decir que hay investigación, amor, enfermedad, desigualdades sociales, drogas, medio ambiente, desapariciones, muertes, cicatrices el pasado y mucha, mucha agua.

     Planeta es una novela que viene marcada por lo personal por lo que la autora recurre a la acción y los capítulos cortos buscando un equilibrio que no ralentice una trama cuyo interés aumenta a medida que vamos avanzando. Supongo que esta no será la última entrega o no hubiera tenido sentido introducirnos en las vidas de los personajes, y tengo que decir que sigo manteniendo la opinión que ya tenía: es una novela correcta, entretenida. Y quizás, en este caso, lo que más me ha llamado la atención han sido las lluvias.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 2 de febrero de 2022

Antes de que se enfríe el café. Toshikazu Kawaguchi

 


1. Las únicas personas que puedes conocer son aquellas que han visitado el café. 
 2. No hay nada que puedas hacer que cambie el presente. 
 3. Solo es posible retroceder en el tiempo cuando se está sentado en un asiento particular en el café.
 4. Mientras retrocedes en el tiempo, debes permanecer en ese asiento y solo en ese asiento. 
 5. Tienes que regresar antes de que el café se enfríe.

     Me regalaron este libro por reyes y me llamó la atención su argumento. Hoy traigo a mi estantería virtual, Antes de que se enfríe el café.

     Os doy la bienvenida al café Funiculí Funiculá. Sé que no es un nombre muy común para este café, pero tampoco hay un nombre común para lo que allí sucede. Abierto hace más de un siglo y situado en un callejón de Tokio y regentado por Kei y Nagare, apenas ha cambiado desde que abrió. Y hay otra cosa que tampoco cambia en el café: una mujer sentada en una esquina leyendo un libro titulado Los amantes. Ella no puede salir de allí ya que es un fantasma. Su pecado fue no cumplir con la regla más importante del lugar: terminarse el café antes de que se enfríe. Además corre el rumor de que si uno aprovecha el momento en el que el fantasma va al baño y se sienta en su silla, viaja en el tiempo.

     Ya con lo dicho se aprecia que estamos ante una novela peculiar que, en realidad, es la adaptación de una obra de teatro nipona que se representaba con mucho éxito. Y las peculiaridades de esta novela, como las del café, no han hecho más que empezar. Si ya la idea del viaje en el tiempo y la forma de llegar a la silla es peculiar hay que sumarle una ristra de normas y limitaciones a tener en cuenta como que, por ejemplo, no se puede cambiar el presente. Pero de entre todas ellas, destaca la que incumplió el fantasma de Los amantes: hay que volver y terminarse el café antes de que se enfríe. Y con estas premisas el autor teje cuatro historias de cuatro viajeros que quieren utilizar la silla para cambiar una conversación que fue vital en sus vidas. ¿Quién dijo que era un problema no salir del café? Fumiko, Kohtake, Herai e incluso Kei, la propietaria, necesitan utilizar la silla por distintos motivos y Kazu es quien tiene que servir el café.
     Con estos ingredientes se forma la primera novela del autor y es, aunque irregular, efectiva a la hora de conectar a los lectores con las historias narradas. Resulta original en casi todo y habla de libertad, amor y vida en sus historias desde el prisma optimista de quien sabe que está narrando un cuento y lo quiere dotar de un halo mágico. Halo que se ve reforzado por una serie de momentos tranquilos, casi ceremoniales, que son los que conectan el libro con la cultura del un país en el que la armonía trasciende a la vida y la reflexión forma parte del día a día. Al lector, sin embargo, le puede dar la sensación de altibajos en la novela, que a ratos parece ralentizarse, pero que remonta con el relato final para convertirse en una lectura entrañable.

     Antes de que se enfríe el café es un cuento para adultos que quieran permitirse soñar un poco. Una lectura entrañable.

     Y a vosotros, ¿os gustan los cuentos?

     Gracias.