"El asiento con ventana de Sylvanshine estaba en la 8-algo, una hilera de emergencia, al lado de una señora mayor que tenía una barbilla parecida a un escroto y que pese a sus intensos forcejeos no podía abrir sus frutos secos. La ecuación crucial en contabilidad Activo = Pasivo + Patrimonio se puede disolver y reformular de todas las maneras posibles, desde Patrimonio = Activo – Pasivo hasta otras muchas. El aparato cabalgaba las corrientes ascendentes y descendentes como si fuera un bote en medio de una galerna."
El 12 de septiembre de 2.008, Wallace fingió encontrarse mal y dejó que su mujer acudiera sola a una presentación artística. Mientras tanto colocó una silla junto a una de las vigas del porche de su casa en California, clavó un cinturón en la parte superior, redactó una nota y se suicidó. Así es como este autor de renombre se convirtió además en leyenda. Encumbrado por obras como La broma infinita, observador y crítico de la sociedad capitalista de este siglo, decidió que se había cansado de vivir en el mundo que le había tocado en suerte. Y, como suele pasar en estos casos, nos llega una novela póstuma e inacabada que a mi me ha cautivado por su portada. Hoy traigo a mi estantería virtual, con esta macabra introducción, El rey pálido.
La novela cuenta como Wallace llega a una Agencia Tributaria en Illinois, a trabajar, y se ve inmerso en una rutina que se le antoja repetitiva. Tanto es así que los trabajadores reciben una suerte de entrenamiento para sobrevivir a este aburrimiento y de esta forma vemos las distintas personalidades que integran el departamento de Hacienda. No sólo eso sino que hay una pugna por cambiar la poca humanidad que le queda a este organismo.
En este caso fue el propio autor quien dejó apilado y ordenado un borrador de unas 200 páginas y un sin fín de notas sobre la trama y los personajes. Wallace, muestra el aburrimiento como medida casi revolucionaria, planteando incluso como el propio sistema se aprovecha de lo farrangoso del papeleo para sacar aún más beneficio de la población. Pero no es un libro que trate de números. Es un libro en el que los protagonistas, en su hartura, acaban por preguntarse qué están haciendo realmente con sus vidas y así exploramos todos los estados de ánimo. Nos lleva por la tristeza de la pérdida de un ser querido, a la soledad ante la comprensión de que la vida no te va a dar nada y que nadie se va a preocupar de uno salvo la propia madre, y eso lo hace mientras somos niños. Y sin embargo, pese a repetir tanto la palabra aburrimiento, no me aburrí leyendo este libro, al contrario.. es un libro que rebosa sentido del humor, siempre bajo el fino prisma de la ironía incluso de la caricatura, hay capítulos en los que los compañeros de trabajo sin directamente usurpados por sus propias versiones caricaturizadas. Asistimos a confesiones impensables frente a videos promocionales, a quejas sobre compañeros y incluso a una totalmente inverosímil declaración sobre un compañero que levita mientras revisa los impuestos de los ciudadanos.
Y sin embargo es una obra inconclusa, a ratos hilvanada a partir de capítulos que bien hubieran podido ser relatos sueltos. Adictiva igualmente, divertida y hasta cierto punto horrible. Pensemos que ya los niños dicen "me aburro" una y mil veces en cuanto se les alarga el tiempo libre como si fuera una lenta condena. No sé cual hubiera sido el final de esta obra, pero creo que es casi mejor no pensarlo. Tenemos claro mientras lo leemos que es una obra inacabada, una casa de la que asoman algunas vigas y hay partes sin lucir o por donde asoman tuberías, pero no por eso deja de hacer una de sus ya famosas autopsias a la realidad en la que todos nos movemos. No llega este libro a la calidad con la que me asombró con La broma infinita, pero tras pasarse diez años trabajando en El rey pálido, a muchos de sus fans, o simplemente a aquellos que como yo, si descubrimos un autor que nos parece sobresaliente nos leemos toda su obra publicada, nos ha despejado la duda de qué es aquello que le hizo invertir tanto tiempo y esfuerzo a Wallace.
¿O tal vez estamos ante un aprovechamiento por parte de los herederos de la fama del autor para exprimirlo unos últimos beneficios? ¿qué pensáis vosotros de las obras póstumas?
Gracias