lunes, 24 de febrero de 2020

Todos quieren a Daisy Jones. Taylor Jenkins Reid


     “Así eran las cosas. Se suponía que yo no era más que la inspiración para la gran idea de algún hombre. Pues a la mierda con eso".

     Me gustan las historias detrás de las historias, eso que en algunos documentales se llama "behind the scenes", así que este libro era del todo irresistible. Hoy traigo a mi estantería virtual, Todos quieren a Daisy Jones.

    Durante la década de los 70 Daisy Jones and The Six fue un grupo icónico seguido por miles de personas que compraban su música y abarrotan sus conciertos. Sin embargo, en 1979 y sin previo aviso, el grupo decide separarse dejando un vacío en el corazón de sus fans. Han tenido que pasar años para que los distintos miembros de la banda y quienes tenían más contacto con ellos accedieran a conceder entrevistas por separado para relatar lo que sucedió.

     Los años setenta es un momento importante para el rock, una música que se convierte en un fenómeno de masas y una época en la que las drogas silencian a algunos mientras que otros grupos se separan de forma más o menos pacífica. El Glam, el Trash, el Heavy... todos conviven en la época dorada de la música en la que U2, Sex Pistols y tantos otros ponían banda sonora a la vida de miles de personas. Y es en este contexto en el que un productor se fija en Daisy Jones, una mujer con una voz imponente y una presencia no menos llamativa, y en Billy Dunne y su grupo The Six. Decide entonces unir ambas partes para una colaboración que resulta ser un éxito tan impresionante como para provocar que ambas partes se unan. Y así nace Daisy Jones and The Six, una de las bandas más famosas de aquella época. Una época de excesos, de sexo y de drogas como bien saben los dos protagonistas que provocó el silencio de tantos otros grupos. En este caso, y gracias a las entrevistas que nos presenta Jenkins, somos capaces de reconstruir una historia en la que cada uno da su versión o visión de los hechos y de la que lo primero que tenemos claro, es que no hay una única verdad. Aún así veremos la tensión permanente entre Daisy y Billy, viviremos el romance y, sobre todo, disfrutaremos de sus personajes femeninos, en los que la autora parece haberse volcado. Todas son mujeres luchadoras y con una visión propia de su arte, de la pareja de Billy, Camila, la historia de Karen o la de la magnífica Simone. Historias que lejos de eclipsar a la protagonista evitan la sensación de estar ante la historia de "la perfecta candidata a convertirse en..." y que, además de darnos sus versiones personales, van abriéndose poco a poco a la vez que dejan un retrato del momento en el que se desarrollaron. Y es que, aunque las letras de las canciones incluídas en el libro me han parecido cursis, he caído en la trampa de buscar entre líneas si en ellas se iba reflejando algo de lo vivido por el grupo. A fin de cuentas, "Sweetest thing" se escribió para pedir perdón y Bono ha indicado muchas veces las influencias de escritores, músicos y sus propias vivencias en sus canciones. Y es que, si de algo pecamos los fans, es de buscar más de lo que se nos da y por eso este tipo de documentales tienen tanto éxito. Puede que uno no conozca el grupo del que se habla, pero no tarda en desear escuchar "Aurora" y en querer saber un poco más de todos los que nos están hablando.

     Daisy Jones and The Six es un libro concebido como un programa documental en el que el lector va recogiendo información y clasificándola mientras se deja llevar por la década del rock, tarareando canciones y buscando saber un poco más sobre cada personaje. Y llegado este punto estaréis pensando que este libro está dirigido a fans del grupo y, por lo tanto, no es para vosotros ya que ni siquiera lo conocíais. Bien, el mejor argumento que puedo daros para que veáis claramente que no es así, es que jamás existió Daisy Jones and The Six. Jenkins recoge una década y mezcla las historias de algunos de los grupos que la marcaron y que fuera de los escenarios eran auténticas novelas para lograr que el lector pase la última página con el único pesar de no poder escuchar su música. Incluso si, como a mi, las letras de las canciones le han parecido un poco simplonas.

     Este libro se va a llevar a la pequeña pantalla en una de esas plataformas de pago, Amazon creo, ya que Reese Witherspoon quedó fascinada con la novela. Y yo solo pido que ella no sea Daisy Jones ya que, gracias a Jenkins, mi mito ya ha nacido y tiene su propia cara. No os desvelo más, porque merece ser descubierto, aunque a veces al autor se le vaya un poco el pulso de la narración. Quizás en audiolibro... o puede que sea el fantasma de quien nunca existió que reclama su derecho a ser un poquito más tangible quien me haga afirmar esto.

     Dicho esto me declaro fan de los Blues Brothers tanto como de The Soggy Bottom Boys, Stillwater o de The Wonders. Incluso pasé por una época en la que me interesó el grupo de música que formó aquel personaje de Perdidos... pero que ya no recuerdo. El mundo está lleno de grupos de ficción, descubramos a Daisy Jones and The Six.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

viernes, 21 de febrero de 2020

M. El hijo del siglo. Antonio Scurati


     "Nos asomamos a piazza del Santo Sepolcro. Cien personas escasas, todos hombres de esos que casi no cuentan. Somos pocos y estamos muertos. 
      Esperan que yo hable, pero no tengo nada que decir. El escenario está vacío, inundado por millones de cadáveres, una marea de cuerpos —hechos papilla, licuados— llegada de las trincheras del Carso, del Ortigara, del Isonzo. Nuestros héroes ya han caído o no tardarán en hacerlo. Los amamos del primero al último, sin distinciones. Estamos sentados sobre la pila sagrada de los muertos. 
     El realismo que sigue a cada aluvión me ha abierto los ojos: Europa es a estas alturas un escenario sin personajes".

     Llegó su eco antes que el libro y por eso lo esperaba con ganas. Otra cosa es que se trate de una lectura lenta para poder disfrutarla. Hoy traigo a mi estantería virtual, M.

     Conocemos a Mussolini entre 1919 y 1925.

     Escribir un libro que supera las novecientas páginas sobre Mussolini y que la gente lo lea, suena complicado. Si el libro es, además, la primera parte de una trilogía sobre este hombre, casi parece un suicidio. Pero eso es justamente lo que ha hecho Antonio Scurati y se ha situado en los puestos más altos de las ventas, amén del premio Strega 2019, demostrando que, en la literatura al menos, nunca se sabe. Uno de los secretos posiblemente sea que estamos ante una novela. En el mucho de las etiquetas Scurati ha escrito un libro que relata la vida de esta conocida figura apoyándose en una amplísima documentación que deja patente en el libro y... es una novela. No se habla de biografía, ensayo, biografía novelada, ficción histórica... Es, nada más y nada menos, que una novela (histórica, por supuesto). Y ese es precisamente, uno de sus mayores logros. Scurati escribe en tercera persona una historia en la que el duce es la figura central pero que nos presenta a muchísimos personajes interesantes. Y, sobre todo, nos presenta la situación que se vive en Italia, un país que sale de la guerra con el desencanto y desgaste que eso supone, y un ambiente político tan despistado que la misma persona que en 1919 fue derrotada de una forma tan rotunda como para pensar en dejar la política por las artes escénicas, terminase en el poder. Eso es M.

     La novela, escrita en un presente ya pasado, busca que sea el lector quien valore cada acontecimiento, cada discurso y cada reflexión. Eso significa que para disfrutar de la lectura, hay que dejarse engañar por un presente/pasado y caer en las tentaciones que Scurati nos propone para que nos preguntemos si se puede cambiar o parar lo que en realidad ya sabemos como inevitable. Solo de ese modo funciona el libro como novela, creando tensiones más allá de los típicos paralelismos con la actualidad y las ideas y situación política que, sinceramente, me interesaban entre poco y nada durante la lectura. Yo lo que quería era conocer al personaje, descubrir al tipo calculador, pero también al frívolo y al mujeriego. Entrar en la ficción de los pensamientos a puerta cerrada que me dejaran ver la historia de otro modo o, al menos, completarla. Y es que supongo que en Italia se conozca mucho más de esta figura, pero yo he leído la novela y me he dado cuenta al hacerlo de que no sabía apenas nada. Ni conocía a Dumini o a Bombacci, primero amigo y luego enemigo, y tampoco a Matteotti, opositor perenne que no se dejaba intimidar y que lo pagó, como podéis imaginar, con su vida, y que se convierte en uno de los personajes más interesantes de la novela.

     Sería fácil caer ahora en enumerar los hechos que el autor desgrana, de hecho el propio libro sigue una estructura de crónica en la que abre los capítulos con fecha, lugar y personaje más relevante, pero eso sería estropear una lectura que merece la pena. Si que puedo decir que el autor se apoya en lugares y momentos muchas veces más que conocidos y vistos en películas y documentales, pero eso en lugar de dar regusto a poco original, lo que hacen es ayudar al lector a no perder de vista algo importante: todo lo allí relatado (o casi todo ya que hay personajes y hechos ficticios), sucedió. Y  Scurati que parece no estar allí para juzgarlo evita posicionarse de forma directa, dejar que el lector haga la condena pensando que es independiente a la lectura, que ha sido libre su elección, algo que en este tipo de libros parece casi imposible. De hecho, yo creo que es imposible, la diferencia está en la sutilidad con la que haya quedado patente la opinión de quien escribe. Y evitar tener la sensación de estar ante un libro dirigido, es una gran manera de ganar las simpatías del lector. Con todo, tranquilos, nadie sale de la lectura convertido en un mitómano. Es imposible.

     M es una novela a la que hay que enfrentarse con calma y conociendo su ligereza. Está en ese difícil punto de equilibrio en el que puede encantaros o decepcionaros profundamente, busca el punto justo entre el documental y el cine de entretenimiento. Labor de cada lector es juzgar si lo consigue.

     He comentado que la novela supera las novecientas páginas y yo me pregunto, ¿os importa la extensión de una novela?

     Gracias.


   

miércoles, 19 de febrero de 2020

El abuelo. Benito Pérez Galdós


     "El Conde. No, no. Gracias. Por esta otra calleja bajamos a La Pardina. (Deteniéndose y mirando al pueblo, que en aquel punto se ve totalmente rodeado de arboledas y verdes lomas.) Sí, sí…, te conozco, Jerusa; distingo un montón de tejados rojos y de ventanales blancos…; más allá, manchas de verde lozano. Eres Jerusa, te siento bajo mis pies, te huelo al pisarte… Tu ingratitud me da en el olfato. Hiciste escarnio del que fue tu señor, aplicándole un mote burlesco… Pues ahora, «el león flaco de Albrit», que nada te pide, que para nada te necesita, te manifiesta su desprecio con toda la efusión de su alma, no queriendo de ti ni un pedazo de tierra para sepultar sus pobres huesos".      

     Hay libros que son conocidos por sus adaptaciones casi más que por sus letras. Hoy traigo a mi estantería virtual, El abuelo.

     Conocemos al conde de Albrit, un viejo aristócrata que se fue a las Américas y regresa, lejos de lo que muchos pensáis, arruinado, casi ciego y con bastante mal humor. Así llega a Jerusa, el pueblo en el que estaba su casa que fue subastada y adquirida por quienes fueron sus sirvientes pero que él sigue considerando suya. Y estos sirvientes son quienes están a cargo de sus nietas Nell y Dolly, ya que su madre, la Condesa, les paga por cuidarlas.

     Si ya me resulta curioso que celebremos el centenario de una muerte, más aún que la gente lo aproveche para lanzar piedras a uno y otro lado sobre si hay o no que leer al finado. y es que llevo unos días viendo como unos tildan de aburrido lo escrito por Galdós y otros llaman modernos de salón, aunque sin decirlo con todas las letras, a quienes critican la obra del conocido escritor. Personalmente creo que hay nombres a los que cualquier excusa es buena para acercarse y, en este caso y puesto que los Episodios Nacionales son más que reconocidos, es interesante optar por descubrir propuestas que se salgan un poco de lo común. Por eso he elegido El abuelo. Porque ahora que todo el mundo quiere innovar, ahora que le ponemos etiquetas de moderno o posmoderno y cualquier día de supermoderno, se nos olvida un poco mirar hacia lo ya escrito.

     El abuelo es una novela dialogada en la que el autor va a recrear una trama en un diálogo casi constante en el que los hablantes, cual obra de teatro, van designados al principio de cada guión y en la que apenas hay texto narrativo y mucho menos si vamos más allá de las descripciones. Es fácil dicho esto pensar en una obra de teatro, pero el propio autor subtitulo a El abuelo como Una novela en cinco jornadas y, por si esto fuera poco, se encargó personalmente de adaptar la novela al teatro para que pudiera ser representada. Hay que decir que a través de los diálogos no solo percibimos las opiniones y las acciones, también los cambios sociales y morales de la época y se nos deja entrever aquello que no se dice, y no solo lo expresado.

     Comentaba antes una escueta sinopsis en la que quedaba clara la importancia de la relación entre el viejo conde y las nietas más que por lo expresado, por el título del libro. Diré ahora que la madre de las niñas se ha quedado todo en esta novela pese a no aparecer personalmente demasiado. Es una mujer que lleva su vida, que ahora es viuda y posee la herencia del hijo del conde incluido el dinero y el título. Y sus hijas, cuidadas por los antiguos sirvientes y ahora propietarios, son 50% nietas del conde, es decir, solo una es nieta sanguínea, y descubrir quién es la bastarda se convierte en misión del viejo cascarrabias. Es evidente que uno empieza a leer esta novela y, ya en las primeras páginas se huele el final típico de el cariño no va en la sangre y bla bla bla, pero eso no quita o quizás precisamente por eso, el libro aporta mucho más que la búsqueda de este abuelo que, si bien se antoja en la obra incluso entrañable, todos sabemos que en la vida real se nos haría difícil de soportar.
     Entramos entonces en esta suerte de microsociedad en la que los antiguos sirvientes sienten una lealtad de la que no terminan de despegarse, en la que todos saben las tiranteces de los demás y en la que el maestro... bueno, Don Pío se alza como el otro gran protagonista de la historia con momentos memorables.

     El abuelo me ha gustado y mucho: descubrir en 5 días el cambio absoluto de su protagonista y vivirlo con él ha sido un auténtico placer que ha despertado en mi las ganas de volver a ver la famosa adaptación cinematográfica. Pero, incluso si ya la habéis visto, os recomiendo acercaros a esta novela. Sea o no centenario de nada que, a fin de cuentas, los lectores medimos los tiempos en títulos: el tiempo que tardamos en comprarlo, en leerlo, el que lo tenemos esperando o, el peor de todos, el que nos tiene esperando un título a nosotros hasta que es publicado, ¡o incluso escrito!

     Y vosotros, ¿qué libro tenéis entre manos?

     Gracias.

lunes, 17 de febrero de 2020

Breve crónica del Breve

Raquel Taranilla. Fotografía de Abel García Roure
   
     Todos sabemos que febrero se caracteriza porque un lunes se otorga el Premio Biblioteca Breve, este año en su edición número 62. Por eso muchos somos los que acudimos al evento, este año el día 10 de febrero para ver quién se lleva el llamado Planeta Literario. Allí reunidos nos dijeron que este año se había llegado casi a los 1000 manuscritos y que la Novela Negra había sido el género más  habitual.
     Este año un jurado formado por Lola Larumbe, Fernando León de Aranoa, Clara Usón, Pere Gimferrer y Elena Ramírez, habían otorgado por unanimidad el galardón, y os 30.000 euros que lo acompañan, a Raquel Taranilla, por su novela "Noche y océano".
   
     El jurado explica las virtudes de la novela que la hicieron merecedora del premio destacando su originalidad, la poderosa voz de la narradora, la experimentación conceptual y la creación tanto literaria como cultural, así como el desencanto y la excentricidad de la narración. El juego de verdades o mentiras, la exageración casi paródica, la ironía y nombres de escritores como Joyce o Foster Wallace salieron durante las palabras del jurado ante una escritora que parecía casi asustada ante tanta atención.
"Noche y océano" parte, nos dicen, del robo del cráneo del mítico director de cine Murneau y, ante la lectura de la noticia, la protagonista y narradora de la novela, una profesora universitaria llamada Bea, está segura de conocer al culpable. Bea señala a Quirós, otro cineasta.

     Con todos estos datos era el turno de conocer a la ganadora, Raquel Taranilla, un misterio hasta ese momento para todos. Raquel nos dijo que se presentó al premio "hastiada" y que fue una sorpresa para ella el habérselo llevado. También nos habló de las cosas que comparte con la protagonista de su novela, ya que ambas son profesoras universitarias, y lectoras obedientes que, pese a tener una nutrida maleta de lecturas, apenas la han elegido salvo por ser lo que tocaba, y seguramente tampoco la hayan aprovechado. Habló de la precariedad que hay en nuestro país para quienes siguen la carrera académica. Una precariedad que ella misma ha vivido y que refleja en Bea. Una precariedad que le lleva a pensar en si es adecuado decir a sus alumnos que es una gran opción cuando ella sabe que es "una mierda" y que tiene a muchos compañeros completando su trabajo con el de camareros para así completar un sueldo que no les permite formar una familia en condiciones normales. Taranilla habla de sus lecturas, no tiene problema en decir que no ve su novela como una película, algo que parece ser de un tiempo a esta parte la meta de todo escritor, y desgrana poco a poco su visión de un mundo que, por exceso de información ha provocado que vivamos entre ruido más que mejor informados.
"Noche y océano", dice, toma su título de una obra de Benety le gusta porque su unión refleja el punto más oscuro. Y también le gusta la portada elegida, instando a la prensa a leer la novela para que comprendan por qué, aunque apunta que es perfecta para la voz casi desquiciada de su protagonista. Habla entonces de uno de los escritores estrella de Seix Barral y afirma que su novela es una respuesta a "Aires de Dylan" de Vila-Matas, que le sentó "como una patada en la cara" porque el reflejo de su generación que daba era injusto además de equivocado. Así que frente a la pareja de la novela de Vila-Matas, ella propone a Bea y Quirós y lo hace en un intento de obligar al escritor a mirar de otro modo y ver la lectura que Taranilla hizo de su famosa novela, y así recapacitar. Por supuesto, explicó, eso no significa que no le guste Vila-Matas, al contrario, disfruta de sus libros. Pero exactamente igual que su anterior libro nació de su propia experiencia en un hospital, este lo hace de la molestia y el malestar que le provoca ese título en particular.

     Los allí presentes descubrimos a Raquel Taranilla y vimos a una chica tímida, que yo me preguntaba cómo podía enfrentarse a dar clases con esa voz tenue, y la vimos crecer en cuestión de minutos hasta captar el interés de todos los presentes con una voz firme que no le temblaba al hablar de aquello que le parecía importante señalar y que nos dejó, diría que a todos, con las ganas de leer su libro. Pero para eso tendremos que esperar al 10 de marzo.

     Gracias.

viernes, 7 de febrero de 2020

El espantapájaros. Nathaniel Hawthorne


     "-¡Dickon! -gritó la Madre Rigby-. ¡Un tizón para mi pipa!
     La pipa estaba en la boca de la anciana cuando pronunció estas palabras. La había insertado allí después de cargarla d sin agacharse para encenderla en la lumbre de la chimenea, donde en verdad no había señales de que hubieran atizado el fuego esa mañana. Sin embargo, apenas hubo dado la orden, la cazoleta de la pipa emitió un intenso fulgor rojo y una bocanada de humo brotó de los labios de la Madre Rigby. Jamás he logrado descubrir de dónde salió el tizón y cómo llegó hasta allí transportado por una mano invisible".

     Hawthorne es, vaya por delante, uno de mis escritores favoritos. Y el libro que hoy traigo a mi estantería virtual, fue descubierto en una esquina del estante más escondido de una librería. Se trata de El espantapájaros.

     Madre Rigby es una bruja de Nueva Inglaterra y, como buena bruja, fuma en pipa. La historia comienza una mañana en la que la bruja decide crear un espantapájaros para que cumpla su función en su campo de maíz asustando a los pájaros que ya han descubierto esa zona. Sin embargo, el producto de su creación le agrada tanto, que decide dotarlo de vida. A fin de cuentas, hay muchos hombres en el mundo que están tan huecos como el propio espantapájaros. Y le pone de nombre, Feathertop.

     Es curioso lo que pasa con los lectores y es que las lecturas que vamos acumulando, forman parte de nosotros hasta el punto de marcas las próximas. En mi caso, y pese a que el espantapájaros que hoy conocía posee piernas y su cabeza es una calabaza, durante todo el cuentito llevó el rostro de este otro perteneciente a la fábula "El castillo ambulante". Supongo que la pipa, la casaca y la bruja fumadora fueron cosas determinantes a la hora de hacer la asociación. Pero vayamos con el cuento que, al igual que todos los buenos cuentos, tiene incluso su propia moraleja. Escrito en 1852 y publicado en dos partes antes de ser recogido de forma íntegra, Hawthorne combina en su cuento el más puro divertimento y la crítica más feroz. Con un narrador que dice recordar un cuento relatado por su abuela, escucharemos los curiosos regalos que la bruja le hace al esperpéntico protagonista sabiendo que, ni siquiera la vida, es un presente que no contenga una doblez. Solo vivirá si fuma, y de bronce su cara es dura, sus educadas maneras dan risa y su contenido hueco le harán pasar por el mejor. En cuento a las riquezas que se le otorgan son ridículas para el lector, pero declamadas con tanta solemnidad, que la crítica que las acompaña a medida que la población toma al protagonista por un lord, que es imposible nos pase desapercibida. En cuento a la misión, porque todo protagonista de cuento ha de ser un poco Caperucita y tener tanto inocencia como misión, no es otra que deslumbrar a un poderoso e incluso a su protegidísima hija. Ahí ya entra en juego y no sale hasta el final del cuento el tema de las apariencias, las mentiras y las fachadas de cada uno y sobre lo que realmente parece importar en esta sociedad. De hecho el libro tiene un potsfacio en el que Cárdenas da buena cuenta del tema diseccionando esta parte y mostrando cómo hasta un cuentito con buena puntería, puede dar pie a una discusión de lo más interesante.

     Personalmente diré que la vigencia de este cuento es absoluta y que, por desgracia, eso no me ha cogido de sorpresa. En cuanto a la discusión, estoy segura de que es la forma más acertada de enfrentarnos al cuento, pero también, lo reconozco, le quita parte de la diversión. Y es que el conjunto es eso que ahora dicen delicioso como si el cuento fuera una tarta, y que antes se decía recomendable para cualquier lector. Siempre y cuando, claro está, no olvidemos que su extensión es mínima, que es realmente corto incluso para un relato y que si queremos leer algo más consistente, "La casa de los siete tejados" es un magnífico ejemplo de hasta dónde es capaz de llegar el autor.

     Ha evitado de manera consciente hablar de "La letra escarlata" hasta este momento. Y es que, si bien es una gran novela en la que aparece la "marca de la casa" en forma de crítica a la sociedad, sobre todo a esa más conservadora que mira las apariencias, considero que es un título marcado por su adaptación cinematográfica que no supo captar, porque era imposible, el tono del escritor.

     El espantapájaros es un cuentito que encantará a quienes ya conozcan a Hawthorne y que puede servir de aperitivo para quienes aún no lo hayan leído. Acérquense sin miedo al escritor.

     Me gustan los cuentos, cada vez más. Y me gustan los cuentistas. Y vosotros, ¿sois lectores de relatos?

     Gracias.

miércoles, 5 de febrero de 2020

Canta sucio niñato. Kevin Maher


     "Cuando Jack murió yo era muy pequeño, más todavía que ahora, y dije, en un ataque de rabia, que no permitiría que volviera a pasa. Jack era nuestro gato. Un birmano pardo oscuro con unos dientecillos afilados, unas garras que arañaban y se enganchaban en todo, y que, cuando deambulaba por la casa tambaleándose sobre sus patas inseguras, respiraba resollando con estertores que le estremecían de arriba abajo como un extraño coro cantarín. También fue la primera y última vez que intentamos, como familia, tener una mascota".

     Hay tantas etiquetas literarias que solo le encuentro sentido a aquellas que sigo casi con devoción. Hoy traigo a mi estantería virtual, Canta sucio niñato.

     Quien nos cuenta su historia es Jim, un niño de 13 años con cinco hermanas mayores, que nace y vive en Dublín. Nos cuenta su historia que no es otra que la de un casi adolescente en pleno proceso para llegar a la edad adulta. Tiene su amigo bueno y al malo, su prisa por crecer y las bicis, las chicas y también tiene un terrible momento en el que la vida cambia.

     Quizás suene pretenciosa la sentencia con la que comienzo hoy la entrada, pero es algo que llevo observando tiempo. Las etiquetas literarias proliferan hasta casi lo absurdo, y eso teniendo en cuenta que muchas mueren durante su concepción como esa "literatura híbrida" que se nombraba no hace tanto en un suplemento cultural. Otras sin embargo llegan para quedarse y lo hacen normalmente en otros idiomas como es el caso del domestic noir que, si uno lo piensa y lo traduce de forma literal como doméstico (inglés) negro (francés) ve claramente que novela negra de andar por casa le da mucho menos glamour que el término bilingüe que hemos adoptado. La novela de hoy es un Bildungsroman (novela de crecimiento) otro término que queda bien para hablar de aquellos libros en los que sus protagonistas están en plena transición a la vida adulta. Y, personalmente, me gustan (creo que por eso aprendí tan rápido el término).

     En este caso estamos ante una primera novela en la que el protagonista toma una voz que busca la frescura y el descaro, incluso el humor. Y digo busca porque esa frescura se va perdiendo por el camino hasta dar un un final que no ha terminado de convencerme. Pero, como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes.

     La novela mezcla elementos clásicos de la literatura irlandesa como la religiosidad o la política con otros contemporáneos en los que vemos Dublín como una ciudad moderna que parece ser evitada por una literatura que se empeña en no dejarla avanzar. En este entorno y con una situación temporal en los ochenta que permite a muchos lectores empatizar con el protagonista mediante los elementos comunes que ya se miran con cierta añoranza, el autor nos presenta a Jim. O, mejor dicho, deja que se presente a sí mismo. Un niño de familia media, hermanas mayores, conversaciones familiares sobre los vecinos y trastadas y bravatadas que poco tienen de sorprendente pero que acomodan al lector para seguir la novela. Incluso nos permite momentos de humor cliché cuando sitúa el orgullo irlandés en el número de "bh" o "dh" que contiene un nombre. Y cuando ya nos ha situado y llega la religión, el autor decide dar un giro a la novela y el padre O'Culigeen quiere a Jim de monaguillo. Sé lo que estáis pensando, "ya estamos ante otra novela sobre un cura que abusa de un niño". Y es cierto que este también parece ser otro género propio, por eso Maher lleva a cabo en este punto el mayor acierto de la novela. Maher no habla de la iglesia en sí, Maher dibuja al padre O'Culigeen. Eso hace que el secreto de Jim tome fuerza y también el del hombre que lo daña excusándose en la perversión más absoluta de la palabra "querer", pero lo destroza. O'Culigeen es el cura, se le admira, tiene incluso poder. Y Maher lo convierte de forma individual en un monstruo y también en un gran personaje (recordemos que no han de ser buenos) al mover la voz de Jim y hacer al mismo tiempo que avance con su vida mientras nosotros nos sentimos asqueados por ese hombre cada vez que es nombrado.
Jim crece, ahora es de él de quien se habla, se enamora, está en la edad, y lo hace como tantos otros adolescentes, de una chica mayor, Saibhdh (recordar lo del orgullo y las letras ahora). Es en este punto en el que la novela comienza a desdibujarse perdiéndose el interés que había creado en mi. De hecho, si os soy sincera, jamás pensé que la chica fuera a mirar a Jim y, cuando vi que lo hacía, creí que el autor no había dado fuerza a la chica para no tener que justificar la gratificación que le estaba dando por los males padecidos. Pero no es el caso. La relación avanza y con ella la novela, aunque llegados a este punto no seguiré hablando del argumento, y lo hace, para mi, con escaso interés pese a que Maher impulsa la historia utilizando el entusiasmo de su narrador en Londres. Un narrador al que lleva a un final que... no. Y no digo más. Aunque me acabo de dar cuenta de que no he hablado del uso del lenguaje, uno de los puntos fuertes de la novela.

     Canta sucio niñato es una novela con un buen despegue pero que, a medida que avanzaba, iba perdiendo interés. No tengo claro si voy a repetir con el autor.

     Y vosotros, ¿qué opináis de las etiquetas?

     Gracias.

lunes, 3 de febrero de 2020

La maldición de Hill House. Shirley Jackson


     "En la larga historia de los fantasmas, no ha habido ninguno que dañara físicamente a nadie. El daño se lo hacen las víctimas a sí mismas".

     Por muchas adaptaciones que tenga una novela, ninguna es como el libro. Además hay veces en las que cada una de las adaptaciones difiere en tanto con el resto, que uno no puede hacer otra cosa que buscar las palabras originales para decidir qué visión es la más adecuada. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, La maldición de Hill House.

     Conocemos a John Montague, un apasionado de lo paranormal que busca un lugar en el que realizar un experimento. Encuentra el lugar perfecto en Hill House, y allí invita a tres voluntarios a pasar unos días en la casa embrujada de la zona. Eleanor, una mujer triste y desdichada que ha pasado años al cuidado de su madre, Theodora, alegre y con una conexión telepática superior a la media y Luke, futuro heredero de la mansión colocado allí por la dueña de la casa y con poco interés en casi nada que no sea él mismo. Juntos pasarán unos días en los que esperan vivir experiencias paranormales que les saquen de sus rutinas bajo la atenta supervisión de Montague.

     Cuando uno se enfrenta a un libro de terror tiene que tener muy claro a qué tipo de terror se va a dirigir: no es lo mismo el terror directo basado en los sustos que aquel otro que busca lo psicológico. A primera vista esto parece algo muy obvio pero, a medida que uno se decanta por uno u otro, termina descubriendo que estos límites abren la puerta a muchos otros tipos de novelas de terror que pueden o no resultarle atractivas. En el caso de La maldición de Hill House, por ejemplo, la autora habla de una casa encantada y parece que todos esperamos fantasmas acechando listos para aterrorizar a las visitas (un poco como en la película protagonizada por Catherine Z Jones), pero Jackson lo que propone es algo muy diferente. La presencia de la casa es más que evidente y también su amenaza sobre los visitantes, a los que está claro que no quiere allí y de entre los que amenaza con cobrarse a su nueva víctima, pero el terror, el verdadero terror sobre el que Jackson está escribiendo, es el de la mente de los moradores de la casa. El cerebro y las reacciones y pensamientos de cada uno, provocados por sus temores y vivencias, es el punto fuerte de una novela que juega con el lector hasta sus últimas páginas dejando que sea él quien decida el verdadero final de la historia.

     La casa, esa gran protagonista en la que ni el ama de llaves permanece pasado el atardecer, es un perfecto laberinto mundano a veces confortable, otras amenazante, pero siempre al acecho. Y los invitados a pasar allí en verano, forman tres tipos habituales de personas que nos podemos encontrar. Es cierto que Jackson no las dibuja demasiado y que el lector puede quedarse con las ganas de profundizar en la relación entre Eleanor y su madre (sobre todo porque la literatura de terror nos ha enseñado que suele haber miga en estas relaciones) y también lo es que hay un juego quizás demasiado rápido entre las chicas y luego entre Eleanor y Lucas, pero lo salva dejándolo en algo meramente superficial en la lectura. Pero lo importante aquí es el interior y si bien es cierto que en la casa como en la vida es fácil elegir la puerta equivocada, también lo es que uno llega a estas lectura esperando más que un par de escenas de efecto como la que sucede en la habitación azul. Sin embargo, lo que puede provocar más miedo en esta lectura, es el reconocimiento del lector en alguno de los miedos representados por los personajes: todos ellos aislados y llenos de sus propios fantasmas. Y, de entre ellos, Eleanor se alza como la gran protagonista señalada casi desde un comienzo y cuyo papel es, posiblemente, el más difícil de representar. Ella es quien, tema o no a la casa, parece tener más miedo a la vida que a lo que suceda allí dentro, como si la libertad adquirida al morir su madre fuera además la peor de sus pesadillas. Ella ha sido siempre un segundo plano y ahora que se ha quedado sin nadie detrás del que esconderse, todas las miradas convergen en ella. Incluida la de la casa.
     Así es como genera Jackson esa atmósfera terrorífica: desde el interior. Y nos la presenta en la historia de la casa tanto como en las personas que llegan o en aquellas que se han adaptado a trabajar allí durante años. Y por eso la novela funciona, aunque tal vez no sea lo esperado por algunos lectores de género.

     La maldición de Hill House es una magnífica novela de terror psicológico que obliga al lector a redefinir su concepto sobre "lo que da miedo".

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     PD: Hill House ha visto adaptaciones para todos los gustos. The Haunting en forma de película llevada al cine tiene una versión de 1963 que es posiblemente la que se mantiene más fiel a la novela. Mucho más desde luego que la realizada en 1996 bajo el mismo título y muchísimo más que la aclamada serie de Netflix.

 
     Por otro lado, os presento la Mansión Winchester, fuente de inspiración de la casa de la novela, una mansión laberíntica que tardó en construirse casi cuatro décadas debido a su intrincado interior cuyo objetivo era hacer que los espíritus de los fallecidos por causa de las armas que llevaban su mismo nombre, se perdieran en ella incapaces de encontrar el camino para atormentar a la familia creadora de dichas armas de fuego. Las peculiaridades de la mujer que la mandó construir forjaron la leyenda de la que sigue siendo considerada una casa encantada hoy en día. No diréis que no os cuento cosas.