Todos tenemos libros favoritos, esos que decimos de cabecera. O al menos eso dicen. En mi caso no es exactamente cierto. En realidad tengo autores que me gusta todo lo que escriben en mayor o menor medida. Esos que me apena terminar con sus obras porque han fallecido y las dejo cerca para echarlas un vistazo de vez en cuando; y también esos otros que me tienen pendiente de cada uno de sus movimientos a la espera de que anuncien su próximo título. No son muchos, apenas un puñado, pero ahí están. ¿Libros? van cambiando en su mayoría a medida que los descubro. Pero me dí cuenta de que no eran títulos fijos el día que intenté decir cual era mi libro favorito de McCarthy o de Capote y se me amontonaban las sugerencias. ¿Cómo ser capaz de decidirme entre los títulos de Jim Thompson? Imposible.
Lo que hay son fragmentos, pequeños trocitos de historias que he tenido que apuntarme en el cuaderno que está en la fotografía porque me han parecido tremendos, porque me han emocionado o porque me hicieron acercarme al libro (aunque no siempre con la misma fortuna). Y de eso hablaremos hoy, de fragmentos literarios.
Gracias a La historia del loco se que "antiguamente la gente creía que si te dormías con la luz de la luna en la frente despertabas loco. De ahí procede la palabra lunático". Miro los libros en las bibliotecas y recuerdo eso que decían en El Señor de los Anillos: "No conozco a la mitad de ustedes la mitad de lo que me gustaría y eso es sólo lo que la mitad de ustedes merece". Tantos autores de los que aún no conozco nada o de los que me queda tanto por conocer... y eso me lleva a Milena Agus que afirmaba: "Si no he de conocerte nunca, haz al menos que te extrañe". Porque eso pasa a veces con los personajes de los libros, los extrañamos. Ya de niña, cuando conocía Bastián Baltasar Bux, a quien debo la seguridad de saber que "la fantasía no es un modo de evadirse de la realidad, sino un modo más agradable de acercarse a ella", presentí que había un interminable número de historias por descubrir en las bibliotecas. Y así me fui acercando a ellas para hacer nuevos amigos, o conocidos dependiendo del caso. Asistí al fatídico momento en que "tras unos sueños intranquilos, Gregor Samsa se despertó"... y se había convertido en un enorme insecto. Descubrí perpleja también un telegrama a un tal extranjero en el que le decían escuetamente "Madre fallecida. Entierro mañana.Sentido pésame".
Y a todos acompañé en el camino de sus historias congeladas en el tiempo esperando ser descubiertas. Y también he apuntado, como no, fragmentos de amor. Benedetti me habló de una curiosa pareja, me dijo "los detuvieron por atentado al pudor. y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad su amor no era sencillo. El padecía de claustrofobia y ella de agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales". Y Cortázar me enseñó un hermoso beso entre cíclopes enamorados... Y aprendí, como no ya que siempre se aprende algo, de cada libro, aunque sea la simple ortografía y el léxico que derivan del acto de leer, que las historias de amor pueden surgir en cualquier parte. Recuerdo haber apuntado una noche con bastante prisa un fragmento de El lobo estepario que decía "yo te gusto, continuó ella, por el motivo que ya te he dicho: he roto tu soledad, te he recogido precisamente ante la puerta del infierno y te he despertado de nuevo. Pero quiero más, mucho más. Quiero que te enamores de mí." Quién lo iba a decir en ese título...
Porque todos nos acercamos a los libros expectantes ante las historias, queriendo pensar como decían en La Princesa Prometida: "Este es el libro que más me gusta de todo el mundo, aunque nunca lo he leído." Y porque muchos de nosotros nos apuntamos esos pequeños fragmentos, hoy os pregunto por algún fragmento o frase de un libro que recordéis especialmente.