"La vi por primera vez en un mercadillo de Atenas comprando dos caballos mecánicos bailarines. El hombre que se los vendió estaba insertando una pila en el vientre del caballo marrón, una de zinc de alta potencia AA. Le enseñó que para poner en marcha el caballo, de la longitud de dos manos grandes, tenía que levantarle la cola. Para pararlo debía bajársela. El animal llevaba un cordel atado al cuello y la mujer podía dirigir sus movimientos tirando de él hacia fuera".
Llevo años leyendo a Deborah Levy, por eso no dudé en llevarme este de vacaciones. Hoy traigo a mi estantería virtual, Azul de agosto.
Conocemos a Elsa, niña adoptada dos veces, una por sus padres y otra por el hombre que le dio la M a su nombre tras descubrir su talento. Desde ese momento el piano se convierte en su vida y su universo. Por eso, cuando se levanta en mitad de un concierto y abandona la sala, todo su mundo se tambalea y se da cuenta de que ni siquiera sabe quién es. Comienza un periplo por Europa dando clases a niños ricos hasta que en Atenas ve a una mujer comprar una caja de música en un mercadillo. Esa mujer, cuya aparición se repetirá sin importar el lugar, hace que Elsa se sienta ante su doble.
Levy escribe una novela sobre el concepto del doble, el Doppeltgánger, con esta mujer que se aparece a su protagonista justo tras haber comenzado su viaje introspectivo. La pianista que se desvía de la ruta musical parece desbloquear algún tipo de recuerdo infantil de una vida que jamás le había interesado demasiado. Elsa sabe qué es, un genio de la música, pero no sabe quién es y ahora le toca recorrer ese camino mientras explora las distintas versiones que deja en el presente. Y persigue a su doble buscando su primera identidad (llegados a este punto os diré que la novela me ha recordado a Frozen por el guiño de los nombres). En la novela la música es la vida, gracias a ella veremos a Elsa como a tantos niños prodigios que solo se les valoraba por lo que se podía obtener, y también será el camino que la autora utiliza para hablar de masculinidades y de relaciones de hombres con mujeres, una crítica directa al conocido "feas, locas...". Los hombres parecen formar el ruido de la novela, el entorno molesto, la realidad consciente que se habita.
Todo forma parte de una gran composición, cada vida es una pieza y Elsa necesita encontrar la suya. Esa pieza que apareció sin ser requerida en mitad de un concierto quizás sea el hilo del que tirar, el comienzo del quién y esa búsqueda implica mancharse las manos, usarla, el tacto más allá del frío marfil de las teclas de un piano. En un momento dado, el lector tiene la sensación de que la protagonista se quita unos guantes invisibles para empezar a sentir la vida: se tiñe, recupera su esencia y su nombre, defiende a alumnas y continúa viéndose a sí misma en una suerte de juego de espejos.
Azul de agosto es una buena novela. A ratos rara, como corresponde a la autora, pero atractiva en su lectura y satisfactoria en su desarrollo que me ha mantenido entretenida y, sobre todo, interesada en lo que la autora quería contarme. Una buena opción de una escritora a la que pienso seguir leyendo.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.
1 comentarios:
No he leído nada de esta autora, pero me atrae
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