miércoles, 31 de marzo de 2021

La anomalía. Hervé Le Tellier

 


     "Jueves, 24 de junio de 2021, McGuire Air Force Base, Trenton, Nueva Jersey Un Boeing 787 con el fuselaje dañado permanece detenido al final de la pista 2, no lejos de los helicópteros Black Hawk y de los imponentes bimotores grises con hélices de la US Air Force. Tres vehículos blindados se encuentran junto al avión de largo alcance, mientras la noche cálida cae entre efluvios marinos sobre un descampado invadido por la hiniesta y la salvia".

     De todos los premios literarios europeos me quedo con el Goncourt. Y lo digo sin rastro de dudas. si además se da el caso de que se convierte en top ventas apenas sale en Francia, yo ya llego convencida de leerlo. Hoy traigo a mi estantería virtual, La anomalía.

     Decir que uno ha leído La anomalía sin contar la parte que uno se muere de contar de La anomalía va a ser complicado. Supongo que si lo dijera no pasaría realmente nada, se dan pistas en la contra, pero me lo pasé tan bien descubriéndolo sola que me daría reparos quitarle a nadie ese placer. Así que empecemos y veamos hasta dónde me atrevo a llegar.
     La novela trata de un avión que entra en una turbulencia. Es un avión comercial, con personas normales (entre las que hay un escritor al que mi cerebro decidió ponerle el rostro de un famoso escritor español provocando que me resultara todo más divertido. Mi cerebro va por libre a veces, es lo que tiene ser rubia). El avión avisa a la torre de control del aeropuerto, la cosa se pone regulera pero logra salir. Cuando sale le dicen por radio al comandante del vuelo que le van a ir pasando con personas de distinto rango hasta que en un último aviso tiene cazas a los lados que lo van a escoltar hasta que aterrice donde lo mandan. Y el comandante, que primero creyó que era una broma de los compañeros de tierra, mira por la ventana y flipa. Allí están los aviones.

     "Pero el protocolo 42... No es posible enfrentarse al protocolo 42".

     En realidad La anomalía trata del protocolo 42 que iremos descubriendo a la vez que un científico que es trasladado a un hangar. Lo llevan por el avión que salió de la turbulencia y fue escoltado, el que os acabo de contar. Allí esperará la llegada de dicho avión. Miller, que así se llama el científico, perteneció al grupo que creó una serie de protocolos para cubrir contingencias y así actuar con rapidez. Cuando llega al hangar y ve allí el avión al que espera, le dicen salió de la turbulencia hace tres meses como es normal. La anomalía es que ahora haya vuelto a salir de la turbulencia el mismo avión con la misma gente. No el mismo avión tiempo más tarde, no... Es un caso claro de protocolo 42. Es imposible, pero ahí está. Y en un rato estará por duplicado. ¿Qué hacemos?

     A partir de lo que os he dicho lo único que tenéis que hacer es poner un pie en la realidad más cotidiana y pensar en qué se haría si sucediera algo así. Además nos ofrece las distintas perspectivas de los pasajeros del avión lo que nos lleva a una suerte de enredo entre los primeros, los segundos, los primeros cuando el tiempo ha llegado al momento de los segundos...  y nos deja una novela que uno debería de catalogar como ciencia ficción en un espacio incatalogable en el que se han movido muchas series con éxito pero, hasta ahora, pocos escritores se habían atrevido a adentrarse. Aquí lo divertido, y la novela es francamente divertida, es lo imposible. Decía Holmes que si eliminamos lo imposible, lo que queda, por improbable que sea, tiene que ser la verdad. Y Le Tellier nos dice: ¿y qué pasa si lo que ha sucedido es precisamente lo imposible? Pues pasa que hay que buscar explicaciones en la religión, la ciencia, incluso en el cine. Pasa que importan las historias de las personas y pasa que uno comienza a leer la novela y es incapaz de soltarla en su cabeza durante los ratos en los que no está leyendo. Pero, sobre todo, lo que pasa con este libro es que uno tiene ganas de que lo lea alguien más para poder comentarlo a gusto. Así que ¡leed insensatos!

     La anomalía es una novela diferente escrita de forma brillante y con un final a gusto del destinatario con la que he disfrutado mucho. Y me ha dejado algo muy claro: no está todo escrito.

     Y vosotros, ¿cuál es el último libro que os moríais por diseccionar a todo spoiler y os tocó esperar a que alguien lo leyera?

     Gracias.

     PD. No os he contado un millón de cosas. Os he hablado de un pasajero escritor pero no de su libro escrito en el intermedio. Los pasajeros de este vuelo, tienen sus historias. Pero tras la anomalía...¿qué hacemos con ellos?

lunes, 29 de marzo de 2021

Los crímenes de la carretera. J. D. Barker y James Patterson

     "¿Dónde estarás cuando tu vida se acabe? 

     Yo estaba en el supermercado, con un mango en la mano, apretándolo. 

     Hace dieciséis minutos que cogí una llamada de teléfono de la mujer que vive en el apartamento de debajo del mío en el complejo Wilshire Village, una anodina monstruosidad de color mostaza justo al salir de Broadway por Glendale, a una manzana de Wilshire en Los Ángeles".

     Siempre he pensado que los libros a cuatro manos son complicados. Pero si firman dos escritores que me han proporcionado muchas horas de entretenimiento, ni me lo pienso. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los crímenes de la carretera.

     Conocemos a Michael Fitzgerald. Ha encontrado a una joven que no conoce muerta en su bañera así que hace lo normal, llamar a la policía. El detective Dobbs llega y observa la escena. La víctima es una joven llamada Alyssa y, si algo parece claro, es que Michael la conoce y mucho. No tarda en aparecer otra víctima con la que la joven comparte un rasgo común: una pluma de gorrión en el escenario del crimen. Y hay incluso más. La agente del FBI Gimble se unirá al detective Dobbs para cazar al ahora apodado Birdman mientras Michael sigue negando ser el autor de los asesinatos.

     Estamos ante una novela entretenida que utiliza varias voces para narrar una historia en la que se combinan la primera y la tercera persona. Dentro de estas voces seguiremos una estructura no siempre fiable (es lo que tiene la primera persona), que mantiene el interés a un lector que llega un momento que no sabe por dónde puede salir la trama para quedar airosa de forma mínimamente realista. Y eso es algo que me llama la atención: dar las vueltas suficientes como para que uno no sea capaz de ver una salida es mucho más divertido a intentar descubrir al culpable antes de que lo desvelen. Y la novela de esta pareja proporciona justo eso: entretenimiento. Y es que cuando comencé a leer lo primero que pensé fue: no por Dios, otro con amnesia a corto/medio/largo plazo, no. Que no olvide caras de rubios los días pares o desayunar los miércoles. Y, efectivamente, no trata de eso el libro. Trata de Michael y su preocupada hermana (lógico que se preocupe) y de cómo narices es posible que no conozca a la chica de la bañera si aparece en fotos con ella en las que se ve claramente a una pareja (por no hablar del vídeo). El libro, más que un rompecabezas es un juego de fiabilidad en el que los autores van dejando pistas a las que he retrocedido, lo confieso, para dar pistas al lector y terminar con un último giro que, pese a forzar un poco el límite, me ha dejado satisfecha. 

     Me ha gustado Michael, del que dudaba o no según el momento y tanto en un caso como el otro me preguntaba si además de dudar me estaba equivocando por hacerlo o cómo era posible que negara algo semejante. Por eso, y porque los personajes me han gustado o me he acercado a ellos con cierta facilidad, se me ha ido en un suspiro pese a lo voluminosa que se ve. Y eso, es por lo que he empezado hablando de los libros entretenidos. El juego constante a verdad o mentira, los toques psicológicos que mantiene la novela y su capacidad para hacerme dudar de todo y de la cordura de todos mientras se adentraba en el thriller psicológico me han hecho disfrutar de sus páginas a las que pongo, como única pega, que sobra el epílogo. La novela estaba muy bien si esa necesidad de poner un broche final que no es significativo para la novela pero sí para el lector al que puede llevar a una sensación confusa que estropee su valoración final de la historia.

     Los crímenes de la carretera me ha parecido una novela francamente entretenida que he leído con rapidez y disfrutado contre cábalas sobre qué narices estaba pasando ahí.Y como ya he dicho más veces, no es nada fácil escribir un libro que resulte entretenido en un mundo en el que la competencia en este campo es feroz y los lectores nos vemos de vuelta de casi todo.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


miércoles, 10 de marzo de 2021

Manifiesto por la lectura. Irene Vallejo

 


     "Narramos, escribimos y leemos porque hemos fabricado la fabulosa herramienta del lenguaje humano. Por medio de las palabras podemos compartir mundos interiores e ideas quiméricas".

     Tras varios elogios y debido a que los ingresos van destinados a un Pacto por la Lectura me decidí a comprar este libro. Se trata de Manifiesto por la lectura.

     Hay dos maneras, supongo, de encarar un libro como este a la hora de ser reseñado. La primera es la fácil, la emocional que queda tan bien y que, ojo, está ahí en todo lector amante de los libros. Ahí llegamos y decimos que este libro es una maravilla que defiende la necesidad de leer, la maravilla que es hacerlo y lo mucho que se disfruta. Os puedo decir que el título le va como faja a bestseller: hecho a medida. Abrimos el libro, nosotros amantes de la lectura, apasionados de la letra escrita y a poder ser tinta en papel, y nos encontramos un canto a todo lo que nos gusta y, seamos sinceros, nos embellece. Porque un canto a la lectura es en cierto modo un pequeño aplauso al lector que se siente bien entre tanta palabra hermosa y ejemplo literario. Lo leemos y subrayamos de forma incesante frases y palabras que la autora ha escrito leyendo nuestro alma. Todo eso es este libro.

     Pero por otro lado está nuestro lado más práctico. Vaya por delante que el libro es barato y que apoyo totalmente el destino al que ha ido mi dinero pero, seamos serios, que son poco más o menos sesenta páginas. Páginas escritas como si MrWonderfull hubiera quedado encerrado un mes en una biblioteca y hubiera descubierto que, como no podía ser de otra manera, le gusta mucho leer. No encontrarán ustedes una sola opinión negativa sobre este libro en el que la creatividad es la puerta mágica que todos los lectores sabemos que es. Está escrito para complacernos, claro, porque somos los lectores empedernidos los que compramos libros todas las semanas, los que nos lanzamos sobre los libros que hablan sobre libros y los que, de eso estaban seguros, nos íbamos a enamorar de las palabras de Vallejo. El problema de este tipo de afirmaciones es que parece que llega un momento en el que todo nos vale. Si habla de amor por los libros, una librería, un escritor, una biblioteca... ¡dentro! ¿Que no sabes qué profesión colocar a un protagonista? Hazlo escritor, hombre, así accedes a los lectores empedernidos. Y si no se te ocurre nada o no te cuadra, siempre pueden entrar en una librería o leer un libro antes de acostarse. Cómo, entonces, no adorar un manifiesto que diga en voz alta lo bonito que es leer, que cuando lo abras se oigan aplausos y que además te corresponda a ti una parte... Bien, pues eso es lo que tenemos entre manos, un librito que nos dirá justo lo que queremos oír y que bien hubiera podido ser el prólogo de El infinito en un junto. Que ese título de la autora ya es otra historia. 

     A estas alturas supongo que muchos tenéis el gesto arrugado, un mohín de enfado, y lo comprendo. Pero a mi la lectura de este manifiesto me ha parecido un ejercicio de autocompacencia. 

     Y vosotros, ¿sois lectores de libros sobre libros?

     Gracias.

lunes, 8 de marzo de 2021

Cómo hablar de los libros que no se han leído. Pierre Bayard

 


     Ahora que todo el mundo se agarra al junco, he pensado que era un buen momento para traer este ensayo. Hoy traigo a mi estantería virtual, Cómo hablar de los libros que no se han leído.

     Afirma Bayard que un libro tiene más puntos intermedios en su relación con el lector que el de haberlo leído o no. Y es que este libro con título de autoayuda no trata precisamente de presumir sin leer. Aunque en realidad si que dedica muchas páginas al tema. Dice también que los profesores están expuestos y que no pasa nada por hablar de un libro hojeado, abandonado u olvidado debido a la cantidad de tiempo que hace que se leyó. Y aquí supongo que sería bueno preguntarse cuántas personas que hablan de El Quijote realmente lo han leído. Me quedo con la parte en la que sale en defensa de los periodistas literarios explicando que es imposible para ellos digerir todas las novedades que se publican semanalmente y que llegan a las redacciones. Reconozco que ahí me reí. Esta defensa o dardo envenenado ataca directamente al corazón del crítico literario que jamás asumirá haber realizado tamaña ofensa a su profesión. De hecho, para que quede claro el tono del ensayo lo abre con una cita del famoso Oscar Wilde que dice "Nunca leo un libro que deba reseñar. Me crea tantos prejuicios...". Decidme si no es ya esta parte para ir echando una sonrisa.

Bayard elimina de la lectura el aura de altura cultural que se le supone y la baja a tierra firme. A fin de cuentas, para él todos somos no lectores puesto que los libros que queremos leer o que ya tenemos incluso pendientes por anotados o adquiridos suele superar a la lista de aquellos que hemos leído. Dice que la literatura se nutre también de quienes hablan sin leer: de los que citan la crítica de otro o recomiendan de oídas. Perlas que, seamos sinceros, tienen algo de verdad. Y luego sí, habla de como fingir una lectura siempre y cuando uno no se meta en terrenos profundos sobre ella, claro. Y eso lo dice un profesor de literatura que, como uno entenderá, no ha tenido tiempo de hablar de todos los libros que ha leído y tampoco de leer todos aquellos de los que tiene que hablar. Utiliza la sinceridad brutal de quien lejos de confesar una falta, lejos de disculparse, argumenta. Y lo hace con mucho sentido del humor y una ironía a ratos corrosiva que estoy segura ha ofendido a más de uno que se ha visto obligado a defenderse de un libro que abogue por semejante práctica. Me imagino entonces a los indignados defensores de la ofensa que supone un libro que defiende que no es una vergüenza hacer algo así y mirar en su interior esperando no ver en ellos mismos la falta que tanto critican.

     Hay además que diferenciar entre el libro real, el libro en el que un título se convierte una vez que hay un entorno hablando de él (y yo lo leía pensando en esos títulos que se santifican desde su salida al mercado y de los que nadie parece poder hablar mal si en determinados lugares y determinadas personas los han elogiado) y el libro personal de cada uno una vez que lo ha leído.

     Llegado este punto supongo que debería decir que este libro no lo leí para hablar de él pero lo cierto es que lo hice y que me resultó tremendamente divertido. Lo compré por irreverente y de hecho me hace gracia que no haya tenido el autor a hordas de indignados a la puerta de su casa por su osadía al escribir algo así sin fijarse posiblemente en la cantidad de títulos que aparecen durante la lectura acompañados de motivos para estar ahí que implican que este señor sí los leyó. Incluso ahora estoy con una sonrisa puesta. No me diréis que solo por eso no merece ya la pena su lectura...

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

lunes, 1 de marzo de 2021

Una sala llena de corazones rotos. Anne Tyler

 


     "Es inevitable preguntarse qué le pasa por la cabeza a un hombre como Micah Mortimer. Vive solo; es reservado; su rutina está grabada en piedra. Todas las mañanas a las siete y cuarto se le ve salir a correr. Alrededor de las diez o las diez y media pega el cartel magnético de TECNOERMITAÑO en el techo de su Kia. Las horas a las que sale para atender llamadas varían, pero no hay prácticamente ni un solo día en el que los clientes no requieran sus servicios. Por las tardes, siempre lo vemos haciendo arreglos en el edificio donde vive; hace doblete como hombre de mantenimiento. A veces barre el camino de entrada, otras sacude el felpudo o charla con un fontanero. Los lunes por la noche, la víspera del día de recogida de residuos generales, acerca los cubos de basura a la calleja; los miércoles por la noche, los cubos de reciclaje. A las diez de la noche, más o menos, las tres ventanas entrecerradas del sótano se oscurecen. (Sí, su piso está en el sótano. No debe de ser muy alegre.)"

     Anne Tyler es una de esas autoras fáciles de leer y con la que es fácil empatizar. Si veo un libro suyo, lo compro segura de pasar un rato más o menos agradable sin necesidad siquiera de mirar su sinopsis. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Una sala llena de corazones rotos.

     Conocemos a Micah. Viene de una familia bulliciosa y desordenada que lo ha llevado a mediana edad a valorar el orden por encima de todo. Vive solo y le va bien, tiene una amiga a la que no va a llamar novia formal que lo quiere razonablemente... pero bueno, empiezan los problemas. En primer lugar Cass, su novia, le cuenta que la echaron de donde vive por el gato. Y claro, una novia esperaría lo que espera Cass, aunque uno se pregunte qué ve en este hombre pluriempleado de una forma peculiar. En este, vamos a decirlo, raro.

     Una cosa con la que suelo disfrutar es con los protagonistas de Tyler. Esas personas razonablemente aburridas y muchas veces rutinarias que se sienten satisfechos con sus pequeños logros como un buen aparcamiento. Lo cierto es que los leo y no puedo evitar pensar: conozco gente así. La gracia de Micah está además en que él se siente bien consigo mismo porque ha buscado una vida ordenada que dominar y, más o menos controlar, pero entonces llega Tyler y se la pone patas arriba en el terreno personal, el más ingobernable de todos los terrenos. Y lo divertido de hacerlo es que, en uno de sus empleos, hemos visto como el protagonista se pregunta que sería de la gente a la que ayuda normalmente con contraseñas perdidas, o qué es de ellos, cómo viven y, de reojo, qué sería de su vida si alguien la trastocara. Y justo Tyler lo hace. Y lo hace no solo porque puede, faltaría más, también para que tengamos claro el tono irónico que domina toda la novela en la que el narrador nos deja opiniones o comentarios tan cercanos que uno sabe que está hablando con la propia autora pese a que no sea una conversación. Total, que su novia espera vivir con él y, como las desgracias nunca vienen solas, un chaval se planta en su puerta para decirle que es su hijo. 
Ante todo esto Micah se ha convertido en el centro de atención del lector. Hemos visto sus problemas para relacionarse, y también hemos pensado eso de: "Para que Micah se de cuenta, cómo será el chaval". Lo hemos visto equivocarse, hablarse con un acento ridículo (o así me lo imaginaba yo) y nos hemos preguntado qué narices le pasa por la cabeza cuando Cass le cuenta su problema y él se queda inmune provocando la ruptura.

     La novela, corta porque tampoco da para mucho más la historia, es entretenida. Uno se sienta a leer como si estuviera viendo una sitcom, con su punto de humor y esa suerte de tragicomedia que tiñe toda la trama. Me ha resultado agradable, posiblemente olvidable en unas semanas y más que presumiblemente una buena opción televisiva en el caso de que alguien se interese por ella. Pero nada más. Lo cual no significa que sea poco. Todo depende de lo que se busque en cada momento.

     Una sala llena de corazones rotos es una novelita entretenida que se lee en un par de tardes.

     Gracias.

     PD. Tecnoermitaño como concepto. Lo tenía que poner.