miércoles, 29 de marzo de 2023

Nieve. Maxence Fermine

 


     La poesía no es un trabajo.

     Como tantas otras veces llegué a esta novela por su cubierta, me llamó la atención. De un vistazo leo que trata sobre un haijin o un hombre que quiere serlo, y, como nunca había tenido en mis manos una novela con una trama semejante, me lo llevé. Hoy traigo a mi estantería virtual, Nieve.

     Conocemos a Yuko, descendiente de una familia de soldados o sacerdotes. Pero él no quiere seguir el camino familiar, Yuko quiere escribir haikus, así lo ha sentido al escuchar la naturaleza. Comienza entonces su viaje, durante el que encontrará a un maestro ciego que lo enseñará a mirar. También a la mujer más hermosa, casi irreal. Pero antes de eso, Yuko ya sabía sobre lo que quería escribir, la nieve.

     Nieve es un relato largo o una novela mínima, la primera que leo del autor, y que me ha recordado a Seda en muchos momentos. Las palabras en este caso se anteponen al argumento, a la trama, a los personajes. El autor concibe el libro como un pequeño cuento para adultos que llena de imágenes hermosas, de frases que buscan reflejar belleza y serenidad desde las primeras líneas. todo maravilla, sobrecoge, llena de plenitud... cada coma está colocada buscando la pausa justa que lleve al lector a sentir que está ante algo irreal "compraba y vendía, gusanos de seda" martilleaba en mi cabeza la frase de Baricco. El autor enfrenta al protagonista a los majestuosos Alpes japoneses en su camino hacia el maestro Soseki, ciego, un clásico, y allí en cuentra a la mujer congelada, una suerte de reina de las nieves desprovista de... bueno, eso os lo dejo descubrir, con estos detalles creo que ya son suficientes para que comprendais que la lectura se acomoda el traje de fábula para buscar al lector complacido que goza del paisaje. Sin embargo este tipo de libros corren el riesgo de ser leídos con detenimiento, el lector que goza del paisaje decide observar con atención, y ahí es donde la obra cojea, donde suena impostada, demasiado preparada en muchos momentos. Cada lugar está en el sitio preciso, las afirmaciones a veces tajantes no se sostienen, los clichés se multiplican... la novela que parece un cuento descubre que quien la lee es un adulto, y no soporta la presión. La nieve que se amontona, que se oye caer en el silencio, que se derrama sobre la tierra tras descubrir el amor, ya no es suficiente porque, como en una gran obra de teatro, no puede ser nieve real. Eso es al menos lo que me ha pasado a mi. Le sigo viendo la belleza, las palabras buscadas, los tiempos medidos (incluso literalmente), pero me cuesta encontrar en la historia el poso de lo prometido en las primeras páginas. Todo es un escenario en el que un haiku no termina de encajar.

     Nieve es una lectura breve y hermosa que a mi, personalmente, no me ha convencido porque lo he sentido teatralizado desde el principio. Pero, como siempre digo, cada libro es diferente en las manos de cada lector, así que me encantará que a vosotros os haya gustado y me lo digáis para poder ver otras caras de la misma historia.

     Decidme una cosa, ¿disfrutáis más comentando un libro con opiniones similares a la vuestra o con quien piensa diferente de la lectura?

     Gracias.

lunes, 27 de marzo de 2023

Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer. David Foster Wallace

 


     A estas alturas nadie se sorprende si digo que DFW es uno de mis escritores de cabecera. Eso no significa que haya traído toda su obra, pero sí que poco a poco y título a título irán llegando. Hoy traigo a mi estantería virtual, Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer.

     Estamos en este caso ante una recopilación de ensayos, artículos y pensamientos en general del autor. fueron publicados en sus revistas habituales, como Esquire o Harper's y tratan temas que estuvieron de moda no hace tanto y que todos seguimos conociendo hoy en día. Por esto de que el hombre es el mismo animal que ve una piedra y se tropieza, se cae, se la lleva a casa, le pone nombre y la coloca en lo alto de la escalera para verla (o no) cada día al bajar a la calle, voy a empezar aclarando que DFW se usa a sí mismo y sus propias experiencias como diana para su mordacidad. Dicho esto hay que añadir que es particularmente divertido el ensayo sobre el crucero, así como varios en los que el turismo es analizado de forma despiadada tanto de forma individual como en su modo rebaño. Explicarán qué se come y cómo tanto como el olor a salud de las zonas rurales, invariablemente asociado a los excrementos de animales como vacas, y dará datos de cada una de las cosas en las que en su día se fijara dejando que sea el lector quien decida su sinceridad. Esto es; un sector dirá que se siente como el autor fingiendo que nunca estuvo al otro lado mientras que otra parte será realmente el autor, que estuvo en un lado que critica porque "el que está libre de pecado que tire la primera piedra".

     El crucero, por si alguien se lo pregunta, era uno de esos viajes a todo trapo por el Caribe bajo la naviera Celebrity Cruise Line, del cual el autor no deja punto sin remover, pasajero sin descubrir o bingo que señalar. Es relevante decir que en este libro, como en todos los demás, el lector se va a encontrar una profusión de notas a pie de página. Esto es así porque DFW se mantiene fiel a su costumbre de utilizar las notas como una parte de la narración sin la cual no hubiera sido posible concebir ni el libro ni su lectura. Y sin embargo no es el fin último de la narración el lograr que los lectores se diviertan. Más allá de toda duda razonable, el autor realiza un ataque al hedonismo aceptado por quienes realizan cruceros y soñado por quienes miramos en webs año tras año su precio.... pero no. Y es que el ser humano se acostumbra rápido a ser complacido en cada deseo, sobre todo en los que no sabía que tenía, y no tarda en verse con el derecho a disfrutarlo y el deber de pedir más.

     Algo supuestamente divertido... es efectivamente divertido, pero hay que señalar que está fuertemente influenciado por la cultura de los noventa, lo que supone que el paso de los años y las generaciones han provocado una pérdida de enganche para los lectores que no conozcan el contexto de la obra. Con todo, muy recomendable para pasar un buen rato.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias.

miércoles, 22 de marzo de 2023

Los amantes de Coney Island. Billy O'Callaghan

 


    "Aquí sopla un aire gélido. Ya hacía un día de perros viniendo de Manhattan, pero nada que ver con esto. Aquí reina la desolación más absoluta. La hora pasada en el tren ha sido una hora a resguardo del viento, y ahora es casi mediodía y parece que no tardará en nevar".

     Llegué por la cubierta y me quedé por el título. O algo así es lo que me ha sucedido con este libro. Hoy traigo a mi estantería virtual, Los amantes de Coney Island.

     Conocemos a Michael, irlandés, y Caitlin, irlandesa/estadounidense. Son amantes desde hace 25 años, son personas casadas con otras personas y O'Callaghan nos va a dar la oportunidad de acompañarlos en un encuentro que se dilata a lo largo de unas cuantas horas. Un último encuentro.

     Lo que nos cuenta O'Callaghan es la historia de dos personas que se conocieron en el momento equivocado y que han mantenido una relación clandestina hasta llegar a la mediana edad. Ambos se casaron jóvenes, cada cual con su pareja, tanto que el amor de su vida apareció justo después, y tuvieron la certeza de que no iban a conocer a una persona igual. Ahora, a sus cuarenta y tantos años, la vida es más reposada, son amantes sin esa pasión del comienzo o tal vez de la juventud, o quizás sea que el desgaste de respirar se extiende a todas partes. También a sus cuerpos que disimulan como pueden el deterioro normal sin saber que el que ama ve en ello otras señales que hace que una nueva forma de amor aparezca. Ese que mide el tiempo que queda, que se siente en el tiempo regalado, en la zona de descuento. Caitlin tiene algo que decirle, pero él se adelanta para contar la enfermedad de su esposa y ella le comprende, siente lo sucedido, se da cuenta de que su futuro es ser una isla. Pero aún así lo comenta porque eso es lo que hacen las parejas: compartir.

     Toda la historia es triste, el tono, el fin de los días, el invierno, el frío que cala los huesos, la tormenta, la sombra de la vejez... Como ya hiciera James Salter O'Callaghan apuesta por el realismo vestido de elegancia que muestra sus puntos débiles. Y es una historia compleja, porque no es una historia del amor de dos, se trata de cuatro. El autor nos habla de los dos protagonistas, pero con veinte años de relación es imposible no hablar también de Barb y Thomas, los engañados, los que viven sin saber qué sucede realmente pero pierden hijos, cambian de empleo y aman de forma incondicional a quien creen que tienen a su lado. Solo de este modo puede uno llegar al final de la historia, de la relación, y decidir el juicio. Saber si el silencio entre Caitlin y su esposo se debe en parte a que ella tiene una vez al mes otro lugar o si tal vez sea eso precisamente lo que ha mantenido a la pareja. De algún modo, en las vidas ajenas y en las relaciones, a veces todo es gris. Y es que escribir una novela de amor sobre una base como esta puede ser complicado y uno se pregunta tras la certeza de haber asistido a ese último encuentro si en realidad ese bloqueo que les impedía elegir no era otra cosa que una sobra de egoísmo puesto que al final, cuando hubo que hacerlo, nos dejaron ser testigos de esa última vez. Y ahí, queridos lectores (parece decirnos el autor), no tuvieron ninguna duda de dónde o con quién se quedaban.

     Los amantes de Coney Island es una novela béllamente escrita que muestra el paso del tiempo en distintas capas.

     Hoy ha tocado un poco de romance, así que decidme, ¿sois lectores de romántica?

     Gracias.

lunes, 13 de marzo de 2023

El caballo ciego. Kay Boyle

 

     "La mujer y la joven empezaron a desnudarse en los arbustos próximos al agua. Se quitaron las prendas con recato, guardando las distancias y dándose la espalda para no sorprender la púdica carne de la otra".

     No sé por qué me llamó la atención esta novela desde el momento en que la vi en la mesa de la librería, pero tenía que leerlo. Hoy traigo a mi estantería virtual, El caballo ciego.

     Podríamos decir que conocemos a la madre, que no necesita nombre porque el cargo ya le viene dado. Una mujer dominante que sabe de caballos y más aún de dominar una vida familiar que le resulta claramente decepcionante. Su hija es Nan, la juventud testigo de la relación de sus padres que sueña con irse de casa en cuanto llegue a la mayoría de edad. Y Caby, el padre; bebedor, artista fracasado y una decepción constante para su esposa, no tanto así para su hija. Y entonces Caby compra el caballo, Brigand, del que Nan se enamora.

     Pocas veces se han descrito triángulos tan complicados como los familiares. A fin de cuentas un triángulo amoroso está formado por tres adultos que deciden qué hacer al respecto mientras que los lazos de la sangre, indelebles cuando implican a un hijo, son mucho más difíciles de ignorarse. Boyle nos presenta a una familia a finales del siglo XIX en la que el carácter dominante de la madre marca la relación superficial entre todos ellos. Madre sabe, madre ve, madre castiga... madre se decepciona. Incluso la vitalidad de su hija está marcada por ella. No digamos la del marido que es siempre señalado, marcado a fuego con un fracaso que se deja ver en cada mirada de su esposa. Y entonces llega el caballo de caza, el regalo para Nan, al que adiestran, la joven lo adora... y el caballo, de repente, se queda ciego. Uno podría pensar que esta tragedia es la que mide el libro pero Boyle lo convierte en la oportunidad que espera madre para señalar un nuevo fracaso de su marido: un caballo ciego, por favor, ¿para qué sirve? Y no es solo ella, el veterinario habla de piedad. El triángulo se tambalea y la novela, corta, casi un relato largo, se despliega dividiéndose entre un pare que busca enmendar ese error, una madre empeñada en erradicarlo y una hija que, contra todo pronóstico, decide que necesita a ese caballo, que lo quiere vivo, es vital. El narrador lo sabe, lo sabe todo, lo cuenta los escucha, les deja hablar ante un lector que es testigo de la tensión creciente en esa familia. A  punto de un colapso constante, de un choque salvaje que contrasta con la escritura delicada de la autora, capaz de hacer que veamos cada una de las escenas. Que sintamos la placidez de las aguas superficiales mientras se prepara el mar de fondo para la tormenta. Deja que el lector sienta el miedo sin llegar a paladearlo mientras lee fragmentos sobre valentía o nuevos comienzos. Mientras pide que se revise la condena,

     El caballo ciego es una novela magistral por el tono, el enfoque y las herramientas utilizadas para mostrar la peor de las batallas: una lucha de poder dentro de una pequeña familia.

     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?

     Gracias