domingo, 22 de diciembre de 2019

Año lector


     Imagina un muro. Ahora imagina que ves como asoman por la parte superior de ese muro dos orejas de burro y ahora oyes un rebuzno. ¿Te atreverías a afirmar que detrás del muro hay un burro? Pues lo mismo pasa con los libros malos. Si un libro parece malo, su sinopsis parece mala y lo empiezas y te parece malo... lo más probable es que sea un libro más malo que un trabuco.
Lección lectora nº327.

     Este año creo que he publicado menos reseñas que nunca desde que abrí el blog. No me ha pasado nada, simplemente me cansaba de poner que un libro no era bueno y el siguiente era igual o peor. Y es que, definitivamente, este no ha sido un gran año para la literatura. Resulta irónico hacer una afirmación así en el año en que se han otorgado no uno, sino dos Premios Nobel, pero, por más que he rebuscado entre mis estantes, no he encontrado motivos suficientes como para desdecirme de esta afirmación.

     En 2019 hemos descubierto que un premio entregado en marzo se comienza a leer en noviembre o, al menos, la gente no se había quedado perpleja hasta ese momento. Vimos como Netflix recordó a una escritora las ganísimas que tenía de reflotar una novela en una segunda parte que no estuvo a la altura, pero en este caso nadie lo esperaba y no pasó nada. También ha sido el año en el que hemos reivindicado la literatura feminista y, si bien es algo que hace falta, eso también ha dado espacio a muchos títulos que no estaban a la altura que deberían para hacerse hueco, lo cual no beneficia en absoluto a la reivindicación original. Hemos criticado sin piedad un premio porque nos han dicho que pertenece a un contrato, y lo hacíamos sabiendo que este es de los premios que se hubieran criticado de igual modo. Y de paso olvidamos a aquella tuitpoeta que tras ser premiada recibió la ira en las mismas redes que la habían encumbrado. Este año hemos seguido empeñados en convertir la novela negra en una suerte de capítulos de CSI que discurren con más o menos éxito dejando al lector contento por vislumbrar al malo sin pedirle demasiado esfuerzo. Con lo que a mi me gustaba la novela negra... Y ha sido, por supuesto, un año de Auschwitz (incluso lo sabemos escribir) y Dachau demostrando que, si a la Primer Guerra Mundial se la conoce como la Gran Guerra, la Segunda podría llamarse La Literaria. Lo que sí he echado en falta es al fenómeno literario de turno que aparece de forma periódica. Ya sé que Gómez Jurado ha sacado libro y Dolores Redondo también, y Reverte... pero no me refiero a eso, hablo de los títulos que arrasan y que todos leemos y criticamos, de las 50 sombras de turno o de Perdida. Vaya, parece que ni para eso hemos dado.
La conclusión ha sido clara, este año he releído mucho y he acudido a muchos clásicos, ese refugio inagotable de quienes buscamos buena literatura. Y tampoco pasa nada, no todos los años van a ser brillantes, que los grandes nombres de la literatura universal son contados y no podemos poner allí a todos (aunque a juzgar por algunas listas que estoy viendo estas semanas parece que sí).

     Esa es otra, las listas. Mira que nos gusta hacer listas, el top tres, el top diez, el cincuenta, ¡los cien mejores libros del siglo que ya estamos en 2019! Que no digo yo que esté mal hacer listas, pero eso de colocar tantos títulos como corresponda a tener números redondos suena más a cuadrante que a disfrute. A nivel personal, y así a botepronto, diré que las mejores lecturas en este blog a lo largo de este año han sido "Goethe en Dachau", "Una Odisea", "Leopardo Negro, Lobo Rojo", "El espía que vino del frío" y "Tiempos recios", que ha gustado especialmente tras varios títulos del autor que me parecieron flojos, y es que siempre es un placer reconciliarse.

      Me paso el año desmontando listas, muchos lo sabéis, en twitter y ahora he dejado un pequeño puñado de títulos esperando que hagáis lo mismo. A fin de cuentas, las listas son para los lectores y, si algo hacemos los que pasamos por aquí, es leer.

     ¡Feliz Navidad!

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Gente normal. Sally Rooney


     "Marianne abre la puerta cuando Connell llama al timbre. Va todavía con el uniforme del instituto, pero se ha quitado el suéter, así que lleva solo la blusa y la falda, sin zapatos, solo las medias. 
      Ah, hola, dice él. 
      Pasa".

     Y si el lunes hablábamos de escritores con un éxito tremendo en su primera obra, hoy seguimos con el tema. Por eso traigo a mi estantería virtual, Gente Normal.

     Conocemos a Marianne y a Connell cuando están en el instituto. Ella viene de una familia de dinero, pero es tímida y apenas se relaciona con sus compañeros. Connell en cambio viene de una familia modesta pero goza de gran popularidad. La madre de Connell limpia en casa de Marianne, y por eso empiezan a verse fuera del instituto. Ahí empieza una relación que queda oculta a los demás y que se prolongará de forma intermitente en el tiempo, incluso cuando se dan la vuelta las tornas.

     Conversaciones entre amigos fue un éxito como novela que, además, era una primera novela. Y Rooney lejos de amedrentarse por su propio éxito ha conseguido poner a disposición de sus entusiasmados lectores este segundo título pasados apenas unos meses.

     Gente normal sigue la historia de Connell y Marianne a lo largo de cuatro años y lo hace con pequeños saltos temporales hacia delante en los que ambos irán llegando a la vida adulta. Quizás por eso, y porque comienza cuando están en el instituto, en las primeras páginas uno tiene la sensación de estar leyendo una historia dirigida al público adulto, pero con muchos ecos de la literatura juvenil de éxito. Y es que, cuando la novela empieza, Marianne es una joven de familia acomodada que no se integra en el instituto que acaba por mantener una relación con el chico popular que teme ser descubierto por sus amigos. A esto se le suma que Marianne viene de una familia con una madre que parece normalizar un determinado tipo de comportamientos abusivos que marcarán el carácter y las relaciones de su hija.  Es fácil visto así caer en la tentación de pensar que estamos ante una novela casi juvenil, con dos protagonistas quizás demasiado inteligentes que parecen condenados a romperse el corazón mientras que no dejan de encontrarse en una narración en la que la autora se cuida mucho de no asegurarnos si será o no su último encuentro. En el transcurso de la novela veremos a Marianne establecer un tipo de relaciones que ni ella misma termina de entender y que parecen querer justificarse en sus progenitores más que en las propias apetencias de la joven, acompañaremos a los protagonistas al Trinity y asistiremos al momento en el que se dan la vuelta los papeles y la popular es ella y Connell se queda en un satélite. Y todo ello lo hace con lo que es, para mi, lo mejor de la novela: un narrador en tercera persona que alterna su foco entre Marianne y Connell dando visiones que marcan las diferencias entre ellos tanto como sus inseguridades. Pero no hace solo eso, también deja muestra de que hay inseguridades que no se confiesan que serían ratificadas en caso de hacerlo, otorgando así a un tema "de instituto" una categoría superior.
     Gente normal no es para todos, y si uno no consigue hacerse con ella en las primeras sesenta páginas es fácil que termine por aborrecerla pensando que solo parece importarles el entorno o el estatus social, pero frente a ellos otros lectores verán una realidad en cada palabra vertida. Descubrirán que frente al poder, o tal vez para hacerle frente demostrando el propio, aparece el sado, que la superioridad intelectual no garantiza una madurez cuando aún se está definiendo qué tipo de persona es en la que te vas a convertir. Estamos, pues, ante un tipo de novela fresca y de concepción moderna que no deja espacio a la indiferencia y que yo, ahora sí lo admito, he terminado con la sensación de no haber sabido disfrutar de ese arrollador éxito que parece arropar a Rooney.

     Gente normal es una novela que se lee con facilidad, con unos protagonistas que a ratos me han irritado y que, en su conjunto, creo que se olvida con la misma velocidad con la que se ha leído.

     Y vosotros, ¿os dejáis llevar por las modas literarias?

     Gracias.

lunes, 16 de diciembre de 2019

Amigo imaginario. Stephen Chbosky


     "No dejes la calle. eLLos no pueden atraparte si no dejas la calle. 
     El pequeño David Olson sabía que estaba en problemas. En cuanto su madre volviera con papá, le iba a ir mal. Su única esperanza eran las almohadas bajo su cobija, que daban la impresión de que seguía acostado. Era algo que hacían en los programas de televisión. Pero en ese momento no importaba. Había salido a hurtadillas de su habitación y se había lastimado el pie al resbalarse mientras bajaba por la enredadera. Pero no fue tan grave. No como lo que se hizo su hermano mayor jugando fútbol. No era tan grave".

     Vi la cubierta y la faja del libro hizo el resto: tapó el apellido. Asumí que era Stephen King, lo confieso, y por eso hoy traigo a mi estantería virtual, Amigo imaginario.

     Christoper es un niño de 7 años con dislexia que vive con su madre. Ambos huyen de una relación, y deudas, y acaban en una pequeña ciudad llamada Mill Grove. Allí Christoper desaparece en un bosque y, cuando regresa, lo hace sin problemas de aprendizaje y con sus capacidades mejoradas en todos los sentidos, pese a alguna hemorragia y fuertes dolores de cabeza. Allí también Christoper hace amigos, formando una pandilla de niños no demasiado populares que construyen una casa del árbol que les permite ver ese otro mundo que se oculta bajo Mill Grove. Mill Grove no es en absoluto el lugar tranquilo y apartado que buscaba Kate.

     Como todo tiene dos caras yo supongo que si tu primer libro tiene un éxito arrollador has de sentir casi pánico escénico ante el segundo. Imaginad, Las ventajas de ser un marginado, ¿qué puedes escribir tras algo así? Yo me pongo en la piel de Chbosky y comprendo perfectamente lo que ha sucedido con este libro. Y es que nos ha dejado 700 páginas de una supuesta novela de terror que mezcla tantas cosas que han tenido éxito, que uno se queda frío y levemente confundido durante su lectura.
      Está claro que hay un homenaje al King de los ochenta en esa pandilla de chicos no demasiado adaptados en un pueblo pequeño y con una maldad oculta. Homenaje que ya hiciera Stranger Things en su primera temporada y que Chbosky repite aquí con escenas en las que el lector pone la cara de los jóvenes actores a sus personajes. También hay un bosque y un niño desaparecido, uno ahora y otro hace cincuenta años, y hay una parte sobrenatural un poco a lo Narnia pero en versión siniestra. Y todo empieza con una cara en una nube: una cara amable que ve el protagonista. Y todo ese terror y la mujer sibilante y los ciervos y las voces, se mezclan con la parte más mundana en la que hay quien intenta sobrevivir o se embaraza de forma milagrosa, una parte donde todo se convierte en un batiburrillo en el que la pequeña ciudad no es en absoluto lo que parece. Batiburrillo, esa es la clave de esta novela en la que aparecen elementos religioso y se habla de maldad una y otra vez como si fuera lo único posible mientras el autor nos deja párrafos de una frase buscando dar una inyección de emoción a una novela que agota en sus partes innecesarias. Christopher y su madre son los buenos y los son en todo momento, intachables, magníficos, y el niño, una vez más, agotador. Entiendo la forma en que se expresa un niño, pero llevarlo a la narración termina por resultar insufrible, sobre todo en la última parte en la que las voces ordenan mayúsculas y minúsculas como mejor les viene en gana (una maldad: menos mal que al niño le curan la dislexia).

      El resultado es una novela que se excede en páginas y necesita buena buena poda o uno llega a la parte final con tantas ganas de terminar que poco le importa la frenética carrera final que tiene lugar con madre e hijo como protagonistas y de importancia más que vital. He tenido la sensación de que el autor ha recogido pellizcos de éxito y ha jugado a armar un argumento que se sostenga con todos ellos para intentar crear un libro del agrado de todos los lectores y, para mi, lo que ha olvidado es añadir la parte correspondiente al autor de su primera obra ya que no he reconocido ni prosa ni argumento en esta segunda novela. No he hablado del hombre amable de la nube ni de lo que le pide al niño, tampoco de lo que pasa con Christopher y sus amigos que también se ven afectados, no os he contado de ciervos ni de árboles o parejas ni he dado en realidad mayores explicaciones sobre ninguno de los puntos del argumento de la obra. Supongo que así es como se manifiesta la pérdida de interés de un lector. Como decía antes, creo que hay un miedo escénico a una segunda obra cuando tu primera novela es un éxito rotundo, pero también creo que ese éxito da un acceso fácil a esa segunda novela. Tal vez demasiado.

     Amigo imaginario es una novela de la que podrían sacarse un par de buenos libros o tres, pero que no termina de funcionar en sí mismo.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.


   

lunes, 2 de diciembre de 2019

Memorias de un amigo imaginario. Matthew Dicks


     "Os voy a contar lo que sé: 
      Me llamo Budo. 
      Hace cinco años que estoy en el mundo. 
      Cinco años es mucho tiempo para alguien como yo. 
      Fue Max quien me puso ese nombre. 
      Max es el único ser humano que puede verme.
      Los padres de Max dicen que soy un «amigo imaginario». 
      Me gusta mucho la maestra de Max, la señorita Gosk. 
      No me gusta la otra maestra de Max, la señorita Patterson. 
      No soy imaginario".

     Me encanta que me regalen libro, pero no por lo obvio. Me gusta porque el libro que me regalan indica también lo que me conocen y lo que comparten conmigo. Si me regalan, por ejemplo, un libro que ha gustado mucho a quien me lo da, ese gesto ya importa mucho más que el propio libro en sí. Y lo mismo sucede si aparecen con un libro de uno de mis escritores favoritos. La realidad me dice en cambio que leer libros regalados es la mejor forma de salir de mi zona de confort, y que tampoco es entrar en la de quien me lo regaló. Valga todo esto como explicación a mi entrada de hoy, y es que, hoy traigo a mi estantería virtual, Memorias de un amigo imaginario.

     Conocemos a Max y a Budo. Mas tiene problemas de adaptación y parece empujado a cambiar por quienes buscan ayudarle. Solo Budo le comprende y le ayuda en realidad. Lo que sucede es que Budo es su amigo imaginario.

     Memorias de un amigo imaginario es uno de esos libros que se escriben con aire juvenil con la esperanza de llegar también al público adulto. El autor no duda en poner su dosis de sentimentalismo buscando que definamos su cuento como algo entrañable pese a que en algunos momentos nos hace temer lo peor de la señorita Patterson a la que, más o menos justifica a modo de redención de su terrible idea. Max tiene 8 años y es autista, eso lo tenemos claro. Y Budo es su único amigo y también la puerta de entrada de este libro a un mundo habitado por esos amigos invisibles que siempre oí que los niños tenían (pero jamás conocía nadie que me haya reconocido haber tenido uno) y que se despedían de ellos a medida que iban creciendo. Mucho antes de ser adultos. En realidad, desaparecen a medida que se aprende a tomar decisiones. Quizás por eso Budo lleva tanto tiempo con Max. Lo que si tenemos claro desde las primeras páginas, es que Budo no existirá para siempre.
Y así nos va llevando el autor de la mano por una historia tierna que busca conmover a los lectores en la que los errores se pasan por alto porque ni siquiera nos parecen importantes.

     Supongo que cuando uno entra a este tipo de libros ya sabe lo que espera de ellos. Uno va con el talante amable y el corazoncito por delante a sabiendas de que va a dar más uso a este músculo que al cerebro y con ello disfruta de la lectura en el tono y las formas adecuadas. El problema que he tenido es que incluso así, el final me ha parecido excesivo. Y es que hay un límite para todo y, aunque no de detalles porque sería una faena, hay un punto innecesario en ese final. O tal vez sea yo, que no me ha llegado a conmover.

     Memorias de un amigo imaginario es un libro con un argumento original que apela a la empatía y sentimentalismos del lector para ser disfrutados. Sabido eso, vosotros decidís.

     Y ahora decidme, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

     PD: Iba a decir eso de que para mi los experimentos se hacen con gaseosa, pero luego he recordado que, a veces, este tipo de regalos se han convertido en improvisadas y muy disfrutadas lecturas.