lunes, 28 de septiembre de 2020

Aguas primaverales. Iván S. Turguéniev

 


     "A eso de la una de la madrugada regresó a su gabinete de trabajo, despidió al criado que había encendido las velas y sentándose en una butaca junto al fuego, cubrióse el rostro con ambas manos. 
     Nunca había sentido tal desfallecimiento físico y moral".

     Donde yo vivo hay bibliotecas que sacan los libros que van a retirar a la calle para que los cojan los usuarios habituales. Así encontré este libro y, por supuesto, lo adopté. Hoy traigo a mi estantería virtual, Aguas primaverales.

     Conocemos a Sanin ya con una edad en la que le preocupa la cercanía de la vejez y su final en la muerte. Por eso recuerda ahora aquél que fuera su primer amor. Y es que treinta años atrás, en 1840, estaba él de viaje por Fráncfort cuando conoció y se enamoró de una joven italiana por lo que, sin importarle su condición social, se comprometió con ella. El problema es que ese no fue su único amor ya que no tardó en enamorarse de otra mujer, esta vez casada, por la que abandona a la primera sin saber que la segunda iba a abandonarlo a él.

     Turguéniev suele escribir de amor. Y nos regala en este caso un folletín en el que lo que más me ha llamado la atención son las costumbres descritas en tan pocas hojas. Porque si algo tiene Aguas primaverales es que no da tregua en absoluto a sus protagonistas. Y eso provoca que uno se lo lea en dos tirones sin apenas darse cuenta, y todo por saber qué fue de Sanin y su enredo en busca del amor, o enardecido tal vez por él. De este modo tenemos una historia con pasteles, piropos que desembocan en duelos en los que no pasa mucho, amor, clases sociales, falta de dinero, ventas, malas mujeres y otras nada malas, criados, madres, hermanos y maridos.
     Decía el autor de esta historia que la escribió con facilidad porque él mismo la vivió y quizás eso explique determinadas escenas que pecan de idílicas a ratos, y que el lector, una vez finalizada la lectura, apenas recordará pese a que dan un halo hermoso a la novelita. Lo que me ha llamado la atención sin embargo son los pequeños detalles que hablan de la sociedad en la que el protagonista se movía y que son expresados sin rodeos y en algunas ocasiones repetidos como si el autor ya supiera cuando lo estaba escribiendo, que su obra trascendería a épocas en las que se nos iba a antojar extraño o exagerado lo que nos estaba relatando.

     Aguas primaverales me ha gustado. Quizás porque tengo pasión por la literatura rusa, en este caso sencilla y bastante común sin que eso reste encanto a la novela. Efectivamente puede que se trate de una novela romántica, y puede que yo no sea lectora habitual de novela romántica, pero la he disfrutado. Y el broche en el que nos enteramos de qué ha sido de cada uno de los personajes que aparecieron hace treinta años, me ha parecido perfecto. Mucho mejor que los happy ending que a veces parecen colarnos con calzador.
     
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


viernes, 25 de septiembre de 2020

Vacaciones en el Cáucaso. María Iordanidu


 

     "En julio de 1914, cuando Ana partió de Constantinopla con destino a Rusia, dejó atrás la digna Constantinopla del siglo pasado. La Constantinopla de su abuela y de su madre. La Constantinopla de los movimientos lentos de los cocheros y de los estibadores, y también del barrio europeo donde la sombra de las abuelas aún planeaba por encima de las cocinas con los braseros y las hachuelas de destazar. Aquélla era la época en que la Virgen extendía su mano y paraba la lluvia cuando Loxandra hacía la colada. «Virgen Santa, no me vayas a hacer una mala pasada y vaya a llover hoy», decía Loxandra, y en Constantinopla ese día no caía ni una gota de lluvia. 
     "En agosto de 1920, cuando Ana volvió de Rusia, pasó del medievo al siglo xx de un solo salto".

     Hace tiempo que vengo comentando con algunos amigos lectores que Acantilado tiene un catálogo que permite apostar y ganar en muchos de sus títulos incluso sin haber leído la sinopsis. Llegas a tu librería, pasas por la mesa que les tienen reservada, y raro es que alguno no te enamore. Por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Vacaciones en el Cáucaso.

     Conocemos a Ana cuando es enviada unto a su tía a pasar una vacaciones en Tiflis, donde viven sus tíos ricos Alekos y Claus, que han invitado a la joven a pasar un mes con ellos. La ruta es aparentemente sencilla. Ana irá desde Constantinopla a Batumi, donde está su tía y de allí a Stávropol. Lo sencillo se complica y en Batumi se pierden, Ana tarda en llegar a Stávropol, su destino original, un par de meses terribles que serán casi un paseo comparado con los cinco años que tiene que pasar allí. Y es que ha vivido la Primera Guerra Mundial, además de enfrentamientos civiles en las calles de la que iba a ser su ciudad de vacaciones.

     Ahora imaginad que donde dije Ana pone María. Y es que la autora no está contando una historia de ficción, se trata de un relato autobiográfico, aunque se nos avisa de que los personajes son casi todos inventados. Añado además que el viaje de vacaciones se produce en 1914, así que ya os hacéis una idea de por qué alguien se puede perder en una estación cuando la Gran Guerra estaba llamando a la puerta. Por supuesto no ayuda la tía Claude, una mujer peculiar que ha inventado una película sobre la joven que llega. Pero no daré detalles. De hecho, el único detalle que me parece importante añadir a esta reseña es que la joven Ana no habla ruso.
     A partir de aquí la autora elige su camino con mano firme y nos regala una novela en la que el lector no se siente ante una biografía que relate cada párrafo comenzando por el "yo". Lo que importa es el lugar, el momento, las costumbres, los detalles... Ana es lista, aprende rápido (¡incluso el ruso!) y sobrevive. Sin dramas tristes que nos arrastren por el fango y costillas que sobresalgan entre calambres paralizantes. No. Por supuesto que es una situación dramática, pero hay muchas maneras de encarar estas situaciones y Iordanidu opta por fingir ficción casi con cierto desapego y algún toque de humor que aligera el espíritu mientras entras en Rusia y, al igual que ella, te enamoras.

     A raíz de comprar este libro he visto que Loxandra, su primera obra, es también del todo imprescindible y que además la vida que cuenta está relacionada con la de Ana, es decir.. bueno, ya me entendéis. Coinciden además en la mayoría de los casos, en que es incluso mejor que estas vacaciones, así que ya lo he encargado. Porque si este ya me ha encantado en su brevedad de letras medidas, no sé qué va a darme Loxandra, pero estoy muerta de ganas de averiguarlo.

     Vacaciones el el Cáucaso es una historia sencilla narrada con un punto irónico que nos habla de provincias y de momentos de cambio. Pero es, sobre todo, la historia del crecimiento de Ana y de como la muchacha abre los ojos. Me ha encantado. Quiero más.

     Y vosotros, ¿hay alguna editorial que os aporte seguridad?

     Gracias.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Otra vuelta de llave. Ruth Ware

 


     "7 de septiembre de 2017.  
     Centro penitenciario Charnworth. 
     Querido señor Wrexham: 
     No se imagina cuántas veces he empezado esta carta y arrugado el desastroso resultado, pero me he dado cuenta de que no existe ninguna fórmula mágica para esto. No hay forma de que yo lo OBLIGUE a escuchar mi caso. Por lo tanto, tendré que exponer los hechos lo mejor que pueda. No importa el tiempo que me lleve, ni cuántas hojas tenga que descartar: seguiré adelante y le contaré la verdad".

     El título, lo tenía claro. Si su misión era generar curiosidad yo piqué, aunque haya tardado en saber de su existencia. Hoy traigo a mi estantería virtual, Otra vuelta de llave.

     Conocemos a Rowan Caine cuando encuentra un anuncio de trabajo que es casi un sueño. Responde al anuncio y así es como acaba de niñera en Escocia. La familia parece estupenda y la casa es espectacular, excepto por Happy que controlará la casa y permitirá a sus propietarios hacer precisamente eso mientras vigilan lo que allí sucede. Rowan, que no tenía en mente aceptar este trabajo, acabará en la cárcel tras la muerte de un niño. Pero esto, que suena a contar el final, es solo el principio.

     Otra vuelta de tuerca es un título magistral de la literatura con una niñera de la que desconfiar y una atmósfera que atrapa al lector. De eso no duda nadie. Cuando vi este título la asociación fue inmediata y además había una niñera y unos niños y un misterio... así que estaba claro que, de un modo u otro, Ware estaba actualizando la historia de James. Pero avancemos...

     Sabemos que Rowan está escribiendo desde la cárcel, es decir, que algo muy malo ha tenido que suceder. Sabemos que ese algo tiene que ver con noches en vela y con cámaras y con la casa, justo con la casa. Y nos enteramos de que ha muerto una niña y que Rowan dice que ella no la mató. Entonces entramos en una historia en la que la protagonista vive sin saber si sus jefes están obsrvándola o no pero que, por lo que ella sabe, podrían estar haciéndolo en todo momento. La casa automatizada además comienza a fallar y los niños... bueno, son, como mínimo, raros. No tarda en empezar a comprender por qué se habían ido tantas niñeras. 
     Ware utiliza recursos de terror y también de thriller psicológico para ir ambientando al lector en la atmósfera en la que la niñera se encuentra sumergida utilizando para ello tecnología. Esta sensación de vigilancia, de control, opresiva, se va metiendo bajo la piel del lector hasta compartir la paranoia de la niñera. Solo que tal vez no sea una paranoia descabellada y la imposibilidad de tener intimidad, el sentirse vigilado y dejar que la tecnología domine nuestra realidad, tal vez ya no sea ciencia ficción. Por eso es cada vez más utilizado en este tipo de novelas.

     En cuanto a la trama, he tenido sentimientos encontrados con el final. Suelo decir que buscar la sorpresa no tiene que ser la obsesión de un escritor en este tipo de novelas ya que en el camino uno corre el riesgo de sacrificar la credibilidad. Y esa es la parte que me ha costado, la resolución. Pero bueno, eso ya supongo que son apreciaciones personales y mi perplejidad no tiene por qué coincidir con la sensación de otro lector. A fin de cuentas, cada novela es de quien la tiene entre manos.

     Otra vuelta de llave es una novela entretenida que, si bien no es particularmente original, sirve para pasar un buen rato.

     Y vosotros, ¿sois aficionados a remakes y revisiones?

     Gracias.

lunes, 21 de septiembre de 2020

La mujer helada. Annie Ernaux

 



     "Mujeres frágiles y vaporosas, hadas de manos suaves, pequeñas auras de sus casas a cuyo paso quedo surgen el orden y la belleza, mujeres sin voz, sumisas, por mucho que busque , no veo tantas así en el paisaje de mi infancia. Ni siquiera el modelo inferior, menos distinguido, mas ordinario, las frotadoras de fregaderos limpios como las patena, las cocineras de retales, las que llegan a buscar al niño a la escuela un cuarto de hora antes del timbre, con todas las tareas de la casa ya finiquitadas; las bien organizadas hasta la muerte. Mis mujeres, las mías, vociferaban todas, tenían el cuerpo descuidado, demasiado pesado o demasiado plano, dedos rasposos, caras sin pintar, o, al contrario, maquilladas como puertas, con gruesas manchas rojas en mejillas y labios".

     Sigo las recomendaciones de quienes me parecen afines. No ya en sus gustos, que es casi lo de menos muchas veces, en realidad me interesa más la afinidad en lo que respecta a lo que uno busca en la literatura. A Annie Ernaux llegué gracias a una de estas personas, Marc Peig, colaborador de Un libro al día (imprescindible). Y por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La mujer helada.

     Gusta Ernaux de compartir sus vivencias en su obra y es que la ficción empezó a ser autobiográfica para esta autora que relata, en La mujer helada, su matrimonio. Narrado en primera persona la autora dibuja el mundo en el que una mujer deja de tener significación propia, vive en las calles, juega y sueña para terminar en un matrimonio que nada le aporta y con una maternidad que se aleja diametralmente de lo que ella una vez imaginó. El reloj a ritmo de biberón y la vida como oportunidades que ya no se presentarán son los rasgos característicos de esta novela breve, brevísima, narrada con una belleza que trasciende a lo que dice mediante el cómo lo hace. Ernaux presenta a una mujer que se limita a seguir de forma casi automática, sin ser persona, lobotomizada por una vida que no le da margen de movimiento, autonomía o queja, se congela porque no siente o se congela tal vez por el frío que deja como único rastro la soledad que representa. 
     Diremos ahora que representa algo que ya no existe, antes de mirar la fecha en la que el  libro fue escrito mientras la palabra autobiográfico nos martillea en la cabeza. Diremos que eso no existe antes de leer el final del libro porque, una vez lleguemos a ello, esa excusa ya no nos sirve.

     La honestidad de una novela no está reñida con la opinión personal sobre lo que en ella se relata. En este caso y sin poner en duda su realidad me ha parecido excesivo el desaliento y relativamente sencilla la solución al caso, y eso ha provocado que luche con sentimientos encontrados frente a la novelita. En cuanto a la prosa, nada que ver, es una verdadera maravilla leer a Ernaux. No solo por la honradez que destilan sus palabras, también por la belleza de la simplicidad sin apenas adornos pero de cuidado vocabulario (aquí hay que agradecerle al traductor también su labor).

     La mujer helada trata de una mujer joven que cae en la ironía. En realidad toda la novelita es una ironía en sí misma ya que de donde se quiere ir es en donde cae. La vida misma. La desmitificación sobre lo que querían las mujeres en un momento en el que su papel venía condicionado por su sexo y el género, en definitiva, como ejecutor. Porque las decisiones, ni siquiera se valora que puedan ser tomadas. Al menos algunas.

     Me ha gustado mucho leer a Ernaux. De hecho ya tengo más libros suyos en casa. Acercáos a sus letras, os va a encantar.
 
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Los fantásticos libros voladores del Sr. Morris Lessmore. Joyce Williams


     "Morris Lessmore amaba las palabras.
      Amaba las historias.
      Amaba los libros".

     Hay una época en la que nos fascinan las historias que nos relatan los libros ilustrados. Esa época regresa cuando somos adultos. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los fantásticos libros voladores del Sr. Morris Lessmore.

     Morris ama los libros y escribe un diario. Ese diario relata su vida, es su libro. Al menos hasta que un día descubre que han volado sus palabras. Por suerte para Morris, descubre unas cuantas cosas más.

     Lo difícil a la hora de hablar de un libro como este es no contarlo entero. 
     Estamos ante un libro para amantes de los libros, y también para aquellos que comiencen a verlos de otra manera. Los libros, para Williams, son historias vivas, como las personas, y también historias que dan vida. Por eso es tan importante la lectura para Morris, y por eso también lo es su diario.
El complemento perfecto a esta historia mínima son las ilustraciones. Me enamoré especialmente de esos libros con bastón al igual que su lector favorito como si, no solo el lector se llevase algo del libro, también el libro porta algo del lector.

     En realidad conocí esta historia cuando el corto en el que se basa ganó un Oscar y se convirtió en una historia conocida por todos, por eso os dejo el enlace segura de que os va a encantar. Tanto es así, que tampoco dudo de vuestro interés en tener el libro en papel tras haberlo visto.


     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 11 de septiembre de 2020

Trilogía de Thomas Cromwell. Hilary Mantel

 

     En la corte del lobo, Una reina en el estrado y El trueno en el reino son los  de la Trilogía de Thomas Cromwell de Hilary Mantel. Pero hay más: En la corte del lobo ganó el Man Booker 2009 y también lo hizo Una reina en el estrado. Es decir, que lo ganaron dos novelas históricas, algo no tan común pero además, nunca antes lo había ganado una secuela y tampoco se había dado el caso de que una escritora lo ganara dos veces. Como comprenderéis, sea o no fan de los premios literarios, me sobraban motivos para ir leyendo esta trilogía que finalmente ha puesto su broche con El trueno en el reino.


     Recuerdo haber leído en alguna parte que Enrique VIII tenía tantas esposas como Thomas y haberme reído con la ocurrencia. Pero, ocurrencia o no, Mantel se centra en esta trilogía en la figura de Thomas Cromwell, al que nos presenta casi treinta años antes de su ascenso al poder. Y en un momento, añadiría, que no presagiaba en absoluto en quién iba a convertirse ese niño que recibía una brutal paliza de manos de su padre alcohólico. Y si he comenzado hablando de la cantidad de Thomas que hubo es precisamente porque así nos lo explica su autora, Thomas es uno de muchos, uno más, él. Porque de entre todos los Thomas, nos vamos a fijar en uno solo. Y corremos, corremos porque son muchos años de historia y muchas cosas las que suceden en esta trilogía y aquí lo importante es la caída de Ana Bolena y su final para lo que nos pondrá en antecedentes gracias a otro Thomas, Wosley. También seremos testigos de como Cromwell, que es un trepa no vamos a engañarnos, se va ganando la confianza del rey y Mantel se corona contando la historia de la isla de Albina. No cabe duda, notamos, que es un comienzo prometedor en el que el protagonista es presentado de forma muy literaria en muchas ocasiones como un hombre moderno y excéptico en su tiempo que vive su ascenso al lugar más poderoso "su lugar" porque si algo deja claro Mantel es la importancia de "poseer". Bueno, eso y la volubilidad del rey. Y la trilogía continúa en Wolf Hall con Enrique mirando con ojos codiciosos a Jane mientras Thomas sigue fiel a su afición por los halcones en un poético momento en el que, debido a sus nombres, la autora recuerda ángeles. Cromwell, el enigmático hombre que se puso del lado de una reina hasta que no le quedó más remedio que cambiar su posición, se ha convertido ya en ese gran personaje testigo de todo y artífice de mucho que se mueve conociendo el desprecio que suscita entre las clases altas. La trilogía se convierte en un juego de poderes, enredos y engaños en un almanaque de personajes y sucesos del que es difícil levantar la vista. Y así llegamos a la tercera parte, la mejor según mi opción, de este mastodóntico trabajo que es hablar de los Tudor sin caer en lo de siempre centrándose en el hombre que realmente manejaba los hilos del poder de dicho apellido. Bolena ejecutada con un arma impresionante y la justicia aparece en escena como tema ya en las primeras páginas de esta novela marcada por la vida y la muerte. Y es que lo que hace que la novela crezca es conocer el final y aún así sentir el tirón lector. La trilogía se cierra manteniendo fresco su humor y su ironía, manteniendo el ritmo y un poso casi constante a obra clásica inglesa modernizada desde dentro. Mujeres que son pesadillas y hombres ladinos, temor del lector al futuro en ese momento presente cuyo pulso ha sabido manejar la autora a lo largo de tantas páginas logrando que la trilogía sea más ágil de leer que esta opinión. Cromwell lucha por su idea de Inglaterra, busca una unión, una forma de escribir una historia mejor aunque la pasada seguirá existiendo.


     Tendría que hablar ahora del ritmo de la novela histórica y también del rumbo que le marcan este tipo de novelas que parecen llegar para sacudir ese supuesto polvo que nos empeñamos en atribuir al género como si solo por tratarse de pasado ya perdieran una parte del interés o de la intriga. También debería de remarcar el peso de los personajes femeninos de esta trilogía marcada por Anas, gestos y miradas. No debería de olvidarme de comentar la importancia de los gestos y momentos que entrelazan los tres títulos dando una sensación de historia compacta. Y pos supuesto, las decapitaciones, las muertes limpias y su importancia, el brillo de la hoja que cae, el último gesto, la mirada fija, y las palabras, tan importantes para Mantel. Pero tomé la decisión de hacer una única entrada para hablar de toda la trilogía y eso hace que no tenga tanto espacio. Así que para conocer todo eso, para comentarlo, para hablar del estadista, del caprichoso, o de la temperamental, para hablar de todo, leamos.

     La Trilogía de Thomas Cromwell no solo merece la pena ser leída, además coloca a su autora en un lugar sobresaliente en la literatura contemporánea. Nos os dejéis asustar por su extensión, lo único que pasa es que sus tres títulos ya están en la librería. Todo ventajas.

     Y vosotros, ¿sois lectores de novela histórica?

     Gracias.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Muro fantasma. Sarah Moss

 


     De vez en cuando compro un libro sin leer la contra, simplemente por impulso. Eso me pasó con este. Hoy traigo a mi estantería virtual, Muro fantasma.

     Cuando el libro comienza una niña es asesinada delante de vecinos y familiares en una aldea. El espectáculo es terrible. Estamos en la Edad de Hierro.
     Y avanzamos hasta hace nada para conocer a Silvie, una joven de 17 años que se ha unido junto a sus padres al grupo del profesor Slade en una zona rural. Durante unos días van a emular el modo de vida de sus antepasados de la Edad de Hierro: ropas, costumbres... Bien. Aquí es donde entra Bill, el padre de Silvie, aficionado a la historia. Este hombre quiere recrear realmente la época; pero no como el profesor o los estudiantes. Él lo quiere hacer de verdad, con toda la brutalidad que eso significa. Y cada vez le cuesta más comprender a quienes se lo están tomando como un simple "campamento".

     Un poco menos de 150 páginas es lo que ha necesitado Sarah Moss para ponerme los pelos de punta. Y lo ha hecho porque tras un comienzo brutal, en el más estricto sentido de la palabra, he pasado por una fase se paseos, naturaleza y agua viva. Una zona de relax en la que el lector no tarda en sentir que algo sucede. Y tras ella ha aparecido Bill. Bill que es Bill porque nos lo dice su hija, que es quien lo ve a su manera y no parece terminar de ponerlo en su lugar. Bill que es brutal y despiadado y tiene claro que someter a la mujer durante esta convivencia es algo primordial. Bill que sabemos que es violento. Y Silvie que no termina de condenarlo y nos pone los pelos de punta mientras asistimos a un espectáculo cuyo final intuimos. El final se nos acerca, se precipita mientras pensamos que si tuviera más páginas tal vez nos resultaría más fácil la lectura, sería más suave, menos dura. Pero son 140 y es Silvie quien nos lo cuenta. ¿Y qué pasa con el resto del grupo? El resto del grupo irrita a Bill, lo mismo da si hablamos del profesor o de cualquiera de los tres estudiantes. Bueno, no da del todo igual, uno de ellos es una chica. Pero no os voy a contar más, claro, no sería justo en una novela tan corta.

     Suelo decir que me gustan los libros largos que se llevan mi tiempo y convierten a sus personajes en amigos improvisados de los que me despido en las últimas páginas. En este caso ha sucedido justo lo contrario. Leí Muro Fantasma con esa fascinación lectora que te lleva hasta el final sin haberte movido del asiento. Lo leí a ratos sin querer mirar pero también sin ser capaz de no hacerlo. Y lo terminé con la sensación de que iba a seguir dándome vueltas unos cuantos días. Esos días fueron normales, claro, pero mantuve la sensación de la lectura e investigué un poco sobre la autora, a la que no conocía y que pensé, quizás por la extensión, que debutaba con esta novela. Bien, no es así. Apunté su nombre. Quiero más.

     Muro fantasma es una novela fantástica con una narradora capaz de meterse bajo la piel del lector. Con todo lo que eso implica.

     Y vosotros, ¿preferís libros largos o novelas cortas?

     Gracias.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Niétochka Nezvanova. Fiodor M. Dostoievski


      "No recuerdo a mi padre, que murió cuando yo tenía dos años, y mi madre volvió a casarse. Este segundo matrimonio, aunque contraído por amor, resultó para ella fuente de dolores. Mi padrastro era músico, y su destino se denotó harto extraordinario. Era el hombre más extraño y más delicioso que he conocido. Su influencia en mis primeras impresiones de niña se hizo tan fuerte, que dejó marcada su huella durante toda mi vida. Para que mi relato sea comprensible, comenzaré por dar su biografía. Cuanto voy a decir acerca de él, lo supe más tarde por el célebre violinista B..., que fue el compañero y el amigo más íntimo de mi padrastro en su juventud".

     Lo que me gusta a mi un buen clásico para desayunar un lunes. Y si es ruso, mejor. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Niétochka Nezvanova.
     
     Conocemos a Niétochka, una nadie, una cualquiera que vive en el seno de una familia marcada por su padrastro, Yefimov, un borracho con talento para el violín obsesionado con su ombligo al que admira y debe gran parte de su pobreza. Cuando mueren sus padres, la joven pasará por otras familias, ninguna feliz pese a que esta vez dará con dos familias adineradas.

     Me váis a perdonar que comience de forma tan directa pero hasta en sus comienzos, Dostoievski era mucho Dostoievski. Que sí, que luego el talento se pule y la experiencia ayuda además de que uno madura y llegan cosas importantes que andan entre lo divino y lo humano. Pero uno lee esta novela, y ve a Dosto ahí. Ve sus personajes, las familias que presenta son tan suyas aunque ahora quizás debería de decir eso que queda tan bien de "esas familias que terminaron convirtiéndose en dostoievkianas"... pero no, ya lo eran. Siempre lo fueron. Y aquí, que estamos ante una novela inacabada ya que el autor tradujo al ruso un libro prohibido y acabó en Siberia, pasa un poco lo mismo. Disfrutamos de tres partes en una novela que a todas luces iba a continuar sus buenos cientos de páginas, pero nos sirve lo escrito a modo de pestañeo en la vida de la joven Niétochka. Y lo hace con un comienzo verdaderamente potente. La historia de Yefimov el violinista con talento que lo desperdicia, el hombre terrible y a la vez terriblemente admirado es magnífica y el personaje francamente interesante. Pero Dostoievski lo mata porque esta no es su historia, es la de su hijastra. Y la novela a partir de ahí se siente como una introducción a lo que hubiera venido en la que los personajes se sonrojan demasiado.
     Y es que supongo que lo justo sería valorar esta novela como cata, o tal vez como primer intento de escribir una novela, abandonado y jamás retomado a la vuelta de Siberia. Y entonces veríamos a esa niña que busca cariño desesperadamente y se acaba volcando en su padrastro con el que convierte el amor en una suerte de trueque no nombrado y tampoco planeado con un padrastro que nos dicen es soñador y nos describen como un hombre egoísta responsable de miserias: de su pobreza y de la de su familia, de su propio carácter y de creerse mejor de lo que es o peor aún, serlo y no usarlo, responsable de prácticamente todo... Como digo, la mejor parte del libro. Casi un librito en sí mismo.
     A partir de ahí la joven sigue buscando el cariño de forma desesperada. La vemos con otra familia en la que, existiendo ya una hija, se convierte en su sombra. Y la última parte, desarraigada, terminó por resultarme extraña y aún más su final.
    
     Niétochka Nezvanova es un librito inconcluso, un intento de primera novela que hay que leer recordando que por mucho que miremos un esqueleto, no sabremos si su propietario tiene un lunar en el cuello. Conocido esto, la novela es una curiosidad que disfrutarán los seguidores del autor. Como yo. Pero no es una buena idea acercarse a este título si no se cumplen las dos condiciones anteriores.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

Los chicos de la Nickel. The Nickel boys. Colson Whitehead


     Como me puede la impaciencia uno de mis libros durante este confinamiento fue The Nickel Boys y ahora, a la vuelta, he visto que sale traducido al castellano con el título de Los chicos de la Nickel y yo me pregunto si no queda más bonito en el idioma original. Total, que hoy traigo a mi estantería virtual, Los chicos de la Nickel o The Nickel Boys.

     En el año 2014 una excavación arqueológica en Florida sacó a la luz la historia de la escuela para niños Arthur G Dozier. Apoyándose en este hecho, Whitehead escribe su historia.
     Elwood Curtis es un niño cuyo destino parece escrito: trabajará en el mismo hotel en el que su familia lleva generaciones. Algo que nadie le ha preguntado, por eso quizás no saben que vive las palabras de Martin Luther King y que su máxima es que el puede ser tan bueno como cualquiera. Pero más que esto el impacto de Elwood está en su abuela, que si bien cree en la necesidad de un cambio también teme sobresalir en él convirtiéndose en un personaje puro. La cosa es que Elwood consigue sobresalir a costa de trabajo duro y parece que por fin va a llegar a la universidad, hasta que toma una decisión equivocada sin saberlo: hacer autostop. Se sube entonces en el coche que no debe y es detenido por la policía por un delito en el que no ha participado y su vida da un giro en el que la soñada universidad se convierte en el reformatorio Nickel, bajo el mando de Maynard Spencer. Un lugar escalofriante.

     Conocí a Colson con su octavo libro, El ferrocarril subterráneo, en el que contaba en una especie de fantasía, el testimonio de esclavos norteamericanos mediante una red de túneles basada en las rutas que efectivamente utilizaban para huir. Un libro magnífico y premiado que tiene su digna continuación en Los chicos de la Nickel.
No se trata de que sean los mismos protagonistas, ni siquiera se trata de seguir la historia, que no tendría sentido. De lo que se trata es de seguir la historia del país, de una parte del país que, como no tarda en demostrarnos, nos es totalmente desconocida. Colson habla del racismo y de como las leyes daban el poder a la gente blanca que eran capaces de conseguir que se detuviera a un negro por la llamada conducta violenta que, en muchas ocasiones, no tenía nada de violenta. En realidad parece que solo tuvieran que señalar. En Nickel conocemos a el otro gran protagonista de la novela, Turner, un chico que ni siquiera está interesado en Luther King, y ese es otro de los grandes aciertos de la novela, el no mostrar a todos sus protagonistas situados al mismo lado de la historia. De este modo Nickel se dibuja como un todo reducido en el que Turner parece aprender antes como sobrevivir en un mundo en el que las reglas son claramente favorecedoras a otros y Whitehead se mueve como pez en el agua para jugar con una violencia que más que asustar es la puerta para la historia que realmente sobrecoge. Elwood y Turner se complementan en más de un sentido ya que representan dos caras distintas en sus personalidades, no solo uno contra uno, sino también en si mismos. Solo de este modo se puede entender que precisamente el más reivindicativo es también el que "suena como un blanco".
Evita cargar la novela con sentimentalismos y cuando uno conoce un lugar llamado Casa Blanca descubre también que era el nombre que tenía la academia real en la que se basa el autor. Exactamente igual que descubre el número de tumbas reales encontradas para dar una dimensión completa de una novela narrada de una forma extraordinaria, aunque esta vez un tanto más convencional a como lo hiciera en El ferrocarril subterráneo. 


      Los chicos de la Nickel
cuenta una historia terrible en la que lo que realmente deja huella es la voz de los personajes. Porque el lugar existió y el eco de su historia aún resuena en nuestros días.

     Y vosotros, ¿sois pacientes a la hora de esperar las traducciones?

     Gracias.

martes, 1 de septiembre de 2020

El infinito en un junco. Irene Vallejo




     "Misteriosos grupos de hombres a caballo recorren los caminos de Grecia. Los campesinos los observan con desconfianza desde sus tierras o desde las puertas de sus cabañas. La experiencia les ha enseñado que solo viaja la gente peligrosa: soldados, mercenarios y traficantes de esclavos".

     No voy a ser yo quien se resista al fenómeno del año. Sobre todo porque esta vez no se trata de una novela negra. Hoy traigo a mi estantería virtual, El infinito en un junco.

     Está claro que los libros sobre libros captan la atención del lector empedernido, y también del curioso que quizás no siendo tan lector, se sienta atraído por ese mundo. Así han ido proliferando libros sobre libros, libreros, escritores y casi cualquier cosa que a uno se le haya podido pasar por la cabeza y que esté mínimamente relacionada con la literatura. Pero nos faltaba, pese a que ya hubo intentos que se quedaron en el camino, un libro de divulgación que fuera apto para todos. Y ese es precisamente el hueco que ha venido a cubrir Irene Vallejo.

     Hay que decir en primer lugar que el libro está escrito desde la cercanía y que Vallejo lo ha dejado repleto de pequeñas anécdotas que existen no sólo para armar el grueso de la obra, sino también para mantener al lector distraído con pequeñas curiosidades. Y así comienza el viaje, como no podía ser de otro modo, por la Biblioteca de Alejandría, descubrimos la falta de papiros y así la diferencia con el pergamino, la tradición oral... el libro. El gran protagonista de este título y también de sus anécdotas, unas más conocidas, la mayor parte prácticamente desconocidas para cualquiera demostrando así Vallejo su pasión y no solo su buen hacer por la literatura. El libro es ameno, es interesante y es divulgativo. Es un libro para leer a cachitos, sin grandes atracones. Y no porque sea un libro pesado, lo es porque se repite y eso en dosis altas puede ser contraproducente durante la lectura. Leerlo a trocitos lo hace más llevadero, mejora la sensación y nuestra opinión sobre una obra entretenida en la que entras con cuidado y sales con alguna anécdota anotada para el repertorio personal. Me cuesta verlo como un ensayo puro y duro y los viajes que plantea, en anécdotas, son agradables y entretenidos. No llega a disfrazarse de novela ya que le falta una trama siendo el libro como tal la unión de cada capítulo.


     El infinito en un junco es una lectura amena para amantes de los libros y de las curiosidades en general. No he encontrado la joya que todo el mundo parece ver, pero he disfrutado su lectura.


     Y vosotros, ¿os gustan los libros sobre libros?


     Gracias.