"El viento frío hacía volar la hojarasca y Hideji Kuboyama se levantó instintivamente el cuello del abrigo. El templo Higashi Hongan-ji, uno de los símbolos de Kioto, se erguía a su espalda.
«El famoso viento Hiei-oroshi», pensó frunciendo el ceño mientras esperaba a que el semáforo se pusiera en verde".
Los libros orientales están de moda. Ya sea la autoría, la ambientación, el caso es que es una moda que lleva varios años sobre las mesas de las librerías. Y así, por una moda, es como me regalaron el libro que hoy traigo a mi estantería virtual. Se trata de Los misterios de la taberna Kamogawa.
Conocemos a Komogawa y a su padre Nagare. Ambos tienen una taberna escondida que siempre tiene clientela y es que, más allá de servir comida, su labor es la de detectives gastronómicos. Con los datos que los clientes les pueden dar, investigan hasta dar con el plato adecuado que perdieron en la memoria pero cuyo sabor anhelan.
Estamos ante una novela corta y de corte amable protagonizada por una joven y su padre, ex detective clásico, en la que el principal aliciente es la originalidad, la musicalidad y la ambientación marcada por recuerdos, imágenes y sabores. No vamos a encontrar hechos delictivos, no es un cozy crime en el que una muerte nos asombra a la mesa de la taberna, no. Sin historias pequeñas que no buscan sorprender al lector pero si envolverlo de un halo casi mágico para proporcionar un ambiente confortable que deje un buen sabor de boca.
Cada capítulo es un caso, una excusa para adentrarnos en la relación padre e hija, en la vida del cliente y buscar su recuerdo mientras la receta de "la eterna magdalena de Proust" se busca y recrea. Y por qué digo eterna, pues porque es la dinámica de la narración que se repite a lo largo de la novela pero que no llega a aburrir gracias a una extensión medida que consta de las páginas justas como para conservar las sensaciones positivas sin que se vean empañadas por la desidia de la repetición, puesto que con algo menos de 200 páginas puede dar clientes diferentes sin caer tampoco en excentricidades.
No diré que Los misterios de la taberna Kamogawa sea un novelón, pero sí que es un libro de agradable lectura y poso. Una opción ligera para el verano que deja una buena sensación en el cuerpo.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.